El ángel guardián. 5ta parte. (Final)

Le empezó a hacer cosquillas, Lidia se retorció y las dos se cayeron al suelo sin dejar de reír. Lidia estaba sobre ella, la abrazó, la besó muy pasional de lo feliz que la hacía, e hicieron el amor allí en el suelo.

Llego el día en el que Mariana había quedado con su familia y también para que conocieran a Lidia, que estaba toda nerviosa incluso más que Mariana. Se levantaron temprano, Lidia no tenía clases, pasaba más tiempo en casa de su novia que en la suya, pero no le importaba estaba feliz con ella, hay veces en que se sentía algo incómoda y le quería pedir que se fuera a vivir con ella, pero todavía era pronto no llevaban mucho tiempo saliendo y la quería conocer más. Por la tarde decidieron ir a pasear ya que no tenían nada que hacer y luego se fueron arreglar para la cena.

Lidia: Creo que no es buena idea que yo vaya, mejor me quedo.

Mariana: No, - saltó ella - tú te vienes, no te voy a dejar aquí sola, tranquilízate, todo estará bien.

Lidia: Y si no les caigo bien?

Mariana: No seas tonta, eres la mejor persona que conozco y muy buena no te preocupes les gustaras - le dijo acariciando su cabeza.

Lidia: Necesito un beso para tranquilizarme.

Mariana la besó en los labios pegando su cuerpo al suyo.

Mariana: ¿Solo uno? - preguntó con picardia.

Lidia: No, quiero muchos y quiero hacerte el amor, - le dijo poniendo las manos en su cintura - pero ya es un poco tarde y no nos dará tiempo.

Mariana: Que mala, pero tienes razón. Cuando volvamos no te librarás tan fácilmente de mi - le guiñó el ojo y le dio otro beso en los labios.

Terminaron de vestirse, las dos iban guapas con unos vestidos preciosos, al llegar a casa el padre les abrió la puerta, era un hombre alto, medio calvo, con los cabellos y la barba canosa. A Lidia le intimidó y se paró detras de Mariana, pero ella se rió y le tomó la mano.

  • Hola hija, quién es tu amiga?

  • Mi novia, papá.

  • Hola, señor.

Lidia apenas levantó la vista y notó una expresión de sorpresa en la cara del padre.

  • Ah...Que bien...Un gusto Lidia.

El hombre estiró la mano para saludarla y Mariana le dio un codazo para que reaccionara.

  • El gusto es mío, señor.

Le estrechó la mano sin mirarlo a los ojos.

  • Por favor, llamame Eduardo. Si me dices señor me sentiré viejo.

  • Okay...

  • Bueno, pasen, no se queden ahí paradas.

Eduardo se hizo a un lado y Mariana y Lidia entraron a la casa. La sala de estar era grande. Habia dos sofas de 3 cuerpos, un sillón donde se fue a sentar el padre, y la pareja tomó asiento en uno de los sofás. Lidia se pegó a Mariana y se tomaron de las manos para calmar sus nervios. El padre estaba lo mas cómodo en su sillón, con los brazos apoyados, mirándolas fijamente.

  • Tu madre y tu herma están en la cocina. Prepararon carne con papas.

  • Ah, que bueno! Nos encanta la carne, no, amor?

  • Si...

  • Y Lidia, no?

  • Si señor...digo Eduardo.

El hombre se echó a reír y Lidia miró a Mariana desconcertada y ella le dijo que iba bien.

  • Te dedicas a algo?

  • Estudio.

  • Y qué estudias?

  • Traductorado de Ingles. Viajaré a Inglaterra en un par de años para hacer la pasantia.

  • Ah, interesante. Yo no entiendo un carajo de ingles.

  • Lidia es muy buena hablando ingles, muestrale.

Ella la miró con cara de no querer, Mariana le guiñó un ojo y le frotó la rodilla. Ella tragó saliva y dijo un par de oraciones en perfecto ingles que el padre se quedó con la boca abierta sin entender ni jota.

