El amor de Pauli
Dicen que el roce hace el cariño y debe ser cierto. Pauli vivía enamorada de su hermano; fantaseaba con él y al hombre le sucedía lo mismo. Las drogas son adictivas y nocivas, el sexo entre hermanos también y ademas está mal visto; más ¿Quién está en condiciones de juzgar?
Desde que hace unos meses Juan se emancipó apenas pasaba por casa aunque llamaba al menos tres veces en semana para hablar con su madre; hacia unos días que le pidió casi por favor que viniera a comer ese domingo para celebrar el dieciocho cumpleaños de su hermanita Pauli; aceptó a pesar de que no le gustan ese tipo de celebraciones aunque por esa criatura era capaz de cualquier sacrificio.
Llegó el domingo y se juntó toda la familia, los papás, los tíos primos y cuando ya era casi la hora de comenzar apareció Juan que lo primero que hizo después de abrazar a la madre y saludar los demás fue rezongar por haber olvidado su regalo en casa y le dijo a la muchacha. — No me preguntes de que se trata porque tenía que ser una sorpresa y lo será de todos modos, mañana lo traeré y se lo dejaré a mamá.
Pauli estaba más eufórica que costumbre y después de apagar las velas y comer el pastel comenzaron a desfilar, cuando Juan se despidió de los mayores y ya marchaba Pauli le preguntó si podía acercarla a la discoteca donde había quedado con sus amigas; Juan accedió encantado y marcharon juntos; en el coche ella preguntó. — ¿Si pasamos por tu casa me darás el regalo? No quiero esperar a mañana para verlo.
Juan accedió sin sospechar el rumbo que tomarían sus vidas por algo tan simple. Llegaron al piso de Juan y Pauli se sentó en un sofá esperando que su hermano le mostrara el regalo y pensando.
• Como me gustaría encontrar a un hombre como este, alguien que además de guapo sea tan cariñoso, aunque no sé porque se independizó precisamente ahora que es cuando más me apetece tenerlo cerca.
La voz de Juan la sacó de sus ensoñaciones.
— Había elegido otro regalo porque te vas haciendo mayor y ya eres toda una mujer pero después pensé que quizás mamá lo encontraría exagerado y te compre esto que estoy seguro os gustará a las dos.
Le mostró un estuche con un conjunto espectacular compuesto por pulsera pendientes y collar de perlas; la muchacha se puso en pie y se colocó la pulsera, después se cambió los pendientes y se dio la vuelta para que Juan le abrochara el collar.
Además de la gargantilla que rodeaba su esbelto cuello, un adorno con forma de lagrima que se podía regular en largada caía entre sus pechos, de desabotonó la blusa y se desprendió del sujetador colocando esa lagrima un poco más arriba de los pezones en medio de su joven valle, se cerró la blusa lo justo para mostrar con orgullo tan bella imagen y girándose hacia Juan preguntó. — ¿Qué te parece, me favorece puesto así?
— ¡Estas muy guapa! Te queda genial, pero procura cortarte un poco cuando lo luzcas en casa, ya sabes que los papás son muy tradicionales.
La muchacha se giraba a derecha e izquierda adoptando diferentes posturas y con cada una se veía mejor que en la anterior, por fin se encaró a su hermano que la miraba embelesado y saltó abrazándose a su cuello para agradecerle el regalo.
El notaba los pezones duros como piedras tratando de atravesarle la piel y el calor que ese joven cuerpo desprendía, enterró la nariz en su cabello aspirando la fragancia mientras ella rodeó su cuerpo con las piernas notando la tremenda erección que le había generado; sus labios se encontraron y ese beso que comenzó como una brisa, pronto se convirtió en un vendaval para llegar a ser un formidable huracán del que ninguno de los dos quería ni podía huir.
La respiración de ambos agitada y las manos de él apoyadas en las nalgas de la muchacha que cada vez apretaba más y más ese abrazo como si de ese modo pudiera evitar que terminara ese beso que era la promesa de algo más; aquellas fantasías que acudían a su mente cada vez con más frecuencia mostraban un momento semejante y ahora se estaba produciendo; cuando ya le dolían los labios Pauli se apartó un poco y miró a Juan a los ojos que estaban húmedos y contentos al tiempo, con su dulce voz preguntó.
— ¿Qué te pasa, no estas contento?
El hombre la dejó resbalar por su cuerpo para que se apoyara en el suelo pero ella no se apartó y el replicó con tristeza en la voz.
