El amante de los tiempos, en 5 relatos (17)

Un relato de relatos. Diferentes lugares, diferentes épocas, diferentes personajes, solo uno fijo, el autor, en 31 trozos.

EL AMANTE DE LOS TIEMPOS, EN 5 RELATOS

(17-31)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

. - ¿tienes familia, Salvador?

. - no, ninguna. Estoy solito y libre en el mundo. Háblame de tu familia, Bárbara.

. - pues te diré. Tengo un marido que es muy atento, pero trabaja duro y tiene poco tiempo para satisfacerme, esa es la verdad.

. - ¿cuántas hijas tienes?

. - dos, Jocelyn de 24 y Lisbeth, de 19. Son mis ojos y los de su padre.

. - veo que os queréis mucho.

. - con todo nuestro corazón.

. - es bonito ese amor que os profesáis. En esta época no es fácil encontrar muchas familias como la tuya.

. - gracias. Mi Jocelyn seguro que te gustará, es ya toda una mujer. Sabe llevar una casa muy bien.

. - me la estas vendiendo como si quisieras que me casara con ella.

. - la verdad es que no me importaría. En lo poco que te he tratado ha sido suficiente para saber que eres un muchacho honrado y bueno. Solo por eso quisiera agradecértelo cómo te mereces.

. - no es necesario, Bárbara.

. - sé que es un poco pronto, pero mi Jocelyn sabrá hacerte feliz. Allí arriba no va nadie y no quisiera que mi niña no fuera feliz.

. - agradezco tu ofrecimiento, pero me gusta buscarme yo las mujeres con quien quiero estar, no quiero que te molestes, Bárbara.

. - te entiendo. Quizás te gusten más jóvenes, como mi Lisbeth. Es un sol y tiene una figura muy bonita. Si no te gustan tan mayores como Jocelyn, se podría llegar a un acuerdo.

. - Bárbara, ¿qué piensa tu marido y las mismas chicas de esto que estamos hablando?

. - mi Tony, ha sido quien me ha metido en la cabeza que buscara algunos chicos del pueblo en donde adquirí la mercancía, para que se casaran con nuestras hijas. Así tendrían esposo y más brazos para ayudar en casa.

. - ¿ellas no dicen nada al respecto?

. - a Lisbeth le pareció muy bien. A Jocelyn, no tanto. Ella quiere enamorarse antes.

. - vaya, vaya. El problema es que yo no soy de una sola mujer. Me gusta la variedad, no sé si me entiendes, Bárbara.

. - te entiendo, ¿no puedo convencerte de ninguna manera?

. - la cosa es que ahora mismo la que me gusta es la madre, y perdóname por ser tan directo. Quizás cuando vea a las chicas, también me gusten las dos.

. - ¿me estás diciendo que te gusto como mujer y que hasta podrías enamorarte de mis dos hijas también?

. - así es y te diré más, y esto no quiero que lo divulgues a nadie, también me gustan algunos hombres, pues ya he yacido con ellos en alguna ocasión.

. - Dios, eso quiere decir que eres un todo-terreno. Válgame Dios. Si lo hubiese buscado, no lo hubiese encontrado nunca.

. - ¿qué has querido decir con eso?

. - qué es lo que he estado buscando toda mi vida. Alguien con quien compartir mi familia.

. - ¿piensan lo mismo el resto de tu familia?

. - ello no lo saben, pero eso déjamelo a mí. Ahora dejemos de hablar y fóllame, Salvador.

Al principio me quedé anonadado por la petición de Bárbara. Ni en uno de mis mejores sueños, hubiera soñado con follarme a toda una familia y con el beneplácito de la madre.

Me separé un poco de su cara y se la besé al principio con timidez, pero viendo que ella colaboraba, mi beso se volvió más intenso. Mis manos no se podían quedar quietas, recorriéndole todo su exuberante cuerpo.

Mientras seguía besándola, le metí mano bajo el traje y me llegué a su vagina, donde introduje un par de dedos en ella, haciéndola gritar de placer y llevándola a su primer orgasmo conmigo.

Ella tampoco se quedaba quieta y fue desnudándome poco a poco. Un rato después, ambos desnudos, seguíamos besándonos como dos colegiales.

Sus pechos pronto fueron mamados y re-mamados en busca de su leche que sabía que tenía.

No me sacié, pues quise dejar para más tarde y bajé hacia su ombligo, siempre con mi mano izquierda metida en su vulva y haciéndola retorcerse de puro placer.

Cuando mi boca llegó a su vagina, mi lengua se encargó de darle un buen repaso. Sus orgasmos se sucedían uno tras otro. Mis manos intentaban ordeñarla mientras me la comía allí abajo.

Mi polla estaba pidiendo a gritos volver a sumergirse en aquel profundo pozo sin fin que era su vagina veterana.

Mientras mamaba de sus ubres sin compasión, mi polla se introducía en su laberinto de pasiones. Ella vibró con mi embestida. Al poco comenzó el mete y saca reglamentario. Sus jadeos y los míos se entrecortaban, pues nuestras bocas se habían vuelto a pegar con fuerte pegamento natural.

Después de un buen rato de darle polla y saciar mi sed con su leche, le di la vuelta y comiéndome su culo, le abrí el ojete.

. - ten cuidado, Salvador, mi marido nunca ha entrado por ahí.

. - ya va siendo hora. Es una de mis entradas secretas favoritas -le dije-.

Con un par de dedos agrandé su ano, pero conseguí poca cosa, así que puse la punta de mi tranca en aquel agujero tan apetitoso.

Bárbara, al sentir mi polla en su trasero, se tensó. Aun así, proseguí con lo que pensaba hacerle a aquel virgen agujero.

Metí un par de centímetros de mi polla dentro y el grito que dio casi espantó a las mulas, pero sabiendo que los dos humanos estaban jugando a cosas de humanos, no nos hicieron más caso.