  • Ah...muy bien...Y planeas dar clases o...?

  • Sí, o trabajar en una agencia de turismo.

  • Te gusta mucho viajar?

  • Si, viejo mucho en verano.

  • Ah, con mi familia solo hemos ido al caribe, a islas donde se habla español, no ingles.

  • Y a Italia, papá, no te olvides.

  • Ah si! - dijo echando un respingo. - A ellos tampoco les entendí un carajo.

  • Les hablaba con gestos y les hacía dibujos a los mozos de los restoranes.

  • Y se reían en mi cara los muy imbéciles!

Lidia se estaba por echar a reír pero Mariana le dijo que no con la cabeza, al parecer Eduardo era un hombre que se ofendía facilmente.

  • Ya está! Allá vamos!

El grito provino de la cocina, la puerta se abrió y salió la hermana de Mariana llevando la fuente de papas y detrás la madre, con la fuente de carne echando vapor.

  • Mmmhhhh...huele delicioso.

  • Mariana, cielito mio, que bueno que viniste! Ayudame, Eduardo, no te quedes ahí!

Su marido se levantó de un salto, cogió la fuente y se puso a gritar bajito porque se quemaba y corrió al comedor. su esposa se reía a carcajadas, Mariana y Lidia se levantaron y fueron tras ellos. La mesa estaba servida, con cinco platos, en el medio estaban las dos fuentes y un centro de mesa con flores. Eduardo sacudía las manos y saltaban gotas de agua.

  • Te dije mil veces que no toques mi florero.

  • En primer lugar, yo compré ese florero, y en segundo lugar, me hubieras prestados tus guantes.

  • Ya callate y sientate, Eduardo.

  • Ella solo lo llama por su nombre cuando se enoja - le dijo Mariana al oído de su novia.

Sus padres y su hermana ya estaban sentados, las miraron y la mamá abrió grandes los ojjos cuando la vio a Lidia.

  • Oh! Tu debes ser...

  • Lidia...mi novia.

Mariana volvió a coger su mano y su mamá hizo el mismo gesto de sorpresa que su esposo.

  • Ah...Bueno, sientense a la mesa.

Las dos se sentaron juntas, su madre estaba en la punta de la mesa y Eduardo y Diana estaban frente a ellas. Diana la saludó a Lidia y ella asintió.

  • Que bueno que viniste, a nuestos padres no les hubiera gustado que nos dejes plantados.

Mariana la pateó por debajo de la mesa, Diana la miró con enojo y el padre se rió.

  • Si nos plantaba o no me daba lo mismo - dijo él.

Ya estaba cortando la carne y masticando trozos.

  • Y dime, Lidia, a qué te dedicas?

  • Estudia traductorado de Ingles.

Lidia y Eduardo respondieron a coro, él aún con la boca llena. Diana se rió un poco y Mariana y su madre se miraron conteniendo la risa. Eduardo se disculpó y Lidia prosiguió. Le contó lo mismo que a su marido, y Maria, la madre de Mariana, se veía mucho mas interesada. Hablaron de sus estudios y Lidia les contó un poco de su familia. Cada vez que Mariana notaba que se pobía nerviosa por alguna frase o pregunta de sus padres o su hermana, apoyaba la mano en su rodilla bajo la mesa y autoaticamente Lidia se sentía menos incomodada.

  • Y cuánto llevan saliendo?

  • Unos...2 meses.

  • Ah eso ya es un record para ti, hermanita.

Mariana la volvió a patear por debajo de la mesa, pero en vez de eso, le pateó la pantorrilla a su papá.

  • Ay, la puta madre! Mariana, casi me fracturas!

  • Perdona, papá!

  • Y tu, Dianaa...Ten cuidado con lo que dices que la próxima te pateo yo fuera de esta casa!

  • Ok, papá...

Lidia sonreía para sus adentros al ver a Diana con cara de avergonzada.

  • Y pideles perdón por hablarles de ese modo.

  • Perdonenme, chicas.

  • Está bien, hermana.