— ¡Contento sí! Satisfecho con mi comportamiento no; marche de casa precisamente para evitar esto, eres esa niña que tomaba de la mano para cruzar la calle cuando tenías cuatro años, a la que enseñé a nadar en el mar cuando tenías seis, a los doce te ayudaba a patinar y te corregía los trabajos de inglés y esos ocho años de edad que nos separan nos unían mucho hasta que comencé a verte más como mujer que como hermana.
— En varias ocasiones he fantaseado contigo y una noche estuve tentado de ir a tu habitación pero en lugar de hacerlo me quede despierto hasta el alba y decidí emanciparme y apartarme de tu vida todo lo que pudiera, no quería que esto sucediera y pienso que debemos pararlo aquí y ahora.
La muchacha lo escuchaba atentamente y abrazándolo con vigor nuevamente replicó con una energía que no conocía.
— ¿Acaso crees que eres el único que ha sufrido por las fantasías? Cuando marchaste de casa me rompiste el corazón; tenerte cerca, verte al menos era suficiente para poder seguir soñando que un día pasaría esto que es tan maravilloso y que no quiero que se acabe, no ahora que sé porque te apartaste.
Sin esperar respuesta, acercó los labios a su ya amante que la llevó en brazos hasta el sofá, ese mudo testigo de tanta y tantas noches en que él se pasaba las horas contemplando las fotos de esa, antes chiquilla, que ya era toda una mujer; Pauli quiso tranquilizarlo y para ello tomo la iniciativa, le desabrocho la bragueta y apareció la verga ufana que acarició torpemente pero de forma suficiente para que Juan se comportara como la situación exigía, apartó la blusa de la muchacha y comenzó a besarle el cuello y después bajó hasta los pechos que fue cubriendo de besos hasta llegar a los pezones.
Las manos de uno y otra no paraban quietas y pronto el tiraba de la falda de ella que terminó en el suelo, Pauli solo vestía un diminuto tanga que aparecía mojado y es que la excitación de ambos era enorme, ella desabrochó el cinturón y abrió el pantalón para tener más libertad al acariciar esa verga que había visto alguna vez pero que tantas otras había imaginado entrando en su cuerpo, cuando en realidad era alguno de sus dedos el que la acariciaba.
Cuando él siguió su camino besándole el vientre y llegando a la vulva ella no supo lo que se avecinaba pero sabía que nada malo podía pasar; al comenzar a hacerle sexo oral enterró sus dedos en el ensortijado cabello y se arqueó como si de ese modo él pudiera llegar mejor a su objetivo; poco después estalló el que fue el primer orgasmo real de su vida, siempre que se masturbaba lo pasaba bien pero siempre paraba cuando comenzaba a notar los primeros calambres pensando que eso era todo; ese sátiro la llevó al paraíso y la mantuvo ahí hasta que una serie de espasmos recorrieron su cuerpo y tuvo que encoger las piernas quedando como un ovillo sobre el sofá y acurrucada en el cuerpo de Juan que la abrazó amorosamente; y cuando se espabiló un poco y para evitar de momento hablar de lo sucedido le preguntó.
— ¿Cuál era ese otro regalo? Aunque pienses que mamá lo encontraría exagerado déjamelo ver, me gustaría saber de qué se trata; estoy intrigada y dejarme así no está bien.
Juan estalló en una risotada y se levantó, se despojó del pantalón que le molestaba para caminar y eso le dio una buena sensación a Pauli; no había terminado la fiesta y eso la alegraba. Apareció Juan con una caja y se la entregó diciendo.
— ¡Pruébatelo! Quiero ver cómo te queda.
Se apartó y al abrir la caja vio que se trataba de lencería negra muy sexy, entró en la habitación contigua y se la puso; un sujetador de cuarto de copa, un tanga de tul transparente y una negligé también transparente que llegaba un poco por debajo de la cintura. Al salir para que Juan la admirara este la jaleó y ella se sintió la mujer más afortunada del universo; tenía al hombre con el que siempre había soñado a su lado y él mostraba también un gran interés por ella.
Dio unos cuantos paseos por la habitación contoneándose; sabiéndose observada y apreciada se acercó a Juan, se sentó en su regazo y rozándole la oreja con los labios musitó.
— ¡Hazme el amor!
Él la miró y sin responder comenzó a besarla pero no en la forma en que habían comenzado antes, más bien en el punto en que lo habían dejado, ella se estregó dejándose llevar como una hoja en un torrente y poco después notaba la verga contra su sexo.
