El amor, casi un trabajo 9 (Capitulo en 2 partes)

Lo que descubre Valeria y lo que oculta Victoria

1º PARTE: El descubrimiento de Valeria

Todo comenzó a revelarse para mí con una claridad absoluta. El halo de misterio que cubría el comportamiento de Victoria se desvaneció y descubrí el secreto que la mantenía alejada de mí. A medida que avanzaban mis pensamientos fui dándome cuenta que todo este tiempo me dejé dominar y sólo vi lo que ella quería que viera. No era tan difícil explicar su conducta, los límites que ponía, sus evasiones.

Cómo pude creer que una mujer como ella podía estar sola? Comparándome con aquella mujer que la acompañaba me sentía insignificante. Se notaba apenas observarla que era bonita, elegante, el tipo de persona que complementaba perfectamente con Victoria. No cabían dudas que de tener que elegir, nunca se quedaría conmigo.

Después de abandonarme a una serie de pensamientos que me convertían en una desgraciada, comencé a meditar en todas las cosas que Victoria había dicho. Sus mentiras me hundían en una profunda decepción. Parecía imposible de creer que ella fuera capaz de sostener todo este engaño sin demostrar el menor remordimiento.

Decidí prepararme un té y me senté en el balcón queriendo desvanecer esta espantosa sensación de vacío. Un conjunto caótico de sentimientos me atravesaba el cuerpo. Me sentía enojada, triste, defraudada, frustrada, enamorada sin remedio y quise volver el tiempo atrás y jamás haber conocido a Victoria y menos al amor.

Era de noche cuando el timbre me sacó de mis pensamientos. Se me antojó que no era momento de recibir visitas, pero luego supuse que quién fuera tal vez me había visto en mi balcón desde la calle y difícilmente desistiría de continuar tocando el timbre.

  • Quién es? –pregunté por el auricular del portero eléctrico.
  • Yo, me abrís? – dijo la voz de Victoria.

Accioné el comando para dejarla pasar. El tiempo que demoró en subir me alcanzó para recomponerme un poco, decidí que no la confrontaría, quería verla actuar por última vez para así desengañarme por completo. Luego encontraría la manera de hacerle saber que la había descubierto, que ya no era necesario que se tomara la molestia de seguir fingiendo.

Entró cargando una enorme lámpara de pie. Llevaba tiempo sugiriendo que el rincón que tenía vació en el living necesitaba una bonita lámpara.

  • Mirá lo que compré! Te gusta? A mí me encantó apenas la vi! – dijo entusiasmada – combina perfectamente con los muebles!

Asentí, me quedé examinándola a distancia, observando a Victoria, que ajena a todo lo que me estaba pasando buscaba acomodarla. Tenía buen gusto y seguramente le había costado una fortuna. Se la veía feliz, satisfecha de dejar otra marca suya en mi mundo. Conforme con su doble vida, segura preservando su engaño, escondiendo su verdad, manteniendo mi mentira.

Cuando estuvo segura que aquella era la posición que más le gustaba, pasó a mi lado en dirección a la cocina. Antes me obsequió un beso en los labios. ¿Cómo estas bombón?, dijo sin detener su marcha. Mientras buscaba un vaso en la alacena, me dijo sirviéndose agua:

  • Estoy muerta de hambre! Vamos a cenar afuera? – me prepuso
  • En realidad no tengo muchas ganas,… tendría que cambiarme,….arreglarme un poco…, me da un poco de pereza… -dije buscando una excusa que no delatará mi ánimo verdadero.

Se acercó para rodearme con sus brazos y acomodando un mechón de mi cabello dijo:

  • No te cambies, estas hermosa así

No podía quitarme la imagen de Victoria con otra mujer y estar en sus brazos me hizo sentir sofocada. Reconsideré de inmediato mí primera decisión y accedí. La verdad, necesitaba salir de allí y tomar un poco de aire.

Fuimos a un restaurante de comida italiana. Estaba haciendo un esfuerzo enorme para no evidenciar mi malestar, intenté comer pero apenas pude probar bocado.

  • Te sentís bien? – me preguntó con gesto de preocupación
  • Me duele un poco la cabeza, pero nada de qué preocuparse – respondí
  • No tendrás fiebre no? Tenes los ojitos un poco vidriosos – dijo mientras con su mano palpaba mi frente
  • No creo, es solo cansancio… - expliqué
  • Vamos a casa, te metes en la cama, te preparo un té y te hago unos mimos te parece? – dijo mientras besaba mi mano.
  • Si, mejor vamos

Cómo podía ser tan dulce? Era tan difícil creerle! Creer en sus gestos, sus palabras… no quería enojarme y acabar diciendo lo que no quería. Dejar avanzar mi ira contra ella no serviría de mucho. Eso sólo conseguiría disponer un terreno donde Victoria se conducía muy bien. Conocía perfectamente su habilidad para manejar situaciones de este tipo. Ella se movía como un pez en el agua cuando el otro perdía el control. Tenía que estar entera y muy centrada en mi eje para decir lo que realmente debía.

