El amante de los tiempos, en 5 relatos (18)

Un relato de relatos. Diferentes lugares, diferentes épocas, diferentes personajes, solo uno fijo, el autor, en 31 trozos.

EL AMANTE DE LOS TIEMPOS, EN 5 RELATOS

(18-31)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Desperté cuando oí sonidos fuera de la habitación. Me calcé y salí. Allí estaba Bárbara preparando café, su olor me había llegado antes de verla.

. - buenas tardes, Bárbara. Huele muy bien ese café.

. - así es, vino en el carro con nosotros. Siéntate, pronto estará hecho.

. - ¿no tendrías un poco de leche, esa que tanto me gusta?

Ella miró para las habitaciones por si la veían y me sonrió. Luego, poniéndose de espaldas, se sacó un pecho y cogiendo una de las tazas, se apretó el pezón y sacó leche suficiente. Se chupó el pezón, para limpiarse unas gotas de leche que se habían quedado en el pezón y luego se lo volvió a guardar.

Cuando el café estuvo hecho, escanció un poco, llenando la taza. Luego le echo el azúcar y me lo trajo a la mesa.

. - espero que te guste.

. - estoy seguro de ello -dije, metiéndole mano bajo el vestido y llegando a su trasero, donde metí mi mano bajo sus bragas e introduje un dedo en su anal culo. Allí lo metí y saqué varias veces, haciendo que cerrara los ojos por unos segundos y disfrutando de un placer que no había podido olvidar-.

Al oír el sonido de una cama, saqué mi dedo de su culo y me lo metí en mi boca, saboreándolo. Ella sonrió y volvió a la cocina para despistar.

Me tomé el café, sabía a gloria con aquella leche tan especial suya.

El que se había despertado era el marido de Bárbara. Se sentó y fue servido por la ponedora de cuernos de su esposa.

. - Salvador, ha llegado el momento para explicarte algunas cosas sobre el trabajo en una mina.

. - adelante, soy todo oídos.

. - pues verás…

El hombre fue desgranando una retahíla de normas fundamentales para la seguridad propia y extraña, así como distinguir una veta buena de una que no lo era. En fin, fueron dos horas de hablar y hablar. En ese tiempo, las chicas salieron de su habitación y se tomaron el café oportuno. De vez en cuando, intervenían en la conversación, puntualizando algunos datos.

. - marido, creo que ya está bien por hoy de explicaciones. De momento, mañana debemos sacar lo derrumbado y seguir apuntalando. Eso nos llevará varios días, así que ya tendrás tiempo para seguir enseñando a Salvador. Si se lo dices todo hoy, saldrá con la cabeza como un bombo y no se va a enterar de nada.

. - como siempre, tienes razón. Eso me pasa por no poder salir de casa con estos huesos rotos. Solo una última cosa, lo primordial es la seguridad, la tuya y la de los que están junto a ti, lo demás, son historias.

. - gracias, intentaré acordarme de todo lo que me ha dicho. En todo caso, aquí están las chicas para que me ayuden cuando me equivoque allí dentro.

. - claro, Salvador. Yo seré tu profesora especializada en minería. No tengo el título, pero como si lo tuviera, ¿verdad papá?

. - así es hija, pero no solo tú, tu madre y tu hermana también.

. - quisiera esta tarde entrar, aunque solo sea para mirar un poco. Necesito que me enseñen sobre el terreno a distinguir las vetas buenas de las malas.

. - papá, ya que no podré trabajar, quisiera ser yo quien lo acompañe hoy.

. - cómo quieras, hija. Ten cuidado, por lo que más quieras.

. - si papá, lo tendré.

Jocelyn se levantó y cogió un candil de la pared y lo revisó. Luego me cogió del brazo y marchamos a la entrada de la mina.

En la misma entrada, encendió el candil y entramos, ella delante de mí.

. - iremos a una de las galerías que hemos desestimado por escasez de material, pero es para que sepas distinguir una veta de otra.

Caminamos durante un cuarto de hora y llegamos al final de la galería cerrada.

. - fíjate como brilla aquí. Esto es oro, pero es tan poco que no vale la pena arrancarlo de la pared. Esto otro es cuarzo, no vale para nada. Ésta de aquí, si hubiera más cantidad, sería rentable, pero…

Fue hablando durante un buen rato, yo le hice preguntas y ella respondía. Al final se le terminaron las explicaciones. Entonces me cogió in fraganti mirándole el culo.

. - ¿qué estás mirando?

. - ¿yo?, nada.

. - me estabas mirando el culo, ¿a qué sí?

. - vale, sí. Soy culpable, perdona.

. - perdonado. ¿Te gusta mi culo?

. - ¿me vas a dar una bofetada si te digo que sí?

. - no, para nada. Me halagarías.

. - de acuerdo. Sí, me encanta tu culo. Todo prieto y no solo tu culo me gusta.

. - ¿qué más te gusta de mí?

. - tus gruesos labios.

. - ¿alguna cosa más?

. - tus ojos, tu voz, tus orejas, tu nariz, tu pelo, ¿me falta algo?

Ella sonreía, se había puesto colorada. Luego, ni corta ni perezosa, y mirando hacia la entrada de la mina por donde habían venido, se desabrochó la camisa a cuadros y se sacó ambos pechos del sostén.

. - ¿y qué te parecen mis pechos?

. - Dios, son divinos -le dije-.

No pudiéndome resistir, se los cogí con ambas manos y mirándole a los ojos para ver su reacción, acerqué mi boca y besé sus sonrosados pezones. Ella echó la cabeza hacia atrás, dejándome que me explayara en sus mamas, las cuales chupé y mordí hasta volver loca a su dueña. Acto seguido, le abrí el cinto y bajándole los pantalones, le siguieron sus bragas. Ella estaba en el séptimo cielo y no quería que terminara nunca. Al final había ganado ella la partida a su hermana. Sería quien se lo montara con ella, se dijo.

