El amante misterioso
Alma entra en el almacen en busca de una cinta que le ha pedido su jefe, allí es sorprendida por un hombre que le hará el amor sin que ella sepa quien es.
EL AMANTE MISTERIOSO
Caminaba despacio por los pasillos del archivo, buscando un nombre en las cintas. Le sorprendió lo limpio y ordenado que estaba todo, las blancas paredes, las estanterías, las cintas de video perfectamente colocadas, la luz blanquecina reflejándose sobre el suelo y entonces se detuvo frente a la cinta que buscaba, la que su jefe Enrique le había pedido. Allí estaba, como si le esperara. Alzó la mano para cogerla y entonces la luz se apagó y todo quedó a oscuras. Inmediatamente una susurrante voz de hombre sonó desde la puerta diciéndole:
- ¿Lo has hecho alguna vez a oscuras con un desconocido?
Su voz temblorosa respondió:
- No.
El hombre se acercó a ella despacio, en medio de la oscuridad y repentinamente oyó la voz justo detrás suyo.
- Pues ahora tienes la oportunidad.
Alma estaba nerviosa, no sabía quien era aquel hombre pero la proposición que le estaba haciendo era tentadora.
¿Y si dijera que no quiero? Preguntó curiosa a la masculina voz. Podía sentir el aliento caliente de aquel hombre en su nuca y sus manos acariciando suavemente sus caderas sobre el estrecho vestido que llevaba. Esa única y decente caricia la esta poniendo a mil. Todo su cuerpo se estremeció y sintió como se excitaba con sólo imaginar que aquella voz le pedía más
Entonces me alejaré y me iré sin decir nada, y nunca sabrás quien soy respondió con seguridad el hombre. Sabía que ella tenía curiosidad por saber quien era y que si para eso debía dejar que la poseyera, lo haría. La conocía muy bien.
Alma suspiró, se sentía excitada. El hombre la abrazó por la cintura y pegó su cuerpo al de ella. Alma sintió su erecta verga, pegada a su culo, lo que hizo que su excitación aumentara.
- Bien, ¿Qué decides? Preguntó él.
Otro suspiro escapó de la garganta de Alma.
Sí musitó.
¿Sí, qué? Preguntó él.
Házmelo respondió la mujer te deseo más que a nada en el mundo se atrevió a decir por fin, aún algo temblorosa por la decisión que acababa de tomar y lo que eso suponía.
¿Estás segura? Volvió a preguntar, acariciando los erectos senos de la muchacha por encima de la tela del jersey. Parecía que quería alargar aquel momento, que quería que ella lo deseara realmente y con todas sus fuerzas.
Completamente, ya sabes cuanto me pone esto.
El hombre rozó la oreja de ella con sus labios, luego la besó en el cuello y ella se estremeció. Hacerlo allí, a oscuras, sin verle la cara a su amante la ponía a mil. Las manos de él se deslizaron por debajo del jersey mientras restregaba su verga nuevamente contra aquel redondo culito que tanto le gustaba, hizo que la muchacha apoyara sus manos en una de las balda de la estantería, la colocó con el culito hacía afuera, ligeramente doblada y las piernas separadas. Alma se dejaba hacer, mientras sentía como toda aquella situación hacía que se le humedecieran las bragas. Suspiró y él le desabrochó la cremallera de la falda, luego el botón y la dejó caer al suelo.
Su mano se deslizó por el culo de Alma y lo acarició por encima de las braguitas, luego la introdujo por ellas y la llevó hasta su entrepierna e introdujo un dedo en su húmeda vulva. Le encantaba tenerla allí, indefensa, a ciegas, ardiendo y dispuesta a cualquier cosa. Acarició los labios vaginales con mucha suavidad, mientras con la lengua lamia el lóbulo de la oreja de Alma, que se estremecía sin remedio. Seguidamente desabrochó el jersey de Alma despacio, botón a botón y con extrema lentitud, haciendo que el deseo de Alma aumentara, seguidamente buscó el cierre del sujetador y lo desabrochó dejando libres los suaves y lechosos senos de la mujer, los acarició con delicadeza; había deseado tanto tocarlos de aquella manera, tenerlos entre sus manos y sentir como Alma suspiraba al sentir sus manos sobre ellos que ahora le parecía un sueño estar allí. Alma se estremeció, la excitaba sumamente aquella oscuridad, el no poder controlar la situación, no saber lo que su amante iba a hacer y sobre todo el no verlo, el que cada caricia fuera una sorpresa. Por eso, cuando sintió el dedo de este deslizándose por su columna vertebral hasta llegar a la raja del culo, Alma suspiró. Esperaba que el hombre siguiera con aquel dedo hasta más abajo, pero en lugar de eso lo que sintió fue una húmeda lengua introduciéndose entre sus nalgas y hurgando en su agujero posterior. Eso la hizo gemir. La lengua siguió lamiendo, trasladándose hacía el sexo de la joven y obligándola a abrir las piernas un poco más. Mientras el hombre lamia la húmeda vulva, dos de sus dedos tantearon el estrecho ano de Alma. Un nuevo gemido escapó de su garganta. No era la primera vez que aquel agujero era profanado, pero sí había sido poco utilizado y eso asustó a la muchacha, aún así la excitación que sentía hacía que deseara más. Por eso pidió a su improvisado amante:
- ¡Métemela ya!
