El amante de los tiempos, en 5 relatos (16)

Un relato de relatos. Diferentes lugares, diferentes épocas, diferentes personajes, solo uno fijo, el autor, en 31 trozos.

EL AMANTE DE LOS TIEMPOS, EN 5 RELATOS

(16-31)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Xilax pronto se vino hacia mí y me comí su boca y luego le cogí ambos pechos curvados. Los apreté y me tomé un poco de su leche juvenil. Luego la agaché y la puse a mamármela.

Con Xilax haciéndome un buen trabajo mamador, le hice una señal a su hermana Janax. Sonrió y se vino hacia mí. Le tomé la cara y besé sus suculentos labios. Sus pechos fueron también mamados hasta sacarle una leche bien apetitosa. Como a su hermana, la agaché para que compartiera mi polla con Xilax.

Las dos eran buenas hermanas y mientras una se comía mi polla, la otra se comía mis huevos.

Rax se acercó a Fabiola y la sentó sobre sus rodillas mientras se comían la boca, luego Fabiola le comió los pechos lecheros a Rax. El rabo del torickiano ya lo tenía en el ano de ella. Era un trabajo intensivo y bien profundo.

A las dos hermanas las separé de mis bajos. Cogí a la mayor y la levante en vilo para clavarle mi tranca en toda su vagina vulcaniana. Sus gemidos daban gusto oírlos. La llevé contra una pared y allí disfruté cuanto quise.

Su hermana estaba ansiosa por ser la siguiente y lo fue. Saqué a Janax de mi polla y la puse a un lado, mientras la cogí a ella. Xilax gritó más que su hermana y me gustó aún más. Su cuerpo de mini-diosa hacía que me la follara con muuuuuuuucho gusto.

Cuando me la saqué de encima, las puse a las dos a comerme la polla hasta que consiguieron sacarme la leche de mis huevos. Siguieron y siguieron hasta dejármela hecha una piltrafilla.

. - gracias chicas. Os lo agradezco en el alma -les dije mientras me comía sus bocas-.

Cuando nos separamos, proseguí con mi perorata de seguridad.

. - de momento Fabiola no hará guardias por lo evidente de su embarazo. Rax tampoco la hará cuando estés más avanzado en el suyo propio. Yo haré la primera guardia armada. Es hora de salir de la nave. Por cierto, Rax. De momento tomaremos la nave como nuestro lugar de descanso seguro. ¿Tiene esta nave el sistema de invisibilidad?

. - sí, claro, mi amor.

. - pues lo conectaremos, tanto cuando estemos dentro como si estamos fuera.

. - de acuerdo, así lo haremos. ¿Salimos ya o esperamos a la noche?

. - ¿de noche?, ni loco. De momento hasta que no sepamos lo que hay en los alrededores, no saldremos de noche. Dejadme echar un vistazo ante de que pongáis un pie en tierra -dije mientras cogía un arma larga-.

Una vez en el suelo, eché un vistazo en los alrededores. Luego los hice salir y según pisaban tierra, salieron corriendo hacia el agua y se metieron en ella.

Todos hicieron lo mismo. Salpicaban el agua jugando como niños, hasta que una de las dos hermanas, la pequeña, gritó como si la estuvieran matando.

. - socorro, socorro, me comen viva -gritaba mientras corrían hacia la orilla-.

Me llegué hasta ella y no vi ningún animal digno de comérsela viva. Solo estaba llena de pececillos que le comían la piel muerta para su limpieza como se hacía en la tierra.

La abracé y la tranquilicé.

. - tranquila Xilax, no temas. No te están comiendo.

. - no, quitámelos, quitámelos.

. - no tengas miedo. No te harán ningún daño. Te están limpiando, aparte de un masaje, son peces especialistas en eso. Fíjate en mí.

Me desembaracé de ella y me senté en el fondo. El torso sobresalía del agua. Aquellos pececillos venían en tromba y comían y comían mi piel muerta. Además, me daba un gustirrinín que no veas, sobre todo cuando me comían la polla y los huevos, los muy guarrillos.

El grupo rio de los estúpida que se sentía al temer a aquellos peces tan pequeños.

. - acercaros y no temáis.

Xilax lo hico con temor, pero al verme sin que gritara, se llegó hasta mí. La hice tenderse en el agua, solo con su cabeza fuera de ella y apoyada en mis muslos. Su hermana hizo lo mismo en el otro lado.

. - dejad que los peces os limpien la piel muerta. Os gustará su contacto.

. - es verdad, no me están comiendo -dijo Xilax-.

. - pues claro que no, tonta. ¿Tenías tú también miedo, Janax?

. - ¿yo?, que va.

. - mentirosa -todos reímos-.

Fabiola y Rax también se nos acercaron y se colocaron a ambos lados de mi torso, sentados en el agua.

Los peces eran miles. Hasta se podían tocar sin problemas.

. - que gusto me da cuando me comen el chichi, Salvi -dijo la pequeñaja-.

. - es verdad. A mí me pasa lo mismo cuando me comen el pito.

Todos reímos, abriéndonos de piernas para que los peces nos hicieran disfrutar.

Como los pechos de las dos vulcanas estaban a mi disposición, a ambas se los agarré y apreté hasta sacarles leche vulcana. Enseguida los peces se la tomaban, hasta que fueron a la fuente origen y comieron pezón del bueno. Eso a las chicas las puso a cien, hasta tal punto que, de sus entrepiernas, salían sus corridas que también se comían los peces.

Así estuvimos un buen rato hasta que se decidió salir del agua o nos íbamos a arrugar como pasas.

Había unos peces bien gordos que no había visto nunca. Con unos disparos, los dejé criando malvas y Rax los cogió. Solo sacamos uno para cada uno, pues con su tamaño no nos íbamos a quedar hambrientos ninguno de nosotros.

