El amor, casi un trabajo 4

Tenía ante mis ojos una Victoria distinta, lejos estaba la mujer independiente y autosuficiente que yo conocía en el trabajo.

Por un segundo me sentí embotada. El tipo parecía ser la pareja perfecta para Victoria. Se presento amablemente:

  • Así que esta es la famosa Valeria! – dijo acercándose para saludarme con un beso en la mejilla- yo soy Guillermo

Me ruboricé un poco, no esperaba enterarme que Victoria hablara de mí, y menos tanto como para considerarme "famosa". Me invitó subir por la puerta trasera donde descubrí que se encontraba una adolescente de unos 15 años aproximadamente.

  • Ella es Sofía, mi hija – nos presentó Guillermo

Asumí que él estaría divorciado o algo por el estilo y que seguramente aquel fin de semana le tocaba estar con su hija. Durante el viaje observé como Sofía conversaba con Victoria con mucha familiaridad. Supuse entonces que seguramente llevaba mucho tiempo en pareja con Guillermo porque era obvio que para Sofía, Victoria formaba parte de su vida.

Guillermo intentó en vano sintonizar alguna emisora en la radio, al parecer nada de lo que escuchaba lo conformaba. Pasó muchas melodías por alto, hasta que se dio por vencido y dijo dulcemente a Victoria:

  • Gordita, buscá algún CD que en la radio no hay nada como la gente

Victoria hurgó en la guantera hasta que se decidió por un CD de Ana Belén. Sentí unos celos enormes. Tenía ante mis ojos una Victoria distinta, lejos estaba la mujer independiente y autosuficiente que yo conocía en el trabajo. Sentada al lado de Guillermo parecía una mujer común, la esposa ideal, cariñosa, que se dejaba llamar "gordita" aunque no tenía ni un gramo de grasa en su cuerpo. En ese triángulo todo parecía perfecto: un hombre guapo y tierno, una hijastra conforme con la novia de papá, Victoria satisfecha con la familia que había formado. Era impensable que algo anduviera mal entre ellos. Jamás se fijaría en mí, por qué habría de hacerlo? Si soy solo su "socia" en el trabajo como ella decía. Idiota, me repetía mentalmente, tenes que sacártela de la cabeza! Ella sólo me ve como una amiga.

  • Cómo te trata Victoria? –preguntó Guillermo buscando mis ojos por el espejo retrovisor.
  • Muy bien –contesté saliendo de mis pensamientos- a veces no es fácil seguirle el ritmo pero parece que voy bien
  • Esta mujer puede ser una tirana –agregó Guillermo- pone esa carita encantadora y no para hasta que consigue lo que se propone! No te dejes engañar! – comentó bromeando
  • No lo escuches Valeria! –dijo Victoria girando en su asiento para mirarme- vos sabes que no es así! El problema lo tiene él que no sabe decir que no cuando le pido algo
  • El problema es que te tengo mucha paciencia! –comentó él- y seguro que Valeria te tiene la misma paciencia, sino no se explica que dure tanto trabajando contigo –prosiguió riendo
  • Es una santa! –dijo ella- me tiene una paciencia enorme, aunque ayer casi me mata!
  • Yo también hubiese reaccionado igual –comentó Guillermo haciéndome saber que ya estaba el tanto de lo que había pasado en la teleconferencia
  • Sigo pensando que podría haberme avisado antes, pero le estoy agradecida igualmente –dije convencida
  • Una virtud de Victoria! Plantea las cosas de tal manera que hace que del enfado pases al agradecimiento en un segundo! – dijo él- es una negociante nata!
  • Ya lo creo que es muy hábil para negociar! –expusé con admiración- De todas maneras es un placer trabajar con ella, no es una jefa como otras, por lo menos es divertida
  • Herencia de familia – dijo Guillermo

Creí no entender lo que decía y continuó:

  • Papá era igual, cuando estábamos los tres juntos mamá se enfadaba muchísimo porque nunca sabía cuando hablábamos en broma y cuando en serio, no cierto hermanita?

El alma me volvió al cuerpo. Guillermo era su hermano! Creo que se me dibujó una sonrisa en los labios. Disimulé mi sorpresa y continuamos todo el viaje charlando y riéndonos mucho de las anécdotas que tenían de cuando eran chicos. Cuando llegamos no pude ver demasiado el lugar porque ya había anochecido. La casa se notaba en construcción aunque básicamente parecía que la mayor parte ya estaba terminada. Preparamos algo para cenar y terminamos en el living conversando hasta que Sofía se durmió con la cabeza en el regazo de Victoria. La imagen me parecía muy dulce, ella acariciaba con ternura el cabello de Sofía y hablaba bajito para no despertarla. Guillermo propuso que ya era hora de ir a la cama y tomó en brazos a Sofía para llevarla a su habitación.