Él se levantó pegó su cuerpo al de la muchacha, haciéndole sentir el evidente bulto que tenía entre las piernas, escondido aún bajo el pantalón.
- ¿De verdad quieres que te la meta?
-Sí respondió Alma con la voz ronca.
- ¿Y por qué agujerito la prefieres?
Alma presa del ciego placer que sentía y sin pensar demasiado, respondió:
- Por el que tu quieras, sorpréndeme.
Al oírse Alma se arrepintió de lo dicho pero ya no podía echar marcha atrás, oyó como el hombre se bajaba la cremallera de pantalón y le abría las nalgas. Alma echó su culo hacía afuera dispuesta a recibir aquella verga, pero sorprendentemente el hombre sólo la restregó por su ano y luego la llevó hasta su húmedo sexo y sin más la penetró. Alma gimió al sentir como aquel trozo de carne caliente la invadía . El hombre la sujetó por las caderas y empezó a empujar primero despacio y luego acelerando sus movimientos y cuando Alma sintió que el orgasmo empezaba a nacer entre sus piernas y su respiración se hizo más agitada, su desconocido amante se detuvo, dirigió una de sus manos al pecho de ella y lo acarició, lo sobó y pellizcó a su antojo durante un rato, luego volvió la mano a la femenina cadera y siguió arremetiendo hasta que de nuevo la respiración de Alma se agitó y entonces, sorprendiéndola de nuevo, el hombre sacó su verga del estrecho y húmedo sexo femenino. Abrió bien las hinchadas nalgas de la muchacha, restregó su glande por el borde del estrecho agujero trasero, y sin más dilación, viendo que aquella no era la primera vez que aquel agujero era violado, la penetró de un solo empujón.
Alma gimió fuertemente, se sujetó con fuerza a la estantería, ya que no esperaba aquella fuerte arremetida y luego esperó. El hombre no tardó en empezar a empujar, dándole aquel placer que tanto le gustaba, haciéndole sentir como aquella hinchada polla entraba y salía de sus entrañas una y otra vez. Alma empezó a gemir deleitándose con aquel vaivén que tanto le gustaba y él, aquel hombre, lo sabía, sabía que Alma se volvía loca cuando la follaban por el culo por eso no cejó en su empeño de darle placer y cabalgó aquel estrecho culo una y otra vez, una y otra vez, hasta que los gemidos de Alma se convirtieron en gritos y terminaron en un estruendoso orgasmo que casi la hace desfallecer. Tuvo él que sujetarla fuertemente, para lo cual, pegó su cuerpo al de ella, dio un par de fuertes empujones y la llenó con su caliente y espeso semen.
Cuando ambos estuvieron totalmente calmados, él se separó de ella. Alma se dejó caer al suelo de rodillas, desfallecida por el placentero esfuerzo y hundiendo su cabeza entre sus manos. Así, en el suelo, la sorprendió la voz de su amante susurrándole al oído:
- Ha sido un placer. Ahora cuenta hasta diez y no te muevas hasta que hayas terminado. ¿Vale?
Alma movió la cabeza afirmativamente y esperó. Oyó como los pasos de él se alejaban y tras contar hasta diez se destapó la cara, vió que la luz volvía a estar encendida y que sus ropas aún estaban descompuestas. Se puso en pie, se abrochó el jersey, se recompuso la falda y las bragas y tras coger la cinta que su jefe le había ordenado salió de la sala de archivos.
