El amor es sueño: el chico sin nombre

Pequeña historia basada en una compilacion de sueños.

Salimos de clase y andamos hacia el aparcamiento. Como de costumbre, hablamos continuamente de todo y nada, nos interrumpimos mutuamente y nos reímos cada dos por tres de nuestras divagaciones. Marta dice que no ha dormido nada bien esa noche porque el perro de su vecino no ha dejado de ladrar. Dice que le dan ganas de matarlo. Nos reímos porque no es la primera vez, y nos metemos con ella:

¡

¡

¡Esos estudiantes de veterinaria!!!

En serio, no lo aguanto. A ese bicho había que eutanasiarlo por estupido.

Sus comentarios aumentan todavía más la hilaridad de los tres. Laura dice que ella tampoco ha dormido bien porque soñó con algo raro:

Estaba cocinando cuando de repente pienso que me gustaría ir a dar une vuelta en barca. Y de repente estoy en casa de mis padres, en el lago que hay delante, en una barca, y me doy cuenta de que me he dejado la cazuela en el fuego. Pero solo tengo una espumadera –se ríe y le falta el aire- así que no consigo avanzar lo suficientemente rápido. Me pongo a buscar mi móvil para avisar a alguien de que la cazuela esta en el fuego, pero no lo llevo en el bolso. Así que voy a la orilla y me pongo a buscar el móvil. Y luego aparece mi madre y me dice que la cazuela se ha desbordado. Yo intento explicarle que estaba en la barca

Nuestra risa nos impide hablar, andar y casi hasta respirar. Al final llegamos al aparcamiento. Marta y yo siempre aparcamos al lado el uno del otro, para poder ir juntos hasta el coche. Empiezo a decir en ese momento que yo también he tenido un sueño extraño esa noche

De repente me acuerdo de cual era el sueño exactamente. Es como un jarro de agua fría; dejo de hablar y de reírme al instante, me pongo muy tenso. Intento disimular, aunque no hace falta: Marta esta comentando un sueño raro que tuvo la semana anterior y ninguna de las dos presta atención a mi comportamiento. Enseguida me reintroduzco en la conversación, y al cabo de un rato he recuperado mi sonrisa habitual.

Seguimos hablando un buen rato. Solemos quedarnos discutiendo de cualquier cosa al lado de los coches un rato, como si no nos hubiésemos visto durante todo el día y como si no fuéramos a tener tiempo de llamarnos por la noche. Al cabo de cuatro o cinco intentos, se acaba aprobando la moción para que cada uno se vaya a su casa. Laura y Marta suben al coche de la última, ya que ambas viven en la misma dirección. Yo vivo en un pueblo a la otra punta de la ciudad, así que no podemos ir todos juntos. Acabamos por despedirnos, sacamos los coches del aparcamiento y cada uno se va por su lado.

Pese a la música de la radio, en mi cabeza hay una especie de vacío. No es que no este pensando en nada, al contrario: no dejo de darle vueltas a lo del sueño. Estoy tan concentrado en lo mío que es como si no viese el mundo a mi alrededor. Vuelvo a casa automáticamente, ya que conozco la carretera de memoria.

Al llegar me encuentro con la casa vacía, mi compañera de casa esta de viaje. Tiro la mochila en mi cama, como hago siempre cuando vuelvo a casa. Enciendo la tele del salón y me siento en el sofá, para intentar pensar en otra cosa. Fuera se hace de noche.

No tardo en darme cuenta de que no sirve para nada ver la tele, estoy en uno de esos momentos egocéntricos en los que uno no puede mas que pensar en si mismo. Pienso en mi vida. Me encanta mi vida. Tengo pocos amigos pero de calidad, me divierto en general y me gusta mucho lo que hago. Quiero a mi familia pero estoy lo suficientemente lejos como para tener una libertad casi total. Vivo justo al lado del mar en una zona preciosa y cuando me levanto y voy a la universidad el paisaje me alegra el día. Nunca hubiese podido imaginar vivir en una casa que me guste tanto como la mía. Como estoy sin compromiso, tengo libertad para hacer exactamente lo que me da la gana, y aprovecho para viajar siempre que puedo.

