El amante de los tiempos, en 5 relatos (20)

Un relato de relatos. Diferentes lugares, diferentes épocas, diferentes personajes, solo uno fijo, el autor, en 31 trozos.

EL AMANTE DE LOS TIEMPOS, EN 5 RELATOS

(20-31)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Mientras, yo casi había terminado con la teta que me había tocado. Sí, ahora estaba más seca que el desierto del Gobi.

Yo mismo le metí el pecho seco y flácido bajo su vestido. Su otra teta aún seguía en todo su apogeo, pero no estuve rápido y la chica aún tenía hambre y se agenció el pezón y no paró hasta dejarla también seca. Una vez guardados ambos pechos, Lisbeth le dio un beso a su madre y otro a mí y volvió al pescante trasero del carro de su padre. Su cara era todo un poema y su madre estaba orgullosa que fuera por su causa aquella alegría de su niña.

Bárbara me devolvió las bridas, pero si creía que la cosa había acabado, me equivoqué.

La madre de la chica comenzó a desabrocharme los botones del pantalón y consiguió sacarme la tranca. Con suaves movimientos, me comenzó a hacer una paja.

Lisbeth se pasó la lengua por los labios, pero esta vez no accedió a nuestro carromato, pues pensó que su madre se merecía la polla del joven conductor.

Efectivamente, ella no tardó en inclinarse y comenzar a comerse mi polla.

Dada la posición que tuvo que poner su cuerpo, cogí las bridas de los animales con la mano izquierda y con la mano libre, la metí bajo las ropas de Bárbara. Allí busqué el culo de mi anfitriona y me dediqué a meterle cuantos dedos le cabían una y otra vez.

De vez en cuando, alargaba más la mano y llegaba a meterle mi mano a su vagina, donde su clítoris era mi meta.

Los gemidos míos y de Bárbara eran potentes, pero no por eso dejamos de hacer lo que hacíamos. Todo era por el disfrute mutuo.

Cuando mi polla explotó, mamá Bárbara disfrutó de mi lechada como en los viejos tiempos, no tan lejanos, vamos, como el día de ayer, más o menos.

Siguió mamando hasta que mi polla no pudo seguir su ritmo y se murió de inanición. Al final saqué mi mano bajo sus ropas y me la llevé a la boca. Aquello era un disfrute total. Pero qué bien había caído en aquella familia y cuanto estaba disfrutando con sus coños, culos, polla y no digamos de aquellas tetas lecheras suyas que daba para alimentar a un regimiento.

Pero, claro. No todo puede ser de color de rosa. Una inoportuna piedra hizo que el carro que conducía Tony diera un salto de campeonato y cuando aterrizó, uno de los rallos, saltó hecho pedazos.

No solo un rayo de una rueda había salido volando, sino también la misma Lisbeth había saltado fuera del carro y casi la pisamos con el nuestro propio. Suerte que frené a tiempo mientras hacía girar a los animales para no arrollarla.

Ante los gritos míos y de Bárbara, Tony se detuvo y comprobó lo que pasaba. Enseguida se bajaron él y Jocelyn en ayuda de Lisbeth, la cual se dolía de un costado.

. - hija, cuánto lo siento. ¿Te has roto algo?

. - me duele el costado, pero no creo que me haya roto nada.

Intentó ponerse en pie y si no es por su padre, se da otro batacazo.

. - hija, de momento quédate en el suelo y descansa un poco -dijo su padre-.

Bárbara, y yo también, hacíamos corro alrededor de Lisbeth.

. - hija, déjame ver que te has hecho.

. - Salvador, por favor, trae una manta.

Ipso facto, saqué una manta de uno de los carromatos y la tendí junto a Lisbeth.

Allí su madre le sacó el vestido y puesto que no llevaba nada debajo, se quedó desnuda, cosa que no importó a nadie de los presentes.

La chica tenía la cadera izquierda toda amoratada. Su madre le tocó allí y ella se dolió.

. - por suerte no tienes nada roto. Pero te dolerá durante unos días.

. - hija, deberías llevar enaguas y sostén. Imagínate que estuvieras entre personas desconocidas y te vieran así desnuda -dijo su padre-.

. - perdona papi, pero así me entra un airito por abajo que me gusta sentirlo. Yo creo que un dolor como éste, se quita con otro dolor.

. - ¿a qué te refieres, Lisbeth? -Le pregunté yo haciéndome el tonto-.

. - ya lo sabes bobo. ¿Por qué no aprovechas y usas mi pompi para rompérmelo otra vez? Anda, porfa.

. - perdona, Lisbeth, pero tu madre me acaba de dejar seco, ya lo viste desde el pescante.

. - sí, es verdad. Entonces solo quedas tu papi. Anda, porfa, rómpeme el culo. Ya que estoy desnuda, ¿porque no aprovechar el momento?

. - no sé hija, aquí, en medio de ningún sitio... ¿Y si viene alguien?

. - estamos en un descampado y podremos ver quien se acerca con tiempo. ¿Acaso no te gusto, papi?

. - ay, esta niña como es. Vale, anda, ponte a cuatro patas y prepárate. Salvador, por favor, mientras atiendo a esta inconsciente, revisa la rueda del carro.

. - no hay problema. Tú, mientras, disfruta con el culito de tu hija.

Mientras yo me iba hacia la rueda, junto con Bárbara y Jocelyn, Tony se bajaba los pantalones y se puso delante de la chica. Ella entendió que debía de mamarlo un poco para ponerlo a tono y así lo hizo. Cuando estuvo en su punto, ella misma se dio la vuelta y apretó los dientes.

Su padre se posicionó y sin miramientos, pues ya sabía que la niña de sus ojos ya había disfrutado de varias folladas culeras, se la clavó hasta los huevos.

Los gritos de la chica nos hicieron a todos los que estábamos alrededor de la rueda sonreír. Era una pequeña puta a la que le gustaba recibir por todos lados y nosotros, los machos, la teníamos muy bien servida.