Su felpudo, algo poblado para mi gusto, fue pronto lengüeteado y chupado hasta sacarle un primer orgasmo.

Le separé ambas piernas y así, de pie como estaba, mi lengua trabajó sus bajos.

Usando mi lengua como un ariete contra su clítoris, conseguí que se contorsionara como una malabarista de feria.

Me levanté y nuestras bocas hicieron contacto con un frenesí capaz de derretir un témpano de hielo.

Al mismo tiempo ella me sacó el cinto y mis pantalones cayeron a mis rodillas, luego metió su mano bajo mis calzoncillos, apoderándose de un tesoro que no estaba en aquellas paredes, ni de lejos.

Dejamos de besarnos y se agachó. Ahora le tocó a ella darme placer y vaya si lo hizo. No pregunté cómo había aprendido aquella técnica de mamar pollas, pero no veas lo que disfrutaba con su boca.

Cuando ya no la podía tener más dura, con suavidad la retiré un poco, hasta cogerla por los sobacos y levantarla. Luego, cogiéndola por ambas nalgas, la apoyé contra una gran caja que allí había. Fue tocar su trasero con la caja y mi polla se puso debajo. Solo tuve que bajarla lo suficiente, para que mi tranca se metiera en su vagina, la cual supe al instante que era más virgen que la misma Virgen María. Su clímax llegó cuando atravesé su himen.

Ella gimió de dolor y placer, todo a un mismo tiempo. Con un mete y saca, cada vez más frenético, logré que mi semen quisiera salir a doscientos por hora. Puesto que no quería dejarla preñada, la saqué de encima de mi polla y poniéndola en el suelo, la puse a comérmela sin descanso hasta que exploté en su boca.

Fue una buena corrida que hizo que probara por primera vez una leche no procedente de vaca lechera alguna.

Cuando ya no salía más semen, la levanté y besé hasta traspasarme un poco de mi sabrosa descarga sémica. Ella tragó su parte.

Al final la hice volver a comérmela. Aunque estaba flácida, tenía una sensibilidad en la punta de mi polla que me hizo retorcerme de puro placer.

Más tarde la senté en la caja y abriéndole las piernas, le hice una comida directamente de su chumino, dejando su vulva seca de todo orgasmo tenido.

Finalmente, le subí las bragas y le puse los pantalones, para después guardarle sus bonitos pechos en su sostén y abotonarle la camisa.

Ella me subió los calzoncillos, no sin antes darme un besito en la punta de la polla, para después, subirme los pantalones y ponerme el cinto.

. - has sido el primer hombre que ha entrado dentro de mí.

. - lo sé, Jocelyn. Noté tu himen cuando se rompía con mi pene. Espero no haberte hecho mucho daño.

. - no lo has hecho. Gracias, Salvador. Esto ha significado mucho para mí. Ahora veo que no todo está en la cara, que hay otras cosas que os gustan a los hombres.

. - eso puedes darlo por seguro. Bueno, deberíamos regresar, llevamos aquí bastante tiempo.

. - sí, tienes razón. Espero que no divulgues lo que hemos hecho.

. - seré una tumba. No quisiera que tu padre me pegue un tiro por haberte desvirgado.

. - no te lo pegará si no se entera, pues querrá que te cases conmigo, por haberme deshonrado.

. - pero esto ha sido de mutuo acuerdo, ¿no?, yo no te he violado.

. - no, no lo has hecho. Fui yo quien se sacó los pechos para que me los mamaras. Espero que no sea la última vez que me los mames, me ha gustado mucho.

. - por eso no tengas pena. Me gustan demasiado, como para dejar de mamártelos. Ahora mismo, quisiera comerme esos gruesos labios tuyos.

. - ¿y a qué estás esperando?

De nuevo nos besamos, saboreando su boca como si la vida me fuera en ello. Mis manos aprisionaban sus pechos, apretándolos hasta hacerle daño. Sin duda la había hecho correrse otra vez, pero no podía volver a comerme su chumino, eso lo dejaría para otra ocasión…

Con un último beso en su nariz, lo dejamos estar. Ella se arregló su ropa y yo, mi paquete, el cual me cambié de lado, pues cargo a mi izquierda y estaba en el lado equivocado.

De camino a la salida, le puse mi mano derecha en su trasero.

. - ¿te había dicho que me gusta tu culo?

. - creo recordar que sí.

. - pues me reafirmo. Quizás la próxima vez me dejes hacer uso de él.

. - no sé, creo que me dolería mucho.

. - ahí está lo bueno. Después de unas cuantas veces, no podrás estar sin mi miembro dentro de él.

. - ya lo pensaré, te prometo que lo pensaré.

Cuando regresamos a la casa, Bárbara había ido al corral a por unos huevos para la cena. Allí estaba Lisbeth leyendo un libro. Jocelyn se sentó junto a ella y cogió una revista que estaba súper manoseada de mirarla una y otra vez.

Yo me puse a avivar el fuego, cuando oímos un fuerte golpe. Jocelyn fue la más rápida.

. - ¿papá, te ha ocurrido algo?

. - me he caído. Necesito a vuestra madre. Vosotras no entréis, por favor.

. - ¿dónde está mamá, Lisbeth?

. - ha ido a buscar unos huevos para la cena. Está fuera, en el corral.

. - ¿está ahí Salvador?

. - aquí estoy Sr. Tony -respondí antes de que hablara Lisbeth-.

. - pasa tú y solo tú, por favor.

Miré a las chicas y luego fui hacia la habitación del patriarca. Cerrando la cortina tras de mí. Me lo encontré en el suelo y con la polla fuera delante de una bacinilla.