Me encanta mi vida, lo único que me falta es alguien a quien amar. Me doy cuenta de hasta que punto mi sueño es importante para mi. Y por eso voy a narrarlo a continuación.

Como la mayoría de los sueños, esta historia no tiene principio. Lo primero de lo que me acuerdo es de que estaba en una calle del centro de la ciudad en la que viven mis padres. Estaba con Marta, que nunca ha venido a casa de mis padres, pero así son los sueños, que asocian cosas y lugares sin relación. Estábamos buscando una tienda. No sé qué es lo que teníamos que comprar, pero corría prisa. Estaba anocheciendo y las tiendas estaban empezando a cerrar. Entramos en una tienda que solo existe en ese sueño, ya que en realidad no hay nada a esa altura de la calle. No supe qué vendían pero el ambiente era mucho más tranquilo y silencioso que el ajetreado exterior. Había una pequeña sala con un sofá que ocultaba parte de la vitrina. En medio de la sala había un mostrador de madera de pino.

Al cabo de un momento un chico salio de detrás de una cortina que ocultaba la trastienda, y habló con Marta. Al principio no se fijó en mí, pero él me cautivó desde el mismo momento en el que salió de la trastienda. En mis sueños no veo nunca muy bien la cara de la gente. Lo único de lo que me acuerdo es de que era un chico joven, aunque probablemente con algunos años mas que yo, y muy atractivo. No era especialmente guapo, pero recuerdo sus ojos verdes muy claros y su pelo rubio completamente despeinado. Era mas bajo que yo, y tenia un porte que casi podría calificar de distinguido. Su sonrisa era encantadora.

Tras hablar con el chico, Marta resopló decepcionada porque no tenían lo que buscaba y llamó por teléfono a alguien. El chico se quedó detrás del mostrador, quieto, esperando.

Aunque al principio no se había fijado en mi, acabó mirándome mientras esperaba la respuesta de Marta, que seguía hablando por teléfono.

Cuando dirigió su mirada hacia mi la primera vez, me sobresalté, el corazón empezó a latirme a 1000 y aparté un poco la vista, disimulando. Me di cuenta de que me había quedado completamente embobado observándole. Cuando volví a mirarle, él seguía observándome, y era él el que me mira fijamente. Sus ojos penetrantes buscaban los míos para sostenerme la vista. No sabía qué hacer, me ponía muy nervioso, nunca había sentido un flechazo semejante por nadie. Nos miramos mutuamente un rato, sin decir ni una sola palabra. Su cara parecía reflejar una sonrisa, pero es difícil afirmarlo. No sabía qué pensar. No sabia si me miraba como a un extraterrestre o si notaba lo que yo estaba sintiendo. Y yo era incapaz de saber si él estaba sintiendo algo.

Marta terminó su llamada. Interrumpió nuestra observación mutua y habló con el chico. No teníamos nada que comprarle. Nos fuimos a ver si nos daba tiempo a encontrar otra tienda antes de que cerrasen. Noté que el chico apenas escuchaba lo que le decía Marta. Al irnos, me giré un ultimo momento mientras se cerraba la puerta de la tienda. Nuestras miradas se cruzaron una vez mas; luego yo me fui y él desapareció tras la cortina de la trastienda.

Creo que a todo el mundo le pasa, el despertarse y desear seguir soñando con lo que se estaba soñando antes de despertarse. Raras veces funciona. Sin embargo esta vez ocurrió: en este momento del sueño me desperté un instante, lo justo para desear volver al sueño, y así lo hice.

Al volver al sueño, estábamos en otra tienda, pero esta vez yo me había quedado fuera porque estaba demasiado nervioso pensando en el chico de la tienda como para preocuparme de buscar lo que quiera que estuviésemos buscando.

Tenía la sensación de que aquel chico se había interesado por mí. Pero yo no tengo ninguna experiencia en estas cosas. Además soy demasiado cortado con la gente desconocida como para ir a la tienda y decirle nada. De hecho mi timidez explica el por qué no tengo mucha experiencia con estas cosas. Pero realmente me gustaba y quería saber mas de el.

¿

Que podía hacer?

