El angel caido (1)

Alberto, un estudiante de Arquitectura, recuerda como conoció a los dos hombres más importantes de su vida, el refinado y posmoderno Gabriel, y el joven y rebelde saltador de trampolín Sergio. Ambos marcarán su vida de manera distinta.

Ya han pasado veinte años. El tiempo avanza muy deprisa. Fue el 1 de Enero de 1989 cuando conocí casualmente a Gabriel. El "Arcángel Gabriel" como le llamaban sus colegas, aunque su apariencia externa contradecía totalmente este apelativo. Vestido totalmente de negro, pantalón, camisa y complementos, y el pelo rubio intenso, peinado al estilo "jardinera", muy al gusto de la época, algo de sombra en los ojos y una palidez cadavérica, tal vez debido al abundante empleo de los polvos de arroz en su rostro; la primera vez que le ví, meses antes, me pregunté a mí mismo si sería en realidad ángel o demonio. El primer encuentro real, en el mítico Voltereta/K-tal, en aquella sesión de tarde para los madrugadores del Año Nuevo. Recuerdo la canción que sonaba en ese momento en la cercana pista de baile: Beds are burning (Las camas están ardiendo), de los australianos Midnight Oil. Una premonición, tal vez, de lo que nos esperaba en un futuro. Un futuro que estuvo a punto de no llegar. En realidad, no debería haber sucedido. Pero Gabri me puso sobre la pista. Fue como un enviado del destino.

Yo estaba algo apartado del grupo, observando a mi novio, o lo que fuera en realidad, bailar en la pista despreocupado, cuando aquel altísimo ejemplar de raza nórdica, rubio y de ojos azul cielo, se acercó a mi posición. Llevaba una copa en la mano. Yo no sabía que hacer. Era como si David Bowie, con quien le comparaban a veces, por su ambigüedad sexual y por ciertas similitudes obvias en el físico, te invitara a un trago. Algo irreal, en todo caso.

Ese de ahí es tu novio ¿verdad? – me gritó más que habló, pues la música sonaba a un volumen atronador, como siempre ocurría en ese extraño garito, que parecía la cueva de Ali Babá, pero con vampiros posmodernos en vez de ladrones.

Creo que eso no es asunto tuyo - me giré para contestarle – En todo caso, sí, es amigo mío.

El me sonrió con delicadeza. Parecía relajado. Yo, en cambio, estaba empezando a ponerme nervioso.

Si eres su amigo deberías tener cuidado con él. Creo que ha estado pillando…ya me entiendes…pirulas.

No, no te entiendo. Y no me interesan tus cotilleos.

Bueno, tú sabrás. Yo sólo quería advertirte. Me caes bien. No parece que encajes bien aquí, y quería que supieras como se mueve este mundo.

Gracias por el consejo. Pero no soy su padre. Si no te importa, voy a tomar un poco el fresco

Aquel pesado era el más surrealista de todos los extraños habitantes de ese refugio de pirados, tal como lo entendía yo entonces. Con los años me volví más abierto, y también más objetivo, incluso diría que siento una pizca de nostalgia por aquella época tan decisiva en mi vida. Me alejé en dirección a la puerta, dejándole allí plantado, lánguido y cadavérico, pero increíblemente atractivo, con su rubio tupé lacado de la raíz a las puntas y la purpurina navideña tapizando de blanco su gótica levita negra.

Esto ya es lo último que me faltaba por oir. "No parece que encajes bien aquí". Como si fuera un cuadro de Rubens en una exposición de Modigliani…¿Y a que coño tiene que aventurar que Sergio es mi novio? ¿Tanto se nota mi encoñamiento por él? ¿Y eso de las pirulas?....¿A cuento de qué?.

Mi hermana Inma se acercó por detrás con un Margarita en la mano. Iba disfrazada de algo así como princesa Leia del inframundo, con su pelo negro azabache recogido en una coleta en lo alto de la cabeza, dos inmensos aretes en las orejas, los ojos excesivamente maquillados con kohl negro, y el pálido cutis blanqueado de forma artificial. Su vestimenta tampoco desentonaba con el siniestro escenario. Luto riguroso, al igual que la inmensa mayoría de los parroquianos. Excepto yo, desde luego, que iba en vaqueros, camisa granate y chaleco negro por encima.

