El amante de los tiempos, en 5 relatos (1)

Un relato de relatos. Diferentes lugares, diferentes épocas, diferentes personajes, solo uno fijo, el autor, en 31 trozos.

EL AMANTE DE LOS TIEMPOS, EN 5 RELATOS

(1-31)

ESCRITA POR:  SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

PREFACIO:

Los siguientes serán cinco relatos cortos donde me transportaré a diferentes épocas, en diferentes lugares, de diferentes formas. Conoceré a personas de todo tipo y ralea. Estarán en el pasado, en el presente o en el futuro.

Un día seré un soldado luchando contra los japoneses, otro día un heredero de unas tierras con castillo en la época napoleónica, también seré un viajero de una nave espacial o simplemente alguien que ayuda a sacar oro de una mina. En el quinto relato seré un templario en lucha contra los sarracenos.

Me inventaré lo que haya que inventarse, como fechas, personalidades o lo que se me ocurra, donde la maldad por maldad y el sexo por el sexo, estarán a la orden del día. Sí, habrá sexo, mucho sexo y será de lo más explícito e implícito, así que, si eres un mojigato en cuestiones sexuales, deja estas lecturas, no te convienen en absoluto y búscate el libro de Cervantes de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Estás avisado.

Seré un buenazo y seré un cabrón, diré tacos y lo que me dé la real gana, vamos, como todo hijo de vecino. Me matarán y volveré a estar vivito y coleando en la siguiente historia. Solo tres cosas no cambiarán nunca. Uno, los relatos serán en primera persona. Dos, yo seré el fulano de la película, que para eso soy el que escribe y al que no le guste, que se joda o escriba los suyos propios. Y tercero, mi nombre de guerra será el mismo para todos los relatos, pues me llamaré siempre, Salvador Morales.

RELATO Nº 1

Título:

DEL INFIERNO, AL CIELO

Estamos a mediados de 1.945, soy un capitán del ejército en misión especial.

. - suerte, capitán Salvador.

. - gracias, comandante Umpierrez, la necesitaré.

El submarino emergió lo suficiente para salir la zodiac y yo. Iba todo de negro, incluida mi cara. Armado hasta los dientes y subido a la zodiac, esperé unos segundos. Entonces el submarino fue hundiéndose lentamente hasta que quedé flotando en el océano. A lo lejos, las luces de la isla japonesa Aguni-Jima, mi destino, era como un chiste. En plena guerra y aquellos no dejaban de seguir con sus vidas día a día.

La ciudad, Aguni, era como un faro en medio del océano. Sabía lo que tenía que hacer, pero no sabía si lo conseguiría, pues era el tercer hombre en solitario que enviaban a la misma misión. Debía de ser idiota, pues encima me había ofrecido voluntario.

No sé cómo, pero al poco aparecieron un par de Zeros japoneses. Cada uno soltó un torpedo que navegó a pocos metros de la superficie, directo hacia donde yo me encontraba. Fue visto y no visto. Ambos misiles pasaron a los lados de mi nave, continuando hacia el submarino, del que aún se veía la antena. Una explosión y luego otra, se sucedieron no muy lejos de mí.

Las siguientes explosiones me dijeron que habían dado en el blanco y el submarino se iría a pique más antes que después.

Aceleré con el motor fuera borda para ponerme fuera del alcance de las ondas que se producirían cuando todo reventara por los aires y se hundiera finalmente, el navío que me trajo.

Aquello era como las fiestas del pueblo. Infinidad de explosiones a cada cual más potente fue lo único que pude ver, pues poco a poco se fueron apagando los fuegos de las explosiones hasta que todo se quedó a oscuras de nuevo y en silencio.

Los dos Zeros regresaron por donde habían venido, pasando por encima mío. La tenía cruda, muy cruda sin el navío que me había traído, pero para eso había planes B para superar estas contingencias.

Aunque era hombre de recursos, sin el submarino para regresar, la cosa se ponía difícil, pero no imposible.

Continué con el motor hasta que estuve demasiado cerca para seguir encendido y produciendo ruido, entonces lo apagué y saqué los remos. Poco a poco me acerqué a la costa, donde pude comprobar que tenían mallas especiales contra la incursión de submarinos en la bahía de Aguni

Solo cuando pisé tierra, respiré hondo, aunque aún no las tenía todas conmigo, pues solo había empezado mi misión.

Metí la balsa en un cañaveral próximo y la oculté con ramas de diferentes plantas que estaban diseminadas por doquier. Luego puse los silenciadores, tanto al rifle, como a mi pistola de 9 mm.

Me puse el rifle a la espalda y con la pistola en la mano, me adentré tierra adentro. Mi objetivo era una edificación al lado de una prisión provisional.

El terreno estaba fangoso por el tiempo lluvioso que estaban teniendo desde días anteriores. Eso no me echaba para atrás, pero sí los malditos mosquitos de la ciénaga que estaba atravesando a nado para no ser visto.

Al fondo vislumbré la prisión con sus altas torretas de vigilancia. Aquello parecía abandonado, pero sabía que no, pues las fotos aéreas que me habían enseñado nos decían que tenían anti-aéreos camuflados en las cuatro esquinas del recinto penitenciario y no se ponían dichas armas si no se quería proteger algo.

La casa que buscaba era cuadrada con infinidad de antenas y allí estaba. Solo esperaba que la culpable de mi misión estuviera en el edificio o tendría que esperar pues no tenía ni idea de dónde vivía, solo que a una hora fija cada día, radiaba sus mensajes diarios a las tropas enemigas de su pueblo para que se rindieran y dejaran de atacar a sus camaradas.

La verdad es que no tenía ni idea de qué cara tenía aquella tía que tantas ganas le tenían en el almirantazgo para enviar a uno y otro a secuestrarla para acallar su voz. Política, eso debía de ser, pues si secuestraban a la tía, con poner a otra radiando los mensajes íbamos a estar igual, pero no, querían tener a la original bajo sus narices para restregárselo a los nipones. Sí, debía de ser eso, solo puta política de quien la tiene más grande.