Al cabo de un rato Marta salió de la tienda, por fin contenta. No sé muy bien como (cosas de los sueños), pero al final ella se acabó marchando. Yo había quedado un rato después delante de la tienda del chico que me había cautivado (chico que hasta entonces no tenia nombre, por cierto).

Ahí estaba yo, caminando solo por el centro de una ciudad prácticamente desierta. Tras un momento de duda decidí ir corriendo a la tienda del chico, esperando que no hubiese cerrado todavía. Al llegar me faltaba el aire, pero era el único establecimiento abierto de la calle. Estaba vacío. ¿Me estaría esperando? Hacía frío. No me atrevía a entrar en la tienda. Pero ya que estaba abierta y con lo que había corrido... decidí entrar.

Unas campanitas sonaron al chocar contra la puerta, señalando al chico sin nombre que alguien entraba. El dijo desde la trastienda que iba a cerrar y salió de nuevo de detrás de la cortina. Al verme, se paro un instante y me saludo.

Buenas noches.

Buenas noches.

Se hizo un silencio extraño pero no incomodo.

  • ¿

Querías algo?

¡Mierda! ¡No tenia ninguna razón para estar ahí! ¡Menudo plan inteligente se me había ocurrido!

Eh... –balbuceé un momento. De repente se me ocurrió algo-: es que estoy esperando a alguien y fuera hace mucho frío

Reconozco que la excusa dejaba mucho que desear. En todo caso, el chico sin nombre sonrió, y me dijo que no pasaba nada, que si quería podía sentarme en el sofá. Así lo hice, mientras el iba hasta la puerta de la tienda, la cerraba y volvía a desaparecer tras la cortina.

¿Quieres tomar algo? ¿Un café?

¿

Chocolate?

No, gracias

Al cabo de un rato volvió a aparecer, esta vez con una taza humeante entre las manos. Se apoyo en el mostrador y empezamos a hablar, de todo y nada, la verdad. ¡Que atractivo era! Llevaba unos vaqueros y una camiseta de manga larga que, sin ser ceñida, sugería la belleza de su cuerpo. Además, su forma de mirarme directamente a los ojos y su actitud general eran especialmente morbosas. Me estaba calentando solo de verle ahí de pie.

¿Donde esta la chica que estaba contigo?

Se ha ido,… pero luego he quedado aquí delante para salir con unos amigos.

Ah... pensaba que habías vuelto por mi -si hubiese estado tomando algo, me habría atragantado-. Me parecía haber entendido que te habías... fijado en mí.

De cualquier otra persona ese comentario me habría puesto completamente rojo. Pero con el me sentía tan a gusto que casi no le di importancia, y respondí.

En realidad, así es.

Si me hubieras invitado a tomar algo cuando vinisteis antes, te habría dicho que si –bueno, ahora si que no me quedaba ninguna duda de que yo le interesaba-.

Pero la gente no sabe que soy... bisexual, y estando Marta al lado... Ademas no sabía lo que pensabas tú.

Entiendo –Afirmó. Dejó la taza y se acercó. Se sentó a mi derecha, y yo me aparté un poco para dejarle hueco en el sofá. Estábamos muy cerca el uno del otro-. ¿Has estado alguna vez con otro chico? –negué con la cabeza-. ¿Te gustaría? –asentí. Con su mano izquierda empezó a hacerme cosquillas en el brazo. Consiguió erizar cada uno de mis pelos. Hablamos un buen rato sobre la timidez, las relaciones, el amor, la dificultad de explicar al mundo que se es un poco diferente.

Me olvidé de que no lo conocía, me sentía tan a gusto con él como si lo conociese de toda la vida. Su voz era harmónica y cálida. Al cabo de un momento dejó de acariciarme el brazo (había conseguido erizarme todos los pelos del cuerpo) y bajó su mano a mi entrepierna. Desabrochó el pantalón y me bajó la cremallera. Metió la mano en mis bóxer y empezó a acariciarme la verga-. Nadie te habrá hecho esto, me imagino.

