El amor, casi un trabajo 6

Una y otra vez

No me sentía con fuerzas como para oponerme. Victoria volvía a mostrarse tierna y protectora. Conducía su auto serena y volteaba debes en cuando a verme. Se detuvo en una farmacia y regresó con un par de medicamentos para bajarme la fiebre.

  • Cómo te sentís? –me preguntó mientras volvía a colocarse el cinturón de seguridad
  • Muy cansada y con mucho frío –respondí cerrando mis ojos y sin darme cuenta, me dormí

Me despertó cuando estábamos en la cochera de su edificio. Un brevísimo mareo me hizo tambalear. Se apuró a sostenerme.

  • Ni se te ocurra desmayarte! –dijo en tono de broma
  • Debería hacerlo sólo para complicarte –respondí recuperando un poco la lucidez

Apenas entramos a su departamento, me condujo hasta la habitación. Me ayudó a sentarme en su cama y con cuidado me quitó el abrigo y las botas. Volvió a comprobar mi temperatura con su mano.

  • Terminá de desvestirte y acóstate, yo ya vuelvo –me dijo mientras la vi salir de la habitación dejándome uno de sus pijamas a mano.

Cuando regresó ya estaba bajo sus sabanas tiritando, tapada hasta el cuello. Me trajo un vaso con agua y un comprimido para bajar la fiebre. Puso un termómetro en mi boca y acomodó mi cabeza en las almohadas. La vi disponer un recipiente con agua sobre la mesa de noche.

  • Estas volando en fiebre! Tenés casi 40º! –dijo preocupada sentándose a un lado de la cama.

Embebió un paño con agua fría y me lo puso delicadamente sobre la frente. Una sensación de alivio me recorrió el cuerpo. Repitió la operación sobre mis mejillas y mi cuello, y continuó refrescando mi frente hasta que la fiebre comenzó a ceder un poco.

  • Creo que estoy mejor, debería regresar a casa –dije amagando incorporarme pero sin éxito.
  • No seas testaruda! – me dijo volviéndome a recostar sobre las almohadas – apenas podes hablar y pretendes pararte!
  • Tendría que avisarle a mi padre dónde estoy…-le dije con preocupación

Buscó mi celular en la mi cartera y me puso al habla con él. Intenté expresarme con la mayor naturalidad posible, le dije que pasaría la noche en casa de una amiga y corté. No le dije como sentía porque no quería preocuparlo. Suspiré fastidiada.

  • Me siento horrible! –
  • Estas horrible! –me dijo en broma
  • Vas a ser cruel todo el tiempo o pensas darme un descanso? –repuse molesta
  • Es tan fácil hacerte enojar! –dijo apoyando una de sus manos a un lado de mi cuerpo mientras que con la otra me acomodaba dulcemente el pelo
  • No tengo fuerzas ni para levantar un alfiler, pero la verdad es que tengo muchas ganas de matarte- bromee mientras reconocía en mi cuerpo una imperiosa necesidad de dormir
  • Aprovechá a descansar y dejá de pelearme – me dijo con tono suave

Cerré los ojos y me dormí profundamente. Me desperté en medio de la noche sintiendo que mi cuerpo volvía a arder. No podía parar de temblar y como en una alucinación apenas podía ver el rostro de Victoria que me ayudaba sosteniendo mi cabeza para que pudiera tomar un nuevo comprimido. Sentía que cambiaba de continuo paños fríos sobre mi rostro procurándome con ello un cierto alivio. No recuerdo cuando volví a dormirme pero cuando desperté el sol se escurría por entre las cortinas. Tenía la sensación de haber transpirado toda la noche. Me sentía mejor, al menos no tenía fiebre aunque me dolía un poco la cabeza. Recorrí el cuarto con mi mirada y alcancé a ver a Victoria hecha un ovillo durmiendo en un sillón que se encontraba en su habitación. Sobre la mesa de noche observé el desorden que testimoniaba que había pasado la noche cuidándome.

Tenía la boca seca. Torpemente choque el vaso con agua contra la lámpara de noche y el ruido la despertó. Se movió con dificultad, abrió sus ojos mientras hacia un gesto de tener su cuello dolorido por la posición en la que estaba.

