El amor viaja en una harley
Sam y laura se conocen en un pequeño pueblo, pero sam se queda colada por laura apenas la ve, sera esta la chica que le robara el corazon a sam
EL AMOR VIAJA EN UNA HARLEY
Por Veropa
Aun recuerdo cuanto me costó conseguir el dinero para comprarme mi Harley Davison, estuve más de dos años trabajando en esa hamburguesería asquerosa para ahorrarlo, y justo el día que fui a comprármela, me quede sola.
Fui a casa, feliz con mi Harley, para enseñársela a mi familia, y me encontré a un agente de policía en mi puerta, el cual me dio la fatídica noticia, mis padres y mi hermano habían muerto en un accidente de tráfico.
Una semana después del funeral y con la casa vendida, cogí una mochila con ropa y una foto de mi familia, me monté en mi Harley y me fui para siempre.
De eso hacía más de tres años, mi vida se basaba en ir de un lado a otro en mi Harley, me paraba en los pueblos donde trabajaba para conseguir dinero para gasolina y comida,
La vida en la carretera era dura, por lo que tuve que aprender a defenderme, en muchos bares donde me paraba a comer algo, era recibida por hombre borrachos con ganas de pelea, y yo nunca les defraudaba, no necesitaba nada más... hasta que apareció ella.
Un día de verano, con el calor del mediodía, me paré en un pueblecito llamado Sunvalley, enseguida pude observar que la gente no estaba acostumbrada a que los moteros pasasen por ahí, por cómo me miraban.
Bajé de mi Harley y entré directa a la cafetería del pueblo, me senté en la barra, y miré a la camarera que me daba la espalda esperando a que me pidiera nota.
-Un momento, enseguida estoy contigo.- dijo ella, con una voz dulce.
-Ok, no hay problema.- Le dije yo mirando a su espalda, tenía una figura estupenda, a pesar de no ser muy alta, y un cabello rubio y corto que parecía los mismo rayos del sol.
-Bien, ¿Qué vas a tomar?- girándose y regalándome una sonrisa maravillosa.
-¿Qué me recomiendas?- devolviéndole la sonrisa y perdiéndome en sus ojos de color indefinibles, ya que eran una mezcla de azul y verdes.
-Si quieres comer, te recomiendo la ternera con salsa, esta buenísima,- mirándome a los ojos y mostrándome una mayor sonrisa.
-Está bien, tomaré eso, y una cerveza.- sonrojándome, cosa que no había hecho desde hacía más de seis años, y bajando la mirada.
-Ok, enseguida te lo sirvo.- dijo ella y se marchó hacia la ventana que daba a la cocina para hacer mi pedido.
En ese preciso momento entraban en la cafetería dos hombres bastante corpulentos que se sentaron en una mesa detrás de mí y uno de ellos gritó.
-Hey, linda, sírvenos dos cervezas y rápido, que no tenemos todo el día.
-Enseguida- dijo ella, y fue a servirles lo que habían pedido.
Cuando se acercó a la mesa el hombre que había gritado la cogió de la cintura y dijo a su amigo.
-Esta preciosidad, me va a calentar la cama esta noche.
Ella se intentó soltar de él, pero el era más fuerte, y pude observar cómo la gente del local se giraba para dar la espalda a lo que sucedía, así que decidí actuar.
-Disculpe, ¿sería tan amable de soltarla?- con mi cara más seria.
-¿Y si no quiero qué vas a hacer?- riéndose en mi cara.
-Esto- y enseguida le agarré la muñeca con la que tenía sujeta a la chica, y se la doblé sobre su espalda, obligándolo a apoyar su cara en la mesa.- y ahora, vais a ser unos buenos chicos y vais a dejar de molestarla, o me veré obligada a intervenir de nuevo, y la próxima vez no seré tan educada.- dicho esto le solté la mano y me senté de nuevo en mi sitio.
-¡Maldita zorra, ahora verás!- dijo el tipo y se lanzó sobre mí.
Lo esquivé con facilidad, y le di un fuerte golpe contra la barra, lo tiré al suelo, me senté sobre él y le dije:
-Ya te he avisado, desgraciado, yo no soy una chavalita de pueblo a la que puedas chulear, conmigo no juegues, o date por muerto, ¿ha quedado claro?- poniéndole la mano en el cuello y apretando.
