El amante de los tiempos, en 5 relatos (10)

Un relato de relatos. Diferentes lugares, diferentes épocas, diferentes personajes, solo uno fijo, el autor, en 31 trozos.

EL AMANTE DE LOS TIEMPOS, EN 5 RELATOS

(10-31)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Sonriendo regresamos a por los caballos y nos llegamos junto a la fogata. Se dieron cuenta cuando nos tenían a un par de metros. Se sobresaltaron no más vernos.

Uno estaba subido en la grupa del otro, mientras el de arriba se la tenía clavada en su culo. Aterrados, intentaron separarse, pero no pudieron. Estaban enganchados por la polla de enculador. Vamos, como los perros, sea dicho con propiedad.

. - buenos días, señores. Por favor, sigan ustedes. Si no les importa, nos tomaremos un poco de comida calentita. La noche está fría, ¿nos dais permiso?

Aquellos dos intentaron sin conseguirlo deshacer el nudo gordiano que los tenía unidos, así que pararon y asintió el más viejo. Cogimos nuestros cacharros y nos echamos un poco del puchero que hervía en la fogata, luego nos sentamos al otro lado del fuego. Mientras comíamos, los mirábamos y ellos a nosotros, con una vergüenza que no vean por su parte y una sonrisa por la nuestra.

Siguieron intentando zafarse, pero aquello iba para largo y los sudores de los dos hombres les resbalaban por las sienes, sobre todo al que estaba debajo, que tenía el culo aprisionado y le dolía que era una barbaridad.

Acabamos de comer y seguían tal cual.

. - ¿podemos hacer algo por vosotros, compadres? -le dijo Mauricio con media sonrisa-.

. - nos hemos quedado enganchados y no podemos separarnos. Por favor, hagan algo.

Mauricio y yo nos acercamos a la pareja y miramos bien entre los dos. Aparté un poco el estómago del de arriba y vi que la polla, una enorme polla, estaba toda dentro, solo sus huevos sobresalían. Tiré un poco y ambos se dolieron.

. - vaya, esto solo lo había visto en perros, pero no en humanos. ¿Qué opinas, Mauricio?

. - esto con una buena follada al de arriba y una descarga al de abajo se soluciona. Yo sí que vi una vez algo así y no hubo manera, solo cuando se los follaron, aflojaron y se separaron.

. - pero eso no puede ser, debe de haber otra manera -dijo el enculador, aterrado-.

. - si conocen otra forma, díganoslo y la haremos -dijo Mauricio poniéndose detrás del de arriba e inspeccionándole el ano con un par de dedos-.

. - Sin duda es un ano ya usado, así que no sé por qué tantos remilgos -dijo el alma cándida de Mauricio-.

Les dejamos que se decidieran. Mientras lo hacían, volvieron a intentarlo, pero seguían igual, nada de nada.

Cuando se dieron cuenta que no había manera, soltaron amarras y poniéndose de acuerdo los dos, nos lo pidieron.

. - de acuerdo, hacedlo así, pero hacedlo con cuidado, por favor.

. - sí, ya -dijo Mauricio como si hablara del tiempo-.

. - amigo, todo sea por ayudar -dije y le hice una señal a Mauricio-.

Dejé que se pusiera con el de arriba y yo con el de abajo.

. - Mauricio, tengo que hacerle una mamada al mío -dije a mi compadre- levántalos un poco para encontrarle la polla-.

Mauricio, con su fuerza hercúlea, levantó a ambos lo suficiente para que pudiera meterme debajo y cogiéndole la polla al tío, le di una mamada que se la puse a tono y bien dura. Entonces me di la vuelta y pidiendo que bajara un poco, me encasqueté aquella polla que era bastante decente. Una vez con ella dentro de mi culo, le di el visto bueno a Mauricio para soltar lastre y el de abajo me montara a gusto.

Una vez hecho lo anterior, Mauricio puso a mamar su polla al de arriba y cuando se la dejó lista, se fue hacia su culo. Si creía que lo iba a tratar con mimo, se equivocó de medio a medio.

Cuando la tenía en la entrada, Mauricio se la enterró de un solo tajo hasta sus huevos. El tío gritó tanto que una lechuza levantó el vuelo aterrada. No estando contento, Mauricio comenzó a follarle el culo al tío, consiguiendo que mi enculador me diera polla también.

Los gritos de unos, por dolor y de placer de otros, se sucedían, hasta que fueron explotando uno tras otro, empezando por Mauricio, para después el enculador y finalmente el mío propio.

Una vez los tres eyacularon, el nudo se deshizo entre los primeros folladores, separándose y cayendo al suelo todos derrengados.

Aun estando en el suelo, tanto Mauricio como yo, les cogimos las pollas y nos tomamos las ultimas gotas de sus lechadas, dejándolas sin gota. Luego y sin que les pidiéramos permiso, les pusimos nuestras pollas para dejarnos las nuestras en condiciones para una próxima follada.

Mauricio fue mamado y limpiado y yo, una vez que me mamó lo suficiente, solté mi propia corrida en la boca del más viejo.

Sin duda eran todos unos profesionales en los asuntos de mamar pollas ajenas, pues nos habían dejado secos.

Nos subimos los pantalones y nos sentamos en unas piedras. Los otros dos, después de recuperar las energías, se vistieron.

La sorpresa vino cuando se pusieron de pie. Llevaban hábitos de monjes. Vaya con aquellos dos folla-culos.

. - por favor, esto que no salga de aquí -dijo el mayor-.

. - ¿el qué? -dije sonriendo-.

. - gracias, si se supiera…

. - no se preocupe. Siempre se ha sabido que los monjes y los curas se follaban a las monjas y a los monaguillos, pero que se follaran entre ellos, es la primera vez.

. - el padre Ángel y yo, me llamo Alfonso, somos muy amigos desde hace mucho tiempo y lo hemos llevado en secreto.

. - no se preocupe por nosotros. Somos como una tumba. ¿A dónde os dirigís?