Con mi siguiente acometida, metí más de la mitad de mi polla. Otro grito y la dejé coger respiro. Cuando se tranquilizó, se la enterré hasta el tuétano. Su grito volvió a intranquilizar a las bestias.

Con mi polla en su anal culo, la buena y zorrona mujer, que le ponía los cuernos a su marido y que no le importaba que desvirgara a sus niñas, pronto bajó el volumen de sus gritos, sin eliminarlos.

En ese momento, comencé a follármela como se debía. Ella, con sus gritos con cada acometida, llevaba la música y yo la letra con la polla. Aquello era una maravilla.

Acelerando la velocidad hasta tasas nunca vistas, acabé por sentir que pronto mi polla iba a soltar el grifo.

Supuse que para que acabara de curarse de la fiebre, nunca mejor que un reconstituyente natural que mi polla fabricaba en cantidades industriales, leche. Leche de polla de la mejor calidad. Así que me salí de su culo y directamente, le di la vuelta y le puso mi tranca en su boca pervertidora. Ella, al principio, rehusó tamaña guarrería, pues su marido no había leído el Kama Sutra, ni ningún otro libro guarro que no fuera la biblia y aquello era nuevo para ella, al igual que el usar su culo para el disfrute de su follador.

Viendo que insistía para que abriera su boca, no tuvo más que rendirse, pues si quería que sus hijas sintieran mi trabuco en sus cuerpos, no debía de contrariarme en lo más mínimo.

Su boca se tragó mi polla y allí di comienzo una segunda follada, ahora bucal.

No tardé nada en soltar mi leche, dejándole la boca llena. Ella, asqueada por la novedad, reaccionó como deseaba. Tragó mi mejunje y le pedí que me comiera la polla como buena putita que era.

Cuando soltó mi tranca, la había dejado seca. Después me dediqué a tomarme el resto de la leche directamente de sus cantaros. No impidió que saciara mi sed en ningún momento, pues deseaba que me surtiera de ella cuanto quisiera, cosa que hice.

Con una última comida de coño, la dejé para el arrastre. Al final quedamos como estábamos al principio, pegados, pero sudorosos por el trabajo realizado.

La noche ya hacía rato que nos había envuelto a los dos. Ambos cerramos los ojos, pero tardamos poco en volverlos a abrir, pues cuando desperté de nuevo y teniendo mi polla tiesa y con un agujero donde meterla, le di libertad de movimientos, ahora sí, para que se cobijara siempre que quisiera.

La noche transcurrió con varias descargas en su agujero anal y así amanecimos al despertar, con mi polla en su culo.

Cuando desperté, me salí de su ojete y sonriendo, besé su boca. Ella despertó y se giró y también sonrió. Sintiendo mi polla, ahora fue ella quien movió su pelvis para introducírsela bien dentro para darle polla hasta hartarme. Luego se la saqué y ella misma se me puso a mamármela hasta que me corrí y me dejó seco de nuevo. Yo, por mi parte, me bajé hacia su chumino que olía de maravilla y le di unos últimos lametones que la hice retorcerse mientras me tomaba sus jugos que disfruté como un enano.

Desnudo como estaba, me levanté y me lavé la polla con el agua del barril de la carreta. Luego ella me imitó y se lavó su chumino y su culo también.

. - ha sido maravilloso tenerte dentro tantas veces. Eres un gran amante. Seguro que mi familia va a disfrutar mucho.

. - se hará lo que se pueda. Pero solo una cosa. No digas a nadie nada de nuestras intenciones. Que las cosas transcurran solas.

. - de acuerdo, como quieras.

Una vez ambos vestidos, reavivé el fuego e hice café, el cual tomamos rápido.

. - saldremos en cuanto quieras.

. - sí, voy a orinar un momento y partimos.

. - te acompaño, no vaya a morderte una serpiente ahí abajo.

. - gracias, eres un cielo.

La acompañé tras unas piedras y se agachó. Luego se levantó el traje y se bajó las bragas. Un río de orines salió de su cuerpo, yendo a parar cerca de mis pies.

Viendo los orines de Bárbara, me entraron ganas de mear a mí también. Así que me la saqué y delante de las narices de ella, eché una meada que no acababa nunca.

Ella sonrió y terminó su micción. Sin subirse las bragas, una de sus manos se apodero de mis huevos y me los sobó, haciendo que mi meada se interrumpiera, puesto que los empalmes no dejaban mear, cosas de la naturaleza masculina.

Su boca no se estuvo quieta y se comió mi tranca, haciendo que creciera y creciera. Aquello no podía acabar de otra manera que la habitual en estos casos.

La tomé por la cintura y la agaché, poniéndola a cuatro patas. Mi tranca se fue directamente a su agujero anal. Allí se la clavé hasta los huevos y con un mete y saca alocado, pronto me vino la descarga lechera, la cual fue a parar a su boca, pues necesitaba que me la limpiara después de follármela, cosa que hizo sin mediar palabra. Al final le hice una comida de coño y de culo para dejarla lista para la marcha.

Cuando estuvimos a medio día de llegar a nuestro destino, según ella, nos cobijamos en un bosquecillo. Era de noche y no debíamos seguir, no fuéramos a tener un accidente.

Después de hacer un fuego para cenar, nos metimos bajo las mantas y follamos hasta el alba, pues cuando estuviéramos en su casa, no tendríamos tanta libertad para hacerlo, al menos al principio.

Según nos levantamos, nos metimos en una pequeña laguna que había cerca para darnos un refrescante baño mañanero.

Jugamos como niños traviesos. Allí mismo, volvimos a descargar adrenalina de la buena, donde tanto su vagina como su culo fueron presa de mi polla.

Cuando salimos de nuevo hacia la casa de Bárbara, estábamos como Dios de satisfechos. Había follado más en aquellos dos días, que en el último año. Después de un buen rato, le hice una pregunta a mi compañera de pescante.

. - Bárbara, ¿te puedo hacer una pregunta?

. - claro, Salvador, dispara.