No pensó más que en complacer y disfrutar de tan bello momento; se había masturbado en varias ocasiones en casa de su amiga del alma con el consolador de la mamá de ella y por tanto ya no era virgen, no al menos en el aspecto biológico aunque nunca antes había tenido sexo con un hombre. Notar como esa barra de hierro entraba en sus carnes fue una sensación extraña pero no trató de comprender, solo vivir el momento y captar todas las sensaciones.
Las acometidas eran violentas y poco después comenzó a boquear como un pez fuera del agua, jadeaba con cada nuevo caderazo y sentía como llegaba al cérvix produciéndole una punzada de dolor que fue cambiando hasta convertirse en esa sensación placentera que esperaba con ansia; los ojos se nublaron mientras estaba inmersa en una serie de espasmos cada vez más fuertes que culminaron en un abandono parcial de la realidad; quedó inmóvil unos instantes y tuvo la sensación de verse desde fuera como si se observara a sí misma.
Fueron apenas unos segundos pero suficientes para que retornara a la actividad de una forma mucho más activa y Juan continuó como si nada hubiera pasado pero había pasado; la muchacha estaba en el umbral del siguiente orgasmo que fue tanto o más intenso que el anterior y a ese le siguió otro y otro más que la dejaron exhausta pero deseosa de que no terminara ese carrusel de sensaciones.
Juan no podía aguantar más y cuando trató de apartarse para correrse sobre el cuerpo de ella, lo atenazó con las piernas para evitar que saliera y siguiera dándole placer, las sucesivas descargas inundaron las entrañas de esa “mujer” que había logrado mucho más de lo que habría imaginado nunca; en poco más de dos horas había pasado de ser técnicamente virgen a reconocerse como multiorgásmica.
Sin darle descanso, se encaramó en Juan jugando con sus pezones hasta que logró otra mediana erección y se dedicó a cabalgarlo como una valquiria hasta lograr que se vertiera por segunda vez en ella que acompañaba sus acometidas con profundos jadeos. El no daba crédito a lo que veía; esa delicada criatura al comportarse de ese modo le rompía todos los esquemas y decidió seguir siendo quien tirara del carro en lo que sería una tórrida relación.
Descansaron un poco entre besos y caricias y al fin Juan decidió que era momento de volver a la normalidad; fueron al baño juntos y ayudó a Pauli a darse una ducha sin que se le mojara el cabello, al salir ella recogió con cuidado la lencería que con delicadeza él le había sacado para evitar mancharla o que se rompiera y la dejó sobre la mesilla encargándole a Juan.
— ¡Guárdalo para cuando te visite!
No fue necesario hablar nada más y cuando ambos estuvieron vestidos, la tomo de la mano y la acompañó con el coche hasta la discoteca donde se encontró con algunas de sus amigas.
Esa noche los dos tenían el mismo pensamiento; estaban deseando encontrarse otra vez y esa idea les impidió dormir normalmente, ella acudió al instituto llegando más temprano de lo normal y cuando juan recibió un WhatsApp preguntándole cuando se verían cualquier duda se disipó y le respondió de inmediato.
— Te espero en mi piso a partir de las cinco de la tarde, di en casa que iras a la de una amiga a estudiar y que te llevaré de vuelta ya que está muy cerca de donde vivo yo.
Poco después de las cuatro y media Pauli estaba enfrente de su portería y al verlo llegar se le alegro el semblante; en el ascensor ella preguntó si le enseñaría más cosas, estaba ansiosa por aprender y satisfacerlo en todo lo que se le ocurriera, la miró y afirmó con una mirada indescriptible pero para nada amable como ella esperaba, entraron en la vivienda y sin darle tiempo a nada se abatió sobre ella sorbiendo su lengua como si quisiera arrancarla.
La desnudó sin ninguna clase de romanticismo y la llevó poco más que a rastras a la habitación donde comenzó a hacerle sexo oral arrancándole una mezcla de suspiros y jadeos llevándola con prontitud al que fue el primer orgasmo de la tarde, sin apartar su lengua del recién rasurado sexo, llevó una mano para acariciarle el clítoris y pasar entonces a lamer el perineo; generando sensaciones que desconocía y que resultaron de lo más excitantes.
