El ángel guardián.

Por primera vez la vio sonreír y le pareció mas linda de ese modo.

Lidia salía de su edificio para ir al instituto, doblando en una esquina se cruzó con la oficial de policia que siempre estaba allí parada, tan quieta que parecía una estatua, si no fuera porque movía el pecho en señal de que respiraba, Lifdia creería que se trataba de un señuelo para engañar a los potenciales ladrones. Siguió caminando derecho, por una calle repleta de árboles plantados frente a cada casa y edificio, dando buena sombra en el verano, mucho trabajo a los barrenderos en otoño, y en los días grises de invierno parecía el escenario de una pelicula de terror; todos los árboles grises y pelados. Ese día apenas tenían hojas verdes en sus ramas, así que no daban tanto miedo, pero eran árboles de tronco grueso, por lo que Lidia no pudo ver al hombre que la apuntó por la espalda con un arma y la agarró del cuello por detrás, ahorcándola e impidiédole gritar. La levantó en el aire, y por suerte una baldosa estaba levantada por las raíces de uno de los árboles, el sujeto tropezó y se cayó de espaldas golpeándose contra un auto que tenía la puerta trasera abierta. Lidia había caído sobre él, y aprovechó que sus brazos habían aflojado y gritó con todas sus fuerzas pidiendo auxilio. El hombre le golpeó la cabeza con la culata del arma, y Lidia gritó de dolor y pataleó cuando el tipo la subió al asiento trasero. Vi una figura humana detrás de él, algo lo golpeó fuertemente en la nuca y el hombre cayó insconciente encima de Lidia, quien volvió a gritar por el asco que le provocaba tener ese cuerpo pesado y musculoso encima de ella. La otra puerta de atrás se abrió y Lidia salió desesperada, decidida a salir corriendo de allí.

  • Espera, no corras! Soy yo, la oficial!

Lidia paró de correr, no había llegado muy lejos, y al ver a la oficial que hasta hace un minuto estaba parada en la esquina cual estatua viviente, se tranquilizó un poco y respiró aliviada.

-Quedate ahí.

La oficial metió la mitad del cuerpo en el auto y volvió a salir.

  • Ya está, lo esposé y está inconciente, no podrá hacerte ningún daño, sí? - dijo acercándose a ella.

Lidia la abrazó sin pensarlo, repitiendo la palabra gracias montones de veces hasta que la oficial la apartó.

  • De nada. ¿Cómo te llamas?

  • Li...Lidia - respondió titubeando.

  • Yo soy Mariana, la oficial de la esquina.

  • Sí, lo...lo sé.

  • Estás en shock. Ven, siéntate, en un rato llegarán los refuerzos y nos llevarán a declarar - le explicó sentándola en el cordón de la calle.

  • Y a tí por qué?

  • Soy testigo y te rescaté. Supongo que los vecinos te habrán oído gritar.

Mariana caminó hacia un edificio frente a donde todo había ocurrido y tocó el timbre del portero. El dueño del lugar salió con espresión de espanto preguntando qué había pasado. La oficial le explicó todo y el hombre, un señor de cabello canoso de unos 60 años, llamó a su suplente y salió a la calle justo en el momento en que llegaban dos patrullas; una para trasladar al detenido, la otra a los testigos y la victima. El hombre seguía incosciente, por lo que dos oficiales se quedaron allí acercándole botellas con alcohol a la nariz. Mariana y Lidia viajaron en el asiento trasero, el portero iba adelante. Lidia temblaba, seguía en shock, Mariana la abrazó y la acarició en gesto de consuelo. A los pocos minutos llegaron a la comisaria, la patrulla con el detenido llegó detrás de ellos y Mariana apresuró a Liidia a entrar para que no se alterara si lo veía. Ellas y el portero fueron por un pasillo y el detenido por el otro. Lidia dio su versión de los hechos en una habitación clavando la mirada en la grabadora y un poco en los brazos cruzados de un policia que le recordaba a la contextura física del hombre que intentó secuestrarla. Todo había sucedido muy rápido, sin darle tiempo a nada, pero no escatimó en detalles y al terminar el hombre se levantó, abrió la puerta y con un gesto la invitó a salir. Ella mantuvo gacha la cabeza, vio a Mariana pasar junto a ella y entrar en la habitación, mas tarde salió y fue el turno del portero. Se quedaron solas en un pasillo de epera, sentadas en incómodas sillas de metal. Mariana se quitó el gorro de oficial, llevaba el cabello rubio atado en una cola de caballo, Lidia la miró, sorprendida de que su salvadora fuera tan linda. Tenía los ojos verdes delineados y los labios finos al natural.