. - me dijiste que tenías dos hijas. Acaso has perdido a un hijo recientemente.

. - no, ¿por qué lo dices?

. - por tus pechos que tienen una sabrosa leche que no me canso de mamarte.

. - eso es cosa de Dios. Toda la vida, desde la pubertad, he tenido los pechos que rezumaban leche. No sé por qué, pero es así de simple.

. - desde luego he tenido suerte al encontrarte. Si me lo permites, seré tu mamador perpetuo de esas dos ubres que luces tan bien.

. - Salvador, puedes mamarme siempre que quieras. Me alegro que te guste. Cuando me chupas los pezones, me corro de gusto.

Paré el trote de los mulos y puse el freno.

. - quisiera tomarme un tentempié ahora mismo.

. - lo dicho. Siempre que quieras, solo tienes que sacarme una teta. Sírvete, cariño.

Me giré hacia ella y por arriba, le saqué una de sus tetorras. Allí mismo me puse a mamarla. Al mismo tiempo, una mano bajo su traje llegó hasta su vagina, una vez apartadas las bragas, haciendo que disfrutara orgásmicamente de mis dedos.

Cuando acabé con aquella teta, me pasé a la otra, sacándosela también. Solo cuando la dejé seca de nuevo, dejé de meterle mano a su chochete. Un largo beso en sus pezones y otro en su boca, fue mi último acto, pero no el de ella, pues me saco la polla y allí mismo, haciendo malabarismo con mi pelvis, se la di a comer.

La cosa fue que tanta leche ingerida, había evitado que me empalmara cómo debía de ser, pues comencé a orinarme en su boca. Ella, al principio se asombró, pero no queriéndome desairar, mantuvo la boca abierta, mientras yo sea la llenaba de orines.

La mujer, que no quería ser menos que yo, comenzó a tragarse los orines según le entraban. Cuando terminé de mearme en su boca, continuó con mi polla en su boca.

Consiguió que empalmara y mamando como una desposeída, me corrí en ella. Al final nos comimos la boca el uno al otro.

Ella sacó la cantimplora y se echó un buen buche de agua en su boca para limpiarla un poco. Después se levantó el traje y bajándose las bragas, se echó otro poco en su conejo, sobándoselo.

Cuando terminó, yo con mi polla fuera aún, la buena mujer le echó un poco de agua a mi tranca y después de sobármela, me la guardó en los pantalones.

. - disculpa, pero debo proteger los tesoros para que no se echen a perder. Me has enviciado y ya no puedo estar sin que me des por culo, pero eso lo dejaremos para otro momento, pronto llegaremos a mi casa.

Un rato después, llegamos cerca de un desfiladero.

. - mira, tras ese valle es a donde vamos, Salvador.

. - muy bien. Ya tenía ganas de un buen estofado casero y de conocer a tu familia y que espero, sean pronto la mía también    -sonreí-.

Nuestra carreta encontró el valle que buscábamos. Vislumbré una cabaña cerca de un riachuelo, que no era muy grande y bonita, pero parecía habitable. Según nos acercábamos, presentí que aquello no era una finca normal.

. - dime la verdad, Bárbara. Esta no es una finca donde crían ganado o cultivan las tierras, ¿verdad?

. - no, no lo es. Es una mina que estamos explotando mi familia y yo.

. - ya entiendo. ¿Dónde están todos?

. - deben de estar trabajando en la mina. Sigue hacia aquella entrada en la montaña, allí está la mina.

Pasamos por delante de la casa y llegamos a la mina. Ella bajó según frené el carro, sus bolas, ahora vacías, se chocaban entre sí, dada la velocidad que cogieron sus piernas. Hasta ella estaba mosqueada por no ver a ninguno de su familia fuera de la mina.

. - Tony, Jocelyn, Lisbeth, ya he llegado -gritaba Bárbara nada más llegar a la entrada-.

No hubo respuesta por parte de nadie. Se adentró más adentro y repitió la frase anterior, ahora más fuerte, tanto que la pude oír en la entrada a donde había llegado, después de atar a las mulas a una estaca que debía estar allí para ello.

. - mamá, mamá, estamos en la segunda galería, papá ha tenido un accidente -oí que gritaba la voz de una joven-.

Aquella frase me hizo acelerar el paso. Seguí el sonido que hacía Bárbara y me la encontré junto a dos chicas y a un derrumbe de parte de la mina. No se veía por ningún lado al padre, el cual supuse que estaba o debajo o por el otro lado del derrumbe.

. - mamá, papá y yo estábamos trabajando. Mientras estábamos apuntalando el techo, se nos derrumbó encima. Yo me herí en la cara y papá quedó atrapado. Por favor, salva a papá -decía la chica, la mayor de las dos, la cual tenía la cara vendada con unos trapos provisionales y que estaban manchados de sangre. Las dos chicas estaban negras del polvo de la mina-.

. - he venido con una persona, él nos ayudará. Ve a buscarlo, está fuera.

. - ya estoy aquí, señora. Déjenme que les eche una mano a quitar los escombros.

Las dos chicas me miraron e inquirieron a su madre con una señal para que les explicara quien era el mozo que había venido con ella, pero su madre no les hizo caso, ahora lo importante era salvar al padre y al marido que estaba bajo o detrás de los escombros.

Los cuatro a una nos pusimos a retirar todo el material posible. Poco a poco fuimos apartando las rocas y tierra que obstruía el paso hacia el llamado Tony.

Después de llevar trabajando más de 40 minutos, vislumbramos una mano inerte, después logramos llegar hasta el resto del cuerpo del infortunado.

Cuando pudimos sacarlo de debajo de los escombros y ponerlo en lugar seguro, las chicas se pusieron a llorar, así como su mujer, la cual le hablaba, pero el hombre no respondía.

. - déjeme señora, intentaré reanimarlo.

Le abrí la camisa ennegrecida por el polvo de la mina y puse mi oreja izquierda en su pecho. Apenas oía nada con los lloros de las mujeres.

