El amor no se busca, te encuentra (3)

Sentimientos y mamadas.

Nota del autor:

Muchas gracias a todos por sus grandes comentarios, no me esperaba tal recibimiento por parte de la gente, prometo qué la calidad de estos relatos aumentará y estará al gusto de todos. Tenemos mucha historia por parte de Jacob, Adam y muchos más.

Pido disculpas por la tardanza de este capítulo pero es qué he estado enfermo.

Jacob:

Acostado en mi cama, con las manos apoyadas en la nuca rememoré los acontecimientos ocurridos aquella tarde en el barrio de Adam.

Me cogió de la mano y me arrastró fuera, Adam era un torbellino humano capaz de arrastrarte al fin del mundo con su voluntad.

Poco a poco, me estaba dando cuenta de qué quizás era bueno habernos mudado a esta ciudad. Estos locos de Susana, Héctor y Adam me habían hecho darme cuenta de qué la felicidad se encontraba en las cosas más insignificantes, las tonterías qué nos despreocupaban de los problemas, todo eso era la felicidad. Pero quizás me estoy adelantando demasiado, vamos a ver el barrio de Adam, Susana y Héctor.

  • Esto es la charcutería del “Cortapiernas”. –Me señaló un edificio viejo dónde resaltaba un letrero luminoso al estilo puticlub-

  • No quiero ni imaginar dónde viene ese apodo. –Dije asombrado de qué hubiera mucha gente en el sitio del tal “Cortapiernas”-

  • Es una larga historia, quizás te la cuente algún día.

  • Eso espero.

  • Espera a qué me emborrache –Y me saca la lengua-

  • Loco y borracho. Gran combinación.

  • Soy un buen partido, además de guapo. –Puse los ojos en blanco de broma-

  • Y la modestia la dejaste fuera.

  • Dice mi tío qué los modestos serán los últimos. Esperemos qué no porque pareces modesto. –Me sacó la lengua otra vez-

Empezamos a pelear de broma otra vez, no quise a llegar a más cómo la última vez en su habitación. Tenía sentimientos encontrados respecto a lo qué pasó en su habitación porque en realidad me había… gustado. Debía parar esa situación, no sabía lo qué pensaría Adam de esa situación y dejáramos de ser amigos.

  • En fin –Dijo Adam- El otro día te vi con tu padre ¿Te acuerdas? Me saludaste con la mano.

  • Claro, me acuerdo perfectamente.

  • Nunca he visto a tu madre, ¿Están separados? –Preguntó con un deje de curiosidad en la voz-

  • No, murió –Le dije triste por recordar todo eso-

  • ¡Lo siento! Perdona… he sido entrometido –Me palmeó la espalda- Tienes todo mi apoyo y mi pésame.

  • No pasa nada, no lo sabías –Le sonreí- Ahora qué el tema está abierto, ¿Quieres saber cómo murió?

  • Es tu privacidad pero por curiosidad quería saberlo.

  • Es normal. Murió de cáncer de pulmón. Lo gracioso es qué ella no fumaba –Fruncí el ceño- Ojalá prohibieran fumar.

  • Te apoyo, nunca me han gustado los cigarros. –Me da un abrazo y me susurra al oído- Cualquier cosa qué necesites, me lo dices.

  • Gra… gra… gracias. Muchas gracias de verdad. –Mierda, en ese momento quería llorar pero no podía-

  • Si necesitas desahogar, lo qué sea, llámame y te ayudaré.

¿Por qué ese jodido loco rubio guapo me quería ayudar? ¿Por qué simplemente no se metía en sus asuntos? Maldito ojos verdes…

  • Gracias otra vez Adam, intentaré hacerlo.

  • No lo intentes y hazlo –Me miró con una mirada qué volcaría una armada de barcos- Soy tu amigo y te ayudaré siempre. Venga, vamos a buscar a Héctor y Susana.

Emprendimos el camino hacia nuestros dos amigos. El barrio de Adam era un sitio bullicioso, lleno de gente en sus balcones, niños corriendo y gritando y la iglesia repitequeando con las campanas. Esto era vida.

Encontramos a Héctor y Susana en los límites del barrio en un descampado, él con un sombrero de paja qué le cubría los ojos pudiendo dormir y ella con unos prismáticos mirando al horizonte.

  • ¡Por fin! –Gritó jubilosa Susana- Pensé qué nunca llegaríais, hasta Héctor se ha quedado dormido.

  • Ya veo –Dijo Adam mientras le quitaba el sombrero a Héctor y le revolvía el pelo-

  • Cabrón –Exclamó la víctima estirándose- Hola Jacob-

  • ¡Hola Jack! –Dijo Susana-

  • A mí no me saludáis –Dijo Adam fingiendo un mohín-

  • A ti no te saludan porque eres un mimoso –Dije-

  • ¡Eso dándole dónde más le duele! –Se rió Susana-

  • ¿Qué hacemos entonces? –Preguntó Adam-

  • Golf –Dijo Héctor-

“¿Golf? Pensé”

  • ¿Golf? ¿Somos pijos ahora chicos? –Dijo Adam con sorna- Bueno Jack, dado qué eres nuevo en esto ¿Ves qué el descampado tiene hierba? A veces, Héctor le pide prestado los palos a su padre y metemos unas bolas, cómo siempre Susana es la qué pierde.

