El amuleto

¿Porqué una noche tienes un orgasmo fuerte y la noche siguiente no?

Soy un colgante en forma de corazón. Tengo una piedra de color rosa y forma de corazón rodeada por mi, un borde de plata que cuelga de una cadenita también de plata. Me hizo hace unos años un hippy de Ibiza, no se de donde sacó la piedra, porque no he sido capaz de hablar con ella, ya que hablamos idiomas muy distintos, pero presumo que es muy antigua. A primera vista se podría pensar que, o soy bonito o soy hortera. Pero la piedra está un poco arañada, ello resta encanto al conjunto. Y soy un colgante con una cierta propiedad, bueno, más bien, es la piedra la que posee esa propiedad.

Ahora soy propiedad de una joven de 18 años, se lo ha regalado su madre, mi anterior dueña. Se lo regaló en su décimo octavo cumpleaños con unas misteriosas palabras: “úsalo bien”. Naturalmente, Elisa, mi dueña, no entendió nada de lo que decía su madre. A ella, a la madre, se lo regaló su novio, después marido, en un viaje que hicieron a Ibiza, en el que, a parte de ponerse morenos, follaron todos los días. De eso hace unos años.

Estamos en la costa, de vacaciones. Elisa irá a la universidad el próximo curso, y este verano tiene cierta libertad. Ha ligado con Iván, un muchacho de 19 años, que, en palabras de mi dueña, está como un cañón, y con el que ha decidido perder su virginidad. No es que la muchacha haya sido mojigata, es que no le ha apetecido con los chicos con los que ha estado. Besos si, eso si les ha permitido, y toqueteos también. Pero nada más. Ahora es distinto. Ahora si se siente preparada.

Anoche ocurrió, de ello soy testigo porque me llevaba puesto. Pero mejor oigámoslo a ella misma.

  • ¿Raquel? Soy yo. ¡Ya lo he hecho! – Ha llamado a su mejor amiga para contárselo. Yo lo escucho porque está hablando desde su cuarto y me tiene en el joyero cerca de su cabeza, y de su teléfono móvil.

  • Cuenta, Cuenta. - Dice su amiga.

  • Ha sido fantástico, mucho mejor que cuando me hago un dedito.

  • Ya te lo he dicho. ¿Cómo fué? - Inquiere Raquel desde la ciudad.

  • Pues quedamos a cenar unas pizzas con la pandilla. Como Iván está sólo estos días, decidimos dejar a la peña e irnos a lo nuestro.

  • ¿Y?

  • Pues eso, que en su casa lo hicimos.

  • Chica, cuéntame más detalles.

  • Nos besamos nada más llegar y, le dejé que me metiera mano. Me levantó el top y el sujetador para chuparme las tetas, y me puse a mil.

  • ¿Te las mordió? A mi me gusta que me muerdan los pezones.

  • Al principio quiso, pero yo estaba un poco nerviosa y con miedo a que me doliera y no le dejé, pero luego con el calentón que me entró, si le dejé y la verdad es que me aceleré más.

  • ¿Y luego?

  • Luego me quité el top y el sujetador, y como veía que no atinaba, bajé yo misma la cremallera de la falda y me la quité. Me quedé sólo en bragas. Para entonces él se había quitado la camiseta y las calzonas y estaba en calzoncillos con la polla tiesa.

  • ¿Te folló en la cama?

  • Si, nos tiramos en su cama, me quitó las bragas, él se desnudó también, se puso un condón y se echó encima. Me penetró de golpe. Para entonces estaba tan mojada que entró sola.

  • ¿Se corrió?

  • Si, pero pásmate, que yo también.

  • ¿Y?

  • Que orgasmo, casi ni puedo contártelo porque soy incapaz. ¡Qué sensación!, no he sentido nada tan fuerte en mi vida.

  • Chica, yo también me he corrido follando, pero en la primera vez no me ocurrió, como sabes.

  • Ya, yo temía que él se corriera y yo no, pero sí que lo hice, y fue mucho más fuerte que cuando me toco.

