El anacrónico tito Diego. CAPÍTULO 6

Mejor leer antes capítulos anteriores. Serie de relatos publicados con anterioridad por otra persona y borrados. Los vuelvo a publicar ligeramente alterados, con permiso del autor original, tanta belleza no debe perderse para siempre

Tito Diego aún esgrimía sus vapuleados calzoncillos en su mano, y se los quitó, como un guante, dejándolos caer sobre el respaldo del sofá.

  • Pues ahora verás sin ellos –dijo apoyando de nuevo su mano, esta vez desnuda, sobre su expuesto coño.
  • Ahhhhhhhhhhhhh, tito, esto es el paraíso –gritó ella sintiendo la enorme y caliente mano abarcando todo su coño y como sus dedos se introducían de nuevo en su chorreante vagina.
  • El paraíso es este chochito que tienes, condenada –dijo sonriendo al fin mientras observaba el efecto de sus caricias en ella.

Y entonces, de golpe, dejó de meterle los dedos y observó divertido cómo ella se quedaba sorprendida ante el parón. Y sin previo aviso se hincó de rodillas y metió su cara en su entrepierna, comenzando a lamerle el coño directamente. Su lengua recorría su raja de arriba abajo, se detenía en el clítoris y allí le daba pequeños y repetidos lametones que la hicieron tener un orgasmo múltiple, gritando sin ningún tipo de control. ¡Cómo le estaba comiendo el coño su tío!, era una delicia absoluta.

Tito Diego se detuvo, y la miró arrobado y con la cara congestionada. Se deshizo el nudo del batín y lo abrió, mostrando fugazmente su enorme y tiesa polla. Pero ella no la pudo ver bien, porque directamente sintió cómo se la metía casi de golpe en su manipulado y hambriento coño. Se sintió como ensartada, le costaba respirar al notar el enorme miembro en su interior. Su poseedor la miraba sonriendo con picardía mientras apoyaba sus manos sobre el sofá, elevaba su torso, y acercaba más su pelvis a la de ella.

  • Ahora te vas a enterar de lo que es capaz tu tío…

Ella sintió con sorpresa como aún le seguía introduciendo su viril miembro, mientras la miraba fijamente, quizá esperando una respuesta.

  • Tito, ¡por Dios! -dijo ella jadeando-, ¿cómo puedes tenerla tan grande?

Aquel músculo del amor no parecía terminar nunca de entrar. Cuándo ella creía que iba a sentir los huevos, tito Diego seguía metiendo centímetros, poco a poco.

  • A qué nadie te ha follado con una polla tan grande -dijo el  interpelado entre risas al tiempo que finalmente, de una embestida final, se la metió toda.

Ella notó cómo sus huevos chocaban con su periné, y cómo el espeso vello se unía al suyo. Era una pura delicia, y deseó que ese momento durase para siempre así como estaba, ensartada por la enorme polla de su tío Diego, sintiendo sus huevos y su vello… Cuando empezó a sacar y meter, primero despacio pero incrementando el ritmo progresivamente, la dura y enorme polla dilataba su vagina y los huevos ya chocaban con su vulva. El vello crujía y se deslizaba junto al suyo. Notó cómo la rodeaba con los brazos, bajando su cuerpo, y ella se agarró a su espalda. Le acarició el canoso cabello mientras él le chupaba enérgicamente el cuello, aquello era una auténtica delicia. El ritmo de la follada era frenético, hasta que finalmente tito Diego gritó, elevando de nuevo su torso, con los ojos casi en blanco, a la vez que inundaba su coño de semen caliente. Ella sintió un nuevo y enorme orgasmo, ya casi sin fuerzas para gritar de tanto placer. El Comandante de la guardia aérea continuó con varios movimientos de entrada, coincidiendo con nuevos chorros de calentito líquido, y salida, para finalmente caer exhausto sobre ella.

Curiosamente, ni se había quitado el batín, que le sentaba tan bien. Se incorporó absolutamente relajado y extasiado.