Su padre había cogido velocidad y se la follaba a destajo. Aquello de follar culos de hembra era nuevo, ni a su mujer se la había follado jamás y parece que le gustaba cantidad. De ahora en adelante, todo culo que cayera en su polla, sería follado sin contemplaciones. Joder, que bien le entraba a la pequeñaja y cuanto disfrutaba con su polla mientras rosaba las paredes de aquel culo tan joven y hermoso.

Los jadeos de papá e hija eran constantes y ruidosos, hasta que se produjo el silencio absoluto.

Papá follador se había corrido en el trasero de su hija de puta. Allí quedaron desmadejados y sudorosos, ambos.

Para sorpresa de Tony, su niñita no le guardaba rencor por la follada brutal, parece que aquello era lo que le iba a la pequeña zorrita de la casa.

Lisbeth se dio la vuelta y se tragó la polla de su papaíto. El viejo agradeció tamaña osadía y disfrutó como un enano con la boca de su pequeña. Al final soltó una mini-corrida en la boca de ella. Después su polla se volvió súper-flácida y salió de la boca de la joven.

Una vez acabó con la polla, la chica se dio la vuelta de nuevo y le puso el culo a su padre en las narices. Joder con su hija pequeña, aprendía rápido.

Papá, muy solícito él, metió su lengua en aquel agujero aun bien grande y sacó cuanto semen propio había y salía de allí. Al final, le colocó el ojete de la chica en posición casi vertical para que saliera todo el resto. El viejo se lo tomó todito. Luego su lengua le dio una comida de chumino, saboreando los fluidos de Lisbeth, cosa que agradeció la chica con un soberbio beso en la boca de su padre, muy bien correspondido, por cierto. Si no quedaba preñada la pequeña zorra, sería un milagro, pues en la boca del viejo, seguro, que había semen que no se había tragado antes de meterle lengua a su coño.

. - gracias papi, has estado fenómeno. ¿Ves?, ya casi no me duele la cadera.

. - ahora no, porque esta reciente, pero ya verás más tarde, cuanto pase un rato. Anda, súbete al carro y tiéndete, mientras veo que le ha pasado a la rueda.

El viejo ayudó a subir a su hija, pero no a su carro, sino al carro que yo conducía. Luego vino junto a mí y los demás.

. - y bien, ¿cómo está la rueda?

. - hecha una birria -le dije- aún puede funcionar, pero deberíamos ir a algún sitio donde repararla. Tiene un radio totalmente roto y dos más a punto de romperse.

. - qué mala suerte. Estamos en medio de ningún sitio -dijo el viejo, apesadumbrado-.

El hombre, con las prisas, aún no se había guardado la polla, ahora toda muerta. Fue su hija mayor quien se la cogió, le dio una rápida mamada, para luego guardársela.

. - gracias hija. No sé dónde tengo la cabeza. ¿Qué hacemos?

. - querido, ¿no hay cerca de aquí un puesto de diligencias?, podemos ir allí, seguro que tienen todo lo necesario para repararla -dijo su señora esposa-.

. - pues claro. No te digo yo…, esta cabeza mía ya no funciona como antes.

. - querido, no te preocupes, mientras te funcione la otra cabeza de ahí abajo, lo demás no importa -dijo su mujer, sonriendo-.

. - ya sé por qué me casé contigo, eres la cabeza pensante de la familia, por eso te quiero tanto.

Los esposos se besaron apasionadamente. Jocelyn y yo sonreíamos. Le pasé un brazo por encima a la chica y le di un beso en la frente, ella me lo devolvió en los labios.

El viejo cogió a su esposa y la sentó en el carro, en la parte trasera. Allí se metió bajo la ropa de su esposa y le hizo una comida de clítoris. Jocelyn y yo nos miramos y ante su asentimiento, la cogí a ella y la senté junto a su madre. Yo también me metí bajo su ropa y le hice otra comida de clítoris. Ambas mujeres gemían de placer.

Cuando salió el viejo, ambas mujeres se besaron sin parar.

. - bueno, queridas, vosotras podéis seguir, pero deberíamos proseguir viaje, no quisiera que nos cogiera la noche por aquí, donde no podremos resguardarnos ante los peligros de la noche.

Al oír, desde allí abajo, al viejo, me salir del chumino de Jocelyn.

. - creo que tienes razón, marchemos, pero hazlo con cuidado, una segunda piedra como la anterior y no lo cuenta la rueda. Las tres chicas que vayan conmigo en el otro carro, entre menos peso, mejor para éste.

. - chicas, chicas, por favor. Nos vamos -dijo Tony-.

. - perdona, querido, pero tu hija tiene una lengua que no me canso de jugar con ella. Con tu permiso, hija, podemos proseguir en el otro carro.

. - claro mamá. Allí podemos llegar hasta el final

-dijo sonriendo la muy pilla-.

Ayudamos a las chicas a bajar del carromato y el viejo se subió al suyo y yo al mío. Después de comprobar que las chicas estaban todas en el carro que conducía, ahora yo solo, azucé a los animales para que se pusieran en marcha.

Atrás, aquello era una bacanal. Lisbeth se apuntó, como no, a la fiesta. Los 69 entre las mujeres estuvo a la orden del día. De aquella carreta salían gemidos para romperle la monotonía del viaje al más pintado. Mi sonrisa era de felicidad por las chicas, no todo podía girar en torno a mi polla.

Cuando la noche se nos caía encima, divisamos la posta de la diligencia que buscábamos. No era gran cosa. Un establo apartado y una casa hecha con troncos, nada del otro mundo. Tenía un letrero que ponía “puesto de diligencias con comidas caseras”

Aparcamos junto a los establos. Allí había seis caballos la mar de tranquilos pastando. Sin duda eran los repuestos de la diligencia que pasaría por allí.

Las chicas se arreglaron los vestidos, no por haber terminado la follada recientemente, sino porque eran unas damas y las damas se arreglan los vestidos cuando hay personal desconocido cerca.

Tony y yo bajamos de los carros, las mujeres se quedaron allí a la espera de noticias.

Cuando entramos en la casa, aquello era una especie de comedor. Había dos largas mesas con sus sillas. A un lado estaba la cocina y un mostrador

Según vi el panorama, me dije que el dueño de aquello era un cerdo. Olía a todo, menos a comida. Allí la limpieza no era una prioridad, ni mucho menos.