. - por favor, silencio, no logro oír nada -les apremié a callarse-.

Las chicas seguían llorando, pero sin sonido casi. Volví a poner el oído y pude oír un leve sonido. Entonces, acordándome de lo que hizo un médico una vez a un accidentado en el lago que había cerca de mi casa, le solté un par de golpes en el pecho, para luego masajeárselo. Una vez hecho, le cogí la boca, la cual también estaba toda sucia, por lo que tuve que sacarme el pañuelo que llevaba anudado al cuello y limpiarle los labios con él y darle un morreo para insuflarle aire. Volví a masajearle y otro poco de aire. Así hasta cuatro veces.

Cuando le iba a dar el quinto insuflado de aire bucal, el tío tosió y quiso levantarse, pero no pudo, doliéndose de una costilla que se le había roto por el derrumbe o por las ostias que le di para que se reanimara, eso no lo sabríamos nunca.

. - oh, está vivo. Papá está vivo -gritó la pequeña de la casa, abrazándose a su padre, al igual que su otra hija y su madre con ellas.

. - aaahhh, cuidado, que me duele -se quejó el hombre-.

. - llevémoslo a la casa, debe de tener alguna costilla rota. Ayúdeme señora a levantarlo -dije-.

Bárbara por un lado y yo por el otro, lo levantamos con cuidado. Poco a poco, pues el herido se dolía con cada paso que dábamos, lo sacamos fuera de la mina.

Puesto que la casa estaba a unos 200 metros de la mina, decidimos subirlo al carromato y ponerlo atrás.

Despacio para que no le doliera, llegamos y aparqué en la entrada de la cabaña. Igual que lo subimos, lo bajamos con cuidado, entrándolo en la casa. Lo acostamos en una de las tres habitaciones de que constaba la casa, la cual también tenía una mucho más grande, donde estaba la cocina, el salón y el comedor, todo junto.

. - querido, debo de atender a Jocelyn de la herida de su cara, permite que el Sr. Salvador, aquí presente, te lave un poco, mientras yo curo a nuestra hija.

. - claro, querida. Atiende a Jocelyn, la pobre recibió la peor parte y en la cara, encima -dijo su marido-.

. - Lisbeth, ve y trae agua para lavar a tu hermana y a tu padre. Luego sacas unos calzoncillos limpios de papá para que se los ponga después de ser lavado.

. - señora, también necesito unas vendas para ponerle alrededor de su pecho. Tendrá que guardar cama unos días, me temo.

. - ahora te las traigo. Lisbeth, muévete, no tenemos todo el día. Después date un baño tú también.

. - si mamá -dijo Lisbeth-.

Me acerqué al señor Tony y le ayudé a sacarse su negra camisa, para luego sacarle los pantalones. Esperamos a que viniera el agua y los vendajes para sacarle los calzoncillos. Mientras tanto, fui palpando las costillas al herido.

Dos de ellas estaban rotas, por el dolor que sintió el patriarca cuando apreté en aquella zona. Por lo demás, no tenía más que golpes, más o menos fuertes y con cortes en varios lugares, pero nada importantes.

La chica llegó con el agua y un trozo de jabón, así como una toalla. Luego sacó de un arcón los calzoncillos que puso a la vista. Cuando salió, corrió la cortina de la habitación y se metió en la que estaban su hermana y su madre.

Ninguna puerta interior era de madera, solo de tela colgante, era lo habitual, por lo visto.

Cuando Lisbeth llevó el agua a su madre, ella le entregó las vendas para que me las trajera.

La chica antes de entrar, pidió permiso.

. - traigo las vendas, padre -dijo ella-.

. - pasa hija y déjala junto a los calzoncillos.

La chica entró y me miró a los ojos, pero no dijo nada, luego se fue como había venido. Se llegó a su habitación donde cogió ropa limpia y se fue al riachuelo. Allí se dio un buen baño corporal.

En la habitación del padre vi que había una bañera de madera bien grande.

. - será mejor que lo bañe en la bañera. Aquí en la cama, la va a poner toda perdida.

. - tienes razón hijo. ¿Cómo es que has venido con mi mujer? -me preguntó-.

Mientras lo ayudaba a bajar de la cama y meterlo en la bañera, se lo dije.

. - fue por casualidad. Llovía a cantaros y busqué donde cobijarme. Vi una cueva y hacia allí me dirigí. Vi el carromato fuera y ella estaba dentro de la cueva.

Una vez dentro de la bañera, le saqué los calzoncillos. Tenía la polla bien cargada y mirando hacia arriba.

Cogí un cazo y comencé por su cabeza, donde eché agua, para luego enjabonarlo. Luego seguí por su pecho con sumo cuidado de no hacerle más daño del necesario. Con la mano, restregué hasta limpiarlo.

Volví a la cabeza y le quité el jabón con más agua, así como a su pecho. Después sus brazos y sus piernas, dejando para el final su tranca.

Después de limpiar sus piernas y sus brazos, le hice con cuidado hacia adelante, limpiándole la espalda, hasta su mismo culo, el cual no toqué, pero estuve cerca.

Al final solo quedaban sus partes nobles, por lo que puse sus piernas fuera de la bañera, una a cada lado, dejándome bien a la vista, tanto su polla, como sus huevos y su mismo culo, los cuales enjaboné bien. Allí me explayé, sobándole los huevos y llegándole a meter un dedo en el culo, aunque solo fue un segundo.

El patriarca no quiso pensar en nada, pero su polla se movía. Parte anatómica a la que le presté una atención especial.

Cogí el jabón y se lo pasé a todo lo largo, para luego con mi mano hacerle una paja suave y duradera, hasta el punto que el hombre respiró entrecortadamente, llegando a correrse y consiguiendo que su lechada me diera en toda la cara.

. - lo siento, no sabe cuánto lo siento, no sé cómo ha podido pasar.