  • Ahora la que se ve horrible sos vos!- le dije en broma y sabiendo que en realidad opinaba todo lo contrario, me parecía hermosa!
  • Vaya! Parece que estas mucho mejor! Siempre amaneces tan encantadora? –me dijo en tono de burla mientras avanzaba hacia la cama tendiéndose a mi lado.
  • En realidad siento como si me hubiesen boxeado toda la noche! – dije restregándome los ojos
  • Yo necesito dormir un poquito más –dijo volteándose hacia mi lado y apoyando su cabeza en mi hombro

Me preguntaba a mi misma cómo es que podía ser tan adorable. Lo que había pasado se me aparecía en mi mente como un mal sueño. Allí la tenía durmiendo sobre mi hombro y con su rostro lleno de dulzura. Comencé a jugar con mis dedos en su cabello. Recordé lo que había dicho su hermano: "Una virtud de Victoria! Plantea las cosas de tal manera que hace que del enfado pases al agradecimiento en un segundo." Cuánta razón tenía! En este preciso momento no quedaba un rastro de rencor por la manera en que me había tratado en la reunión, al contrario, sentía que le debía algo por haber cuidado de mí toda la noche y lo que era peor, me sentía completamente agradecida de tenerla así a mi lado y poder acariciar su rostro como lo estaba haciendo. El sueño volvió a vencerme.

Me desperté sobre el mediodía, esta vez con mejor semblante. Victoria ya no estaba a mi lado, la escuché en el baño. Me incorporé un poco sobre la cama y comprobé que el pijama era un desastre. Lo sentía húmedo por la transpiración producto de la fiebre. Victoria apareció vestida con una salida de baño recogiéndose el cabello:

  • Creo necesito una ducha urgente! –le dije señalando la camisa pijama que llevaba puesta

Me dirigí hacia el baño, caminando rápido, sintiendo un poco de pudor de mostrar mis piernas. Cerrando la puerta tras de mí observé con detenimiento sus cosas mientras orinaba. Sus cremas, perfumes, shampoo, sales de baño, una tina enorme… Me lavé las manos y la cara y entreabrí la puerta.

  • Puedo darme una ducha? –pregunté en voz alta

Ella entró de nuevo en la habitación y respondió que sí. Ingresó al baño conmigo mostrando naturalidad. La escena que componíamos me resultaba maravillosa. Las dos solas, en el cuarto de baño, yo sólo vistiendo una camisa pijama y ella cubriendo su cuerpo que supuse desnudo bajo esa bata de baño blanca. Abriendo uno de los cajones, me ofreció uno de los tantos cepillos de dientes a estrenar que tenía.

  • Cómo adoro tu obsesión por los cepillos de dientes!- le dije agradecida
  • A veces mi neurosis es útil, viste? –me respondió con simpatía.

Se puso a prepararme la ducha, abrió la regadera y buscó toallas limpias. Cuando me incorporé luego de enjuagarme la boca, vi su imagen en el espejo empañado por el vapor del agua tibia que corría. Había cerrado la puerta y estaba a mis espaldas, observándome. Nos quedamos mudas por un instante, sólo mirándonos. Giré sobre mis talones y apoyando mis manos en la mesada del lavabo, dejando caer el peso de mi cuerpo sobre mis brazos suspiré como tomando fuerza para lo que iba a decir:

  • No consigo descifrarte Victoria… y duele,… duele que me mires, duele que me hables, duele que me trates bien, duele que me trates mal, duele todo el tiempo,… me estoy muriendo por un jodido beso tuyo!

Aparté mi mirada de sus ojos sintiendo un nudo en la garganta, no quería llorar. Ella permaneció sin decir palabra. Se acercó unos centímetros, tomó mi mentón con su mano, mientras rozaba mis labios fue aproximando su boca a la mía. Estaba comenzando a suceder, ya no era un sueño, podía sentir su aliento tibio en mi piel, sus labios posándose en los míos con delicadeza. Tomo mí rostro con ambas manos y comenzó a besarme, su boca se abrió sobre la mía. Apenas me atrevía a moverme, solo pude responder a su beso y descubrir su boca dulce, que con serenidad empapaba mis labios.

