El Amante de la Nueva Urbanización

Historia de cómo gracias a un cambio de casa se produce el despertar sexual de mi esposa.

EL AMANTE DE LA NUEVA URBANIZACIÓN

Historia de cómo gracias a un cambio de casa se produce el despertar sexual de mi esposa.

Mi nombre es Pedro, tengo 35 años y trabajo en una gran empresa con un buen sueldo. Mi mujer es Irene, de 30 años y es decoradora de interiores en paro (es lo que tiene la crisis); 1,70, morena de pelo corto, delgadita y bien de pechos y culo. Nosotros nos casamos hace unos 8 años y vivíamos en un pisito en una ciudad media. Con el tiempo y gracias a que los dos trabajábamos, conseguimos ahorrar dinero; e Irene comenzó a pensar en mudarnos a un chalet fuera de la ciudad. Ese siempre había sido su sueño.

Pero el inicio de la crisis trajo consigo que Irene se quedara sin trabajo y la idea se evaporó durante unos meses para volver con más fuerza al ascenderme en mi empresa y pasar a tener un muy buen sueldo. Con mi ascenso y el dinero que sacaba Irene de ir de vez en cuando a algunas antiguas clientas que la llamaban para redecorar sus casas (todos los meses iba a 1 ó 2 casas o pisos y lo que le daban era todo limpio), la idea de mudarnos volvió a su cabeza.

Tras un par de meses de búsqueda, encontró un chalet en una urbanización situada a unos 15 kilómetros de la ciudad. La urbanización estaba en un pueblo cercano que, con lo del boom inmobiliario, había aumentado enormemente su población con varias urbanizaciones. La que Irene quería era una que estaba algo apartada del pueblo, había que atravesar un pequeño puente sobre un riachuelo casi seco y cruzar una carretera. Me pareció algo apartada, pero era bonita. La urbanización vista desde arriba era un cuadrado con tres calles horizontales que lo atravesaban. Todos eran distintos, ya que el ayuntamiento había vendido las parcelas y cada uno se construyó lo que quiso. El que quería estaba en la última calle y casi de esquina.

Después de convencerme, comprarlo y de preparar el chalet, nos mudamos a principios del 2009. En la urbanización hay unos 50 chalet y en casi todos hay gente viviendo. Hay unos pocos que tienen piscina, pero son los menos y una zona con dos pistas de pádel, una de tenis, pista de futbol sala y una zona donde se hacen barbacoas, fiestas, cumpleaños y esas cosas. La mayoría de los vecinos son matrimonios sobre los 40, aunque hay de todo.

Al principio Irene no se encontraba demasiada cómoda. No conocía a nadie y yo trabajaba y llegaba por la tarde y los fines de semana íbamos a ver a sus padres o a los míos. Pero al mes y poco empezó a hablar con Yolanda. Yolanda tenía el chalet dos más a la derecha del nuestro y fue ella la que empezó a hablar con Irene y nos presentó a otros de la urbanización. Ella era de nuestra edad, 33 y su marido, Juan, 36. Así conocimos a otros vecinos como María y Luis, Bea y Aitor, Nuria y Marcos y otros más. Casi todos entre 30 y pocos y 40 y pocos.

A los dos meses se produjo nuestra presentación “oficial” cuando nos invitaron a una barbacoa un domingo al lado de las pistas de pádel. Según me dijeron Luís y otros más, no nos habían invitado antes porque no sabían si queríamos conocerles o si éramos de los que siempre estaban fuera y solo iban a dormir, ya que había unos cuantos chalet que a sus dueños los veían muy poco y eso que vivían allí todo el año. Al no trabajar, Irene estaba muy contenta de conocer gente nueva. Algunas como Yolanda o Bea no trabajaban, así que pronto empezaron a pasar mucho tiempo juntas.

El tiempo fue pasando y todo iba bien. En mi trabajo las cosas iban bien, Irene había encontrado nuevas clientas y nuevos amigos con los que se lo pasaba muy bien. Un día al volver del trabajo Irene no estaba, nada raro. Llegó a la media hora toda mojada, salvo la parte de arriba del biquini. Venía de la piscina de Marcos y Nuria.

Yo:Oye, ¿el biquini es impermeable?

Irene: -sonriendo- No, es que me lo he quitado.

Yo:¿Has hecho topless?

Irene:Sí. Ya sé que es difícil de creer, pero estábamos todas allí y Bea y Nuria se lo quitaron, las otras fueron detrás y me quedé yo sola. Empezaron con las bromas, que si era muy vergonzosa, que estaba muy buena y que me lo quitara, que todas estaban sin él y esas cosas. Así que al final me lo quité.

Yo:Vaya, ¿qué has hecho con la Irene que yo conocía?, ¿dónde la has dejado?

Irene:Déjate de tonterías. Hay que probar cosas nuevas de vez en cuando.