  • ¿Te aburres, Al? – me tendió la copa, que yo rechacé - ¿Qué quería el guapetón ese? Ya podía acercarse a m텡le tengo unas ganas!

Nada. Supongo que se aburría

Pero algo te habrá dicho

Sí, pero no tiene importancia. Da igual.

La cara de mi hermana cambió de expresión de inmediato. Un gesto de extrañeza y sospecha apareció reflejado en su hermoso rostro.

¿No estaría intentando echarte los tejos, verdad? Ya sabes como es este sitio

¡No! ¿Cómo se te ocurre algo así?

Bueno, no es nada malo. Yo, en tu lugar, habría aceptado.

No me cabe duda… – le lancé una mirada de desaprobación, que ella pareció ignorar, concentrada como estaba en apurar cuanto antes su bebida – Pero no es el caso. Solo pretendía advertirme de algo

Ahora Inma pareció realmente interesada en lo que tenía que decirle.

¿Advertirte de qué? - dejó incluso de sorber con la pajita su bebida.

Chasqueé la lengua en señal de desagrado antes de responderle. No deseaba continuar con esa conversación, pero también sabía que era la única manera de aplacar la insistente curiosidad de mi hermana una vez desatada.

Sobre Sergio. Al parecer tiene la ridícula idea de que es consumidor de pastillas o algo así.

Mi hermana volvió la cabeza en dirección hacia la pista, y, por un momento, siguió las evoluciones de mi amigo sobre la pista de baile. Se movía como un poseso a los sones del "Just like heaven" de The Cure, pero también es cierto que en su vida digamos normal parecía movido por esas mismas fuerzas invisibles de la naturaleza, que le convertían en una rara avis dentro de su conservador entorno.

¿Sergio? ¿Un chico tan deportista como él? ¿Y tú te lo has creido?

No. Por eso le he mandado a paseo, y me he venido a tomar el fresco.

Pero algo no cuadraba en esta extraña película. Mi hermana miró ahora en dirección hacia la barra, donde Gabri se encontraba hablando con varios colegas, tan disparatadamente disfrazados como él, pero no tan guapos, ajenos a nuestra conversación.

Hay algo que no entiendo, Alberto. Si ese tío no te conoce de nada ¿para que coño tiene que advertirte de algo que, aunque sea cierto, ni le va ni le viene? Quiero decir… ¿él que gana en todo esto?

No tengo ni idea. Tampoco se lo he preguntado. Me parece un presuntuoso y un maleducado. Pero, si tanto te interesa, pregúntaselo tú.

Inma me dedicó una sonrisa decididamente perversa. Estaba claro que le había leído el pensamiento.

Eso es precisamente lo que pienso hacer. Tú espera, y verás como le sonsaco a ese Bowie de extrarradio la información que necesito.

Y, sin pensárselo dos veces, mi coqueta y nada tímida hermana menor se dirigió hacia el grupo de siniestros, que la dirigieron una nada disimulada admirativa mirada en cuanto se acercó contoneándose, para tomar por el hombro sin miramientos a Gabriel y llevarle aparte. No hizo falta mucho esfuerzo para conseguir sus objetivos. Dos minutos después regresaba triunfal, con una sonrisa ganadora dibujada en el rostro.

Misión cumplida. Ya tengo la información que buscaba. Ha sido pan comido.

¿Y cual es tu veredicto?

¡Culpable!

¿Y que cargos se le imputan?

Inma recuperó la copa que había dejado apoyada en una banqueta. Su mirada felina se concentró en estudiar los rasgos de mi cara.

Bueno, tú eres un chico guapo, y creo que Bowie está literalmente colgado de ti. No me cabe la menor duda de eso.

¿Pero que te ha dicho exactamente?

Nada, que es un enemigo de las drogas, aunque se mueva en este mundillo. Y que al ver que un chaval joven como Sergio se estaba introduciendo en el consumo, quiso llamarnos la atención para que intervengamos antes de que sea tarde.

¡Vaya! Muy desinteresado por su parte. ¿Qué es, una especie de policía antivicio, al estilo de Sonny Crockett?

No sé de que va – volvió a mirar en dirección hacia él – Pero me da la impresión de que entiende y de que le gustas un poco. Me ha dicho: "¿Eres su hermana? Ahora entiendo la razón por la que tu hermano es tan guapo. Es sólo una versión masculina de ti".