  • Esta chica si sigue creciendo me va a romper la espalda! –dijo haciendo un gesto de esfuerzo en su cara- las abandonamos, estoy filtrado y mañana hay que madrugar. Damas.. tengan buenas noches!

Cuando se marchó Victoria me invitó a la galería que estaba al frente de la casa. Llenó lo que quedaba de vino en nuestras copas, fue por sus cigarrillos y tomó dos mantas porque la noche estaba un poco fresca. Nos sentamos en los escalones de entrada y nos quedamos en silencio escuchando los ruidos de la noche.

  • Esto es lo hermoso de las noches en el campo – dijo elevando sus ojos al cielo- el cielo es un infierno de estrellas!

Tire mi cuerpo hacia atrás, recostándome un poco sobre el próximo escalón y soportando el peso de mi cuerpo en mi brazo derecho de modo que quedé inclinada hacia el lado de Victoria, pudiendo ver su perfil. Ella volvió su vista al frente y permaneció así mientras fumaba su cigarrillo apaciblemente. Cuando baje la vista luego de contemplar las estrellas desde mi posición podía ver como el escote de su camisa dejaba entrever su seno cubierto por un hermoso corpiño de encaje blanco. Me quedé observando cómo su pecho subía y bajaba al compás de su respiración, entonces su cuello al descubierto por su cabello recogido, su pecho respirando suavemente, el relieve de su seno apenas al descubierto, formaron un conjunto delicioso para mis ojos y pensé que era una crueldad tener que contener mis ganas de esta manera.

  • En qué pensas? –me preguntó dirigiéndome la mirada
  • En las cosas que tengo por resolver –respondí fingiendo que no la miraba a ella
  • Tu noviazgo por ejemplo? –preguntó
  • Mi noviazgo por ejemplo – asentí
  • En eso no te puedo ayudar –dijo mientras apagaba su cigarrillo consumido- no soy la más indicada para opinar de relaciones de pareja
  • No parece –objeté- algunas vez me dijiste que el amor se sentía en el corazón desde el primer momento
  • Yo te dije eso?!-preguntó sorprendida
  • Jaja! Creo que estabas con bastante alcohol encima! –le respondí
  • Ese es el problema cuando bebo-dijo apurando el último sorbo de su copa- hablo demasiadas tonterías
  • Pues a mí no me pareció una tontería lo que me dijiste aquella vez –repuse seria
  • Créeme, soy un desastre en materia de amor –dijo mientras se paraba- y no creo poder ayudarte en tu relación con Mauro, lo que yo opine poco importa
  • A mi si me importa tu opinión – le reclamé parándome junto a ella
  • Tal vez te va a parecer duro lo que voy a decir – habló con gesto serio- a mí no me interesa opinar sobre lo que tenes que hacer o dejar de hacer con Mauro, porque en definitiva vos vas a hacer lo que quieras, y lo que hagas o dejes de hacer depende exclusivamente de tu decisión, yo no tengo nada que ver en el asunto. Aprovechá estos días para aclarar tus sentimientos pero no esperes que yo te diga lo que tenes que hacer.

Se retiró a su cuarto deseándome buenas noches. Yo me quedé unos minutos más y encendí uno de sus cigarrillos. Estaba confundida, nunca Victoria me había hablado tan duramente, aunque tenía razón en todo lo que me había dicho. Qué otra cosa esperaba que me dijera: "Valeria deja a Mauro y quedate conmigo"? Era una estupidez y muy inmaduro de mi parte. Me fui a la cama reprochándome la actitud infantil que había tenido.

Por la mañana me despertó Sofía para desayunar. Escuché voces, ya habían llegado los que instalarían la calefacción central. Era un día hermoso, miré por la ventana y pude ver que el lugar era alucinante. Aparecí en la cocina después de una ducha y vestida para pasar un bonito día de campo. Sofía me comento que Victoria la había sacado de la cama temprano a ella también y que le había pedido que me despertara porque seguramente cortarían el agua y el gas en un rato más. Desayuné con Sofía, conversamos de todo un poco, de su escuela, su padre, su tía, de mí. Por la ventana pude ver a Victoria y Guillermo que hablaban con los operarios. Salí a saludarlos.

  • Buen día! –dijo Victoria como si nada hubiera pasado la noche anterior- Dormiste bien?
  • Espectacular! Me desmayé! –le comenté
  • Me acompañas? Tengo un par de cosas que hacer… si tenes ganas…- me dijo dudando
  • Claro que sí, vamos

Fuimos en el auto de Guillermo hasta la casa de un peón de campo que según me comentó cuidaba del jardín y de un par de caballos que tenían en la casa. Nos bajamos y ella se acercó a saludar a un señor bastante mayor, vi como le extendía un sobre, supuse que sería su paga. Se acercó un perro y le acaricíe la cabeza.

