El amante de los tiempos, en 5 relatos (29)

Un relato de relatos. Diferentes lugares, diferentes épocas, diferentes personajes, solo uno fijo, el autor, en 31 trozos.

EL AMANTE DE LOS TIEMPOS, EN 5 RELATOS

(29-31)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

No lo sabía, pero aquella sería la última vez que vería con vida a aquella familia tan follada y, por tanto, tan querida, pues una horda de salvajes indios escapados de una reserva cercana, arrasó la zona, no dejando a nadie con vida, ni chicos ni grandes.

Era lo que tenía vivir apartados de todo el mundanal ruido. Algo bueno debía de tener aquella salvajada. Todo el dinero del oro era ahora para mí y mis dos chicos. Ley de vida, ley de muerte.

SÍ, llegamos a la famosa fortaleza, después de sortear a la inversa aquel infernal bosque del demonio.

Cuando entramos con el carro y volvimos a cerrar la puerta, nos avituallamos con todo lo que podíamos llevar a nuestras espaldas. Sobre todo, abrigo, alimentos y armas, entre éstas últimas, un arco con sus flechas para un nervioso Águila Veloz y una no menos cagada de miedo de Yoguana. Yo, simplemente, me había meado encima y no era virtualmente.

Nos abrimos camino en la pared del fondo y luego volvimos a dejarla como estaba. Había llegado la hora de la verdad.

Según caminamos cuatro pasos, un enorme tiranosaurio Rex parecía que nos estaba esperando y se comió a Yoguana de un bocado. Otro, que estaba a su lado, y que segundos antes estaba peleando con el primero, se zampó a Águila Veloz, que del terror que tenía encima, no se había movido ni un ápice, pues las piernas no le obedecían del miedo que tenía encima.

Yo, aunque estaba aterrado también, sí me moví y salí corriendo. No me llegaban las piernas al culo de puro milagro.  Tiré a correr, ni sabía a donde, ni me importaba un huevo. Solo quería seguir vivito y coleando.

La cosa fue que me metí en una ciénaga, que me succionó como si un cabronazo tirara de mis huevos. Cuando ya solo faltaba mi cabeza por hundirse, una serpiente gigantesca de no menos de 10 metros y una enorme boca dentellada que pululaba por allí, se me tragó por entero.

Aún no había muerto, cuando me deslizaba por su garganta profunda. Al final, las paredes se estrecharon hasta oír romperse todos mis huesos, después todo fue silencio.

Mejor así, a nadie le gusta que se lo coman mientras esta con vida, da un poco de asco y repelús, la verdad. No sé cómo coño morí empalmado, debía de estar loco, pero no, estaba muerto.

F I N

(LA FAMILIA MINERA)

Yo:                            Salvador

Dueño mina:             Tony

Dueña mina:             Bárbara

Hijas:                        Jocelyn, Lisbeth

Chicos indios:          Águila Veloz y Yoguana

Furcias:                    Lily, Susan,

Hija Lily:                   Isabel-ciega

Hijos de Susan:        Sam y Shirley

Jefa furcias:             Elizabeth-Ely-

Hija banquero:          Felicia

Carabina Felicia:      Gertrudis

Secuestrada:            Cintia Jones

RELATO Nº 5

TEMPLARIOS Y SARRACENOS, ALGO MÁS QUE ENEMIGOS

Estoy en plena guerra de las cruzadas, en Oriente Medio, claro. Los árabes han diezmado nuestras filas tras una emboscada en un desfiladero, donde en otros tiempos hubo un río y ahora solo polvo.

Solo quedamos media docena, de los casi 300 que éramos en un principio. Los mahometanos no querían dejar ni uno con vida, no fuéramos en busca de ayuda y contra-atacáramos.

Nos persiguieron más de 30 a caballo. Nosotros, aunque no éramos cojos, estábamos desalentados por la derrota acaecida en el desfiladero.

Cuando llegamos a un bosque, cada uno se separó para escapar de los atacantes.

A lo lejos oía los gritos de los cruzados cuando eran cercenados miembros con sus curvadas espadas.

Poco a poco fui dejando los gritos atrás, y no por eso dejé de azuzar al caballo, hasta que una rama cabrona hizo tropezar a mi corcel, rompiéndose una pata en la caída.

Vaya putada, me dije. Para que no me delatara y, además, dejara de sufrir, le di un tajo en el cuello del animal y claro, palmó.

Me alejé del caballo y cuando creí que estaba bien lejos del equino y de los atacantes, me detuve en una pequeña laguna, de donde tomé agua hasta saciarme.

La cosa no podía durar y no duró. Oí los cascos y el respirar de un caballo no muy lejos de allí, así que me oculté subiéndome a un grueso árbol y esperé oculto.

El jinete iba despacio y bamboleándose a un lado y a otro, hasta que cayó al suelo cerca del lago. El caballo se puso a beber tranquilamente y el jinete, un mahometano de gran envergadura, dejó de moverse allí donde quedó tendido.

Miré a lo lejos y no vi, ni oí nada más. Dejé pasar un minuto por si era una trampa, pero el mahometano no se movió. Con sigilo y lentitud me bajé del árbol con mi espada en la mano, presta para darle un tajo al árabe.

Di una vuelta completa a su alrededor y le solté una patada en la espinilla, se dolió, pero no hizo nada más. Luego me fijé que de su cintura salía algo de sangre y también de su entrepierna. Sin duda uno de los compañeros, antes de caer, le había dado bien en esas partes, pero seguramente este tío acabó con el europeo.

Por si las moscas, le quité todas las armas que tenía encima y que no eran pocas. Cuando lo tuve sin armas, me sentí más fuerte anímicamente y hasta me dio pena, qué cosas.

Cogí al hombre por los sobacos y casi no lo muevo. Pesaba como un muerto. Aun así, lo llevé hasta el árbol y lo apoyé en su base.

No sé por qué, pero iba a curar a aquel cabrón que deseaba mi muerte. Sería lo que me inculcó mi madre, que me decía siempre que “ hiciera bien y no mirara a quien” . Lo cierto era que mi otro yo me decía que le clavara la espada y saliera por patas, pero ganó mi madre, aunque no sé si lo lamentaría después.

Cogí al tío y lo desnudé del todo, dejándolo en pelotas. Así, si me atacaba, al menos tendría más oportunidades de defenderme de la mole que era el tío.

De las dos heridas, la que manaba sangre era la del costado. Tenía un tajo feo. Abajo, en los huevos, no salía sangre, pero uno de sus huevos ya no estaba, pero sí su polla y qué polla. Iba acorde con el resto del cuerpo. Medía más de cuarta y media de largo y eso que estaba en reposo. Con una cosa como aquella no había puta que no se corriera, aunque no quisiera.