Había un representante de la ley comiendo en una de las mesas unas judías y una jarra que debía de ser cerveza. Bueno, si el tío no se quejaba, era que no estaban envenenadas. Necesitábamos comer algo decente, para variar, además de reparar la rueda.

. - buenos días -dijo Tony, mirando al que estaba en un mostrador que necesitaba una limpieza a fondo-.

. - buenas -dijo el tío con un vozarrón que hizo temblar las arañas que pululaban por el techo-.

. - necesitamos arreglar una rueda de nuestro carro, tiene tres rayos estropeados, además quisiéramos comer algo, si puede ser.

. - no hay problema. En el cobertizo donde están los caballos están las herramientas necesarias. Son 3 dólares por cada rayo estropeado y lo tendrán que reparar ustedes.

. - ¿tres dólares por cada rayo, dice?, eso es un robo.

. - si no les interesa, sigan camino. Quizás les interese comprarme la rueda entera, cuesta 15 dólares.

. - sigue siendo un robo -resopló Tony, fuera de sí-.

Tony se giró hacia mí y me habló.

. - ¿qué hacemos, Salvador? este nos quiere estafar de todas, todas.

. - no podemos hacer nada. El material es suyo. Es la oferta y la demanda. Yo compraría la rueda completa, así, más adelante reparamos la estropeada más económicamente y la tendríamos de repuesto.

. - bueno, lo haremos como dices, pero me sigue pareciendo un robo descarado.

Se volvió al dueño del cotarro y acordó comprarle la rueda completa.

. - ¿cuánto por comer?

. - 2 dólares por cabeza.

. - serás hijo de…

Tuve que ponerle la mano en un hombro para que se frenara. El dueño se reía a gusto, el muy cabrón. Quien no decía ni palabra, era el agente, que seguía comiendo tan a gusto, como si aquella comida fuera una delicatesen.

. - déjalo, no te sulfures, no vale la pena. De acuerdo, somos cinco a comer -le dije al capullo del dueño de aquel cuchitril. Vergüenza me daría tener una posta de diligencia en aquellas condiciones, pero no había otra cosa a muchas millas a la redonda y había que pasar por el aro-.

Mientras Tony se iba a la mesa, yo salir en busca de las chicas.

Según asomé las narices, hice una señal para que se acercaran las mujeres. Ellas ya sabían que la discreción era primordial para pasar desapercibidos. Si nos poníamos nerviosos por llevar una fortuna bajo los carros, las sospechas comenzarían y sería mala cosa.

Ellas se acercaron y cuando entraron, sus narices inequívocamente, me dieron la razón. Allí no olía a lo que tenía que oler, pero hicieron de tripas corazón y pasaron al fondo, junto a Tony.

De la cocina salió una india, de la edad de Lisbeth, no era tan esbelta como nuestra chica, pero tenía unos ojos que no podías dejar de mirarlos.

No sé si por la inexperiencia o los nervios, tropezó en una de las sillas y tiró la comida que traía para uno de nosotros. Lo cierto fue que dejó el piso un poco, solo un poco, más sucio de lo que ya estaba.

El dueño puso el grito en el cielo y juró contra quien le había vendido a aquella india del demonio.

. - serás inútil, jodida india de los cojones. Vas a estar a pan y agua durante una semana. Tú y tu hermano sois unos inútiles que no os puedo mandar a hacer nada. Malditos 10 dólares que di por cada uno de vosotros y maldita sea mi estampa. Cuando encuentre a alguien que os compre, me deshago de vosotros, basura.

. - ya está bien, solo ha sido un accidente, no es para ponerse así -le dije al capullo, mientras me agachaba para ayudar a la chica a recoger algo de lo tirado-.

Ella estaba aterrada, lo supe solo con mirarla a los ojos. Sin duda, aquel energúmeno, la pegaría cuando no hubiera nadie delante.

Cuando terminó de recoger los utensilios, la chica se fue a la cocina a por más comida. El dueño salió a la puerta y dio un grito a alguien.

. - indio, ven aquí a limpiar el suelo, jodido inútil.

Un chico indio llegó corriendo y nervioso, pues no podía ser de otra manera, teniendo un jefe o, mejor dicho, un dueño como aquel cerdo.

. - limpia lo que tu hermana ha tirado y cuando terminéis, te vas a cepillar a los caballos, los quiero relucientes.

Sin pronunciar palabra, el chico, de la edad de su hermana, cogió un cepillo y una pala y se vino hacia nosotros. Allí recogió la comida del suelo, luego salió corriendo hacia el establo a cumplir la orden de su dueño y señor.

Quien hacía la comida era una vieja india desdentada. Tampoco abría la boca. Ningún indio hablaba, debían ser todos mudos.

La chica volvió con más comida y con cuidado la puso sobre la mesa. Después de dar varios viajes, ya estaba todo listo, incluido pan, agua y cerveza.

La verdad era que no estaba nada mal aquel potaje de judías. Al menos saldríamos bien comidos, pero también bien jodidos de los bolsillos.

. - hay que ver como maltrata a los pobres indios. Debería darle vergüenza -dijo en voz alta Bárbara, para que lo oyera el agente-.

Éste no dijo ni pío, por lo que directamente, le habló al agente.

. - Sr. agente, ¿usted no dice nada sobre el maltrato de ese señor para con los indios?

El agente se giró hacia Bárbara y habló por fin.

. - lo siento señora, pero la esclavitud está permitida en este estado, no puedo hacer nada. Hasta puede darle latigazos si así se siente mejor su dueño. Es la ley, no me gusta, pero es la ley.

. - señora, si tanto quiere a estos salvajes, no tiene más que comprármelos y pagarme lo que yo pagué por ellos, así compraré otros con más sangre en las venas y que no me rompan nada.

Bárbara se mordió el labio superior y no dijo nada más. Sin duda, a ninguno de la mesa le gustaba aquello, pero había que joderse, como decía el agente, era la ley y no había más que hablar.