  • Te gustan los perros? –preguntó Victoria
  • Me encantan! – le respondí
  • A mí también, pero no podría tener uno, no estoy nunca en casa. –comentó
  • Bueno! Pero por las noches podrías estar con él, cenarían juntos, que se yo…-se me ocurrió decir
  • Eso tendría su ventaja y su desventaja –opinó- la desventaja es que siempre me tocaría cocinar a mí, la ventaja es que no tendría que escuchar que cocino mal.
  • No te gusta cocinar? –pregunté
  • Poco y nada, soy de las que prefieren lavar los platos y disfrutar de la comida –dijo
  • Entonces un día de estos te cocino! –dije animada- a mi me encanta cocinar, pero odio lavar los platos
  • Trato hecho! –exclamó- quedas comprometida a cocinarme

Me animó su expresión, estaba comprometida a cocinarle y Dios sabe que me mataban las ganas de hacerlo todos los días! Continuamos camino a un restaurante donde encargó el almuerzo y quedaron en llevárselo al mediodía. Ahí se me ocurrió que si no tenía inconveniente yo podría cocinar la cena. Le pareció una excelente idea aunque me advirtió que tendría que compartir con Guillermo, por lo general él es quien toma las riendas de la cocina.

Volvimos a la casa. Mientras Victoria seguía ocupada con una cosa y otra, yo me recosté a leer un libro en el patio. Después de almorzar me invitó a andar a caballo.

  • No se montar –le dije
  • Siempre hay una primera vez! Vamos guapa no tengas miedo! –exclamó
  • Te conviene no resistirte – dijo Guillermo- no va a parar hasta que te vea galopar!
  • No pienso resistirme –dije- además no tengo miedo, tengo plena confianza en mi profesora!

Fuimos al corral y allí me tomó de la mano. Te presento, Miel y Cardón, dijo acariciándoles el lomo. Me acerqué un tanto temerosa. Me parecían enormes y en cierto sentido me intimidaban.

  • Tenes que relajarte –dijo acercándose por detrás de mí- ellos saben perfectamente cuando tenes miedo

Me tomo por la espalda y con su mano dirigió la mía hasta el lomo de Miel. Me dejé dirigir, sentía su mano tibia y suave sobre la mía, deslizándose por el pelaje del animal. Ahora respira conmigo, me dijo acercando su boca a mi oído.

  • Así, despacio, inhala…, exhala…- decía apenas susurrando

La verdad es que me costaba muchísimo relajarme, su cuerpo tan cercano al mío me ponía a mil.

  • Cerrá los ojos –me dijo suavemente

Mantuve los ojos cerrados y me dejé estar en ese paraíso que era estar entre sus brazos.

  • Así vamos mejor! –dijo satisfecha- sentís cómo Miel también está tranquila
  • Es cierto-dije sin abrir los ojos

De pronto se separó de mí para empezar a ensillar a la yegua.

  • Vamos a comenzar con Miel que es más dócil

Me ayudó a montarla y a continuación la montó ella también colocándose por detrás de mí. Sentí sus muslos rodear los míos, su pecho apoyado en mi espalda y sus brazos a los lados de mi cuerpo sujetando las riendas. Su cercanía me resultaba muy excitante. Podía sentir su respiración, sus latidos, su perfume, sus pechos apretados contra mi espalda, sus brazos que rozaban los míos, y lo que más me torturaba, sentía su sexo en mis glúteos. Ordenó a la yegua iniciar la marcha con un golpe de talones. El balanceo del andar hacía que sintiera su cuerpo rozar el mío. Al principio mantuvo ese andar lento. Me explico que cuando comenzara a trotar, lo importante era encontrar el ritmo con el animal, para que nuestro cuerpo no rebote contra el lomo de la yegua, sino que acompañe el andar. Me preguntó cómo me sentía. Le respondí que estaba perfecta, para no decirle que me sentía en la gloria! Nos fuimos alejando y la yegua comenzó a apurar su paso hasta que comenzó a trotar.

  • Te animas a galopar? –me preguntó como en complicidad
  • Claro que sí! –le respondí sintiéndome sumamente excitada

Comenzó a apurar la marcha con golpes más severos de talones y agitando las riendas.

  • Tomá mis manos con fuerza! –me dijo

Y la yegua comenzó un galope veloz. El viento me golpeaba la cara, sentía el rostro de Victoria sobre mi hombro y muy cerca del mío. Sentía sus pechos firmes rozar mi espalda con fuerza y como sus pies estaban en los estribos, mis muslos estaban sobre los de ella, sintiendo cada uno de sus movimientos. Me alucinaba pensar en lo que sentiría ella en su sexo ahora que tenía sus piernas abiertas alrededor de mí. Me fui excitando cada vez más y de pronto en mi vagina comencé a sentir pequeñas oleadas de calor que me obligaban a contraer mis muslos, buscando estimular aún más mi clítoris. La carrera era vertiginosa y el deseo de un orgasmo se presento con urgencia. Me parecía una locura venirme de esa manera, pero no podía evitarlo. Me preguntaba si ella notaría lo que estaba pasando. Y no resistí más y el orgasmo nació en mi vagina para recorrerme el cuerpo por entero. Apreté sus manos con mayor fuerza y deje caer mi cabeza contra su hombro.