. - no se preocupe, son cosas que pasan -dije pasándome la lengua y recogiendo parte de su leche y llevándomela a la boca. El tío alucinó en colores, viendo cómo me tomaba su cortado lácteo, pero no dijo nada esta vez.

Me limpié como pude y acabé enjuagándole la polla y demás partes bajas nobles, consiguiendo sacarle unas ultimas gotas de leche al anonadado herido.

Cogí la toalla y lo sequé por todas partes, polla incluida, donde le di un buen secado.

Aparté la manta de la cama y luego lo ayudé a salir de la bañera y subirse a su cama matrimonial.

Una vez allí, cogí los calzoncillos y lo ayudé aponérselos, para después coger las vendas y darle varias vueltas con ella y hacerle un nudo marinero. Parecía una momia a medio vendar.

. - ahora, Sr. Tony, descanse, lo necesita.

. - gracias por el baño y perdone por lo otro.

. - nada que perdonar. Ahora le dejo que descanse.

Salí de la habitación y oí chapotear en la de al lado y proseguí hacia fuera de la casa. En la entrada había una tumbona, en la cual me tendí, luego encendí un cigarrillo y me dispuse a disfrutar del panorama.

A lo lejos estaba Lisbeth, la cual salía desnuda del riachuelo. En verdad, tenía un cuerpo que ya no prometía, por la sencilla razón, que ya era toda una mujer. Es lo que tiene el haber cumplido los 19 años.

La chica cuando se dio cuenta que miraba en su dirección, se tapó apresuradamente con la toalla y salió de mi campo visual.

En la habitación de Jocelyn, su madre ya la había lavado. Tenía un cuerpo bien bonito, pero su cara…, su cara estaba desfigurada, aunque ya no sangraba, le iba a quedar una fea cicatriz. Su madre la curó como pudo, vendándola con cuidado.

La venda le cubría la cara, para luego cogerle la cabeza y bajar hacia abajo, saliendo por su barbilla para volver a hacer el mismo recorrido.

. - mamá, seré un monstruo con esta cara.

. - hija, ahora no pienses en eso. Lo importante es que has salvado la vida, lo demás no importa.

Lisbeth llegó a la casa, ya vestida de limpia y secándose sus cabellos rubios. Desde luego, ahora, vista limpia, podía afirmar que era una preciosidad. Estaba muy ruborizada por enseñarme lo que me enseñó. Pasó por delante como una exhalación sin decir nada.

Después de fumarme el cigarrillo, decidí descargar la carreta. Poco a poco, entré lo que creía que eran cosas para la casa. El resto, lo dejé en el carro.

Cuando Bárbara salió de atender a su hija y ver todo el material dentro de casa, se dirigió a mí.

. - no debiste de molestarte, Salvador.

. - no ha sido nada.

. - voy a preparar la comida y voy hacerte ese estofado que tanto querías. Te debo mi vida y la de mi marido.

. - ha sido pura suerte.

. - de eso nada. Ven, te voy a presentar a mis niñas.

Fui hacia donde estaban las chicas, las cuales estaban cuchicheando y se callaron según entramos su madre y yo.

. - hijas, os voy a presentar. Este es Salvador, quien me salvó de coger una pulmonía y salvó a vuestro padre. Ellas son Jocelyn, la mayor y Lisbeth, la más pequeña.

. - tanto gusto, chicas.

Las dos chicas se quedaron mudas.

. - ¿es que no vais a decir nada?

. - perdone, Sr. Salvador. Gracias por ayudar a mi madre y a mi padre, se lo digo de corazón -dijo Jocelyn-.

. - no las merezco, pero muchas gracias.

. - yo digo lo mismo -dijo escuetamente, Lisbeth, ruborizándose cada vez que nuestras miradas se cruzaban-.

. - ahora vayamos con mi marido -dijo Bárbara-.

Su marido seguía despierto y se quiso incorporar, pero no pudo.

. - querido, no te muevas. Solo vine a presentarte a tu salvador y el mío.

. - ¿el tuyo, dices?, ¿qué ocurrió?

Bárbara le explicó lo de la pulmonía y la fiebre y de cómo la cuidé, omitiendo los datos que no venían al caso, claro.

. - estoy muy agradecido por salvarme y salvar a mi esposa, Sr. Salvador, pero que muy agradecido. Puede quedarse con nosotros el tiempo que quiera. Será bien venido a esta casa.

. - se lo agradezco y le tomó la palabra. Necesitaba descansar un poco -dije-.

Las dos chicas habían oído todo el diálogo desde detrás de la tela que hacía de puerta y se miraron la una a la otra. Sus pensamientos no diferían mucho.

. - bueno, como le prometí, voy a hacerle un estofado para que se limpie los dedos -me dijo, saliendo de allí-.

. - con vuestro permiso, voy a darme yo también una ducha en el río.

. - ve, ve. Mientras tanto iremos haciendo la comida.

Mientras me alejaba, las hijas acribillaban a su madre con preguntas.

. - mamá, ¿es verdad que cuidó de ti?

. - sí, hija -le dijo a Lisbeth- casi cojo una pulmonía por mojarme con aquella agua tan fría. Tiritaba y tenía fiebre. Hasta deliraba, según me dijo. Él cuidó de mí como cuando yo he cuidado de vosotras cuando teníais fiebre. Es un gran chico, así que portaros bien con él. Le debemos también la vida de papá, salvándolo con aquello que hacía con la mano y la boca.

. - voy a llevar las mulas a su corral, mamá -dijo Lisbeth-.

. - gracias, hija.

Bárbara se dedicó a la comida y Jocelyn a mirar por la ventana, para luego sentarse y dormitar hasta que se hiciera la comida.

Fuera, Lisbeth llevó los animales y el carromato al corral. También mi caballo. Desde allí y dando un rodeo, se fue a espiarme al río.

Yo ya estaba todo desnudo en el riachuelo. El agua estaba fría de cojones, por lo que mi polla estaba más tiesa que la leche.

