El amigo de lorenzo
Un adolescente obsesionado por el sexo y por el amigo de su hermano. Una historia de amor de otra època.
Ser el menor de cuatro hermanos varones, nunca me había traído nada bueno en la vida. Sólo disgustos. De niño, heredaba de mis hermanos mayores, sus ropas, sus juguetes, sus útiles escolares y soportaba sin poder defenderme bien por ser el más chico, las órdenes, los maltratos, incluso las palizas que solían darme mis hermanos cuando usaba sus cosas, cuando hurgaba en sus cajones, o bajo sus colchones o sin querer les rompía algo. Pienso que me detestaban porque siendo el benjamín de la familia era el más mimado y protegido por mis padres. . Pero fue mi detestado hermano Lorenzo el que me trajo la experiencia más linda de mi primera juventud. Paso a contar.
Mi situación de inferioridad empeoró cuando mis dos hermanos mayores se fueron a vivir a Italia para trabajar. Luego murió mi papá. Eso ocurrió cuando yo tendría unos diez años y en mi casa quedamos los dos hijos menores:con mi mamà. Lorenzo, que me llevaba cinco años y medio, y yo, Mariano, el menor.
Mi hermano Lorenzo, se apropió desde entonces de mi vida: me mandaba, me imponía obligaciones, se reía de mis torpezas manuales: “sos un inútil” solía decir luego de que me hubiese obligado a hacer algo técnico o manual para el que no estaba yo muy preparado. Inútil, retardado, nene de mamá ,boludo ,etc. Etc. eran sus “elogios” Los repetía una y otra vez para mortificarme y cuando llorando y frustrado corría yo a los brazos de mi madre para que me consolara y defendiera, mi hermano me decía después cosas irreproducibles.” Mariquita, Maricón, Marica”. Palabras proféticas…
Pero todo cambió, para bien, el día que Lorenzo le dijo a mi madre que había ganado una beca para seguir la carrera militar, y la verdad que eso le venía como anillo al dedo: tenía y tiene aún alma de guerrero, es mandón, arrogante, disciplinado, frio, dominante. O sea que mi hermano Lorenzo era un milico de alma. Y yo feliz de que se fuera.
El alejamiento cambió nuestra relación: no sé si por la instrucción militar, la distancia, la disciplina o porque ahí nos dimos cuenta que nos extrañábamos. El vivía toda la semana en su colegio militar y yo me había quedado solo con mi mamá que trabajaba todo el dia. Uno extraña a veces lo malo conocido. Y yo creo que ahí me di cuenta que Lorenzo no era tan detestable y que yo como mocoso consentido, rebelde y travieso lo provocaba. Desde su partida lo empecé a echar de menos. No tenía con quien pelearme ni a quien mandar a la mierda. Creo que a él le paso lo mismo….
En unas visitas de fin de semana que hacía a nuestra casa, Lorenzo empezó a traer a un compañero. Nos lo presentó y casi muero de amor al verlo. El chico era flaco alto rubio de ojos celestes, de sonrisa fácil, simpático, agradable. Me trataba bien Mi madre lo recibió con gusto y quedó encantada de la educación y de los modales de Marcos Balseiro.
Yo tenía unos trece años, casi catorce creo y al principio Marcos me hablaba como se habla a un chico, me preguntaba de qué cuadro era en el fútbol, en qué año estaba, cuál era mi jugador favorito, que música escuchaba. El era del sur de la provincia de Córdoba, en el centro de la Argentina, de una ciudad muy progresista, San Francisco. Con tal de que me hablara y me prestara atención, yo contestaba sus preguntas y lo miraba como con esos ojos de huevo, como vaca enamorada: (o mejor de novillito enamorado). El muchacho me fascinaba. A mi ya me gustaban los chicos, pero trataba de borrar esos pensamientos porque sabía que no estaba bien. Había palabras muy feas para referirse a esos hombres a veces afeminados: otras, completamente masculinos, que gustaban de otros hombres. Me las había gritado en la cara Lorenzo, desde siempre. Aún antes de darme cuenta yo de mi condición sexual. Yo no quería convertirme en alguien despreciado por todos como el hijo del vecino de enfrente, al que todos llamaban maricón. Ahí viene el puto ….. Pobre Jorgito, un chico bueno y estudioso algo afeminado. ¡ cómo se burlaban de él.¡¡¡ Comilón le decían y no porque fuera de mucho apetito, sino porque le gustaba la pija, comer una pija de macho, pienso.