Bueno, a lo que estamos. De mis alforjas que había retirado antes de abandonar a mi caballo, saqué unas hierbas que me dieron para las heridas de espadas. Hice un mejunje como me habían enseñado y se lo puse en la herida. Abajo, en los huevos, pues le puse lo mismo, pero menos cantidad.

Cuando le estuve curando los huevos, aquella enorme polla negra se fue hinchando hasta levantarse dos metros. Joder, hasta me la estaba poniendo dura, el muy cabrón.

La noche se nos echó encima y tenía que decidir qué hacer con el árabe. Si despertaba en plena noche, me rajaba, aunque fuera con sus manos. Así que decidí atarlo al árbol, mientras yo dormiría en las ramas altas.

Durante la noche no pegué ojo. El muy cabrón no paraba de delirar en árabe. Por suerte llevo tanto tiempo en Oriente Medio que hablaba bastante bien el idioma local. Soñaba con un rebaño de camellos y cabras en las montañas. Erre que te erre, se repetía el tío y así toda la puta noche. Cuando amaneció tenía unas ojeras de caballo. Por fin logré dormirme cuando empezó a amanecer, pero no, tenía que despertarse también mi preso y berrear, ahora despierto.

. - oye, mamón, ¿quieres dejar de gritar?

. - vaya, hablas mi idioma. Suéltame o te rajo con mi espada.

. - como no sea con el largo pito que te gastas, pues no tienes ninguna espada encima.

El árabe se dio cuenta por primera vez que estaba en pelotas ante un extranjero con espada.

. - degenerado extranjero, suéltame te digo -tanto esfuerzo hizo el mahometano, que se desmayó, seguramente por la pérdida de sangre del día anterior-.

Me eché una meada en un árbol cercano e inspeccioné los alrededores. No había ni infieles, ni fieles, como si dijéramos. Regresé y después de buscar comida, solo encontré algunas frutas que ya había comido y que no estaban nada mal. Me hinché con ganas.

El preso volvió a despertarse y me vio comiendo tan tranquilamente. Su estómago necesitaba algo de comida o empezaría a gritar de nuevo, se dijo.

. - infiel, dame comida.

. - y eso ¿Por qué?, infiel.

. - no, tú eres el infiel.

. - de eso nada. El Papa dice que vosotros sois los infieles. Que os coméis a los niños crudos.

. - no digas tonterías.

Saqué un poco de las hierbas medicinales y volví a hacer el mejunje. Luego volví junto al árabe.

Cuando le iba a cambiar las hierbas del día anterior, se movió para que no lo tocara.

. - oye, si no te estás quieto, se te infectarán las heridas y palmarás. ¿Es eso lo que quieres?

. - ¿por qué me curas, infiel?, yo deseo matarte, son mis órdenes.

. - pues tendrás que esperar a que recuperes tus fuerzas. ¿Me dejas o me largo? Tú dirás.

. - cúrame, infiel. ¿Pero por qué lo haces?

. - por interés. Yo cuido de ti y tú cuidas de mí.

. - y eso, ¿qué significa?

. - no creo que seas tonto. Espero que no me ataques y me ayudes a llegar a mis filas. Yo, a cambio, te curo para que puedas volver con los tuyos. Así todo el mundo contento.

. - ¿y cuando nos volvamos a ver en una batalla?

. - nos daremos la mano y un beso en cada mejilla.

El tío se echó a reír. Yo hice lo mismo. La herida de la cintura al menos no había empeorado, que ya era bastante. Luego me acerqué a su entrepierna. Tuve que apartar su polla a un lado para quitar las hierbas usadas ayer.

. - oye, deja mi rabo en paz.

. - ¿a qué te refieres?, ¿a esta cosa tan grande? -le dije, cogiéndole la polla-.

. - sí, déjamela en paz.

. - vale, solo la quería apartar un poco de tus huevos. Por cierto, ya no tienes huevos.

. - ¿cómo que no tengo huevos?

. - pues no. Algún colega mío te dejó sin huevos. Ahora solo tienes un huevo, el otro desapareció.

. - la madre que os parió.

. - peor hubiera sido si te hubieran cortado la polla. Entonces sí que estarías muerto y enterrado. Aun te funciona, créeme.

. - ¿y tú como lo sabes?, ¿acaso te he follado el culo?, infiel del demonio.

. - que más quisieras tú, jodido maricón.

. - maricón, tu padre.

Saqué el cuchillo y lo puse bajo su polla.

. - atrévete a decir de nuevo que mi padre es un maricón. Anda, ten cojones. Oh, perdón, ten un cojón.

. - bueno, bueno. Ten cuidado con ese cuchillo, se le ve muy afilado.

. - y que lo digas. Con este cuchillo me he cargado a unos cuantos amigos tuyos.

. - lo siento, me pasé.

. - eso está mejor. Oye, ¿vosotros no dais nada a cambio de que os salven la vida? Yo creo que sí.

. - tienes razón. Si me la salvas, seré tu esclavo hasta salvártela yo a ti.

. - eso quiere decir que, si te suelto, ¿no intentarás rebanarme el pescuezo?

. - eso es.

. - ¿lo juras por tu Dios?

. - lo juro.

. - no sé por qué, pero voy a confiar en ti. Si intentas eliminarme, tendré que matarte.

. - no lo haré. Me has salvado la vida y un huevo y eso no lo puedo olvidar.

. - de acuerdo entonces.

Corté las cuerdas que lo tenían atado. El hombre se restregó la zona de las cuerdas e intentó levantarse, pero no pudo.

. - quedate ahí. Yo te alimentaré como a un bebé.

Saqué algunos alimentos de entre sus alforjas y de las mías. Me acerqué además con un cuenco de agua.

. - no te atrevas a atacarme o te doy para el pelo.

. - no, no la haré. He dado mi palabra.

. - buen chico.

Le di de beber y algo de comida, que le puse en una mano y me senté frente a él.

. - ¿puedes darme algo para taparme?

. - no, me gusta vertela. Me estoy excitando. Mira que es grande. ¿Cómo te llamas?

. - Alí Bengasi Almadiyenad. ¿Y tú?

. - Salvador. Soy de Hispania.

. - ya, Al Andaluz, tierra de mis antepasados. Vivieron en Granada. Eres de un pueblo guerrero como el nuestro.

. - bueno, no es para tanto. Una pena no vivir en paz entre los dos pueblos, pero así son las cosas.

. - ¿qué haces en mi tierra?

. - ¿y tú qué crees?

. - que os gusta invadir otras tierras.

. - ya, mira quién fue a hablar. Anda, déjate de coña marinera.

. - ¿coña marinera?

. - que no te rías de mí, joder. Sois como nosotros, invasores. Por mi como si arrasáis el mundo conocido, pero si me puedo beneficiar un poco, pues mejor. En casa apenas teníamos para comer, la hambruna nos llevó a alistarnos para esta cruzada sin fin.