Lisbeth estaba oculta tras un viejo árbol y miraba hacia mi dirección. Se le ponía húmeda la entrepierna solo con mirarme el gran rabo que me colgaba hacia arriba, valga la expresión.

E n un momento dado, me di cuenta de que me espiaban.

. - te he visto, Lisbeth. Acércate, no tengas miedo.

La chica salió de detrás del árbol.

. - yo no tengo miedo de nada -dijo ella, acercándose desde donde estaba-.

. - ya lo veo. Acércate más mujer. Así podrás verla bien de cerca.

. - ni tengo miedo, ni te tengo miedo.

Llegó cerca de mí, quedándose a dos metros.

. - ¿habías visto una como ésta antes? -le dije cogiéndomela y pajeándomela suavemente-.

. - he visto la de mi padre, aunque no es tan grande como la tuya, la verdad. ¿Te duelo al tenerla así?

. - para nada. ¿Quieres tocarla, es muy mansa y se deja tocar?

. - ¿por quién me has tomado?, no soy una cualquiera.

. - yo no he dicho tal cosa. Pero como te ocultabas espiándome, he supuesto que te interesaría saber cómo era, solo eso. Pero si tienes miedo, pues nada.

. - ya te dije que…

. - sí, sí, ya, ya, pero no te atreves a cogérmela. Mucho hablar y luego nada.

. - ¿con que no eh?

La chica recorrió los dos metros que nos separaban y se me pegó, para luego alargar la mano y cogérmela. Cuando la tuvo en su mano notó que estaba como una piedra de dura.

. - joder, como está de dura.

. - ¿sabes cómo se pone blandita?, ¿a qué no lo sabes?

. - bueno, eso no lo sé.

. - pues te lo enseñaré. No la sueltes y déjame cogerte la mano.

Ella se dejó hacer. Le cogí su mano y la moví para que me hiciera una suave paja. Al rato respiraba entrecortadamente.

Le separé mi mano de la suya y la invité a proseguir.

. - sigue y no pares hasta que te lo diga -dije respirando entrecortadamente-.

Ella seguía haciéndome la paja, cada vez mi respiración se aceleraba cantidad, hasta que me corrí, leche que fue a parar a su carita de ángel rubio. De inmediato, aterrada, soltó mi polla, llevándose su mano a su cara, para quitarse mi leche.

. - no lo hagas. Eso que tienes ahí es un manjar de los dioses. Permíteme que te lo demuestre.

Con cuidado de no asustarla, con un dedo le recogí buena parte de ella y me la llevé a la boca. Ella estaba asombrada. Luego volví a coger otro poco y se la puse delante de su boca.

. - pruébala, por favor. Verás que acaba gustándote.

No sin algo de temblor por su parte, me cogió el dedo con una mano y se la llevó a su boca. Allí sopesó con la lengua el sabor y la textura de mi corrida.

. - al principio puede resultar algo desagradable, pero cuando uno se acostumbra, no puedes estar sin ella.

Sin decir nada, se llevó un dedo a su cara en busca de más semen que se llevó a su boca, tragándoselo todo.

. - no está nada mal. ¿Qué es?

. - ya te lo dije. El manjar de los dioses. Aún queda algo en mi pene. Si quieres hacer los honores, puedes metértela en la boca directamente y sacarle las últimas gotas que aún quedan dentro.

. - ¿seguro que puedo?

. - claro, chica. Es toda tuya. Pero que quede entre nosotros, estas cosas no suelen gustarles mucho a los padres.

La chica se agachó y cogiéndome la polla, se la llevó a su boquita de porcelana. Respiré hondo. La chica mamaba intentando sacarme hasta la última gota y a fe mía que lo consiguió.

Cuando acabó, mi polla quedó colgando y flácida.

. - muchas gracias. Me has hecho mucho bien. Cuando quieras, puedes volver a bajármela cuando se me ponga tan dura como antes.

. - creo que me he meado -dijo la chica, sintiendo humedad dentro de las bragas-.

. - no te has meado. Eso es lo mismo que lo mío, pero en mujer. Eso significa que te has corrido. Déjame limpiarte un poco. ¿Me lo permites?

. - adelante, pero no me hagas daño.

. - nada de daño, solo voy a limpiarte.

Me salí del riachuelo y nos pusimos en la orilla. Arrodillándome frente a ella, le saqué los pantalones que se los dejé bien bajos. Luego con cuidado de no asustarla, le bajé las bragas.

Ella temblaba, pues no esperaba que le bajara también las bragas y le viera el pájaro, todo rubito y ensortijado.

La corrida de la chica le había humedecido todo el potorro, por lo que primero me tomé los fluidos que hacia sus muslos querían dirigirse, para luego ir acercándome a su vulva. Allí metí mi lengua, haciéndola vibrar con cada orgasmo nuevo que le venía a la chica.

Con sus piernas bien abiertas, mi lengua se comió su clítoris. Cuando jadeaba como una loca y mientras seguía comiendo su micro pene, un dedo solitario se deslizó hacia su ano, introduciéndose allí dentro. Ella se dio cuenta, claro, y dio un respingo, separándose de mí.

. - ¿qué haces metiéndome el dedo en el culo?

. - es parte del ritual que estaba haciendo con mi lengua, pero si no te gusta, perdona. No lo volveré a hacer. Además, ya he terminado -dije-.

Le subí las bragas y los pantalones. Después cogí un poco de agua y me lavé la polla, para después secarme al sol y vestirme, mientras me sentaba sobre una roca.

. - no le cuentes nada a papá y a mamá de esto. No sé si lo verían con buenos ojos.

. - posiblemente no les gustará nada, pero descuida, yo tampoco hablaré sobre ello, será nuestro secreto.

Regresamos a la casa Lisbeth y yo. Jocelyn estaba en la tumbona. Mientras la joven Lisbeth entraba en casa, yo hice tiempo para la comida, sentándome junto a Jocelyn en la misma tumbona, pues era para dos personas al menos.