Separó su boca de mí, apoyó su frente contra mí frente y su respiración se fundió con la mía. Me mantuve en la misma posición aferrada al lavabo temiendo que se desvaneciera si me movía. Pude ver como sus manos comenzaban a desabrochar los botones de mi pijama, primero uno, luego otro y así, hasta llegar al último. Descubrió mis hombros y fue deslizando la prenda por mis brazos hasta quitármela de encima. Mi cuerpo temblaba como una hoja y ya no era por la fiebre. Su mano izquierda se posó en mi cuello y las yemas de sus dedos fueron estremeciéndome a medida que recorrían mi clavícula hasta encontrar el bretel de mi corpiño.

Su mirada buscó mis ojos y me regaló una sonrisa. Mordí mi labio inferior y extendí mi cuello hacía atrás lanzando un suspiro mientras ella dejaba mis pechos desnudos frente a sus ojos. Deshizo el nudo que sujetaba su bata para dejarla caer a sus pies. De inmediato me detuve a contemplar su cuerpo desnudo que tantas veces había recreado en mi imaginación.

Sus dedos recorrieron son suavidad la circunferencia que dibujaba la areola de mis pezones rígidos de placer. Fue llevando sus caricias por mi silueta temblorosa, bajando por mi cintura hasta llegar a mis caderas. Inclinándose con delicadeza comenzó a bajar la última prenda que me quedaba. Sujetándome de sus hombros levante primero un pie y luego el otro para quedar completamente desnuda.

Volvió a pararse frente a mí y pegó su cuerpo al mío en un abrazo tierno y sensual al mismo tiempo. Cada poro de mi piel reaccionaba al contacto de su cuerpo y la sangre corrió a raudales por mis venas, acelerando mis latidos. Su pierna separó mis muslos para encontrar mi sexo húmedo. Sus brazos rodearon mi cuello y comenzó a besarme con pasión. Mi lengua devoró su boca mientras mis manos acariciaban su espalda.

Y allí estaba ella, regalándome sus caricias maravillosas, sus besos cálidos, su pulso acelerado. No quería perderme nada de lo que estaba sucediendo, no quería embriagarme de deseo, quería estar lo más consciente posible, quería que su cuerpo se tatuara en mi mente para no olvidar jamás sus pechos redondos y suaves, su espalda estrecha, su cintura delicada, su sexo mojado rozando mi piel.

Me condujo hasta la tina y donde volvimos a besarnos abrazadas sintiendo la tibieza del agua mojándonos la piel. Me separé para llevar mis labios hasta sus pezones, una mágica sensación de placer se apoderó de mi boca cuando los comencé a acariciar con mi lengua. Sentí sus manos revolver mis cabellos empapados y desde su boca escapaban entrecortados gemidos de placer. Su ansiedad acabó con mi dedicada labor para llevar mi boca a sus labios nuevamente y con sutil agresividad tomo mi mano para posarla en su vagina. La besé con mayor energía pues su gesto me había autorizado a hacer lo que tantas veces había soñado. Mis dedos descubrían su sexo, su exquisita vulva de mujer. Y la magia se redobló cuando sentí sus dedos escurrirse por entre mis piernas para deslizarse suavemente por mis labios vaginales. El placer multiplicado por dos, sus dedos acariciaban cada pliegue de mi sexo, de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás, en tanto los míos recorrían el suyo descubriendo su clítoris inflamado. La sentí penetrarme y mis piernas flaquearon por un segundo. Mis dedos también entraron en su cuerpo y allí comenzamos a frotarnos los clítoris con los dedos pulgares mientras entrabamos y salíamos de nuestras vaginas enérgicamente.