. - ¿y si te ofrezco un puesto a mi lado, junto a los míos? el islam no es un todo. Entre nosotros hay muchos grupos que nos odiamos entre nosotros, pero todos luchamos contra los infieles como es en este caso.

. - creo que no. Cuando vean mi pelo rubio, me cortan la cabeza y luego preguntan si hicieron bien. No, gracias. Tú por tú lado y yo por el mío y que Dios o alá decida nuestra suerte.

. - eres un infiel extraño. Yo te hubiese matado según te hubiese visto.

. - si hubiera estado herido, no te creo que me mataras. Para eso hay que tener malas entrañas y a ti no te veo con tan mala leche como algunos de los tuyos, a los cuales he visto como mataban a una madre y su hijo de pecho. Hay que odiar mucho, yo no podría, si fuera, al contrario.

. - creo que tienes razón. Me enseñaron a socorrer al enfermo y no te hubiese matado. Primero te curaría las heridas y luego te cortaría la cabeza.

. - pues muchas gracias por el detalle de no matarme a las primeras de cambio. Serás cabrón…

. - ya, no me hagas reír, que me duele todo el cuerpo -dijo el árabe, sonriendo-.

. - bueno, dejémonos de cháchara. Te cogeré prestada tu lanza y veré si cazo algún animal en este bosque.

. - no me abandones aquí -dijo el tío, intentando levantarse-.

. - ¿no te he dicho que voy a cazar un bicho? Comer arroz no es mí idea de una comida decente, prefiero aderezarla con carne. Tú espera aquí.

. - dame un arma, desnudo no puedo defenderme.

. - es más probable que vengan los tuyos que los míos, pero te haré caso. Voy a confiar en ti y te daré una espada. Si vienen de los tuyos, intercedes por mí y si vienen de los míos, lo haré yo por ti. ¿De acuerdo?

. - lo veo justo. Antes de que te vayas y para que vuelvas y no me abandones, deseo hacerte un regalo.

. - ¿un regalo?, ¿qué tienes encima si estás desnudo?

. - sácate la polla y verás.

. - ¿para qué quieres mi polla?, me gusta donde está, vivita y coleando. Si me la muerdes, te casco el huevo que te queda.

. - confía en mí, infiel.

No muy seguro, me saqué la polla, la cual estaba en todo su esplendor. Al verla, al sarraceno le brillaron los ojos. No era tan larga como la suya, pero era bien gorda y tenía buena pinta.

Con cuidado me acerqué y se la puse delante de las narices. No movió las manos, pero si su boca, la cual se adueñó de mi tranca, para recorrerla toda ella con su lengua. Luego se la tragó enterita. Su lengua era buena trabajadora y me hizo deleitarme y pasarme la lengua por mis labios, mientras mi respiración se aceleraba.

Viendo que no era una encerrona, solté mi espada y le agarré la cabeza para apretársela contra mi polla para que no dejara de mamármela. Tanto mamó que me corrí en su boca.

En su tribu debía ser el mamador oficial, pues hizo un gran trabajo.

. - gracias, chico. Ha estado bien. Ahora debo ir a cazar.

. - ¿pero no vas a devolverme el favor?

. - ¿quieres que…?

. - por supuesto, fíjate como la tengo.

. - no te dolerá el huevo sano.

. - tu hazlo con cuidado y no me dolerá y si me duele, así sabré si me funciona mi fábrica de leche.

. - de acuerdo, pero si no te importa, lanza la espada lejos de tus manos, no quisiera perder mi cabeza mientras…

. - infiel de poca fe... -el árabe lanzó su espada y yo me agaché entre sus piernas-.

La tremenda polla seguía bien levantada y mi boca la recorrió toda ella, para de inmediato, comérmela tres cuartas partes, pues no me entraba más, hasta que practicara un poco más con ella.

El infiel gemía de dolor y de placer. Su huevo inexistente le tiraba un poco, pero supo aguantar. Yo, mientras tanto, se la mamaba sin cuartel hasta que la respiración de mi amante ocasional se aceleró al máximo, soltando una lechada más que abundante, inundadora de mi boca, que se salió por las comisuras de mis labios. Aun así, me tragué la mayor parte, para luego pasarme la lengua y recoger la que se estaba escapando.

Seguí mamando hasta dejarlo bien escurrido.

. - ¿te ha dolido mucho?

. - un poco, pero el placer fue superior al mismo dolor. Gracias, infiel. La mamas, muy bien.

. - las largas noches con mis compañeros de armas se hacían más cortas cuando nos follábamos los unos a los otros.

. - lo mismo me pasa a mí, aunque no desdeño un buen coño.

. - ídem de ídem.

. - ¿cómo dices?

. - que me pasa lo mismo que a ti. Allí donde se me ponga un buen coño o un buen culo por delante, pues eso… ahora me largo.

. - por favor, dame la espada y tápame las vergüenzas.

. - claro, claro.

Cuando le di la lanza y le tiré una manta, desaparecí entre el follaje del bosque. Anduve un buen trecho sin encontrar nada potable, hasta que decidí quedarme a descansar un segundo. Entonces presentí, más que vi, una liebre que se había ocultado en su madriguera. Con la lanza en ristre, me acerqué despacio. Cuando estuve en la entrada de su agujero, lancé la lanza, valga la frasecita. Oí el grito del animal. Lo había herido, así que volví a lanzar la lanza, pero esta vez nada.

Al poco coloqué una gran piedra en la entrada y busqué otra posible salida. Cuando la encontré, vi un rastro de sangre. Lo seguí y vi arrastrándose al muy cabrón a unos cinco metros. Corrí hacia el bicho y antes de que se metiera en otro agujero, lo ensarté, levantándolo en el aire. Allí pataleó, hasta que dejó de moverse. Ya tenía uno.

Estuve más de dos horas entre cazando y explorando. El bosque terminaba en un barranco, donde había una cueva donde podíamos ocultarnos de las fieras que pululaban por la zona, como unos lobos que habíamos traído de Europa y habíamos soltado para cazar moros, pero que ahora, salvajes como al principio, atacaban tanto a cristianos como infieles y no quería ser uno de sus alimentos.

Con tres conejos y algunas frutas salvajes en el zurrón, regresé junto al árabe.

. - al fin llegas. Creí que me habías abandonado al final.

. - hombre de poca fe… -dije parafraseándolo- aquí traigo nuestro almuerzo y nuestra cena. Pero debemos alejarnos de esta zona. No me siento seguro con los lobos merodeando. He visto una cueva fuera del bosque. Allí podemos defendernos mejor. ¿Qué te parece?

. - lo que tú digas me parece bien, pero me tendrás que ayudar a llegar, casi no puedo caminar.

. - no te preocupes. Para eso estoy yo. Pero antes ponte tu ropa, ya no creo que me hagas daño.