. - ¿qué le ha pasado? -le dije agachándome a ayudarlo-.

. - iba a mear -fue diciendo el hombre en voz baja para que no lo oyeran las chicas- al final me caí y no puedo ni guardármela y mucho menos levantarme-.

. - ya entiendo -dije en voz baja, luego en voz alta para que me oyeran las chicas- chicas, vuestro padre está bien, solo se ha caído de la cama-.

Le ayudé a ponerse de pie, para después ponerle la bacinilla delante de la polla. Haciendo malabarismo, le cogí la polla y apunté hacia la ella. El hombre comenzó a mear. Cuando terminó, aun sin guardársela, lo senté en la cama.

Sin mirarle a la cara, metí mi cabeza entre sus piernas y me comí su polla.

. - pero… -comenzó a decir, pero viendo que en cuestión de mamar pollas era todo un experto, se dejó hacer, solo esperando que su mujer no entrara en aquel momento tan crítico-.

Cuando ya había conseguido que su polla se pusiera bien gorda, utilicé mi mano para pajearlo. Al rato, volví a comérmela hasta hacerle correr en mi boca. Era una leche algo insípida, pero igualmente válida para ser tragada. Luego volví a comérmela hasta dejársela como una piltrafa de encogida.

Fuera, Lisbeth informaba a su madre del golpe de su marido. Yo, rápidamente, le guardé su salchicha en los calzoncillos y subiéndole los pantalones, lo metí en la cama. Ella entró cuando lo tapaba.

. - ¿te has hecho daño, querido?          . - no, querida. Fue una torpeza por mi parte.

. - ¿y por qué no querías que las niñas entraran a ayudarte?

En voz baja su marido le dijo que se cayó cuando intentaba mear y no podía guardársela por el fuerte dolor. Por lo que la llamó primero a ella y después al otro hombre de la casa para que se la guardara. No le hacía gracia enseñarles su polla a las niñas, dado que nunca habían visto una polla. Esa fue su explicación, aunque si supiera lo que sabían las niñas de pollas, no hubiera dicho tal cosa.

. - comprendo. Gracias Salvador. Bueno, esta noche cenaremos huevos escalfados para todos. Nuestras gallinas no paran de poner huevos y hay que gastarlos o se echarán a perder.

Ella salía del cuarto y cuando yo también me iba, Tony me detuvo con una mano y me miró a la cara.

. - gracias, no sabes cuánto lo necesitaba -dijo en voz baja-.

. - en otro momento, quizás pueda devolverme el favor -dije también en voz baja-.

. - avísame cuando quieras -dijo, poniendo su mano en mi paquete-.

. - así lo haré. Aunque ahora solo un tentempié -le dije, cogiéndole su mano y restregándola sobre mi polla, hasta conseguir que aumentara de tamaño-.

Cuando notó lo gorda que se me había puesto la polla, sus ojos brillaron como ascuas.

No pude resistirme y aunque mi polla olía al chumino de Jocelyn, no me importó. Allí mismo, me aflojé un par de botones y me la saqué. Le ayudé a incorporarse un poco y se metió mi polla en su boca.

Me la comía con suma premura, pues estaban en terreno minado. Aquel morbo se cortó en seco, al oír a Lisbeth hablar desde la entrada del cuarto.

. - ¿papi, puedo entrar a verte?

Antes de que respondiera su padre, ya me había guardado mi polla. Me abotoné y asentí.

. - entra hija -dijo recostándose de nuevo-.

Ella entró y yo me escabullí de allí.

. - ¿cómo estás, papi?

. - no ha sido nada, hija. Una caída tonta. Anda, ayúdame a ir al comedor a comerme esos huevos escalfados.

. - sí, papi.

Salieron juntos y se sentó el padre en su sitio. Nuestros ojos se cruzaron y no dejaron entrever nada. Al rato, el hombre se sacó un pelo de su boca. Era ensortijado, del color del chumino de Jocelyn. Supongo que el hombre pensó que era pelo de mi polla, el cual tiró al suelo.

Al día siguiente…

Llevábamos desde las ocho de la mañana sacando escombros en carretillas. Las manos ya no las sentía, Lisbeth también se quejaba de las suyas. Ella no tenía guantes como yo y la llamé.

. - Lisbeth, déjame ver tus manos, por favor.

Cuando la chica me las enseñó, pude ver los estragos de lo que la carretilla le habían hecho y todavía no era mediodía.

Le besé ambas manos, para luego sacarme mis guantes y entregárselos.

. - póntelos, así no sufrirán tanto tus preciosas manos.

. - gracias, Salvador. Eres un sol y me ha gustado que me las besaras.

Su madre había salido recientemente con otra carretilla llena a tirarla fuera y tardaría un rato aún.

. - me hubiera gustado dártelos en la boca.

. - pues no te prives -dijo mirando hacia el exterior de la galería-.

Le cogí su carita de ángel y se la besé. Fue un beso largo, que cuando dejé de besarla, tuvo que coger aire para no asfixiarse. Luego le di sendos besitos en cada protuberancia que forman sus pezones a través de la camisa de franela que portaba. Sus pezones enseguida se endurecieron.

. - gracias. ¿Cuándo podre…? ya sabes -dijo señalando mi paquete-.

. - esta tarde les dirás que me quieres enseñar los alrededores, allí jugaremos un poco.

. - oh, qué bueno. No me olvidaré -dijo sonriendo-.

Le cargué la carretilla de escombros y partió hacia fuera, cruzándose con su madre.

. - he oído parte de la conversación -dijo Bárbara al llegar con su carretilla vacía-.

. - sí, esta tarde, voy a darle un buen repaso a tu pequeña. Espero que no te moleste.

