El amo

Las manos enguantadas del AMO acariciaban mi culo, entreabrieron mis nalgas y, de golpe, sentí cómo su lengua viciosa husmeaba en mi cálido ojete, metiéndose cada vez más adentro.

Hacia un buen rato que esperaba en el andén de la estación.

El tren, como habitualmente, parecía llevar retraso.

Iba a perder toda una mañana en la ciudad por una sola, pequeña y estupida gestión.

Ya empezaba a impacientarme, cuando por megafonía anunciaron la entrada del tren en la estación.

En cuanto abrieron las puertas, subi rápido y busqué un asiento vacío.

Me acerqué, distraído y me senté.

Solo cuando el tren arrancó, me di cuenta de que, al otro lado del pasillo, sentado frontalmente, había un hombre.

Vestía pantalón y cazadora de cuero negro, llevaba botas altas de motorista o equitación, guantes de piel negra y unas Ray-Ban oscuras.

Su pelo era totalmente canoso y llevaba una barba de tres días, también canosa.

Parecía que, a traves de los vidrios oscuros, me miraba fijamente, y al darme cuenta, empecé a ponerme nervioso.

Sentia el poder de aquella mirada, aunque el hombre no movía ni un músculo ni daba señal alguna de haberme visto.

Notaba, cada vez más, que aquel hombre se estaba apoderando de mi y de mi voluntad. No sabia por que, pero veía que mi sueño de encontrar una voluntad más fuerte que la mia, que me dominase, que me convirtiese en el esclavo de un amo fuerte y duro, estaba a punto de convertirse en realidad.

En todo el viaje, el hombre, el AMO, no hizo un solo gesto, un solo movimiento, pero yo no pude dejar de mirarlo, nervioso, como hipnotizado por su magnetismo.

Al llegar a la estación, el hombre se levantó y sin decir nada, levantó la mano derecha y, con el dedo índice me hizo un gesto para que le siguiese.

Solo fue un gesto imperioso hecho con la mano enguantada que borró para mi  todo lo que me rodeaba: ¡Mi AMO le habia dado una orden, y yo obedecia!

Caminé en silencio detrás de él hasta que llegamos al coche que el AMO tenía aparcado en el parking. Sin una palabra, ni mirarme siquiera, abrió el capó y me indicó con un gesto seco que me metiese dentro.

Vacilé unos instantes, suficientes para que el AMO levantase su mano enguantada y me arrease un bofetón que restalló en el silencio del parking. Luego, la misma mano enguantada me agarró por el cogote y me obligo a meterme dentro. Yo, sin resistirme, obedeci.

El coche arrancó, y para mi alivio, el camino fue corto. En cinco minutos llegamos a casa del AMO. El coche entró por la puerta del garage y aparcó en el segundo sotano.

En cuanto noté que el motor paraba, yo, completamente excitado, esperé. El capó se abrió y el AMO, con un gesto de cabeza me indico que saliese del portaequipajes. No me lo hice repetir dos veces.

El AMO se dirigió hacia una puerta, y yo lo segui. Abrió con la llave y entró.

Eran los ascensores que, evidentemente nos llevarian a la casa del AMO.

Yo estaba ya completamente excitado, el corazón me iba a cien por hora y tenia la boca seca.

En el trayecto del ascensor, miré fijamente a mi AMO, que no hizo la menor señal de notarlo ni me devolvió la mirada. La cabina se detuvo en el tercer piso. Se abrieron las puertas i mi AMO salió sin decir nada.

Delante de una de las puertas se detuvo, sacó sus llaves y abrió la puerta. Pensé que detrás de aquella puerta, mi destino se iba a cumplir.

Entré detrás de mi AMO y me quedé de pie en mitad del recibidor.

El AMO cerró la puerta a su espalda y me agarró por el cogote con su mano enguantada, obligandome a ponerme de rodillas, mientras con voz dura que escapaba por entre sus dientes apretados me ordenaba:

.- ¡De rodillas, perro! Tu posición delante de tu AMO es esta! ¡Que no se te olvide!

.- Si AMO- murmuré, casi inconscientemente.

.- ¡Así me gusta! ¡Ahora ves desnudándote! Siempre has de estar así, como mi perro-esclavo.

Lleno de deseo, empecé a quitarme la chaqueta y la camisa. El AMO permanecia de pie a mi lado. Una fusta apareció en sus manos. Imaginé que la habia cogido al entrar.

.- Hazlo poco a poco. Quiero gozar del espectaculo- y dejó escapar un azote con la fusta en mi espalda.

Los zapatos, los pantalones y los calcetines siguieron a la camisa. Me arrodillé, solamente en calzoncillos.

.- ¿Qué estás esperando, esclavo de los cojones?

El azote de la fusta fue esta vez un poco más fuerte.

Rapidamente, me  despojé de los calzoncillos y me quedé desnudo.

.- Levanta la cabeza- me ordenó el AMO. Tenia entre sus manos enguantadas, un magnifico collar de perro, de piel negra con tachuelas plateadas. Sin decirme una palabra, colocó en mi cuello aquel signo de sumisión y esclavitud.

Me  senti feliz como nunca.

¡Había encontrado, por fin, lo que tanto buscaba: Un AMO que me hiciese obedecer, que me humillase cuando él quisiese y que me hiciese sentir protegido.

.- ¡Andando, perro!- me indicó el AMO dirigiéndose a la sala.

Un par de sillones en piel negra ocupaban gran parte de la sala.

El AMO se sentó en uno de ellos.