Lo ayudé a ponerse su ropa, para luego subirlo a su caballo. Cogí toda el agua que pude cargar y la até al caballo. De la brida, atravesamos despacio el bosque. Para llegar a la cueva, tuvimos que hacer un recorrido un poco más largo que si fuera solo y en línea recta. Una vez en el barranco, llegamos rápido.

No era muy profunda, pero la entrada era estrecha y se podría defender bien. Metí al sarraceno con caballo y todo dentro. Allí lo bajé, ante fuertes dolores por su parte.

. - cuidado, despacio, infiel.

. - oye, ya está bien de infiel. Me llamo Salvador. Yo te llamaré Alí. Infieles somos los dos para el otro, así que vale ya de usar esa palabrita.

. - vale, disculpa.

Cuando lo hice tender, vi que, de su huevo cascado, volvía a sangrar.

. - mierda. De nuevo sangras por abajo. Tendré que hacerte la cura de nuevo. No te muevas.

Limpié la zona donde dormiríamos y tendí un par de mantas. Lo coloqué encima de las mantas y fui a por la medicina universal de plantas de la abuelita.

Le volví a sacar la parte de abajo y sí, sangraba, aunque no en abundancia.

Le saqué las hierbas usadas y las tiré a un lado. Luego metí mi lengua y limpié de sangre aquel huevo inexistente.

. - ¿qué haces, inf…, Salvador?

. - en mi tierra dicen que la saliva es un buen cicatrizante, pero al mismo tiempo que tiene muchos malos bichos, pero me quedaré con lo primero. Debo de parar la hemorragia o la palmas.

Me volví a agachar y con mi lengua conseguí taponar la herida de nuevo. Luego utilicé el mejunje de hierbas y le puse un poco. Debía de guardar para la próxima vez, pues se me estaba acabando.

. - procura no moverte o volverás a sangrar. ¿Por qué no me dijiste que te dolía horrores, Alí?

. - no quería que pensaras que era un alfeñique.

. - ¿tú eres tonto o qué? cuando se está enfermo, se está enfermo. Y si te duele, pues te duele, joder. Nos quedaremos un par de días aquí en la cueva. Cuando se nos acabe la carne de las liebres, saldré a por más, de momento pondré ramas en la entrada para que no nos vean los animales salvajes, ni enemigos de los dos, ni los tuyos, ni los míos. ¿Cómo te encuentras ahora?

. - ahora mejor.

. - no mientas coño.

. - bueno, perdona. Me duele un poco aun el huevo que no tengo. El costado apenas lo siento, gracias a esas hierbas tuyas.

. - ¿tienes hambre?

. - ¿no? -Dijo sonriéndome-.

. - serás cabrón. Voy a asar uno de los animales y a los otros dos, los doraré un poco para que no se nos echen a perder.

Cuando nos metimos al animal entre pecho y espalda, así como algunas frutas salvajes, apagué el fuego, para que no se viera la luz desde fuera. Luego saqué otra manta y me tendí junto a Alí.

. - pégate bien a mí, así nos daremos calor.

. - vale Salvador y gracias por salvarme.

. - por eso me llamo Salvador. Me dedico a salvar almas en pena.

. - estás de guasa -dijo sonriendo-.

. - sí, estoy de guasa.

Nos acurrucamos bien pegaditos. Cara con cara.

. - en tu Hispania, ¿todos son como tú?

. - qué va. Allí cada uno va a su aire y Dios en la de todos. Qué cosas digo. No, no son iguales a mí. Y menos mal, porque soy un mal bicho, aquí donde me ves.

. - no te creo. Sin duda eres mejor que yo. Ya ni sé a cuantos infieles les he cortado la cabeza.

. - son tiempos difíciles los nuestros. Anda, descansa y piensa en tu Dios. ¿No tienes que rezar varias veces al día?

. - si se está enfermo como yo, estamos dispensados. Pero rezamos de igual forma. ¿Salvador, me quieres hacer un favor?

. - tú dirás.

. - veo que la tienes dura de nuevo.

. - ¿tanto se me nota?

. - sí. ¿Me la puedes clavar en mi culo? La necesito para no pensar que estoy acostado con un enemigo de mi pueblo.

. - bueno, no es por nada, pero estaba pensando en pedirte permiso para metértela.

. - tú no tienes que pedirme permiso. Te debo la vida y soy tu esclavo.

. - Alí, tú no eres mi esclavo. Ni estás obligado a nada que no desees. ¿Puedo besarte?

. - puedes, Salvador.

Le besé en sus labios varias veces, cada vez con más presión y más pasión. Alí colaboró y añadió su lengua y yo la mía.

. - ahora date la vuelta, por favor -le dije-.

Con cuidado, Alí se dio la vuelta, pero se dolió.

. - no puedo, me duele el costado.

. - lo siento, no me acordaba de esa herida. No te preocupes, yo me pondré detrás de ti. Tú sigue así.

Me levanté y dando la vuelta, me puse detrás de él. Mi polla estaba más que dura. Buscó su agujero anal y cuando lo encontró se enterró hasta los huevos.

. - aaahhh, gracias, Salvador. Ahora no pares hasta correrte en mi boca.

. - de acuerdo, Alí.

Le estuve dando polla un buen rato, hasta que me vino la corrida. Me salí y sin rodearlo otra vez, le hice girar la cabeza y le puse mi polla en su boca. Alí se la tragó al mismo tiempo que soltaba mi descarga láctea.

No dejó de mamármela durante un buen rato.

. - gracias. Estaba muy buena. ¿Puedo follarte tu culo ahora yo?

. - claro, Alí.

Lo rodeé y me puse como al principio, pero de espaldas. Coloqué mi culo en la posición adecuada. Alí se cogió la polla y la puso en la entrada anal, para de inmediato, enterrármela hasta los huevos, ante un grito de dolor por su huevo perdido.

Con su polla en mi culo, sentí que aquello sería el principio de una gran relación extra-marital muy beneficiosa para los dos. No se movió durante un segundo, hasta que pudo reaccionar y comenzar a bombearme polla, despacito, pero polla al fin de cuentas.

Me enculó durante una eternidad. El tipo tenía aguante. Cuando se iba a correr, me la ofreció para que me la tomara. Yo me salí de su polla y me la metí en la boca sin remilgos.

Esperaba la abundancia de la primera vez y puse la boca de tal manera que no se me escapó ni un espermatozoide. Todos fueron al gaznate. Su polla fue limpiada y escurrida del todo.

Al final, con un morreo, lo dejamos por esta noche. Sencillamente, nos quedamos pegados y dormidos hasta el nuevo día.

. - eh, Salvador, despierta.

Abrí los ojos y allí estaba Alí zarandeándome.

. - ¿qué coño quieres?, déjame dormir.

. - fuera pasa algo. Oigo sonidos.