No iba a ser yo quien les echara la bronca por la idiotez de esta misión, pero sí quien iba a cumplir la orden o moriría en el empeño, pues era militar y no sabía hacer otra cosa que cumplir con mi deber, más en tiempo de guerra, como el presente.

Me aposté en el exterior de la casa bien oculto en la oscuridad. Allí estuve durante tres cuartos de hora. Miré el reloj de nuevo y era la hora de la emisión radiofónica diaria de mi chica.

Metro a metro, me acerqué al edificio, cuando casi me doy de bruces con un centinela que estaba sentado fumándose un pitillo. Apenas era un mocoso, pero era un enemigo y tenía un rifle a la espalda. Aquello era la guerra y no podía ahora pensar si debía o no debía cargármelo. Sencillamente le lancé mi cuchillo y se lo enterré en el cuello al pobre diablo, el cual ni se enteró, pues murió sin exhalar el humo voluntariamente, salió por sí solo por su boca abierta mientras caía al suelo más muerto que mi abuela.

Le arranqué el cuchillo y lo limpié en sus ropajes, luego seguí reptando hasta la ventana y asomé las napias y eché un ojo. No veía una mierda, pese a estar abierta la ventana. No era la ventana adecuada, pero tampoco iba a entrar por la puerta y presentarme allí cómo iba, de mala leche.

Me metí por la susodicha ventana y cuando pisé el interior, me agaché y esperé oír algo de que me había delatado, pero no, allí solo se oía el sonido de un ventilador del techo que no estaba muy limpio precisamente.

Me acerqué a la puerta y pude oír unas voces en japonés unas veces y otra diferente en mi idioma. Ya estaba cerca, lo presentía.

Tragué saliva y decidido, avancé hacia las voces. Aun antes de ver a aquellos tres de dentro, supe que estaba en el sitio adecuado, en el momento adecuado.

. - queridos soldados, el pueblo japonés no es tu enemigo, entrega tus armas y serás libre como ya lo son muchos de tus compatriotas. Ahora disfrutan del sol de nuestras playas esperando que termine esta guerra sin sentido. Ahora os pondré un poco de música que sé que os gusta mucho, sobre todo al soldado Ramón, de la quinta división de zapadores, que se está tomándose su bebida favorita con una de nuestras mujeres más hermosas -había dicho la voz en mi idioma-.

Asomé la nariz y supe quién era la radiofónica voz. Era preciosa, pero una enemiga, al fin y al cabo. Junto a los mandos de los aparatos de radio había un segundo japonés, vestido de militar y el tercero en discordia, un guardia, que estaba sentado en una de las mesas fumándose un cigarrillo como si fuera Bogart en sus mejores tiempos.

Entré como una exhalación en la habitación y disparé al de las mezclas, que palmó con un tiro en la cabeza, cayendo encima de los mandos. Al centinela no le di tiempo de dar otra calada, pues su cabeza también salió volando.

La chica de mis ojos gritó, pero al poner un dedo en mis labios mientras le apuntaba a la cabeza, supo que debía callarse o morir allí mismo. Chica lista.

. - cállate o seguirás el mismo camino que tus amigos.

. - no me mates, por favor.

. - que te calles, joder. Date la vuelta y no vuelvas a abrir la boca o te la cierro de un culatazo.

La hembra asintió y se dio la vuelta. Saqué unas bridas especiales y le até las manos atrás. Luego saqué un rollo de cinta especial y después de meterle un pañuelo no muy limpio en la boca, se la tapé con la cinta. Después le di la vuelta y vi que estaba delante de una señora hembra, de mi edad para más inri. Me sacudí aquellos puteros pensamientos de mi cabeza y tiré de ella.

Como había llegado hasta la edificación, regresé de la misma manera. Salimos por la ventana y pasamos por delante del centinela muerto, cosa que aterró todavía más a la locutora. Luego llegamos a la ciénaga y los mosquitos volvieron a tocarme los huevos. Solo cuando llegué donde había dejado la balsa, creí que lo había conseguido, pero había un pequeño problema, me la estaban robando, así como suena.

No podía creérmelo. Allí había un pequeño ejército de enanos cabrones, más una pareja de mi edad, que se estaban llevando la zodiac hacia el agua.

. - alto ahí, ladrones -dije sin gritar mucho-.

Los ladrones se sobresaltaron y se quedaron paralizados, sin querer darse la vuelta y ver quien los había cogido in fraganti. Cuando lo hizo uno de ellos y me vio todo pintado y con ropa de camuflaje, rio.

. - chicos, es de los nuestros -dijo más alto que bajo, entonces todos me miraron, acercándoseme como si aquello fuera una reunión de venta de Tuperware, a cada cual hablando más alto que el otro de al lado-.

. - callarse, coño. ¿Estáis locos o qué? -solo hacía unos segundos que los conocía y ya estaba hasta el moño de sus voces- ¿qué diablos hacéis en la isla?

. - nos hemos escapado. ¿Quién es ésa? -dijo la hembra de altura normal que comandaba la expedición de enanos, una gordita de grandes tetas. Los enanos eran machos y hembras y de varias edades, pero todos ellos de más de 20 años, cada uno, seguro-.

. - no es de tu incumbencia, esa zodiac es mía y no puedo llevaros. Estoy en misión especial enviado por mi gobierno.

. - de eso nada, si nos vuelven a coger, nos fusilan como ya hicieron con otros que intentaron escapar y volvieron a atraparlos -dijo la gordita encargada-.

. - no os harán nada, solo sois… enanos -dije mirando a los bajos de estatura, los cuales algunos no parecían estar nada mal sus cuerpecitos. Alguno y alguna tenían bastante que ofrecer para su tamaño-.

. - nos vamos todos o no se va nadie -se emperró la tía gorda, echando pecho y mirándome a los ojos-.

. - la madre que os parió. De acuerdo, pero aquí se hará lo que yo mande y nadie más. ¿Está clara la cosa?

. - sí, clarísimo.

Las sirenas comenzaron a sonar en toda la zona. Muy pronto apareció a lo lejos una barcaza con las luces buscando algo.

