El amo León

Tamara se da un tiempo para contarnos como es su día a día al lado del hombre de su vida.

¡Hola! Mi nombre es Tamara y tengo diecinueve años. La razón para escribir esta ¿bitácora? Es para dejar un registro de mi vida ya que últimamente he comenzado a olvidar algunas cosas. No es que me importe olvidar cosas de mi vida pasada, pero me aterra olvidar algo de mi vida presente: los mejores años de mi vida al lado del hombre que amo, mi amo León.

¿Amo León? ¡Así es! Tamara es una esclava hipnotizada totalmente entregada al amo León, el hombre de mi vida.

¿Cómo comenzó esto? Bueno, es de las pocas cosas que puedo recordar de mi vida pasada y que no quiero olvidar, razón de esta bitácora. Comienzo:

Todo comenzó hace siete meses, recuerdo que yo acababa de ingresar a la universidad para estudiar para veterinaria, ¡adoro los animales! En el campus conocí al amo León, aunque en ese momento sólo lo llamaba León. ¡Que tonta!

Desde que nos vimos no me fue difícil darme cuenta de que el amo León se había enamorado de mí, pero no le daba mucha atención aunque sí hicimos una amistad.

Un día mi laptop se averió y el amo León se ofreció a arreglarla por mí, así que fui a su casa. Mientras trabajaba en ella comenzamos a hablar de varias cosas hasta que el tema cayó en hipnosis. El amo León hizo una declaración que en ese momento se me hizo “creepy”: dijo que podría hipnotizarme.

Aunque la sentencia se oía rara, decidí dejar que intentara la hipnosis en mí, después de todo era lo menos que podía hacer ya que estaba arreglando mi computadora gratis.

No recuerdo qué pasó, vagamente recuerdo que desperté en su cama, sintiéndome muy relajada, feliz y enamorada del amo León, al grado de que me entregué a él como su esclava Tamara. Dejé la escuela, mi casa y vivo con él desde entonces, ¡yay!

A partir de ahí fue cuando comencé a olvidar cosas de mi vida pasada, pero eso no me importa: no hay mayor felicidad para mí que ser esclava de tiempo completo del amo León, aunque eso me ha causado algunos problemas, por ejemplo, hace poco me encontré en la calle con dos desconocidos que decían ser mis padres. Como si eso pudiera ser posible, sólo les sonreí y me alejé, ya que al único que necesito en mi vida es al amo León.

Ahora, uno podría pensar que como la esclava hipnotizada del amo León tendríamos montones y montones de sexo, pero no es así. A mis diecinueve años, sigo siendo virgen y hay una buena razón: el amo León quiere conservar mi pureza intacta hasta que él sienta que sea el momento adecuado para que lo hagamos, ya que él quiere que yo quede preñada a nuestro primer intento y con algo de suerte, tener una linda niña.

De todas formas, no es como si el amo León no tuviera más esclavas para entretenerse, porque sí: el amo tiene todo un harem de esclavas hipnotizadas.

Contándome a mí, debemos ser unos trece chicas que hemos sido hipnotizadas y esclavizadas por el amo León, aunque yo soy su favorita, ya que soy la única a la que ha llevado a vivir con él, a las demás pese tenerlas bajo su completo control, les ha permitido continuar con sus vidas, ya que su plan es que ellas crezcan y se vuelvan mujeres exitosas para que nos den “generosas” donaciones y podamos vivir bien nosotros dos y nuestra futura hija, ¡hasta podrías decir que estamos en una especie de culto de hipnosis o algo así!

Ser la reina de este “culto de esclavas hipnotizadas” tiene sus privilegios, ¡el amo León me deja jugar con las otras chicas! Por ejemplo, el amo recordó que me encantan los animales, en especial los perros, y me ha dejado tener a una de estas chicas como mi mascota.

La elegida fue una chica llamada Vianey, una chica morena de largo cabello negro y un cuerpo delgado y tetas pequeñas. Según el amo León, antes de ser una esclava hipnotizada como yo, Vianey fue la novia del amo, pero este descubrió que la engañaba y decidió vengarse, convirtiéndola en una de las primeras esclavas del harem antes de terminar con el “yo despierto” de Vianey y así poder pasar a otras cosas.