No abrí la boca y puse el oído. Sí, era algo como el galopar de unos corceles. Me levanté y me puse algo encima. Con aquella ropa hasta parecía un árabe, más que un cruzado. Luego asomé las narices. No vi nada, por lo que tuve que salir un poco más. Me oculté tras una roca bien grande y atisbé de dónde venía el sonido.

A lo lejos, por la parte alta del valle, había una nube de polvo. Al comienzo de ella se veían dos jinetes, eran árabes, por las ropas que llevaban. Parecían que huían de alguien y podía ser de cristianos o de otros árabes.

Cuando estuvieron más cerca, vi que eran dos mujeres, una era bien joven y la otra algo viejuna. Debía ser la criada de la primera. Allí se estilaba mucho, como también en casa.

Salí a su paso y en cuanto me vieron, frenaron en seco, hasta casi pasarme por encima, gilipollas de mí.

. - por favor, señor, ocúltenos, nos persiguen -me dijo la más vieja, la otra no dijo ni pío, pero se notaba que era su dueña y señora, más altiva.

Con una seña, señalé la cueva camuflada. Yo me fui también hacia la entrada. Según se iban bajando, metía los caballos dentro. Luego entraron ellas, algo nerviosas, no fueran a salir de una sartén, para meterse en otra.

Cuando vieron al árabe herido y al comprender que, por sus rasgos, eran de la misma tribu que los que la perseguían, sacaron sus armas, sendos puñales.

Mientras que con las manos las tranquilizaba, ocultaba la entrada de la cueva con las ramas. La luz pasaba, pero menos. Ellas se pegaron a la pared contraria a donde estaba Alí.

Al poco pasaron una docena de jinetes a toda velocidad por delante de la cueva hacia donde se suponía que iban las damas. Cuando pasaron, respiré hondo. Me giré y aún seguían con sus armas en ristre.

. - bienvenidas a nuestra humilde morada, señoras.

Al oír mi voz, se pegaron aún más, pues aquella voz no concordaba con ninguna que hubieran oído antes.

. - usted es… es…

. - sí, soy un cruzado, a sus pies -dije, sacándome el turbante, que le había cogido prestado a Alí-.

. - les presento a Alí Bengasi, no sé qué más, un guerrero de vuestra raza.

. - de nuestra raza no es. Es un enemigo de nuestro pueblo.

. - ¿quiénes eran esos que os perseguían?

. - de la tribu de ése -dijo la vieja, que era la única que hablaba de las dos mujeres-.

. - ¿has oído, Alí? Podíamos haberlos avisado.

. - vaya suerte la mía -dijo el herido-.

. - y vosotras, ¿quiénes sois, bellas damiselas? -Dije mirando a la joven que ocultaba su rostro con un velo de bellos bordados-.

. - ¿por qué estáis con uno de vuestros enemigos, cristiano?

. - está herido y cuido de él.

. - ¿tú, un cruzado cuidando a un enemigo?, no me lo creo. Seguro que sois dos desertores.

. - no te pases, abuela. Eres una invitada. Si no te interesa, la puerta está ahí. Ya se han largado vuestros perseguidores.

. - no podéis echarnos.

. - ah, ¿no?, ¿y eso por qué?

. - ¿no sabéis quién es? -Dijo mirando a su ama-.

. - quizás si la viera desnuda, la recordaría de alguna de mis amigas.

. - infiel y blasfemo. Es la princesa Zulaica, del territorio del bajo Éufrates.

. - me parece que estáis muy lejos de casa.

Alí se cuidó muy bien de no enseñar nada que no debiera ante una princesa de alta alcurnia como la que había llegado allí.

. - bueno, eso a nosotros no nos importa gran cosa. Sea una princesa o una friegasuelos, si quiere seguir con nosotros, ha de ayudar al resto. ¿Habéis traído algo de comer?

. - no tenemos nada. Huimos con lo puesto. Ni los caballos son nuestros. Nos apresaron hace una semana a varias leguas arriba, mientras nos trasladábamos a casa de su tío, el jefe de la tribu del alto Éufrates. Un esclavo nos ayudó a escapar. Al pobre lo mataron.

. - Alí, ¿qué hacemos con estas damas?, seguro que no saben fregar un plato.

. - la vieja para mí y la joven para ti.

. - no te atrevas a ponernos las manos encima, asesino de mujeres y niños.

. - Alí, ¿qué les has hechos a esta gente? Te creía más caballeroso con los de tu pueblo.

. - ya te dije que no todos los pueblos árabes estábamos unidos contra los cruzados. Algunos van a su bola y se defienden ellos solos. El pueblo de esta princesa es un poco más amistoso con los blancos invasores.

. - ¿cómo de amistosos?

. - pues eso, amistosos. No son tus enemigos. Hay paz entre ellos y vosotros, mediante fuertes pagos por no atacarlos. Son unos cobardes.

. - mira quien fue a hablar. No respetáis los tratados. Solo queréis sangre a cualquier precio. Cruzado, déjame rematarlo y te llenaré de piedras preciosas -habló por primera vez la princesa, sus ojos estaban encendidos en sangre por el odio hacia Alí, más que hacia mí-.

. - ¿que, Alí, la dejo que te saque los ojos?

. - ni se te ocurra. Tú y yo tenemos un acuerdo.

. - es verdad, chicas. Lo siento. Guardad las armas o tendré que quitároslas. Aquí nadie va a matar a nadie. Alí, voy a cambiarte las hierbas. Chicas, daros la vuelta, si no queréis ver a Alí en pelotas.

. - por Alá -dijo la vieja-.

Le saqué la ropa y lo dejé en pelotas. Su polla en ristre, fue vista por ambas mujeres, que, aunque estaban de espalda, no pudieron dejar de girar sus cabezas para ver algo y vaya si vieron. Se quedaron asombradas de tamaña polla del árabe. Sus caras, coloradas, me dijeron que la vieja no había visto algo tan halagüeño y la joven, que no había visto nada de nada en cuanto a una polla decente y menos, haberla catado.

Cuando le hice la cura, confirmé que la herida del costado estaba curando bien. Ya estaba haciendo caspa. En cuanto a lo del huevo perdido, aun debían de estar otro día, al menos, en reposo, pero iba bien la cosa.

. - chicas, ¿queréis ver algo enorme?

. - no gracias.

. - vosotras os lo perdéis -les dije, mientras le daba una mamada a la polla de Alí-.

. - que hacéis, marranos degenerados -dijo la vieja-.

. - me estoy tomando el desayuno. No pienso salir fuera de la cueva por lo menos durante el día. Aquí estamos bien ocultos de posibles enemigos -continué mamando polla hasta que Alí se corrió en mi boca, tragué lechita calentita y en cantidad-.

. - gracias, Alí. Te gastas una buena leche.

. - ahora sírveme la tuya, por favor.

