El anacrónico tito Diego. Capítulo 7
Vuelo a enviar un relato que ya subí ayer pero tuve que borrar, contenía un error imperdonable, e inconfesable. Mejor leer antes capítulos anteriores. Relatos publicados anteriormente por otra persona y borrados. Publicados de nuevo con permiso, tanta belleza no debe perderse para siempre
Ella notó como la enorme polla volvía a endurecerse y aumentar de tamaño, y casi de forma espontánea se introducía por su anhelante vagina, debido a que de nuevo la tenía perfectamente lubricada. Parecía además que después de la anterior penetración, era ya como su camino natural, como si ya se hubieran hecho amigos y aquel magnífico miembro sólo podía estar hecho para follarla. Su querido tío la miraba arrobado, con la boca abierta, expectante y dejándose hacer, moviendo de vez en cuando sus caderas para aproximar su enhiesta polla a su objetivo…
Pero ella, disfrutando al tenerlo bajo su control, se desmontó de su excitada cabalgadura con una doble intención, jugar con él y provocarle más excitación, así como observar en su plenitud las asombrosas dimensiones de la polla de su adorado tío.
El primer objetivo dejó descolocado al tito Diego, mirando alternativamente, entre sorprendido e iracundo, a su lasciva sobrina y a su tiesa polla. Esta se balanceaba libre al salir del coño, ofreciendo un glorioso espectáculo que ella admiraba embobada, anonadada ante aquel tremendo sable que emergía de entre el vello, adornado por aquel delicioso y enorme par de huevos, y que a punto había estado de penetrarla de nuevo. ¡Qué tremendamente hermosa resultaba!
- Pero, pero, qué haces? -acertó a balbucear el atribulado oficial, de nuevo rojo como un tomate, lo que a ella la volvió loca de deseo.
- Nada, tito, sólo admirar esta tremenda herramienta que tienes antes de que me la claves de nuevo. Pero anda, vamos a tu cama, que estaremos más cómodos.
Y ni corta ni perezosa, lo agarró de la polla y prácticamente lo arrastró hasta la habitación del tito, que divertido se dejaba guiar cuál animal bien domado, agarrado por semejante vástago. Lo empujó luego hacia la cama con una sonrisa, y él fingió caerse en el lecho, quedando boca arriba con la piernas abiertas, y con la polla mostrándose ostentotsa y pidiendo atenciones. Ella se colocó entonces a horcajadas sobre su entregado macho, y enfiló su coño hacia el objeto de su adoración. Ambos, como si contemplasen una película, se quedaron mirando como el duro miembro se acoplaba de nuevo a los labios de su vagina, y una exclamación de placer mutua salió de sus bocas al notar de nuevo el contacto de sus sensibles pieles, ella en sus labios menores y él en su glande, mirándose con complicidad y sonriendo, para volver a prestar atención sobre la maniobra.
El glande de Don Diego, el flamante comandante de la Guardia de la guardia aérea, prácticamente resbaló dentro del coño de su sobrina, dilatando un poco las paredes de su vagina. Ella se resistía al deseo de sentarse de un golpe, para disfrutar así lentamente de la sensación de aquella cosa dura, redonda, que la invadía. Permitió que su mucosa vaginal lo acogiera lentamente, se volvieron a mirar y ella, perdida en ese momento de contemplación y control, sintió un primer orgasmo .
Su experimentado tío aprovechó rápidamente la ocasión al notar su abandono y, tomándola por las caderas, la hizo descender sin compasión sobre su paquete para que la polla se introdujese en su lubricado coño sin contemplaciones, justo durante las contracciones que el orgasmo provocaba en sus paredes vaginales. Él se quedó casi sin respiración al sentir el placer inaudito provocado por el movimiento de su sensible piel a través de aquel estremecimiento, y ella sintió a la vez una sensación deliciosa por el mismo motivo, mientras se sentía invadida y su vagina parecía protestar, y a la vez acoger, aquella sorpresiva invasión.
El orgasmo inesperado la hizo mantenerse en una fase de meseta, y a cada movimiento de avance del miembro, su coño se estremecía de nuevo. Empezó a gritar de puro placer, a la vez que seguía mirando a su extasiado compañero, que no perdía detalle de cómo su polla se perdía en sus chochito.
- Oui, oui, oui!!!- exclamaba él mientras la miraba arrobado, con los ojos entrecerrados, a la vez que su polla la penetraba.
Ella sabía que su tío sabía francés, y el que utilizase aquella palabra en aquel preciso momento le resultó divertido y a la vez terriblemente excitante. Creía que iba a volverse loca de gusto, especialmente cuando la polla logró colarse hasta el fondo y su vello se mezcló con el de su tío. Notaba claramente los huevos, y notaba como los erectos vellos del escroto le acariciaban el ano, al tiempo que la también erecta polla, metida hasta el fondo, provocaba una nueva oleada de adaptación de su vagina. Nuevas y deliciosas contracciones hacían que se adaptara al tamaño y forma del viril miembro, lo que de nuevo hacía sentir a Don Diego aquel masaje increíblemente placentero. Aquello era totalmente delicioso, y ambos se sentían en el paraíso.
El tío permanecía boca arriba, aún con el batín puesto pero completamente abierto a ambos lados, y ella comenzó a subir y bajar más rápidamente, sin dejar de mirar a su entregado pariente. A cada subida la polla se le salía unos centímetros, su culo se despegaba de los huevos y la entrada de su vagina se estrechaba, como intentando evitar que aquel magnífico instrumento abandonase su refugio. Y entonces volvía a descender, sintiendo de nuevo como la dura polla la invadía de nuevo, y sus elásticos testículos rebotaban en su culo.
Era la primera vez que se descubrió multiorgásmica, pues se sucedían uno detrás de otro, mientras el deseado Don Diego, sintiendo cómo sus varoniles atributos le provocaban tanto placer, la miraba extasiado y orgulloso. Tenía una increíble sensación de que su polla estaba siendo ordeñada por aquella vagina que no paraba de contraerse, y sólo podía seguir diciendo "Oui, oui, oui!".
Y entonces sonó el timbre de la puerta.
Él inconscientemente asoció el ruido con alguna vez que le habían pillado in fraganti con alguna mujer a la que había seducido (ó que lo había seducido a él). En alguna ocasión había sido incluso el mismo marido de la que se estaba beneficiando en ese momento. La sensación constante de peligro que tenía siempre desde entonces, cuando follaba fuera de su casa, había amplificado sus percepciones, lo que hizo que en este caso el timbre tuviese el mismo efecto que si hubiera sido una mecha. Don Diego estalló en un enorme orgasmo, coincidente con otro más de ella. El semen brotó a borbotones y la llenó de aquel delicioso elixir a cada sacudida, lo que provocaba un grito casi animal en su codiciado tío.
Los gritos se acabaron al convertirse en jadeos, hasta que ambos recuperaron finalmente el aliento y se acabaron besando apasionadamente. Ella se desmontó, exhausta, de su no menos cansado tío, y ambos contemplaron de nuevo la ordeñada polla, que volvía poco a poco a su estado de reposo, plena de jugos y dejando un reguero viscoso a su salida, como testigo del tremendo polvo.
El timbre volvió a sonar de nuevo, con insistencia. Ella se puso una bata que buscó rápidamente en su habitación, dejando a su tío sonriente y comenzando a dormitar. ¡Como para no dormirse, después de dos polvos casi seguidos!
Miró por la mirilla… ¡No se lo podía creer! ¡Era el mismísimo capitán Díaz!