  • Estas perdonada, Diana - le dijo Lidia sarcástica, sin ganas de perdonarla ni de chiste.

  • Bueno, quién quiere postre?

  • Yo!

Mariana levantó la mano como una ñiña pequeña.

  • Que infantil... - musitó Diana.

  • Al menos yo no duermo con mi osito de peluche, que por cierto yo te elegí en la jugueteria.

  • Ya callate!

  • Niñas, no peleen o nuestra invitada no querrá volver a poner un pie en esta casa.

  • Al contrario, Maria, la estoy pasando genial.

  • Ah, me alegro! Te gusta el flan de chocolate?

  • Me encanta!

  • Que bueno, no quisiera echarlo a perder.

Maria volvió de la cocina con un plato ondo donde el flan se sacudia cual gelatina. Les sirvió a los demas, Lidia primero por ser la invitada, y todos comenzaron a contar anécdotas de su niñez. Se divirtieron mucho y Mariana la miró y le dio un besito en los labios delante de su familia. Ellos reccionaron bien, pero Diana...

  • Ay, que tiernas - se burló con un tono infantil.

  • Diana... - dijo su padre con un tono amenazador.

  • Qué? Ah si! Disculpen!

  • Esta bien mi hermanita chiquita, dianita - se burló Mariana hablándole como a un cachorrito.

Maria y Eduardo se echaron a reír, a diana no le hacía ninguna gracia y Lidia estaba roja de la risa. Terminaron el postres, charlaron un poco mas, Mariana miró la hora y le dijo a su familia que ya debían irse. Se despidieron de los tres, Lidia les dio un beso a cada uno, salvo a Diana, ella le estrechó la mano ante la atenta mirada de su padre que encogió los ojos como diciendo "bueno, eso ya es algo." Salieron de la casa y subieron al auto, ya después de doblar la esquina, Lidia respiró aliviada y Mariana volvió a frotar su pierna.

  • Estuviste bien, amor! Te dije que les caerías bien.

  • Si, tus padres fueron muy agradables, pero tu hermana...

  • Asshhh...Olvidala! Es una idiota, cómo va a hablarme así delante de nuestros padres? Quién se cree? Será la mayor pero eso no le da ningún privilegio.

  • Ya, amor, no te enfades, no lo vale.

  • Tienes razón.

  • Adoro que me des la razón - le dijo inclinándose para darle un beso en la mejilla.

  • Yo tengo razón en algo.

  • En qué?

  • En que hoy no te libras de mí - le guiñó el ojo.

  • Ah, si...

Lidia se sonrió sonrojando sus mejillas, Mariana volvió a apoyar la mano en su rodilla, acariciandole la pierna, conduciendo con la otra mano sin apartar la vista de la calle. De vez en cuando la miraba e intensificaba sus caricias subiendo a sus muslos bajo el vestido, arrancándole algún que otro gemido.

  • Ay, Mariana, me estas volviendo loca - gimió cuando en un semáforo la mano de su novia le frotaba la entrepierna.

  • Ya estaremos en casa y te volveré mas loca todavía - le mordió el lobulo de la oreja y le besó el cuello.

Mariana apartó su mano para conducir mejor y vio de reojo cómo Lidia se llevaba la mano derecha a su entrepierna y se frtaba suavecito.

  • Mi amor, tienes ganitas.

  • Aaahhh, sí... - gimió con los ojos cerrados.

  • Aguanta, ya llegamos.

  • Ajá...

Cuando por fin estuvieron en su edificio, bajaron y subieron al elevador. Lidia se apoyó en un rincón, aún con la mano en su entrepierna, Mariana se pegó a ella, la besó fogosamente, acariciando los cabellos de su nuca, hundiendo su nariz en su cuello, oliendo su perfume. Bajó su mano y le tocó las bragas, que ya estaban mojadas.

  • Amor, ya te has corrido.

  • Tu me hiciste correr, mi vida.

  • Mmhhh...que bien, vamos.