  • Este palo qué tengo en la mano vendría bien en tu culo Adam.

  • Cómo me conoces –Le guiña un ojo-

  • Pues yo soy principiante en esto, así qué Susana no se llevara el honor hoy.

  • Tranquilo, te enseñaremos entre todos –Dijo Héctor-

Y así fue, cómo empecé mi aventura en el golf, triunfé y me llevé el oro. En realidad no, tal cómo predije fui horrible en el golf y el qué se llevó peores bolas fui yo y Susana ganó (Ayudada por Héctor, un poco, lo suficiente para qué no fuera trampa) y yo arrancando trozos de hierba hasta que:

  • Espera, qué te ayudo. –Dijo Adam-

Y se puso detrás mía, me rodeó con sus brazos, me cogió de los manos, corrigió cómo llevaba el palo y empezó un suave balanceo.

¡Yo, rodeado por los brazos de Adam mientras dábamos un balanceo hipnótico! ¡Quién me viera!

Y golpeó la bola.

Y llegó al agujero.

  • ¡Yuju! –Exclamé- Gracias Adam –Y le di un abrazo-

  • De… de… nada –Se puso rojo cómo un tomate-

  • ¡Si van a liarse, hay un cobertizo a unos metros! –Gritó Susana-

  • ¡La dice la qué lo ha utilizado muchas veces!

  • ¡Con este menda! –Y señaló a Héctor-

Ahora Héctor era el qué se puso rojo.

Todos reímos.

Después de la sesión de golf, Susana abrió una nevera y sacó unas cervezas. Brindamos:

  • ¡Por nosotros! –Dijo Héctor-

  • ¡Por nosotros! –Coreamos-

  • Por el chico nuevo ¡Jack! –Dijo Adam-

  • ¡Por Jack! –Dijeron-

Y aquí estaba, en mi habitación mirando al techo, pensando en todos estos últimos acontecimientos con una sonrisilla estúpida en mi boca.

Quizás, lo más importante era ese loco rubio qué no le importaba nada:

Adam.

¿Qué demonios hacía, para qué cada vez que pensara en él se me volcara el estómago?

Adam:

Jack.

Definitivamente me gustaba.

Ese aire de “Hago de buenazo pero en realidad soy un pícaro” me encantaba.

En el golf, cuando me dio ese abrazo sin ninguna razón me dejo descolocado, ¡Quería dejarme descolocado! Y me encantaba.

Estaba nervioso, las cosas qué habían pasado últimamente me dejaban con los nervios saltando.

Necesitaba relajarme, y sabía quién me ayudaría:

Gabriel.

Lo había conocido en los vestuarios del polideportivo cuándo estaba en el equipo y terminábamos sudorosos.

Me había sorprendido lo espabilado qué era.

Y lo salido.

  • ¡Mamá, voy a salir!

  • ¡Vale cariño!

Nunca se lo había presentado a los chicos, no conectarían.

Héctor y Susana hablaban de muchos temas.

Gabriel no de tantos pero a veces te sorprendía con lo qué te decía.

Lo necesitaba a él.

Vivía a unas calles de mi casa, eran unos pisos, el 3ºB. ¡Cuántas veces iba al 3ºB a contarle mis cosas a Gabriel!

Llamé al timbre, contestó él por suerte, nunca me habían gustado sus padres, qué no le daban todo el cariño suficiente a Gabriel.

  • ¿Sí? –Contesto soñoliento-

  • ¿Estás sólo?

  • Para ti siempre.

Jodido salido.

Subí y me abrió la puerta, apareció flamante él, con un pijama de Bart Simpson y unos boxer desgastados con un agujero un tanto descarado.

  • Pasa Adam. ¿Quieres algo, un café, un colacao, leche fresca?

  • Nada gracias, ¿De dónde sale esa leche? –Pregunté divertido-

  • Dónde siempre, aquí –Y se señaló a la entrepierna-

  • Cabrón… -Reí-

  • ¿A qué has venido? Dado qué no quieres mi leche, no hay nuevo Fifa… ¿Qué te ha pasado?

  • Nada, nada. Sólo quería saber cómo estás.

  • Aquí estoy, venga rubio, cuéntamelo.

  • Nada, sólo es un chico.

  • ¿Qué chico? –Preguntó mirándome con su sonrisilla-

  • El nuevo.

  • ¿Ese? ¿El qué a Adrián no le cae bien?

  • Ese mismo.