  • En cuanto terminemos te llevo a tu casa, de acuerdo?

  • Sí, me parece bien.

Por primera vez la vio sonreír y le pareció mas linda de ese modo. El portero salió y el policia tambien, al grito de "es todo por hoy". Mariana y Lidia se levantaron de sus incómodos asientos y se dirigieron a la recepción, donde tuvieron que firmar unos papeles y un colega se propuso para llevar a LIdia y al portero a casa, pero Mariana quizo acompañarlos y viajó en el asiento del acompañante, mirando a Lidia por medio del espejo retrovisor mientras le hablaba de cosas sin importancia, para que se distrajera un poco. Hubo unos largos minutos de silencio en que Lidia miraba el espejo retrovisor, buscando los ojos de Mariana, y ella también la miraba y le guiñó un ojo. Lidia bajó la cabeza, un poco avergonzada, y oyó a Mariana que se reía. Llegaron al edificio del portero y este se bajó y fue recibido por su suplente. El oficial condujo unos metros más, dobló en la esquina y detuvo el auto a mitad de calle, frente a un edificio de fachada moderna. Lidia se bajó y Mariana también, le dijo a su colega que otro compañero pasaría a buscarla en un rato y este se fue. Lidia estaba abriendo la purta con su llave, cuando oyó a Mariana dar unos pasos detrás de ella.

  • Te molesta si te acompaño? Es para asegurarme de que estés bien.

  • Sí, claro que puedes.

Entraron y caminaron por un largo pasillo hasta los ascensores del fondo, Lidia precionó el botón 7, y Mariana no dejaba de pinar sus mechones de cabello mirándose al espejo de una de las paredes, hasta que llegaron a destino. Lidia abrió la puerta H y Marinan entró tras ella. Era un monoambiente, típica vivienda de estudiante universitario.

  • Y qué estudias?

  • Diseño.

  • De modas?

  • Sí.

  • Interesante.

Mariana recorría las 4 paredes con su mirada, viendo cartulinas enrrolladas en un lado, un maniquí femenino en un rincón y un sofa-cama contra la pared frente a un televisor plasma de 32 pulgadas. Había dos espejos corredisos, abrió uno y dentro estaba el armario con un perchero y 5 cajones.

  • Está muy lindo.

  • Gracias - le dijo Lidia viendo a Mariana dirigirse a la pequeña cocina, que constaba de tres alacenas, una hornalla sin horno y una mini-heladera.

  • No está mal. El baño?

  • Allá - dijo Lidia señalando una puerta blanca tras ella.

Mariana ingresó al baño, Lidia se acercó a la única ventana del monoambiente y la abrió para sacar la cabeza y respirar un poco de aire fresco. Era de tarde, sus clases ya habían terminado y tenía 3 llamadas perdidas en su celular. Hbló con sus amigas para tranquilizarlas, no les dijo que pr poco la secuestraban, las conocía bien y no la dejarían de interrogar al respecto, y sus padres mucho menos, les daría un ataque de paranoía e insistirían en enrejar su ventana, que la haría sentir en una prisión si le pusieran esos barrotes de hierro. Mariana salió del baño mojándose la nuca con una mano, se sentó en el sofá y Lidia le preguntó si quería algo de beber. Le sirvió agua fresca y se sentó junto a ella a beberla.

  • Les dirás a tus padres?

  • Ni loca! No me dejarían en paz, ya tiene suficiente con que entren a robar el almacen de mi papá.

  • Sí, los padres son muy protectores, a veces no lo suficiente, pero por suerte yo estaba ahí.

  • Si, gracias al cielo. Eres mi angel guardían.

  • No hay de qué - dijo Mariana sonriéndo y ruborizándose.

  • Siempre estás así, tan quieta?

  • No todo el tiempo, a veces pasa gente que está medio perdida y les indico por dónde ir, una vecina me lleva gaseosa y un sandwich todos los días a la misma hora, las 13, es una ancianita de lo mas dulce, y mi compañero viene a reemplazarme, platicamos un rato y me tomo el autobus a casa.

  • Tienes pareja, estás casada?

  • Felizmente soltera! Y sin hijos, por suerte, en estos momentos no estoy para pensar en cambiar pañales.

  • Pero piensas tenerlos?

  • Soy muy joven aún para pensar en eso.

  • Qué edad tienes?

  • Tú que edad me das?

Lidia la miró detenidamente, sin notar ni una arruga salvo las ojeras en sus ojos.

  • Mmmmhhhh...29?

  • Casi. Tengo 27 - dijo dándole un sorbo al agua con aires de diva.

  • No pareces.