-S... Si- dijo el rojo de rabia y por la falta de aire.
-Bien, ahora lárgate tú y tú amigo, y no te olvides de pagar lo que habéis tomado.- dicho esto, me levanté de encima de él, y me senté de nuevo.
Él pagó las dos cervezas y se marchó con su amigo, mirando hacia atrás por si yo iba de nuevo a por él.
Todos los allí presentes me miraban entre sorprendidos y asustados, pude observar como también lo hacia ella, y sin entender el motivo, eso me sentó mal, así que dejé dinero sobre la mesa, cogí mi cerveza y salí del local sin mirar atrás.
Llegué a mi Harley, después del numerito que había montado, estaba segura que nadie me daría trabajo en aquel pueblo, así que me iba para otro lugar, ya que mi dinero estaba comenzando a escasear, y pronto no podría ni pagar la gasolina.
Me terminé la cerveza, tiré la botella a la papelera y encendí la moto, y cuando me ponía el casco noté una mano sobre mi pierna, me giré y era ella.
-Espera, ¿te vas ya?- me dijo y por su mirada parecía triste.
-Sí, debo buscar un sitio donde encontrar trabajo.- en tono frio.
-¿Y por qué no lo buscas aquí?
-Porque después de lo que ha pasado, no creo que nadie quiera tener nada que ver conmigo.- intentando ocultar mi tristeza.
-Eso no es cierto, yo...- por un momento pensé que iba a decir que quería tener algo conmigo- quería darte las gracias por ayudarme, te has ido tan deprisa que no me ha dado tiempo- mostrándome de nuevo esa preciosa sonrisa.
-Tranquila, no me ha gustado como te ha tratado, y como he visto que nadie hacia nada...- no sé por qué le daba explicaciones, con un simple de nada hubiera bastado.
-Nadie me había defendido antes.- con un tono tan triste que sentí como se me partía el corazón.
-Entonces es que en este pueblo solo hay cobardes, mira que no defender a alguien como tú, eso debería ser pecado.- me salió del alma y no pude hacer callar a mi boca por mucho que quisiera.
-Gra... gracias.- pude ver como se sonrojaba.- Me llamo Laura, ¿y tú?
-Yo soy Sam.- alargándole la mano.
-¿Sam?- pregunto estrechándome la mano.
-Diminutivo de Samantha.- mostrándole mi mejor sonrisa.
-Un placer Sam... y ahora vuelve a dentro que tu ternera se va a enfriar.- sonriéndome dulcemente.
-Creo que será mejor que me vaya, tengo que buscar un lugar donde pasar la noche, si no quiero dormir de nuevo a la interperie.- sonriéndole.
-Por eso no te preocupes, puedes venir a mi casa, mi madre estará encantada, y si quieres trabajo y no te importa ensuciarte las manos puedes trabajar para nosotras en la granja.- dijo de carrerita casi sin respirar.
-Me encantaría, pero no quiero molestar, además no creo que a tu madre le haga gracia tener a una desconocida alojada en su casa.
-No eres una desconocida, eres Sam, la chica de la Harley que me ha salvado de Steve, mi madre estará encantada te lo aseguro, y yo también.- casi en un susurro esto último y me convenció del todo.
-Está bien, tú ganas.
Así fue como me instalé por lo que yo creía que serian unos días en casa de Laura y de su madre. A la madre de Laura le sorprendió que Laura apareciera montada en una Harley y con una desconocida, pero cuando le explicó lo que había pasado, me abrazó y me dio las gracias, yo que no estoy acostumbrada a muestras de cariño, me sonrojé y le dije que no había sido nada, que solo quería ayudar. Cenamos mientras Laura no dejaba de hacerme preguntas sobre la vida en la carretera, y yo le contestaba, hasta que me hizo una pregunta a la que no estaba preparada.
-¿Y tu familia dónde vive?
-Yo... mi familia murió hace tres años, ahora estoy sola.- sin apenas contener las lágrimas.
Entonces ella hizo algo que no me podría esperar en la vida, se levantó de su silla y me abrazó.
-Ya no estás sola.- mientras me sostenía entre sus brazos.
Su madre sonrió tristemente y dijo:
-El padre de Laura murió hace diez años, desde entonces Laura y yo vivimos como podemos, Laura trabaja media jornada en la cafetería, y después me ayuda con la granja. No te podemos pagar mucho, pero si quieres aquí tienes trabajo, comida y techo.