. - a la parroquia de Santa Eulalia, dista unos pocos kilómetros de aquí. Hicimos un alto en el camino para…

. - entiendo. Allí no sería muy discreto, aunque por las noches…

. - sí, claro, pero no es lo mismo. Aquí la libertad es total, pero no habíamos pensado que nos pudiera pasar algo como lo de hoy. Suerte que llegaron ustedes y fueron tan amables de solucionarnos el problema.

. - para eso estamos, monje -dijo Mauricio, sonriente-.

. - y ustedes, ¿a dónde vais?

. - muy lejos de aquí. Aún nos quedan muchas leguas de camino. Si les parece, os acompañamos hasta esa parroquia, quizás tengan donde podamos quedarnos un par de noches para reponer fuerzas en una buena cama.

. - me alegro. En la iglesia pueden quedarse el tiempo que quieran, hay una cama de más para las visitas.

. - muy bien y gracias por la comida, estaba buena.

. - el padre ángel es un manitas en la cocina y también en la cama -dijo riendo. Los demás también reímos, incluido el tal padre Ángel, mirando al suelo-.

. - Mauricio, descarga los caballos y trae las mantas, nos quedamos con los padres Ángel y Alfonso. Yo voy a ver si cazo algo en los alrededores -dije cogiendo el arco y unas flechas-.

Desaparecí tras unas rocas más abajo y mientras observaba la luna llena, me quedé quieto para ver si aparecía algún bicho que tirarle una flecha.

Cuando pasó media hora, 45 minutos y luego una hora y no cacé nada, me volví a la fogata.

En una esquina y haciendo guardia estaba el tal padre Ángel y Mauricio comiéndose las bocas. Según me vieron, se separaron. Con un gesto de mi mano, les dije que prosiguieran y lo hicieron.

Cuando llegué junto al fuego, el padre Alfonso, que estaba tendido en su manta, la separó y me dejo ver su desnudo cuerpo, invitándome a meterme bajo su manta. Sonreí y dejé el arco y las flechas a un lado y mientras me desnudaba, vi cómo los guardias nocturnos, ya estaban comiéndose las pollas en un 69 perfecto.

Me metí en la cama del padre Alfonso y no más estar junto a su caliente cuerpo desnudo, me comí su boca, colaborando el monje en todo lo que podía y sabía.

Cuando me puse entre sus piernas, encontré una polla que ya conocía y que volvía a hacerle un reconocimiento completo con mi lengua. Seguidamente me la empalé mientras volvía a comerme su boca.

Con movimientos verticales, me folló bien follado. Solo cuando se corrió en mi culo, aparté la manta y dándome la vuelta, le puse el culo para que me hiciera el reconocimiento adecuado al vertido de su semen en mi culo.

Lo hizo, pues estaba acostumbrado a hacerlo con su amante. Una vez limpiado el culamen, me tocó a mí enculármelo a él.

Sabía que su culo no estaba recuperado en su totalidad aún, pero eso me importó una mierda pinchada en un palo. Cuando se la encasqueté, le di fuerte, todo lo que pude y más.

Como no tenía ganas de comer culo, descargué mi corrida en su boca, para después ser mamado para limpiármela, como Dios manda.

Más allá, aquellos dos habían acabado hacía rato y estaban bajo la misma manta, mientras se hacían arrumacos.

Mi amante ocasional y yo, por nuestro lado, una vez acabada la faena, nos pegamos, cara con cara y nos quedamos dormidos hasta que fuimos despertados por la otra pareja para el relevo de la guardia.

El pueblo donde se ubicaba la iglesia, que destacaba por su alta torre donde se veía una campana, era de mediano tamaño y de casas de madera en su mayor parte.

Los aldeanos, en su mayoría ancianos, besaban la mano de los curas según pasaban por su lado. Ambos curas parecían que eran muy apreciados. Habría que ver si seguían pensando lo mismo si supieran que eran un par de bujarras como nosotros.

Cuando llegamos a la casa de los curas que comunicaba con la iglesia había una monja en la cocina alrededor de los calderos. Olía a gloria bendita.

Después un par de besos castos a cada monje, nos presentó el padre Ángel.

. - Lupe, le presento a unos amigos que nos encontramos por el camino. Se llaman Salvador y Mauricio.

. - mucho gusto en conocerlos, señores -dijo ella estampándonos sendos besos en los carrillos a cada uno. Su esquelético cuerpo, pese al calor de la cocina, estaba frío como un tempano y es que el día estaba frio de cojones y, por tanto, el agua también que usaba para limpiar los cacharros-.

. - pueden hablar sin problemas. Lupe conoce nuestras inclinaciones, aunque no las comparte, nos la permite.

Lupe se ruborizó solo de pensar en lo que hacían aquellos dos cada noche en sus celdas.

. - ojos que no ven, corazón que no siente, decía mi madre, que en paz descanse -dijo la monja-.

. - me alegro que haya aun personas transigentes con estas cosas.

. - ¿se van a quedar a comer?

. - sí, Lupe. Se quedarán el tiempo que ellos quieran, así que, por favor, prepara el cuarto de invitados para ellos.

. - por supuesto padre Ángel, pero primero sentaros y comed algo.

. - gracias, este olor a comida sabe a gloria -dijo Mauricio, que fue el primero en sentarse en la rudimentaria mesa de la cocina-.

Lupe llenó los platos de los cuatro y aun hubo para ella, aunque una mínima cantidad, puesto que apenas comía esta mujer y así estaba de raquítica.

Cuando me servía, sus ojos se desviaron hacia mi paquete, donde mi polla estaba por las nubes bajo el pantalón. La protuberancia de mi tranca le hizo tragar saliva y apenas se dio cuenta, desvió la mirada toda ruborizada.

Una vez acabada la comida, Lupe arregló la cama que nos correspondía y Mauricio y yo nos tendimos seguidamente. Nos quedamos grogui enseguida, tan rápido que Lupe fue quien nos arropó a los dos, mientras roncábamos.

A media tarde despertamos Mauricio y yo. Lupe estaba zurciendo unos calcetines de los monjes y la saludamos.

. - vamos a atender a los animales. De lo cansado que estábamos, nos olvidamos de ellos.

. - no deben preocuparse, el padre Ángel y el padre Alfonso ya lo han hecho por ustedes. Ahora mismo están visitando a los enfermos y ancianos del vecindario.