Aquel desconcertante piropo me hizo soltar una sincera carcajada. Ese pibe estaba más loco aún de lo que yo pensaba.

En realidad es CONTIGO con quien quería ligar…¿no lo ves? El piropo lo dice todo – le comenté al oído.

Pero ella no lo veía tan claro. Se mordió el labio inferior antes de responder.

Bueno, eso parece en principio. Pero la forma en que pronunció la frase, acentuando lo de "tu hermano es tan guapo" me dio la pista definitiva. No lo dudes, tienes un nuevo admirador en el mundo de la noche más destroyer.

No necesito más admiradores, gracias. Me basta con Sergio.

Inma debió tomarse en serio las advertencias de nuestro improvisado delator. Señaló en dirección a mi novio, que seguía bailando sobre la pista central en compañía de dos colegas suyos, de dudosa catadura moral.

Tal vez deberías hacer caso de su consejo y vigilar un poco más a tu amiguito. Nunca se sabe. Y no creo que a su papaíto le haga mucha gracia tener un hijo pastillero.

Bastante tiene su pobre padre con las pintas que lleva el angelito

Si él a su vez no fuera tan estricto, fijo que Sergio no actuaría de forma tan llamativa.

Sí, supongo que ha entrado en una fase de rebeldía activa a la autoridad paterna…¡que se le va a hacer!. Y ahora está comedido, creo que antes de conocerle era aún mucho peor

Juanjo, el novio de Inma, se acercó a reclamar a su compañera de fatigas, y se alejaron hacia un nutrido grupo de personas que acababan de llegar al local, y que debían ser colegas de él. Me quedé mirando un momento hacia la barra. Gabri me dirigió una significativa mirada, que yo rechacé de inmediato. Tal vez tuviera razón después de todo mi hermanita. Desvié la vista y me concentré en las actividades de Sergio, que ahora se encontraba hablando con sus colegas a pie de pista. Me sorprendió que estuviera bebiendo un botellín de agua mineral, pero en aquel momento mi conocimiento de drogas sintéticas era totalmente nulo. Al contrario, lo consideré erróneamente como un ejemplo claro de su adhesión a la vida sana de la que había hecho gala hasta aquel momento. Mis ojos, cegados por la pasión, eran incapaces de ver que mi querido amigo estaba descendiendo a velocidad vertiginosa por un tobogán que podría llegar a poner su propia vida en peligro. Pero yo solo podía ver la belleza de sus ibéricos rasgos, y la enorme atracción que despertaba en mí impedía que me fijara todavía en las contradicciones manifiestas de su carácter. Me senté en la banqueta por un momento, sorbiendo mi refresco, y recordando con nostalgia el instante mágico en que le conocí, en que divisé desde lejos al ser más hermoso y fascinante que hubiera conocido hasta entonces

Corría el mes de noviembre de 1987, y yo había acudido a nadar al Canoe, mi club de natación desde niño, sito en la calle de la Estrella Polar, en el madrileño barrio de la Estrella, donde viví hasta los veinticinco años. Estaba sentado en la grada principal, con los cascos en los oídos, y el "walkman" a todo volumen, esperando a que llegara mi amigo Nico para cambiarnos en el vestuario. Siempre tardaba un cuarto de hora más de lo que decía, y si bien teníamos tiempo de sobra hasta que empezara la clase, me aburría de esperarle solo, y llevaba música siempre conmigo. Aquella tarde había escogido una cinta de Prince, y estaba escuchando el "U got the look", uno de sus mayores éxitos ese mismo año. Y entonces, de pronto ocurrió. Yo estaba distraído, con la mirada ausente, hasta que algo captó mi atención. En el preciso momento en que Sheena Easton, que cantaba a dúo con Prince en esta canción, entonaba el pegadizo estribillo, Sergio, como una aparición divina, procedió a efectuar su salto en el trampolín principal.

Your face is jammin’

Your body is heck-a-slammin’

If love is good,

Let’s get 2 rammin’

U got the look,

U got the look.

La mística conexión entre las palabras pronunciadas por la guapa escocesa y la descripción exacta de la explosión de belleza que tenía ante mis ojos resultó asombrosamente reveladora, como un inesperado e incontrolable orgasmo del alma.