No, nadie –yo le dejaba hacer lo que quisiera... se nota que era un sueño, sino hubiese estado más tenso. Me bajó los pantalones y dejó salir mi polla erecta al aire. Empezó a alternar una lenta masturbación con una lenta sobada a mis huevos. Con la otra mano me acariciaba el cuello, lo cual me producía escalofríos-

Es una pena – afirmó. Yo asentí. Se quedó un rato dándome aquel masaje, y mientras tanto manteníamos una conversación bastante erótica pero normal, dentro de lo que cabe. Al rato se agachó lentamente y me besó la punta del pene. Me miró como pidiendo permiso y empezó a metérselo en la boca lenta y delicadamente. Mi espalda era un escalofrío continuo y el placer, indescriptible. No intentó metérselo entero, sino que se quedó un buen rato saboreando la punta mientras que con sus manos acariciaba mi cuerpo. Dejamos de hablar, evidentemente. Intenté desabrochar su pantalón, pero no se dejo-. No te molestes, otra vez será –Y continuó con la mamada. Me sentía como en el cielo.

De repente oí las voces, risas y gritos de mis amigos en la calle (somos una pandilla muy ruidosa). Ya habían llegado. Yo me puse tenso, el chico sin nombre lo entendió y dejó de acariciarme. Levantó la cabeza y me miro a los ojos. En sus ojos verdes, casi turquesa, se veía lujuria, pasión.

Seguiremos en otra ocasión –sonrió malicioso. Le di un pico en la boca cuando se estaba levantando. El me correspondió con un increíble beso, corto pero intenso. Solo del morreo casi me podría haber corrido. Me vestí. El fue a la trastienda y apagó las luces. Salimos a la calle, donde nos encontramos con mis animados amigos. Les saludé discretamente. Luego me giré y propuse a mi amante que viniera conmigo. Iba a rechazar. Pero nos miramos a los ojos y aceptó con una sonrisa.

Pasamos una noche normal: nos fuimos de cena y mi chico sin nombre se sentó frente a mí. Ambos hablábamos y reíamos al son de la conversación. Era tan simpático, e inteligente como parecía. De vez en cuando nos mirábamos a los ojos, y yo sentía que me ponía rojo solo de ver su mirada. Cuando acabamos de cenar nos fuimos de copas. Reímos, hablamos, cantamos y bailamos con los demás. También reímos, hablamos, cantamos y bailamos entre nosotros dos. Me encantaba su conversación –aunque no me acuerde de ella- y para mi eso es importantísimo. De vez en cuando nos acercábamos, nos acariciábamos de forma cómplice y nos besábamos ocultos por la oscuridad. No cabía en mi sorpresa: me estaba pillando por mi chico sin nombre a una velocidad increíble.

De repente me di cuenta de algo que me derrumbó: recordé que era un sueño, que había podido salir y volver a él. Durante un momento me faltó el aire, de la revelación. Comencé a ponerme frenético, intentando imaginar como evitar la vuelta a la realidad. Intenté aprovechar toda oportunidad para decirle lo mucho que le quería aunque acabásemos de conocernos, y que quería quedarme con él el resto de mi vida. Pero no conseguí que entendiese que todo aquello era un sueño, que él mismo era un sueño. Yo me sentía como Cenicienta diez minutos antes de la medianoche y él no podía entender que aquello acabaría muy pronto.

Empecé a sentir que me despertaba e intenté agarrarme a esa noche imaginaria. No quería dejar a mi chico sin nombre atrás. Pero fue en vano. El me sonrió, se acerco a mí… y desapareció.

Al levantarme me sentía mal pero se me había olvidado el sueño. Solo al final del día he conseguido reconstituirlo. El lado positivo es que en los sueños el tiempo es muy relativo, aquella noche fue larga y disfruté de él al máximo. Sin embargo, ahora, después de haber recordado aquella magnífica noche imaginaria, me doy cuenta de que hace demasiado tiempo que no me enamoro. Y que para una vez que lo hago, lo he hecho de un chico sin nombre. Me he enamorado de un sueño.

Espero que os guste este nuevo relato. Todo comentario será bienvenido, como siempre. Y si alguien quiere contactarme directamente o hablar conmigo, podéis escribirme a mylifeonearth@live.fr

Greetings from Earth!