. - vaya, muy agradecido. ¿Podemos hacer algo para ayudar?

. - ya que lo dicen, el techo del pajar tiene un agujero y por allí se cuela el agua cuando llueve.

. - no diga más. Mauricio, acompáñame al pajar.

Allí dejamos a una Lupe agradecida. Mauricio y yo revisamos el agujero del pajar.

. - busquemos las herramientas y arreglemos el agujero, querido Mauricio.

. - ¿ahora somos carpinteros, amo?

. - hay que ser agradecidos, Mauricio. Nos dan de comer y nos dan una cama. Al menos le arreglamos el agujero, así nos sentiremos mejor.

. - como quiera, amo.

Cuando regresaron los monjes, el agujero estaba ya cerrado. Nos encontraron charlando con Lupe, mientras hacia la cena para los cinco.

Lupe informó de nuestro trabajo a los monjes y se alegraron cantidad, abrazándonos a los dos.

. - gracias, gracias. Alfonso y yo somos unos manazas en todo lo relativo a trabajar con las manos. Por fin no se mojará el pajar.

. - Sentaros a la mesa, la comida ya está -nos dijo Lupe-.

Lupe nos llenó la barriga de nuevo. Con la noche encima nos metimos en las celdas para descansar.

En plena noche me levanté para echar una meada y al pasar por la celda de Lupe, vi que la luz estaba encendida y asomé las narices. Allí estaba Lupe disfrutando de un pepino en su vagina, mientras gemía silenciosamente. Su desnudez me la hizo levantar. Apenas tenía tetas, lo más un par de cerezas grandes.

Me acerqué, cerrando bien detrás mío. Apenas me oyó, gritó avergonzada, tapándose sus vergüenzas y sin sacarse el pepino, se dio la vuelta, para sacárselo.

. - no lo haga, Lupe -dije poniéndome frente a ella y cogiéndole el pepino de su mano, volviéndoselo a meter con delicadeza-.

. - oh, qué vergüenza.

. - no la tenga, Lupe. Es normal sentir deseos -dije pajeándola con el pepino, mientras ella gemía y cerraba los ojos-.

Mientras usaba el pepino, me desnudé. Una vez en pelotas, puse mi polla en sus labios. Ella se aterró al verme el rabo en sus narices.

. - no por favor, es un sacrilegio. Llevo hábitos.

. - Los monjes también y mírelos tan felices. Aprovéchese esta noche, mañana no estaré.

Ella tragó saliva y se lo pensó. Aquello de que mañana no estaría la hizo decidirse. Cerró los ojos y abrió la boca. Empujé un poco y se la metí dentro. Luego le cogí de la parte de atrás de su cabeza y me follé su boca.

Su respiración entrecortada, aumentaba por momentos. Seguidamente se la saqué de su boca y recostándola en la cama, le abrí de piernas, le saqué el pepino y disfruté de su coño que estaba más que corrido y abierto.

La mujer era como una muñeca en mis manos y apenas sabía nada de la vida sexual, más allá de la auto-complacencia, dígase pepino. Ella solo se dejaba llevar, pues a lo más que había llegado era a la masturbación nocturna, ya fuera con el pepino o cualquier otra hortaliza, pues las había usado todas ellas.

Sus tetas-cerezas disfruté e hice vibrar cantidad. Después y sin avisar una mierda, la penetré hasta el fondo, desvirgándola con una polla no horto-frutícola. Sus gritos no pudo disimularlos más y claro, despertaron a un Mauricio sediento de hincar la polla allí donde hubiera un agujero.

La puerta se abrió y Mauricio entró. Yo sonreí, pero no así Lupe, que volvió a aterrarse, pues allí estaba un Mauricio desnudo y con la ropa en una mano y en la otra, su enorme polla pajeándosela para ponerla a tono.

. - no tengas miedo. Mauricio será muy cuidadoso, ¿verdad, Mauricio?

. - por supuesto, amo -dijo sonriendo y acercándose a los dos-.

Nos morreamos Mauricio y yo y mientras seguía follándome a Lupe, mi chico me metió su polla en la boca, la cual tragué y disfruté de ella.

Lupe, que no podía salir corriendo, pues estaba siendo desvirgada por el visitante, mientras uno de ellos le daba su polla al otro para comérsela. Aquello era como un sueño, no sabiendo si era de terror o de puro placer, pues estaba como perdida.

En cuanto me cansé de joderla vaginalmente, dejé de mamar a Mauricio y se tendió junto a ella. Allí se agarró la polla y la puso vertical. Me guiñó el ojo y entendí.

Como si siguiera estando en una nube, levanté a Lupe a pulso y la puse encima de la polla de Mauricio. Ella misma, como si no fuera con ella, se sentó sobre aquella descomunal tranca.

Ahora sí que gritó o al menos, hizo amago de ello, pues mi mano fue colocada en su boca. Aun así, el dolor era grande, pues la polla era grande también, yo lo sabía muy bien.

Poco a poco y subiendo y bajando, se empaló bien su polla y el dolor disminuyó. Yo, mientras tanto, le pasé la lengua por todo su cuerpo, hasta llegar a su ano, ano que estaba cerrado al máximo.

Hice uso de mis dedos y mi lengua para agrandárselo. Cuando solo conseguí abrir la mitad de lo que mi polla medía diametralmente, dejé de agrandárselo.

La hice hacia adelante y como antes, le tapé la boca y la enculé hasta mis huevos.

La muy puta me mordió, pero, aun así, no dejé que gritara alto. Con mi polla y con la de Mauricio, dejamos a una Lupe en el país del terror perpetuo, pues el dolor anal era algo que solo los que lo sufren saben lo que duele una polla metida allí.

Lupe sudaba a chorros mientras era sodomizada por los dos. Pasamos la mayor parte de la noche allí, en su celda. Su cuerpo era usado como lo que era, un lugar donde disfrutar de una virginal monja que ahora sí que sabía lo que era una polla y no un simple pepino.

Cuando Lupe despertó al día siguiente, apenas podía moverse de la follada que había recibido la noche anterior. Tenía agujetas hasta en la punta de sus micro-tetas, en sus micro-pezones.