Cuando estuvimos en casa fui por una ducha y me metí en la cama. Victoria apareció con el prometido té y recostándose sobre mis piernas, encendió el televisor. Masajeaba mis pies mientras hacía comentarios de lo que estábamos viendo. Cuando sintió que acababa mi té se apuro a ayudarme con la taza. La ubicó con cuidado sobre la mesa de noche y volvió a preguntarme como me sentía.

  • Un poco mejor… - dije intentando acomodar mis almohadas
  • Voltéate! – intervino ella y retirando las almohadas continuó – unos masajes te van a sentar bien

Quitó las sabanas sobre mi cuerpo y se deshizo de mi camiseta de dormir. Quedé solo con las bragas puestas. Se ubicó con delicadeza sobre mí y comenzó a masajear mis hombros con suavidad. Continuó por mi cuello, por mis brazos hasta llegar a las puntas de mis dedos, recorrió una a una mis vertebras. Desplazó sus manos a los lados de mi cuerpo, rozando apenas lo que se dejaba ver de mis senos desnudos. Cerré los ojos y no pude no disfrutar lo que me hacía. Llegó a mi cintura y la sentí incorporarse con delicadeza y ubicarse a un costado de mí sin dejar de presionar con deliciosa fuerza cada uno de mis músculos. De a poco la tensión y la rigidez iban desapareciendo y una maravillosa sensación de relajación fue apoderándose de mí.

Dejé que me quitara las bragas y entonces continuó sus masajes por mis glúteos, avanzó por mis muslos, mis pantorrillas, llegando a mis pies. Inició el camino inverso y comenzó a subir por mis piernas repitiendo la misma operación. Esta vez puso especial atención a mis muslos, una sensación de apacible bienestar me hizo separarlos para que alcanzara la cara interna. Sus dedos rozaron casi sin intención mis labios vaginales haciéndome escapar un suspiro.

Sin pausa llegó nuevamente a mi cuello. Mis ojos permanecían cerrados y mi respiración apenas perceptible. Entonces abandonó los masajes para llenarme de caricias hasta que me supuso dormida. Evitando hacer ruido fue incorporándose lentamente. Se inclinó para acomodar con cuidado mi cabello y me beso con suavidad mi hombro desnudo.

La escuché entrar al baño sigilosamente y después de ducharse sentí como su cuerpo desnudo se acostaba a mi lado. Volvió a deslizar las puntas de sus dedos por mi piel. En mi mente comenzó a desatarse una guerra. Ella era tan hermosa, tan tierna, tan cariñosa que resultaba difícil creer que estuviera fingiendo. También era difícil soportar la idea que aquello que hacia ahora conmigo quizá lo habría hecho unas horas atrás con otra mujer.

Sin poder contenerme mi mano comenzó a acariciar su cuerpo también. Entonces ella se aproximó más a mí pasando su pierna flexionada sobre las mías. Me puse de lado para buscar su boca. Comenzamos a besarnos y la idea que su boca había estado en otra boca me desesperó y quise borrar todos esos besos ajenos. La aferré con fuerza contra mí, quería que el fuego de mis senos abrazara los suyos. Y comencé a hacerle el amor con la intención de dejar en claro que ella era mía, mía y de nadie más.

Avancé por su vagina mojada y la penetré con violencia. Ella lanzó un suspiro de placer. Sus dedos resbalaban por mi flujo y entonces le dije colmada de excitación:

  • Penétrame por favor!

Sus dedos entraron en mí. Y sentirme dentro de ella y sentirla dentro mío parecía no alcanzar para borrar la imagen de aquella mujer sujetándole el mentón y diciéndole cosas que solo yo debería decirle. Y mientras me agitaba sobre ella buscando alcanzar el orgasmo la idea de su cuerpo desnudo enredándose al cuerpo de una extraña me atormentó.

El climax llegó fulminante y devastador. Sentía que había perdido todo, que nada quedaba ya por hacer y las lágrimas brotaron de mis ojos involuntariamente. Victoria me miró con su cara llena de preocupación y mientras procuraba secar mis lágrimas preguntó:

  • Qué pasa mi amor?
  • Nada, nada… estoy bien – respondí apurándome a secar mi cara e intentando volver a armarme de fuerzas
  • Pero estas llorando… algo te pasa…- insistió
  • Nada, no te preocupes, estoy sensible nada más, estos días lloro por cualquier cosa! No me hagas caso! Debe ser hormonal, estoy por menstruar… - dije quitándole seriedad al tema
  • Segura? No me mentís, no? No pasa nada? – volvió a preguntar
  • Si, si, quedate tranquila! Es la típica sensiblería premenstrual! – dije mientras me incorporaba un poco sobre las almohadas y forzaba una sonrisa
  • Menos mal! Por un momento pensé, sé que no soy guau en la cama, pero tampoco es para llorar! – dijo bromeando

Era increíble! Allí estaba ella otra vez haciéndome sonreír, cuando un segundo atrás me había llenado de tristeza.

  • Me asustaste un poco – agregó ahora con gesto serio – no soporto verte llorar y no poder hacer nada

Aparentaba tanta sinceridad en sus palabras! No conseguía entenderla, cómo hacia ella para dividirse en dos y no darse cuenta que lo que estaba haciendo era lo que me estaba matando. Para no darse cuenta que lo que hacía era doloroso e imposible de soportar.