Cuando pude controlar mi llanto, y aun entre los brazos de Laura, dije:
-Es mucho más de lo que podría pedir, lo acepto de buen grado.
-Pues ya está todo dicho, y ahora todas a la cama, que mañana tenemos que madrugar.- la madre de Laura, y se levantó de la mesa.
Fregamos los platos y nos fuimos a nuestras habitaciones, como la casa no era muy grande Laura había improvisado un cama en su habitación para que yo durmiera, a pesar de decirle que en el sofá dormiría muy bien, no estaba dispuesta a dejarme dormir ahí.
Después de desearle buenas noches a su madre, fuimos a la habitación, entramos y Laura me ofreció una camiseta suya para dormir, le dije que me vendría demasiado pequeña, y ella ruborizándose, cosa que me pareció encantadora, me dijo que no importaba. Levantando una ceja acepté y me quité mi camiseta, observando como ella no apartaba la mirada de mi cuerpo, cosa que me hizo sonrojar, cuando se dio cuenta de que le había descubierto se puso roja y se dio la vuelta para cambiarse ella, entonces era yo la que no podía apartar la mirada de su cuerpo, tenía una espalda perfecta, y su cuello... era como si me llamara a besarlo, pero me contuve, no podía defraudar a aquella gente que me había ofrecido tanto sin conocerme.
Una vez cambiadas nos dispusimos a dormir, me metí en mi cama y para mi sorpresa antes de meterse en la suya Laura se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla en señal de buenas noches.
Sobra decir que dormí como nunca lo había hecho, y que aquella chiquilla de cabello rubio y ojos esmeraldas fue la dueña de mis sueños.
Aun no había amanecido cuando desperté, me levanté de la cama, me cambié y salí de la habitación sin hacer ruido para no despertar a Laura que dormía como un bebe, bajé a la cocina y me encontré a su madre preparando el desayuno.
-Buenos días- mostrando mi mejor sonrisa.
-Buenos días, si que eres madrugadora.- sonriéndome.
-Sí, bueno, cuando vives en la carretera te acostumbras a levantarte pronto.- afirmé- ¿Le puedo ayudar?
-Gracias, pero no te preocupes, estoy acostumbrada a hacerlo, pero si quieres puedes ir a despertar a Laura.- sonriendo solo como una madre puede hacerlo.
-Muy bien, voy a despertarla.
Subí de nuevo a la habitación y me acerqué con cuidado a la cama de Laura, me senté en ella y la miré mientras dormía. Nunca había visto a nadie tan hermoso, desde que me quedé sola, nunca me había importado nadie, pero desde el momento en que me encontré con la mirada de Laura, algo en mi había cambiado, quería proteger a esta chica de todo el dolor que pudiera encontrar en su vida. Miré esa cara dormida, y por primera vez en mi vida deseé estar en los sueños de alguien. Con cuidado me acerqué a su cara, y estuve a punto de besarla, pero pude contenerme de nuevo y me desvié hasta su oído para susurrarle:
-Buenos días dormilona, es hora de abandonar el mundo de los sueños y volver a la realidad.
Abrió los ojos con cuidado, y sonrió, después me abrazó y me dio un beso en la mejilla.
-Buenos días a ti también Sam, ¿has dormido bien?- mostrándome esa sonrisa que me encantaba.
-Hacia mucho que no dormía tan bien.- devolviéndole la sonrisa y apartándome de ella suavemente.
-¿Ya está mi madre levantada?- mirándome a los ojos.
-Sí, me ha mandado despertarte, aunque te hubiera dejado dormir un poco más, el sol no ha salido aun.- perdiéndome en ese color esmeralda.
-Sera mejor que no, o no podremos recoger los huevos.- levantándose de la cama y estirándose.
Mientras lo hacía, pude observar su firme vientre, se notaba que trabajaba duro. Cada vez me gustaba más.
Me fui de la habitación, porque temía que si me quedaba no pudiera contenerme y la besaría.
Bajé de nuevo a la cocina, y la madre de Laura ya tenía preparado el desayuno, empezamos a desayunar y enseguida bajó Laura, llevaba una camiseta blanca sin mangas de algodón y unos vaqueros cortos que le cubrían lo justo. Casi me ahogo al verla aparecer así, cosa que no pasó desapercibida para su madre quien me miró sonriente.