  • Vaya polvazo, sobrina, esto no debe ser bueno… -musitó mientras se iba quedando dormido a su lado con una expresión de absoluto placer en su cara.
  • Anda, tito, esto es lo mejor que hay, un buen polvazo, no lo dudes, el mejor que me han echado…- respondió acariciando con ternura, ensimismada, el canoso pelo de aquel maduro Dios del sexo.

Tito Diego acabó quedándose profundamente dormido, tras el efecto postcoital, iniciando unos ronquidos que le resultaron a ella completamente deliciosos. Lo observó curiosa, pensando en cómo era posible que este maduro hombretón, su tío, pudiese estar tan bueno, follase tan bien, y estuviese sin embargo separado. Quizá era ésta en realidad la causa. Debía ser una presa apetecible para cualquier mujer que se le cruzase en el camino… Este pensamiento la hizo sentirse celosa, al pensar que aquella magnífica polla había entrado en otros coños, que otras mujeres habían disfrutado de este magnífico ejemplar de macho …

Un movimiento la hizo salirse de estos pensamientos acerca de la promiscuidad de su tío, por algo directamente relacionado. El batín que había estado cubriendo el paquete de su adorado tío se había deslizado hacia un lado, mostrando parcialmente la espesa mata de vello púbico que poseía. Era una maravilla contemplar el rizado pelo, marrón oscuro, que asomaba con timidez bajo su vientre. Con cuidado, porque no quería despertarle, y porque la presencia de su tío le seguía inspirado respeto y cierto temor a pesar de lo sucedido, trató  de apartar la rizada tela de la íntima zona. Aunque apareció a la vista más vello, aún más espeso, la postura en la que se había quedado su exhausto tío dificultaba que apareciese la maravilla que portaba el tío entre las piernas. El puñetero batín se había metido entre las piernas, de manera que solo permitía vislumbrar el hermoso pedazo de vello púbico castaño, a juego con el color de la prenda, a rayas marrones y beiges. Se sintió celosa de la tela que cubría aquellos varoniles atributos y que había quedado apresada bajo el muslo derecho, seguro que estaba empapada de semen de aquel oficial de la guardia aérea, al igual que lo estaba su coño.

Decidió pues que si no podía ser por el sentido de la vista, lo sería por el del tacto…  Y metió la mano bajo el batín, ascendiendo por la cara interna de su muslo. El leve roce produjo un pequeño movimiento a su adorado tío, aunque seguía profundamente dormido, que cambió la posición de la cabeza y estiró un poco más la pierna derecha, de modo que apresó aún más la parte atrapada del puñetero batín. Ello permitió, sin embargo, que su mano avanzase más profundamente y, de forma deliciosa, percibió la maravillosa textura de los huevos de su tío. Fieles al reflejo cremastérico, estos se arrugaron, y ella pudo percibir en la yema de los dedos tan magnífica transformación que sin embargo, los alejó de su tacto al ser traccionados por los involuntarios músculos. Ello le provocó un sentimiento de rabia, primero por no poder tocarlos, y luego, por no poder verlos. A juzgar por los recuerdos de lo que percibía su periné durante la follada, debían ser enormes, y encima arrugaditos. Se los imaginaba aproximándose al tremendo paquetón y rodeados por el magnífico vello... Decidida, introdujo más el brazo, y notó entonces que volvían a descender al haber dejado de recibir el estímulo de sus lascivas caricias. Pudo entonces cogerlos de nuevo, y esta vez se aseguró de que no escapasen, apresandolos suave pero firmemente. Apenas podía asirlos, pues se escapaban del hueco de su mano, pero su consistencia era tan elástica y la piel tan suave… Podía apreciar algún vello suelto, que rápidamente se espesaban si desviaba un poco la mano hacia un lado u otro.

El delicioso magreo, aunque oculto, era de lo más excitante. Su coño chorreaba, y se volvía loca de deseo sabiendo que de aquellos enormes testículos que tenía apresados había salido parte del semen que le había inundado su vagina hacía un rato. El atractivo guardia aéreo seguía profundamente dormido, ajeno al bamboleo sutil pero persistente de su sobrina, y eso la excitaba todavía más. Durante uno de sus movimientos circulares llegó a sentir la punta de la polla, que le dejó un rastro húmedo en el dorso de la mano… Mientras, comenzaba a dibujarse bajo la rizada tela el enorme bulto que de nuevo anunciaba que la polla de tito Diego estaba empalmándose. Éste dejó traslucir en su relajado rostro un gesto de dolor, ya que su miembro debía sentirse aprisionado, y para sorpresa de ella separó las piernas de modo que el batín, libre de la tensión, cedió ante el empuje del enorme miembro que ahora se ofrecía a su vista. La polla saltó como un resorte y empujó hacia abajo el trozo de tela que hasta ese momento la ocultaba, mostrándose en todo su esplendor.