El domingo por la mañana desayunamos juntas, hablamos de algunos temas de la empresa y sin más me avisó que se iba y que el lunes llegaría más tarde a la oficina porque tenía que llevar a su hermano al aeropuerto. No me atreví a preguntarle porque se iba tan temprano, prefería el silencio a sus mentiras, supuse que tal vez pasaría la tarde con "la otra". Me pregunté qué pensaría "la otra" en este momento, qué excusa le habría dado Victoria para poder pasar la noche conmigo?

Cuando se fue me sobrevino la rabia. Arrojé el primer objeto que encontré contra la pared y me quedé llorando hecha un ovillo sobre el sillón hasta que me llamó por teléfono Luciana para peguntarme como estaba. Hablamos un buen rato, se ofreció a venir a casa, pero me negué, prefería quedarme sola.

Pasé una semana consumida por la paranoia. Cada cosa que hacía Victoria tenía para mí una segunda intención, ocultaba algo. Buscaba en su ropa algún rastro, algún cabello quizá, algún ticket que me revelará dónde había estado, olía su piel esperando encontrar otro perfume que no sea el que ella usaba. Comencé a mostrarme evasiva y hasta cínica a veces.

Aquel día habíamos ido a casa después del trabajo.

  • Mañana podríamos ir a comprar unos estantes para los cd’s, tenemos discos tirados por todas partes – sugirió
  • La mayoría son tuyos, no sé de qué me servirían uno estantes que no voy a poder llenar – comenté con ironía
  • Estás insinuando que me los tendría que llevar? – me inquirió
  • Estoy diciendo que no sé por cuánto tiempo van a estar esos discos acá – le respondí secamente
  • Se puede saber qué te pasa? – me preguntó levantando una ceja como solía hacerlo cada vez que se ponía seria
  • A mí? Nada… qué me va a pasar? – conteste irreverente
  • Valeria yo puedo tener muchos defectos pero no soy tonta! Sé perfectamente que te pasa algo y no sé si tiene que ver conmigo directamente, pero hace días que siento que no haces más que atacarme y me gustaría saber por qué – replicó con gravedad
  • No me pasa nada Victoria, dejémoslo ahí, no tengo ganas de hablar! Hace de cuenta que no dije nada! Vamos a comprar esos benditos estantes! – le respondí con fastidio
  • Esto es el colmo! Se supone que yo soy la hermética, la que nuca dice nada, y ahora que quiero que hablemos vos no queres! Lo que tengas que decir, decilo! No vamos a hacer de cuenta que no pasó nada! – me reclamó
  • Ok! Queres que hable? Voy a hablar! Aunque creo que la que debería empezar a hablar sos vos! Al parecer la que tiene algo para contar sos vos y no yo! – respondí indignada
  • No entiendo de qué estás hablando Valeria! Qué es lo que tengo para contar? No sé de qué hablas? – me preguntó alterada
  • Hablo de que te vi Victoria. Ya no hace falta que sigas mintiendo- contesté apenada
  • Sigo sin entender! Qué viste? Por qué decís que miento? Esto es de locos! – volvió a interrogarme
  • Te vi en el regatas, estabas con no sé cómo se llama, estabas con ella, en el velero…..-le solté de una vez
  • Cuándo me viste? – pregunto sorprendida
  • Qué importa cuándo te vi? Ese día fui a acompañar a Luciana al regatas y te vi con ella

Se me quedó mirando como si no pudiera creer lo que le estaba diciendo. Se pasó la mano por la cabeza lanzando un suspiro evidenciando malestar.

  • Y qué es lo que viste? – me preguntó desafiante
  • Suficiente como para darme cuenta que soy una idiota! – le respondí indignada
  • Así que "suficiente", aha! Mirá qué bien! Lo que viste bastó para hacer de mí una mentirosa y de vos una idiota! Qué imagen más reveladora! Estoy impresionada! – comentó con cinismo
  • Dejá de subestimarme! Acaso no te alcanza con destrozarme?! Yo te creí Victoria! Creí todo lo que me dijiste! Y sabes qué? No hacía falta que mintieras. Si lo que querías era acostarte conmigo, podrías habérmelo dicho directamente! Porque yo estoy tan estúpidamente enamorada que me hubiera acostado con vos con tal de tener algo tuyo!
  • Estas siendo muy injusta… - dijo con tristeza
  • Yo soy la injusta?! Claro! Porque la gran Victoria es el mar de la justicia! Un poco para cada una y estamos todas felices! Es así? O cómo es? Cómo lo explicas vos?
  • Yo no tengo nada qué explicar porque lo que viste fue nada. No hay nada de lo que me puedas acusar. Tal vez podría explicar algo de lo que viste, pero para mí no tiene ningún sentido hacerlo, porque ya no confías en mí. Y si hay algo que aprendí en mi vida es que cuando uno pierde la confianza, uno mismo debe recuperarla, no hay nadie que te pueda ayudar con eso.
  • Siempre es igual contigo! Lo importante es mantenerte a salvo! Siempre mirando desde arriba observando cómo se las arreglan abajo! Podes irte tranquila Victoria, ya me sacaste todo lo que tenía para darte. No hace falta que vuelvas.

No volvió a hablar. En silencio buscó sus llaves y su cartera. Me dio la espalda y sin volver la vista atrás atravesó la puerta. Comencé a llorar, por Dios! Cuánto dolía todo esto!