Sin vacilar, me arrodillé delante de él y, mientras el AMO me colocaba encima uno de sus pies calzados con las altas botas de piel negra y reluciente, yo acerqué mi boca trémula de deseo a la otra bota y mi lengua ansiosa empezó a lamer la caña alta y brillante.

.- ¡Lame, perro vicioso! ¡Como te gusta estar a los pies de un macho! ¡Haré de ti un buen esclavo morboso, dispuesto a servir en todo a su amo.

Yo no le oia siquiera, sumergido en el éxtasis de las caricias y las lamidas a aquellas botas altas, con sus espuelas plateadas y sus tacones.

Mi saliva goteaba por la negra piel y mi lengua la esparcía por toda la bota. Refregaba mi cara por la caña con los ojos cerrados y expresión de supremo placer.

.- AMO, ¿puedo lamerte la otra bota?

.- ¡Toma, perro! ¡Lame!

Tomé la otra bota y panza arriba, la acerqué a su cara. Mi lengua golosa lamia la suela y la puntera.

Noté como el AMO jugaba con mi polla con el otro pie. Mientras iba lamiendo, no podia dejar de murmurar:

.- ¡Si, AMO, si!  ¡Sigue, sigue así!

Y el AMO, que me insultaba a cada momento para humillarme, levantó con la puntera de la bota mi polla, aplastó mis cojones y hurgó por entre mis piernas como queriendo encontrar mi ojete.

De pronto, el AMO me arreó un azote con la fusta en el muslo y con un grito, me ordenó:

.- ¡A cuatro patas, cerdo vicioso!

De un salto, me levanté y me puse a cuatro patas. El muslo me escocia del azote, pero lo agradecí como un regalo de mi AMO.

Este, se levantó del butacón y se sentó sobre mi. Me cabalgaba como a un esclavo-caballo. Sus manos enguantadas me agarraban la cara y me estrujaban las mejillas, tapaban mis ojos y, de vez en cuando, me arreaban alguna bofetada. Finalmente me metió los enguantados dedos en la boca:

.- ¡Chupa, cerdo! ¡Mama mis dedos! ¡Ya se que esto te encanta!

Loco de placer, mamé y chupé mientras la saliva goteaba sobre el parquet.

El AMO se estaba excitando también y no paraba de azotar mi culo con la fusta. Yo  sabia que no queria hacerme demasiado daño, solo excitarme y este pensamiento me ponia aún más cachondo y vicioso.

.- ¡Más AMO, más! ¡Tu esclavo ha sido desobediente y tienes que castigarlo!

.- ¡Eso haré, perraco! ¡No hace falta que te preocupes por eso!- respondió mi AMO entre dientes.

Cuando ya llevaba un buen rato cabalgandome, mi AMO se tumbó en el sofá y, con un golpe de fusta, hizo que  me amorrase a sus pantalones de piel.

.- ¡Lame perro! ¡Lámeme las piernas!

Nada mejor para mi que esta orden. ¡Lamer, lo que más me gustaba, como un buen perro vicioso!

Me abalancé a ello, abrazando y acariciando cada pierna casi con avaricia.

.- ¡AMO, AMO, estaría lamiéndote toda mi vida!

.- Te lo agradezco, esclavo, pero creo que exageras! Aunque me estás demostrando una sumisión total. Te mereces que tu AMO sea amable contigo y te haga sentir sus manos enguantadas por todo tu cuerpo.

.- ¡Túmbate tú ahora en el sofá!

Yo no creía en lo que estaba oyendo. ¡Mi AMO me ordenaba que me tumbase para acariciarme!

Crei que semejante felicidad no se daba más que en los sueños.

Y sin embargo, ahí estaba, tumbado en el sofá, y él, mi AMO, reclinado sobre mi, me acariciaba mi cuerpo, trémulo de excitación, con mano suave, como no era de esperar en un AMO tan duro.

La enguantada mano del AMO tomó luego mi polla, la polla de su esclavo, y yo gemí de placer. Acarició mis cojones y se metió por entre mis muslos buscándome el culo.

Los dedos, hurgaban con pericia.

.- ¡Date la vuelta! ¡Dame tu culo!- ordenó el AMO.

Acostado en el sofá,  cerré miss ojos y me deje llevar a ese paraíso. Sabia que mi AMO no haria nada que yo no quisiera, pero no me veia capaz de negarle nada cuando se mostraba tan tierno y generoso.

Las manos enguantadas del AMO acariciaban mi culo, entreabrieron mis nalgas y, de golpe, sentí cómo su lengua viciosa husmeaba en mi cálido ojete, metiéndose cada vez más adentro.

Yo  dudaba. No sabia exactamente que es lo que mi AMO quería de mi. Y el AMO notó esa inquietud.

.- ¡Tranquilo, perrito mío!- me dijo cariñoso. ¡Déjame disfrutar de tu dulce agujerito!

Su viciosa lengua jugueteaba mi ojete y sus alrededores. ¡Nunca hubiese imaginado, ni en mis más dulces sueños, que mi AMO podría regalarme nada tan tierno y maravilloso!

.- ¡Si, AMO, si! ¡Que bueno es lo que me estás haciendo! ¡Como me gusta.

.- Esto, perraco mío, es un premio por haber sido sumiso y obediente.

Pero que sepas que tu AMO seguirá siendo duro y exigente contigo. ¡No lo olvides!

Bien que lo sabia yo, pero en aquellos momentos era completamente feliz de poder acurrucarme entre sus brazos.