Hicimos una hoguera cerca de la nave y nos los zampamos tan ricamente.

. - ¿a qué saben? -preguntó Fabiola-.

. - ni idea, pero están riquísimos -dijo Rax-.

. - y que lo digas -afirmé yo-.

La noche se nos estaba echando encima.

. - chicas, es mejor ir recogiendo y entrar en la nave.

Rax apagó el fuego y fue el primero que entró. Cuando todos estábamos dentro, subió la plataforma de entrada y cerró la puerta.

. - Rax, ponle la invisibilidad a la nave, por favor.

. - eso está hecho -apretó un botón y sonó una voz metálica informando de que se había hecho invisible la nave para los de fuera-.

Le eché un vistazo a las pantallas y en algunas de ellas se veía el exterior como si fuera de día, aun siendo ya casi de noche. Eran infrarrojas de última generación.

. - ahora vamos a dormir todos juntos, donde no me hago responsable de nada, chicas -dije sonriendo mientras le cogía la polla a Rax y se la enseñaba a las vulcanianas-.

. - lo vamos a pasar de miedo, Rax. Quiero ser la primera, por favor -dijo Janax, ya sin rubor, solo con un deseo irrefrenable de tragar polla, la que fuera-.

. - quedarás satisfecha, querida -dijo Rax-.

Las chicas fueron en busca de mantas y las tendieron allí mismo, en medio de la sala de mandos. Una vez colocadas, se tendieron con las piernas flexionadas y bien abiertas. Fabiola no era menos, con aquella barriga suya.

Rax y yo nos miramos y sonreímos, para luego tendernos ante las piernas de nuestras chicas.

Para que no se sintiera desplazada, empecé por Fabiola, metiendo mi lengua en su vagina abierta. Allí me comí su clítoris, haciéndola contorsionarse del placer que le estaba proporcionando.

Rax era un portento. Mientras se la metía a la mayor, se comía el chumino de la pequeña, haciéndolas vibrar de gusto.

Como Fabiola sabía lo que me gustaba un culo, se giró hacia un lado y se abrió de nalgas, dejándome ver su ojete culero. No la hice esperar y se la endilgué de un golpe. Aquello la ponía a cien y gemía como una verdadera puta.

Estuve un rato dándole polla hasta que ella misma me detuvo. Con un gesto me señaló a las dos hermanas y comprendí que me dejaba sin correr, para que jugara un poco con las vulcanianas buenorras.

En agradecimiento me comí su boca y le volvió a comer el chumino que chorreaba leche orgásmica. Luego sí, me fui hacia la más cercana, Janax, a la cual le di una mamada de teta que me dio un alimento lácteo extra.

Sin hacer descanso, la giré y busqué su culo. La chica se puso más nerviosa aun de lo que estaba por tener el tremendo rabo de Rax en su vagina. Aun así, consintió que utilizara su ojete para darme y darle placer.

Como a Fabiola, se la clavé hasta los huevos, para luego darle mandanga de la buena. Ella gritaba de dolor y placer.

Lo siguiente fue satisfacer a la pequeñaja, así que Rax se la sacó a su hermana y se la enterró a Xilax, que, aunque era virgen, aguantó el tipo. Eso no quería decir que no gritara como una posesa al tener aquella serpiente interminable en su vagina.

Sin embargo, no fue lo único que se tragó, pues mi polla fue en busca de su culo, encontrándolo bien rápidamente. Se la clavé en su ano, haciendo tope con mis huevos. No sabía que aquello doliera tanto, pero lo dio por bueno, pues era lo que quería, tener a dos sementales jodiéndola de lo lindo.

Rax aprovechó el tiempo, comiendo chumino húmedo de vulcaniana. Exactamente el de Janax. Solo cuando las corridas venían de camino, se salió de Xilax. Yo hice lo mismo.

Las juntamos a las tres y las regamos con el mejor semen del mercado. Sus caras quedaron corridas que era un gusto verlas.

Entre ellas se dedicaron, usando sus lenguas, a limpiarse la leche, para luego agenciarse la polla de Rax y mía, dejándolas bien descargadas.

Una vez acabado el trámite de las colas, las hermanas se dedicaron a dejar seco a Rax, pues lo mamaron hasta dejarlo sin leche de sus mamas. Así que, para devolverles el favor, tanto Fabiola, Rax como yo, las dejamos a ellas también sin leche en sus pechos y de paso, reponiendo fuerzas para una próxima follada que sucedió nada más las pollas respondieron a la llamada a las armas. Así hasta que caímos rendidos por el cansancio y el sueño nocturno.

Los días fueron pasando plácidamente, muy plácidamente. Donde Rax iba engordando a ojos vista. Hasta tal punto que dejó de hacer guardias. Su pierna ya era una señora nueva pierna, la mar de funcional. Había completado el ciclo de su construcción.

Yo y las hermanas nos encargamos de la caza y ellos dos, Rax y Fabiola del cuidado de la nave y la pesca. Así día tras día en que todo fueron gritos, gritos al follar y gritos por la llegada del crío de Rax, que ya estaba de camino.

Por higiene, se decidió que lo tuviera dentro del agua. Allí, además, los pececillos le harían una limpieza general.

Mientras salía una pata de la criatura, Fabiola rompió aguas también. Aquello se estaba complicando con dos partos al mismo tiempo, pero tampoco era para volverse loco.

. - Fabiola, lo tendrás también aquí en el agua. Tiéndete como está Rax y que sea lo que Dios quiera -dije santiguándome-.

Mientras Rax ya tenía casi todo el cuerpo de la criatura fuera de su vagina, Fabiola empezaba a soltar el suyo.

Como una exhalación, salió el crío de Fabiola, aun antes de que terminara de salir el de Rax.

Una vez fuera se le dio el tortazo de rigor y el crío gritó que era un primor. Era macho, sin duda y no parecía faltarle ningún miembro. Se le entregó a su madre, mientras le cortaba el cordón umbilical. Mamaba y mamaba como los cervatillos.