Regresar al trabajo fue una pesadilla. Dividir las aguas era terriblemente difícil. Victoria por su parte procuro que se me reasignara un despacho independiente al suyo, consiguiendo con eso descomprimir un poco la tensión que nos generaba tener que estar juntas.

Desde aquella vez todo había cambiado profundamente. Victoria había perdido su buen humor y se limitaba a dar directivas y supervisar todo. De pronto fue como si la distancia que había tomado conmigo hubiese abarcado al resto de mis compañeros también. Ellos comentaban por lo bajo lo notorio del cambio.

En cuanto a mí, las reuniones de directorio dónde yo debía presentar algún proyecto o rendir algún balance, eran como batallas a las que asistía cada vez mejor armada. Victoria era impiadosa, sus intervenciones eran lanzas que buscaban dar en el blanco y yo aprendía día a día a esquivarlas con mayor habilidad.

Pasó un año y todo parecía ya muy lejano. Con Victoria jamás volvimos hablar de otra cosa que no fuera trabajo. Y aunque el tiempo había atemperado la pasión, nunca había dejado de amarla y sufrir por ella. Me hubiese gustado que regresara, que me dijera que se quedaba conmigo, que me elegía. Desde Victoria no había podido estar con nadie más. Era incapaz de sentir nada por nadie y así se me pasaba el tiempo, yendo de mi corazón a mis asuntos. Fui poniendo todas mis energías en mi trabajo y alcanzando cada vez, una posición de mayor respeto.

Victoria en tanto se había transformado en una persona fría, taciturna, impenetrable. Trabajar con ella había dejado de ser divertido para mí y para todos. Habían días, que venía de pésimo humor, se comportaba arrogante y soberbia, haciendo que todo el mundo anduviera temeroso de cometer algún error.

Una mañana apenas llegué a trabajar Nicolas Streidman me citó en su despacho. Quería hablar conmigo a solas. Asistí muy intrigada.

  • Tome asiento Valeria – me dijo amablemente – quiere un café?
  • No gracias, así estoy bien – respondí
  • Bien, vayamos al grano. No le voy a decir lo que todos ya sabemos, su trabajo viene alcanzado niveles cada vez más altos y es claro que su crecimiento es permanente, por eso espero que lo que le voy a proponer no le resulte un desafío muy grande
  • Lo escucho – dije procurando no evidenciar demasiada curiosidad
  • Como usted bien lo sabe Victoria Lagos ocupa un puesto estratégico en la compañía, es algo así como el sistema nervioso central que hace que este organismo se mueva coherentemente. Ella por desgracia no va quedarse mucho más tiempo con nosotros, por lo que nos urge encontrar la persona indicada para relevarla
  • . – no podía caer en la cuenta de lo que me decía, cómo que Victoria se iba?
  • Esto no es una decisión apresurada y de hecho lo venimos previendo con Victoria desde hace bastante tiempo. Usted ha trabajado con ella y demostró que tiene la capacidad y la formación necesaria para ocupar su lugar. El puesto bla, bla, bla

Streidman continuó explicando en qué consistía la oferta laboral y lo que se me exigiría. Me dijo que en un plazo no menor a 6 meses y no mayor a 10, yo debería ir absorbiendo las responsabilidades de Victoria, quien durante ese período me las iría delegando paulatinamente.

  • Victoria no dudó en ningún momento en su candidatura, fue quien más ha apoyado la propuesta y quien más confía que usted no pondrá objeciones de asumir el cargo. Por mi parte, respeto profundamente a Victoria y no dudo de su criterio.

Lo que me dijo me cayó como un balde de agua fría.

  • Puedo saber los motivos del alejamiento de Victoria? – pregunté con cuidado
  • No me es posible decírselo, seguramente ella se los informará de manera oportuna, pero por el momento le adelanto que se trata de un motivo personal que nada tiene que ver con algún tipo de disconformidad entre la empresa y ella.

Salí de aquella reunión aturdida no alcanzaba a imaginar cuales podrían ser los motivos que hacían que Victoria presentara su renuncia.

2º PARTE – Los ocultamientos de Victoria

Me presenté a la Junta de Directorio con el currículo de una tal Valeria Pertienti. De las 24 chicas que había entrevistado, ella era la que más se ajustaba al perfil que buscábamos.

  • No es muy joven? – preguntó Streidman
  • La misma edad que tenía yo cuando empecé – le contesté
  • No quiero presionarte Victoria pero no tenemos demasiado tiempo y si nos equivocamos con ella, buscar nuevamente nos achica aún más los tiempos

Después de una eternidad conseguí convencerlos que era una buena elección. Cerca de las 7 de la tarde la llamé ansiosa, quería avisarle cuanto antes que ella había conseguido el puesto.

Recuerdo que la primera vez que la vi me pareció atractiva. Después que se incorporó a la empresa y pasado unos días no sólo me parecía atractiva, sino que sentía que esa chica realmente me gustaba. Verla me provocaba un cosquilleo y me reconocía torpe delante de ella.