. - todos atrás, volved a traer la zodiac, rápido -dije ayudando a tirar de la embarcación y llevándola donde la tenía oculta-.

Una vez todos ocultos, los chicos temblaban viendo como las luces iluminaban la playa buscándolos a ellos o a mí, aún no lo sabía. Posiblemente a los dos.

. - ¿dónde está tu barco? -dijo una de las chicas bajitas-.

. - no hay barco. Vine en un submarino.

. - mejor todavía. ¿Cuándo vendrá?

. - no vendrá. Lo hundieron un par de cazas nipones.

. - ¿entonces cómo vamos a escapar de aquí?

. - tengo un plan B. Ahora lo importante es que no nos cojan. No podemos meternos de momento en el agua hasta que se vayan las embarcaciones que nos buscan. Tenemos que ocultarnos, pronto llegarán a esta zona buscándonos, así que debemos meternos en la ciénaga que hay más atrás, así que todo el mundo a desnudarse y metan la ropa dentro de una de las mochilas que hay en la balsa. Nos ocultaremos en la ciénaga y respiraremos con una caña hasta que todo se tranquilice, luego nos metemos en el agua y una vez mar adentro, nos dirigiremos hacia donde tengo provisiones para varios días.

. - yo no me desnudo -dijo Rosa de Tokio después de quitarle el pañuelo puesto que quería decirme algo. Volví a metérselo y más cinta en la boca-.

. - o te desnudas o te mato aquí mismo, elige -le dije apuntándole con la 9 mm-.

Asintió y la cosa quedó ahí. Corté la brida y se desnudó. Yo hice lo propio. Una vez ambos en pelotas, la volví a atar, pero esta vez por delante, para que pudiera manejar el trozo de caña que le pondría para que respirara en la ciénaga. Los demás estaban indecisos.

. - ¿a qué coño esperáis?, vamos -dije metiendo la ropa en la mochila que llevaba en la espalda. La mía y la de la locutora-.

Al final se fueron desnudando todo el mundo, hasta no quedar nadie con prenda alguna. Se guardaron sus ropas entre las dos mochilas, la mía y la que estaba en la nave. Luego le di la segunda mochila al macho de mi altura y tapé bien la zodiac como la tenía antes y que, por cierto, no sirvió para nada, pues unos cabrones enanos la habían encontrado. En fin, una vez oculta, nos adentramos en la ciénaga y oculté las dos mochilas y el rifle en lugar seguro, para luego coger el cuchillo y cortar trozos de caña hasta completar para todo el mundo.

. - si intentas escapar, ya sabes lo que te pasará -le dije enseñándole el arma corta con silenciador-.

La metí en el fango y le puse la caña en la boca. Podía respirar perfectamente. Luego fui colocando a cada uno del mismo modo. Al tío alto le di otra orden.

. - usted se encargará de vigilarla. Si intenta escapar, tiene mi permiso para cargársela -y luego para todos- que nadie se ponga nervioso y no se mueva hasta que yo de la orden de levantarse, pues tendré que ir y comprobar que todo está despejado antes de meternos en el agua, así que tranquilidad-.

La última que se metió en el fango fue el gordo cuerpo de la mujer de altura normal. Tenía unos globos más que mamables y un chumino bien peludo. Cuando la recorrí, se puso roja como un tomate o eso supuse, no en balde había luna llena.

Comprobé que todo el mundo estuviera bien y me metí junto a la locutora y esperamos…

Los nipones pronto llegaron en oleadas a la playa y claro, descubrieron la zodiac. Nos buscaron por todos lados y poco a poco fueron buscándonos por lugares cada vez más alejados de allí. El problema era que habían dejado a un par de soldados vigilando la embarcación. Desde la posición en que estábamos, los pude oír vagamente. No entendía ni papa, pero sabía que no estaban lejos. Dejé pasar un buen rato más y cuando la cosa siguió igual, salí despacio de aquel cenagal lleno de mosquitos cabrones.

Con la pistola por delante avancé hacia donde había dejado la embarcación y allí estaban aquellos dos. Fumaban como si nada fuera con ellos. Miré a ambos lados de la playa y al mar. Nada, solo aquellos dos. Me coloqué en un lugar óptimo para disparar e hice dos disparos. Plop, plop. Cayeron muertos al suelo antes de saber que habían palmado.

Me acerqué a ellos y los arrastré a un lugar donde no pudieran verlos los chicos o se desalarían y podría gritar alguno.

Regresé a la ciénaga y fui sacándolos uno a uno hasta que todos se levantaron. Cogí una mochila y el rifle. La otra la cogió el de mi altura. Con la locutora del brazo, avanzamos hacia la embarcación.

Una vez echamos las mochilas y el rifle dentro de la zodiac, previo sacarle el cargador por si acaso, ordené meter el navío en el agua. En silencio la empujamos y poco a poco, empezó a flotar. No fue hasta que estuvimos a unos veinte metros, que no di orden de ir subiendo ordenadamente, dejando para el final a la locutora.

La mierda de la ciénaga se nos había quitado de encima y puesto que hacía calor, no había problemas de hipotermia.

. - quiero ponerme la ropa -dijo la gordita encargada-.

. - cuando nos sequemos bien, no antes. No temas estar desnuda ante los demás, todos lo estamos.

Cuando estábamos lo suficientemente lejos de la costa como para que el sonido del motor no nos delatara, lo puse en marcha.

Íbamos como sardinas en latas, de tanta gente que iba en el bote. Enfilé hacia mar adentro. Dos horas después, el amanecer nos acogió en su seno. Los cuerpos desnudos de todos fue una visión que me la puso dura y de ello se dieron cuenta los demás.

. - disculpad, chicos y chicas, pero esto se las trae, ¿verdad?

Miré a los chicos y más de uno y de dos, también lo estaban. Sonreí y se pusieron colorados. Las chicas tenían los muslos cerrados a cal y canto, mientras se tapaban los pechitos. La encargada no era diferente. Hasta la locutora. Yo, por mi parte, poco me importaba enseñar el pito, mi gran y grueso pito, dicho sea de paso.