Mientras, Rax ya lo tenía fuera, pero sin cordón que valiera. No había ninguno, solo el crío, que era hembra. Como a Fabiola, se le puse en su pecho a mamar desaforadamente.

Los pececillos hicieron su trabajo y se hincharon con aquellos dos. Los dejaron limpios en un rato bien corto.

. - es hora de llevarlos dentro de la nave para que descansen las recientes mamás.

Las dos hermanas y yo los trasladamos y los metimos en las camas bien arropados con sus retoños.

En verdad, mi hija era mitad Rax y mitad yo. El de Fabiola era clavado a su madre. Allí los dejamos descansar hasta el día siguiente. Así tuve a las dos vulcanianas para mí solo aquella noche.

. - Salvi, quiero tener un hijo yo también -dijo Xilax-.

. - si no es peligroso a tu edad, lo tendrás. ¿Puede tenerlo, Janax?

. - sí, puede. Desde mucho tiempo atrás, así que adelante si los dos lo deseáis. Cuando termines con ella, yo también deseo tener uno tuyo, mi amor.

. - gracias, hermanitas vulcanianas. ¿No preferirías tenerlo de Rax y no de mí?

. - por desgracia, los torickianos y los vulcanianos no somos compatibles en cuanto a dejarnos preñadas. No me hubiese importado, pero así son las cosas de la naturaleza.

. - entonces estaré encantado de preñaros a las dos.

Se lanzaron como fieras a comerme a besos, para después dejarme seco de tanta polla que les enterré en sus vaginas, con sus descargas correspondientes. Si no quedaron preñadas aquella noche, no lo quedarían nunca, pues hasta las cinco de la mañana me estuvieron ordeñando como si fuera una vulgar vaca lechera. Me dejaron hecho polvo, pero contento, qué cojones.

La convivencia en el grupo era satisfactoria. La polla de Rax y la mía estaban muy afiladas de tanto usarlas en los cuerpos de todo el grupo, incluido el mío en el de Rax y el de Rax en el mío.

Los críos crecían desigualmente. Mientras el de Fabiola lo hacía como siempre así había sido, el de Rax se veía como crecía día a día. Al mes siguiente ya era una mozarrona, como si tuviera 18 años terrestres condensados en su cuerpo de híbrida. Había sobresalido la parte femenina en la criatura, con sus pechos y su vagina sabrosona.

. - papá -dijo mi pequeña, así que me giré hacia ella. También lo hizo Rax que estaba a mi lado pescando algo- me refiero a los dos-.

. - dime hija, ¿qué quieres?, ven para acá, ayuda a tus padres a pescar la cena -le dijo Rax-.

La chica se vino hacia nosotros y nos puso sus manos sobre nuestros hombros.

. - ¿qué nos querías decir, hija?

. – ya soy mayorcita y quiero participar en daros placer a los dos y también a los demás.

. - hija, eres muy joven aún -dije-.

. - Salvi, mi amor. Yo empecé a tener sexo aún más joven que ella.

. - ¿cómo es eso, Rax?, ¿más joven que nuestra Raxy?

. - ya lo creo. A la edad de Raxy ya puede quedarse preñada si quisiéramos.

. - ¿pero no queremos, verdad, Rax?

. - no, claro que no, pero eso de que nos dé a sus padres placer, es lo normal en mi raza, nada más nacer somos muy cariñosos con nuestros ancestros.

. - ¿tú estás de acuerdo con ello?

. - yo sí, desde luego, ya te digo que es normal entre los torickianos-.

. - no seré yo quien quebrante una costumbre de tu raza. Raxy, estás autorizada a darnos placer. También te lo daremos nosotros a ti, ¿no es así, Rax?

. - por supuesto, Salvi. Por supuesto.

. - Raxy, querida, empieza con mamá Rax -dije-.

. - no, Raxy, empieza con papá Salvi -dijo Rax-.

. - pero que tontos sois los dos -dijo cogiendo ambas pollas y metiéndoselas en su boca consecutivamente. Así fue como nuestra hija nos hizo la primera mamada a Rax y a mí. Siguieron otras muchas, hasta que llegó su desvirgamiento. El placer de desvirgar a mi propia hija, sería colosal y bien placentero.

Como era algo especial, lo hicimos en la nave, donde primero la puse bien lubricada con mi lengua en su vagina. Solo cuando se la enterré, supe que aquella hija mía me iba a dar más placer que todos los demás juntos.

Después de su vagina, llegó su culo que disfruté como buen padre putativo que era. Bueno, en la versión torickiana, pues en la versión terrícola, no estaba tan bien visto que me ventilara a mi propia hija para mi beneficio.

Mientras el hijo de Fabiola seguía su curso terrícola y no crecía un palmo, Raxy se convertía en toda una mujercita a marchas forzadas, donde sus pechos y su pene se convertían en algo serio, superando a la pequeña de las hermanas vulcanianas en sus pechos y alcanzando a la mayor.

Ya era toda una experta en tragarse las pollas de su madre y de su padre a un mismo tiempo. Siempre tan servicial con sus progenitores. Así debían ser todos los hijos putativos.

Un día nos vino con un deseo que no me hizo maldita gracia.

. - quiero quedar preñada y daros un hijo a los dos.

. - de eso nada, Raxy -dije-.

. - querido, sabíamos que llegaría el momento que lo deseara y no hay nadie más en el planeta que sepamos que pueda preñarla. Solo tú y yo -dijo su madre Rax-.

. - no podemos, saldrá tonta, seguro.

. - no tiene por qué, Salvi, querido.

. - déjame pensarlo, en la Tierra pase que algunos follen con sus hijos, pero que encima pida ser preñada por su padre, no es nada habitual. Te daré la contesta mañana, ¿te vale, querida?