Los espasmos no cesaban y ella sacudía la cabeza a un lado y otro tratando de evitar perder el sentido como le pasó el día anterior, pero no era es el objetivo de Juan que comenzó a penetrarle la vagina con un dedo primero y dos después; lo que ella no imaginaba fue lo que siguió y es que juan comenzó a acariciarle la entrada del culo con esos dedos mojados mientras continuó lamiendo el perineo y apenas podía prestar atención a lo que hacía con los dedos; cuando notó ambos dedos dentro supo cuál sería el próximo paso de Juan.
En medio de la enésima replica o quizás de un nuevo orgasmo Juan la volteó acomodándose entre sus piernas; tiró de sus caderas y apuntó el grueso capullo donde antes solo habían estado sus dedos, empujó suavemente hasta que sonó un ¡blof!; Había superado el anillo anal y entonces comenzó un metisaca en que cada vez entraba un poco más; al llegar al fondo de quedó ahí hasta que fue ella la que comenzó a culear y como sospechaba la sensación de sentirse completamente llena era genial, además, oír a Juan hablar entre dientes la espoleó a seguir disfrutando el momento.
Era evidente que la estrechez de la joven hizo estragos en el aguante del hombre que comenzó a soltar cortas descargas coincidiendo con sus llegadas al fondo, ella notaba como sus entrañas se inundaban con el cálido semen y una amplia sonrisa iluminó su rostro, siguieron hasta que Juan no pudo aguantar más y se derrumbaron sobre la cama sin haber salido de ella y hasta que la erección no desapareció totalmente no se movieron y ella musitó un.
— ¡Gracias!
Cargado de emoción y sinceridad que a él le llegó al alma.
Se acercaba la hora en que debían despedirse y fueron al baño donde Juan como el día anterior le sujetó el cabello para que no se lo mojara y cuando ya se había secado ella se sentó en una banqueta y tirando de él comenzó a hacerle torpemente una mamada que si bien no era la panacea fue suficiente para lograr que él se viniera entre sus labios, de forma más abundante de lo que imaginaba después de lo que había soltado apenas quince minutos antes, ese fue el colofón para una tarde perfecta y de alguna forma el guión para futuros encuentros.
— ¿Cuándo nos veremos otra vez?
Es lo que Pauli preguntó cuándo ya estaban llegando a casa y muy serio Juan le respondió.
— ¡Cada vez que tú puedas! Toma esta llave y cuando llegues entra y espérame, pero hay una condición, tienes que prometerme que te aplicaras en los estudios para demostrarme que eres capaz de cumplir con tus responsabilidades porque todo no se reduce al momento; seguro que también piensas en el futuro y eso implica formación.
La muchacha tomo la llave y apoyó la cabeza en el hombro de su amado prometiéndole que no lo defraudaría.
Ese fue el primero de muchos días en que se encontraron en ese piso, la siguiente vez fue el jueves de esa misma semana con igual excusa para contar en casa y en esta ocasión en cuanto entro en el piso Juan la atrajo hacia si besándola con desespero, no fueron necesarias instrucciones adicionales y sus relaciones fluyeron de forma espontánea; él jugaba con una pluma sobre el cuerpo de ella o ella dibujaba curiosas formas con su lengua sobre el de él pero cualquier cosa estaba destinada a proporcionar y recibir placer.
Aunque en ningún momento lo comentaron, ambos deseaban que sucediera y tres meses después una soleada mañana de domingo llegó ella con la noticia; estaba embarazada de poco más de un mes y cuando se lo dijo él le respondió.
— ¡Por fin! ¿Cuándo piensas decirlo en casa? Porque supongo que no lo saben aún.
Con una sonrisa le respondió.
— Esperaré lo máximo que pueda porque no quiero que me obliguen a abortar, cuando no tengan esa opción y lo descubran te aseguro que no les diré que eres el padre pero has de asegurarme que lo quieres tanto como yo.
Un abrazo fue la mejor de las respuestas y ese domingo en que se suponía que comía en casa de su mejor amiga apenas salieron de la cama, ella deseaba estar en contacto con Juan y este la satisfizo haciendo cuanto la intuición le dictó, a media tarde tomaron un bocado y después se dieron la preceptiva ducha antes de acompañarla de regreso a casa.
Pasaron tres meses de ensueño y Pauli brillaba con luz propia en todo cuanto hacía, en los estudios no podía ir mejor y algunas tardes iba al piso a estudiar y cuando llegaba Juan y la veía enfrascada con algún trabajo, se sentaba en una butaca admirándola y esperaba en silencio a que ella se acercara y en ese momento se desataba el torbellino que llevan dentro; en otras ocasiones era él quien le recordaba la hora y marchaban con apenas unos besos urgentes en el ascensor pero eran felices.