Desayunamos y comentamos lo que debíamos hacer por la mañana. Una vez terminamos, yo me dirigí al granero para arreglar unas goteras, Laura fue a recoger los huevos al gallinero y su madre fue al huerto a recoger.
Habían pasado unas horas, y el sol comenzaba a pegar fuerte, por lo que decidí quitarme la camiseta negra que llevaba y quedarme en una de tirantes blanca que utilizaba normalmente para dormir. Seguí arreglando el techo del granero, mientras escuchaba una pequeña radio que me había dado la madre de Laura para hacer más amena la tarea.
De pronto comenzó a sonar una canción española, que ya había escuchado muchas veces cuando era niña, mi padre era español y nos había enseñado a mi y a mi hermano a hablar ese idioma del cual estaba enamorada, la canción era de Alejandro Sanz, y se titulaba "Ese que me dio la vida", como me la sabía empecé a cantarla junto con la voz que salía de la radio:
Con tu sonrisa de medio lao
Cuántos te quiero te habrás callao
Cuántas cosas de chiquillo
Aún conservas en los bolsillos.
Con tu eterno cigarrillo,
Con tu ojera y tú descuido.
La más bella de las danzas
Es tu cojera al caminar.
Imagino que engordaste
Para que el alma te entrase.
Imagino que tus canas
Son recuerdos en tus bodas de plata.
Con mi sonrisa de medio lao
Cuántos te quiero me habré callao.
Tú me diste el primer brillo,
Me sacaste de un bolsillo.
Frágil como una pelusa,
Como una inocente excusa,
En una arruga de tu abrigo
Me sentía protegido.
No eres sólo aquel que firma
En el libro de familia.
Ni eres el silencio en el sofá
Viendo un partido en zapatillas.
Eres mucho más,
Eres ese amigo que me dio vida,
Eres ese amigo que me dio vida.
Por eso no quiero dejarte aparcao
Por eso no puedo seguir callao
Hoy que al fin me he dado cuenta
Que me sumabas de tu resta.
Y, déjame por esta noche
Ser las manos que te arropen.
Y, déjame que te regale
Un abrigo nuevo en condiciones.
Y déjame gritar
Que orgulloso estoy de ti,
Que eres ese amigo que me dio vida.
Y que eres ese amigo que me dio vida,
Y que eres ese amigo que me dio vida.
Ese que es mi amigo, me dio la vida.
Terminó la canción y yo comencé a llorar al recordar a mi familia, y sin darme cuenta noté unos brazos que me rodeaban, no me asusté, sabía quien era, alcé la mirada y vi a Laura sonriéndome mientras caían lágrimas por su cara. Se las limpie y le sonreí.
Bajamos del granero, ya que había terminado mi tarea y fuimos para la casa, la madre nos esperaba mientras preparaba la comida, sonreía mientras nos veía acercarnos por la ventana, las dos íbamos calladas, cada una absortas en nuestros pensamientos, yo pensando en que jamás había dejado que nadie entrara tan fácilmente en mi interior, y no sabía por qué esta chiquilla lo había conseguido en apenas 48 horas, me sentía extraña, pero a la vez feliz, por primera vez desde que mi familia murió, era feliz al lado de alguien, y eso me asustaba.
Entramos en la casa, y nos fuimos a asear, después comimos y acompañé a Laura hasta el pueblo, ya que no quería que se fuera andando.
Paramos en la puerta, y pude observar cómo la gente nos miraba.
-Bueno, señorita, te vendré a buscar cuando salgas, ¿vale?- le dije sonriendo.
-¿Por qué no te quedas un poco? Tómate un café conmigo.- seria y mirándome a los ojos.
-Ok, me vendrá bien un café.- sonriéndole y haciendo que sonriera ella.
Entramos en la cafetería y vi como todos saludaban a Laura, se notaba que todo el mundo la quería, por lo que me costaba mucho entender porque nadie la ayudó el día anterior con aquel cerdo. Me senté en la barra y observé como Laura se ponía el delantal y se situaba detrás de la barra. Se acercó a mí y me sirvió una taza de café mostrándome su sonrisa encantadora.
-Gracias.-le dije sonriendo y mirándole a esos maravillosos ojos que tenía, definitivamente, cada vez estaba más loca por ella.