Pese a lo esmirriado de su anatomía, había resistido los embates de dos tíos con dos cojones que la habían destrozado literalmente a pollas, algo que no olvidaría en su puta vida.

Sentada en su cama, después de un rato, se sintió con fuerzas para levantarse y darse una ducha con la palangana. El agua, fría como témpanos de hielo, le refrescaron los dolores, aliviándola cantidad.

Cuando pasó a despertar a los monjes, pues era la costumbre, éstos después fueron a despertarnos a nosotros dos, pero ya no estábamos en la casa, pues nos levantamos con el alba y ya llevábamos unos kilómetros recorridos. Solo una nota de agradecimiento para los tres beatos fue lo que dejamos.

Proseguimos camino, ahora ya menos barroso, pues las lluvias habían cesado hacía unos días. Mauricio, siempre ojo avizor, cuidaba de su amo y yo de mi criado y guardaespaldas.

Así llegamos a mis heredadas tierras. A lo lejos se veía el castillo y antes de él, el pueblo que estaba en mis tierras y, por ende, me pertenecía.

Entre el castillo y el pueblo, un río serpenteaba poniéndose entre ellos, con un par de puentes de piedra construido en tiempos ya muy lejanos, así como el mismo castillo.

Mauricio y yo nos bajamos de las monturas y disfrutamos de nuestra tierra, la cual olía a trigo recién segado, aunque aún se notaba que faltaba bastante por segar cerca del río.

. - parece que no ha cambiado nada, querido Mauricio.

. - eso parece, pero seguro que algo ha cambiado, las cosas no son siempre igual. Fijaros en aquella columna de humo a las afueras del pueblo, parece que hay un incendio.

. - pues sí que empezamos bien. Vayamos hacia allí por si podemos ayudar en algo.

Volvimos a subir a las monturas y avanzamos rápido hacia el lugar del incendio. Había ya varios pueblerinos apagándolo. Era un silo de trigo, cosa nada buena.

Mi criado y yo nos bajamos de las bestias y cogimos sendos cacharros y echamos agua como el resto. Así estuvimos un buen rato hasta que fue aflojando el fuego, hasta quedar extinguido.

Allí nadie me reconoció, ni yo a ellos, pues me había ido hacía muchos años de casa.

. - gracias, caballero -dijo un viejo con barba blanca-.

. - ¿qué ha ocurrido, abuelo?

. - Una partida de bandidos se ha instalado en los alrededores y nos tienen amenazados para que les demos cada semana el equivalente a un carro de hortalizas y frutas de nuestra tierra o nos quemarán las cosechas. Esto solo ha sido un aviso, según nos dijo el que lo hizo.

. - ¿saben quiénes son?, sus nombres, por ejemplo.

. - no, eso no, pero van bien armados y nada podemos hacer contra ellos.

. - ¿qué hay de los soldados del castillo?, ¿no hacen nada?

. - desde que murió el amo, se fueron del valle, dejando el castillo en manos de los que se han quedado, sirvientes, sobre todo.

. - ¿por qué no reunís un grupo y los atacáis?

. - somos labriegos, caballero, no soldados. ¿Quién sois vos?

. - Salvador Morales.

. - ¿el heredero de estas tierras?

. - así es. Este es mi guardaespaldas Mauricio.

. - bendito sea el señor -empezó a llamar a sus convecinos a voz en grito- venid, ha llegado el señor del castillo, el heredero de estas tierras-.

Pronto se armó un corrillo alrededor nuestro. En general me miraban con respecto, mirando hacia el suelo.

. - levantad las cabezas, aldeanos. Voy a hacerme cargo de las posesiones de mi padre. Iré al castillo y veremos cómo protegemos a los que viven en mis tierras, las mismas tierras y lo cultivado. No permitiré que nos roben esos bandidos. Entre todos los ahuyentaremos, así que, según me ha dicho este anciano, los guardias del castillo han escapado como conejos, por lo que necesito personal al que entrenar para defendernos. Espero que los que deseen ayudar y ayudarse a sí mismos, mañana temprano se acerquen al castillo. Allí ya veremos lo que hacemos. ¿Está aquí el alcalde del pueblo?

. - ha muerto a manos de esos bandidos por enfrentárseles -dijo el anciano canoso-.

. - vaya, lo siento. Elegid un nuevo alcalde y que se presente en el castillo cuanto antes. Tenemos que hablar largo y tendido de la seguridad del pueblo y los que viven en él.

Me subí a mi caballo y marché hacia el castillo. Mauricio me siguió detrás. Llegamos un par de horas después. Estaba cerrado a cal y canto, por lo que Mauricio gritó desde la calle.

. - ah, del castillo. Abrid al dueño y señor del castillo Salvador Morales -vociferó Mauricio-.

Desde una de las almenas asomó la cara regordeta de mi amamantadora Flora. La que me dio su leche, no dejándola de mamar nunca, que yo recuerde.

. - abrid, es el señorito Salvador. Abrid, abrid -gritó como una posesa la gorda Flora, para luego desaparecer y bajar corriendo-.

La puerta se abrió por fin y los allí estacionados me iban ofreciendo pleitesía como nuevo dueño del castillo y tierras aledañas.

Un chico cogió los dos caballos y entramos al salón principal acompañado de los empleados del castillo. Solo había reconocido a Flora, del resto no me acordaba. O era por falta de memoria o porque nunca los conocí.

. - amo, amo. Ha llegado por fin -dijo Flora arrodillándose ante mí y cogiéndome la mano y besándomela como si fuera alguien importante, cosa que no me lo creía en absoluto-.

. - levanta querida Flora. No hace falta que te arrodilles ante mí. Tú no.

La ayudé a levantarse y la besé en los labios y luego en cada mejilla, para abrazarla fuertemente.

. - creí que no habría nadie de mis tiempos, querida Flora-.

. - Soy la última que queda. ¿Cómo no has venido antes, hijo mío?

. - según nos llegó la noticia de la muerte de papá, me puse en camino. Estaba en París cuando lo supe. Anda, sentémonos, no te quedes aquí de pie, que debes estar cansada, querida Flora.