  • Es un buen partido, quizás te lo robe.

  • Cabrón…. –Le empecé a pegar en broma-

  • ¿Te gusta? –Preguntó de forma seria, cosa rara dado qué Gabriel casi nunca estaba serio-

  • Creo qué sí.

  • Pues vete a por él, recuerda lo qué te he dicho de siempre, cuándo busques a alguien, no te achiques y lánzate a por tu presa.

  • No es tan fácil.

  • Es fácil, sólo qué tú te pones barreras.

  • No sé Gaby, no sé si es gay o bisexual.

  • Pregúntaselo.

  • ¿Qué?

  • Qué se lo preguntes, sí lo es, suerte para ti, si no, lo violas.

  • Qué bruto eres –Reí- Gracias por todo Gabriel.

  • De nada, tienes algo en el cuello.

  • Espera, ahora no, espe…

Me besó el cuello, sabía mi zona sensible, cabrón. Lamía lentamente toda esa zona, con lentitud y entonces… me mordió el cuello.

  • ¡Joder, me vas a hacer un chupetón! –Protesté débilmente-

  • ¿Y qué?

Bajó lentamente, dando besitos por todo el cuello, abajo y abajo. Apartó mis manos y me quitó la camiseta y siguió besando, llegando hasta el ombligo y llegó a mi entrada.

  • Espera Gaby. –Y le quité la camiseta y los boxers, revelando una sabrosa polla.

  • Mucho mejor. ¿Te gusta? –Y me paseó su polla de 17 cm por la cara-

  • Me encanta.

Me siguió quitando la ropa, quitándome el pantalón con los dientes y bajándome lentamente el calzoncillo.

  • Espero qué por lo que te voy a hacer, no te dejé de gustar el otro chico.

  • No eres tan bueno para mí –Me burlé-

  • Hijo… de puta. –Y se la metió en la boca-

¡Dios, qué grandioso era! Movía la lengua por el agujero del glande, lo ensalivaba, lo recorría gustoso cómo un niño con su piruleta.

Se la metía en la boca entera y la sacaba, lamía los huevos…

  • Espera, un 69.

  • Encantado.

Nos tumbamos en el sillón, haciendo el 69, me metí su polla en la boca, quería hacerle sentir lo qué él me hacía a mí.

Empecé por los huevos, lamiéndolos y después me metí uno en la boca y lo saboreé con ese olor a macho joven siempre a punto. Después el otro, eran deliciosos.

Tras limpiar esos huevazos, lamí el tronco y paré hasta el glande. Recorría todo el tronco con mi lengua, lamiéndolo, sintiéndolo. Entonces empecé con el glande, me hice el remolón y después lo chupé cómo si fuera un caramelo, daba vueltas con él.

Cuándo lo sacaba, me lo azotaba en la cara, me encantaba esa sensación. Pero yo quería más.

  • Para el 69 y fóllame la boca.

  • Eres un vicioso y después me llamas salido.

  • Calla.

Se puso de pie y yo me quedé sentado en el sillón desafiante, puso su polla en la entrada de mi boca y empujó, abrí la boca y me la tragué.

Empezó con un ritmo lento, poco a poco, mientras yo cogía sus huevos y los frotaba acariciándolos y palpando esos huevos de toro.

Aumentó el ritmo y yo tragaba, tragaba, tragaba. Llegué a la mitad y aumentaba la profundidad. Yo aguantaba las arcadas cómo podía, no quería arruinar ese momento.

Más bruto, me follaba la boca literalmente, sus huevos llegaban hasta mi entrada y aspiraba ese olor, ese olor fantástico.

El olor a sexo.

  • ¡Me corro!

Y empezó a soltar chorros qué yo intentaba tragar cómo podía, trallazos qué llegaban hasta mi garganta y yo sorbía cómo néctar de los dioses qué era.

Descansamos, ¡Menuda estampa daríamos a sus padres si nos vieran, él con la polla goteando levantado y yo chorreando en la boca su semen!

  • Te voy a recompensar –Se agachó y empezó a retomar el trabajo antes interrumpido-

Se la metió en la boca cómo antes y dejó de juguetear, subía arriba y abajo cómo las mamadas clásicas.

Sabía lo qué hacía, mientras le acariciaba el pelo y Gabriel me chupaba la polla, recordé cómo nos conocimos.

En los vestuarios, él desnudo y yo empezándome a desnudar, los dos solos y él me proponía una paja los dos.

Era un salido y un gran amigo.

  • Gaby… Me voy a correr. ¡Me corro!

  • Córrete –Era una orden-

Y derramé en su boca mi semen, mis preocupaciones y las dudas.

Se lo tragó todo.

  • Gracias Gabriel, te quiero tío. –Le dije mientras le acariciaba el pelo-

  • Yo también te quiero. –Se acurrucó en mis piernas-

  • Ahora todos tenemos leche fresca.

Reímos.

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