El ángel que eres tu (5)

Saber reconocer a alguien a quien ni siquiera podemos ver, por su aroma, por su escencia...

  • S: ¿te conozco? Algo de ti se me hace familiar…

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  • A: no, tengo una cara muy común.

  • S: voy a discrepar contigo, tu carita es única.

  • A: gracias – poniéndome de 2389742348923946238492 mil colores –.

  • S: lo lamento, no quería incomodarte… no mal interpretes mis comentarios.

  • A: no para nada, perdone usted.

  • S: no me trates de usted tenemos la misma edad, guarda eso para gente mayor.

  • A: bueno… ¿entonces te digo Sofía?

  • S: ¿cómo es que sabes mi nombre?

  • A: es que… salía en la hoja donde estaba el trabajo…

  • S: ¿de verdad? No recuerdo haberlo puesto, bueno no importa… - llegando a su oficina –.

  • A: es muy grande.

  • S: si, a mi padre le gustaba así, ¿me prestas tu curriculum?

  • A: por supuesto…

  • S: espera, acércate.

  • A: ¿Por qué?, ¿qué sucede?

  • S: - sintió mi aroma, y luego miro mis ojos –  ¿Segura que no nos conocemos?

  • A: estoy muy segura señorita Sofía.

  • S: bueno te creo, lo siento por eso… tu aroma es especial, único.

  • A: muchas gracias.

  • S: ¿que perfume es?

  • A: no uso perfume Señorita.

  • S: más sorprendente aun…

  • A: jajaja – riendo nerviosamente –.

  • S: bueno tu curriculum es impresionante, se que pronto estaremos en contacto Antonia.

  • A: muchas gracias…

  • S: - se levanta de su asiento y me da un beso en la mejilla, que duro más de lo que tenía que durar – que tengas una buena tarde.

  • A: usted también, cuídese – saliendo de su oficina –.

Los días no eran diferentes el uno del otro, trataba de relacionarme con la gente, era todo muy difícil. Pronto recibí un llamado de Sofía diciéndome que el Lunes comenzaba a trabajar… quedaban dos días para que se cumplieran el plazo de verla otra vez, la verdad es que me hacía falta escuchar su voz tenerla cerca, pero sabía que tendría que guardar la compostura, por mi y mucho mas por ella… El día lunes se presento y yo estaba un poco nerviosa nuestro primer encuentro estuvo bien pero lo que pasaría hoy me dejaría una gran duda si podría o no cumplir mi misión.

  • S: buenos días.

  • A: buenos días señorita Sofía, que bueno volver a verla.

  • S: te juro que yo estoy pensando lo mismo, necesito que vayas donde Roberto y le pidas los papeles, él sabrá a cuales te refieres.

  • A: si, en un segundo…

  • S: pero antes que eso, tráeme un café.

  • A: por supuesto, espéreme unos minutos.

  • S: te lo agradezco Antonia.

Fui por su Café no olvidaría como le gusta, bien cargado y con harta azúcar y una bombilla.

  • A: aquí esta Señorita Sofía – saliendo de la oficina –.

  • S: espera… ¿por qué le pusiste eso?

  • A: perdóneme si no le gusta.

  • S: no, no, no, al contrario… solo mi mamá sabe que me gusta así y obviamente yo… como es que tu…

  • A: yo solo adivine.

  • S: y además está perfecto de azúcar y café.

  • A: ¿entonces si le gusto?

  • S: me encanto.

  • A: que bueno saberlo, en un momento le traigo sus papeles.

  • S: si, gracias – un poco descolocada por todo lo sucedido –.

Salí de su oficina y me dirigí donde el Señor Roberto, entre…

  • A: permiso – tocando y entrando inmediatamente ante su aprobación –.

  • R: ¿qué necesita? – mirando aun sus papeles –.

  • A: La señorita Sofía manda a pedir los papeles.

  • R: eh bueno, aquí – mirándome por vez primera –.

  • A: ¿dónde están?