Las puertas del elevador se abrieron, salieron a paso veloz, entraron en el apartamento, y se empezaron a besar y a quitarse los vestidos allí mismo, en la sala. Estuvieron bien desnudas las dos, se acostaron en el sofá, Mariana sobre Lidia, la besaba y le tocaba las tetas que estaban duras como pierdras y sus pezones erectos. Se los mordisqueó suave y bajó lamiendo su abdomen y se puso a lamer su humedo, empapado y latente sexo, saboreando sus jugos, chupando suavecito su clítoris con los labios, haciendo que se volviera a correr entre jadeos incesantes. Se inclinó sobre ella, besándola con mas ternura, y la penetró de golpe y facllmente con sus dedos, de tan mojada que seguía. Lidia sacudía sus caderas al ritmo de esos dos dedos que la follaban salvajemente haciendo que tuviera un increible orgasmo.

Mariana retiró sus dedos, se apoyó sobre su pecho y le besó la piel de los senos acariciándolos con sus manos mientras subían y bajaban al ritmo de su acelerada respiración.

  • Amor?

  • Sí? - gimió recobrando el aliento.

  • Quiero que te quedes...

  • Ok...

  • Que te quedes a vivir conmigo.

LIdia abrió grandes los ojos, su corazón empezó a saltar de contento.

  • Me lo dices de verdad?

  • Sí, quiero que vivas conmigo, no te imaginas lo mucho que te extraño cuando no estás. Quiero despertar contigo en mi cama por las mañanas todos los días, no soporto estar sola por las noches cuando vuelvo del trabajo, quiero que tu estes aquí para recibirme, abrazarme, besarme y hacerme sentir mejor.

A LIdia se le escaparon las lágrimas y se llevó la mano a la cara para limpiar sus ojos.

  • Ay amor, no llores!

  • LLoro porque estoy feliz. Queria sugerirtelo, pero creí que sería demasiado pronto.

  • De veras? Habermelo dicho antes, ya no soporto un día mas lejos de ti.

  • Ok...Mañana me acompañas a buscar mis cosas, vale?

  • Valr. Pero tendrás que comprarte otro closet. En el mío ya no cabe nada.

  • No me harás un lugar?

  • No creo que quepas, mi vida.

Le empezó a hacer cosquillas, Lidia se retorció y las dos se cayeron al suelo sin dejar de reír. Lidia estaba sobre ella, la abrazó, la besó muy pasional de lo feliz que la hacía, e hicieron el amor allí en el suelo.


2 años después...

  • Ya mamá, pasame la liga!

  • Pero mi niña, esto te va a entrar? - mirando la liga rosada con ojos de desconcierto.

  • Sí, mamá, es elástica - se la arrancó de la mano y se la puso a la altura del glúteo.

  • Pero Mariana! Vas a dejar que un hombre te muerda allí?!

  • Mamá, mi novia me va a sacar la liga - le dijo secamente, harta de ella.

  • Ah, bueno, eso es distinto, porque tu padre y yo...

  • No me interesa, te puedes ir?

  • Ashh, está bien. Enviaré a tu hermana.

  • No, a Diana no!

Ya era tarde, su madre había salido, cerrado la puerta de su habitación y la oyó llamando a su hermana. Se escabulló por la puerta del baño, salió al pasillo y se chocó con su padre que iba arreglando su corbata.

  • Mariana, qué haces aquí?

Ella le tapó la boca con la mano.

  • Ya papá, sácame de aquí - en voz baja.

  • Sí, vamonos, no la soporto mas a tu mardre.

Salieron por la puerta del jardin y subieron al auto. El ruido del motor alertó a Maria y a Diana, oyeron sus insultos y se rieron los dos. Llegaron al salón, algunos invitados ya habían llegado, entraron y Eduardo fue a buscar al maestro de ceremonias, un amigo de la familia que oficiaria de cura. "Sin el hermanos y hermanas, por favor, ya tengo suficiente con la católica de tu madre", le había advertido Eduardo y Sebastian le dio el okay. Mariana fue a pararse en el altar improvisado sobre un escenario con escalones a ambos lados, saludó a los invitados que iban tomando asiento del lado que les correspondía, pasada media hora su madre y su hermana entraron hechas una furia aunque trataron de disimularlo. SE acercaron a Mariana y su madre le dijo en voz baja "Me vuelves a tratar así y te juro que me emborracho y te jodo la fiesta."