El orgasmo se aproximaba y nuestras piernas procuraban mantenernos unidas con fuerza. Comencé a venirme, una corriente avasalladora crecía como una ola gigantesca dentro de mí sin cesar de frotarla, esperando que ella también acabara. Mi espalda se arqueó ante la llegada del placer y cuando de mi boca se deprendía un gemido agudo, su mano se aferró con fuerza a mi nuca y sus caderas comenzaron a cabalgar frenéticamente sobre mis dedos que no paraban de frotarla. Sus muslos se apretaron violentamente reteniendo mis dedos dentro de ella y un espasmo tras otro de su cuerpo me señaló que estaba acabando conmigo.

Nos quedamos así, ella continuaba dentro de mí, inmóvil, penetrándome, y yo con mis dedos acariciaba tiernamente su sexo inundado de flujo. Recuperamos la respiración, apoyó su espalda contra pared y se dejo caer lentamente llevándome con ella hasta el piso de la tina. Me acomodé entre sus piernas y recosté mi espalda sobre sus pechos mientras sus brazos me rodeaban.

Dejamos que la tina se llenara y nos quedamos bajo la tibieza del agua. Mi cabeza permanecía apoyada contra su pecho. Sus dedos se entretenían recorriendo mi rostro subiendo y bajando por mi nariz hasta alcanzar mi mentón. A la par, mis manos acariciaban sus piernas intentando abarcarlas en toda su extensión.

Por mi cabeza desfilaban un millón de preguntas que no me atrevía a formular. Rogaba que dijera algo, pero ella permanecía en silencio aumentando mi ansiedad. Lo que Victoria pensaba o sentía seguía siendo una incógnita para mí. Me sentía en desventaja, hasta ahora la única que había hablado era yo y le había mostrado lo vulnerable que era a cualquier cosa que ella hiciera.

Salimos de la tina y hambrientas nos preparamos algo de comer. Hablamos de cosas sin importancia, de la bonita vista que tenía su piso, de cómo preferíamos el café, hablamos de sus gustos, sus manías. Repasé su colección de música, sus películas. Cada rincón de su departamento testimoniaba su sello. Me enamoré de ella y de todo lo que la rodeaba. Quise quedarme allí para siempre, compartir sus días, sus noches y respirar el mismo aire que ella respiraba.

Victoria me había tratado con ternura todo el tiempo, me había regalado su excitación, me había dejado entrar en ella y arrancarle un orgasmo, me había cuidado y me había mimado, pero me estaba estaqueado a este presente mezquino. Ella no hablaba del pasado ni del futuro, y con sus abrazos, sus besos, sus gestos de cariño casi consigue engañarme con una perpetuidad de un presente que yo sabía que estaba acabando.

Cuando comenzó a caer el sol, la vi salir al balcón y quedarse allí perdiendo su mirada en la distancia. Me uní a ella tomándola por detrás y rodeé su cintura con mis brazos. Besé su cuello y ella acarició mi mejilla.

  • Voy a preparar mis cosas – le dije indicándole que me marchaba

Se apartó de mí para entrar en el living y encender un cigarrillo.

  • Podes quedarte si queres –dijo como si le diera lo mismo
  • Y vos que querés? – le pregunté
  • La que tiene que decidir si se queda o se va sos vos, yo ya estoy en mi casa –respondió tranquila

Por un instante volví a girar en remolinos de palabras sin nombrar. Esa maldita costumbre suya de no exponerse jamás!

  • Pierdo el tiempo si espero que te involucres aunque sea un poquito, no? –le dije con ironía
  • Yo creo que me involucré bastante! Te recuerdo que la que estuvo en la ducha contigo fui yo! –respondió queriendo bromear
  • Por qué todo es tan difícil contigo Victoria? –dije suspirando tomándome la frente resignada

Me encaminé hacia la habitación a buscar mi abrigo y mis cosas. No estaba enojada, estaba dolida. Lo que había pasado entre nosotras era para mí demasiado fuerte. Lo que significaba esto para ella, era algo imposible de saber.

Me acerque para besarla por última vez.

  • Te llevo… –sugirió amable
  • Me gustaría caminar un poco –respondí de pie frente a ella

Acomodó un mechón de mi cabello que caía sobre mi rostro y besó delicadamente mis labios. Respondí a eso beso deseando que me pidiera que me quedara. No lo hizo, sólo sonrió y me dijo: - Cuidate.