. - claro papá, esperaré tu respuesta. Ahora voy con Xilax, me ha pedido que le haga una visita en su cuarto -dijo pícaramente-.

Nos besó a los dos padres y entró en la nave. Xilax la esperaba en la cama, desnuda.

A la vulcaniana cada vez le gustaba más aquella mitad torickiana y mitad humana que crecía que era un primor, así como su polla. Separó la manta y Raxy entró para no salir durante un par de horas, donde su insaciable apetito sexual hizo disfrutar a la pequeña de las vulcanianas.

Ni que decir tiene que mi hija fue preñada. Pero no por mí, sino por su madre con su polla extra-larga. Además, las vulcanianas celebraron el nacimiento de dos nuevos elementos en la familia de cosecha propia, pues las había preñado a las dos y eran uno medio terrícola y el otro medio vulcaniano. Ambos eran machos.

Fueron pasando los años y la familia fue reproduciéndose a marchas forzadas, donde eran mayoría los híbridos de torickianos y humanos, en detrimento de las vulcanianas, dada la velocidad reproductora de aquellos. El segundo grupo mayoritario era el humano, que salía de yacer y preñar a Fabiola una y otra vez.

Las vulcanianas tenían la costumbre de tener unos partos extra-largos. Lo que conllevaba que fueran minoría los híbridos que nacían de ellas y de mí.

Cuando el semen de los hijos de Fabiola que estaba teniendo conmigo iban siendo fértiles y al haber problemas de consanguineidad al ser hermanos con hermanos quienes se daban placer, se prohibió preñar a la raza humana entre hermanos humanos, pero no se prohibió tener relaciones sexuales entre ellos, ni con el resto de hermanastros, ya fueran vulcanianos o torickianos.

A la larga el problema se acentuó al envejecer los patriarcas del clan, o sea, Rax, Fabiola y yo mismo, así que se tomó la decisión de importar un par de familias de La Tierra con familia numerosa, para cruzarlos como si dijéramos, con nuestros hijos, ya fueran machos o hembras. La cosa funcionó un tiempo hasta que averiguamos que no estábamos solos. Al otro lado del planeta había una colonia bajo tierra de torickianos no tan civilizados como Rax y el enfrentamiento estuvo servido.

Los dos bandos perdieron miembros, hasta que se firmó un armisticio para convivir cada uno en una zona del planeta y que la otra parte no molestara.

Aquello se parecía demasiado a lo que habíamos dejado en el anterior planeta, en el que la guerra era una manera de vivir y eso significaba el desastre. De nuevo emigramos, pero solo Rax, Fabiola, las hermanas vulcanianas y yo. El resto no quiso abandonar aquel planeta, pues ya se habían habituado al arte de la guerra y no querían o no podían cambiar.

Aunque ya no somos jóvenes de cuerpo, sí de mente y alma. Nos dirigimos a un nuevo mundo incierto, donde solo esperamos pasar el mayor tiempo posible juntos si tener que girarnos para ver si el enemigo está detrás nuestro o no. Sea como sea, los últimos días de nuestra vida los pasaremos como siempre deseamos pasarlo, amándonos los unos a los otros.

FIN

(ENEMIGOS ÍNTIMOS)

Yo:                                            Salvador Morales (Salvi)

Enemigo:                                  Rax XV

Hija Rax:                                  Rax XVI (Raxy) hembra

Mujer embarazada:                  Fabiola

Planeta 1:                                 T800

Planeta 2:                                 Cibelius

Planeta 3:                                 Tepisis

Satélite planeta 3:                   Vanpáxis

Enemigo:                                  torick (torickianos)

Ordenador nave propia:           Montes 4000

Nave propia:                             Hispania 111

Vulcanas:                                 Janax, Xilax

RELATO Nº 4

LA FAMILIA MINERA

Corre el año 1.867 y hace un frío que pela. El camino estaba polvoriento hacía un cuarto de hora y ahora estaba embarrado al máximo por la intensa lluvia caída y que seguía cayendo. Más parecía el segundo diluvio universal que otra cosa. Me dirijo sin destino final, solo busco un trabajo donde sacar algo de dinero para proseguir viaje, pues no me gusta estar mucho tiempo en un mismo lugar. Aunque la verdad, ningún lugar me ha atraído tanto como para quedarme, que esa es otra.

Mi caballo está a punto de reventar, pues llevamos toda la mañana por el camino sin ver a un alma y no sé dónde está el próximo pueblo. Será mejor detenerme a un lado y protegerme del chaparrón que nos está cayendo encima al caballo y a mí.

Poco se ve con esta agua, aun así, me salgo del camino y busco protección, aunque sea un maldito árbol, que no veo por ningún lado. Y a lo mejor es preferible no encontrar ninguno, no vaya a caerme un puto rayo encima.

Oigo relinchar a una mula a lo lejos, pero no consigo verla. Iré hacia el sonido, quizás no esté solo el animal y su dueño haya encontrado cobijo en algún lugar que no consigo ver. Joder con la lluvia de los cojones…

El sonido del animal lo oigo más cerca cada vez y no solo eso, huelo a comida. Esto se pone bueno. Sí, veo una fogata a lo lejos. Parece que está dentro de una cueva. Sí, fuera hay un carromato con dos burros aún atados. Ésta es la mía y me acerco.

Según estoy a una distancia prudencial, me bajo del caballo y camino junto a él.

. - hola -grito- ¿hay alguien ahí?

Nadie responde, sin embargo, el fuego no lo encendió un fantasma. Me acerco al fuego y meto el animal a resguardo en la cueva. Luego me agacho y me caliento un poco las manos y resto del cuerpo, pues estoy empapado y aterido de frío.

. - levante las manos -oigo que me dice una voz de mujer al fondo de la cueva, donde la luz no llega. Yo, muy educado, las levanto-.