  • ¡Ni se te ocurra!

Todos en el salón la oyeron y Mariana no sabía donde meterse.

  • Baja la voz, idiota!

  • Callate, o ya no serás la madrina.

  • No le hables así a tu hermana!

  • Dejense de joder ustedes tres! Ven, Maria, vamos a sentarnos!

Eduardo cogió a Maria del brazo y casi la hace tropezar llevándola a su asiento en primera fila.-

  • Y tu, Diana, ocupa tu lugar y que ni se te ocurra decir lo que pienese!

  • Hazle caso a papá, hermana.

Diana pegó un pisotón en el suelo, bufó y fue a formarse con las amigas de Mariana. Sebastian subió al escenario pidiendo orden y silencio, que la novia ya estaba por llegar. La gente se quedó en su lugar, se escuchaban los murmullos, y cuando por fin las puertas de entrada se abrieron de par en par, silencio total y todas las cabezas giraron para ver a la novia.

Lidia llevaba puesto un vestido strapless largo, blanco como el algohodon, con un cinto negro en el escote en V, la falda lisa caía y le daba un andar armonioso. Ella apretaba fuertemente el brazo de su padre mirando solo a una persona: Mariana estaba que ya no podía contener las lagrimas de felicidad. Ella llevaba un vestido mas corto hasta la rodilla, tmbn blanco y strapless, pero tenía volados en la falda y una rosa en la cintura. Lidia besó a su padre al llegar al altar, el sacó un pañuelo y se limipió las lágrimas cuando su hija se dirigió a subir los escalones. Cuando estuvo cerca de Mariana, le sonrió y ella se echó en sus brazos, estrujándola contra su cuerpo, dejando fluir las lagrimas y le besó los labios.

  • Ey!! Todavía no les dije que se pueden besar!

Sebastian estalló y la gente se echó a reir. Mariana y Lidia tomaron sus lugares tomadas de la mano, sin escuchar las palabras de Sebastian, se miraban y se apretaban mas fuerte las manos, acercándose mas a la otra, hasta que estuvieron cadera con cadera, y entonces...

  • Bueno, ahora sí, pueden besarse chicas.

Mariana la besó larga y pofundamente, abrazada y pegada a su cuerpo, ambas oían los chiflidos y aplausos y algún que otro llanto.

  • Vivan los novios!!

  • Novias, idiota!

  • Ay, lo siento, la costumbre.

En ese momento se echaron a reír y se separaron, y Maria señalaba atrás suyo; una sobrina le estaba pegando a su novio.

  • Muy bien, dejen algo para la luna de miel, chicas, ya es hora de festejar.

Sebastian sacó un spay de espuma y les arrojó a los vestidos y otros jóvenes y adultos saltaron con la espuma persiguiendo a las mujeres y algunas sacándoles el spray y persiguiéndolos a ellos. Pasaron a otro lado del salón donde estaban las mesas y cada uno, con y sin espuma, fue a la suya. Lidia y Mariana inauguraron la fiesta con un vals y los padres de ambas eran un mar de lágrimas. Sebastian oficio la fiesta también, varios invitados pasaron a decir unas palabras para las recién casadas, Diana se abstuvo, a ellas no les importó, y cortaron el pastel y se enpastelaron la cara con la crema batida. Bailaron hasta el amanecer, cuando solo quedaban ellas, Sebastian bailando con una chica y los padres de amabas sentados, conversando y boztesando.