Por eso el amo eligió a Vianey para tomar el rol de mi mascota, porque según él es una perra y eso le iba bien a ella.

Tras un par de sugestiones hipnóticas, Vianey viene en las tardes a la casa. Es encantador verla llegar y no tener idea de qué hace aquí y es muy excitante susurrarle su palabra gatillo y ver poco a poco como pasa su transformación de humana a mi adorable mascota, como sus ojos pierden todo el brillo, como poco a poco ella sola se quita la ropa hasta quedar totalmente desnuda, como luego va al armario para sacar su “uniforme”: una diadema con orejas de perro, una correa y un dildo con cola de perro que ella obedientemente introduce en su ano. Luego, se pone en cuatro patas, sonríe de una forma boba y comienza a actuar como la adorable perrita que yo y el amo León tanto queremos.

Es divertido estar con perra Vianey: jugamos a que atrape la pelota, le rascamos la barriga, la dejo lamerme el coño y a veces el amo León se aparea con ella (y digo aparear porque tiene sexo con ella mientras Vianey cree que es una perra, por eso creo que le va mejor).

De hecho Vianey está ahora mismo aquí conmigo, tumbada a mis pies, profundamente dormida pues estuvimos jugando toda la tarde, se ve tan adorable dormida con algunos de mis fluidos vaginales todavía escurriendo de su boca…

Pero ser la esclava hipnotizada preferida del amo León no es sólo un privilegio, también viene con algunas responsabilidades, como por ejemplo ayudarle a someter a otras chicas para convertirlas en esclavas.

El otro día el amo trajo a dos gemelas que se me hacían conocidas de mi anterior vida, creo que eran parte del equipo de vóley ball de la universidad. Sus nombres son Amy y Aime. ¡Son unas chiquillas preciosas! Rubias, de piel blanca, rasgos faciales finos, de una figura esbelta por el deporte que hace… son bastante parecidas, pero tienen algunas diferencias que me ayudan a identificarlas, por ejemplo: Amy tiene las tetas más grandes y el coño sin depilar, mientras que Aime tiene las tetas más pequeñas y se ha depilado el coño.

El amo solicitó mi ayuda con estas dos esclavas porque tenía un problema: Amy había aceptado muy bien las órdenes del amo, al punto de que ya era una esclava casi tan devota como yo (¡nadie ama más al amo León que yo!), pero Aime todavía mostraba cierta resistencia, por lo que el amo León decidió usar otra técnica.

Usando la hipnosis, engañó a mi cuerpo para que mi creyera que yo ya estaba embarazada y así mis tetas comenzaran a producir leche, algo que se siente muuuuuuuy bien.

Luego de convertirme en una vaquita lechera, usó más hipnosis en Aime para regresar su mente a un estado de una bebé y lo que siguió fue obvio: me tocó alimentar a la bebé Aime con mi leche. La idea del amo León era que yo y Aime construyéramos un lazo tipo madre e hija para que de esa forma ella aceptara más fácil las sugestiones que la convertirían en una obediente esclava hipnotizada si venían de mí que del amo León.

La verdad era súper tierna y excitante la situación: estar yo desnuda, con Aime también desnuda sobre mi regazo, con mi pezón atrapado por sus labios, sintiendo como ella succionaba y bebía mi leche mientras me miraba como si yo fuera lo más importante para ella… ¡uff! No pude evitar comenzar a masturbar a bebé Aime pensando que era mi propia vagina, ya que por la posición no podía masturbarme a mí misma. Esa niña sí que se lubrica rápido: en un par de minutos mi mano ya estaba empapada de sus fluidos.

Claro que a mi excitación también ayudaba el sonido que teníamos de fondo: mientras yo alimentaba a bebé Aime, el amo León y esclava Amy estaban en la cama follando, con el amo dándole unas fuertes estocadas a la gemela de mi bebita que la hacían gemir muy fuerte.

Finalmente luego de un rato, con un gruñido ahogado que nos indicó que el amo León había alcanzado el orgasmo, di por concluida la sesión de alimentación de Aime. Las dos nos pusimos de pie y nos acercamos a la cama, donde el amo estaba de rodillas recuperando el aliento. Nos miró con una sonrisa y luego miró hacia el frente, lo que Aime y yo entendimos como un gesto infantil de que el amo quería que viéramos su obra.