  • Qué? Me veo más vieja?

  • Un poco, por las ojeras - dijo LIdia señalando sus párpados.

  • Putas ojeras! Debo parecer un zombie.

  • No, no lo pareces.

Mariana llevó una mano a su cola de caballo, se quitó la coleta y sacudió un poco la cabeza, despeinando su melena dorada sobre los hombros. Lidia la miró fascinada, se veía mucho más linda, y hasta más joven.

  • Sigo pareciendo de 29? - dijo haciendo un gesto insinuante con las cejas.

  • No...

  • Que bien! Tú te vez de 21.

  • Tengo 22.

  • Jaja, casi le pego!

A Lidia le agradaba Mariana, podría decirse que le gustaba, aunque desde la última vez que había salido con una chica no había vuelto a coquetear con ninguna, las clases no le dejaban tiempo. Mariana se había acercado un poco más, rozando sus rodillas, Lidia trataba de huir de su mirada cautivadora pero Mariana le clavaba los ojos como dos anzuelos.

  • Y tu...tu compañero cuando llegará a buscarte?

  • No vendrá. Lo llamé en el baño, le dije que hay dos hombres en la esquina, no los viste?

  • No. No presté atención.

  • Eres así de distraida en clases?

  • No, no lo soy.

Mariana se echó a reír, puso su mano en el hombro de Lidia y ella se puso roja como un tomate y juntó las piernas en un intento por alejarlas de las de Mariana, quien a cada segundo se le acercaba más. Se quedó mirándola y Lidia le sostuvo la mirada por un instante, luego agachó la cabeza y clavó sus ojos en sus zapatilas.

  • Eres así de tímida con los chicos? - le preguntó apoyando su mano en su rodilla.

  • No...No salgo con chicos.

  • Eres lesbiana? - le preguntó muy cerca de su oreja.

  • Sí...

  • Descuida, yo también, no se lo digo a nadie en el trabajo porque entonces no me dejarían en paz.

Mariana le acarició el hombro y los cabellos, peinándolos tras su oreja, Lidia levantó la cabeza y su nariz se estrechó con la de Marina, ella pegó su frente a la suya y Lidia tragó saliva cuando sintió sus labios rozar los suyos. Su corazón se aceleró y se quedó sin palabras. Mariana le acarició el rostro en un gesto tierno que la hizo estremecer, suspiró y Mariana estrechó sus labios contra los suyos, succionándolos un poco antes de apartarce solo unos centímetros.

  • Qué linda eres - susurró Mariana.

Lidia la besó sin mas, relajando su lengua en su boca, lamiendo sus labios, abrazándola y Mariana presionándola contra su cuerpo, acariciando su cintura y su espalda, hundiendo sus delgados dedos en sus cabellos, despeinándola, y Lidia la empujaba hacia ella suavemente tomándola de la nuca. Le empezó a besar el cuello, descendiendo su mano sobre la tela de su camisa azul petróleo de oficial, se detuvo en un botón y empezó a desabotonar uno por uno, para luego meter su mano y acariciar la piel de su cintura. Mariana se quitó la camisa, solo traía un sostén blanco de algodón que sostenía firmemente sus grandes senos. Lidia acarició la tela del sostén, besando la piel de los senos que quedaba libre. Marina empezó a levantar su blusa y Lidia estiró los brazos al aire para que terminara de sacarsela. Mariana fue directo a su cuello, recorriéndolo a besos, le besó el lóbulo de la oreja y manoseó su seno por encima del sostén negro que traía puesto.

  • Extrañaba hacer esto - le susurró al oído.

  • Qué cosa? - gimió Lidia.

  • Estar con una chica tan linda como tú - le respondió mirándola a los ojos sin quitar su mano de su seno.

  • Yo igual, tú eres una mujer muy hermosa - le dijo Lidia acariciando su rostro.

Mariana le dio un pico en los labios, le sonrió con las mejillas rosadas y quitó la mano de su seno para empujar su nuca hacia ella y besarla intensamente. Llevó las manos a su espalda y se desabrochó el sostén, lo hizo a un lado en el suelo y Lidia le acarició los senos desnudos sin dejar de besarla. Mariana gimió al sentir que le chupaba los pezones y se los lamía con voracidad. Tomó su cabeza con ambas manos, apartándola de sus senos, la besó suavemente y le acarició los hombros bajando por su espalda hacia el broche del sostén y en un abrir y cerrar de ojos se lo quitó y lo tiró al suelo. Los senos de Lidia eran pequeños en comparación con los suyos, sus pezones ya estaba erectos y Marina los acarició con la punta de los dedos, en movimientos circulares que a Lidia la hacían suspirar. Bajó la cabeza y tomándola de la cintura mamó sus senos gentilmente, con cierta ternura y suavidad, haciéndola gemir echando la cabeza hacia atrás.