Ella hizo intención de levantarse para marcharse.

. - por favor, no te vayas. En todo caso, me macho yo.

. - no es necesario. Cabemos los dos.

. - gracias. ¿Cómo te sientes?

. - como si me hubieran desgraciado la cara para toda la vida. Ahora mismo me siento como si fuera un monstruo de feria.

. - no debes pensar así. Claro que no es plato de buen gusto que se le desfigure a uno la cara, por supuesto, pero no por eso se es un monstruo y se le acaba a uno el mundo.

. - no pensarías lo mismo si fueras una chica y tuviera lo que yo tengo en la cara. Solo de pensarlo, me dan ganas de tirarme por un barranco -dijo la chica, echándose a llorar-.

Le cogí la mano y se la apreté.

. - no llores, por favor. Veras como todo sale bien.

. - no puedo evitarlo. Ya antes era más fea que Lisbeth, pero ahora…

. - no todo es la belleza corporal. Muchos chicos buscan la belleza interior y se nota que tú eres muy bella por dentro.

. - ¿de verdad crees eso de mí? si no me conoces apenas.

. - solo con verte un momento, se da cuenta uno que eres una belleza natural. Créeme, sé lo que me digo.

. - ¿alguien como tu llegaría a amarme?

. - por supuesto que sí. No pienses más en tirarte por un barranco, no me gustaría ni a mí, ni a tu familia, que se ve que te quieren con locura.

. - y yo los quiero a ellos. Te agradezco tus palabras, se nota que eres como mamá dijo. Eres un buen chico y te agradezco mucho el haber salvado a mis padres -me dijo, besándome la mejilla durante un segundo-.

. - anda, no llores más, que pondrás triste a tu familia.

Con el torso de mi mano derecha le sequé unas lágrimas que pugnaban por caerle por las comisuras de sus gruesos labios. Luego la atraje hacia mi pecho, sin hacer presión, pues era el lado herido. Ella se dejó hacer, sin ofrecer ninguna resistencia. Un besito en la frente, hizo que Jocelyn viera el futuro de diferente manera.

. - Salvador, Jocelyn. La comida ya está. Entrad a comer, por favor -oímos decir a Bárbara desde la cocina-.

. - anda, alegra esa carita, que no vean que has estado llorando.

. - ya me siento mejor y todo te lo debo a ti. ¿Puedo?, ¿puedo, por favor…?

La entendí a la primera. Quería agradecérmelo con otro beso y a mí me gustan los besos. Asentí sin decir nada.

Ella, con lentitud fue a poner sus labios en mi mejilla derecha, cuando casi me rosaba, moví la cara y me lo dio en la boca. Allí mantuve su beso por un segundo de más, suave, muy suave, pero tremendamente intenso.

Ella al separarse, sonrió. Sí, el mundo volvía a sonreírle, pese a su desgracia personal.

. - venga, no hagamos esperar a tu madre -le dije, besándole la frente de nuevo-.

Entré tras ella. El color había vuelto a sus mejillas, hasta más de la cuenta, creía yo.

Su madre al vernos entrar juntos, me miró a los ojos y yo, viendo que Lisbeth estaba de espaldas, le guiñé un ojo y asentí. Ella también sonrió durante un segundo escaso.

. - Salvador, ocupa el puesto de mi marido. ¿Cómo estás Jocelyn?, ¿ya te encuentras mejor?

. - si mamá. Después de hablar un momento con Salvador, me encuentro mucho mejor. Es verdad lo que decías de él. Es muy juicioso e inteligente.

. - bueno, no será para tanto, chicas -dije sonriendo-.

. - ya os lo dije, encontrarlo, fue encontrar un tesoro.

. - eso es verdad, chicas. Este Salvador tiene unas manos prodigiosas -dijo el patriarca, saliendo de su habitación, algo renqueante-.

Según lo vi, me levanté y fue hacia allí para ayudarlo a llegar a la mesa.

. - pero querido, ¿qué haces levantado? debes quedarte en la cama descansando.

. - tenemos que hablar del futuro y lo mejor es hablarlo todos juntos, aquí y ahora.

Lo acompañé a su lugar en la mesa. El hombre iba aun en calzoncillos y se notaba que la tenía empalmada otra vez, pues no podía disimularlo, cosa que nos dimos cuenta todos los reunidos.

Cuando logré que se sentara, su polla escapó por culpa de un botón rebelde. La tenía tremendamente apetitosa. Una pena del momento y del lugar, porque si no, me agacho allí mismo y me la hubiese comido.

El hombre se dio cuenta de inmediato y mirándome a los ojos, se la volvió a meter dentro de sus calzoncillos. Una sonrisa nerviosa, lo dijo todo. Yo me senté a su diestra, junto a Lisbeth, una Lisbeth más receptiva que cuando llegué.

La chica se me pegó como una lapa y yo no le hice ascos, poniéndole una mano encima de uno de sus muslos y metiéndola por dentro de ellos, con un suave deslizamiento, ella cerró sus muslos, sintiéndose muy bien. De nuevo sus jugos vaginales la hicieron vibrar por un momento. Pero tuve que dejarlo de hacer, pues, mamá Bárbara comenzaba a repartir la comida y no quería poner en un aprieto a la chica, a la cual, ya la tenía en el bote, al igual que a su madrecita del alma.

Jocelyn, de normal recatada, sin que nos diéramos cuenta, se había desabotonado uno de los botones de su camisa a cuadros. No enseñaba nada prácticamente, pero el hecho de hacerlo, me hizo sonreír y ella se dio cuenta, que para eso lo había hecho.

Cuando Bárbara hubo servido la comida y se había sentado en su puesto, en el lado opuesto a su marido, el susodicho esposo habló.

. - chicas, debido a lo ocurrido hoy, no voy a poder a ayudaros en la mina durante un tiempo. Tendréis que hacerlo vosotras solas hasta que me recupere. Lo siento mucho, pues darle al pico es muy duro y sacrificado.