Yo me convencía a mi mismo, me decía por ejemplo, que el hecho de que me gustara Marcos no era ser maricón. Que mi corazón latiera fuerte cuando tocaba el timbre de la casa o cuando me daba regalos pequeños e inocentes, estampillas, una lupa para verlas bien, un compás para trazar las figuras que me encantaban, hasta un cometa que en Buenos Aires se llama barrilete Todavía hoy recuerdo ese barrilete con los colores de Boca Juniors que se me terminó enganchando en un cable de alumbrado .
El amor que sentía un adolescente como yo, el amor nefando de un chico que gustaba de otros chicos, era en ese entonces vergonzante, una “perversidad” condenada por la religión y por la sociedad algo para esconder. Yo lo sabía: había aprendido desde temprano a disimular. Nadie tenía que saberlo. Era de vida o muerte. De eso no había que hablar, ni contarle a nadie.
A veces escuchaba a los adultos, mi madre por ejemplo hablando con alguna de sus hermanas. Yo estaba muy solo, sin padre, con dos hermanos viviendo muy lejos en Europa, el otro en un internado militar: no había figura masculina en mi casa, y yo desesperado, según ellas, buscando un modelo, alguien a quien imitar.
Frente a la rivalidad o indiferencia de Lorenzo , y aunque en el fondo , bien en el fondo nos quisiéramos, ese modelo masculino fue Marcos Balseiro, el compañero del Colegio Militar de mi hermano.. Mirando para atrás lo amé desde el primer dia que lo vi. El me trataba con condescendencia, me acariciaba el pelo cuando me saludaba, se reía de mis chistes, escuchaba mis historias, comentaba mis discos, me hacía pequeños regalos: y me miraba. Al principio en esos primeros tiempos eran miradas cordiales con las que un muchacho de 19 años, bueno y afectuoso, podía dedicar al hermanito menor de un compañero. Aunque yo ya hubiera cambiado la voz, usara pantalones largos y me crecieran pelitos en el pubis, las axilas y en las piernas.
Venía casi todas las semanas y me acostumbré a su presencia. Una semana faltó porque estaba sancionado y lo extrañé horrores. Mi hermano Lorenzo venía a casa, se bañaba, comía y se iba a jugar al futbol al club. Era como si no estuviera. Una visita. Marcos era distinto, Me daba importancia, me escuchaba, compartía parte del tiempo de sus días de franco conmigo, se reía de mis chistes, me consentía. Algunas tardes jugábamos al 21, un juego con el aro de basquetbol que había en el patio de mi casa. El me dejaba ganar muchas veces. Me encantaba verlo con su short blanco largo, sus piernas fuertes su culo firme pegando saltos increíbles para anotar un tanto en la red.. El también había crecido desde el primer dia que lo vi. Su cuerpo se había desarrollado como el de un atleta,(que lo era), espaldas anchas , cintura pequeña, cuello fuerte, hombros amplios, musculos y fibra. Ahora ya no era un muchacho sino un macho que me calentaba horrores. Más que nunca. Ya de chico yo era muy puto…
Nadie me había hablado de sexo en casa. Una vez una prima mayor, la ahijada de mi vieja, que se quedaba a veces en casa, hasta que se casó, estaba colgando ropa a secar en una soga que había en el patio, y cuando yo le dije que mi remera encogía, ella entendió cogía y me dijo que yo era un mocoso de boca sucia y que le contaría a mi vieja. Yo no entendía el motivo del disgusto. ¿Cómo sería coger? Era fines de la década del cincuenta y en ese entonces, yo sabía poco y nada, uno era muy inocente, más si vivía en un ambiente demasiado callado y solitario como el mío: Algo había escuchado de mis hermanos de muy chico, también oìa de los chicos en el colegio pero yo vivía en una nube. Aún vivo en una dicen. .
Ese fin de semana, busqué el momento oportuno y le empecé a preguntar cosas de sexo a Marcos, porque a Lorenzo no se lo podía preguntar, y a mi mamá tampoco. El me miró con sorpresa, no pensaba que yo fuera tan, pero tan, inocente: Tan boludo como se dice en la Argentina. “Vos sabés que es coger” me dijo: y yo le dije “ y …mas o menos”. Quería su versión sobre todas las verdades de la vida: el me llevó al jardín del fondo, y ahí me dijo qué era coger, garchar, follar, tener sexo. Echarse un polvo. Esa tarde hablamos de coger, pija, huevos, tetas, ovarios concha, clítoris, regla, culo, acabar. leche, desvirgar, dolor, menstruación, embarazo, aborto, o sea de las cosas que revelan la verdad de la vida. “No creìa que fueras tan verde” me dijo, sonriendo cuando entramos al comedor, Tuvo mucha paciencia y confieso que fui muy buen alumno.