. - ¿a dónde fuimos a parar, princesa? -Dijo la vieja, resignada al verme sacar la polla ya endurecida por el deseo de ser mamado-.

Le puse la polla en la boca y hasta que no me corrí, no dejó de pelármela. Se tomó toda mi lechita con vitaminas de todo tipo-.

. - gracias, Salvador.

. - de nada Alí. Ahora nos comeremos lo que dejamos de la liebre de ayer.

Saqué la carne y le di un trozo a Alí. Las chicas, desconsoladas, se relamían los labios.

. - ¿no nos vais a dar un poco de comida?

. - tendrás que salir a buscarla por tus medios.

. - ¿no sois caballeroso vos tampoco?

. - la comida es la comida. Para Alí y para mí, tenemos bastante, pero ahora con vosotras dos, que no aportáis nada, se nos acabará enseguida. ¿Seguro que no habéis traído nada de comer?, se te ven buenas tetas.

La vieja miró a su princesa y ésta asintió.

. - ¿compartiréis conmigo y con mi ama vuestra comida si os doy de mamar?

. - ¿cuánto de mamar?

. - una teta, la otra es para mí ama.

. - ¿qué te parece, Alí?

. - recibirá más de lo que da, no me cuadra.

. - ¿qué más queréis, degenerados?, -dijo la princesa-.

. - una teta y dos mamadas por parte de vos, princesa.

. - cabrones, mi princesa no hace mamadas a criminales, ni a infieles.

. - ¿y a quien se las hace, si no?

. - yo les haré las mamadas, más la teta y os ofrezco mis agujeros.

. - ¿acaso ella, por ser princesa, no aporta nada? No hay derecho. Tú, teta y agujeros y ella mamadas a los dos y no hay más que hablar, -dije-.

. - acepto.

. - pero princesa, no os podéis rebajar así.

. - tengo hambre y no me va a pasar nada por mamar a estos dos cabrones.

. - así se habla princesa, con dos cojones -dije- para ver si es verdad, danos la primera mamada-.

. - pero si ya os habéis corrido en la boca del otro.

. - es igual. Es para ver si vas a cumplir. Cuando quieras -le dije, sacándome de nuevo la polla. Alí hizo lo mismo-.

La chica, que no debía tener unos 18 años, se acercó a mí y agachándose, me la cogió y se la metió en su boca. Muerta como estaba, me la mamó.

. - muy bien, ahora a tu enemigo, Alí.

La princesa miró con repugnancia al sarraceno y se agachó también. Le cogió el pepino y se la metió cuanto daba su boca.

. - no pares, princesa. Tengo algo para ti.

Ella siguió mamando y al poco se corrió en su boca el árabe. Ella se atragantó, pero siguió mamando hasta tragarse su lechita. El tipo era un portento fabricando leche y encima con un solo huevo, joder, joder.

Cuando terminó, la princesa se fue hacia su esclava y sacándole una teta, empezó a mamar. Quería sacarse el sabor de las pollas y la leche consumida, con otra que ya conocía muy bien.

. - acércate, abuela -le dijo Alí-.

La mujer se acercó y Alí le sacó el otro pecho. La princesa dejó de mamarla y esperó que Alí y yo dejáramos seca a su esclava de aquella teta.

. - gracias, abuela. Tienes una leche muy buena y apetitosa, sí señora -dije, cuando su teta se quedó flácida y seca-.

Alí le metió una mano bajo el vestido y ella cerró los ojos y se dejó hacer.

La mano del tío llegó hasta donde quería llegar. Allí metió varios dedos, algo bruscos, cosa que le hice notar y desaprobé.

. - Alí, vale que nos la follemos, pero no seas violento al hacerlo. Al fin y al cabo, son dos damas, enemigas tuyas, pero damas, al fin y al cabo, así que trátalas como se merece.

. - perdona Salvador, pero hace tiempo que no cato un coño calentito.

. - es lo mismo. Déjale el chochete para cuando la tengamos listas. Ahora debemos de darles de comer.

. - lo siento. ¿Cómo te llamas, esclava?

. - Amidala.

. - perdona Amidala si he sido algo brusco.

. - no te preocupes. Ya estoy acostumbrada.

. - aun así, te pido perdón. He sido una bestia.

De la liebre aparté un buen trozo para cada una y se los entregué en hojas verdes de higo que había recogido fuera de la cueva. Además de algunos higos también, les di otros tipos de fruta a cada una.

Ellas se lo comieron todo. Se notaba que llevaban varios días sin comer, aparte de la leche de Amidala.

Cuando entre los cuatro no dejamos carne en los huesos de la liebre, habló la princesa Soraya.

. - debemos volver a nuestro territorio lo antes posible.

. - Alí no puede moverse al menos en un día más. ¿Has visto donde tiene la herida más dolorosa?

. - ¿vamos a pasar aquí la noche?

. - así es. Cuando anochezca, sacaré los caballos para que coman algo de hierba y no se nos mueran por el camino cuando emprendamos viaje. El problema va a ser cuando nos encontremos con un grupo u otro. Aquí estamos tres diferentes grupos juntos. Están buscando a dos mujeres a caballo. Creo que, si te convertimos en un hombre, pasaremos más desapercibidos. Yo me pondré cenizas para oscurecerme la cara y manos. He visto que Alí lleva una muda de ropa. Me la pondré hasta que crucemos esta zona.

. - ¿qué pasa conmigo? ésta es mi zona -dijo Alí-.

. - te dejaremos cerca de donde puedas regresar con los tuyos.

. - si lo dejamos, nos denunciará y nos apresarán de nuevo.

. - Alí no hará tal cosa, ¿verdad?

. - no, no lo haré. Les diré que pude llegar solo y que me curé por el camino. No me creerán a pies juntillas, pero no tendrán más remedio.

. - no me fío de él -dijo Amidala-.

. - yo sí. Alí ya no es como era antes. ¿A qué no?

. - no os delataré. Le debo la vida a Salvador y soy un hombre de honor.

. - ja, me río yo del honor de un asesino -dijo Amidala-.

. - podría seguir con vosotros hasta la zona de tu tribu. Nadie como yo para sortear los lugares más peligrosos y guardados de mí gente.

. - ¿y por qué harías eso por nosotros? -dijo Soraya-.

. - quizás quiera cambiar de vida. Ya estoy harto de tanta violencia. Con un poco de ayuda, quizás pueda cambiar. ¿Me aceptarían en tu tribu?

. - lo veo difícil, pero si nos ayudas a llegar, hablaré en tu favor. Si no aceptan, les diré que te dejen ir. Al menos eso te ofrezco, aunque no sé si me harán caso. Os odiamos demasiado.

. - me arriesgaré. Acepto tu ayuda y os guiaré. ¿Qué pasa contigo, Salvador?, tu zona de seguridad está en el lado contrario hacia la que vamos con la princesa.