. - Sr. Tony, si no le importa, quisiera echarles una mano mientras dure su convalecencia. No sé nada de minas, pero si me enseñan, estaré gustoso en ayudar a las chicas con el pico.

. - Salvador, no tienes que hacer nada. Tú eres nuestro invitado y ya has hecho mucho por esta familia.

. - perdone, señora Bárbara, pero no puedo quedarme sentado en la tumbona, mientras las veo entrar y salir de la mina. No sería digno de su casa. Además, así desentumezco los músculos, estar todo el día quieto sin hacer nada, no es mi estilo. Por otro lado, no solo su marido debe guardar reposo, también su hija Jocelyn. No debe entrar, pues se le puede infectar la herida y sería peligroso para su propia vida. Al menos hasta que no cicatrice, no debería entrar.

. - esposa, Salvador tiene razón en cuanto a Jocelyn. Debe quedarse en casa de momento.

. - sí, tenéis razón los dos. Jocelyn, tu cuidarás de tu padre y de alimentarnos. De la ropa nos encargamos las tres cuando haya un hueco.

. - si mamá. Yo me encargo de la ropa también, así no estaré ociosa. Gracias, Salvador, por tus palabras -dijo ella-.

. - no hay de qué. Señora Bárbara, este estofado está muy bueno. Es una cocinera muy buena -dije-.

Ella sonrió, pero el que habló fue su marido.

. - sí, tuve suerte de casarme con ella. Aunque a veces es una mandona, es muy buena esposa y muy buena madre. Las chicas y yo hemos tenido suerte.

. - bueno, bueno. No sigáis halagándome así o me pondré a llorar.

Lisbeth se levantó y abrazó a su madre, dándole varios besos en sus mejillas.

. - te quiero mucho, mamá. Y a vosotros también, claro -dijo mirando al resto de la mesa-.

. - ¿a mí también? -pregunté-.

. - bueno, sí, también a ti. Has hecho mucho bien a esta familia desde que mamá te conoció, así que también debo agradecerte el haber venido -dijo la chica-.

. - anda, dale un beso al chico también, no seas tímida -dijo su padre- también dame otro a mí, querida, que estoy enfermito.

Ella, algo turbada por la petición de su padre, aunque lo estaba deseando, no quiso que se le notara. Se me acercó y me dio un beso cortito en la mejilla derecha, luego sonriendo, fue a besar a tu padre, al cual besó en su boca por más tiempo que a mí. Luego volvió a sentarse, sonriendo tímidamente.

. - cómo se nota que sois una buena familia. Me hubiera encantado que la mía se pareciera a ésta, pero no tuve tanta suerte. Pero esa es otra historia.

. - bueno, como vamos a vivir y trabajar juntos, debemos tutearnos -dijo el anfitrión-.

. - de acuerdo, Tony. Te lo agradezco y a ti también, Bárbara.

. - somos nosotros quien tiene que agradecerte a ti el haber entrado en nuestras vidas.

. - querida, ¿dónde va a dormir Salvador?

. - en la habitación de Lisbeth, dormirá. Ella lo hará con su hermana. ¿Os parece bien chicas?

. - sí mamá -dijeron a la vez las dos-.

. - por mí no os preocupéis. Estoy acostumbrado a dormir al raso. Buscaré un sitio cerca del corral de las mulas.

. - de eso nada, no eres un animal para vivir con las bestias. Tú vivirás con nosotros. De ahora en adelante lo harás como si fueras uno más de la familia, hasta que decidas irte, que espero sea muy tarde -dijo Tony-.

. - bueno, en vista de que no puedo negarme, acepto su amable ofrecimiento.

. - entonces todo arreglado. Esta tarde, no subiréis a la mina. La emplearemos enseñándole a Salvador como se trabaja. Pero eso será después de comer y descansar un rato.

Dimos buena cuenta de la comida. Después di un paseo por la finca y pude darme cuenta que había más animales, aparte de las mulas. Estaban en un cobertizo, junto al corral de las mulas. Allí había un par de vacas, con un ternero. Más allá había un toro no muy grande, pero parecía algo fiero. También había gallinas y algún pato. Hasta tenían un perro, que estaba dormitando junto a las mulas. Cuando me vio, levantó el hocico y sin levantarse, me retó con su sonido característico, sin ladrar, se notaba que no era su amigo, al menos de momento. Cuando me alejé, siguió dormitando.

Cuando regresé a la casa, ya todos se habían ido a descansar. Yo hice lo mismo, miré en la habitación central donde Bárbara había curado a su hija mayor y las vi acostadas juntas. Estaban despiertas.

. - perdonad, quería saber cuál era la mía -dije en voz baja-.

. - la del al lado, es la tuya, Salvador -dijo Jocelyn-.

. - gracias.

Volví a cerrar la cortina y me fui al cuarto de al lado. En cuanto vi la cama, me tendí encima, solo me quité las botas. Al poco quedé grogui.

En la habitación de las chicas, cuchicheaban entre sí.

. - ¿verdad que es guapo, hermanita? -le dijo Lisbeth a Jocelyn-.

. - sí que lo es. Una pena que no se quede mucho tiempo. En cuanto papá se recupere, se irá, seguramente.

. - no si yo lo puedo evitar -saltó Lisbeth-.

. - no seas tan descarada, joder.

. - si a ti no te gusta, mejor para mí. Voy a hacer que se enamore de mí.

. - no será tan tonto de enamorarse de una niña, en todo caso…

. - en todo caso, nada. Aquí arriba no hay muchos chicos. Mamá no consiguió que viniera ninguno del pueblo, pero se trajo a Salvador, que está bien bueno.

Jocelyn se dijo que no había pensado que su hermanita fuera una competidora y ahora pensaba que estaba perdiendo la partida. Era más joven y más guapa que ella. Por lo menos, lucharía, aunque perdiera.

(Parte 17 de 31)

FIN