. - podéis vestiros, ya estáis bien secos. Todos menos mi amiga -dije señalando a la locutora- desnuda la podré vigilar mejor, -para después sacar las ropas de las mochilas e ir entregándolas mientras las reconocían sus dueños.

. - no os mováis demasiado, no vayamos a joderla y volquemos la balsa.

. - por favor, ¿puede moderar su vocabulario? -dijo la gordita-.

. - señorita, no me venga con monsergas. Seguro que chicos y chicas bajitas ya no son unos santos a esta altura de la película. Ir diciendo los nombres, yo me llamo Salvador, capitán Salvador.

. - Roseta Villar -dijo la gordita y de altura normal-.

. - Jorge naranjo -el de mi altura-.

Los chicos y chicas fueron diciendo sus nombres uno tras otro, solo faltaba la locutora, a la que le di una patada en la espinilla y despertó de su letargo.

. - Rosa me llamo.

. - ¿qué has hecho para que el capitán Salvador venga a por ti? -dijo una de las más espabiladas y con más pechamen de las chicas bajitas, que, por cierto, se llamaba Maribel-.

. - no le respondas, no les interesa.

El sonido lejano de una embarcación comenzó a llegarme. Apagué el motor y di una orden.

. - que todo el mundo se agache. Se acerca una embarcación en dirección a Aguni-Jima.

Di ejemplo cogiendo del cuello a Rosa y la puse nariz con nariz en el fondo de la embarcación. El resto hizo lo propio. Rosa me miró a los ojos, que destilaban odio. Intentó levantarse para llamar la atención de la embarcación, pero el cañón de mi pistola apareció entre sus labios. Se estuvo quieta como una estatua.

El barco, un torpedero nipón pasó de largo sin detenerse a inspeccionar una balsa a la deriva, como parecía ser aquella.

Una vez se alejó, di orden de levantarse, luego le di un guantazo a la tal Rosa.

. - no lo intentes más o acabarás muy mal.

. - ¿por qué le pegas a la chica? -dijo Jorge, defensor de las damas en apuros-.

. - yo lo sé, -dijo uno de los chicos bajitos, un tal Severiano- intentó avisar a los del barco, pero no se atrevió al tener el cañón en su cara-.

. - aun así… -dijo Jorge-.

. - aun así, nos habría puesto en peligro y no le daré ese gusto, la próxima vez te echo por la borda. Ya me tienes harto.

. - ¿no tenía que llevarla con los nuestros, capitán? -dijo la gordita-.

. - sí, pero solo si era factible y como siga así, no lo será para ella-.

Rosa tragó saliva y no dijo nada, solo se acarició la mejilla donde había recibido el guantazo con el envés de mi mano derecha. Su espléndido cuerpo, me hacía desahogarme visualmente. La muy puta sabía que estaba buena y en un momento dado, se abrió de piernas y me ofreció una visión completa de su depilada vagina. Sencillamente, perfecta. Jorge, que estaba cerca de mí, tragó saliva y se tapó el rabo como pudo, pues el empalme se señalaba a través del pantalón. Gracias a la luna llena que podía ver dichas cosas y algunas más.

. - ¿qué te parece? -le dije a un pequeñajo, que solo tenía ojos para el felpudo de Rosa-.

. - es… es…

. - grandioso, ¿verdad?

. - sí, señor capitán. Grandioso -decía el pequeño, que se llamaba Marcos y no dejaba de mirarle el conejo a la locutora-.

. - tía, no seas una ramera y cierra las piernas, por favor, que hay niños delante -le dijo la gordita-.

. - vete a la mierda tú y el resto de presentes. Pronto darán con nosotros y estaré en primera fila cuando os fusilen a todos.

Roseta no pudo aguantarse y le dio una bofetada aún más fuerte que yo, haciendo que sangrara por su nariz.

. - maldita puta gorda, te sacaré los ojos desde que pueda.

Roseta volvió a darle otra vez. Esta vez doble torta.

. - dele más fuerte a esa puerca, Roseta -gritaba otra de las chicas, Sandra, una hembrita de muy buen aspecto y pelos en el chocho-.

Ella misma le soltó un par de guantazos que le hizo girar a un lado y a otro la cara a la locutora. Sangraba que era un surtidor, manchando sus pechos con su propia sangre.

. - mal nacidas, putas cabronas -gritaba la tal Rosa-.

Cuando otra de las chicas le iba a seguir dando, le paré la mano.

. - ya basta, chicas.

. - ya sé quién eres, cabrona. Esa que habla por la radio. Hace que se entreguen mintiendo a nuestros soldados para luego encerrarlos en prisiones como de la que hemos escapado. Esta es Rosa de Tokio.

El odio fue general. Desde luego se había lucido la tal Rosa de Tokio.

. - échele por la borda, capitán -decían varios de los enanos-.

. - no, tengo algo mejor para ella cuando lleguemos a la isla -dije colocándole una brida en sus muñecas y a la espalda.

. - me las pagaréis, os lo juro -dicho lo cual, fue a por la yugular de Jorge, que, si no está listo, lo caza. Tuve que darle un puñetazo en todas las narices para que durmiera un buen rato-.

. - vaya fiera. Quería morderme la muy jodida -dijo dándole una patada en la espinilla-.

. - dejarla. Ya no despertará en un buen rato. Jorge, encárgate de vigilarla día y noche y si tienes que darle un guantazo, tienes mi permiso.

. - con mucho gusto, capitán. Con lo buena que está la tía y es una fiera.

. - Jorge, por favor, esa lengua.

. - vale ya, Roseta. Que no estamos en un campamento de críos, esto es la realidad y esa mujer se merece la muerte, pero al mismo tiempo tengo unas ganas locas de…

. - no lo digas, por Dios -dijo Roseta, enrojeciendo hasta la raíz de sus cabellos.

. - cuando lleguemos, te la podrás tirar sin problema -dije sonriendo-.

Jorge no dijo nada, pero también sonrió.