. - desde luego que no. ¿Cómo te va con los demás?

. - viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela…

. - ¿eso qué significa?

. - es parte de un antiguo poema de un poeta llamado Samaniego, un escritor español. Que todo va como la seda, significa.

. - me alegro. ¿Cuándo volvemos a estar juntos tú y yo?

. - a la primera oportunidad que tenga. Ahora mismo, tengo todos los sentidos puestos en tu familia. Ten paciencia -le dije, besándola en su boca y sobándole las tetas a conciencia, hasta hacerle daño-.

. - ay, cuanto me gustas, Salvador.

La mandé a callar, pues oía la carretilla de Lisbeth. Cargué la suya y partió con ella.

A eso de las 4 de la tarde, Lisbeth informó a su madre que iba a enseñarme los alrededores. Ella asintió.

. - no vayáis muy lejos.

. - sí mamá -afirmó ella-.

Partimos detrás del corral y cuando estuvimos fuera de la vista de la casa, Lisbeth se detuvo, se vino hacia mí y se me enganchó al cuello, besándome los labios con frenesí juvenil.

. - para, para. Aún estamos muy cerca de la casa. Al menos enseñame algo, por si me preguntan tus viejos.

. - aguafiestas.  Bueno, vale. Subamos un poco más y verás que cascada más bonita hay arriba.

Cogidos de la mano, subimos unos doscientos metros más. Efectivamente, al otro lado, en el siguiente valle se veía una cascada de unos 20 o 30 metros de salto de agua. No era muy ancha, pero era bien bonita. Abajo había un par de osos bebiendo del agua. Uno era grandote y el otro un renacuajo. Al vernos, partieron valle abajo.

La chica, que no era tonta, me explicó algunas otras cosas que había en los alrededores por si me preguntaban, al final, me arrastró hacia un árbol solitario, bajo el cual comenzamos a besarnos de nuevo.

Aquella chica estaba calentándome bien caliente y se iba a encontrar con mi polla.

Casi sin darme cuenta, ya me tenía en pelotas. Yo la copié, dejando su cuerpo a mi merced y a la de mi lengua, con la cual recorrí su precioso y virgen cuerpo.

. - hija, tienes un cuerpazo que me lo voy a comer todo.

. - ¿para qué crees que te traje hasta aquí?, yo también tengo hambre, mucha hambre.

Directamente se enganchó de mi polla, metiéndosela en la boca toda lo que pudo, la cual llevaba ya un buen rato más que empalmada, empalmadísima.

Yo ya no pensaba en nada más que en merendarme a aquella moza que estaba tan buena.

Antes de que me dejara seco con su boca, la puse en el suelo, encima de la verde hierba del lugar. Me metí entre sus piernas y volví a saborear aquel chumino tan reque bueno. Su dueña vibraba con cada lengüetazo.

Tenía un clítoris muy juguetón y sensible. No me cansaba de comérmelo con sumo placer. Sus pechos, bien formados y pidiéndome guerra, fueron un manjar en mi boca.

Al mismo tiempo que me posicionaba encima de ella para comérmela toda, mi polla hacía lo propio con su rajita. No sé si sabía en donde se había metido esta Lisbeth, pero pronto lo averiguaría.

Nuestras bocas midieron sus fuerzas, donde nuestras lenguas eran unas armas de destrucción masiva. Al mismo tiempo, mi tranca se perdió en su cueva virgen. Ella sintió como le entraba un obús por el conejo e intentó coger aire, pero mi boca también se la estaba trabajando y no lo permití, al menos de momento. Que usara la nariz, que para eso estaba.

Cuando le traspasé su himen, ella se contorsionó en una vibración similar a la de su hermana del alma.

No dejé su boca en paz hasta que le hube metido toda mi polla hasta los ovarios mismos. Luego dejé su boca y poniendo mi cara junto a la suya, pude sentirla como buscaba aire e intentaba reponerse del dolor que mi tranca le estaba produciendo en su primera follada.

Por supuesto, la dejé que cogiera resuello, no soy tan cabrón, pero cuando se calmó, volví a la carga y nunca mejor dicho.

Mi polla se quedó sola con su vagina y saltaron chispas por la fricción de la una con la otra. Los jadeos de Lisbeth casi se podían ir en el otro valle, suerte que el aire era en sentido contrario a la casa.

. - me matas, me matas -decía la chica una y otra vez y yo ni caso. Mi polla era autónoma y no podía decirle ahora que se volviera a casa sin habérsela follado a esta hembra en condiciones, pues entonces la próxima vez que la mandara follarse a alguien, no me obedecería y se volvería con las manos vacías-.

Ella se agarraba como un pulpo de mi espalda, clavándome las uñas de fiera. Los sudores perlaban su frente, así como el resto de su espléndido cuerpo, haciendo que brillara como si se hubiera echado purpurina sacada de la misma mina de sus padres.

Al final paré de follármela, pues pronto iba a expulsar mi preciada lechita que tanto alimentaba.

Llevé mi polla junto a su boca y aunque estaba cansada y dolorida, sabía que lo que le pedía no era otra cosa que una última mamada para recibir el regalo de los dioses. Vamos, que, si me dice que no quiere más polla, vuelvo a metérsela, pero esta vez por el culo, cosa que tenía pretensión de hacerlo otro día, pero ello podía adelantarse en cualquier momento.

Como supuse, a aquella recién follada le gustaba mi polla más que un chupete a un recién nacido. Se tragó mi tranca oliendo a sus orgásmicos olores.

Mientras me la comía, me miraba a los ojos como diciendo que allá estaba ella para mamar todo lo que hubiera que mamar, que para ello era una buena aprendiz.