. - vengo en son de paz. Solo quiero resguardarme de la lluvia -digo, sin ver a nadie-.

Pronto averiguo que quien me apunta con una escopeta es una mujer de mediana edad de buenas tetas. Ella también está empapada, pues su vestido se pega a su cuerpo como si fuera una segunda piel y me gusta lo que veo. Cuando uno lleva tanto tiempo sin catar hembra, cualquier hembra es bien recibida, aunque aquella, era una señora hembra.

. - saque la pistola y tírela hacia mí con mucho cuidado.

. - oiga, no le voy a hacer ningún daño. Me llamo Salvador y solo quería protegerme del agua. Por cierto, debería resguardar también a los mulos, aunque son unas bestias que aguantan la de Dios, pueden enfermarse y habrán estado sudando por el calor de la mañana.

. - eso iba a hacer antes de que apareciera usted.

. - mire, le diré lo que vamos a hacer. Dejaré mi arma en el suelo e iré a entrar a los mulos dentro, luego usted me lo paga con un poco de café calentito como el que se está haciendo. Solo eso, nada más.

. - de acuerdo, vaya. Pero si intenta algo, le vuelo la cabeza.

. - me parece bien. Aquí dejo el arma.

Dejé la cartuchera vacía y me dirigí fuera. El chaparrón arreciaba aún más y de nuevo me empapé.

Con rapidez, desaté a los animales y los metí dentro, colocándolos junto a mi caballo. Después me fui hacia el fuego y me puse a secarme y a calentarme.

Ella seguía sin fiarse y continuaba apuntándome con el arma. Mi pistola se la había guardado en uno de sus bolsillos.

. - ¿me permite que me quite la ropa, está empapada y voy a coger una pulmonía?

. - adelante, hágalo -dijo ella-.

Me saqué la camisa y luego los pantalones, dejándome los calzoncillos. En el fuego me sequé el cuerpo, luego fui hacia mi caballo y la mujer me increpó.

. - ¿qué va a hacer?

. - tranquila, mujer. Solo voy a coger otra muda. No tengo ganas de congelarme.

. - de acuerdo. Coja la ropa.

. - gracias. Muy amable.

Saqué la muda y parsimoniosamente me la puse, incluidas las botas. Una vez que estuve seco, me acerqué al café y cogiendo una taza, escancié el líquido elemento y me tomé un sorbo.

. - Dios, ¿de qué diablos está hecho este café?

. - si no le gusta, déjelo donde estaba. No tengo otro.

. - disculpe si la he molestado. Solo era un comentario. Veo que está empapada, debería cambiarse usted también o cogerá una pulmonía.

. - no se preocupe por mí, estoy bien así.

. - usted misma, pero si es por mí, no debe temer nada. Soy buena gente, menos con quien me hace daño, entonces soy un mal bicho. Usted no me ha hecho nada, así que no tiene por qué preocuparse.

. - ¿de dónde viene usted?

. - de aquí y allá, solo voy de paso hacia a ningún lado. A donde el viento me lleve. Por cierto, aún no sé cómo se llama.

. - Bárbara. Así me llamo. Si ya se calentó, hágase a un lado para calentarme yo ahora.

. - sí, claro. Es su fuego.

Saqué una manta de la alforja del caballo y la tendí junto a una pared. Allí me tendí, mientras la miraba.

Se acercó al fuego y puso la escopeta a un lado, en el suelo. Luego se restregó las manos para darse calor. Dios, que tetas tenía la muy jodida. Ya me tenía empalmado.

. - ¿qué está mirando?

. - que va a coger una pulmonía como no se seque esa ropa que lleva puesta. ¿Acaso no tiene ropa seca?

. - no tenía previsto mojarme y no llevo otra muda. Solo fui a buscar provisiones. Mi marido y mis hijas me esperan arriba, en la montaña.

. - no sabía que por aquí hubiera una finca.

. - sí, la tenemos en las montañas, a dos días de aquí.

. - ah, pues muy bien. ¿Tiene trabajo para alguien como yo?

. - no, no tenemos dinero para pagar a ningún empleado.

. - una pena.

La mujer empezaba a tiritar del frío que hacía y de lo mojada que estaba. De repente un golpe de viento envió agua con furia hacia la hoguera que no estaba a suficiente distancia de seguridad de la entrada, apagándola.

. - oh, Dios mío, el fuego -dijo ella, que se había quedado sin calentador natural-.

Me levanté de la manta y me fui hacia el fuego.

. - quieto ahí, no se me acerque o disparo.

. - por el amor de Dios, baje el arma o me va a pegar un tiro sin querer. Solo quiero volver a encender el fuego. Será mejor que se meta en mi manta. Allí estará más calentita, hágame caso, señora.

El arma que empuñaba la mujer, se movía cada vez más, por el tembleque de sus manos y resto del cuerpo. Lo dicho, iba a coger una pulmonía por su estupidez y de paso pegarme un tiro de tanto temblarle las manos.

En un momento de despiste, le agarré el arma y retorciéndola, se la arrebaté de sus manos.

. - es mejor que deje el arma. No me gusta que

me apunten y menos con ese tembleque de sus manos.

. - no me mate, por favor, tengo familia.

. - pero bueno, ¿no le he dicho antes que no le voy a hacer nada?, solo es por seguridad y para que no me pegue un tiro.

Sin oponer mucha más resistencia, le cogí mi pistola de su bolsillo.

. - ahora, vaya a mi manta y tápese, por favor. Voy a intentar buscar leña seca en la misma cueva y veré si puedo hacer más fuego para los dos.

Ella, aun con temor, se fue hacia mi manta y se tapó con ella, poniendo su espalda en la pared.

Yo, mientras tanto, busqué en el fondo de la cueva maderas que me sirvieran para el fuego. Por suerte encontré algo decente.

Cuando volví a la entrada, la mujer estaba medio ladeada. Sus temblores habían aumentado cantidad y sus dientes le castañeteaban sonoramente.