-De nada... ¿te puedo decir un secreto?- ruborizándose.
-Claro.- levantando una ceja y observando curiosa su reacción.
-Es la primera vez que disfruto sirviéndole un café a alguien.- sonriéndome y alejándose, dejándome con cara de boba y sonrojándome, estaba claro, esta niña me encantaba.
Acabé mi café y me despedí de Laura, había decidido comprarle algo a Laura y a su madre por lo que habían hecho por mí, pero sobretodo quería regalarle algo a Laura, sabía que pronto me marcharía y quería dejarle algo para que se acordase de mi.
Entré en una pequeña tienda donde encontré un jarrón bastante bonito, que decidí comprar para la madre de Laura, y cuando me disponía a marcharme lo vi.
Era un colgante de plata, en el cual había una pluma que tenía incrustada una pequeña esmeralda, enseguida me recordó al color de sus ojos, conté mi dinero y comprobé que no me bastaba, así que tristemente decidí salir de allí. Pero el vendedor, un hombre mayor, me había visto observar el colgante, y contar el dinero, me dijo:
-Espera, veo que estas interesada en ese colgante.
-Así es, pero no me basta el dinero, así que no podrá ser.- sonriéndole.
-Podemos llegar a un acuerdo,- sonriéndome y acercándose a mi- yo soy un hombre mayor, y necesito a alguien fuerte para que me ayude en la tienda por un tiempo. No puedo ofrecerte mucho dinero, pero si el suficiente para que puedas comer y poner gasolina a esa preciosidad que tienes aparcada ahí fuera... y si aun lo quieres te puedes quedar con el colgante.
-Yo... sería estupendo, pero ya me he comprometido a trabajar en la granja que tienen Laura y su madre, y nunca rompo una promesa.- sonriéndole.
-¿Y si me ayudas por las tardes?, mientras Laura trabaja en la cafetería, así la podrías llevar a casa cuando saliera y no faltarías a tu promesa.- sonriéndome abiertamente y ofreciéndome su mano.
Yo me lo pensé un momento, este hombre tenía algo extraño, es como si me conociera y supiera cosas de mí que yo desconocía, pero la oferta era demasiado buena como para rechazarla, así no tendría que aceptar el dinero de la madre de Laura.
-Está bien, será un placer trabajar para usted.- estrechándole la mano.
-Pues mañana a las cuatro te espero para que empieces a trabajar.- ofreciéndome el colgante.
-No debería dármelo hasta terminar el trabajo.- sonriéndole.
-Algo me dice que puedo confiar en ti, así que tómalo y nos vemos mañana.- poniéndolo en mi mano.
Me despedí de él y volví a la cafetería, para darle la buena noticia a Laura, quien me abrazó delante de todos, cosa que antes me hubiera molestado, pero ya no me importaba, las muestras de cariño de Laura eran un regalo maravilloso que jamás iba a rechazar.
Me senté en una esquina de la barra para esperar a que terminara el turno de Laura. Cuando terminó, salimos del local, y nos dirigimos a mi Harley, antes de subirnos cogí de la mano a Laura, le puse el colgante en ella y la cerré.
Abrió la mano y observó el regalo, se llevó la otra mano a la boca y se puso a llorar.
-Eh, si llego a saber que te pones así cuando alguien te da un regalo, no lo habría hecho.- sonriendo y apartando las lágrimas que caían por su mejilla.
-Yo... es que nadie me había hecho ningún regalo sin ser mi cumpleaños ni Navidad.- sonriéndome tan dulcemente que hizo que mi corazón se derritiera.
-Es solo para agradecerte todo lo que has hecho por mí, nadie me había ofrecido tanto sin conocerme.- sonriéndole.
-Muchas gracias, pero no hacía falta.- me dio un beso en la mejilla, la cual se encendió por el calor.
-Quería hacerlo.- devolviéndole el beso en la mejilla.
No dijimos nada más, nos subimos en mi moto y fuimos a su casa. Su madre nos recibió con una sonrisa, y nada más entrar Laura le enseñó el colgante tan ilusionada que parecía una niña pequeña, la madre sonreía a su hija y casi se le saltan las lágrimas cuando vio el jarrón que le había traído.
-Sé que no es mucho, pero quería agradecer todo lo que han hecho por mi.- sonriendo y mirando al suelo.