Allí estaba aquel joven de pequeña estatura, pero de cuerpo increíblemente proporcionado y cabello abundante de color negro (algo inusual en los nadadores profesionales, que suelen llevarlo muy corto, si bien en saltos no es un factor tan determinante). Su musculoso cuerpo, esbelto como el de un bailarín, parecía flotar sobre el firme del trampolín cuando dio dos pequeños saltos, mostrando su espectacular forma física, antes de efectuar un impecable salto, con voltereta incluida, pese a la escasa distancia que le separaba del agua. La voz del diminuto genio de Minneapolis me sacó por un momento de mi arrobo.

Ladies and gentlemen….

The dream we all dream of

Sí, en efecto, aquel chaval que subía ahora por la escalerilla, tras ajustarse el bañador de competición, era el sueño con el que todos soñamos, el especimen perfecto, él poseía el look, la imagen con la que había soñado sin saberlo durante toda mi vida. Era un sueño erótico hecho realidad. Me levanté para acercarme discretamente hasta donde estaba aquel prodigio de la naturaleza, que ahora se estaba secando su menudo cuerpo (no le calculé más de 1’68 de altura) con una toalla, al borde del agua, su reino natural. Un monitor se acercó hasta él. Era Roberto, mi profesor de natación. Aproveché la coyuntura para acercarme a saludarle. Estaban concentrados en una conversación privada de tono profesional, por lo que opté por apartarme discretamente sin dejar de escuchar lo que pudiera captar de ella.

Muy bien, Sergio, me ha dicho el entrenador que si sigues entrenando duro podrás participar en el próximo campeonato nacional.

Dale las gracias de mi parte, pero no estoy interesado en participar en más campeonatos. Ahora que soy mayor de edad he decidido retirarme de la competición. A partir de ahora, sólo saltaré y nadaré por propia iniciativa.

Roberto parecía contrariado por la respuesta.

¿Estás seguro de lo que estás diciendo? ¡Tienes el título nacional en el bolsillo!. Solo es cuestión de perseverar.

YA he ganado ese título en tres ocasiones en los últimos cinco años. ¿Es que papá no tiene suficiente con eso?.

Su hermano intentó convencerle con todo tipo de razonamientos. Imposible de todo punto. Aquel ser de pequeña estatura parecía dotado, en cambio, de una fuerte personalidad, que no admitía componendas. Roberto tuvo que renunciar, y se marchó de allí sin despedirse, con un gesto de incomprensión en el rostro.

Sergio se dispuso a marchar a cambiarse al vestuario. No parecía afectado por la tensa conversación mantenida con su hermano mayor (yo desconocía ese dato hasta entonces). Se calzó las chanclas y se enrolló la toalla alrededor de la cintura, en un remedo del hoy popular pareo. Yo estaba allí parado como un pasmarote, incapaz de articular palabra.

¿Querías algo de mí? – su voz, en un encantador tono infantil, impropio de su edad, parecía dirigida a mi persona. Creí estar flotando en una nube. El me hablaba, lo que, traducido al cristiano, quería significar que yo existía para ese imberbe aprendiz de dios acuático.

En realidad, no. Más bien quería hablar con tu hermano. Pero se ha marchado tan de repente que me ha dejado con la palabra en la boca.

Sergio soltó una risilla cómica, parecida a la del perro pulgoso de los autos locos, el malvado Patán.

Sí, Robe es así de impulsivo. Pero ya se le pasará. ¿Es monitor tuyo?

Sí, claro. Es de los mejor considerados por los alumnos.

Lamento no poder decir lo mismo. ¿Vienes al vestuario?

Sí, iba de camino. Mi clase empieza en quince minutos

Así, de esa manera tan simple, comenzó la historia de mi amistad con aquel endiablado ser, que habría de poner mi vida patas arriba en los meses y años venideros, y me haría beber, sin compasión alguna, del amargo cáliz de la falsedad y la desesperación. Debí haber desconfiado instintivamente de su expresión astuta, de sus hermosos ojos negros, que en estado de vigilia mostraban una especial dureza en la mirada, y de su sonrisa abierta y campechana, de blancos y perlados dientes, capaz de engañar y llevar a la perdición al más impasible de los mortales.

(Continuará)