  • Anda, tu estás loca. ¿Cómo va a ser tan diferente?

  • Que sí, tía. Que no tiene nada que ver.

  • ¿Vas a repetir?

  • Si, esta noche lo haremos otra vez.

  • Pues mañana me cuentas.

La conversación cesó. Elisa anduvo todo el día como sonámbula, soñando con la noche. Esta vez no me llevó, así que me enteraré cuando se lo cuente a Raquel. Pero me da que no fue tan agradable.

  • ¿Raquel? Soy yo. ¡Que decepción! - Otra vez está hablando por teléfono cerca del joyero.

  • ¿Que ocurrió? ¿No follasteis o no te corriste?

  • Follar, follamos. Pero no me corrí. Bueno si, pero no fue como ayer.

  • Cuéntame tus penas.

  • Volvimos a ir a su casa, casi se repitió todo como ayer, sólo que yo llevaba aquel vestido de zara que tanto te gusta.

  • Ya me acuerdo.

  • Con los besos y juegos no me excite tanto como el día anterior, y no estaba tan mojada. Me la metió de golpe y me dolió algo porque no estaba tan lubricada. Luego en el mete saca, él se corrió y yo no. Sólo me corrí cuando me comió el coño.

  • ¿Y?

  • Pues eso, que me corrí, pero ni comparación con el día anterior. Esta vez fue como cuando yo me toco.

  • ¿Y qué pensabas? ¿que siempre tendrías un orgasmo espectacular? Despierta, tía, y aterriza.

  • Ya lo se, pero es que aquel orgasmo fue tan fuerte ....

Esta noche ha decidido repetir. Las hormonas no la dejan en paz, y además tiene curiosidad por probar una tercera vez. Esta vez también la acompañaré. Se ha puesto unas calzonas y una camiseta, conmigo en el escote.

  • ¿Raquel? Soy yo ¡Ha vuelto a pasar! - Otra vez me tiene a su lado cuando habla por el móvil.

  • ¿Ha pasado el qué?

  • Pues eso, me he vuelto a correr.

  • ¿Y qué esperabas si has vuelto a follar?

  • Pero es que otra vez he tenido un orgasmo super espectacular.

  • Anda ya, tía, tu flipas.

  • ¡Que no! Te digo que fue como la primera vez. Y además me excité tanto como entonces.

  • Me dejas helada, tía. ¿Cómo es que un día tienes un orgasmazo, al día siguiente un orgasmito y al tercer día otro orgasmazo?

  • Pues no se, pero es así.

  • ¿Hiciste algo especial?

  • ¡Que va! Todo fue igual, nos desnudamos entre besos y chupadas, se puso un condón y me folló, luego me comió el coño y yo le comí la polla.

  • ¿Y los otros días?

  • Igual, con variantes más o menos, pero igual.

  • ¿Y tu estabas igual?

  • Si, la primera vez algo más nerviosa, pero las otras dos, completamente igual.

  • ¿O sea, que no estabas más caliente hoy que ayer?

  • No, estaba igual de caliente.

  • Chica, no se. ¿Y llevabas la misma ropa?

  • No, cada día algo diferente.

  • ¿No repetiste nada?

  • Nada, excepto ... excepto ese colgante que me regaló mamá. Pero un colgante sólo es un colgante.

  • Pues no sé, tía ¿Vas a follar otra vez?

  • No se, estoy un poco aturdida.

Elisa colgó el teléfono pensativa. ¿Cómo iba a ser el colgante? Pero también ¿porqué no? Así que se tendió en la cama. Se quitó el pantalón y las bragas, y se dispuso a masturbarse, con el dedo corazón de la mano derecha, mojado con saliva, se fue tocando el clítoris. Se fue calentando y calentando, incluso se estuvo tocando las tetas con la otra mano, hasta que por fín alcanzó el orgasmo. Y fue placentero, como siempre,

Después me puso al cuello, y repitió la acción. Para su sorpresa, se empezó a excitar más y más, de repente sintió su sexo más húmedo que antes, los pezones se le pusieron tan duros que parecían piedras, y alcanzó un orgasmo mucho mayor que el anterior, y no sólo uno sino que alcanzó un segundo orgasmo. Esto le hizo quedar un poco más sorprendida. Entonces ¿es el colgante? Sin dudarlo, se vistió y fue a hablar con su madre.