-Es precioso y es más de lo que tenias que hacer, con tu ayuda hemos hecho más trabajo que en dos días solas.- abrazándome, debe ser cosas de la familia.
Cenamos entre bromas, la madre se alegró de que encontrara trabajo por las tardes, me dijo que el viejo de la tienda, Kevin, era un buen hombre, y que seguro que me llevaría muy bien con él. También hablamos de que por la mañana terminaría de arreglar el granero, y hacer las reparaciones del hogar, la madre de Laura se sorprendió de la facilidad que tenia para realizar trabajos pesados, yo lo achaqué a la vida que llevaba, ya que mi moto era muy pesada y en los bares debía defenderme, por lo que tenía mucha fuerza.
Terminamos de recoger los platos y nos despedimos para irnos a dormir, como la noche anterior Laura y yo nos observamos mientras la otra se cambiaba, aunque esta vez Laura no me dio la espalda, por lo que pude observar como el colgante bailaba sensualmente sobre su pecho, decidí que o dejaba de mirarla o me lanzaría sobre ella, así que me metí en la cama no sin antes recibir el beso de buenas noches, creo que si no lo recibiese no podría dormir.
Los días fueron pasando, y me sentía cada vez más a gusto con Laura y su madre, me habían aceptado como parte de la familia, por eso me sentía mal al pensar en el momento de mi partida, sobre todo porque no sabía cómo podría despedirme de Laura, quien había entrado en mi corazón tan rápidamente. Las mañanas pasaban deprisa, apenas veía a Laura debido a que estábamos siempre en lugares distintos de la granja, y por las tardes mientras Laura estaba en la cafetería yo trabajaba en la tienda de Kevin, con el que enseguida entablé una amistad.
Kevin había perdido a su mujer años atrás, y desde entonces solo le quedaba la tienda, no tuvieron hijos, por lo que no tenía a nadie que le echara una mano.
Una tarde mientras colocaba unas cajas en la estantería que había sobre el escaparate de la tienda, vi como el tío con el que me había enfrentado entraba dentro de la cafetería, me puse nerviosa, y Kevin lo notó.
-Sam, creo que nos vendría bien tomar café, ¿Por qué no vas a la cafetería y te los traes?- sonriéndome.
-En seguida vuelvo... y Kevin... gracias.- poniendo mi mano en su hombro y saliendo corriendo hacia la cafetería.
Cuando entré el ambiente estaba tenso, el tipo aquel estaba sentado en la barra y miraba lascivamente a Laura.
Me situé detrás de él, e hice un gesto a Laura para que no delatara mi presencia.
-Laura, preciosa, cada día estas mas buena, no entiendo por qué no quieres salir conmigo.- dijo el.
-Porque no quiero tener nada que ver contigo, Steve, no me gustan los cerdos.- tranquila con mi presencia.
-¿No será que lo que pasa es que te gusta la motorista? ¿Te van las mujeres que quieren ser hombres?- visiblemente molesto.
-¿Y si es así?- le dije susurrando en su oído- ¿te importa?
Steve pegó un salto del taburete donde se encontraba y casi se cae al suelo.
-¡Tu!, nadie te quiere en el pueblo, ¡lárgate!- dijo el rojo de rabia.
-Eso no es cierto.-dijo Laura casi gritando.
-Steve, amigo mío, ¿no será que lo que pasa es que desde que estoy por aquí no puedes hacer lo que quieras y eso te molesta?- sonriéndole provocativamente.
-Tú no eres nadie, estarás poco por aquí, y entonces Laura será mía, acuérdate de lo que te digo.- mientras salía por la puerta.
-Laura, ¿estás bien?- acercándome a ella.
-Sí, ahora que estas tu aquí, pero tiene razón, tú te irás y Steve volverá a hacer de las suyas.- ocultando sus lágrimas.
-Laura, nunca dejaré que ese cerdo te haga daño, te lo prometo, y ya sabes que nunca rompo mis promesas.- rodeándole entre mis brazos.
No volvimos a hablar del tema, yo tome los cafés y volví a la tienda, me sentía mal por lo que había pasado, tenían razón, pronto me iría y no podría defender a Laura.
-¿Cómo ha ido?- dijo Kevin sacándome de mis pensamientos.- ¿Había problemas?
-Sí, Steve estaba molestando a Laura.- ofreciéndole su café y sonriéndole.