Mientras caminaba pensaba en ella. En cuánto la quería, en lo mucho que había esperado este encuentro, en todas las veces que lo imaginé. En nada se parecía a lo que había soñado. Besarla, acariciarla, hacerle el amor había colmado mi cuerpo. Todavía me recorrían escalofríos cuando recordaba cada roce de su piel. Pero después de eso, Victoria se desvaneció y en su lugar quedó una actriz, actuando conmigo el papel de mujer cariñosa. La Victoria que siguió después evitó por todos los medios hablar de cómo habíamos llegado a esto y mucho menos de cómo continuaría. Su oferta resultó para mí muy clara: esto es todo lo que hay.

Quizá para no tener que pensar me había entregado por completo a mi tarea de corregir mi proyecto. Cuando comenzó la semana lo tenía concluido y estaba listo para soportar cualquier evaluación. Dediqué mucho tiempo arreglándome para ir al trabajo. Quería sentirme linda y atractiva. Me miré conforme en el espejo y finalmente conseguí sentirme de buen ánimo.

La reunión con el directorio sería después del mediodía. Durante toda la mañana trabajé como lo hacía habitualmente. Me tranquilizó que Victoria no viniera aún, aunque me perturbaba la idea de tener que verla tarde o temprano. Más de uno halagó mi belleza y no faltó quién dijera bromeando: "Parece que pasamos un buen fin de semana, eh?". Nada más lejano que eso.

Estaba hablando con Paola en el corredor cuando escuche la risa de Victoria bajando del ascensor. Iba acompañada de los hombres fuertes de la compañía. Se detuvieron a hablar un segundo hasta que ellos continuaron su camino y Victoria entró a su despacho. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, intenté relajarme, detestaba que eso me sucediera.

  • Tranquila! Todo va salir bien! – me dijo Paola pensando en mi reunión – además estas tan guapa que no creo que se puedan concentrar demasiado! –agregó riendo.

Le agradecí el ánimo que me daba y respirando hondo me dirigí al encuentro con Victoria.

  • Buenos días – dije apenas atravesé la puerta
  • Buenos dí… Vaya! – respondió ella desde su escritorio con mirada elocuente– parece que viniste decidida a dar una buena impresión!
  • Vine decidida a recuperar los puntos que perdí, mi informe está listo, así que cuando dispongan acá estoy – dije mostrándome segura e imperturbable
  • Calculo que empezamos en media hora, así que… que te parece si nos preparamos un café? – me invitó mostrando simpatía
  • Tengo cosas que hacer, tal vez más tarde – dije mientras me dirigía a mi escritorio.
  • Ok, como quieras – respondió mostrando un poco de decepción.

En realidad no tenía nada que hacer en esa media hora y me hubiese encantado tomar un café con ella. Pero intentaba hacerle saber que no me interesaba, que prefería hacer otra cosa. Me puse a configurar unos documentos que en realidad no tenían ninguna urgencia. Y así pasé el tiempo hasta que la escuché decirme –Vamos?-

La rectificación de mi proyecto pasó la prueba. Me hicieron toda clase de preguntas, Victoria también, pero esta vez con amabilidad. Dieron por terminada la reunión felicitándome y augurándome un éxito rotundo. Salí última, después de recoger mis papeles, y me fui hasta la oficina de Paola.

  • Y??? – preguntó entusiasmada apenas vio mi cara asomarse por la puerta
  • Un éxito total! –exclamé felíz

Se paró de inmediato para darme un abrazo y felicitarme. Se acercaron Pablo y Enrique a felicitarme también. Nos pusimos a charlar y bromear un poco sobre el asunto, hasta que por la puerta asomó Victoria.

  • Qué orgullo jefa! No te podes quejar! La chica te hace quedar bien! – comentó Pablo
  • No tengo la menor duda – dijo Victoria – pero lamento cortarles el festejo. Podrías venir un segundo Valeria? –me dijo con gesto serio

La seguí por el pasillo hasta que la detuvo el Gerente de Finanzas que estaba a punto de tomar el ascensor. Comenzaron hablar de sus asuntos y yo le dije que la esperaba en la oficina.