La comida transcurrió sin más contratiempos. Cuando vio el capullo que habíamos dejado los platos limpios, se relamió de contento. Ahora tocaba cobrar, se dijo.

El tío se acercó a nuestra mesa y con un lápiz y un papel, sacó unas cuentas.

. - bueno, cinco comensales a dos dólares, son 10 dólares, más 15 de la rueda del carro, hacen 25 dólares.

. - es usted todo un matemático, debería dar clases -dijo Tony sin reírse nada-.

Tony echó mano de su bolsillo y contó 22 dólares, le quedaron 4 solamente.

. - aquí tiene y que los disfrute.

. - gracias, señor. Pueden volver cuando quieran.

. - serás…

. - déjalo Tony, será lo mejor.

. - sí, hágale caso al joven. Parece que tiene más neuronas que usted -dijo el capullo dándose la vuelta y metiéndose en su cuchitril que era el mostrador-.

Salimos fuera todo el grupo. Allí se quedó el agente, que ya había acabado hacía rato, pero que ahora se estaba echando un sueñecito, mientras llegaba la diligencia. Ya era bastante entrada la noche y decidimos colocar la rueda al día siguiente, cuando hubiera luz para trabajar y no hacernos daño. Allí se estaría más seguro que fuera, en la pradera.

. - Salvador y yo dormiremos bajo los carros. Vosotras dentro de ellos. Desataremos a los animales, será mejor, no vayan a encabritarse por alguna serpiente y arrollarnos.

. - ¿serpientes, papi? -Dijo Lisbeth aterrada-.

. - no te preocupes, mientras tenga mi rifle a mano, no se atreverán a acercarse ninguna. Aparte que no hemos visto ninguna en los últimos días. Será que están hibernando -dijo su padre-.

Una hora después, todo era silencio. Ni los caballos hacían ruido. Hacía una noche estrellada. Tanto Tony como las chicas dormían plácidamente. Yo era el único despierto, pues me tocaba hacer la primera guardia. No podíamos despistarnos, no fuéramos a perderlo todo en el último momento por estúpidos.

Creí oír un sonido que venía de dentro del establo, nosotros estábamos fuera, aparcados.

Me salí de debajo del carruaje, rifle en mano, y entré haciendo el menor ruido posible. Al fondo había una luz encendida y lo que vi, hizo que se me encendiera la sangre.

Me acerqué más y confirmé mis sospechas. Los indios dormían en el establo, como no podía ser de otra manera para unos esclavos como ellos. Pero lo que me enfermó fue verle la espalda a la chica. La tenía llena de cicatrices de latigazos.

Cuando estuve casi al lado, se dieron cuenta de mi presencia y se aterraron. La chica se tapó la espalda y se acurrucó junto a su hermano.

. - no me tengáis miedo. Solo quiero ayudaros -dije-.

Ellos no abrieron la boca, pero el temor no se lo quitaba nadie de la cara.

Continué acercándome y estando a su lado, hice que la chica, con suma delicadez, se diera la vuelta. Cuando lo conseguí, le bajé el vestido por detrás y pude ver mejor las marcas del látigo. Algunas eran viejas, pero otras eran bien recientes, hasta quizás fueran hechas en el día de hoy.

En silencio, moví la cabeza negando tal barbaridad. Con señas, les indiqué que iba a salir en busca de algo para ponerle en la espalda a la chica y que luego volvería. No me respondieron ni sí, ni no. Era igual. Me levanté y salí del establo.

Sin hacer ruido, busqué dentro de uno de los carromatos una pomada que tenía para curarme las heridas. No tenía nada mejor a mano, así que la iba a utilizar.

Con el mejunje en una mano y el rifle en la otra, volví a entrar. Allí seguían los hermanos acurrucados al fondo.

Cuando llegué junto a ellos, les enseñé la botella y con las señas pertinentes, les indiqué que le iba a poner un poco en la espalda a la chica.

Al final pude hacerme entender, pues su hermano fue quien giró a su hermana y quien le sacó el vestido, todo el vestido. Dejándola con un taparrabos.

No pude por menos que mirarle los pechos. Dios, que pechos más bonitos que tenía. Eran en curva hacia arriba y estaban diciéndome, mámame, mámame tonto, pero me quité esa estupidez de la cabeza y me puse a darle el mejunje en su espalda.

Vaya mala bestia. Aquellas cicatrices las tendría para toda la vida.

Me eché un poco en una mano y la pasé por toda su espalda. Con sumo cuidado, pues la chica se dolía, sin abrir la boca.

Cuando terminé, yo mismo la volví a cubrir. Sí, era una pena, por el espectáculo visual de sus pechos preciosos, pero era lo que había que hacer.

Cuando acabé con la chica, me dije que, si le había hecho aquello a una mujer, qué no le haría a un hombre, por lo que, con una seña, hice darse la vuelta al chico.

Sí, así era. Lo mismo, pero en más cantidad si cabe. Volví a coger un poco en una mano y le di con suavidad. Sabía que aquello escocía un poco, pero el chico indio resistía como un jabato, igual que lo había hecho su hermana. Cuando terminé, le tapé con su ropaje otra vez.

Para mi sorpresa, el chico le habló a su hermana en su lengua y luego me miró. Me señaló el trasero de su hermana. Entendí, allí también le habían dado latigazos.

Con cuidado, la puse con la cara sobre la paja donde estábamos. Entonces le levanté un poco el vestido y le saqué el taparrabos. Dios, como tenía el culo de marcado con el látigo. La sangre volvía a bullirme, pero me contuve. Cogí del mejunje y con cuidado, pasé mi mano por sus nalgas. Cuando terminé, la tapé y el chico, sin decirle nada, se tendió en la paja y se dejó a la vista sus propias nalgas. Allí también había hecho mella el látigo. Le di otro poco, hasta que se cubrió él mismo.

Con una seña, les dije que iba a volver. Salí de allí y regresé al carromato. Cogí un par de latas de comida y regresé con los chicos. Le di una a cada uno. Al menos, esta noche, dormirían con la barriga llena.