  • R: espera un segundo -levantándose de la silla-.

  • A: ¿qué sucede?

  • R: ¿tú eres su nueva secretaria?

  • A: si, permítame presentarme mi nombre es Antonia.

  • R: tienes unos labios hermosos Antonia, mi nombre es Roberto – acercándose a mí –.

  • A: muchas gracias Señor Roberto – intentado salir de la oficina –.

  • R: espera un segundo, después de verlos no creo poder aguantarme un segundo más sin probarlos – tomándome entre sus brazos –.

  • A: perdóneme pero usted no debería estar haciendo esto.

  • R: ¿acaso no quieres probar a un hombre de verdad?

  • A: por supuesto que no, por favor suélteme.

  • R: jajaja, que linda eres… solo un beso te juro que podrás escalar muy rápido si me consientes.

  • A: prefiero barrer pisos que besarlo.

  • R: dudo que quieras eso… - forzándome aun más hacia su boca –.

  • A: deténgase – un poco desesperada y ya sin fuerzas –.

  • R: solo uno…

  • Sofía: ¡ROBERTO!... quítales las manos de encima – entrando por la puerta a arrancarme de sus brazos –.

  • Roberto: ¡AY! Sofía, ella se me insinúo, deberías conocer a las de su clase – soltándome de inmediato –.

  • Antonia: eso no es verdad Señorita Sofía… yo…

  • S: lo sé, Antonia espérame en mi oficina.

  • R: ¿qué pasa Sofía?, ¿le creerás?

  • S: escúchame una cosa, te vuelvo a ver cerca de ella y te saco de la empresa.

  • R: no puedes hacerlo, tengo tanto derecho como tú a estar aquí.

  • S: entonces algo mucho peor.

  • R: ¿me estas amenazando?

  • S: tómalo como quieras, solo mantente lejos de ella – cerrando la puerta casi botándola –.

Llego echando insultos a la oficina, se sentó en su silla y luego de casi ignorar mi presencia clavo los ojos en mi.

  • Sofía: ¿te hizo algo?

  • Antonia: no, llego justo a tiempo

  • S: espera, mira tú brazo – en el tenía marcadas las manos de Roberto –.

  • A: no es nada, ya pasará.

  • S: hijo de mil putas – acercándose a mí para ver las marcas que me había dejado –.

  • A: tranquila pequeña si no es nada.

  • S: ¿cómo?

  • A: perdón señorita Sofía – dándome cuenta en ese instante de mis palabras –.

  • S: no, repite… ¿qué me dijiste?

  • A: nada, nada – saliendo de la oficina –.

  • S: ven – tomándome del brazo y apegándome a su cuerpo –.

  • A: Sofía para – respirando sobre su aliento –.

  • S: tu voz, eres tú – tomándome fuerte por las caderas –.

  • A: no, no lo soy – liberándome de sus brazos y desapareciendo –.

Sofía:

Hace días que no hablo con ella, que por más que llore, la amenace y haga múltiples pataletas, ella no me consiente haciéndome feliz con su voz… ¿qué me está pasando? Nunca nadie había sido mi necesidad tanto como lo es ella, tengo que hacer entrevistas, me parece algo totalmente inoportuno, ojala no tuviera que hacerlo pero necesito alguien que este al 100% para mí y para lo que yo le pida… Otros dos días que no apareces, ¿que más tengo que hacer? Ya llore, ya me embriague hasta perder la conciencia, solo me falta ponerme al borde en el balcón, si no fuera porque le tengo terror a las alturas te juro que lo haría solo para demostrarte cuanto deseo que me hables, tu perfume, tu voz, tu respiración… todo es inolvidable, si he pensado en Álvaro… pero al parecer es a ti a quien más necesito, voy camino a la oficina, hoy empiezan las benditas entrevistas, estoy desilusionada pensé que jamás me dejarías… tengo ganas de meterme a la cama y no salir más… cuando de pronto el contacto brusco con otra persona detiene mi paso y también mis pensamientos.