De prisa y corriendo, como se suele decir, hice un círculo con piedras fuera de la entrada de la cueva y cerca de donde estaba la mujer, luego puse parte de la madera seca que había encontrado. Prendí fuego a unas pajas y ardió rápidamente. Ya tenía otro fuego, ahora mejor protegido de la lluvia. Limpié un par de metros a un lado del fuego y regresé con la mujer.

La cogí por los dos brazos y la hice caminar hacia el fuego. Luego le quité la manta y la tendí junto a la lumbre un momento. Tendí de nuevo la manta en el suelo y la puse sobre ella. Luego fui a por otra manta y regresé junto a la mujer.

Seguía sin entrar en calor y temblaba demasiado para ser bueno. Así que comencé a desnudarla, ante la inmovilidad por su parte ante lo que estaba haciendo un desconocido por ella, luego la dejé en bragas y sostén solamente. Su ropa la tendí a un lado, junto con la mía. Luego me volví a desnudar yo y quedándome en calzoncillos y utilizando la segunda manta, me abracé a la mujer y nos tapamos. Entre el calor del fuego y el de mi cuerpo, esperaba poder hacerla entrar en calor.

Mis piernas la tenían rodeada y su pecho se peleaba con el mío. Su cabeza la tenía bajo la mía y la apretaba bien. Aunque no quería, mi polla se me puso más dura aún que antes, pero no le permití salir a coger aire, no era el momento ni el lugar.

Poco a poco sus temblores iban cesando, hasta que se quedó dormida en mi pecho. Aunque era mediodía, el día se había oscurecido totalmente. Yo también decidí echarme un sueñecito, no podía hacer otra cosa, además de que estaba cansado.

Bárbara abrió los ojos y se asustó. Estaba casi desnuda junto a un desconocido que dormía con ella, una mujer casada y respetable como era ella.

Se iba a separar, pero no pudo, pues mis manos y mis piernas la tenían prisionera. Luego recordó el motivo de aquello. Los temblores, sí. Casi había cogido una pulmonía, por no hacerle caso al hombre que dormía junto a ella.

Aunque no quería admitirlo, se encontraba muy bien entre los brazos de aquel desconocido. Su marido, buena persona, trabajaba tanto que ya casi no la tocaba y ahora…

. - vaya, ya está despierta -dije, separando mis manos y mis piernas de su cuerpo-.

. - ¿me ha deshonrado, Sr. Salvador?

. - aún lleva el sostén y las bragas y yo los calzoncillos. ¿Por quién me ha tomado, señora?, y no es porque usted no esté de buen ver. No he violado a ninguna mujer nunca y no voy a empezar ahora.

. - perdóneme, creo que me he excedido. Le doy las gracias por cuidar de mí, dándome calor con su cuerpo y haciendo otra fogata. No sé en qué estaba pensando. Deben ser los temblores que aún tengo.

. - no se preocupe. Es normal que lo pensara. Se ha despertado media desnuda ante un desconocido, pero le juro que no he hecho nada por lo que se pueda avergonzar.

. - le creo.

. - me temo que la ropa aún no está seca, además, ahora sí que es de noche. Usted quédese acostada, mientras yo voy a hacer algo de comer.

Me fui hacia mi caballo y de las alforjas saqué un bote mediano de judías preparadas con una salsa especial.

Después de abrirlo, coloqué el bote directamente sobre las brasas y esperé allí en cuclillas y en calzoncillos como seguía estando. Ella apenas me miraba, sus temblores habían vuelto a comenzar de nuevo.

Con las judías calientes, eché la mitad de su contenido en un platito que tenía para comer yo, el cual cedería a la señora.

Me acerqué con la lata y el platito con sus cucharas y me senté junto a ella.

. - aquí tiene su cena, señora Bárbara.

. - no tengo hambre, gracias -dijo titubeando por los temblores.

. - por favor, señora, si quiere curarse, debe alimentarse.

. - no, no, no puedo comer.

. - no se preocupe, yo le ayudaré, señora.

Cogí el plato en una mano, cogí la cuchara, la llené y se la llevé a su boca. Ella con dificultad, se lo tragó. Poco a poco fue vaciándose el plato. Una vez hecho, cogí la lata con lo que quedaba y me la comí allí, junto a ella.

Bárbara sudaba cantidad, por lo que le puse la mano en su frente.

. - Dios mío, está ardiendo. Debe de entrar en calor, esta noche será fría, habrá que hacer algo que quizás no le guste, señora. Debo de darle más calor que esta mañana.

. - tiene mi permiso, Sr. Salvador para hacer lo que crea conveniente.

. - de acuerdo. Primero que nada, pondré más troncos de madera en el fuego para que dure toda la noche, si es posible.

Rebusqué por toda la cueva, yendo a lo más profundo. Me vine con un buen atado de troncos, los cuales puse en el fuego. Después me fui a su carromato y busqué más mantas, las cuales saqué y llevé junto a la señora.

. - permítame, señora.

Le quité la manta y la puse a un lado. Luego sin mirarle a la cara, le saqué el sostén. Ella, que estaba medio ida, en su interior quería impedírmelo, pero no le salió nada, su cuerpo no le respondía.

Lo siguiente que le quité fueron las bragas, dejándola toda desnuda. Tanto sus pechos como el resto del cuerpo que ocultaban la ropa, estaban de un blanco lechoso que deslumbraban con solo mirarlo.

Después me saqué mis calzoncillos y ella pudo verme el pene todo empalmado. Supongo que la buena señora estaría alucinando en colores. Sin duda pensó que sería violada allí mismo, pero se equivocaba.

Me puse junto a ella y cogiendo todas las mantas, nos tapamos con ellas, para después abrazarme a ella y rodearla con mis piernas. Nuestros cuerpos ahora estaban unidos, donde sus pechos se clavaban en los míos y su vagina hacia contacto con mi pene, el cual estaba pegado a todo lo largo.