Desde luego, aprendía pronto y bien. Mi polla no aguantó por más tiempo y exploté toda mi dinamita, la cual llegó a la tráquea de mi joven amante.

La chica, que ya había disfrutado mi leche, volvió a saborearla, pero esta vez retuvo cuanta pudo, pues sabía cuánto me gustaba mi propia leche. Se vino hacia mi boca y nos traspasamos mitad por mitad, como buenos chicos, mi deliciosa corrida.

Una vez con las bocas limpias y relucientes, a la chica le entraron ganas de más polla y se la metió de nuevo, cuan lánguida estaba, haciéndome vibrar otra vez.

Cuando terminó con ella, casi había desaparecido en combate. Yo, por mi parte, no podía dejarle el felpudo chorreándole como estaba, ¿qué iban a decir los vecinos, si los hubiera?

Me metí entre sus piernas y me los tomé, haciéndola vibrar con nuevos orgasmos y haciendo que la jodida me clavara la espalda otra vez con sus afiladas uñas de diablesa del infierno. Ahora sí que estaba marcado, suerte que me importaba un huevo que se enteraran los demás, es más, hasta podría presumir de las marcas.

Cuando Bárbara vio la cara de su hija pequeña que se dirigía hacia su cuarto, sumó dos y dos. Me miró y asentí. Ella casi se corre patas abajo. Ya solo quedaban dos, o eso creyó ella. Cosa que no quise desmentir.

El viejo estaba junto al fuego, fumando en pipa y dejando la casa apestando. La hija mayor estaba zurciendo unos calcetines que ya fueron zurcidos en varias ocasiones anteriores y serán zurcidos de nuevo hasta que más que unos calcetines, parezcan unos rejos deslustrados. Nuestros ojos se encontraron y vi algo de celos en ellos, pero ni puto caso.

. - Salvador, por favor, ¿me ayudas a llevar al riachuelo la ropa para lavar?, debo llevar también la tabla para ello y es mucho para mí.

. - mamá, yo te ayudo -dijo Jocelyn, dejando el calcetín a un lado-

. - no, hija. Déjalo. Sigue cosiendo, que todavía tienes faena.

Con una sonrisa, cogí la ropa sucia y la llevé hasta el riachuelo. Bárbara me siguió con el jabón y la tabla. Ante un movimiento de cabeza de Bárbara, indicándome un lugar más tranquilo que no se pudiera ver desde la casa, me desvié un trecho.

Desde allí estaríamos ocultos. Según puse la ropa en el suelo, ella soltó lo que traía y se me enganchó y no paró de besarme los labios.

Cuando pude, la separé, pues me costó un huevo. Tenía que aclararle un punto.

. - querida, como has notado, he desvirgado a Lisbeth y como sabrás, los tíos no recargamos tan pronto como las mujeres. Lo más que puedo hacer es satisfacerte con mi boca y mis dedos.

. - por ahora es suficiente. Anda, no nos demoremos.

La calentorra de Bárbara se sentó sobre su trasero. Luego ella misma se sacó las bragas y me esperó, mientras se sacaba también sus ubres para que pudiera tomarme la merienda.

Sí, así fue, más o menos. Su chochete, todo mojado de las corridas mentales que había tenido la calienta-pollas de bárbara, la supe saciar con mi lengua y cuando necesité tomarme un tentempié láctico, sus ubres fueron las indicadas para ello.

Cuando llevaba más de un cuarto de hora trabajándola, ya le tenía sus cantaros a medio vaciar y aún tenía hambre, pero hambre de conejo. Sería mi ansia o lo que fuera, pero mi polla supo agradecerme que le hubiera permitido follarse a la joven allá arriba y ya estaba cogiendo forma.

No dejé que se pusiera como una piedra, cuando le di la vuelta a Bárbara y ayudándome de mi mano derecha, se la endilgué de un golpe. Ella agradeció mi esfuerzo y el de mi polla. Me jaleaba pidiendo cada vez más, cosa que intenté ofrecerle, pero por desgracia, era muy reciente el anterior combate, que pronto solté una minúscula bala de semen dentro de su culo.

Cuando me salí, se fue directamente a mi tranca y se hizo un festín con mi flácida polla.

Al final tuvimos que dejar la follada para continuarla en otro momento, pues la colada no se lavaría sola.

Después de guardarnos las vergüenzas, ella se dedicó a hacer las faenas. Yo a su lado no podía estar ocioso y como no había una segunda tabla donde sobar la ropa, pues eso, estando a su lado, no paré ni un momento de meterle mano o mejor dicho manos, a su culo y a su chumino.

Ella jadeaba de puro gusto, pero no dejaba de lavar la ropa. Llegó un momento que tuve casi toda mi mano dentro de su vagina y hasta los cinco dedos completos de mi otra mano en su culo. Ella se dolía unas veces y disfrutaba otras de mis servicios comunitarios. De vez en cuando sacaba una mano y se la daba a chupar, cosa que hacía con gusto.

Cuando me cansé, continué con sus cántaros. Al final no dejé gota de su preciada leche. El problema era que su marido podía darse cuenta y echarlos en falta cuando por la noche fuera a meterle mano a su mujer, pero eso a mí no me tocaba explicarlo. Lo mío era disfrutar como un enano de lo que tenía cerca y eso era lo que estaba haciendo.

Ahora que lo pienso, ¿cómo puede una mujer explicar a su marido que sus tetas se han quedado flácidas y sin una gota de leche?, yo, si fuera el cornudo de su marido, pensaría que me la estaban dando con leche, nunca mejor dicho.

Por suerte, el viejo no estaba por la labor, bastante tenía con no moverse muy rápido para que sus huesos rotos no lo hicieran gritar de dolor. Ya tendría tiempo de resarcirse cuando se curara.

