El Amo perfecto

¿Existe?

EL AMO PERFECTO

¿Existe?

Hacía rato ya que todos los comensales de aquella mesa llevábamos unas cuantas copas de más. ¿Dónde fue la cena? ¿En casa de Judith, de Helena…? No lo recuerdo bien. Recuerdo que cuando llegué ya estaban todos sentados y empezando a cenar. Mi retraso no tenía justificación, pero a nadie de los que estaban allí pareció importarle, nadie me echó nada en cara. Mi impuntualidad era de sobras conocida por casi todos mis amigos, y en una cena como esta, después de dos meses sin que fuera posible reunirnos todo el grupo, los seis, me parece que a nadie le apetecía arriesgarse a ser el primero en echarme bronca.

Recuerdo que en la cena me divertí como hacía tiempo que no lo hacía, Gabriel me tenía reservado un sitio a su lado, entre él y David y justo enfrente de Marcos. Ya era costumbre sentarnos siempre chicos y chicas intercalados, aunque realmente daba igual. Hacía ya mucho tiempo que éramos amigos y la confianza y el afecto se respiraba en el aire. La cena transcurrió con normalidad, contando cada uno como le iba la vida en la pequeña franja de tiempo en la que no nos habíamos visto y con la alegría típica del reencuentro. Como siempre que nos veíamos, los abrazos y los besos eran una constante que progresaban a medida que se retiraban de la mesa las botellas de vino vacías, por lo que el juego no escrito en el que caíamos siempre de buen agrado radicaba en un tira y afloja verbal de halagos cada vez más subidos de tono con la única intención de ver quien era el primero en cortarse. Cada silencio del otro era un triunfo para el atacante. Aún así, nunca habíamos llegado a más, era solo un juego sano entre amigos.

Siempre se han reído cuando les digo que parecen leones, que siempre van a por la presa más débil, mi pobre Helenita, que es tan buena como tímida y por la que siempre sacamos las garras Judith y yo. Basta un comentario de lo más normal para que se ponga roja como un tomate y estalle en sonoras carcajadas, con Judith lo tienen más difícil, es pequeña pero matona como ella misma dice, y cuando tiene un buen día sería capaz de poner en un compromiso al mismo Nacho Vidal. Conmigo, como digo yo, lo tienen imposible.

Cuando ya estábamos por el segundo plato la conversación estaba de lo más caldeada. Helena hacía rato que solo escuchaba y Marcos y Gabri tiraban de todos los recursos que podían contra Judith. Yo me limitaba a observar. Era divertido ver actuar a Judith y Marcos me estaba sorprendiendo, habitualmente tenía morro pero no tanto. Aún así, lo que más me extrañaba era que David estuviera callado. Era con diferencia el que más recursos tenía de los tres. Lo conocía de sobras, era mi mejor amigo. Y si no fuera por este hecho seguro que nos habríamos acostado ya en alguna ocasión porque atracción había de sobras por ambas partes. Hacía rato que ambos nos mirábamos con picardía y a la espera de ver cual de los dos atacaba primero. El juego era demasiado jugoso como para no picar. Lo hice yo.

  • Vaya David, así calladito tienes un morbazo impresionante… ¿eres tan callado para todo?

Su respuesta no tardó en llegar:

  • Si quieres vamos al lavabo y lo compruebas tu misma

Una sonrisa apareció en nuestras caras y la lucha empezó. La conversación cada vez fue a más hasta el punto de que todos se deleitaran escuchándonos.

Fueron diez minutos de un intensísimo tira y afloja, de una lucha en toda regla, de miradas cada vez más mojadas de lujuria y de gestos cada vez más incitantes, pero su última frase sentenció:

  • Está claro que necesitas un par de azotes. No sabes cuanto me gustaría verte domada con una mordaza y obedeciéndome… Necesitas un buen Amo.

Me bloqueé. Me quedé a cuadros. No me esperaba una salida como esta, ¿azotes? ¿mordaza? ¿Amo? Eran palabras que nunca habían salido en nuestros juegos. No teníamos tabús pero sencillamente nunca habíamos jugado con esto. Le pedí un sobreesfuerzo a mi mente para encontrar una buena contestación y al cabo de unos diez segundos estando clara ya mi derrota solo atiné a decir:

  • ¡Ni el mejor Amo podría domarme y por supuesto no eres tú!

Eran unas palabras motivadas por la rabia y que ya no daban pie a réplica, era el último acto de fuerza del que se sabe ya vencido, pero en esos instantes la sonrisa sarcástica del que se sabe ganador cruzaba ya la cara de David y todos se reían. Había sido una lucha justa y yo había perdido y como todos sabían de sobra, yo odiaba perder. Aún así también me reí sumándome a todos aunque por dentro me sintiera un tanto humillada.

Al cabo de un rato todos caminábamos por la calle buscando un local en el que acabar la noche después de la estupenda cena que acabábamos de tener. El primero que apareció ya servía así que al momento todos estábamos bailando como locos y con un vaso más en la mano que no hacía sino aumentar nuestro nivel etílico.

Bailamos todos con todos, y yo hacía rato que ya no pensaba en la conversación anterior. Bailé con Marcos, con Gabri y por supuesto con David. Al cabo de un par de horas había bebido bastante más de los que mi cuerpo podía aguantar y empecé a encontrarme francamente mal. No suelo beber, de hecho era la primera vez que alguien tendría que llevarme a casa y no a la inversa. David se ofreció a acompañarme. Me llevó fuera y preocupándose en todo momento por como estaba empezó a buscar un taxi. Él también había bebido bastante así que lógicamente no se atrevía a coger el coche. Un taxi paró ante nosotros y ambos subimos. Sencillamente no pude evitar quedarme profundamente dormida por el traqueteo del coche apoyada en su hombro. Me desperté al cabo de un rato en el momento justo para notar que me llevaba en brazos. Ya no me desperté más hasta la mañana siguiente.

Estaba en su cama.