Mariana volvió a besarla y bajó sus manos a sus pantalones, desabrochó su cinturón y Lidia se levantó del sofá con una sonrisa picarona y traviesa. Se quitó los pantalones quedando solo en bragas negras, pero Mariana se acuclichó en el suelo y se las bajó hasta los tibillos, le acarició los glúteos mirándola directo a los ojos, llenos de lujuria, y Lidia asintió lentamente. Mariana hundió sus narices en su coño, le besó los labios vaginales y los lamió, Lidia abrió un poco más las piernas, exponiendo un poco su clítoris, y Mariana procedió a lamérselo y chuparlo, y solo con eso consiguió que Lidia jadeara arqueando la espalda y se corriera en su rostro. Besó por última vez su coño y se incorporó sobre sus pies para besarla y apretujarla en un abrazo sensual, acariciando todo su cuerpo desnudo con los dedos, apretujando su trasero.

Lidia le bajó el cierre del pantalón, pudo ver una tela blanca, y Mariana se los quitó junto con sus bragas, se sentó en el sofá, totalmente desnuda como ella, con las piernas abiertas, y Lidia se sentó sobre ella con las suyas a los costados, besándola muy apasionada, moviéndose, frotando los senos contra los de ella, sintiendo la tibiesa de su abdomen. Sintió el calor de su coño frotándose contra el suyo, y cómo se iba humedeciendo. Mariana deslizó una mano por entre los cuerpos y se masturbó con ella encima, sintiendo los movimientos de loss dedos en su entrepierna. Se miraron a los ojos y se entendieron.Mariana retiró su mano, Lidia se arrodilló con la cabeza entre sus piernas, y se puso a lamer los jugos que habíam empapado sus labios vaginales, y luego el clítoris, que sobresalía hinchado. Se llevó dos dedos a la boca, se los chupó y colocó la punta en la entrada de su lubricada vagina, los empujó suavemente, y Marina emitió un largo gemido al sentirlos. Una vez que estuvieron dentro inició un mete-saca que la enloqueció.

  • Ooohhh sí...así...sigue así... - gimió Marina sin dejar de mover sus caderas.

  • Te lo mereces por recastarme - le dijo Lidia sin dejar de ejecutar sus movimientos.

  • Aaaaaahhhh...Vaya forma tienes de agrader...Ve mas rápido...un poco más....

Lidia la embistió con más fuerza, elevando la cabeza para besarle los labios, el cuello y los senos. Se subió de nuevo al sofá sin dejar de penetrarla, sintiendo la presión de sus caderas en sus dedos, hundiendo su cabeza en su hombro, oyendo sus agudos jadeos que de pronto se calmaron en un suspiro largo. Retiró sus dedos y besó a Mariana suavemente, abrazándola y acariciándola por todos los rincones de su piel, sentada sobre sus piernas sosteniéndose de sus hombros.

  • Joder, mujer, eres increíble.

  • Tú también lo eres.

  • Cierto, pero esta es tu casa, yo soy tu invitada, y debo hacer lo que me pidas - susurró acariciandole la entrepierna.

  • Lo que sea? - dijo Lidia con mirada sugerente.

  • Cualquier cosa.

  • En ese caso...espera a que haga la cama.

Lidia se levantó de un salto, dejando a Mariana con las ganas, y ella la ayudó a armar la cama, extendiendo el colchón que solo tenía un cubridor y Lidia puso los cojines en la cabecera del sofá. Se acostó en la cama y Marina se puso sobre ella, la besó y la acarició toda, haci´rendola suya por horas y horas.

Se quedó en su casa ese día, la mañana siguiente se puso su uniforme de oficial y Lidia la encontró en el lugar de siempre, parada como estatua en la esquina. Pasó junta a ella, se miraron y Mariana le guiñó el ojo. Al volver del instituto la encontró sentada en los escalones de entrada a su edificio comiendo un sandwich con una gaseosa en la mano. La invitó de nuevo a su departamente, apenas trabó la puerta con llave, Mariana había dejado el sanwich y la gaseosa en la mesada de la cocina y la acorraló contra la puerta, besándola salvajemente y arrancándose la ropa entre las dos hasta caer en el sofá, Mariana sobre Lidia, para volver a hacerla suya.


Idea original de "jirafita" ;-) Yo siempre cumplo, jaja.

Continuaré con "Compañeras de cuarto"

Hasta la próxima!

  • Brasita