  • Mamá, ¿te puedo hacer una pregunta?

  • Dime, Elisa.

  • ¿Este colgante tiene que ver con el sexo?

  • ¿Porqué me preguntas eso?

  • Porque estoy muy confundida, pero respóndeme.

  • Pues si, hija. No me preguntes porqué, pero es así. Ese colgante tiene una cualidad extraña. En mi experiencia, si lo llevas puesto siempre llegarás al orgasmo, y además éste será muy fuerte. Si no lo llevas, puedes o no llegar al orgasmo, y será más o menos fuerte.

  • ¿Cómo lo supiste?

  • Por experiencia, como supongo que te ha pasado a ti. Tu padre lo compró en Ibiza a un hippy, le hizo gracia la forma de corazón y me lo regaló. Ya habíamos hecho el amor, pero una vez que lo tuve puesto alcancé el mayor orgasmo que nunca había tenido. Al repetir una y otra vez no lo conseguía, hasta que otra vez lo conseguí. Entonces probé una y otra vez, con la ropa que llevaba aquella vez, repitiendo situaciones, etc. Hasta que caí en la cuenta de que era el colgante. Siempre que lo llevaba, tenía unos orgasmos fortísimos.

  • ¿Y lo llevabas siempre?

  • Siempre, caí en una especie de adicción. Necesitaba esos orgasmos, pero eso me llevó tiempo descubrirlo. Tú ya habías nacido cuando lo descubrí, me tiré unos años casi dependiente de ese colgante. Y tenía a tu padre casi tan dependiente del sexo como yo lo estaba. Casi todos los días hacíamos el amor, y siempre tenía el colgante puesto. Hasta que le dio una pequeña angina de pecho. Entonces vi que el maldito colgante casi nos pasa factura. Entonces decidí que no iba a usarlo nunca más. Bajamos el ritmo del sexo, pero no creas que nunca más tuve esos orgasmos. Unas cuantas veces los he tenido, pero siempre por mi misma, sin ayuda del colgante. Sólo con excitación natural.

  • ¿Y porqué me lo regalaste?

  • Primero porque tú lo querías, sin saber sus poderes. Segundo porque sabía que eras virgen y que pronto dejarías de serlo. Quería que supieras lo que es un orgasmo fuerte, y que perdieras el miedo al sexo, la primera vez puede ser un desastre o un éxito, y eso te marca. Pero te quise advertir.

  • Pues creo que has logrado tus objetivos, ¿crees que lo debo usar?

  • Con cabeza, si. Es decir, si te gusta la persona, entonces no tienes porque dudar. Eso si, te aconsejo que si lo usas la primera vez con alguien, una segunda o tercera vez no lo uses, porque el dichoso colgante tapa a tu pareja, y así no valoras si esa persona vale o no. Pero si tienes pareja estable, de vez en cuando ¿porqué no?

  • ¿Funciona con lo hombres?

  • No creo, tu padre se lo puso un par de veces pero no le funcionó.

  • Ah, era sólo una idea.

Elisa se fue a su habitación. Buscó un rato con el ordenador unas cosas y luego se puso el colgante y se lo pasó bien otra vez.

Extracto del libro “mitos y leyendas del sexo” de S. Silverston “Se dice que la Reina de Saba tenía una colección de piedras que lograban que siempre disfrutara con el sexo, siempre que estaba con una persona llevaba una encima, tenían forma de anillo, collar o colgante, y eran tan poderosas que nunca la dejaron insatisfecha. Muchas personas a lo largo de la historia las han buscado por sus cualidades excepcionales, pero sólo se tienen remotas referencia de ellas, se dice que ciertas damas a lo largo de la historia las poseyeron, y algunos hombres poderosos las regalaron a sus amantes.”

Ana del Alba