Yo le hice mil preguntas, como era que se cogía, por dónde, qué se sentía, si era lindo, me fascinaba que me hablase de la pija, de los huevos, de la erección, de ponerse al palo, del placer de acabar, :de la leche, la guasca, el semen que se derramaba cuando se acababa. El por momentos vacilaba y se sonrojaba. Yo me excitaba con la conversación: estaba descubriendo el mundo A mí se me paraba la pija, en ese entonces la pijita , la garcha, la poronga, el trozo. Bueno el pedacito si ya se. Creo que a él también se le paraba. Marcos no era un perverso. Era un muchacho normal de sangre caliente.
En sucesivas charlas en otros fines de semana, le conté que mirando unas fotos de una revista (no le dije que eran fotos porno que alguien había llevado a la escuela), se me había parado y que estuve al palo toda la mañana. “Con la carpita” me dijo y la palabra se me quedó grabada así como su sonrisa cómplice... Si con la carpita. También le comenté que leyendo una revista porno que le confisqué a Lorenzo ,había acabado : había eyaculado sin tocarme. Que al principio me pareció que me estaba orinando pero después me di cuenta que no era pis, sino leche. Se sonrió y me dijo “Tte felicito, te estás haciendo hombre”. palmeando mi espalda. Yo me puse contento y me dieron ganas de abrazarlo y en un impulso lo hice y él se sintió como turbado por mi gesto espontáneo y casi infantil. Ahora a la distancia que da el paso del tiempo, creo que él se dio cuenta que yo era un adolescente sediento de afecto, obsesionado porque me aceptaran, ansioso de ser normal. Privado de casi todo. O lo percibió, pero se contuvo.
Otro día hablamos de la paja, y a mi del mismo modo que me interesaba saber si el cogía (No tengo con quién me decía), si se le paraba la garcha (claro es normal comentaba) le pregunté si se hacía la del mono, la paja, la manuela, la chaqueta, o sea si se masturbaba:”Igual que todo el mundo” me contestó no sin cierta vacilación. Pero no me crecen pelos en las manos agregó con esa sonrisa que tanto me gustaba. “No crecen los pelitos en las palmas por pajearse”, me dijo. “Yo creía que si” contesté y nos largamos a reir.
Era verano, a la hora de la siesta y hacía mucho calor. Mi vieja en casa de la hermana. Afuera cantaban las cigarras y volaban mariposas que otros chicos estaban cazando seguramente, pero yo estaba en mi cuarto, tirado en la cama en calzoncillos, unos anatómicos de tiro más largo que los slips actuales y Marcos vino a traerme un ventilador de pie desde el comedor diario:: estaba desnudo de la cintura para arriba, tenìa unas bermudas con arabescos Iba descalzo. . No me olvidaré más de la fascinación con que lo miré. Yo estaba muy caliente. Era calor ambiente y calentura. Puso el ventilador en un costado, se agachó para enchufarlo y vi el principio de su culo asomando sobre sus bermudas El me miró. Vio mi pija casi asomándose de la bragueta del calzoncillo y rió señalando mi polla parada, fingiendo pudor. “Estás al palo Mariano” me dijo con esa voz de macho que me estremecía, entre risas nerviosas y al final miró para la ventana como quien ve llover. Estaba sorprendido. Me había descubierto “in fraganti” exhibiendo una poronga que ya no era de chico. . Vi sus pies desnudos, grandes y bien de macho con pelitos suaves, sus piernas musculosas, velludas y largas, su cuerpo bronceado por el sol, y bien formado mientras empecé a manotearme con mas intensidad el ganso, la poronga, la paloma, el ají, la polla, a sobarme la pija a través de la tela de algodón de mis calzones blancos. El entrecerró los ojos como para no ver tamaña desvergüenza mía, pero noté que su pija se iba endureciendo de a poco.
El titubeó. Estábamos solos pero él era un hombre de 21 o 22 años y yo un chico de 16. Yo un adolescente que estaba descubriendo con impudicia los placeres de la carne y él alguien experimentado, que no podía seguirle el tren a un mocoso pajero como yo.