SE fueron de luna de miel a Inglaterra, donde Lidia se mudó a hacer la pasantia para recibirse de traductora de ingles. Vivieron allí un año, hablando por skype con sus familiares, quejándose del clima húmedo y lluvioso del país. Cuando volviero a su hogar se quedaron en casa de los padres de Lidia por un tiempo, porque habían vendido su apartamento y querían comprar una casa. Se mudaron a un barrio cerca de sus familias, Lidia se puso a trabajar en un instituto de ingles, Mariana siguió con su oficio de policia, vivían felices solo las dos...


3 años después...

  • Papá, no es por aquí.

  • Ah, no? Y por dónde?

  • Toma esa esquina, no estamos muy lejos pero estás tomando el camino largo.

  • Ah, perdón, señorita GPS - le dijo con tono burlón.

  • No me hace gracia.

  • Lo sé.

  • Entonces ya no lo digas, inventate otra cosa.

  • Que malhumorada estás!

  • Llevo 10 horas despierta, papá, no pegué un ojo en toda la noche, no sé cómo no me caí de sueño, es lógico que estaré de mal humor.

  • Lidia, tu madre tambi´n fue así, no quería que le dijera ni hola.

  • Entonces si comprendes ya no me hables.

  • Ok...

Carlos condujo en silencio hasta llegar al hospital, codeó a su hija para que se despertara y LIdia caminó que parecía un zombie. Subieron al tercer piso y la recepcionista les indicó dónde quedaba la habitación. Entraron en la 307, Maria estaba sentada en una silla, Eduardo y la madre de Lidia en un sofá frente a la cama, Luciana, su madre, tenía los ojos rojos.

  • Ay, mamá, no estes así!

  • Es hermosa!

Lidia se sentó junto a ella y la brazó. Carlos se había acercado a la cama del otro costado y cayó sentado en un banco que le había puesto una enfermera que salió de la habitación dejándolos solos.

  • Hola, abuelo 2 - lo saludó Mariana.

  • Yo soy el primero, JA!

  • Callate! - Luciana lo codeó a Eduardo en la barriga.

  • Shhhh... - hizo Carlos - No la despierten.

Clavó su mirada en los parpados de una bebé con la piel rosadita y los puños cerrados, arropada en una cobija rosada, en los brazos de su madre. Tenía unos cabellos color miel, cortitos, se retorcía un poco acomodándose. Carlos la miró en silencio, sonriendo y no podiendo contener las lagrimas.

  • Ya llegué!!

  • Diana! Shhh!!! - saltó Carlos y la bebé se echó a llorar.

  • Imbécil! - le dijo su madre.

  • Tarada! - la insultó la malhumorada Lidia.

  • Ay, perdón! - dijo apenada de verdad. - Lo siento, hermanita, puedo ver a mi sobrina?

  • Te diría que no, no quiero que llore mas fuerte.

  • A ver, dejame cargarla.

Diana cogió a la bebé sosteniendo su cabeza con una mano y su cuerpesito con la otra. La bebé sacudía sus brazos y piernas, pero Diana se puso a cantarle una canción para niños y la bebé se calmó. Todos se miraron sorprendidos.

  • Es in-cre-i-ble... - exclamó Eduardo.

  • Vaya, no puedo creer que le agrades a nuestra hija.

  • Ay hermanita, quien crees que te cantaba las canciones de cuna para dormir? Mamá no.

  • Tu odiabas mi voz - dijo Maria a Mariana.

  • De veras?

  • No me has oído nunca? Los perros ahuyan con mi voz.

  • Yo la oí, canta horendo.

  • Gracias, Lidia.

  • No hay de que, suegrita.

  • No me llames...suegrita...

Lidia se cayó dormida sobre el hombro de su madre.

  • Sigue cantando, hermana, a ver si se duermen las dos.

Diana siguió cantando y la bebé volvió a cerrar los ojitos. La tía la devolvió a los brazos de su madre y le preguntó en voz baja como se llamaba.

  • Sofía.

FIN!

Dedicado a la unica, dulce y tierna Jirafita ;) Te quiero mucho, hasta el infinito, mas allá y devuelta ;) Tu enanita...

  • Brasita.