  • Es hermoso! –exclamé
  • Disfrútalo – me respondió ella sin cesar la carrera

Llegamos hasta una laguna donde detuvo la marcha. Me ayudo a desmontar y sentí mis muslos doloridos.

  • La primera vez duele un poco –dijo Victoria refiriéndose a mi expresión al bajar

La realidad era que a mí me dolía más de lo normal porque no solo había galopado sino que además me había masturbado. Por Dios! Era realmente una locura. Dejó la yegua beber tranquila en la laguna y se tiro de espaldas en el pasto. Me recosté a su lado.

  • Vas a resultar una buen jinete- me dijo
  • Te parece? –le repuse
  • Vos sos como yo, cuando comenzamos algo no lo dejamos a medias, no paramos hasta que nos salga perfecto o al menos lo concluimos – comentó

Por un segundo creí que se refería a mi orgasmo. Después no creí que fuera posible que se hubiera dado cuenta.

  • Pienso irme de acá aprendiendo a galopar, me pareció una experiencia hermosa! –le dije

Ella se volteo hacia mí y mirándome con una sonrisa dijo:

  • Se te nota en la cara que te gustó, te brillan los ojos

Me quedé mirando su rostro en silencio. Sus ojos miraban los míos imperturbables. Su boca delineaba una sonrisa leve, apenas perceptible. No me contuve y lleve mis dedos a sus labios. Los acaricié y entonces ella cerró sus ojos y dejo que descubriera su boca. Comenzó a besar dulcemente la punta de mis dedos que exploraban y recogían su saliva para empapar su boca. Tomó mi mano y la llevo a su mejilla. Acaricié sus ojos, recorrí despacio sus cejas, su frente, baje por su nariz hasta volver a su boca. El galopar de un caballo nos trajo a la realidad. Abrió sus ojos de inmediato y se aparto de mí para ver quién venía. Era Sofía. Se puso de pie y le hizo señas para indicarle donde estábamos. Me senté fastidiada, no podía creer que semejante momento se me desvaneciera como por arte de magia.

Durante el resto del fin de semana no tuvimos oportunidad de estar a solas. Buscaba sus ojos de continuo, esperando alguna señal que me dijera que estaba como yo, ansiando terminar lo que empezamos, pero ella sistemáticamente evitaba encontrar mi mirada. Me dejaron el domingo por la noche en la puerta de mi casa. Me despedí y Victoria apenas me dio un beso rápido en la mejilla diciéndome que nos veríamos mañana.

Me estaba duchando para luego ir a la cama cuando escucho mi padre golpear la puerta del baño:

  • Nena es Mauro, al teléfono, dice que espera porque no se ha podido comunicar contigo

Suspiré fastidiada! En la última persona en la que quería pensar era en Mauro. Tomé el teléfono y comenzó a reprochar mi desaparición durante el fin de semana. Discutimos y termine largándole que ya no me interesaba continuar con la relación. Me amenazó diciéndome que si le decía eso ni se ocurriera volver luego. Que era un adiós definitivo. No pude aliviarme más, era exactamente lo que quería: que fuera un adiós definitivo. Corte y me encerré en mi cuarto. Estaba sólo con una bata de baño y una toalla en la cabeza. Me comencé a peinar frente al espejo y en mis movimientos mi escote se abrió un poco dejando uno de mis pechos al descubierto. Me quedé observando mi imagen al espejo. Llevé mi mano a mi seno y comencé a acariciarme. En mi mente apareció la imagen del escote de Victoria dejándome ver apenas su seno. Pensé en sus tetas y en las ganas que tenía de comérselas. Recordé la manera en que me había excitado montar con ella aquella yegua. Desabroche mi bata y me observé desnuda, abrí mis piernas y vi mi vagina en el espejo. Estaba mojada, era inevitable pero Victoria me mantenía en un estado de excitación constante. Una fiebre imparable atacaba mis muslos, mi clítoris, mis pechos. Recordé el orgasmo secreto que había sentido con su cuerpo abrazando al mío. Mis dedos en sus labios volvieron a aparecer en mi mente y entonces observé mi clítoris hinchado, pidiendo que lo alivie. Comencé a frotarme con mayor intensidad mientras repetía su nombre mentalmente y cuando mi orgasmo llegó me encontré diciendo su nombre bajito entre gemidos ahogados: Victoria, mi amor!