La polla de tito Diego era una maravilla de la Naturaleza, se dijo ella mientras la contemplaba aún moviéndose arriba y abajo al dejar su prisión textil, emergiendo de aquel espeso mar de vello marrón oscuro que se interrumpía bruscamente en el blanco vientre casi sin vello. Sólo estaba medio empalmada, pero se la veía enorme, larga, gordita, con el glande medio cubierto por el aún arrugado prepucio, cuyo color era visiblemente más oscuro que la piel clara del oficial de Tráfico. Al aire quedaba su punta, con su deliciosa rajita que rezumaba una gota de brillante líquido preseminal a punto de caer sobre el albornoz que aún cubría sus huevos. Estos seguían en la palma de su mano. Disfrutó de aquel momento con alborozo, admirando aquel enorme miembro que la acababa de penetrar a fondo, y del tacto de sus cojones, cuando decidió que sería muy hermoso verlos juntos.

Sacó la mano, y mientras la polla seguía relajándose, cayendo graciosamente sobre la tela, ella tiró con cuidado de la misma. No quería despertar a su dormido e inocente poseedor, por un lado por lo tremendamente excitante que le resultaba tenerlo a su merced, y por otro por el temor y respeto que le seguía infundiendo, lo que incrementaba la excitación del momento. La tela seguía bajo el muslo, y el roce provocó que Don Diego moviese de nuevo sus piernas y las cruzase, no sin antes apartar ella del todo el dichoso albornoz en una rápida maniobra.

Y allí estaban, aquellos dos magníficos testículos, oblongos y enormes, del mismo tono que la ya relajada polla que ya descansaba sobre ellos. Y estaba rodeado todo ello de una mata de vello púbico hermosísima, espesa, marrón oscura, entre aquellas blancas piernas que hacían destacar aquel paquetón de forma maravillosa. Y maravilloso era el contraste con el pelo blanco, lo que lo hacía terriblemente excitante. No le extrañaba que las mujeres se volvieran locas ante semejante espectáculo, y que quisieran ser penetradas por aquel magnífico hombretón. Sabía por experiencia como esas afortunadas féminas debían sentirse con esa polla dentro, y notó su coño palpitar presa de una febril excitación, Eso la hizo abrirse de piernas y montarse cual amazona sobre su caballo, sobre el magnífico paquetón de tito Diego. Sintió el aire entre su raja, para finalmente percibir el delicioso cosquilleo del oficial vello en la cara interna de sus muslos. Bajó un poco más, y la suave piel del prepucio de su querido tío rozó sus labios mayores, escapándose de su boca un suspiro de puro placer, que se transformó en un gritito al hacerlo en su clítoris, pues se había quedado en la antesala del orgasmo.

Ello despertó al causante de su placentera sensación, que la miró aún somnoliento y se movió instintivamente, provocando que el grueso de su paquete se estrellase, literalmente, contra su coño. La polla impactó directamente en su clítoris, y los huevos a los lados de su chorreante vagina, mezclando su vello con los de ella. La miró aún confuso, mientras ella gritaba y se retorcía en medio de un fabuloso orgasmo al sentir de pleno aquellas portentosas maravillas en su sexo, sin terminar de comprender qué ocurría. Al despertarse del todo, sorprendido, miraba a su extasiada sobrina abierta de piernas sobre él, con el albornoz abierto, mientras ella restregaba su coño sobre su expuesta entrepierna, mirándola alternativamente a ella y a la zona que le causaba tal furor, incrédulo.

  • Pe...,pero, sobrina, si ni siquiera la tienes dentro... -dijo él aún sorprendido.
  • Calla, calla, tito, que no hace falta...