Unas lágrimas pugnaban por salirle de los ojos a la chica. Aquello me conmovió y no pude resistirme y poniéndome entre los dos, los abracé con suma delicadeza. Mis propios ojos iban a hacer lo mismo, así que antes de que eso sucediera, me levanté y salí del establo, dejando allí a dos jóvenes que seguro que no sabían por qué su amo los trataba así de mal.

Cuando volví bajó la carreta, me pasé la mano por los ojos. No había podido evitar que las lágrimas salieran, pero no me importaba. Ya sabía lo que tenía que hacer antes de abandonar aquel lugar del infierno.

Durante la noche fui relevado por Tony, que no se había enterado de nada.

Amaneció y al oír relinchar a uno de nuestros caballos, abrí los ojos. Me puse de pie y me fui a echar una meada cerca de allí. No vi a Tony, pero me lo encontré haciendo lo que yo iba a hacer. Estaba meando tras una pared, fuera de la vista de todo el mundo.

. - hola, querido. Ya estás despierto -me dijo, mientras apuntaba con su polla hacia una lagartija que estaba bajo sus pies-.

. - hemos tenido la misma idea, pero creo que la mía te supera a la tuya, pues además de mear, al verte en esa posición, ya vez como se me ha puesto mi polla.

. - sí, muy bonita, sí señor. Anda, desahógate con este viejo y no hagamos ruido, no vayamos a armar un escándalo. Dos tíos dándose por el culo, seríamos el corrillo del lugar durante años.

Tony, sin dejar de mear, se abrió de piernas y se agachó un poco. Se puso en la posición ideal para mi polla y hacia allí la dirigí. Zás, se la endilgué en un segundo. El viejo se mordió el labio primero, para después saborear mí tranca en su culo. Aquello lo volvía loco y a mí me gustaba que le gustara.

Le trabajé el culo un buen rato hasta llegar a correrme, pero lo hice en su boca, como era costumbre entre los dos, pues quiérase o no, tomarse un tentempié tan de mañana, hacía más llevadero el día.

Cuando me la dejó seca, se la saqué, para después ofrecerle mi culo a mi vez. No se hizo de rogar, pues su polla ya la tenía bien dura.

Me sodomizó el culo hasta correrse después en mi boca. Aquello sí que era empezar el día bien, sí señor.

Cuando terminó se la guardó y después de un morreo discreto, se fue primero él. Yo, hasta que no me entró ganas de mear, no me fui de aquella pared. Cuando lo conseguí, regresé junto a los carromatos.

Las chicas aún seguían sobando. Solo fui echarles un vistazo por encima, para confirmar que habían pasado una noche movidita. Aun olía a coño frito que era una delicia. Hasta sus caritas hablaban que lo habían pasado divino. Las dejé dormir, ya despertarían mis chicas cuando quisieran.

Tony entró en el establo y yo lo seguí. Allí seguían los chicos durmiendo, pero fue por poco tiempo. El vozarrón del esclavista de su amo, se oyó llamándolos.

. - venid a aquí, manada de cabrones. Hay mucho que hacer y poco tiempo.

Lo chicos dieron un salto y enseguida se despertaron. Luego, sin querer mirarme ninguno de los dos, fueron hacia la casa de su amo.

De las ruedas que allí había, elegimos la que le servía a nuestra carreta averiada. La sacamos rodando y entre los dos y no con esfuerzos, logramos cambiarla. La estropeada, la atamos a la misma carreta. Luego llenamos de agua las barricas de ambos vehículos y estábamos listos para partir. Solo faltaba que las chicas se despertaran y comiéramos algo, pero esta vez, no en la casa de aquel malnacido.

Al final fueron saliendo las chicas una a una.

. - ¿por qué no nos habéis despertado para ayudaros a cambiar la rueda? -Dijo Bárbara un poco enfadada-.

. - se os veía muy cansadas, por lo que decidí dejaros dormir. Además, anoche trabajasteis mucho, solo con veros y oleros, era suficiente.

. - gracia, amor. Sabremos agradecértelo cuando estemos lejos de aquí -dijo sonriendo-.

. - Sacad algo para comer que no haya que calentar. Después nos marchamos -dijo Tony-.

Mientras las chicas se ponían a ello, yo marché hacia la casa.

. - ¿a dónde vas, Salvador?, no vamos a comer ahí de nuevo, en ese antro -dijo Tony-.

. - lo sé. Enseguida vuelvo -le dije, sin darme la vuelta-.

Llegué ante la puerta de la casa y entré. El agente ya se había despertado y tenía sus piernas sobre una silla, mientras liaba un pitillo para fumárselo. Después de darle los buenos días al agente, me encaré con el dueño del lugar.

Me metí la mano en mi bolsillo secreto y saqué un fajo de dólares. Conté veinte y los puse en la mesa mugrienta.

. - ¿me va a pagar de nuevo? -dijo el cerdo, relamiéndose, mientras miraba los dólares-, ya me pagaron ayer la comida y la rueda-.

. - es por los chicos. Se los compro -dije sin inmutarme-.

El agente dejó de liar el cigarrillo y prestó atención.

. - ¿de verdad que quiere comprarme a los indios?

. - de verdad de la buena.

. - bueno, la cosa es que los he estado alimentando y eso vale una pasta.

. - de eso nada. También les ha sacado el kilo. Además, usted es un sádico. Les ha dado latigazos a los dos como si fueran unas reses.

. - oiga, yo con mi ganado hago lo que me da la gana.

. - bueno, ya no vale la pena seguir discutiendo, se los voy a quitar de encima, aquí tiene el dinero.

. - pero, como ya le he dicho…

. - oiga amigo -dijo el agente- todos oímos ayer lo que dijo. Ahora no puede cambiar el precio por la cara. A no ser que quiera acompañarme a la capital y hablarlo con el juez.

. - bueno…, no creo que sea necesario. Está bien, ya tiene a sus dos esclavos indios -dijo el tío, recogiendo el dinero y guardándoselo en un bolsillo, no fuera que me arrepintiera del trato y quedarse sin el preciado dinero-.

. - quiero un papel por cada uno como que me los vende legalmente. No quisiera que me denunciara por habérmelos llevado a la fuerza.