No hice ningún esfuerzo por sacarla de mi cabeza porque no había motivo por el cual preocuparme. Ella era muy joven y evidentemente heterosexual. En cuanto a mí, yo era su jefa, bastante mayor y bien sabía que no estaba en condiciones de empezar una relación con nadie y menos con una chica de 24 años.

Me gustaba lo que me provocaba, disfrutaba fantaseando en lo bonito de debería ser tener algo con ella y me deje llevar, segura que nunca pasaría a más.

Una noche en que salimos de juerga, me preocupé. Valeria salía con nosotros por primera vez y yo habiendo tomado de más recordaba haber estado conversando con ella, pero al día siguiente no recordaba en absoluto qué le había dicho. Presentía que le había dicho algo fuera de lugar pero no había manera de que mi mente me devolviera el recuerdo de mis palabras.

En realidad estaba un poco avergonzada pues temía haberle confesado que me gustaba. Entonces adopté una actitud un poco distante. Si se lo había dicho, no pensaba dar lugar a que creyera que era cierto.

Con los días me fui relajando y dejó de preocuparme aquel ridículo suceso. Comencé a seguir su trabajo más de cerca, tal y como estaba previsto. Agradecí para mis adentros que ella cumpliera con mis expectativas y llegó el momento de dar el primer paso. Le dimos un ascenso y de un día para otro, estaba compartiendo conmigo mi despacho.

Me sentía muy a gusto trabajando con ella, me divertía muchísimo, ella me llenaba de energías.

  • Te gusta! – afirmó mi hermano mientras cenábamos en casa
  • Quién?! – pregunté asombrada
  • Quién va a ser? Valeria! Desde que llegué hasta ahora la nombraste unas 10 veces! – me respondió riendo
  • No! … o sea, me parece bonita pero no es que me guste! – expliqué
  • Ay! Victoria, no jodas! Estas hasta la cabeza con esa chica! Se te nota! – me objetó
  • Está bien! Sí, me gusta,…mucho… muchísimo! Pero soy completamente consciente que no va a pasar nada! – le reconocí
  • No estoy tan seguro. Lo único que me tranquiliza es que trabaja con vos, y nunca te gustó mezclar placer con trabajo – comentó sonriendo
  • Ya no estoy para mezclar nada con nada… - agregué seria
  • La viste a Martina? – me preguntó cambiando de tema
  • Ayer – le respondí sin más
  • Y cómo está? –
  • Cómo va estar? Mal! No sabe qué hacer! Por momentos me propone volver como si con eso pudiera cambiar algo, después me quiere matar por arruinarlo todo! Vivimos 10 años juntas! Es normal que se confunda!

Martina había sido mi pareja por 10 años, me dejó cuando se enteró que la había engañado. Una aventura estúpida que lo único que hizo fue decantar algo que inevitablemente iba a suceder entre Martina y yo. Después de tanto tiempo éramos más amigas que pareja y la relación en definitiva no estaba funcionando. No hacía mucho que nos habíamos separado definitivamente. Habíamos conseguido concluir de manera pacífica, pero lo que vino después le era difícil de asimilar. Ya no había amor entre nosotras pero nos quedaba un profundo cariño que no le permitía dejarme sola con esto.

  • Y vos como estas? - pregunto mi hermano esta vez
  • Como puedo, …intentando organizar todo. Hay veces que me apuro, porque siento que el tiempo corre como el viento, otras… me dejo estar…esos son los días que van lentos …- le expliqué esbozando una sonrisa
  • Yo en tu lugar no me preocuparía tanto y buscaría acostarme con esa chica divina de la que hablas! La vida se ha hecho para disfrutar!– me sugirió riendo para cambiarme el humor
  • Jamás! No podría tocarle ni un pelo! Lo último que quiero en esta vida es hacerle daño!- exclamé
  • Eso es amor! – agregó mi hermano
  • Tal vez y quizá me enamoré perdidamente y esta vez sea mí a quien le rompan el corazón! – exclamé

Ir a trabajar comenzó a ser lo mejor que me pasaba en el día. Valeria era como una bocanada de aire fresco. Solía pensar en la suerte que tenía su novio que podía comerle la boca todas las veces que quería.

El día que trabajamos hasta tarde para poder terminar un proyecto que nos traía de cabeza, no resistí la tentación de invitarla a cenar. En realidad no quería separarme de ella y quería retenerla conmigo un rato más. Me sentí como una adolescente, invitándola a salir conmigo y con miedo a que se diera cuenta que me moría de ganas de que me dijera que sí.

Fue una noche maravillosa. Hablamos, nos reímos, la conocí un poco más y eso bastó para confirmarme a mí misma que estaba enamorada. Ella me hacía preguntas con una inocencia que me conmovía- un par de veces creí que dejaba entrever algo más con sus comentarios. Me costaba discernir si me estaba seduciendo o eran solo fantasías mías.

Nos fuimos en taxi y recuerdo que al llegar hice un chiste estúpido sobre la numeración de mi edificio que me sirvió de excusa para acercarme un poco más a su cuerpo. Me había inclinado sobre ella para señalar el numeral y tuve un deseo enorme de partirle la boca de un beso. Cuando me bajé me sorprendió ver su gesto de lanzarme un beso.

En la soledad de mi casa juré que esa sería la última vez que me acercaría tanto a ella. Obviamente no pude cumplir con mi juramento. Una cosa y otra, llevó a que terminara por invitarla con mi hermano y mi sobrina al campo.