. - buena pregunta, Alí. Buena pregunta.

. - Salvador, contra ti no tenemos nada. De hecho, hemos firmado la paz, como se dijo antes. Desde nuestra zona te facilitaremos un guía para que vuelvas con los tuyos.

. - bueno, siendo así, acepto tu ofrecimiento.

La mañana me la pasé en la entrada, vigilando. Las mujeres a ratos dormían. Alí lo hacía realmente.

Cuando llegó la hora de la siesta en mi lejana Hispania, hice un fuego, procurando no hacer humo. Terminé de asar otra de las liebres y cuando estuvo lista, llamé a los comensales.

. - despertad, es la hora de la comida.

. - qué bien huele -dijo Soraya-.

. - espero que no huela muy lejos, no vayan a averiguar qué estamos aquí.

Les di un trozo bien grande a Amidala y a Alí. Para Soraya y para mí, uno más pequeño.

Cuando se lo comió, la princesa pidió más.

. - no seas acaparadora, princesa. Yo he comido lo mismo que tú. A ellos les di más porque Alí está enfermo y Amidala debe de abastecernos de leche a todos, incluida a ti misma.

. - perdona, no me había dado cuenta.

. - Salvador -me llamó Amidala-.

. - dime, guapa.

. - tengo que orinar.

. - vaya, no había pensado en ello. Hasta yo tengo ganas de hacerlo.

. - y yo también -dijo Alí-.

. - yo también -era Soraya-.

. - chicas hacedlo fuera, detrás de la roca grande, que no os vean desde más allá. Yo lo haré después. Tú, Alí, tendrás que hacerlo aquí dentro, dentro de algún bote. Echaré un vistazo primero por si hay moros en la costa.

. - qué gracioso que eres.

. - sí, ¿verdad? En mi tierra es normal esta frase. Os avisaré de una en una.

Salí agachando la cabeza y asomé las narices. No se veía nada que no estuviera en su sitio. Hice señas para que saliera una mujer. Lo hizo primero Soraya.

. - ahí, tras esa piedra.

La chica se fue hacia allí y se agachó. Al rato, apareció un hilillo de orines tierra afuera. Sonreí y ella se puso colorada. Cuando terminó entró de nuevo.

Con otra señal salió Amidala. Ella hizo lo mismo y su hilillo fue mayor, mucho mayor. Antes de levantarse, me llamó con una mano.

Fui hacia ella y me ofreció un pecho para que mamara. Negué con la cabeza, pero me saqué la polla. Ella sonrió maliciosamente y se comió mi tranca hasta hacerme correr en su boca. Se lo agradecí con un beso de tornillo. Luego se levantó y entró en la cueva, limpiándose los labios de restos de mi leche.

La princesa se dio cuenta de lo que había pasado fuera, pero nada dijo.

Yo esperé que me vinieran ganas de orinar y cuando lo hice, busqué un tronco medio hueco donde pudiera mear Alí. Cuando lo encontré, entré y cerré tras de mí.

. - aquí te traigo el bote, chico.

Le ayudé a sacársela, mientras las chicas miraban. Se la apunté al bote y orinó hasta casi llenarlo.

Luego le pasé el dedo por la punta y saboreé su salada orina, sonriendo.

Salí fuera de nuevo y la tiré lejos, el bote lo puse a un lado, fuera de la cueva. Cuando entré, Soraya estaba mamando a Alí, como habíamos dicho. La mía no hizo falta, ya lo sabía ella.

Miré a los animales. Estaban inquietos. Seguramente por la falta de comida.

. - tendré que salir a buscar algo de comida para los animales. Se están inquietando y posiblemente se pondrán a relinchar y nos pueden delatar. Alí, cuida de las chicas con tu vida.

. - claro, Salvador. Con mi vida y con mi polla también.

. - claro, con tu polla también. Ahora os dejo y portaros bien y no hagáis nada que yo no hiciera -sonreí-.

Salí de la cueva y me escurrí hacia el bosque cercano. El sol estaba quemando de lo lindo. Aquí y allá cogí un buen haz de hierbas entre verdes y secas. Cuando fui a regresar, tuve que tirarme al suelo, pues una polvareda venía del norte.

Al pasar delante mío, vi que eran más soldados como los del día anterior. Armados hasta los dientes y con cara de pocos amigos. Suerte que no se detuvieron y siguieron camino. Con rapidez entré en la cueva, sudando como un pato.

. - ¿no te han visto? -Dijo Alí-.

. - no, pero poco faltó.

. - gracias a Alá -dijo Soraya, preocupada por mí y por ella también-.

Se sacó un pañuelo y me secó el sudor.

. - gracias, no es necesario que ensucies tu pañuelo.

. - ahora no te preocupes por eso. Estamos a salvo gracias a ti y quiero compensarte.

Se sacó un pecho y me lo dio a mamar. Yo, para no hacerle un feo, se lo mamé. Ni tenía leche, ni era muy grande, aunque suficiente para un mamador empedernido como yo.

Mientras lo hacía, mi mano izquierda se me escapó bajo sus ropajes de algodón indio. Ella al principio se quiso resistir, pero sabía que no podía negarme nada y se abrió de piernas, facilitándome el trabajo.

Sus gemidos, ahogados para que no dijeran que era una puta redomada, no significaban que no le gustase, pero debía aparentar al menos alguna resistencia a mi mano folladora.

Saqué mi mano llena de sus fluidos y le pasé varios dedos por su boca. Ella no tuvo más remedio que chupármelos. Seguidamente mi polla, que había despertado hacía rato, fue entregada en bandeja de plata para que hiciera uso de ella como más le gustase.

Soraya, ante mi invitación, pues ya la tenía fuera, me la cogió con su mano derecha y como quien no quiere la cosa, se la metió en su boca de princesa y me la mamó como una puta, que no lo era, pero lo parecía.

Acabó en su boca mi rica leche. Ella no desdeñó tragársela, pues ya la estaba conociendo en profundidad y cada vez le gustaba más.

Cuando acabó, la besé en su boca de terciopelo y con un beso en cada pezón, le cerré la ropa.

. - gracias, princesa.

. - no las merece.

Más allá estaba Alí tomándose los jugos directamente del coño de Amidala. Unos jugos abundantes y bien placenteros.

Me separé de la princesa y llevé la hierba recogida a los animales. Se la comieron como si fuera la única comida en una semana. En un minuto no dejaron nada. Hasta la noche no había más y tendrían que aguantarse.

La cena, más de lo mismo. Liebre y los restos de los frutos que aún quedaban.

. - ¿cómo estás Alí?, ¿podrás montar mañana?

. - espero que sí.

. - Alí, he estado pensando que tu problema es el huevo que te falta y que te duele porque está en fase de curación.

. - así es, Salvador.