La mujer se desmayó, no sé si por la fiebre o por el terror a ser violada, pero se desmayó. Yo intenté también dormir. Esperaba que cuando despertáramos, la fiebre hubiese disminuido, aunque lo dudaba.

A eso de las seis de la mañana, cuando el día empezaba a clarear, no pude por menos que cagarme en la madre que me parió. El motivo no era otro que mi pene estaba introducido en la vagina de Bárbara, una Bárbara que dormía aun en mis brazos.

Con suma lentitud para que no se despertara, fui sacando mi polla de donde se había metido sin permiso de su dueño, pues supongo que fue debido a un caliente sueño que habría tenido, pues yo, ahora despierto, no sabía que la muy jodida se gobernaba sola.

La suerte fue que mi tranca no había eyaculado, por lo menos eso creí firmemente, pues la había sacado súper empalmada.

Una vez fuera, le miré la cara. Seguía durmiendo, gracias a Dios. Le toqué la frente y aún tenía fiebre, aunque no tiritaba como la noche anterior.

Me salí de su abrazo y fui tras su carromato. Allí me hice una paja bestial, soltando toda mi mala leche. Una vez descargado, me la limpié y volví a entrar, Intentando no hacer ruido para que no despertara, me vestí totalmente.

Avivé el fuego que ya casi se había apagado añadiendo leña seca. Allí me quedé mirándola. Para tener sus buenos cincuenta años aproximadamente, era realmente guapa, aunque le sobraba unos cuantos kilos, era tremendamente sexy aquella mujer.

Quitándome de la cabeza esos pensamientos pecaminosos, pensé lo que haría en las próximas horas.

Puesto que no podía dejarla abandonada, dada la fiebre que aún tenía, decidí llevarla junto a su familia. Una vez allí, partiría de nuevo por los polvorientos caminos, a no ser que me ofreciera trabajo y alojamiento.

En uno de los momentos mientras dormía, la manta se deslizó bajo sus pechos afrodisíacos. Me los quedé mirando como embobado. Eran preciosos, con una aureola rojiza y unos pezones que daban ganas de mamar sin parar.

Cuando fui a taparla, me di cuenta que de uno de sus pezones salía algo blanco. No pude resistirme y con un dedo, recoger aquella cosa blancuzca. Luego me la llevé a la boca. Sí, era lo que pensaba. Era leche materna y de muy buena calidad, por cierto.

Seguramente tendría un crío recién nacido o no, pues puede que tuviera leche de forma natural, sin niño por medio. Son las menos de las veces, pero se dan casos.

La tapé con cuidado y volví a ponerle la mano en la frente. Nada había cambiado, seguía con fiebre y volví junto al fuego mientras la vigilaba. De vez en cuando, deliraba, pero casi no se le entendía nada.

Saqué los animales fuera de la cueva y até las dos mulas al carro, luego amarré mi caballo detrás. Inspeccioné el carro e hice un hueco para que la mujer pudiera ir acostada. Suerte que tenía toldo y no se habían mojado los productos que allí había. Sin duda era material diverso, sobre todo alimentos para una buena temporada.

Busqué entre las latas y cogí una que tenía lentejas pre-cocinadas que venían de bien lejos.

La llevé junto al fuego y después de lavar el plato de la noche anterior, esperé a que se despertara. Mientras más dormía, mejor para ella.

Después de dos horas, decidí que ya era hora de despertarla y darle algo de comer. Me lo pensé mejor y en vez de las lentejas que no creo que le sentaran muy bien tan temprano, hice un humeante café y saqué unas galletas que llevaba en mis alforjas.

El olor a café hizo que abriera los ojos. Intentó levantarse, pero la fiebre le habían minado las fuerzas.

. - no intente levantarse, yo le llevo el café y unas galletas para que coja algo de fuerzas. Después la subiré a su carromato y la llevaré junto a su familia.

Ella separó un poco la manta y miró bajo ella, viéndose desnuda del todo.

. - no le voy a hacerle la misma pregunta que la otra vez, porque no será necesaria, ¿verdad?

. - no, no será necesaria -dije yo avergonzado de lo que había hecho mi polla sin mi permiso-.

Ella, acalorada un poco más por su desnudez, se tapó y volvió a recostarse. Luego le llevé el café y las pastas.

La levanté un poco y la ayudé a beber y a comer como si fuera un niño chico. La manta se volvió a deslizar y volvió a dejarme ver sus estupendos pechos cincuentenarios. Yo, con delicadeza, volví a tapárselos.

Una vez terminó de comer, la senté en el suelo y aparté la manta. Busqué el sujetador y se lo puse. Luego con no menos delicadeza, le puse las bragas, que me costaron un poco más ponérselas.

Sin dejarla caer, alargué la mano y cogí su traje, el cual se lo metí por su cabeza. Una vez vestida, la levanté y cogí ambas mantas y la ayudé a caminar hacia el carromato.

Antes de subirla, tendí una de las mantas en el suelo. Luego la recosté, poniéndole un saco de no sé qué cosa, como almohada, luego la tapé con la otra manta.

. - ¿está cómoda, señora?

. - sí, muchas gracias por lo que estás haciendo por esta desconocida.

. - ya no es una desconocida. Sé que se llama Bárbara y es una mujer estupenda y buena, eso es suficiente para mí. Voy a recoger todo lo que queda en la cueva y nos ponemos en camino.

Recogí todo lo que habíamos dejado y me subí al pescante del carromato.

. - señora Bárbara, ahora solo falta que me diga hacia donde dirijo el carro para llegar junto a su familia. -le dije, metiendo la cabeza atrás-.

Ella intentó levantar la cabeza con sus codos y no podía. Yo, desde el pescante, la ayudé a levantarse un poco, luego me señaló las montañas que se veían a lo lejos.

