El ángel del supermercado
No encuentras a ángeles en el cielo, sino haciendo la compra
Suelo ir a un supermercado de mi ciudad ubicado cerca de la playa. Está abierto hasta bastante tarde y suele estar frecuentado por la gente que va y vuelve de la playa cada día. Fue allí donde ocurrió lo que hoy os vengo a contar.
Yo iba vestido con un bañador, una camiseta, y unas chanclas. Me considero un chaval normal, con un cuerpo decente ya que me lo trabajo, pero sin pasarnos. Pues todo empieza estando yo en la frutería (sí, todo muy sexy), y vi a este chico que tendría unos años menos que yo. No sabría decir su edad exacta, pero parecía tener entre quince y diecisiete. Lo que más me llamó la atención de él fue su barba, más poblada que la mía pese a su edad, y su voz y forma de hablar, que era así como muy suave y dulce. Él era delgado, de estatura media, y tenía el pelo castaño claro, a medio camino entre castaño y rubio. Su mirada resultaba amable y sin maldad. El chaval era literalmente un ángel. Iba acompañando a su madre a hacer la compra. Fue precisamente al decirle algo a ella cuando pude oír su voz.
Me quedé unos segundos mirándole y seguí a lo mío. Ya iba a irme para la caja cuando me di cuenta de que había olvidado los helados. En aquel momento eran como las diez y media o de la noche. Me gusta comprar a esa hora por el fresquito de las noches de verano y porque hay menos gente en el súper. En fin, fui al pasillo de los congelados a por los helados que me gustan y, adivinad quién estaba. El chico en cuestión, obviamente. Al parecer, iba también a coger helados. Acabamos yendo los dos al mismo congelador porque queríamos el mismo helado. Y, preparaos, solo quedaba una caja. Yo no iba a quedar sin helados, así que la cogí.
-¿Ya no quedan más? -dijo él.
-Qué va -contesté-, era el último.
En ese momento nuestras miradas se cruzaron mientras yo cerraba la puerta del congelador. El chico se me quedó mirando como si le gustase. Tenía los labios como mojaditos y su mirada era deslumbrante. Sin decir nada, nos empezamos a comer la boca allí mismo. He de decir que aquel pasillo del súper estaba vacío en ese momento. El chico me dijo que lo esperase ahí un momento. Se fue al pasillo de al lado y pude escuchar cómo le decía a su madre que lo esperase en el coche cuando acabase de comprar ya que tenía que ir al baño e iba a tardar. La madre dijo que sí como una tonta y se fue para la caja. Yo flipando. En ese momento me cogió del brazo y fuimos para el baño de caballeros.
Allí me la chupó pero bien. Así de claro lo digo. Para que nadie nos viese (aunque no nos hubiera importado tampoco), nos metimos en un habitáculo de esos que tienen un váter cada uno. Cogí al chaval por la cintura y le di la vuelta de tal forma que sus pies casi tocaban el techo, mientras que su cabeza daba directamente a mi rabo, que mamaba con gusto el cabrón.
Entonces me di cuenta de que no llevaba condones. El chaval me dijo que no le importaba que se la metiese a pelo en absoluto, así que hicimos muchas posturitas en el váter, no sin antes mamarle y dilatarle el culo a él. Tenía el agujero bastante apretado, por lo que fue todo muy rico. Yo entraba y salía de él que daba gusto. Gemía como una perra brincando encima de mi nabo, estando yo sentado en el váter. Solo puedo decir es que, si no se quedó embarazado, fue por razones biológicas, porque correrme me corrí varias veces dentro de él.
Cuando acabamos lo ayudé a vestirse y salimos del baño. Estuvimos como veinte minutos follando y su madre ni lo llamo por teléfono ni nada jajaja. El pobrecito mío andaba que parecía que estaba cojo por las embestidas que le había dado.
Miré a mi lado y ahí estaba mis cesta, la que dejé por irme corriendo con él al baño. Iban a cerrrar ya la tienda, así que la cogí y me fui para la caja.