Los minutos que demoró en llegar fueron una tortura. Me intrigaba que es lo que iba a decirme. Entró cerrando la puerta tras de sí.

  • Bien, ahora sí, acá estoy!, preguntarte si estás contenta parece una obviedad! – dijo
  • Estoy satisfecha, sí –dije como restándole importancia a la cosa
  • Creo que Pablo se me adelantó a lo que pensaba decir pero igual lo digo – prosiguió ella - Quiero que sepas que estoy muy orgullosa de vos y creo que no alcanzas a darte cuenta, o mejor dicho, no alcanzas a dimensionar la importancia de tus logros. Tenes 24 años y en el poco tiempo que llevas acá haz avanzado más que cualquiera.
  • Gracias –dije meditativa - Tal vez es como vos decís, soy muy joven y hay cosas que no alcanzo a dimensionar, pero no es siempre así, hay cosas que veo con mucha claridad
  • Ya lo creo! Y me parece que…bla bla bla

Continuó hablando de la empresa eludiendo mi comentario. La seguí en el tema y terminamos conversando como tantas veces de cuestiones laborales hasta que llegó la hora de irnos. Comenzamos a prepararnos y en un momento ella ya con su abrigo puesto, esperaba que me pusiera el mío. Considerándome ya lista, ella extendió su mano para acomodarme el cuello del abrigo que me había quedado doblado. Instintivamente incliné mi rostro para sentir su piel en mi mejilla. Se detuvo por un instante dejándome sentirla y la retiró al segundo. Abrió la puerta y nos fuimos sin hablar demasiado.

Pasaron los meses y con ellos la rutina del trabajo. Día tras día debía estar con Victoria. A medida que mi carrera crecía, mayor era la cantidad de horas que pasaba con ella. Nunca tratamos el tema de lo que pasó entre nosotras. Y aunque todo me parecía muy lejano jamás dejé de sentir que la amaba. No faltaron oportunidades en que me dejé llevar y me descubría hablándole sugestivamente o actuando de manera provocativa. En esos casos ella no hacía nada para detenerme pero tampoco hacía nada para dejarme avanzar. Parecía que se conformaba teniéndome a sus pies y había días que me sentía como un perro a quien su amo de vez en cuando le acaricia la cabeza.

Era viernes, el día de la "escapada mensual", nos reuníamos con los chicos de la oficina en el sitio de costumbre. Como siempre mucho alcohol, bailar, reírnos. Pasadas un par de horas conocí a un chico en la barra y me quedé conversando con él. Me invitó a bailar y accedí. La mayoría de mis compañeros estaban en la pista y entre ellos Victoria. Inevitablemente la miraba de vez en cuando. El chico comenzó a seducirme y aunque al principio no le prestaba atención descubrí que me hacía sentir bien, que estaba cansada de andar mendigando los gestos de cariño de Victoria y que necesitaba que alguien me prestara su atención, que me abrazara, me mimara. Le seguí el juego y acabé besándolo.

La sensación de bienestar duró sólo unos minutos. Comencé a sentir fastidio y me di cuenta que no me daba lo mismo cualquier beso, cualquier abrazo. Me detuve antes de que fuera demasiado tarde y terminara en la cama de un desconocido. Le pedí disculpas y decidí marcharme. En el estacionamiento reconocí a Victoria buscando las llaves de su auto. Me apuré para alcanzarla.

  • Vos también te vas? –le dije cuando estaba abriendo la puerta del conductor

Se giró sorprendida y me dijo que ya había sido suficiente para ella por esta noche.

  • Vamos que te acerco hasta tu casa – me propuso y yo acepte de inmediato.

Anduvimos en silencio algunas calles y en el estéreo sonaba Bella Luna de Jason Mraz.

  • Que pasó que decidiste irte tan temprano? – me preguntó
  • La verdad es que no la estaba pasando muy bien, me estaba aburriendo bastante – le dije
  • No parecía que te estabas aburriendo en absoluto!– comentó con sorna

Me sorprendió su comentario. Acaso me había estado mirando? Después pensé: no seas estúpida medio mundo te vio!