. - cuanto me alegro de poder volverte a ver.

. - tienes que contarme muchas cosas. He oído que hay una banda de salteadores en los alrededores haciendo de las suyas.

. - sí, así es, hijo mío. Pero antes te preparemos un baño caliente para ti y para tu guardaespaldas. Estaréis muy cansados.

. - antes preséntame a la servidumbre, querida Flora.

. - acercaros, no tengáis miedo al señorito Salvador.

Los sirvientes se pusieron en fila. Eran unos cuantos. Había de todo tipo, hombres jóvenes, niños y ancianos. Al igual que con las mujeres, jóvenes, niñas y ancianas.

Uno de los hombres era diferente, pues vestía de soldado.

. - ¿y tú eres?

. - Samuel, señor. El único soldado que queda en el castillo.

. - ¿y cómo no te fuiste como los demás?

. - le prometí a su padre en su lecho de muerte que cuidaría del castillo hasta que usted llegara y se hiciera cargo.

. - gracias, te lo agradezco. He pedido en el pueblo voluntarios para enseñarlos y armarlos para defendernos de los bandidos. No sé si vendrá alguno, ni cuántos. Si vienen, encárgate con Mauricio de que aprendan lo básico. No podemos dejar que nos roben en la cara. Otra cosa. ¿Han atacado el castillo alguna vez esos cabrones?

. - lo intentaron un par de veces, pero con una docena de bandidos, poco se puede hacer con un castillo de esta magnitud y no pudieron entrar.

. - me alegro. Ahora podéis retiraros. En otro momento seguiremos hablando de lo que vamos a hacer con esos bandidos y de cómo protegeremos las cosechas y el mismo pueblo. Gracias, podéis iros.

. - a sus órdenes, señor.

Me levanté y acompañado de Flora y Mauricio, llegamos a la habitación de mi padre, ahora vacía.

Flora dio órdenes de llenar dos bañeras de agua caliente y preparar comida para su amo y señor y para Mauricio también.

Pronto las bañeras estuvieron llenas de agua calentita. Me desnudé y me metí en una. En la otra, Mauricio.

. - amo Salvador. ¿Cómo en los viejos tiempos?

. - claro, querida. Como en los viejos tiempos.

. - ¿le siguen gustando las preñadas?

. - por supuesto querida Flora.

Flora dio unos gritos y llamó a dos mujeres. Al resto las hizo desalojar la habitación.

Enseguida llegaron dos preñadas con un buen bombo cada uno.

. - desnudaros y lavar al señorito Salvador y a Mauricio.

. - si señora -dijeron ambas-.

La misma Flora también se desnudó. Aunque era vieja y gorda, así era como siempre me duchaba mi querida Flora, a la que mamé durante años.

Flora se metió en mi bañera y el agua casi desborda. Luego mientras una de las preñadas me sobaba el cuerpo con sus manos, la otra hacía lo propio con Mauricio.

Flora se levantó y me puso el chumino en la cara. Solo tuve que comerme su chochazo. Cuando me sacié, se sentó encima de mi polla que ya la tenía mirando hacia arriba. La muy cabrona acertó a la primera, pues siempre había sido una mujer muy competente para darme placer.

Con mi polla en su chumino, disfruté de sus enormes mamas, no pudiéndole sacar ni una gota de leche por la vejez de mi amante.

. - lo siento, hijo. Ya dejé de fabricar leche hace tiempo. Pero no te preocupes, esta misma noche dormirá bien alimentado de leche de teta. Hay varias que crían sus hijos en el castillo.

. - gracias, querida. ¿Cómo te llamas? -le pregunté a la que me sobaba el cuerpo-.

. - Federica, amo Salvador.

. - Federica, me gustaría comerte toda.

. - amo, estoy embarazada de siete meses.

. - no te preocupes, no te penetraré por la vagina, pero si por tu ano.

. - amo Salvador -dijo Flora- no tiene que pedirle permiso. Esta noche Federica vendrá a su cama y puede penetrarla por donde quiera, que para eso es el amo y señor de estas tierras.

. - te lo agradezco Flora. Sé que papá así lo hacía, pero yo respetaré las vaginas de las preñadas, no así sus anos.

. - gracias, señor. Le estoy muy agradecida. Vendré sin falta a su lecho.

. - gracias. Flora, por favor, date la vuelta, quiero romperte el culo como lo hacía siempre.

. - claro, mi niño. Ya sabe que mi culo es suyo por siempre.

La mujer se levantó de mi polla y apoyándose en ambas barandillas, le abrí bien de nalgas y se la encasqueté hasta los huevos.

. - oh, sí, mi señor. Cuanto le echaba de menos dentro de mí.

. - volverás a ser mi chica para todo, Flora.

. - se lo agradezco, amo Salvador. Creí que con lo vieja que me estoy poniendo, me daría de lado.

. - al contrario, cariño. Ahora estarás más alimentada que antes con mi polla. Siempre fuiste mi preferida y seguirás siéndolo, aunque me case, tú ocuparas un lugar en mi lecho.

. - gracias, gracias mi niño. Úsame siempre que quieras y delante de cualquiera, soy tuya por siempre y todos lo saben.

Le di polla y más polla hasta que me vacié en su culo. Luego me giré y puse a limpiarme la polla a la sirvienta Federica, que lo hacía como si aquello fuera parte de su trabajo diario. Luego le cogí ambos pechos y se los mamé largamente.

El derecho de pernada solo era para el amo del castillo, donde se incluía todo lo que era mío, pueblo y pueblerinos incluidos. No abarcaba a Mauricio. Aun así, Mauricio no se iba a quedar sin follar, de eso me encargaría yo.

. - ¿cómo se llama la otra sirvienta? -señalé a la que estaba con Mauricio-.

. - Belén, amo Salvador -dijo Flora-.

. - que luego venga y le dé placer a mi amigo, que es a la vez guardaespaldas y amante. Mauricio -llamé a mi amado-.

. - ¿sí, amo?

. - recuerda, nada de usar las vaginas de las preñadas. Esta noche Belén te hará compañía en tu cama-.

. - gracias, amo. Se lo agradezco.

. - bueno, me ha entrado hambre, Flora.