Un par de días después, cuando los escombros habían sido retirados y se podía seguir reforzando el techo de la galería afectada, nos llegó un renqueante Tony a la galería. La bronca de su mujer fue apoteósica. Sin duda, no podía estar en cama sin llevar el mando. Nada más llegar, se dedicó a ordenar el trabajo, todo desde un banco, claro.

A eso de las 2 de la tarde, cuando dimos por terminada la mañana para almorzar, al viejo se le ocurrió enseñarme el final de la galería, en la que debería empezar a picar lo antes posible.

. - chicas, mientras enseño a Salvador donde debe trabajar, vosotras retiraros y lavaros. Nosotros no tardaremos mucho.

. - ten cuidado papi, no vayas a lastimarte de nuevo -dijo su hija mayor-.

. - descuida hija, tendré cuidado.

Mientras el viejo y yo profundizamos con un par de candiles, las chicas salían de la mina. Se dirigieron directamente hacia la casa. Allí les esperaba Jocelyn con ropa limpia. Luego se fueron al riachuelo y se dieron una ducha que disfrutaron las dos.

Mientras, en la galería, Tony me explicaba cómo debía de actuar con el pico, intentando que, con el menor esfuerzo, conseguir la mayor cantidad de material, que luego las mujeres sacarían.

. - Salvador, aparte de para explicarte un poco el modo de trabajar, he venido para otra cosa, no sé si me entiendes, hijo.

. - cómo un libro abierto, Tony. Pero creo que se va a ensuciar y se van a dar cuenta en la casa.

. - lo haremos con cuidado, sin brusquedades. De momento, ayúdame a sacarme los pantalones, quiero que me folles por el culo con esa gran polla tuya.

. - pues va a ser difícil no ensuciarlo, todo mi cuerpo está sucio. ¿Por qué no lo dejamos para la tarde, cuando esté limpio?

. - hijo, tienes toda la razón del mundo, sí, lo haremos en otro momento, no sé si a la tarde estaremos solos, ya veremos. Pero, por favor, al menos comeme la polla y dejame comerte la tuya.

. - no hay problema en eso. Siéntese en esa caja y sáquesela usted mismo.

Con cuidado el viejo se sentó y con no menos esfuerzo, se la sacó. Ya la tenía bien gorda.

Yo, por mi parte, me hinqué de rodillas y sin tocarlo con las manos, acerqué mi boca.

Su polla estaba bien sabrosa. Me entraba que era una maravilla.

Tony me cogió un par de dedos sucios y se los llevó a su boca. Seguidamente me indicó donde quería que se los enterrara. Dicho y hecho.

Mientras su respiración aumentaba por la mamada, mis dos limpios dedos se fueron a su culo, donde salieron poco para coger aire. Allí sodomicé su agujero anal, metiéndolo todo lo que daban su longitud.

Después de un buen rato de jadeos por su parte, se corrió en mi boca.

Los dedos no los saqué hasta que no le dejé su polla más que encogida y limpia de toda leche.

Por supuesto, cuando terminé, saqué ambos dedos de su culo y fueron a su boca para un disfrute bien merecido.

. - ahora Tony, deme su culo, se la voy a enterrar hasta los huevos.

Una sonrisa entre nerviosa y esperanzadora, apareció en su cara, pues nunca había sido follado por su culo, aunque de joven sí se folló a unos cuantos amigos con su tranca y unos cuantos animales de granja, como aquel potro de su vecino y amigo, allá donde nació y creció.

Con su culo virgen delante de mis ojos, no pude dejar de acercar mi lengua a su agujero. Allí la introduje, jugando al mete y saca y al mismo tiempo, humedeciéndole la entrada.

Intentando no ensuciarlo mucho, apunté con mi tranca y le di una pequeña embestida hasta enterrarle media polla.

. - ay, mis costillas -se quejó el viejo-.

. - lo siento, Tony, no quería hacerle daño ahí, solo a su culo.

. - te creo, hijo. No dejes de follarme, pero hazlo con cuidado, por favor.

. - disculpas de nuevo. Prosigo.

Empujé mi polla y sin brusquedades, mi tranca entró suavemente, pero no paré de follarme su culo hasta que mis huevos no tropezaron con sus nalgas blanquecinas, allí me detuve para que cogiera resuello.

. - qué bueno, pero qué bueno -decía el tío casi sin poder respirar-.

Seguro que ahora le dolían las costillas y su culo, el cual aún no había terminado con él.

Comencé un mete y saca contenido y sin brusquedades, pero con cada entrada, sus gemidos de dolor retumbaban en toda la galería, aun así, no dejé de follármelo hasta que casi le suelto allí dentro mi lechita.

Saqué mi pene y me fui por delante de él, pues casi no podía moverse. Allí le enterré mi polla en su boca, haciéndole tragar la descarga de mi natilla especial.

Cuando escapó de su boca, mi polla cayó como muerta, me la había dejado bien escurrida y sin una gota de mi leche desnatada.

Al final el tío se pudo poner de pie y con los pantalones bajados, al igual que yo. Allí acerqué mi boca a la suya y nos dimos un buen festín de lengua.

Mis labios traspasaron a los suyos todo el hollín que había acumulado durante la mañana.

Cuando lo dimos por terminado, pedí limpiarle la cara con mi lengua, a lo que él aceptó gustoso.

Le pasé la lengua por toda su cara, buscándole toda suciedad traspasada. Lo mismo hice con sus partes nobles, aunque allí no había gran cosa, me sirvió para darle un nuevo repaso a dichas partes, sobre todo a su anal culo, del cual salía unas gotitas de su lubricante natural.

Cuando me subí los pantalones, el hombre aun intentaba subirse los suyos. Al final tuve que ayudarlo un poco, con dos dedos.

Con un último morreo, nos dimos por satisfechos de la mariconada que habíamos hecho.