-Y tu le has salvado.- dijo mientras yo asentía.- entonces... ¿Por qué esa cara?
-Es que Steve ha dicho que cuando me marche Laura será suya.
-Pues eso tiene fácil solución.- sonriéndome- no te vayas.
-No puedo hacer eso, no puedo aprovecharme de la ayuda que me han dado Laura y su madre de esa forma, debo irme y dejarles hacer su vida.- dije tristemente.
-¿Y si eso es precisamente lo que no quieren que hagas?- acercándose a mí y tomándome por la mano.- Sam, conozco a Laura desde que es una niña, y nunca le había visto sonreír de la misma forma que lo hace cuando está contigo.
-Kevin, agradezco lo que tratas de hacer, pero hay una cosa que no sabes, y es la razón por la que no puedo quedarme.- sonriéndole tristemente.
-Déjame adivinar... estas enamorada de Laura y crees que ella te ve como a una hermana mayor, por lo que estar a su lado solo te haría daño.- seguro y con una sonrisa.
-Yo... ¿Cómo lo has sabido?- sonrojándome.
-Basta ver como la miras, así miraba yo a mi mujer. Habla con ella, y dile lo que sientes, aunque sea cuando te vayas, se lo merece, ¿no crees?- pasándome el brazo por los hombros, cosa que le costó al ser yo mucho más alta que el.
-No sé, ya veré lo que haré.- contesté.- ya es tarde, y Laura estará a punto de salir. ¿Nos vemos mañana?
-Muy bien, niña, nos vemos mañana, y piensa lo que te he dicho.
Le di un beso en la mejilla y salí de la tienda. Me acerqué a la puerta de la cafetería justo en el momento en que Laura salía. Me dio un beso en la mejilla y sin decir nada nos subimos a la moto y fuimos a su casa.
Laura le contó a su madre lo que había pasado y ella me volvió a agradecer lo que había hecho por su hija, yo le volví a decir que no había sido nada, y cenamos en silencio. Después nos fuimos a dormir, y esta vez Laura a parte del beso me abrazó para desearme buenas noches.
La mañana siguiente me desperté con unos maravillosos ojos verdes observándome.
-Buenos días dormilona.- sonriéndome.
-Buenos días, ¿Qué hora es?- intentando levantarme pero una mano en mi pecho me paró en seco.
-Tranquila, aun es muy temprano.- dijo ella.
Yo la miré, y miré la mano que tenía sobre mi pecho, ella se dio cuenta y la apartó rápidamente. Yo se la cogí y besé su palma. Ambas sonreímos y nos miramos a los ojos durante unos segundos un golpe en la puerta evitó que me lanzara a besarla.
-¿Ya estáis despiertas?- se oyó la voz de la madre de Laura detrás de la puerta.
-Sí, mamá, enseguida bajamos.- dijo Laura sonrojada, levantándose de mi lado y comenzándose a vestir.
Bajamos en silencio, sin atrevernos a mirarnos a la cara, lo que había estado a punto de pasar nos turbaba a ambas.
La madre de Laura debió notar algo, pero no dijo nada, desayunamos en silencio, y Laura fue la primera en salir de casa para realizar sus tareas. Cuando nos quedamos a solas su madre comenzó a hablar.
-Sam, debo hacerte una pregunta.- muy seria.- ¿Qué sientes por mi hija?
-Señora, yo...- me quedé blanca por la franqueza de aquella mujer, y no me atreví a mentirle- estoy enamorada de ella, sé que no está bien y si usted me lo pide desaparecé de su vida y la de su hija.- seria y mirando a mis manos, ya que no podía mirarle a la cara.
-Y ella... ¿Qué siente por ti?- sin eliminar la seriedad en su rostro.
-No lo sé, supongo que amistad, me ve como una hermana mayor o algo así.- triste no por el tono de su voz sino por la afirmación que yo misma estaba haciendo.
-Sam, te voy a pedir una cosa, no hagas daño a mi hija, es una niña muy inocente y por nada en el mundo quiero que sufra.- mirándome fijamente.
-Señora, Laura sería la última persona en el mundo a la que haría daño, y no se preocupe que haré las tareas de la granja, acompañaré a Laura al trabajo y desapareceré de su vida.
-Ni se te ocurra hacer eso, porque eso le haría mucho daño a Laura, a mi no me incomoda que ames a mi hija, si es eso lo que sientes, pero no quiero que juegues con ella para luego marcharte de su lado dejándola sola.