. - enseguida vendrá la comida, amo Salvador -dijo saliendo de la bañera. Se secó y se puso la ropa. Luego con un par de palmadas, hizo salir a las dos preñadas-.

. - voy a la cocina. Enseguida vengo.

. - gracias, Flora. Pero si no te importa, iremos Mauricio y yo a la cocina.

. - como quiera, amo Salvador.

Una vez secos, nos llegamos a la cocina vestidos solo con una gran toalla que nos cubría el cuerpo a mí y a Mauricio.

A los fuegos había una gorda negra que no había visto antes. Sudaba cantidad porque no había salida de humos como bien recordaba yo. Estaba de espaldas. Mauricio se sentó a la mesa y yo me acerqué a ver qué estaba asando.

Flora estaba a su lado y cuando me vio, nos presentó.

. - Eloísa, aquí está el amo Salvador.

La negra gorda se dio la vuelta con una espumadera chorreando aceite, que casi me la echa encima. Fui rápido y me aparté.

. - pero Eloísa, que quemas al amo Salvador.

. - oh, lo siento, lo siento mucho. No me había dado cuenta que tenía la espumadera en la mano.

. - no te preocupes, Eloísa. Una equivocación la tiene cualquiera. ¿Qué estás asando?

. - un carnero recién sacrificado, amo.

. - huele muy bien. Anda, date la vuelta y déjame ver que tienes por aquí.

La mujer se giró hacia el fuego y le levanté la falda alargada. Tenía unas nalgas gordas, con apenas un taparrabos. Le metí mano bajo el taparrabos, llegando a su vagina que estaba súper caliente y muy, muy húmeda. De allí saqué mi mano bien lubricada, que me llevé a la boca.

. - muy sabroso, sí señor.

. - dale las gracias al amo, Eloísa.

. - gracias, amo Salvador.

. - ¿puedes inclinarte un poco, querida Eloísa?

. - se me va quemar la carne.

. - Flora, encárgate de la carne, por favor. Eloísa, apóyate en ese barreño.

. - sí, señor -dijo dándole a Flora la espumadera-.

Le levanté la falda hasta bien arriba, para luego apartarle el taparrabos y meter allí mi lengua. Allí olía a demonios, pero era un demonio de mi propiedad. La hice dar la vuelta y le metí mano descaradamente hasta meter varios dedos en su vagina. Aquello era un barrizal grasiento.

. - Flora -dije-.

. - ¿sí, amo?

. - que todo el mundo, hombres y mujeres se laven todo el cuerpo cada dos días. En el chumino de Eloísa se pueden plantar pimientos y salir bien enraizados. ¿Cuándo fue la última vez que te lavaste, Eloísa?

. - deje que lo piense…

. - no sigas, has de lavarte cada dos días, como todo el mundo. Tenemos agua en cantidad con el rio cerca. Flora, encárgate de entregar ropa nueva a cada empleado del castillo. A partir de hoy, la higiene de las personas y del mismo castillo es una prioridad. Las enfermedades como la peste, se generan con la no limpieza.

. - se hará como ordene, amo.

. - esto va también para ti, querida Flora.

. - por supuesto, amo Salvador.

Me lavé las manos y luego me senté en la mesa. El carnero pronto estuvo en los platos y duraron poco, la verdad.

El resto de la tarde lo pasamos Mauricio y yo revisando la seguridad del castillo, el cual se defendía por sí solo, pero siempre hay algo que se puede quitar o añadir para una mayor seguridad.

En nuestro recorrido nos encontramos al soldado siendo mamado por una perra pastor alemán de buenas dimensiones. Cuando nos vio parados en la entrada, se aterró y se guardó el pito.

. - lo siento, señor. No he podido evitarlo -dijo poniéndose firme-.

Me acerqué al soldado y con una sonrisa de oreja a oreja, le hablé.

. - ¿cómo dijiste que te llamabas soldado?

. - Samuel, señor.

. - Samuel, déjate de follar a los animales. Es una orden.

. - lo siento, señor. No volveré a hacerlo más.

. - lo sé, porque de ahora en adelante, cuando quieras follarte a alguien, nos lo dices a Mauricio o a mí y nos follas a nosotros. ¿No es así, querido Mauricio?

. - así es, amo. ¿Puedo empezar ya?

. - adelante.

Mauricio se bajó los pantalones y se quedó con el culo a la vista.

. - adelante, Samuel. Este culo es todo tuyo.

. - ¿me lo puedo follar, amo Salvador?

. - esa es la idea. Vamos, que empieza a refrescar.

Samuel se la volvió a sacar y con un poco de miedo aún en el cuerpo, se puso a follarse a Mauricio.

Cuando cogió carrerilla, ya me tenía detrás de él.

. - Samuel, no te gires. Debes saber, que el que nos folla, también es follado por nosotros.

. - sí, claro, señor -dijo aterrado el soldado-.

. - Hoy te salvas porque ya nos hemos corrido recientemente. Pero de unos lametones de culo no te salva nadie, además de una comida de polla por parte de Mauricio, una vez te hayas corrido. Si lo haces en su culo, tendrás que usar tu lengua para sacarle la leche. Si no, dánosla en la boca y te lo ahorras.

Me puse detrás y abriéndole las nalgas, le comí el ojete y después los huevos. Al final decidió darle la leche en la boca a Mauricio. Una vez corrido, Mauricio se encargó de dejarle la polla como nueva.

. - que descanses, Samuel. Mañana será un largo día -le dije mientras le daba un morreo en toda la boca. Mauricio le dio otro, dejando a un Samuel como el Rosario de la Aurora, muy contento y sorprendido al mismo tiempo.

Ya en la cama me esperaba la sirvienta preñada y desnuda.

. - dile a tu marido que venga.

. - ¿a mi marido?

. - el que te dejó preñada, mujer.

. - no lo sé, amo.

. - vaya, no me esperaba esa respuesta. ¿Eres una puta, Federica?

. - no, mi amo.

. - ¿entonces?

. - estuve prisionera de los bandidos durante tres días y allí…

. - joder, ¿cómo no me lo has dicho antes?, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿cuándo?

. - me secuestraron en el río, cuando lavaba ropa.

. - ¿entonces de eso hará unos siete meses?, no me cuadra. Me estás mintiendo, Federica. Esos bandoleros no pueden llevar tantos meses campando por estas tierras.

. - lo siento, amo. No quería engañarle, es que…

. - habla, mujer. Es que…

. - estoy preñada de su padre, al igual que las otras preñadas del castillo. Usted tiene muchos hermanos correteando por el castillo. Su padre gustaba de hacérselo con todas las mujeres que quería.

. - mira, eso sí que me lo creo. Papá siempre fue muy follador. ¿Entonces tienes un hermanastro mío ahí dentro? -dije tocándole la barriga-.

. - sí, mi amo.

. - bueno, ya no se puede hacer nada al respecto. Anda, date la vuelta, que voy a darte polla por el culo cómo te prometí.

. - sí, mi amo.

Y le di polla culera hasta hartarme y correrme entre sus pechos, para luego tomarme la lechita caliente. Con una mamada de sus tetas, la despedí, pues no tenía ni ganas, ni fuerzas para más de lo cansado que estaba del puto viaje.

La luz entraba por la ventana y me cegó los ojos. Tuve que poner la mano delante de la cara. Cuando me acostumbré, me senté en la cama y estiré los brazos. Mi desnudez olía a culo de sirvienta y recordé lo que me dijo de papá. Normalmente la norma es follarse al servicio, pero no dejarlo preñado. En fin, así era el muy hijo de puta. Bien muerto estaba.

La puerta se abrió y entraron dos jóvenes de edad similar, no sobrepasando los veinte años cada uno. Eran un chico y una chica.

. - buenos días, amo Salvador -dijeron ambos-.

. - buenos días, chicos.

. - nos manda la señora Flora.

. - ¿y para que os manda?

. - para hacerle más agradable su despertar.

. - acercaros, chicos -los dos iban en bata-.

Una vez a mi lado y temblando como flanes, les levanté la cabeza.

. - no tengáis miedo de mí. ¿Sois vírgenes?

. - sí señor. La señora Flora nos ha protegido de su padre pensando en que algún día usted regresaría y podría… -dijo el chico-.

. - entiendo.

Les abrí las batas a ambos. El chico la tenía encogida, pero se vislumbraba grandecita cuando se la pusiera a tono. Se la cogí y le pasé la mano por ella y por los huevos. Luego volví a cerrarle la bata. A la chica le pasé la mano por sus pechos ya bien desarrollados. Ella tembló. Luego bajé la mano hasta su vagina, donde metí un par de dedos. Sí, eran vírgenes ambos por cómo se comportaban. A ella también le cerré la bata.

. - chicos, quiero que me duchéis ambos. Llenad la bañera. Os metéis dentro y me sobáis bien, pero antes os quitáis las batas.

. - sí, amo Salvador -dijeron-.

Una vez en la bañera, se metieron desnudos y me lavaron. Me dejé hacer. Luego me secaron y salí del agua, con ellos aun dentro de la bañera.

. - ducharos vosotros, luego os largáis.

. - no nos va a…

. - no, hoy no, chicos. ¿Dónde está Flora?

. - con Mauricio, en su habitación.

. - gracias, chicos. Lavaros bien la entrepierna.

Salí de allí y me fui hacia la habitación de Flora. En efecto, Mauricio le estaba dando polla culera. Cuando entré, se frenaron.

. - Mauricio, acaba que tenemos trabajo. Flora, gracias por los dos chicos. Mantenlos vírgenes por ahora.

Comí en la cocina. Leonor olía a limpio. Le inspeccioné la vagina y sí, se había lavado allí, por lo que le pasé la lengua durante un rato a su negro chumino. Después me llegué al patio, allí estaba Samuel con tres aldeanos que habían venido a instruirse.

. - buenos días. ¿Solo tres han venido? -pregunté-.

. - sí, señor. Aún es temprano, puede que llegue alguno más, pero no muchos más.

. - ¿sabéis a que habéis venido, campesinos?

. - a que nos enseñe a defendernos, amo Salvador.

. - no solo a defenderos, sino también a atacar a esos bandidos. Recordadlo. Samuel, comienza con la instrucción, Mauricio vendrá enseguida y te echará una mano. Yo voy a dar una vuelta por mis posesiones para hacerme una idea de lo que tenemos.

. - amo, no debe ir solo fuera del castillo mientras esos bandoleros sigan por ahí.

. - yo le acompañaré, amo -dijo Mauricio apareciendo por fin-.

. - mejor no, Mauricio. Encárgate de la instrucción de estos tres y de los que vengan. Samuel me acompañará, así le preguntaré cosas que quiero saber del entorno.

. - como quiera, amo. Vosotros tres, venid conmigo enseguida -Mauricio los llevo a las caballerizas, donde estaban las armas y demás adminículos guerreros-.

Samuel y yo salimos a caballo. Dejé que me guiara, aun sabiendo que mis tierras eran bien conocidas por mí, no así la zona que solían frecuentar los bandidos.

. - llévame por donde suelen estas estos cabrones, Samuel.

. - todo el mundo sabe que están en el Desfiladero del Tuerto, a unas veinte leguas de aquí.

. - si sabéis donde están, ¿por qué no ha ido nadie a detenerlos?

. - han ido un par de grupos y han sido diezmados por ellos. De hecho, el primer grupo fue de nuestros soldados. Cuando los dejaron a cuadros, desertó la mayoría, para hacerlo el resto antes de hacer una segunda partida.

. - ¿qué tan buenos son esos bandidos?

. - no son los hombres a los que tenemos miedo, son a sus animales.

. - ¿animales?, ¿qué animales?

. - tienen domesticados a cuatro lobos enormes. Cuando quieren defenderse, sueltan sus cadenas y hacen estragos entro los nuestros. Así hay poca gente que desea hacerles frente.

. - entiendo. Son bandidos normales, pero con lobos por mascotas asesinas.

. - así es, mi amo.

. - entonces será mejor que nos encarguemos de los lobos antes de hacerlo con sus dueños, ¿no te parece?

. - si amo, pero ¿Cómo?