Mientras volvía hacía su mesa pensaba que no podía creer lo que acababa de sucederle, que aquello era una locura, que cumplir sus deseos de aquella manera, sólo porque alguien a quien había conocido a través de Internet le había dicho que estaba dispuesto a hacerlo, alguien a quien no había visto la cara, era una verdadera locura. Sí, era cierto, que le había contado muchas cosas de sí misma, secretos y cosas que nunca había contado a nadie más, pero y saber que además ahora, esa persona era alguien que trabajaba allí, en su oficina, en aquel mismo piso, cerca de ella Aquello era una locura, pero una locura deliciosa que la había llevado al más maravilloso momento de su vida. Dejó la cinta sobre su mesa y se dirigió al baño, y mientras lo hacía miraba a su alrededor, tratando de adivinar cual de los hombres de su oficina podía ser el misterioso amante que acababa de hacerle el amor en la sala de archivos. Unos le sonrieron, otros ni siquiera se fijaron en ella, pero ninguno pareció darle una pequeña señal de quien podía ser.
Al salir del baño volvió con la cabeza baja, mirando el suelo, prefería no hacerse ilusiones con cada hombre que veía. Se sentó en su mesa, observó la cinta y al fijar la vista en la pantalla del ordenador vio la ventana del Messenger abierta. Era él que le preguntaba:
- ¿Te ha gustado? ¿Era así como lo habías imaginado?
Antes de contestar miró a su alrededor tratando de averiguar cual de los hombres de la oficina podía ser él, pero Todos estaban inmersos en sus trabajo y había unos cuantos escribiendo en el ordenador o mirando la pantalla de este, así que era imposible saber cual de ellos Respondió a la conversación escribiendo:
Sí, gracias, pero me gustaría saber quien eres.
Ah, no, no, eso es materia reservada, lo sabrás a su debido tiempo. Cuando todas esas fantasías que me has contado se hayan convertido en realidad.
¿Y serás tú quien me ayude a convertirlas en realidad? ¿Todas, una a una y sin que en ninguna de ellas te vea la cara?
¡Uhmm, sí, eso pretendo!
Pero, esto es una locura escribió ella.
¿Te estás arrepintiendo? Preguntó él
No, pero no sé.
Imagínate haciéndolo con varios hombres, o encima del capo de un coche en medio de una oscura carretera.
Leer aquello la excitó y finalmente aceptó:
Esta bien, esta bien.
Tengo que seguir trabajando, cielo. Nos hablamos más tarde o mañana ¿vale?
Vale.
Suspiró e inmediatamente oyó la voz de su jefe que la llamaba desde la puerta de su oficina:
- ¿Alma, tienes ya la cinta que te he pedido hace media hora?
Por un segundo pensó que quizás él
Sí, aquí la tengo.
¡Pues a que esperas para traérmela! ¡Venga que no tengo todo el día! tras eso deshecho la idea de que su misterioso amante pudiera ser él. Era demasiado serio y preocupado por el trabajo. No podía ser él.
Se levantó y se dirigió a su despacho con la cinta en la mano. ¿Para que querría aquella cinta?
El resto del día lo pasó nerviosa, preguntándose constantemente quien sería el misterioso amante y deseando que fuera el día siguiente. Al llegar a casa decidió hacerse una cena ligera, después se fue a dormir cansada, sobre todo por los sucesos de las últimas horas. Antes de cerrar los ojos se preguntó ¿qué le depararía el día siguiente? ¿Volvería a "ver" a su amante misterioso?
Por la noche, después de cenar, Alma espero a que su misterioso amante apareciera en el Messenger, solía hacerlo cada noche a partir de las diez, y tenían conversaciones muy calientes o sesiones de cibersexo. De repente apareció, Alma vió como su nick "Amante misterioso" y el consabido "se ha conectado" aparecía en la parte inferior de la pantalla. Inmediatamente la ventana de conversación se abrió y empezaron a hablar.
En menos de cinco minutos, Alma estaba desnuda de cintura para abajo, con la Webcams encendida y mostrándole a su misterioso amante como se introducía un vibrador entre sus húmedos labios vaginales. Tras algunos minutos más en los que siguió las indicaciones de su amante llegó al orgasmo y ambos decidieron cerrar la conversación e irse a dormir. Antes de despedirse totalmente Alma le preguntó a su amante:
¿Nos veremos mañana?
Todo puede ser respondió él y salió del Messenger.
Pretty Woman 3 de Octubre de 2008