Dijo no., cuando con un gesto y un guiño lo invité a pajearse y se iba a retirar de mi cuarto, cuando lo tomé de la mano por sorpresa y lo hice trastabillar…El cayó sobre mi cama arrastrando la cortina de la ventana del cuarto que quedó a oscuras. Intentó levantarse pero lo detuve. No sé de dónde saqué fuerzas para retenerlo, Marcos era más robusto y más fuerte que yo, pero mis dedos se apretaron a su muñeca, y el ruego silencioso de que no se fuera lo pudo leer en mis ojos aunque estábamos en penumbras. El no forzó nada. El no me pidió nada. El sólo se quedó ahí al lado mío respirando con dificultad. Aún recuerdo el sudor de su frente, de sus manos, la mirada perturbada por lo que estaba pasando y el andar cansino del ventilador que el había traído. Le pregunté si le ocurría algo y el, me dijo que esto no podía ser. Que no debía ser Que él no era un corruptor de menores. Que yo era un pendejo y encima el hermano de un amigo. Que estaba mal que siguiéramos. Yo te quiero le dije, esto no es solo calentura. El lo negó con la cabeza. Quería negarlo con palabras pero le cerré la boca con una mano y cuando el me la apartó me doblé hacia su cara y lo besé Primero en la boca suavemente con una suavidad que no se de que libreto saqué. .De que teleteatro de la tarde. De que novela o película romántica. Luego besé sus mejillas, su frente sudorosa, su pelo, sus manos, su barba incipiente, su pelo recortado , y con cada beso mi alma se entregaba con una intensidad que no se ha repetido en mi vida, y el se quedaba ahí petrificado, incapaz de huir pero reprimiendo inútilmente la tentación de su sexo, con miedo como yo, pero también con la conciencia de que eso estaba mal visto, que era prohibido e inmoral , que hacerlo conmigo lo exponía al dedo acusador de la sociedad. Finalmente., titubeó. “Que nadie lo sepa, júrame que nadie lo va a saber nunca. “Jurámelo” me rogó y yo hice la señal de la cruz con los dedos y se lo juré y busqué su boca en la oscuridad. Y ese beso el me lo devolvió casi con amargura, como aceptando lo que era inevitable. Primero fue un beso resignado y luego quizás vencido por el deseo y la abstinencia y también por la soledad, me abrazó y nunca en la vida había sentido un abrazo asi, como si quisiera adosarme a su cuerpo, apretarme a su pecho, detener mi vuelo, darme un amor que yo pedía a gritos pero que el sabìa que no estaba bien. Nos besamos, yo no sabía que era besar a otro man, no entendía la fuerza de unos labios varoniles y suaves, húmedos y secos a la vez, que me mordían los mìos, que se introducían entre mis dientes que se abrían para dar permiso a su lengua que lamían mi cara, mi cuello, mis tetillas, mis axilas, mis orejas. Mi garganta mis labios. Nuestras lenguas eran dos espadas húmedas de esgrima entrando y saliendo de nuestras bocas.
No recuerdo que palabras dijimos, solo recuerdo su piel desnuda y velluda, apretándose a mi pecho lampiño, intercalarse entre mis piernas, apoyándose contra mi cuerpo. Lo desnudé y ver su cuerpo en pelotas, fue como llegar a un destino al que siempre había querido llegar, y el me desnudó con una mezcla de necesidad y ternura. Tomé su pija entre mjs manos, era una pija grande que se torcìa un poco en la punta, dura, gorda, enorme para mis ojos novatos, y la sobe varias veces, advirtiendo su calor y su dureza. Apreté sus huevos llenos de leche con una mano y besé esa verga que por primera vez se descubría a mi asombro. Y lamí una gotita de líquido que asomaba en su punta, y recorrí con mi lengua ambiciosa el largo y el grosor de aquel portento de polla, y el suspiraba, incapaz de decir nada, de moverse siquiera. Me metì su pija en la boca y comencé a mamarla primero suavemente y con lentitud, luego apretando su pedazo con mis labios y mi lengua, deleitándome en la sola idea de que estaba chupando la pija de mi primer hombre y que lo hacía como si tuviera una experiencia que yo no tenía. Gozaba, se retorcía de placer y de inquietud, pues veìa venir el chorro de su leche que inundaría mi boca , y quiso quitar mi cara que se prendía a su verga con locura, pero no lo consiguió y su leche invadió mi garganta, caliente, agria, sorpresivamente dulce a la vez, , y se deslizó por mi mentón y por mi cuello y el lamió mis labios llenos de su semen y mi lengua y mi mentón y mi cuello, y echo su última gota de leche con un escalofrío.