. - se me están ocurriendo un par de ideas, que pienso afinar un poco aún. Oye, sabes que se me está poniendo dura la polla.

. - ¿usted cree que fuera del castillo es conveniente dedicarnos a mamarnos la polla con esos por ahí?

. - yo había pensado en metértela por el culo y que tú me la metieras a mí.

. - le comprendo y me gustaría amo, pero hasta yo les tengo miedo a esos lobos. Son enormes.

. - no insistiré, pero creí que tenías más cojones que esos que desertaron.

. - los tengo, de echo soy el único que aún sigue a su mando, amo. Si pudiera ser una follada rapidita, se lo agradecería.

. - mejor no, me gusta follar y ser follado con tranquilidad, sin agobios.

. - le pido perdón, amo.

. - déjalo ya. Llévame a la vivienda menos protegida de mis tierras. Antes había un par en aquella dirección, en uno de los meandros del río.

. - casas hay varias, pero solo una habitada. No han querido ir al pueblo.

. - vayamos pues allí.

Viajamos un buen rato siguiendo el cauce del río hasta que divisamos varias casas. Casi nos ve el tío que hacía vigilancia en la puerta de una de ellas. Bajamos de los animales y ocultamos las monturas, luego nos acercamos reptando.

. - amo Salvador. Ese es uno de ellos. ¿Dónde estarán los lobos? -dijo mirando en todos lados-.

Unos gritos espeluznantes se oyeron. Venían de la casa y eran de mujer. El vigilante de la casa rio a carcajadas mientras echaba un vistazo dentro, luego regresó a su puesto.

. - acerquémonos más a la casa. Tenemos que cruzar el río más abajo y llegar por detrás si queremos tener una oportunidad de cargarnos a esos bastardos.

. - ¿vamos a atacarles los dos solos, amo?, no sabemos cuántos son y si tienen con ellos a los lobos.

. - ¿quieres esperar a que maten a la mujer que acaba de gritar?

. - no, pero…

. - ni peros, ni gaitas -me alejé de donde estaba oculto para retrasarme lo suficiente para poder bajar un poco más y cruzar el río por un sitio donde no nos viera el vigilante-.

Cuando estuvimos al otro lado del río, fuimos acercándonos a la casa por su parte trasera, hasta que llegamos y pusimos el oído.

Solo se oían los gritos de la mujer y las risas de un tío. Había otro sonido que no podía descifrar, pues era como un bufido acompasado.  No parecían más de dos tíos dentro y uno fuera. Tres contra dos no eran malas matemáticas.

Con señas le dije de rodear la casita, uno por cada lado. Saqué el sable y blandiéndolo, esperé a que Samuel sacara el suyo. Una vez listos, rodeamos la casita.

Cuando iba a saltarle al guardián de la puerta, Samuel se me adelantó desde el otro lado, clavándole el arma hasta la empuñadura. Solo tuvo tiempo de mirarme asombrado, sin saber quién le había matado por la espalda.

Con aquel tipo en fuera de juego, entré como una exhalación en la casita. Lo primero que vi fue un animal parecido a un perro gigante subidas sus patas delanteras a una mesa, junto a un tío que reía cantidad. Cuando me vio, se le heló la risa, pues yo iba con el sable por delante, clavándoselo en el pecho sin poder evitarlo.

Cuando le fui a sacar el sable al tipo muerto en el acto, la sangre se me helo a mí. Sobre la mesa había una tía en pelotas aterrada siendo follada por lo que ahora sabía que era un lobo enorme.

El animal intentaba salirse del coño de la mujer, pero no podía y forcejeaba. Entonces y antes de que lo consiguiera, metí el sable por debajo de su polla y con un corte rápido, lo dejé sin polla.

El animal gritó más que la mujer, saliendo despavorido mientras soltaba un reguero de sangre. En pocos minutos seguro que se desangraría el puto animal folla-chochos de mujeres.

La mujer estaba en babia con aquella enorme polla aun metido en su chumino. No sin asco, tiré de lo que quedaba de polla. Tuve que emplearme a fondo con ambas manos para sacársela. Una vez conseguido, lo lancé por la puerta afuera, casi dándole a Samuel en las narices.

. - Samuel, saca a este cabrón de aquí y échalo al agua, que se lo lleve la corriente, junto a su compinche. Yo me llevo a esta mujer al castillo.

Busqué una manta con que taparla. Cuando llegué ante la mujer, estaba blanca. Estaba muerta por desangramiento de vagina. El puto animal la había jodido bien jodida en sus entrañas. Samuel también se dio cuenta y le dio una patada al muerto de dentro antes de arrastrarlo por una pierna.

Con la manta la envolví y la saqué de la casa. Ya poco podía hacer, sino enterrarla.

Una vez en el exterior busqué un lugar adecuado y lo vi junto a una cruz. Allí debía de haber algún familiar muerto, así que era el mejor sitio para enterrar a otra persona más.

Mientras Samuel vigilaba, usé una pala e hice un agujero acorde. La metí y le eché la tierra. No la conocía, ni conocía palabras para estos casos. Así que hice una cruz con dos palos y regresamos al castillo sin muchas ganas de cháchara con Samuel, ni él tampoco conmigo.

Las noticias volaban entre el populacho aun antes de hacerlo en el mismo castillo, toda vez que el lobo terminó llegando al pueblo y desplomándose ante el terror de las gentes. Se había desangrado por el camino.

Samuel y yo llegamos al castillo y dimos cuenta a Mauricio y a quien quiso oírlo, de lo que habíamos hecho.

. - fue muy arriesgado, amo Salvador -dijo no sin razón Mauricio- aún no estamos preparados para hacerles frente, toda vez que solo se han presentado tres aldeanos a ser instruidos.

Antes de terminar la frase, uno de los centinelas dio aviso de que venían aldeanos al castillo.

Me acerqué a la puerta y sí, allí había un par de docenas largas de aldeanos.

. - venimos a ser instruidos, amo Salvador.

. - ¿cómo es eso?

. - hemos visto cómo ha vencido a la bestia.

Quien hablaba era un canijo que no levantaba un palmo del suelo.

(Parte 10 de 31)

FIN