. - no hay problema -dijo el tío-, la cosa es que…

. - oiga amigo, nada de problemas o me va a hacer enfadar con sus abusos -dijo el agente- yo firmaré como testigo de la transacción-.

. - se lo agradezco agente. Si no es mucha molestia, quisiera que me firmara otros dos papeles como que les doy la libertad a los chicos. Así podrán ir a donde quieran sin tener problemas con las autoridades.

. - así lo haré, si es lo que quiere -dijo el agente- aunque bien podría ponerlo en el papel que firmara el aquí vendedor de los chicos, pero si es así como lo quiere, no me importa firmar las veces que haga falta.

. - muchas gracias de nuevo, Sr. agente -alargué la mano y lo saludé muy efusivamente-.

Para no entretenerme, ya tenía los cuatro papeles escritos, solo a falta de las firmas oportunas.

Puse los papeles en la mesa y el dueño de los indios firmó los dos primeros. Yo firmé esos dos, más los dos siguientes. Luego le di a firmar al agente los cuatro papeles. Una vez todo firmado, me los guardé en un bolsillo.

. - llamé a los chicos -le dije al tío-.

El hombre se asomó a la puerta y gritó que vinieran. Ipso facto aparecieron allí.

. - de ahora en adelante, pertenecéis a este señor. Iros con él.

Los chicos, nerviosos, no sabían qué hacer. Yo me situé junto a ellos y levantándoles a los dos la parte de atrás, le enseñé al agente las heridas de los latigazos.

. - será hijo de puta… -dijo el agente-.

Me acerqué al vendedor y le hablé al agente.

. - ¿me permite un desahogo, Sr. agente?

El agente entendió y dio su consentimiento. Yo, sin avisar, le solté un puñetazo todo lo fuerte que pude. Fue tal que lo lancé al suelo. Cuando se levantó, estaba sangrando por la boca.

. - agente, quiero denunciar a este hombre por haberme pegado. Deténgalo.

. - yo no he visto nada. Además, yo le hubiese pateado en el suelo, así que jódase y cállese. Si me entero que vuelve a pegar de esa manera a sus esclavos, vendré a por usted y lo llevaré arrastrando a la capital. A lo mejor, ni siquiera llega y lo cuelgo del primer árbol que encuentre. Está avisado, cabronazo.

El tío no dijo ni palabra. Se restañó la sangre y se escabulló hacia la cocina. Allí la india se le acercó para curarlo, pero el muy cabrón le dio la vuelta y levantándole el traje, la inclinó, para luego sacarse la polla y romperle el culo a la pobre vieja.

Ante aquella violación el agente no podía hacer nada, pues podía follársela sin que le pasara nada, iba con la esclavitud. No había usado el látigo, solo su polla. Aunque sabía que estaba mal, no podía intervenir y dejar que fuera sodomizada la vieja. Seguro que no era la primera ni la última vez que aquello sucedía. Así de dura era la esclavitud y tampoco iba a pagar por su libertad o estaría toda la vida libertando esclavos y no tenía dinero con qué hacerlo, al menos hasta que hiciéramos efectivo el oro que llevábamos en las carretas. Aun con él, con dinero, como que no me veía liberando esclavos por todas partes, pues no era ningún santo.

Salí con los chicos, con un brazo por encima de cada uno. Cuando llegué junto a la carreta, me di la vuelta y me encaré con los chicos.

. - de ahora en adelante sois libres, ya no tenéis dueño. Podéis ir a donde queráis que nadie os podrá volver a tratar como esclavos.

Me saqué los papeles firmados y se los entregué, los cuatro, a la chica. Yo mismo, se los metí en un bolsito que tenía colgado todo el rato.

. - ahora iros y buena suerte -les dije, pero no se movieron-.

. - Salvador -dijo Bárbara que no había perdido detalle de mis palabras- eso que has hecho es digno de ti, pero no pueden irse, así como están, sin nada. Morirían de hambre-.

. - mi Bárbara tiene razón, hijo. Será mejor que vengan con nosotros hasta que lleguemos a una zona habitada y puedan encontrar con quien quedarse.

. - como vosotros queráis, no podía decidir yo, los carromatos son vuestros. Pero esa es una buena idea. Además, deben de curarse las espaldas, las tienen marcadas con los latigazos que esa bestia les ha estado dando.

Bárbara y Jocelyn se acercaron a la espalda de los chicos y confirmaron lo dicho por mí.

. - Dios mío, qué horror. Vaya salvaje -dijo Jocelyn-.

Bárbara opinó parecido, pero fue más rápida.

. - Venid a la carreta, allí os curaremos.

Ellos no se movieron, solo lo hicieron cuando les pedí que fueran donde le había dicho la mujer. Una vez dentro, uno en cada carreta, le sacaron la ropa y con lágrimas en los ojos, les dieron de nuevo un ungüento para sus heridas.

Tony y yo subimos al pescante y partimos fuera de allí. Al rato nos adelantó la diligencia que iba hacia la capital del estado.

El camino lo transitamos a paso lento, no solo por las vacas que llevábamos, sino por los chicos. No queríamos que sufrieran más todavía.

Después de varias horas, llegamos a un riachuelo, que, tras atravesarlo, descansamos en su otra orilla. Allí nos aprovisionamos de agua y dimos de comer hierba fresca a los animales.

. - querido, no es por nada, pero los chicos indios huelen que apestan. Debemos darles un baño o nos asfixiaremos en la carreta -dijo Bárbara-.

. - de acuerdo. Éste es tan buen lugar como otro cualquiera para hacerlo -dije-.

Se lo comenté a Tony y estuvo de acuerdo. Lisbeth llevó a la chica y yo al chico junto al agua. Con indicaciones por mi parte, les hice entender que los lavaríamos porque olían muy mal. Una tenue sonrisa me dijo que me habían entendido. Allí mismo les saqué los harapos que llevaban, dejando cada uno a su pupilo en pelotas. Luego yo mismo y Lisbeth nos desnudamos también, ante la atenta mirada de los chicos, que estaban algo temerosos aún. Bárbara, Tony y Jocelyn se quedaron haciendo guardia con los rifles. Toda precaución era poca en aquella zona tan despejada.

