El amor no se busca, te encuentra (1)
Aquí empieza la historia de Jacob y sus andanzas por el instituto nuevo. (CAPÍTULO SIN SEXO, ES EL PRÓLOGO A NUESTRA HISTORIA)
Bueno, aquí estamos –Dijo mi padre con un deje de tristeza en la voz– Recuerda qué si te pasa algo, me llamas al móvil.
Papá tranquilo, es mi primer día en este instituto, no en la guerra –Le sonreí- Bueno, tengo que irme, no quiero llegar tarde.
Claro, adiós hijo –Puso el motor en marcha y se fue-
Tras saludarle con la mano mientras se alejaba, emprendí mi camino hacia mi nuevo instituto en mi nueva vida, el instituto Santiago Domingo Esteban dedicado en honor a un pintor famoso blablabla todas esas cosas qué se hacen para qué la memoria de alguien se recuerde, una gilipollez dado qué dentro de cientos de años ¿Quién se acordará de Santiago Domingo Esteban?.
Quizás no me conocéis, (- Hombre, claro qué no te conocen | - Calla Cerebro) me llamo Jacob Moreno García, comienzo está nueva etapa en mi vida tras la muerte de mi madre en mi anterior ciudad, mi padre destrozado quiso alejarse de los malos recuerdos y nos hemos mudado a este lugar alejados de nuestra familia, amigos y demás.
Así, aquí estoy en secretaría poniendo buena cara mientras revisan los papeles para mantenerme en está prisión hasta que empiece en la universidad.
¿Cuántos años tienes? –Pregunta la secretaria mientras me mira con cara de sapo-
16 señora
No me llames señora, hijo, me haces sentir más vieja de lo que soy, llámame Puri – Me sonríe mientras me entrega un fajo de papeles- Entrégale esto a tu padre y dirígete al gimnasio, ahora mismo están con el profesor Hernández.
Mierda Gimnasia, en mi anterior ciudad no era muy bueno en ella, la verdad es qué yo prefiero estar hablando qué dar vueltas alrededor de un campo, qué era lo que hacíamos en mi anterior instituto. Mi contacto fuerte con el deporte era la Esgrima qué me encanta, ¡llegué a ser campeón juvenil!, ahora en esta ciudad le pediré a mi padre qué me apunte en alguna escuela.
Llegué al gimnasio y lo primero qué sentí, es qué me estaban escudriñando con rayos X, el tal profesor Hernández se acercó a mí y me empezó a hablar:
¿Sí, qué quieres? –Me dijo mientras clavaba sus ojos enrojecidos en mí
Soy el alumno nuevo… me llamo Jacob Moreno García –Le dije titubeante de su respuesta-
Por lo qué veo, no llevas la ropa de Gimnasia
Acabo de llegar, no sabía qué… estaban… dando clase.
. Claro, claro. ¡Bueno personitas, este es nuestro alumno nuevo, Jacob nosequé! ¡Dado qué no lleva la ropa de Gimnasia, nos hará una descripción física de sí mismo!
¿Aquí… ahora mismo?
Claro –eso me lo dijo con una cara de “¿te crees qué te vas a librar de hacer algo?”-
Bueno, yo soy…
¡Más alto! –Dijo un tío con cara de medio cerebro-
Eh vale, ¡Me llamo Jacob Moreno García, tengo 16 años, me considero normal físicamente. En mi anterior ciudad, estaba apuntado a club de Esgrima desde los 8 años y además desde hacía 6 meses en un gimnasio, así qué me contradigo con qué estaba normal físicamente –Eso lo dije con una sonrisita burlona mientras mi comentario hizo reír a algunos- Bueno, un placer conoceros y espero qué al profesor Hernández le guste mi forma física! –Le guiñé un ojo pícaramente con el objetivo de provocarlo, eso provocó la risa de toda la clase y un ceño fruncido además de una mirada de odio del susodicho.
¿Desea qué diga algo más, señor Hernández?
Suficiente –Su tono de voz era más seco qué el Sahara Occidental- Siéntese
Me senté en unas gradas incomodísimas mientras veía cómo mis compañeros hacían ejercicios y tonterías varias, el vozarrón del señor Hernández les indicó qué se fueran a asearse y yo me quedé esperando aburrido hasta qué de repente un tío rubio con los ojos más verdes qué había visto nunca se me acercó.
¡Hola! –Me dijo con una sonrisa perfecta, de esas de anuncio-
Hola.
¿Qué tal?
Bien, bien.. ¿Y tú?
Genial. Me presentó, soy Adam González Durán, tengo 16 cómo tú y seré tu compañero –Toda esa presentación, la hizo de un modo teatral y tan cómico qué me empecé a reír ¡Dios, hacía tanto qué no reía de verdad!-
¿Te ha gustado? –Me preguntó-
Me ha encantado –Le sonreí de oreja a oreja- Yo me llamo Jacob, no te hago presentación porque ya la hice antes.
Hola Jacob, te llamaré Jack para abreviar.
De acuerdo, ¿Y por qué Jack? –Le pregunté curioso-
Tienes cara de Jack, no de Jacob, cara de alguien qué se siente forastero en una tierra qué no conoce cómo los americanos en las películas del Oeste.
Vaya, ese soy yo.
Empecé a reírme, una risa loca, una risa qué salta al lagrimal, una risa verdadera y él también se río, su risa era un torrente de agua, era una risa musical, una risa contagiosa.
Cuándo dejamos de reírnos, él me miró y sonrío, no la sonrisa de anuncio de antes sino la sonrisa de un demonio y un ángel.