  • Sofía: perdón, no fue mi intención – volviendo a la realidad –.

  • Antonia: no se preocupe, fui yo quien se interpuso en su camino.

  • S: soy descuidada, acepta mis disculpas para poder irme tranquila – que bonita es –.

  • A: si eso la deja sin culpa, las acepto solo si usted acepta las mías.

  • S: las acepto… que tenga buen día.

  • A: perdón, ¿a qué piso tengo que ir para la entrevista?

  • S: ¿entrevista para secretaria? – tú podrías ser mi secretaria… ¿Qué? –.

  • A: si

  • S: ven conmigo, yo soy quien hará la entrevista – le dije notoriamente feliz –.

  • A: que fatal primera impresión entonces.

  • S: jajaja, despreocúpate… te puedo preguntar algo – ¿eres tu verdad? –

  • A: por supuesto.

  • S: ¿te conozco? Algo de ti se me hace familiar.

  • A: no, tengo una cara muy común.

  • S: voy a discrepar contigo, tu carita es única – recordaría tu cara si la hubiese visto antes, eres inolvidable –.

  • A: gracias – sonrojándose –.

  • S: lo lamento, no quería incomodarte… no mal interpretes mis comentarios – ¿que estoy haciendo? –.

  • A: no para nada, perdone usted.

  • S: no me trates de usted tenemos la misma edad, guarda eso para gente mayor.

  • A: bueno… ¿entonces te digo Sofía?

  • S: ¿cómo es que sabes mi nombre? – yo no te lo he dicho –.

  • A: es que… salía en la hoja donde estaba el trabajo.

  • S: ¿de verdad? No recuerdo haberlo puesto, bueno no importa… - llegando a la oficina –.

  • A: es muy grande.

  • S: si, a mi padre le gustaba así, ¿me prestas tu curriculum? – dije tratando de no mirarla demasiado, para que no se enterara que me tenía un poco distraída su presencia –.

  • A: por supuesto…

  • S: espera, acércate – tengo que saber si eres tu o no –.

  • A: ¿Por qué?, ¿qué sucede?

  • S: - su aroma se metió en mis poros e instintivamente supe que eras tú –. ¿Segura que no nos conocemos?

  • A: estoy muy segura señorita Sofía.

  • S: bueno te creo, lo siento por eso… tu aroma es especial, único – eres tú, lo sé –.

  • A: muchas gracias

  • S: ¿qué perfume es? – para poderlo comprar y no olvidarlo nunca –.

  • A: no uso perfume Señorita.

  • S: más sorprendente aun… - es su piel, es su esencia, es ella… -.

  • A: jajaja – riendo nerviosamente –

  • S: bueno tu curriculum es impresionante, se que pronto estaremos en contacto Antonia – muy pronto –.

  • A: muchas gracias…

  • S: - me levanto de mi asiento para darle un beso en la mejilla, para poder sentir su aroma una vez más, tuve que hacer durar ese pequeño gesto un poco más.

  • A: usted también, cuídese.

En cuanto salió de la oficina di por finalizada las entrevistas, era la primera pero para mí también era la última, me tomo unos días darme el coraje para llamarla por teléfono y escuchar otra vez su voz, tus nervios también son evidentes, cada vez que me acercaba, podía sentir tu corazón latir más rápido como aquellas noches en las cuales tu me protegías de mi misma, cuando por fin me atreví a llamarte escuchar tu voz se volvió de nuevo una adicción, no quería dejarte ir… quería dejarte en evidencia, que me dijeras que eres tu… Llegaste el 1er día a trabajar, dios, que hermosa te veías.

  • S: buenos días – dije feliz de verte otra vez -.

  • A: buenos días señorita Sofía, que bueno volver a verla.

  • S: te juro que yo estoy pensando lo mismo, necesito que vayas donde Roberto y le pidas los papeles, él sabrá a cuales te refieres – vuelve rápido quiero darte tareas para que te quedes cerca de mi –.