-Yo... jamás jugaría con su hija, y lo que siento por ella, no lo había sentido por nadie, nunca le haría daño y daría mi vida por protegerla, de eso puede estar segura.- a punto de llorar.
-Bien, es lo único que necesito saber, así que ahora ves a hablar con ella, y a decirle lo mismo que me has dicho a mí, porque creo que ella siente lo mismo pero tiene el mismo miedo que tu.- sonriendo y abrazándome.
-Si... enseguida voy.- sonriéndole y saliendo de la casa casi corriendo.
La busqué por el gallinero pero no la encontré, así que fui al granero. Allí estaba, sentada sobre un bloque de paja, con la cara apoyada sobre sus manos.
Me acerqué, lentamente por detrás, puse mis manos sobre sus hombros y ella se sobresaltó por el tacto.
-Hola.- dije suavemente.
-Ho... Hola.- visiblemente nerviosa.
-Tengo que confesarte una cosa.- sentándome a su lado.- Estas en mi corazón.
-¿¿Qué??- asustada.
-Que estoy locamente enamorada de ti.- sin creer que me fuera tan fácil abrir mi corazón.
-¿En serio?- sonrojándose.- ¿no bromeas?
-¿Cómo podría bromear con algo así?- nerviosa.- necesito hacerte una pregunta... ¿Qué sientes tu por mi?
-Yo... no lo sé, siento algo pero no se definirlo.- sonrojándose y mirándome a la cara.- necesito hacer una cosa para estar segura.- sonriéndome pícaramente.
-¿Y qué es?- levantando mi ceja y sonriéndole de medio lado.
-Esto- y se aproximó a mí lentamente, acercándose suavemente a mis labios, al principio fue un roce suave, que dio paso a un beso lleno de pasión. Nos separamos cuando nos faltó el aliento, nos quedamos mirándonos a los ojos y agregó.- definitivamente, estoy enamorada de ti.
Nos sonreímos y volvimos a besarnos, estuvimos así un buen rato hasta que una voz nos sacó de nuestro mundo.
-Veo que ya habéis aclarado lo que sentís, me alegro, pero hay mucho trabajo que hacer y si seguís así no acabaremos nunca.- dijo la madre de Laura sin poder ocultar una enorme sonrisa.
-Mamá, ¿no estás enfadada?- Laura sonrojándose y tomándome de las manos nerviosa.
-No, cariño, no estoy enfadada, soy muy feliz porque por fin has encontrado el amor, aunque no era lo que esperaba no puedo quejarme de mi "yerna".- echándose a reír.
Las tres reímos por la ocurrencia, y después de abrazar a su madre y de besarme a mí, Laura se fue a trabajar dejándonos solas a las dos.
-¿Y ahora qué harás?- preguntó muy seria
-Pues creo que venderé mi Harley y compraré un coche, no quiero que Laura se resfrié yendo y viniendo del pueblo.- contesté sonriéndole.
-Me parece estupendo... y también creo que tendremos que vender las camas pequeñas y comprar una de matrimonio para vuestra habitación... ¿no crees?- sonriéndome y dándome un codazo.
-No quiero adelantar las cosas, no con Laura, pero quería pedirle si podría arreglar el granero y construir una habitación en el, no se ofenda, pero creo que necesitaremos un poco de intimidad.
-Está bien, yerna,- dijo ella.- arregla una habitación en el granero, pero creo que antes debes hablarlo con Laura por si está de acuerdo.
Le di la razón, y me puse a trabajar.
Después de hablar con Laura, ella misma comenzó a hacer el traslado de mobiliario al granero, mientras mi suegra y yo nos mirábamos y reíamos sin parar.
Dos días después le cambié mi Harley por una camioneta bastante nueva al dueño de la gasolinera, y regalé mi ropa de cuero a mi jefe Kevin, excepto mi chupa la cual era solo para mi Laura, que bien sonaba eso.
En tan solo unos días aquella chica de ojos esmeraldas había cambiado mi vida, y me había hecho echar raíces de nuevo en un lugar, sobra decir que no me arrepiento de haberme desecho de mi Harley, a la cual siempre estaré agradecida, porque ella me trajo a ese pequeño pueblo donde esperaba mi llegada el amor.
Fin