. - por favor, Bárbara, mirad si tenéis algo de ropa para los chicos. Los harapos que tienen habrá que lavarlos antes de volver a entregárselos.

. - pierde cuidado. Ya Lisbeth se ofreció para prestarle algo de su ropa. Son de la misma edad. Voy a buscarlo para que se los pongan después del baño. Jocelyn, sigue vigilando con tu padre, por favor.

. - sí, mami. No te preocupes.

Los cuatro desnudos, nos metimos hasta que nos cubría el agua hasta la rodilla. Allí cogimos Lisbeth y yo un trozo de la pasta de jabón que más parecía una piedra, pero no había otra cosa.

Después de mojarla bien, hice espuma, la poca que hacía aquella piedra y comencé a pasarle el jabón por todo su cuerpo, poniendo especial cuidado en donde tenía las heridas más recientes para no hacerle más daño del necesario.

El chico tenía una figura standard de indio, aunque un poco desnutrido. Mi mano rodeo sus heridas más graves, para bajar hacia sus nalgas, donde con un dedo, introduje algo de jabón en el ano del chico, el cual se apretó los muslos. Me hice el loco y metí otro dedo más hasta todo lo que daba.

El chico no sabía dónde meterse. Aquella sí era una limpieza en profundidad. Pensó que era normal entre los blancos y respiró hondo, abriendo de nuevo los muslos.

Lisbeth, que estaba con la chica al lado del indio y yo, vio mi acción y me copió lo que estaba haciendo.

Los gemidos de la joven india fue un intento vano para que no fueran oídos por los presentes, pero no pudo evitarlo. Sin duda, era novata en los baños de los blancos y pensó, como su hermano, que era normal en esta raza tan rara que los habían invadido y esclavizado de por vida el hacer este tipo de baños.

Le cogí un brazo y le hice agarrarse de mi cuerpo, luego le levantó una pierna y se la lavé bien, luego la otra. Continué con ambos brazos, lavando bien los sobacos, que olían a demonios. Ya solo me faltaba su parte frontal.

Comencé por su cuello y fui bajando hasta su ombligo. Luego me volví arriba, a su cara. Tenía marcada la cara de las tortas recibidas por el mamón aquel. Con cuidado le acaricié la cara con la mano enjabonada, no olvidándome de sus orejas.

Ya solo faltaba mi parte favorita. Lisbeth seguía copiándome, pero entreteniéndose sobre todo en aquellos pechos tipo embudos que miraban hacia arriba y se los sobó bien sobados a la india. Ella sintió algo que nunca había sentido en su puta vida, su corta vida, pero le gustó lo que sentía. Sus pezones se endurecieron y respiró más hondo aun todavía.

Por mi parte, hice toda la espuma que pude, y con ambas manos, me dediqué a los bajos del indio, empezando por sus huevos, que atrapé entre mis dos manos. Daba gloria como se le ponía la tranca al chico, que no era muy grande, pero prometía.

Sin dejar de sobarle los huevos con mi mano izquierda, me dediqué a su polla, cual larga era con mi mano derecha.

El chico ya no podía dejar de suspirar y gemir. Aquello era nuevo para él también. En su tribu no había nada parecido y como a su hermana, le gustaba como le tocaba allí abajo aquel blanco que estaba tan desnudo como él.

Con su polla llena de sangre al máximo, miré a Lisbeth, la cual llevaba un rato haciendo gemir a su india con sus dedos en su vagina. Cogí al chico y con cuidado, lo hice agacharse para quitarle la espuma del cuerpo echándole agua. Cuando volvió a ponerse de pie, ya no tenía jabón, pero su polla seguía en lo más alto.

Lisbeth hizo lo propio y también me copió cuando me arrodillé y me metí la polla del chico en mi boca y comencé a hacerle la primera mamada de su vida. Lisbeth ya tenía su lengua haciéndola trabajar allá entre las piernas de la india.

Los dos chicos gemían, ya sin tapujos. Aquello era nuevo y por Manitou, que estaban disfrutando de lo que le hacían los blancos aquellos.

Fuera del agua, Bárbara y el resto sonreían como disfrutábamos Lisbeth y yo con los indios.

Tony se sentó sobre una piedra y se sacó su tranca y comenzó a hacerse una manuela, mientras miraba a los chicos disfrutar también.

. - hija, ayuda a tu padre a desahogarse, por favor. No lo podemos dejar así.

. - ya voy mami. Ahora solo vigilas tú, ten cuidado.

. - no te preocupes por eso, hija, y disfruta con papá.

Jocelyn se acercó a su padre y apartándole la mano de su polla, puso en su lugar su boca y comenzó a hacerle una mamada. Al viejo le vino como anillo al dedo y agradeció con una mirada y una sonrisa a su mujer, para luego cerrar los ojos mientras comenzaba a disfrutar de la lengua de su hija mayor.

En el agua, el chico indio, no pudo aguantar más y se corrió en mi boca. Recibí su manantial lácteo, el cual me deleité saboreándolo, para luego tragarme todo lo expulsado. Seguidamente volví a comerme la polla, hasta hacerlo retorcerse de puro placer, hasta dejarlo seco.

Seguidamente a la mamada, le entregué el trozo de jabón en su mano y el chico ya sabía lo que tenía que hacer. Comenzó dándome unas friegas por todo el cuerpo como yo antes a él.

Lisbeth hacía correrse a su compañera, haciendo que disfrutara de algo nuevo para ella, gustándole lo que sentía en su interior. Sus gemidos le decían que estaba haciendo un buen trabajo en su chumino. De hecho, de su vagina, la joven india goteaba que era una barbaridad. Allí estaba Lisbeth para tomarse cuanto expulsaba, haciendo un círculo vicioso, nunca mejor dicho.

Lisbeth dejó aquel chumino virgen para entregarle el trozo de jabón y que la india la hiciera disfrutar, ahora a ella, como ella misma, había hecho disfrutar a la piel roja.