Allí me confesó que las cosas con su novio no andaban bien. Que intentara hablar conmigo del tema me molestó. Lo último que pretendía era jugar de amiga comprensiva. Bastante tenía con ocultarle lo que me pasaba con ella y de ninguna manera podía escuchar sus problemas con su novio y pretender que eso no me afectaba. Resolví no darle lugar a extenderse en el tema y fui un poco cortante al hacerlo.

Al día siguiente la invité a conocer los caballos y le propuse enseñarle a montar. Fue imposible no dejarme llevar, mi comportamiento fue sumamente sugestivo y disfruté seduciéndola. Con la excusa de que superara su miedo al animal, aproveché para tener mayor contacto con su cuerpo. La abracé por la espalda y conduje su mano por el lomo de la yegua. Pude sentir que mi acercamiento la alteraba. Un sutil estremecimiento le recorría el cuerpo y me sentí excitada.

Fuimos a cabalgar. Mi cuerpo enteró rodeaba al suyo. Mi corazón latía con fuerza y supuse que ella lo sentiría palpitar en su espalda. Le hice experimentar la sensación del viento contra su cara haciendo que la yegua galopara a toda carrera. Sentí su cuerpo dejarse caer sobre el mío como si se entregara a mí para dejarse llevar hacia donde yo quisiera.

Tiradas en el pasto descubrí en sus ojos que yo también le gustaba. Se atrevió a acariciar mi rostro con dulzura y estuve a un paso de besarla. La aparición de mi sobrina a la distancia me trajo nuevamente a la realidad. Interrumpí aquella escena convencida que era lo mejor. Sabía que era un error dejar avanzar este amor que sentía. Valeria era demasiado joven y no era justo que yo me aprovechara de su inexperiencia. Seguramente para ella sería muy excitante estar a punto de besarse con su jefa, pero no podía dejarla continuar sabiendo que aquel inocente juego de seducción tendría consecuencias demasiado caras para Valeria.

Mi promesa de no tocarle un pelo estuvo a punto de romperse y castigándome por ello adopté una actitud severa con Valeria como si con ello lograra detener lo que sentía. En una reunión de directorio fui tiránica y la traté de la peor manera. Luego de hacerlo, me arrepentí, pues vi como ella se partía en dos por mi comportamiento. Había conseguido que ella me odiara, pero no de la manera que yo pretendía, sino dolorosamente.

La vi trabajar duro para demostrarme que me equivocaba en mis críticas, la vi enfadada y triste hasta ponerse enferma y se me partió el alma. No pude tolerar más esa situación y fui por ella. Quería rescatarla, darle todos mis cuidados para compensar el mal rato que le estaba haciendo pasar. En el refugio de mi casa pasé la noche en vela procurando bajar su fiebre. Cuando al fin concilio el sueño me quedé acurrucada en un sillón mirándola dormir hasta que también caí rendida.

Por la mañana la vi recuperada. Me preguntó si podía ducharse. Abrí la regadera y busqué toallas limpias. Caí en la cuenta que ella estaba en mi casa, usando mi cuarto de baño, que estábamos solas ella y yo, y que si algo debía suceder debía ser en ese momento. Intentaría hacerla mía y tomando coraje me propuse avanzar hacia ella. De todas las cosas que podían suceder, sucedió la que menos esperaba.

Ella se me adelanto y lo que esperaba confesar yo lo hizo ella. En cuestión de segundos supe todo lo que yo le provocaba. Vulnerada por completo Valeria suplicaba un jodido beso mío. Y qué más podía yo hacer?

Su boca llena de besos nuevos fue colmando mis rincones más impenetrables. Sentí como si un peso empezara a ceder y todas mis penas, mis amarguras, mis preocupaciones, mis limitaciones desaparecieron. Hacer el amor con ella detuvo mi reloj en el presente y no quise pensar en el pasado ni en el futuro. No quise pensar… estaba tan cansada de pensar!

Pasó el día conmigo y cuando las horas comenzaron a correr recordé lo implacable que puede ser el tiempo. Salí al balcón por un poco de aire, esperando que Valeria decidiera marcharse sin preguntas. Cómo podría explicarle que así como esto había empezado debía terminar? Cómo explicarle lo mucho que significaba esto para mí y que por eso mismo debía acabar?

Me convencí que lo que ella me había dado era suficiente. Que no necesitaba nada más, que aquello era el regalo más hermoso que podía recibir. Me convencí que era posible conformarme con el recuerdo de ese día que pasó conmigo. Entonces la dejé partir sin hacer nada para retenerla y con un nudo en el estomago aguanté mis ganas de pedirle que se quedara conmigo.

Me vestí y fui a cenar con Martina. No podía estar sola un minuto más. Ella sabía todo sobre mí y por supuesto sabía lo que me pasaba con Valeria.