Yo quería experimentarlo todo, conocer en una noche lo que significaba el amor entre dos hombres. El acariciaba mis hombros mi espalda, mis brazos y yo era como un gatito que ronronea de placer. Con sus manos grandes recorrió mi pecho, mi vientre, mis piernas, y al llegar a mi pubis se detuvo en mi verga, en los pelitos de mi verga, en mis huevos a punto de explotar. Su mano extrañamente caliente apretó mi pija despacio, subiendo y bajando mi prepucio, palpando el calor y la dureza de mi erección desesperada Guié suavemente su cabeza de pelo recortado hasta mi pija y el no se opuso, aceptó el mandato de mi mano y apoyó su boca , su lengua y su mano en mi cabecita y comenzó a mamarme la garcha, a chuparla con un cuidado que me enloquecía, era como si miles de agujitas sedosas y mojadas recorrieran el tronco de mi verga y la homenajearan como un tótem sagrado. Se la metió en la garganta y por un momento su boca tocò los pelitos de mi pubis y luego se alejó, y volví a ver mi pija mojada con su saliva, inundada por su saliva, roja por la fricción y dura hasta mas no poder. Suspiré y cuando ya iba a acabar se la metió de nuevo en su boca deliciosa, y le llené la garganta de mi lava, de mi leche de toda la vida, de la crema de mi deseo loco de adolescente, y en su beso , en el beso con que dio fin a aquella mamada maravillosa, percibí el lejano sabor de mi semen, mezclado a su aliento, a su temblor, al éxtasis.
Nos besamos mil veces esa noche. Después mis labios quedarían hinchados, sensibles, resecos. Y mi cara irritada por su barba dura, por el continuo raspar de sus pelos contra mi mejilla adolescente aún imberbe.
Busqué su verga con mi culo, quería sentirlo dentro de mi, quería que su pija me llevara con dolor al placer mas absoluto del sexo entre hombres. El me la apoyaba en la puerta del culo pero no se atrevía a ponerla. Me abrazaba de atrás con sus poderosos brazos de gimnasta, y yo tenía ganas de gritar cógeme cógeme pero el deseo se me hacìa temblor en los labios y acallaba mi voz. El sudaba y suspiraba mientras con su pija pincelaba mi orto una y otra vez , hasta que puse mi mano hacia atrás y agarré su pija dura y le pedí que me la metiera. No fue fácil, hubo mucha saliva, muchas entradas y salidas y gritos acallados de dolor. Finalmente la puso, despacio con una piedad y una delicadeza infinitas, y me abrí a èl como quien se entrega a una fe ciega, como quien acepta su destino y deja de poner trabas a su suerte. Y lloré, grite, sufrí hasta que se abrió paso por mis tripas y bombeó, una y otra vez, y me la fue metiendo hasta el fondo , hasta el corazón, hasta el alma. Y cuando acabó, con un grito animal y fuerte, yo grité también, puteé, maldije, canté y mi culo cantaba también y mis venas no podían contener la fuerza de mi sangre. Y al final le dije que lo amaba, que siempre lo amé desde el primer dia, y que nunca dejaría de amarlo. Lo que fue una premonición porque no he podido olvidar aquella tarde de siesta , aquella siesta de verano cuando cantaban las cigarras y volaban las mariposas.
Después nos quedamos dormidos hasta que un viento frío que venia de la ventana, y el ruido de una tormenta nos despertó y el me cubrió con una manta y yo la extendí para que nos tapara a los dos. Mas tarde mientras yo seguía durmiento , el se levantó y sin hacer ruido se fue hasta el cuarto de al lado donde siempre se quedaba. Cuando desperté aún pude percibir en las sábanas de mi cama ,el calor de su cuerpo, su olor, la dulzura de aquel momento irrepetible.
Tiempo después mi hermano Lorenzo embarazó a una chica, ella no quiso abortar, y terminaron casándose. El dejó el Colegio militar y se fue a vivir con Mariela a una casa a treinta kilómetros de la mía Ahora vende autos usados.
Marcos siguó viniendo a casa por un tiempo, cada vez màs esporádicamente como invitado de r mi madre, pero nunca hablamos de aquella vez, El se negó a comentarlo . Era un tabú, algo que lo llenaba de culpa y de remordimiento: y para mi ante semejante actitud, eso que pasó era como si hubiera sido un sueño que era mejor olvidar. Nunca pasó nada más. Pero no olvidé.
Un dìa dejó de venir. Pero no pude llorar su partida como la de mi viejo, ni decir que lo extrañaba como por compromiso decía de mis hermanos para agradarle a mi mamá. Marcos me había abandonado a mi suerte, porque después de todo, quizás yo no le importaba tanto. Porque seguramente quería una vida “normal” Ahora se graduaría tendría novia, se casaría, tendría hijos y yo que no era nada ni nadie, quedaría en el olvido. Como un muerto en un placard. .De ese dolor y abandono nunca pude hablar con nadie. Lo hago hoy, quizás con la esperanza que él en un cuarto de su casa, bajo siete llaves, reprimido y con miedo, lo lea y sepa lo mucho que lo quise. Lo mucho que lo amé.
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