Un sábado, la madre llamó a Juan para que fuera a casa a la hora de la cena y por el tono supo que lo habían descubierto; llegó temprano porque no quería alargar la agonía que imaginaba todos estarían soportando; Pauli tenía los ojos enrojecidos igual que la madre, y el padre con semblante severo estalló al verlo llegar.
— ¡Fíjate en tu hermanita! Apenas hace seis meses que cumplió los 18; una barriga y no quiere decirnos quien es el padre. ¿Qué te parece?
Tratando de que no se notara la alegría contestó.
— ¡Si ella no quiere decirlo habrá que respetarlo! Puede que le sea imposible por alguna razón.
El padre no pudo asimilar tal situación y exclamó.
— ¡Vete, márchate de aquí! No quiero que sigas bajo mi techo, las dos mujeres se abrazaron y todos quedamos en silencio, poco después Pauli marchó con su madre a preparar una maleta con lo imprescindible mientras Juan habló con su padre.
— ¡De momento se vendrá a mi casa! Si más adelante decide contar quien es el padre ella misma os lo hará saber, pero no pienso abandonarla ahora que es cuando más nos necesita.
El padre sin perder su gesto contestó con solemnidad.
— Cuida de ella pero comprende que no puede seguir en esta casa.
Marcharon en silencio y al llegar al piso se abrazaron y Pauli preguntó.
— ¿Cuándo esté gorda y fea también me querrás como ahora? Después de besarla respondió.
— ¡Más, mucho más de lo que puedas imaginar, porque no estarás nunca fea, solo dando vida a nuestro hijo!
Después de eso hicieron el amor como si fuera la primera vez; ese lunes fueron a comprar muebles para una habitación y el jueves recibieron la visita de la mamá de ambos que llevó otra maleta con algunas de las cosas que habían quedado en la casa y al ver como se había instalado supo que estaría bien allí.
Poco después llegaron los exámenes que Pauli superó con nota a pesar de que los compañeros la miraban con cierta insolencia al mostrar orgullosa su estado pero incluso los profesores la felicitaron por cómo se había superado en los últimos meses; la mamá los visitaba con regularidad y Juan dejó de ir por casa; no quería que su padre le interrogara respecto a la paternidad de la criatura que después de la revisión del cuarto mes supieron que se trataba de mellizos y además niña y niño.
Pauli se puso de parto mientras hacían el amor acoplados en posición de cuchara y en medio de un tremendo orgasmo rompió aguas; Juan esperó a que se serenara y después la ayudó a bañarse y vestirse; de camino al hospital en un taxi llamó a la madre y se encontraron allí poco después; los niños fueron formales y en poco más de una hora estaban en el mundo sin problemas, una preciosa niña con el cabello castaño y enormes ojos negros, el niño rubio con los ojos azules y más largo que la hermana.
El día antes de salir del hospital la orgullosa abuela mientras veía como cambiaban a los niños se echó las manos a la cara y comenzó a sollozar ruidosamente; Pauli que en ese momento estaba sola le preguntó que le pasaba y cuando pudo contener las lágrimas la madre explicó.
— ¡Esa marca! Esa marca que tiene el niño en la pierna es igual que la que tiene Juan y has de evitar que tu padre la vea; es idéntica a la de mi hermano Jonás y si llega a verla no podremos persuadirlo de que es un capricho de la naturaleza; me costó mucho convencerlo cuando apareció en tu hermano y que dejara de pensar que hice cosas con el mío.
Sorprendida Pauli preguntó.
— ¿Entonces tu estuviste con el tío Jonás mucho tiempo?
La madre le respondió con un brillo especial en los ojos.
— ¡Estuvimos y estamos! Cuando tu padre se convenció de que eran figuraciones suyas y comenzó a avergonzarse de haberlo pensado siquiera tuve mucha más libertad para poder pasar tiempo con él y entiendo lo que os ha pasado porque también yo lo viví de la misma forma.
Ese día, Pauli comprendió que las cosas no son nunca como parecen; su padre era un cornudo, su madre una mujer infiel y ellos que sentían una especie de culpa de la que nunca hablaban resultaron ser los menos malos de esa película; ni que decir tiene que a sus hijos no les impondrían ningún tipo de cortapisas especial y si con el roce decidían ser algo más que hermanos. ¿Quiénes eran ellos para interponerse?
© PobreCain
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