Frente al amo estaba Amy, acostada, con las piernas abiertas, también luchando por recuperar la respiración y cubierta tanto de semen como de su propia baba y su leche, ¡ah sí! Porque el amo primero experimento con Amy los trances para hacer lactar a una mujer sin estar embarazada, aunque quizás se le pasó un poco la mano, ya que cada vez que tiene un orgasmo, de sus pezones salen unos sendos chorros de leche.

El amo volvió la vista a mí, acarició una de mis tetas provocando que unas gotas de leche escurrieran del pezón y me dijo:

—Hay que probar a esta esclava. Haz que limpie a su hermana con la lengua.

Me emocioné mucho, tanto por la orden que me daba el amo como por la oportunidad de dirigir a una de las esclavas.

Me acerqué a Aime, acaricié su rostro y le susurré al oído.

—Aime, ¿me harías el favor de limpiar con tu lengua a tu hermana?

Cerré la orden con un cariñoso beso en la mejilla de la chica. Esta por su parte primero pareció resistirse, pero después asintió sumisamente para después acercarse a su hermana y comenzar a pasar su lengua por el vientre de esta, devorando la semilla del amo.

El amo León mientras tanto me besó en los labios y tras darme una nalgada me dijo:

—Buen trabajo mi putita.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó alguien a su espalda.

En su asiento frente a la computadora, Tamara se sobresaltó, se giró y se encontró a un muchacho de cabello negro rizado.

—¡Amo León! —gimió Tamara en excitación al ver a su adorado frente a ella—. Regresó pronto, no lo oí llegar.

—Había algo de tráfico camino a la casa de Karla —explicó León.

Karla, otra de las esclavas, vivía hasta el otro lado de la ciudad y era una de las pocas a las que León en persona llevaba de vuelta a su casa, esto porque no quería que algo le pasara a sus juguetes camino a casa. Miró la pantalla de la computadora y volvió a preguntar:

—¿Qué escribes?

—Una bitácora —respondió de inmediato Tamara—. Ya ve que últimamente he estado olvidando cosas, no quiero olvidar ninguno de los maravillosos momentos que he vivido a su lado.

León sonrió con ternura, le acarició la cabeza a su esclava y dijo:

—No lo harás mi putita. Me aseguraré de que sólo olvides aquello que no te sirva.

Tamara sonrió como si le hubieran dado la mejor noticia de la vida.

Mientras tanto, León miró al suelo y vio a una muchacha morena de cabello negro dormida a los pies de Tamara.

—También habrá que mandar ya a casa a Vianey… pero creo que tengo tiempo para un último polvo.

León se arrodilló junto a la muchacha y dándole un par de nalgadas dijo:

—Vianey, despierta.

La muchacha abrió los ojos y al ver al muchacho, una sonrisa se dibujó en sus labios, se acercó a él y comenzó a lamerle la cara.

—Buena chica, buena chica —dijo León divertido mientras se quitaba de encima a Vianey—. Ahora, a la cama perra.

Por toda respuesta, Vianey dio un ladrido alegre y se trepó a la cama, quedando quieta en cuatro patas, esperando a ser penetrada por su macho.

Mientras se quitaba la ropa, León miró a Vianey y le dijo:

—Ya sabes qué hacer.

—¡Sí amo! —exclamó Tamara emocionada para salir de un salto de la silla y quedar de rodillas en el suelo mirando hacia la cama.

León quedó desnudo y se trepó también a la cama, detrás de Vianey. Acarició aquellos labios ansiosos, lo que le arrancó un suspiro de excitación a la perra. León entonces apuntó su miembro a las entrañas de Vianey y tras tomarla de la cadera, la penetró con tanta furia que le sacó otro gemido de placer a la perra.

Mientras León embestía a la pobre muchacha, desde el suelo Tamara sólo podía mirar y masturbarse, fantaseando con que algún día ella sería la perra en brama que se estaría apareando con aquel macho para llevar en su vientre a la hija de ese hombre que amaba tanto.

El solo pensamiento hizo que unas gotas de leche se escurrieran desde sus pezones.

Afterwords:

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