. - chico, me has dejado como nuevo. Vaya polla que te gastas.

. - usted tampoco se queda corto. La sabe mamar que es una maravilla. Me ha gustado mucho darle por culo, sí señor. Solo que debo decirle una cosa.

. - desembucha, hijo.

. - pues que también me gustan las mujeres.

. - y yo no seré quien se interponga. Bastante agradecido estoy de que uses mi culo.

. - se lo agradezco. Uno no puede estar mucho tiempo sin catar un buen chumino o me volvería loco. No sé si me entiende.

. - lo entiendo y tienes mi permiso. La agraciada te lo agradecerá, sin duda. ¿Regresamos?

. - sí, aún tengo que ducharme.

Antes de llegar a la casa con el viejo, se me acercó Lisbeth con una muda de ropa, se lo agradecí y me fui hacia el riachuelo, mientras ella ayudaba a su putativo padre a llegar a la casa. Allí, en el riachuelo, no tuve mirones, esta vez.

Con mi polla más que limpia de leche y suciedad, entré en la casa y después de poner la ropa sucia en su sitio, me senté a la mesa.

Según lo hice, comenzó Jocelyn a servir la comida. Sopa de pollo con garbanzos y con abundante carne del susodicho animal.

El sábado por la tarde, descansamos de la mina. La verdad era que me estaba arrepintiendo el haberme ofrecido. Este oficio era muy sacrificado y a no ser que trabajara por un sueldo fijo, no sabrías si al final el trabajo daría sus frutos.

Aunque, la verdad, de mis honorarios nada se habló. Literalmente, trabajaba por comida y cama y algún que otro disfrute extra.

. - voy a acercarme a la catarata del otro valle. Me gustó cuando la vi de lejos y querría verla de cerca y darme un baño bajo sus frías aguas. ¿Quién me acompaña? -dije-.

. - yo, yo quiero ir -dijo Lisbeth-.

. - muy bien. ¿Te apuntas, Jocelyn?

. - ¿quieres que vaya?

. - claro, entre más gente, mejor.

. - entonces acepto. Llevaré unas toallas y unos emparedados.

. - muy bien -dije-

A Lisbeth, la inclusión de su hermana, no le gustó mucho, pues pensaba darse un buen revolcón con mi polla.

. - Bárbara, ¿quiere venir conmigo y las chicas?

. - no, gracias. Estoy cansada. Además, debo de vigilar a mi marido, no vaya a caerse de la cama de nuevo -dijo sonriendo-.

Sus ojos no me engañaban. Me decían que adelante con lo que había ideado con las chicas. No quería molestar y la verdad, ya tres mujeres, eran multitud.

Partimos hacia la cascada, pero no en línea recta, pues pedí ver un poco de los alrededores antes de llegar.

Las chicas me llevaron por la parte alta para ver cómo era abastecida la cascada de las frías aguas.

Esta agua venía de lejanas cumbres nevadas. Estarían a varios días de marcha a caballo.

Desde allí arriba se podía ver como el agua saltaba al vacío y aquello a Jocelyn le daba escalofríos.

. - chicos, salgamos de aquí, no vayamos a caernos.

. - no seas miedica, hermana. Hasta tengo ganas de tirarme desde aquí.

. - ni se te ocurra, Lisbeth -le dije- no tengo ganas de llevarte a casa hecha una birria. Si caes fuera del agua o encima de alguna roca, te partes la cabeza.

. - ni que fuera tonta. Es solo para hacer rabiar a mi hermanita, la miedosa. Ni loca me tiro desde aquí.

. - no estoy muy seguro de ello. Se te ve un hilo de locura en esos ojos tuyos. Anda, bajemos.

Después de rodear unos acantilados, llegamos junto a la cascada, la cual tenía un pequeño lago a sus pies, para después de desbordar, continuar tierra abajo y formar un riachuelo como el que teníamos cerca de la casa.

Nos situamos en una orilla donde no había casi piedras, solo era arena parduzca. Allí me tendí con los codos clavados en la misma arena.

. - bueno, quien es la primera que se mete.

. - está muy fría, seguro que cogemos un resfriado -Dijo Jocelyn-.

. - lo que te decía, Salvador. Esta Jocelyn es una miedica. Yo misma seré la primera.

Lisbeth comenzó a sacarse la ropa. Viendo su hermana que se iba a quedar en pelotas, casi le da un ataque.

. - Lisbeth, no te atreverás a desnudarte delante de Salvador.

. - ¿y por qué no? no tengo nada que esconder. Además, estoy muy buena, ¿verdad, Salvador?

. - la verdad es que sí, estás muy buena -dije-.

. - Salvador, que es mi hermana y es una niña -dijo Jocelyn-.

. - de niña nada -Lisbeth se acabó de sacar toda la ropa- ¿acaso este cuerpo de 19 años, es de una niña?, anda ya.

Paseándose delante de su hermana y de mí, nos enseñaba todo su esplendoroso cuerpo sin pudor alguno.

. - vaya desvergonzada que eres, Lisbeth, si papá te viera ahora, te rompía el lomo.

. - piensa lo que quieras, que yo me voy al agua. ¿Me acompañas, Salvador?

. - pues claro que sí, ¿acaso no fue idea mía el venir aquí?

Me levanté y comencé a desnudarme. Al rato, me quedé en bolas como Lisbeth.

. - ¿y tú qué, Jocelyn?, ¿no tienes huevos de despelotarte como nosotros? -dijo Lisbeth-.

Sin esperar respuesta, la chica se metió en el agua, yo la seguí. Ambos nadábamos hacia la cascada.

. - la madre, que fría está el agua -dijo la chica-.