  • Qué manía la de querer controlar todo! Si esa chica apareció en tu vida por algo será! Dejá que fluya! Además lo que pasó entre ustedes te demuestra que hay cosas que no podes controlar! – me dijo Martina reprendiéndome
  • Pero debería haberlo controlado! – respondí indignada conmigo misma
  • Pero no lo hiciste – dijo Martina
  • Y fue un error…-agregué arrepentida
  • Deja de torturarte! Dale una oportunidad a esta historia – dijo como suplicando
  • Sabes que sería muy injusto! Qué puedo ofrecerle? – dije con tristeza
  • Victoria! Tampoco te estas muriendo! – contestó indignada
  • Pero es lo más parecido a la muerte… - agregué resignada

Me abrazó buscando reconfortarme. Ella sabía bien de lo que hablaba. Le pedí que me dejara dormir con ella aquella noche.

Lo que fue sucediendo con Valeria después de aquella primera vez termino por confirmarme lo que Martina me había dicho: hay cosas que no puedo controlar. Luché con todas mis fuerzas contra lo que sentía. Pero la razón no manda al corazón y cada vez era más difícil contener este amor que me iba creciendo en el pecho. Confiaba que ella dejaría de dar batalla, que se olvidaría de mí, que alguien apareciera en su vida.

Pero ella no se daba por vencida y buscaba en mis ojos alguna señal que le permitiera avanzar, entonces no pude más, me abandonaron las fuerzas y la dejé entrar en mi vida. Ella se convirtió en mi amante. Tanto tiempo dándole vueltas al asunto hizo que nuestra relación al comienzo fuera de continua excitación. Quería hacerle el amor todo el tiempo, en mi cama, en la oficina, en el auto!

Por aquel entonces olvidé voluntariamente la razón por la cual ella había comenzado a trabajar conmigo. Cuando en las reuniones de directorio me felicitaban por mi acertada elección y reconocían que Valeria iba llenando nuestras expectativas, caía en la cuenta que cada vez era menos el tiempo que me quedaba para decirle de una vez por todas la verdad. Pero nunca conseguí reunir el valor para hacerlo y preferí vivir el momento, hacer de cuenta que aquello era eterno y que así como estábamos era perfecto.

Había cosas a las que yo no podía renunciar. Amaba a Valeria con toda mi alma, pero no poderle decirle mi verdad me hacía necesitar conservar los espacios dónde podía volver a la realidad. Necesitaba el tiempo que compartía con Martina. Ella era el refugio donde podía acudir para contarle como iba todo, para hablar de mis miedos, contarle cómo estaba organizando todo para lo que irremediablemente iba a suceder, el refugio donde podía ocultarme cuando sobrevenían las crisis. Con Martina sólo mantenía una sincera y genuina amistad, y aunque a veces me quedaba a dormir con ella no había nada sexual en ello. Solamente necesitaba de vez en cuando dejar de atormentarme y descansar mi cabeza sobre su pecho y entonces podía descansar de todo, del trabajo, de mi hermano, de Valeria, de todo.

Era de esperar que mi media verdad acabara por hacer que Valeria no encontrara explicaciones a la manera en que yo mantenía nuestra relación. Entonces su paciencia tambaleaba y yo me quedaba paralizada esperando lo peor. Esperando que cansara de mí, de mis ausencias, de mí estar a medias, de mis silencios. La veía llevar su amor por mí sobre sus hombros como quién apenas puede mantener el peso. Buscaba desesperadamente las maneras de hacerla feliz, compensar el daño que le hacía llenándola de atenciones.

Así fue como fuimos y venimos. Nos tuvimos y nos dejamos, para nuevamente tenernos. Valeria volvía a darme una oportunidad que yo no merecía.

  • Cuándo se lo vas a decir? – me preguntó Martina aquella tarde mientras navegamos por el río.
  • Cuando junte valor – respondí
  • Cuánto más tiempo dejas pasar es peor, tenes que hacerlo – insistió
  • Ya lo sé
  • Tenes que dejar que sea ella la que decida qué es lo que quiere hacer. Estas siendo muy egoísta ocultándole la verdad. Además esta situación no le hace nada bien a tu salud, vivís estresada con tu trabajo, dormís poco, fumas, ese bendito teléfono que llevas encima todo el tiempo y que no para de sonar! Se supone que lo que tenes con Valeria tendría que restar preocupaciones, no sumarlas!

Anduvimos un par de horas más hasta que resolvimos regresar al muelle. Cuando terminé de amarrar el velero, comenzó a sonar mi celular. Pretendía atender la llamada cuando Martina me lo arrebató de las manos.

  • Podes cortarla con ese teléfono?! Es sábado! Fin de semana! No se trabaja! – me decía reprendiéndome mientras yo intentaba quitárselo de las manos para recuperarlo.

Forcejeamos jugando hasta que me lo devolvió. Me tomó del mentón con ternura y me dijo:

  • Prometeme que se lo vas a contar esta vez… No la vuelvas a perder sin antes averiguar lo que ella es capaz por tu amor

Le prometí que lo haría, que se lo diría. Después de dejar a Martina fui directo a la casa de Valeria. Cuando iba en camino mientras estaba detenida en un semáforo vi en una tienda de decoración una lámpara de pie. Estacioné de inmediato, la tienda acababa de cerrar pero podía ver al empleado aún adentro. Le supliqué que hiciera una excepción y abriera la tienda para mí. Acabó por vendérmela y llegué entusiasmada a obsequiársela a Valeria.