  • En realidad me di cuenta que no era mi tipo –agregué por decir alguna cosa
  • Te costó darte cuenta! Lo tuviste una hora hablando en la barra, bailaste un buen rato y después de que te besó te diste cuenta que no era tu tipo?? Más bien parecía que tenía mal aliento! Jaja – dijo

Me sonreí pero no por su broma, sino porque no cabían dudas que me había estado mirando.

  • La que parece que se aburría bastante eras vos…- opiné con indiscreción
  • Por qué lo decis? –preguntó
  • No tenías otra cosa para hacer que mirar lo que hacían los otros? – interrogué

Se sonrió y no dijo nada. Se mantuvo atenta al camino y al cabo de un instante dijo:

  • Es en la próxima calle no? – haciendo referencia a mi casa

Asentí con la cabeza. Cuando llegamos detuvo el motor del auto como indicando que pretendía quedarse por un rato. Permanecí inmóvil como esperando instrucciones y en realidad ya estaba acostumbrada a eso, a esperar, a observar, a depender de lo que ella quería hacer, esperanzada que algún día abriera su boca para decirme que me quería.

  • Vas a tener que soportar las bromas el lunes, casi todos te vieron… -comentó
  • Basta de hablar de ese tipo! No pasó nada! Lo besé y ya! No se cual es el problema? –dije molesta
  • Ninguno, no me hagas caso… tenes un cigarrillo? –preguntó cambiando de tema
  • Acá no pero en en casa sí, bajá que te los doy – le propuse
  • No, está tu papá durmiendo, mejor traeme uno, te espero – me dijo

Entré despacio, dejé mi cartera y volví a salir con el paquete de cigarrillos. Victoria estaba parada fuera de su auto esperándome. Encendí un cigarrillo con ella.

  • Es una noche hermosa, no hace nada de frío –comenté
  • Dentro de poco te tomas tus vacaciones…pensas irte a alguna parte?- dijo como no prestando atención a mi comentario
  • Creo que iré al mar…-contesté
  • Cuanto tiempo? –preguntó
  • Dos semanas…- apagué mi cigarrillo y bostezando agregue- me voy a ir a la cama me parece

Me separé unos pasos de ella y antes de llegar a mi puerta jugué tontamente con el pie con unas piedritas que habían en la acera.

  • Te voy a extrañar – me dijo con voz suave

Era la primera vez que la escuchaba decir algo sobre sus sentimientos. Parecía una estupidez pero que me dijera que me iba extrañar era como escuchar una confesión tremenda de su parte!

  • Yo también – se me ocurrió decir

Entonces sin casi darme tiempo avanzó hacia mí y tomando mi rostro con ambas manos me besó enérgicamente haciéndome retroceder hasta ponerme contra la pared. Se detuvo y con su boca rozando la mía dijo susurrando y mostrando que estaba perturbada:

  • Es tan difícil! No puedo soportarlo, no puedo! – y volvió a besarme
  • Esta todo bien mi amor, tranquila, está todo bien – respondí buscando darle calma

No conseguía entenderla pero era evidente que algo estaba sucediendo y estaba dispuesta a ofrecerle toda mi comprensión pasara lo que pasara. Se la notaba impotente, como no pudiendo decir más que lo que decía. El corazón me estallaba de emoción y de pena también por verla así. Estaba sufriendo por mí, como yo sufría por ella, aunque no podía comprender sus motivos.

Se aparto de mí tomando mis manos y llevándoselas hacia su boca para besarlas con devoción.

  • Me tengo que ir…-dijo tristemente
  • No lo hagas! Por favor! –le supliqué- necesito que me expliques! Por qué me alejas de vos? Por qué haces esto conmigo?

Volvió a su auto y sin apenas poder articular palabra, balbuceó, -perdóname es mejor que me vaya de una vez.

Otra vez esa maldita distancia! Esa barrera infranqueable! Volvía a partirme en dos, a dejarme impotente y destrozada. Otra vez a juntar fuerzas para seguir adelante, otra vez a buscar la manera de no amarla.