  • A: si, en un segundo.

  • S: pero antes que eso, tráeme un café – lo necesito para controlarme –.

  • A: por supuesto, espéreme unos minutos.

  • S: te lo agradezco Antonia – suspirando en cuanto salió –.

Luego de unos minutos aparece ella con una taza de café, pero al mirar la taza, me di cuenta del detalle, de que era ella que no podría ser otra más que tu…

  • A: aquí esta Señorita Sofía – saliendo de la oficina –.

  • S: espera… ¿por qué le pusiste eso? – mirando la taza sin poder creer lo que veo –.

  • A: perdóneme si no le gusta.

  • S: no, no, no, al contrario… solo mi mamá sabe que me gusta así y obviamente yo… como es que tu… - dime que eres tú, dímelo por favor –.

  • A: yo solo adivine.

  • S: y además está perfecto de azúcar y café – solo tú podrías hacerlo así de perfecto –.

  • A: ¿entonces si le gusto?

  • S: me encanto.

  • A: que bueno saberlo, en un momento le traigo sus papeles.

  • S: si, gracias – un poco descolocada por todo lo sucedido –.

Quede mirando unos segundos la taza, bebía el café y en cada sorbo recordaba que había sido ella quien me lo había preparado, por mas ocupada que estaba, por mas adentrada en el papeleo cada sorbo de café significaba volver a ver su carita en mi mente, de pronto algo me presiona el pecho… la comencé a extrañar pero sentía angustia… como si algo pasara, salí de mi oficina y le pregunte a Paula (la recepcionista) donde estaba Antonia y me apunto la oficina de Roberto, fui y me quede parada junto a la puerta… para escucharlo decir:

  • A: deténgase – un poco desesperada y ya sin fuerzas –.

  • R: solo uno…

  • Sofía: ¡ROBERTO!... quítales las manos de encima – entrando y empujándolo lejos de ella –.

  • Roberto: ¡AY! Sofía, ella se me insinúo, deberías conocer a las de su clase – soltándola –.

  • Antonia: eso no es verdad Señorita Sofía…yo…

  • S: lo sé, Antonia espérame en mi oficina – que a este me lo mato ahora mismo –.

  • R: ¿qué pasa Sofía, le creerás?

  • S: escúchame una cosa, te vuelvo a ver cerca de ella y te saco de la empresa – maldito –.

  • R: no puedes hacerlo, tengo tanto derecho como tú a estar aquí.

  • S: entonces algo mucho peor – te mandare a matar, juro que si, con ella no imbécil –.

  • R: ¿me estas amenazando?

  • S: tómalo como quieras, solo mantente lejos de ella – cerrando la puerta casi botándola –.

Volví a la oficina venia echa una furia, no podía controlarme nunca había sentido tanta rabia, tantas ganas de matar a alguien… te vi y recordé que estabas ahí te mire un poco sorprendida de tu presencia

  • Sofía: ¿te hizo algo?

  • Antonia: no, llego justo a tiempo.

  • S: espera, mira tú brazo – tenía unas marcas –.

  • A: no es nada, ya pasará.

  • S: hijo de mil putas – me acerque para verlas –.

  • A: tranquila pequeña si no es nada.

  • S: ¿cómo?  - muy sorprendida –

  • A: perdón señorita Sofía – nerviosa, intentando negar sus palabras –.

  • S: no, repite… ¿qué me dijiste?

  • A: nada, nada – saliendo de la oficina –.

  • S: ven – tomándola del brazo y apegándola a mí –.

  • A: Sofía para –respirando muy agitada –.

  • S: tu voz, eres tú – tomándolas por las caderas firmemente –.

  • A: no, no lo soy – soltándose y corriendo por el pasillo directo a la salida –.

Continuara...

Disculpen la demora pero estaba sin internet estos dias, agradezco cada uno de sus comentarios, gracias por seguir leyendo, saludos :D