. - ¿qué te creías?, el agua viene directamente del deshielo de las nevadas cumbres, pero si nos movemos bastante, entraremos en calor -dije cogiéndole de una pierna y haciendo sumergirle la cabeza-.

Ambos jugábamos intentando hundir al otro. Desde la orilla, Jocelyn se mordía los labios. Allí estaba ella sola, mientras aquellos dos se divertían estando en pelotas. Qué cojones, se dijo. Si ellos podían, ella también.

Se puso de pie y se sacó la ropa, no dejando nada, solo llevaba la venda tapándole su cicatriz ya curada, pero que no había querido enseñar, por vergüenza.

Su bonito cuerpo llevó al agua y casi dice una palabrota, pues el agua estaba congelante. Solo cuando le llegó al pájaro, pudo respirar algo, pues no estaba acostumbrada a bañarse lejos de casa en pelotas y mucho menos con un hombre en medio, aunque ese hombre la hubiese ya visto desnuda y había estado dentro de ella, pero las apariencias eran importantes para una mujer como Jocelyn, sobre todo con su hermana delante.

Al poco llegó junto a nosotros.

. - bienvenida a la fiesta ¿A que está fría de cojones? -dije-.

. - ya lo creo -dijo ella-.

Allí donde estábamos, aun pisábamos fondo, pues no era nada profundo el pequeño lago o más bien laguna, que formaban los saltos de agua de la catarata.

. - tranquila, yo te haré entrar en calor -dije-.

Me puse detrás de ella y le puso ambas manos en sus hombros. Allí la sobé un rato para que entrara en calor. Ella lo agradecido, pues efectivamente, ya no tenía tanto frío.

. - házmelo a mí también, Salvador, porfa. -Insistió Lisbeth, poniéndose de espaldas a mí-.

Sonreí y dejé de sobar a Jocelyn, para hacerlo con su hermana.

Sus jóvenes y rotundos pechos eran deliciosos. Mientras le sobaba los hombros, ella me bajó las manos y me las puso en sus pechos.

. - mejor ahí, Salvador-.

. - claro, por qué, ¿no?

Con gran enfado por parte de Jocelyn, por no habérsele ocurrido a ella y gran satisfacción por mi parte, sobé aquellos pechos a gusto, haciendo que mi polla se alegrara bien.

La misma Lisbeth, que había descubierto un mundo nuevo desde que yo llegara a la casa, alargó su mano y palpó bajo el agua mi dura polla.

. - joder, hermanita. No veas como la tiene de dura. Anda, ven y palpa.

. - sois unos guarros los dos, qué asco -Dijo Jocelyn, yéndose bajo la cascada-.

. - vale, Lisbeth, vayamos también nosotros bajo la cascada.

Llegamos junto a Jocelyn. Su hermana y yo mismo, nos pusimos a saltar bajo el agua, por lo que tanto mi polla, como el conejo de su hermana quedaban a la vista durante unos breves segundos.

Ella, harta de ser la negativa del grupo, decidió que ya estaba bien de joder la marrana y también saltaba. Así, cogidos los tres de la mano y haciendo un círculo, saltábamos sobre el agua.

Las tetas de Jocelyn, las más grandes de las dos hermanas, bailaban que era una delicia vérselas.

Las dos chicas no tenían más ojos que para mi polla que estaba tan juguetona como las tetas de Jocelyn.

Los tres nos estábamos alegrando cantidad, hasta que de muto acuerdo, decidimos salir del agua.

Los tres llegamos a la orilla y nos tendimos en la arena. Los tres mirando hacia el cielo.

Con mis manos bajo la cabeza haciendo de almohada, miré a ambas chicas, una a cada lado de mí.

. - chicas, sois muy hermosas las dos. De casarme con una, no sabría con quién quedarme.

. - seguro que conmigo. Soy más joven y estoy más buena que mi hermana -dijo Lisbeth-.

. - de eso nada, hermanita. Yo tengo un cuerpo más desarrollado que el tuyo y tengo donde se puede agarrar cualquier hombre.

. - ¿acaso yo no tengo unas buenas tetas también? que sea Salvador quien diga que cuerpo es el mejor de los dos. ¿Tienes cojones hermanita de dejarte meter mano por Salvador para averiguarlo?

. - si tú los tienes, yo también. Anda, Salvador, averigua quien está más buena y quien te pone mejor.

. - chicas, chicas. Las dos estáis para mojar con pan.

. - anda, Salvador, empieza por mí. Puedes meterme mano donde quieras y usar lo que quieras, ¿de acuerdo, hermanita?

. - ¿estás segura, Lisbeth?, -dije-.

. - desde luego que sí. Solo falta que Jocelyn haga lo mismo-.

. - vale, acepto la apuesta. Salvador, te dejamos que decidas con quien te quedarías de las dos.

. - cómo queráis.

Me alcé sobre mis codos y me puse de rodillas. Miré a Jocelyn a los ojos y luego a Lisbeth.

Cogí a Lisbeth y la besé en su boca, ella colaboró entusiasmada, metiéndome su lengua en la mía. Seguidamente, bajé mi lengua y apartando mis dos manos que las tenía en sus pechos, fui dándole lengüetazos a cada pezón de la chica.

Ella se contorsionaba cuando sentía mi lengua. Su hermana viendo como disfrutaba yo y Lisbeth de mi lengua, pensó que aquello se ponía algo peliagudo.

Bajando, continué hasta meterme entre sus piernas. Allí, mi lengua trabajó su clítoris, haciendo que los gritos de la chica se oyeran más allá de la cascada.

Al rato dejé de comerme el chichi, abandonando las partes bajas. Lo siguiente que hice fue acercarme a su cara y después de besarle los labios otra vez, le llevé su cabecita hacia mi dura polla.

(Parte 18 de 31)

FIN