La noté rara, apenas dijo algo sobre mi regalo, durante la cena casi no probó bocado. Me dijo que le dolía la cabeza, que estaba cansada. Supuse que era cierto, últimamente trabajábamos demasiado. Una vez en la cama le ofrecí unos masajes. Me encargué de relajar cada uno de sus músculos hasta que se durmió. Contemplé su cuerpo desnudo, era hermosa desde la cabeza hasta la punta de sus pies. Decidí darme una ducha rápida y no demorar un segundo más para recostarme a su lado.

Desnuda busqué la calidez de su piel. Tenía muchas ganas de acariciarla. Despacito fui rozando su espalda con la punta de mis dedos. Sentía tanto placer al hacerlo! Pensé que esa podría ser la última vez que me permitiría acariciarla. Al día siguiente le contaría lo que me estaba pasando. Valeria estaría en libertad de decidir. Decidir si era capaz de seguir o no a mi lado.

Mis caricias la despertaron y comenzó a devolverme los mimos. Nos enredamos en un abrazo, su boca me besaba con voracidad. Mi temperatura se elevó de inmediato. Valeria conseguía excitarme de inmediato! El calor entre mis piernas crecía y me moría por sentir sus dedos en mi vulva. La sentí entrar dentro de mí. Su cuerpo ardía de placer, se movía con exquisita sensualidad. Escuché su voz ordenándome que la penetre. Así continuamos, las dos dedicadas a colmarnos, las dos desnudas intentando ser una, saciando la sed de nuestras vaginas, rozando nuestros pezones, devorándonos las bocas. Comencé a sentir el milagro de su orgasmo entre mis dedos atrapados en su sexo cargado de flujo. La maravillosa imagen de su cuerpo de mujer descargando su placer en mi mano me hizo venirme a mí también.

Cuando nuestros cuerpos dejaron de agitarse siguieron los mimos tiernos y a la placidez le continuó mi preocupación. Sin motivos Valeria comenzó a llorar. Busqué que diera alguna explicación pero sólo conseguí que me diera una excusa poco convincente. Es una cuestión hormonal, me dijo y no quise insistir, pues cuantas veces yo también había sido poco convincente con mis excusas y ella me había respetado sin más.

Mi plan de contarle todo quedó postergado. Evidentemente no era el momento de hacerlo. El domingo por la mañana mientras desayunábamos comencé a sentir un hormigueo en mis manos. Hacía tiempo que no me sucedía, pero temí una nueva crisis. Pretendí actuar con naturalidad y decidí que era mejor irme. No podía pasar el día en su casa sabiendo lo que podría sobrevenir. Detestaba que me pasara eso cuando estaba con ella. En el trabajo era más fácil evadirme, cualquier reunión inventada justificaba mi partida. Pero a solas con Valeria mi partida parecía sin sentido y obviamente se traducía como desinterés. Me partía en dos ver la decepción en su mirada.

Durante la semana supe que algo con Valeria no estaba bien. La sentía hostil, distante. Yo me esforzaba por complacerla pero nada parecía cambiar su humor. Decidí ir de frente y preguntarle que le estaba pasando. Cuando comenzó a hablar fue como si me precipitara en un abismo del cual no había retorno.

Decía haberme visto, haberme descubierto. Sin comprender al principio de qué hablaba, fui dándome cuenta que me había visto con Martina. Sus acusaciones me parecieron completamente injustificadas. Con Martina no había absolutamente nada, era imposible que hubiera vista algo entre nosotras. La escuché decir lo que pensaba y comprendí que ella me consideraba menos que una basura.

Entonces supe que era el momento. Que ya no hacía falta decirle la verdad. Aprovecharía su desprecio para salirme de su vida. Le ahorraría tener que comprometerla a tomar una decisión.

Siempre a lo que más temía de tener que contarle la verdad era que ella se quedara conmigo por lástima. Tampoco soportaba la idea que se quedara por amor. No soportaba condenarla a tener que ver llegar conmigo lo inevitable. Y la verdad es que nunca tendría que haberme permitido que el amor se hiciera un lugar en mi vida.

Cuando atravesé la puerta del departamento de Valeria supe nunca más volvería. Anduve conduciendo sin rumbo y terminé en la casa de campo. Descorché un vino y me senté en la hamaca de la galería del frente. Miré las estrellas, escuché los grillos, pensé en Valeria. Pensé tanto en Valeria!

Ella tenía toda una vida por delante y no tardaría en echarme al olvido. Seguramente se volvería a enamorar, de algún hombre o de alguna mujer. En cuanto a mí, me preguntaba cómo haría para olvidarla. Aún tenía más de un año, si todo iba bien, para continuar preparándola para lo que Varem Group pretendía. No podía dar marcha atrás, después de todo había sido mi idea preparar a alguien para que me reemplace.

Pasé toda la noche reflexionando sobre todo lo que había pasado. Comenzó a salir el sol, recordé las veces que habíamos hecho el amor al amanecer, sus párpados hinchados, su pelo desordenado, su cuerpo desnudo sobre el mío diciéndome lo loca que estaba por mí… una lágrima se escapó de mis ojos y tragué saliva para deshacer el nudo en mi garganta. Me incorporé de inmediato, fui a lavarme la cara y conduje de nuevo a mi casa. Tenía muchas cosas por hacer.