. - pues estoy pensando en colocarte media cáscara de alguna semilla bien grande, cogida con unos hilos para colocártela y protegerte esa parte dañada. No es gran cosa, pero espero que el rose continuo con el caballo no te moleste y te haga daño.

. - pero ¿y la polla?, molestaría.

. - no si le hago un agujero por un lado para que la metas. Será una especie de coraza protectora de tu huevo, solamente.

. - puede que funcione. Al menos lo intentaremos. Acuérdate de no hacer muy pequeño el agujero para mi polla. Ya sabes cómo se pone cuando se excita.

. - ¿a mí me lo vas a decir, que te la he mamado unas cuantas veces?

. - sí, es verdad. Perdona, chico.

. - yo también puedo dar fe de su grosor -dijo Amidala-.

. - y yo también -soltó Soraya-.

Todos reímos.

. - bueno, mientras saco a los caballos para que vayan comiendo algo, vosotras sacad la última liebre y terminarla de guisar. El fuego, que no haga humo, por favor. Yo, además, buscaré esa semilla para protegerle el cataplín a Alí.

. - ten cuidado, Salvador -dijo Amidala, abrazándome-.

. - no te preocupes. En caso de que tenga que huir, montaré en el caballo y cuando les dé esquinazo, volveré aquí. Tu lechita es demasiado buena para desperdiciarla -le dije, besándola en los labios y dándole un beso en sus pezones por fuera de la ropa-.

Soraya se vino hacia mí.

. - ¿qué pasa conmigo?

. - perdona.

La besé y sacándole ambos pechos, se los mamé. Luego se los volví a guardar. Cuando iba a por el primer caballo, Alí me llamó.

. - ¿y yo qué?, no soy de piedra-.

. - joder, ni que me fuera a mi tierra. Estoy ahí fuera, leche.

Me acerqué a Alí y lo besé en su boca, para luego hacerle una mamada sin que soltara lastre. Luego, sí, saqué al primer caballo y lo llevé al bosque.

Era más rápido llevar los tres caballos al mismo tiempo, pero si me descubrían, sabrían que había más gente en los alrededores, así que tardé más tiempo, pero era más seguro para los demás.

Recogí un par de cáscaras de semilla de cocotero y otras plantas, usaría la que mejor le sirviera.

Cuando acabé con los caballos, además de las semillas, cogí algunos frutos más para cenar.

La última liebre ya estaba lista para comérnosla. De hecho, Alí estaba ya masticando su parte, así como Amidala.

El muy cabronazo, con cada trozo de carne que se comía, se tomaba un trago de leche de Amidala.

. - comparte Alí, no seas tragón. Permíteme, Amidala.

Me puse por detrás y poniendo un cuenco delante de sus pezones, la ordeñé un poco. Ese cuenco se lo di a Soraya. Luego llené otro para mí y el último para la misma Amidala.

. - gracias, Salvador. Siempre piensas en los demás, no como este glotón que os quiere dejar sin leche.

. - bueno, no es para tanto. Lo que pasa es que no me canso de mamarla. Son tan sabrosas sus tetas...

. - eres de lo que no hay.

Corté un buen trozo de liebre para Soraya y cogí un poco para mí. Del bicho solo quedaba la mitad. La guardaríamos para el día siguiente.

Amidala se acostó junto a Alí y Soraya junto a mí. Alí no quería dormirse sin antes haberse follado a su compañera de sueños.

Soraya me vio mirándolos y pensó que no debía ser menos que su esclava y sacándose su ropa interior, me cogió la mano y se me ofreció. La poca luz que entraba por la puerta de la luna, fue suficiente para ver que sus ojos brillaban de una forma especial.

Comprendí que deseaba complacerme sexualmente y plenamente.

. - hazlo con cuidado, por favor -me dijo al oído-.

Asentí y empecé besando sus carnosos labios, para luego comerme sus pechitos sabrosos.

Al otro lado oyeron los gemidos de ambos y sonrieron, para luego seguir follando como hasta ahora.

Me pene, desarrollado en todo su esplendor y fuera de mi ropa, buscó donde cobijarse bajo la maraña de ropa de la princesa. Sin duda, mi tranca era una experta apartando telas moras y cuando encontró el agujero que buscaba, esperó mis órdenes.

Soraya sabía que había llegado el momento de ser mujer y llegar desvirgada al matrimonio concertado. Así, desvirgada, quizás se anulara su matrimonio, se dijo. No conocía a su futuro esposo y no lo quería conocer.

Con mi boca pegada a sus labios, comencé la penetración vaginal. Pronto el dolor que le sobrevino era superior a cuantos había sentido en su joven vida. Aun así, no lo quiso exteriorizar en demasía, pero yo, conocedor de la fauna femenina, sabía lo doloroso de la primera experiencia con los hombres.

Intenté dañarla lo menos posible, pero una vez que se empezaba, no podía dar marcha atrás. Por ella y por mí también.

Al final la penetré totalmente y esperé que su respiración se tranquilizara, para posteriormente, ya sin tabúes de por medio, comenzar a darle polla hasta que me vine, cosa que hice en su boca, pues no quería dejarla preñada, además de desvirgada. Entonces sí que la matarían a latigazos por puta su propio padre, si es que lo tenía.

Me metí entre sus piernas y le hice una limpieza con mi lengua que la dejó bien fresca. A partir de aquel momento, ya no había vuelta atrás. Lo siguiente seria su ano, el cual rompería en la primera ocasión que se me presentara.

. - ahora descansa. Mañana saldremos temprano, querida.

. - gracias por no ser violento.

. - para amar no hace falta ser un bruto. Descansa con los angelitos -le dije, besándole la frente-.

Ella sonrió, se acurrucó en mi pecho y cerró los ojos-.

El día amaneció lluvioso y ventoso. El sonido del viento llegaba a nosotros. Con cuidado de no despertar a Soraya, la dejé sobre la manta. Luego cogí una de las semillas más grandes y trabajé con ella para hacerle los agujeros apropiados para la polla y la zona donde antes tenía ambos huevos, Alí.

Cuando lo tenía listo, lo desperté. El resto también fue despertando, pues su amante nocturna se despertó sonoramente con ambas tetas fuera de su ropa. Se las guardó y despertó a la princesa.

. - pruébate el protector.

Alí cogió el medio coco que había elegido como protector, pero su polla no le entró por el agujero.

. - no quiere entrar. La tengo dura, lo siento.

. - eso lo arreglo yo en un perinquete -le dije-.

Me arrodillé junto a él y se la mamé durante un rato, mientras una de sus manos se introducía en mis bajos, hasta que llegó a mi ojete del culo. Allí metió varios dedos y los metió y sacó hasta hartarse. Luego que se corrió en mi boca, saboreó sus dedos y sonrió.

(Parte 29 de 31)

FIN