. - yo también quiero tirarme a esa puta -dijo el mayor de todos los enanos, Javier Santos. Debía tener unos 30 años-.

. - sin problemas -dije-.

. - Jorge, ¿ves lo que has conseguido con tu actitud machista?

. - no seas hipócrita y deja que nos desahoguemos un poco los chicos y yo. Tú haz lo que te plazca -sentenció Jorge, para no abrir más la boca, solo tenía ojos para el chumino de la dormida Rosa de Tokio, el cual se le estaba cerrando por momentos, pero en un alarde de desvergüenza por su parte, según Roseta, le separó de nuevo las piernas y seguimos viendo lo mejor de Rosa de Tokio-.

Mientras continuamos camino, Maribel se descalzó y alargó su pie derecho y lo metió entre los muslos de Rosa y comenzó a introducirlo en la vagina de la dormida nipona. Roseta alargó su mano para quitarle la pierna de la enanita de allí, pero se lo impedí.

. - déjela leñe, que disfrute un poco-.

. - pero…

. - déjela -el tono hizo que Roseta se callara-.

Maribel, viendo que tenía el visto bueno, dejó de usar su pierna, se arrodilló ante la dormida y como quien no quiere la cosa, comenzó a comerle el chumino a la nipona. Su lengua se metía en todos los recovecos de aquella vagina de lujo-.

El grupo no sabía dónde meterse, ni poner la mirada. Roseta apartó la mirada y Jorge, lo contrario. Se sacó la polla y comenzó a pajearse en las narices de una Rosa dormida.

Al lado de Jorge estaba sentado Moisés, que no dejaba de mirar cómo su jefe de filas se pajeaba una y otra vez. No pudo resistirse y le apartó la mano y se puso a mamarlo allí mismo. Jorge, después de un primer sobresalto, suspiró y dejó que el bajito le hiciera el trabajo con su boca.

Al rato Jorge se corrió en la boca del enano, el cual casi se atraganta, pero consiguió digerir la corrida de su jefe, para luego seguir mamándosela hasta no sacarle ni una gota más de leche.

Maribel se salió de entre las piernas de Rosa y volvió a su asiento. Su cara, toda humedecida por las corridas que tuvo Rosa sin ella saberlo, fue chupeteada por sus propios labios. Allí nadie dijo nada de nada. Todo era silencio, hasta Roseta, antes tan parlanchina, no abrió la boca. Solo Jorge, que tampoco decía nada, pero que estaba devolviéndole el favor a su pajeador personal, haciéndole una mamada delante de todos. Cuando se corrió el chico, suspiró largamente, dejándole la polla como los chorros del oro. Luego el silencio continuó entre el grupo.

Visualicé la isla. Era la llamada Tori-Shima, al oeste de Aguni-Jima. Estaba abandonada por aquella época. Sus pocos habitantes habían sido obligados a ir a la isla mayor o morir allí mismo. Nadie se negó, claro.

Al llegar a la amarilla arena, sacamos y ocultamos la balsa. Luego buscamos el envío aéreo que me dijeron que habían dejado cerca de la playa por si tenía que usar el plan B.

. - buscad una caja de buenas dimensiones. Debe estar no muy lejos de aquí. Dispersaros y avisadme cuando deis con ella.

Mientras los chicos buscaban la caja, solté a Rosa, que se masajeó sus muñecas. Luego le di orden de seguirme. Nos adentramos un poco en el interior y llegamos a un poblado local. Pronto me llegó la noticia de donde estaba la puta caja.

. - capitán, encontré la caja. Cayó en una de las casas. En aquella de allí está -me señaló una de las chicas bajitas-.

. - gracias, querida -era Marga, de Margarita, una muñeca de cuerpo, pero fea de cojones. Una cosa compensaba la otra, me dije, acariciándole la cara, mientras íbamos juntos. Ella sonreía, como si hubiera ganado algún premio. Por el camino, me cogió la mano y la bajó hasta su pechito derecho. Sonreí y se lo apreté un poco y jugué hasta que llegamos a la susodicha casa. Efectivamente, en el techo estaba el paracaídas desparramado, se notaba que había hecho un boquete por donde entró la caja.

Rosa, vigilada por Jorge, entró tras de mí y la que la encontró, Marga.

Era una caja de un metro de lado de madera maciza. Busqué por allí y no encontré gran cosa para forzar la caja, que estaba llena de clavos por todos lados.

. - buscad un martillo o similar para sacar los clavos.

Marga salió corriendo de la habitación y se recorrió toda la casa. Al rato apareció con unas tenazas y un destornillador enorme.

. - gracias, preciosa -le dije mientras le daba un beso en la frente. Luego me dediqué a sacar la tapa-.

Me costó la de Dios, pero al final lo conseguí. Una vez sin la tapa, vi que aquello era una despensa de laterío. Si fuera yo solo, tendría para un par de meses al menos, pero con tanta gente que alimentar, si llegaba a los quince días, sería un milagro.

Rosa y los demás chicos se acercaron a la caja y metieron la mano todos ellos.

. - esas manos quietas, chicos. Roseta, eres la encargada de la despensa. Esto nos debe durar hasta que vengan a buscarnos.

. - ¿cuándo será eso, capitán?

. - no lo sé. Veo una radio, la sacaré y veré si puedo contactar con el mando. De momento, dale una ración doble a Marga, que fue quien la encontró.

. - gracias, Salvador.

. - Marga, se dice capitán Salvador -dijo Roseta-.

. - no seas aguafiestas, Roseta. Para Marga seré Salvador y para quien quiera también. No sois militares, así que me llamáis como queráis.

. - cómo quieras, Salvador -dijo ella resignada-.

. - comamos algo.

Roseta repartió algunas latas, que fueron compartidas entre varios, según tamaño de la lata y del comensal.

Jorge abrió una lata para comer junto con Rosa. En un momento dado, le arrebató la lata y con la tapa cortante, casi lo deja ciego, pues poco faltó.

. - ¿serás puta?, ¿encima de que te doy comida, me quieres dejar ciego?