El chico indio no se entretuvo mucho en la limpieza de mi cuerpo, solo quería llegar lo antes posible a mi polla. Dicho y hecho, después de hacerme meter en el agua y quitarme el jabón, se fue directamente a mi polla con su boca por delante. Allí se entretuvo mamándome y yo agradecí tamaña osadía por parte del chico. Su cabeza se la apretada contra mis bajos para aumentar mi disfrute.

A mi lado, estaba Lisbeth disfrutando de la lengua de la india, que, aunque no era nada experta en esto de hacer disfrutar, la novedad de su virgen lengua, la hizo ponerse a cien y gimió bien alto mientras sentía a aquella novata trabajarle sus bajos.

Fuera del agua, Tony tenía a su hija Jocelyn cogida por las nalgas y subida a su polla. Arriba y abajo se clavaba la chica la polla de su experto padre. Ambos disfrutaban que era una barbaridad.

Al rato, se cansó de tener tanto peso y se sacó a su hija, para luego ponerla a cuatro patas.

Mientras Tony enculaba a su hija, los dos indios no le habían quitado el ojo a los de fuera y casi se asustaron de como el viejo le introducía aquella cosa suya en los agujeros de la chica blanca.

De momento se quedaron, el indio con mi polla y su hermana con el chumino de Lisbeth.

Al final exploté como no podía ser de otra manera. Mi leche entró como una exhalación en la boca del chico y para que no se retirara a última hora, le agarré su cabeza para que tragara bien mi condimento natural.

El chico se atragantó al principio, pero supo recuperarse y al recordar lo que yo había hecho con su propia corrida, se tragó la mía, no sin antes poner su cara un poco rara, pues no estaba acostumbrado a aquel tipo de alimento tan extraño que salía de cada polla de los hombres, tanto blancos, como rojos.

Cuando me corrí, el chico intentó salirse de mi polla, pero con un movimiento suave pero firme, le hice continuar con mi polla, ya deslechada. Me hizo retorcerme como yo antes a él, pues mi polla estaba de una sensibilidad tremenda después de hacer soltar mi lechita en su boca.

Al final se salió y con un poco de agua, le lavé su flácida polla al chico. El joven hizo lo propio conmigo, imitándome. Después salimos del agua y nos sentamos sobre una piedra para secarnos al sol del mediodía.

La cara del chico, además de más limpia, ahora tenía un brillo especial que sabía lo que significaba perfectamente.

Lisbeth separó a la india y después de haber disfrutado de su lengua, usando agua en abundancia, le lavó el chumino a la chica, para luego recibir el mismo tratamiento por parte de ella.

Ambas salieron y se fueron a una gran piedra para secarse sus fabulosos cuerpos.

Tony y Jocelyn ya habían acabado con su follada anal y vaginal. Luego se desnudaron ambos y recogiendo los trozos de jabón de manos de Lisbeth y mío, se introdujeron en el agua para darse un merecido baño.

Después de un rato al sol, los cuerpos ya se habían secado. Bárbara se acercó a nosotros y comenzó a vestir a los chicos con la ropa de Lisbeth. A su hija y a mí, nos trajo una muda de ropa, la cual nos pusimos también.

En otra piedra también dejó la ropa de su marido, Jocelyn y la suya propia, para cuando se ducharan.

Tanto Lisbeth como yo fuimos quienes vigilábamos ahora con los rifles.

Bárbara se unió a los que se bañaban y se dieron una ducha reconfortante. Una hora después, todo el mundo se había dado la ducha reglamentaria, para después entre todos, lavar la ropa sucia de los indios y la nuestra también. No debíamos dejar para otro momento aquello, pues no sabíamos si encontraríamos agua en varias millas a la redonda, pues no conocíamos la zona, al menos yo.

Puesto que era ya más del mediodía, allí mismo hicimos una fogata y calentamos algo de comida enlatada que llevábamos. Todos comimos con gran apetito, incluidos los chicos nuevos, de los cuales no sabíamos aun sus nombres.

. - ¿yo me llamo Salvador, vosotros como os llamáis? -le repetí varias veces-.

. - me llamo Águila Veloz y mi hermana, Yoguana.

Ante las palabras del joven indio, nos quedamos pasmados.

. - hay que joderse. Yo todo el rato con señas y habláis cristiano. Eso no ha estado bien, compañeros -les dije a los dos, los cuales bajaron los ojos como avergonzados-

. - perdónenos, no queríamos hablar hasta saber a qué atenernos con ustedes.

. - pues me sigue pareciendo mal lo que habéis hecho. He quedado como un idiota -rezongué-.

. - si nos perdonáis, seremos obedientes y haremos cuanto nos pidáis, pero por favor, no nos abandonéis, no conocemos esta zona y nos perderíamos. Me hermana no es tan fuerte como yo y ha sufrido mucho de mano del tabernero de la posta de diligencia.

. - vale, pero no más mentiras. Por supuesto que no os vamos a abandonar aquí. Nosotros vamos a la capital del estado. Allí decidiréis lo que queréis hacer. Con el papel que os he firmado, sois libres de ir a donde queráis. Por cierto, ¿cómo sabéis hablar tan bien nuestro idioma?

. - nuestra tribu -ahora fue la chica quien habló- tenía secuestrada a una blanca, ella nos enseñó las costumbres blancas y su idioma, pero nunca nos enseñó lo que hemos hecho en el agua. ¿Es nuevo lo que hicimos?

. - para nada. Lo que hicimos solo lo hacemos entre nuestra familia. Nadie y digo nadie más, debe saberlo. Son cosas privadas nuestras.

. - lo digo porque me gustó mucho lo que me hizo esta chica joven -dijo refiriéndose a Lisbeth-.

. - y a mí lo que me hizo usted -refiriéndose a mi-, ¿para cuándo me enseñas a hacer lo que el hombre viejo le hacía a esta otra chica? -Dijo mirando a Jocelyn, la cual sonreía, junto con el viejo Tony-.

. - pronto, muy pronto lo aprenderás -dijo Bárbara- ahora voy a haceros un regalo de bienvenida. Acercaros y poneros cada uno a un lado-.

(Parte 20 de 31)

FIN