. - ¿se refiere a aquel grupo de montañas?

. - sí, sé que están un poco lejos, pero es allí donde está mi familia.

. - pues no se hable más. Perdone por el traqueteo del carro, pero será inevitable señora Bárbara.

. - no se preocupe por mí, tengo demasiado sueño...

La fiebre hizo que comenzara a delirar de nuevo. La tapé bien y arranqué el carro.

Hacia mediodía, detuve el carro al lado de un riachuelo de cristalinas aguas. Dejé a los animales bebiendo de sus aguas, mi caballo incluido. Al rato, los puse a comer hierbas que había cerca.

Subí atrás del carro y comprobé que no deliraba, pero seguía ardiéndole la frente. Bajé e hizo un fuego bajo un grueso árbol. Calenté las lentejas y fui junto a Bárbara con el plato y la lata. Allí dentro, la desperté y la ayudé a sentarse. La volví a alimentar como a un bebé, luego me comí mi parte.

Para que no hiciera mala digestión, nos quedamos un buen rato en aquella zona, luego proseguiríamos.

Me quedé sentado junto a ella, con su cabeza en mi pecho. Aparté unos pelos de su frente y le di un beso en ella.

Ella hizo como que abría los ojos, pero casi no pudo abrirlos, pues volvió a cerrarlos y quedarse dormida otra vez.

. - no se preocupe de nada, yo cuidaré de usted, querida -le dije, sabiendo que no me podía oír-.

Sus pechos subían y bajaban con su respiración. Al rato de tan deliciosa visión, me quedé dormido también.

. - Sr. Salvador, Sr. Salvador -oí que me llamaban. Abrí los ojos y allí estaba ella mirándome con una sonrisa sonrojada-.

. - ya podemos continuar -dijo-.

. - sí, claro. Perdone, usted -le puse la cabeza sobre el saco y la tapé bien. Luego salí y después de lavar los cubiertos, regresé al pescante-.

Cruzamos el riachuelo.

. - ¿sigue despierta, Bárbara?

No obtuve respuesta. Miré atrás y la vi durmiendo otra vez. Bueno, tendría que hablar conmigo mismo, me dije.

A eso de las 6 de la tarde, hice un alto en el camino para hacer noche. Busqué un lugar seguro y lo encontré en un pequeño barranco, donde estábamos a resguardo de los vientos reinantes. Por suerte, no había vuelto a caer una gota de agua.

Recogí leña e hice una hoguera. Cuando fui a buscar a mis alforjas algo para cenar, encontré unos garbanzos que llevaba tiempo reservándolos para una ocasión especial.

Cuando puse la lata encima del fuego con los garbanzos, vi que Bárbara se bajaba del carromato y se acercaba al fuego.

. - debió de quedarse en el carromato. Yo le hubiera llevado la comida, señora Bárbara.

. - ya me encuentro mejor gracias a sus cuidados. No quiero ser una carga para usted.

. - no lo es en absoluto. Cualquiera cuidaría de una enferma como es su caso. Permítame tomarle la temperatura.

Me acerqué a ella y le puse la mano en su frente. Parecía que había bajado bastante y no estaba tan caliente.

. - está mejorando, pero aún está un poco febril, pero ya que está aquí, siéntese en la manta, que enseguida le sirvo unos garbanzos que estoy calentando.

. - gracias. Puede coger cualquier cosa que haya en el carromato para que comamos. No debe gastar sus alimentos.

. - muchas gracias por su ofrecimiento. ¿Ve cómo es una buena mujer?, se ofrece sin pedir nada a cambio.

. - es que estoy muy agradecida por su ayuda. No sé qué hubiera pasado si no me encuentra en la cueva.

. - usted es una mujer valiente y seguro que hubiera salido bien de ésta.

. - no lo creo, pero gracias.

. - bueno, menos hablar y más comer. Aquí tiene su plato y su cuchara. Si no puede, le ayudo.

. - gracias, ya tengo fuerzas para comer, muchas gracias, Sr. Salvador.

. - vale ya de Sr. Salvador. Para usted, Salvador, a secas.

. - entonces tutéame tú también, no soy tan vieja.

. - por supuesto que no es vieja. Está en la flor de la vida y claro que la tutearé, Bárbara.

. - así me gusta.

Comenzamos a comer en silencio. De vez en cuando, nos mirábamos, sin decir nada.

Cuando terminamos, le cogí el plato y lo limpié con un poco de agua.

. - bueno, la noche pronto se nos echará encima. Debe volver al carromato y acostarse y taparse bien. Yo dormiré debajo del carro y vigilaré mientras tanto.

. - no puedo permitir eso. Los dos dormiremos bajo el carro, así nos calentaremos mutuamente, como las noches anteriores.

. - cómo quieras, Bárbara, pero primero desataré a las mulas y las ataré bien. Aunque deberíamos dormir dentro, pero ya sé que no hay espacio más que para una persona. ¿Por qué no se vuelve dentro, Bárbara?

. - no, prefiero darle calor yo a usted, para variar.

. - de acuerdo, entonces.

Avivé la fogata y puse las mantas bajo el carromato. Hacia allí se fue Bárbara y se tapó bien. Luego yo me metí junto a ella. Solo nos quitamos las botas, nada más.

Nos quedamos el uno junto a al otro.

. - así no entraremos en calor ninguno de los dos. Abrázame como anoche, Salvador y no te preocupes de nada.

. - okey, así lo haré.

Me puse de lado, frente a ella y la cogí por los hombros y con mis pies, la abracé como la vez anterior. Nuestras caras quedaron pegadas sin remedio. Luego nos tapamos mejor.

. - ahora sí que vamos a calentarnos mejor, Salvador.

Nuestras bocas estaban a un milímetro de distancia la una de la otra.

(Parte 16 de 31)

FIN