Le arrebaté la lata de conservas y le puse una brida con las manos a la espalda.

Una vez atada, la tendí en el suelo.

. - adelante, Jorge. Sé que le tienes ganas, fóllatela, a ver si se le acaban las ganas de joder la marrana.

Jorge, furioso con la tía, se despojó de los pantalones y ante la vista de todo el mundo, se la endilgó vaginalmente a la locutora estúpida. Se la folló a conciencia, con violencia. Mientras ella pataleaba y perjuraba que lo mataría. Solo cuando terminó corriéndose dentro de ella, Jorge se salió.

. - para que aprendas, maldita zorra -dijo el follador-.

Solté a la desventurada mujer. Entonces acerqué la pinga chorreante de Jorge y sin decir palabra, me la tragué toda, mamándosela hasta dejarla sin gota sémica.

. - no está nada mal. Ya te la puedes guardar. El siguiente que quiera follarse a esta fiera.

. - Salvador, por favor… -dijo Roseta-.

. - lo prometido es deuda. El siguiente -volví a decir, mientras me colocaba detrás de la follada para que no se moviera-.

Javier fue el primer chico bajito, para luego continuar los demás. Todos, menos uno, Vicente, que era gordito como su hermana Leonor, se abstuvieron de acercarse a Rosa. Los demás se corrieron en la vagina de Rosa y seguidamente les mamé para chuparles la leche que aún les quedaba en sus pollas.

. - ¿alguna chica desea comer chichi? -pregunté-.

Maribel no se hizo de rogar y fue la primera de tantas que metieron sus narices en los bajos de una Rosa ya entregada y toda corrida, por lo que la solté mientras las chicas le comían todo lo comible. Pese a negarse a sí misma, tuvo varios orgasmos, no solo con los chicos, sino con las chicas también.

. - solo queda usted, Roseta. ¿No quiere intervenir en la lección a Rosa de que no todo vale?

. - con ella no, pero…

. - adelante, hable.

. - usted aún no se ha estrenado y había pensado si…

. - claro, preciosa, pero será delante del resto, no estaría bien hacerlo a solas.

. - sí, claro.

Me fui hacia ella y le levanté la cara. Le di un beso en la nariz. Luego desabotoné cada botón de su traje que cayó al suelo. Ella ya me tenía los pantalones por los tobillos.

Sus enormes mamas estaban aprisionadas en un sostén a prueba de bomba, pero cando se lo desenganché, cayeron por su propio peso, casi llegando hasta su ombligo. Cogí ambos pechos y los llevé a mi boca, que besé apasionadamente una y otra vez. Luego y con los dos totalmente desnudos, un corralito se formó alrededor nuestro. Únicamente no estaban Jorge y Rosa, que seguían donde estaban antes.

En un principio Roseta me cogió la polla y con una delicadeza que no sabía que tenía esta gordita, me la mamó con dulzura, para luego tragarse cuanta polla tenía y más.

Se tendió en el duro suelo y abriéndose de piernas, esperó mi llegada. Hacia allí fui y mientras comía pezón tras pezón, le clavé la polla hasta los huevos. Se dolió, pues la virginidad era parte de su sistema de vida, pero poco se quejó, pues no quería ser tildada de mojigata y claro, eso me puso a cien.

Le di polla y más polla. Sus tetas bailaban que era un gusto sobárselas mientras le daba. Un rato después, le di la vuelta con delicadeza, pero con firmeza también. No esperaba algo así de un primer encuentro sexual y menos delante de todos sus alumnos, pero no podía negarse, no podía. Cerró sus ojos y apretó los dientes. Sus nalgas enormes fueron levantadas y mi lengua metida entre sus glúteos en busca de su ojete que encontré entre tanta grasa corporal.

Mi polla, ávida de culo, se fue a enterrarse allí dentro. Sus gritos era música celestial para mis oídos.

Los chicos, pero sobre todo las chicas, tragaron saliva al ver cómo gritaba aquella gordita al ser sodomizada culeramente.

Con cada clavaba en aquel culo gordo, un nuevo grito de dolor. Así le estuve dando hasta que me harté, para finalmente darle la vuelta y ponerla a mamarme la polla hasta que exploté dentro de ella. Mi leche era tragada a duras penas, saliéndose algunos espermatozoides cabrones, pero su lengua fue rápida y volvió a meterse en su boca toda mi corrida láctea. Una vez dejada limpia mi polla, me dediqué a comerle el chichi y el ojete del culo para limpiarla bien yo también. Salimos sudando de lo lindo.

. - démonos un baño rápido antes de descansar un poco.

. - Salvador, más adentro hay una cascada estupenda -dijo Sandra-.

. - perfecto, vayamos hacia allí -dije cogiendo de una mano a Rosa y de otra el arma larga-.

Sí, era una cascada bien linda. Nos metimos en el agua y nos dimos una refrescante ducha. A Roseta tuve que pasarle la mano por su chichi para limpiarle el conejo, porque ella no hacía nada por limpiarse. Luego nos tendimos todos desnudos en la orilla y piedras aledañas como lagartos para secarnos.

Marga se me pegaba como una lapa. La atraje hacia mí y la puse con su cabeza en mi pecho, mientras jugaba con sus pechitos. Ello fue visualizado por todos, pero nadie osó decir nada. Aquello me envalentonó y bajé la mano hacia el chumino de la chica, metiéndole primero un dedo y luego dos allí dentro, consiguiendo que Marga se corriera de gusto.

Mis dedos se los llevaba a su boca para saborear su flujo vaginal. Así hasta que la propia chica se dio la vuelta y poniéndome su chochete en las narices, le di una comida de lengua que la dejé sudando de tantos orgasmos que le produje.

Ni pude, ni quise evitar que Marga me la cogiera y a medio gas, mamármela hasta hacerme correr de nuevo. Aquella Marga tenía futuro, sí señor.

Al final volvió a posar su cabeza en mi pecho y de nuevo mi mano jugó con sus pechitos, pero esta vez, nada más se hizo. Ahora todos sabían que Marga era algo mío y que no debía ser tocada a menos que yo diera permiso para ello.

De regreso a las casas de los nativos, nadie osó ir vestido. Una vez en la casa donde estaba la caja de la comida, saqué la emisora y también saqué una batería reluciente. Según la conecté, llamé a la base.

. - aquí Fénix con cisne negro llamando a papá ganso. Aquí fénix con cisne negro llamando a papá ganso.

. - papá ganso a Fénix, le escucho, corto

. - hola papá ganso, necesitamos rescate en zona plan B, somos múltiples, múltiples, múltiples y múltiples, corto.

. - recibido, Fénix. Rescate múltiple por cuatro. Rescate b.w.r.m. Confirmar.

. - recibido, rescate b.w.r.m. Corto y cierro.

Desconecté la emisora. Los chicos se me quedaron mirando para saber de qué coño habíamos hablado.

. - ¿cuándo nos vienen a rescatar, Salvador? -dijo Marga-.

. - Jorge, llévate a esa fuera de la casa, luego te informarán. No olvides que debe estar atada -le lancé el paquete de bridas-.

. - entiendo, capitán.

Jorge cogió de un brazo a Rosa y la llevó fuera para que no pudiera oír lo que se decía en la casa.

. - chicos -dijo mirándolos a la cara- de momento no hay rescate -el descontento fue manifiesto en todos- de momento no pueden mandar ninguna nave a buscarnos. Ya nos avisarán por la emisora cuando será y dónde. Necesito alguien que esté atento a la emisora.

. - yo, yo -dijeron varios-.

. - uno que entienda de verdad.

. - Marcos, tú eres el indicado -dijo Roseta-.

. - de acuerdo entonces. Marcos, toma nota de cuanto se diga por la emisora y no toques el micrófono, no podemos informar donde estamos, ni cuantos somos, ni nada que nos pueda perjudicar, pues seguro que los japoneses estarán oyendo al otro lado. Me avisas y listo. ¿De acuerdo?

. - sí señor. Tomar nota y avisarle.

. - eso es.

En la isla de Aguni-Jima, efectivamente, los nipones habían oído la conversación.

. - cabo, dígame donde están para mandar un batallón -le pidió el superior al cabo-.

. - señor, no están en la isla. Pueden estar en un barco o en otra isla.

. - quiero saber dónde, cabo.

. - señor, necesito más tiempo de escucha para triangular la señal.

El superior sacó su pistola y le pegó un tiro al cabo encargado de la radio. Los demás se espantaron.

El compañero del cabo temblaba.

. - acaba de ascender, soldado. La próxima vez que hablen por la emisora el enemigo, quiero saber dónde están, si no, le pasará lo mismo que al cabo.

. - sí, señor. A la orden, señor. Necesitaré la colaboración de otras dos antenas para triangular la señal, señor.

. - pida lo que necesite, lo tendrá, pero no me falle.

Después de salir el superior, el nuevo cabo notó que se había meado encima.

Jorge fue informado de la situación. Yo mismo lo relevé con Rosa de Tokio. La llevé junto a un árbol y allí me tendí junto a ella.

. - os cogerán, tenlo por seguro.

. - no sigas dándome problemas, ya sabes que lo pasarás mal.

. - ¿no me vas a follar también tú?

. - cuando me recupere, quizás, si -le dije cogiéndole un pecho. Se les endurecieron los pezones a ojos vista- eres preciosa y también una fiera.

Acerqué mi boca a dichos pezones y los disfruté, ambos los disfrutamos, luego me di la vuelta y puse mi cabeza sobre sus desnudos muslos.

. - ¿estás cómodo?

. - mucho, gracias. Si molesto, busco otra almohada.

. - por mí no lo hagas. Al menos podrías desatarme, las muñecas sí que me duelen.

. - no sé, Rosa. Seguro que me atacas a mí o a cualquier otro del grupo.

. - ¿y si te prometiera que no haría nada que pudiera disgustarte?

. - ¿lo cumplirías?, hasta ahora has sido como una patada en los huevos.

. - seré buena, pero no me violéis más. Aunque tú si puedes hacerlo -dijo medio sonriendo-.

. - Rosa, no me gusta pegar a nadie, y mucho menos a una dama, pero tú te has pasado cuatro pueblos. Solo te lo diré una última vez, si le haces daño a alguno del grupo o intentas acceder a la radio para avisar a tus amigos, no podré volver a ayudarte, simplemente te dejaremos aquí, si no te pego un tiro antes, dependiendo de lo que hayas hecho. Siento decírtelo así, pero estamos en guerra y por llegar con los míos, haré lo que esté en mis manos. De ti depende que nos llevemos bien o no.

. - lo que me has dicho es muy fuerte, pero comprendo que te debes a los tuyos y debes protegerlos. No te daré problemas, lo más, te daré placer -sonrió de nuevo- confía en mí. Pero haré un último intento. ¿Por qué no me dejas atrás después de irte? me fusilarán si me llevas contigo.

. - no puedo hacer eso. Que te fusilen o no, no depende de mí y tampoco es seguro. ¿Entonces hacemos trato?

. - hacemos trato.

. - okey, confiaré en ti.

Me puse de rodillas y quité las dos bridas que le había puesto Jorge. Ella me lo agradeció con una sonrisa. Luego di un par de silbidos y aparecieron los chicos.

. - ¿porque la sueltas, Salvador? -preguntó Roseta-.

. - ella y yo hemos hecho un trato. Se portará bien y no nos dará problemas.

. - ¿cómo puedes creerla? -insistió-.

. - si no cumple, le prometí un escarmiento definitivo.

. - definitivo, ¿qué significa eso?

. - díselo, Rosa.

Ella por toda respuesta, hizo la figura del ahorcado.

. - de todos modos, Jorge, seguirás vigilándola estrechamente. Solo una cosa. No más violaciones. Si ella lo desea, te la puedes follar, si no, no. ¿Está claro para todo el mundo?

Desparramé la vista sobre el grupo y ninguno movió una ceja, dando por sentado que todos estaban avisados.

. - dadle sus ropas y los demás, vistámonos también. Esta noche va a refrescar. Por cierto. Quiero saber una cosa. ¿qué coño hacíais todos en aquella prisión?, no es normal ver tantos enanos juntos en ningún sitio, por la sencilla razón, que tampoco hay tantos enanos en ninguna parte.

. - yo se lo explico, capitán -dijo Roseta- Jorge y yo somos los propietarios de un circo de enanos y estábamos de gira en Japón antes de empezar la guerra. Luego nos detuvieron a todos y nos enviaron a esa isla. Tuvimos mala suerte de estar en el sitio que no debíamos estar, cuanto empezó la guerra con los nipones, solo fue eso, mala suerte.

. - ahora lo entiendo. Ya es mala suerte. En fin. Bueno, haced lo que os he dicho. Marcos, acompáñame a la radio, por favor.

Marcos se vino conmigo a la casa y junto a la radio, le expliqué un asunto.

. - Marcos, como eres el encargado de la radio, solo te lo diré a ti y no lo repitas a nadie más, salvo que sea lo único que puedas hacer.

. - ¿de qué se trata, capitán?

. - fíjate en esta tapa de aquí de la radio --a levanté- en estos tres números de aquí -señalé tres números como los que tienen algunas maletas para que no se abran- con estos números, vamos a poner una clave, que solo tú y yo sabremos. Cuando la enciendas, cuídate de que nadie esté mirando y sepa la combinación. Sin estos números, la radio no funcionará para llamar, pero sí recibiremos. Dime un número de tres cifras que recuerdes siempre.

. - 837, es el de mi casa. Vivo en el 837 de la calle Picasso.

. - perfecto. Ese será el número entonces.

Programé el susodicho número y comprobé que funcionaba, desbaratándolo.

. - prueba a hablar.

. - aquí yo, aquí yo -Marcos miró la emisora y ningún reloj se movió- no funciona.

. - pon el número ahora y prueba.

Puso el 837 y los relojes se colocaron todos en cero decibelios.

. - ahora sí.

. - perfecto. Ten siempre baja la tapa de los números y cuando abandones la radio, deshaces el número hasta que lo necesites de nuevo. Eso es todo.

. - gracias por confiar en mí.

. - pareces un buen chico.

. - lo soy y quisiera agradecérselo.

. - no tienes por qué.

. - no solo lo de la radio, sino el haber podido al fin penetrar a una mujer y una muy guapa, por cierto.

. - ¿en qué habías pensado, Marcos?

. - no sé si le gustará, pero había pensado en hacerle una mamada.

. - no solo me gusta, sino que me gusta mucho. Adelante, es toda tuya.

El pequeñajo, nervioso como no podía ser menos, se me acercó a mi polla, que como siempre, estaba empalmada. La cogió con reverencia con ambas manos, para después ponerse a mamármela. Era algo gorda para su boca, pero lo hacía de puta madre.

. - capitán, quisiera pre… -era uno de los enanos, Felipe, un pecoso que siempre estaba con la mirada huidiza, como si hubiera roto algo caro y lo hubieran cogido in fraganti-.

Puse la palma de la mano hacia el tal Felipe, para que no siguiera hablando, mientras, Marcos se detuvo bruscamente de estar mamándome.

. - continúa Marcos, ahora no puedes parar.

Marcos tragó saliva y mirando a Felipe, continuó mamándome. El tal Felipe también había tragado saliva y no sabía dónde meterse.

. - sigue, Felipe. ¿Qué me querías decir?

. - Lisa, la de las tetas grandes, se cayó y se clavó una astilla ahí abajo.

. - no jodas, ¿en el chichi?

. - más o menos. No deja que nadie la mire, ni la señorita Roseta. Está sangrando, señor.

. - gracias, Felipe. Marcos, gracias por la mamada, pero Lisa me necesita.

. - no hay problema. Si desea que termine, aquí estaré -dijo mirándome a los ojos y luego a los de Felipe, para después apartarlos-.

. - ya lo creo, Marcos. Búscame esta noche y acabamos lo que hemos empezado.

. - gracias capitán.

. - vamos, Felipe.

Acompañé a Felipe hasta una de las casas abandonadas donde se había metido la tal Lisa, la de las tetas grandes.

Fuera estaban todos, menos Roseta.

. - chicos, aquí no se os ha perdido nada. Jorge, ordena que adecenten una de las casas, dormiremos todos juntos por seguridad.

. - de acuerdo, capitán.

Mientras Jorge iba dando órdenes, entré en la casa. Roseta estaba intentando convencer a Lisa de que se dejara curar, pero se cerraba en banda.

. - ¿cuál es el problema, Lisa?

Los tres aun estábamos desnudos y me agaché junto a Lisa y Roseta.

. - que se vaya ella -dijo Lisa mirando a Roseta-.

. - Roseta, por favor, dejanos un momento.

. - pero…

. - por favor…

. - vale, me voy.

Un botiquín estaba abierto a un lado y vi que aún estaba intacto.

Una vez Roseta salió de allí, me encaré con Lisa.

. - enséñame el problema, preciosa.

Lisa se abrió de piernas, un charco de sangre se estaba formando bajo ella.

. - hay que curarte ya, si sigues perdiendo sangre, vas a desmayarte. ¿Me comprendes, Lisa?

. - sí, solo quería que me atendiera usted.

. - Roseta hubiera sido más apropiada, Lisa.

. - prefiero que lo haga usted.

. - cómo quieras. Será mejor que salgas de esta esquina y te tiendas en la cama. Allí te podré atender mejor.

. - de acuerdo, Salvador.

. - buena chica -la ayudé a levantarse del suelo y la llevé a una habitación, donde el polvo campaba a sus anchas. Aparté un par de mantas de la cama y aquello pareció que ya era más higiénicamente adecuado-.

La tendí en la cama y le levanté las rodillas, separándole las piernas de paso. Así tenía una perfecta visión de su vulva sonrosada y de la astilla, que más parecía un clavo de 4 pulgadas. Lo tenía clavado aún.

(Parte 1 de 31)

FIN