Se fue y se metió a la ducha. Yo me fui a ver la televisión. A los 3 días, cuando vuelvo del trabajo, llamó a puerta y no hay nadie. Cuando voy a coger las llaves veo que no las tengo. Pensé en saltar la valla y entrar, pero no quería que alguien me viera y tuviéramos un problema. Llamé a Irene y no me lo cogía. Fui a casa de Nuria a ver si estaba allí, ya que últimamente estaba mucho en su piscina. Al llegar me asomé por entre los arbustos y vi a Nuria, Irene, Yolanda y otras tres más, todas en topless. Menudo espectáculo, pero lo que me dejó de piedra fue ver a Juan, Marcos, Jaime y Luis. Ellos iban con el bañador puesto pero estaban con ellas, riendo y charlando. Me acerqué a la puerta y llamé. Nuria me abrió.

Nuria:¡Hola Pedro! ¿Llegas de trabajar?

Yo:Sí, es que me he olvidado las llaves y venía a ver si estaba Irene para que me las diera.

Nuria:Pues si está –mirando mi cara– pasa y no te quedes tan cortado, no creo que sea la primera vez que ves unas tetas.

Nuria me caló enseguida. Yo no me esperaba que me abriera así. Al pasar a la piscina me los encontré a todos. Irene se levantó y se dirigió hacía mi, tenía puesto la parte de abajo de un biquini verde muy bonito, unas gafas de sol y llevaba una cerveza en la mano.

Irene:¿Qué pasa?

Yo:Me he olvidado las llaves.

Irene:Bueno, toma las mías.

Se dirigió a una mesa en la que estaban las cosas y sacó las llaves de un pequeño bolso. Cuando me iba a ir, Juan, Nuria e Irene me dijeron que me pusiera un bañador y me viniera. Cuando llegue a casa me paré a pensar en lo desinhibida que veía a Irene últimamente y me fui a la piscina para ver lo que pasaba. No me hacía mucha gracia ver a mi esposa exhibirse delante de otros, pero también me ponía un poco el verla así y poder ver a las otras.

Cuando llegué ya era tarde, así que solo estuvimos una hora y algo porque ya empezaba a anochecer. Durante ese tiempo pude comprobar lo bien que se llevaban todos (yo tenía menos trato y menos relación debido a que solía venir por la tarde de mi trabajo, solo los veía alguna tarde y algún que otro fin de semana, mientras Irene los veía casi todos los días). En ese tiempo hablaron de las tetas de cada una, incluidas las de mi mujer, a la que no le importar escuchar como Juan decía lo deliciosas que tenía que ser y la suerte que tenía yo. En ese momento me cabreé un poco, pero vi que decían lo mismo de todas. También vi como Nuria y Aitor se toqueteaban mucho en la piscina o como Irene se subía a caballito en Jaime y peleaba con Yolanda que estaba con Marcos.

Cuando llegamos a casa y mientras Irene se duchaba me quede pensando en lo que había visto. Todos estaban muy contentos y se reían mucho, hacían juegos, se decían cosas y todos tan felices. Durante la cena se lo pregunté a Irene.

Yo:¿Siempre es así?

Irene:¿El qué?

Yo:Cuando vais a la piscina.

Irene:¿A qué te refieres?

Yo:A los juegos, las cosas que decía, tus tetas las de Nuria y esas cosas.

Irene: -sonriendo- Un poco sí, sobre todo después de tomarnos algo.

Yo:¿Y te parece bien?

Irene:Claro. Somos amigos y pasamos un rato divertido.

Yo:Me pareció veros a todos muy contentos, ya me entiendes, mucho roce y esas cosas.

Irene:Puede, pero no es nada.

Yo:Antes no decías esas cosas.

Irene:Puede ser, pero ya sabes lo que dicen: donde fueres haz lo que vieres.

La conversación siguió y pronto cambiamos de tema. Durante los días siguientes estuve más tiempo pensando en lo que había visto y en lo que Irene podría estar haciendo. Yo estaba casi todo el día trabajando y ella allí sola. Empecé a sospechar y a comerme mucho la cabeza con el tema.

Ese mismo fin de semana, Bea y Aitor organizaron una cena en su casa. Asistimos 5 parejas y la cena fue amena y distendida. Yo notaba ciertas miradas y algunos gestos que me parecieron algo sospechosos, incluidos de Irene. Pero lo fuerte llegó cuando, recogiendo los platos y sacando las copas, me dirigí al baño. Cuando doblé la esquina del pasillo vi a Jaime y a Yolanda liándose en medio del pasillo. ¡Pero cómo se atrevían!, con la mujer de uno y le marido del otro en el salón y ellos montándoselo en medio del pasillo. Me quedé mirando unos segundos y me volví al salón. A los pocos minutos llegaron los dos y se sentaron. No habían tenido tiempo de un polvo, pero sí de magrearse bien. Todo siguió en un ambiente muy animado hasta que a eso de las 2 nos marchamos. Al llegar a casa se lo conté a Irene.

Yo:¿Sabías que Jaime y Yolanda están liados?

Irene:No.

Yo:No pareces muy sorprendida.

Irene:Cada uno es libre de hacer lo que quiera.

Yo:Pero, ¿qué te parece?

Irene:Ellos sabrán. Y ahora déjame dormir que estoy cansada. Mañana lo hablamos si quieres.

Se acostó y se dejó dormir. A la mañana siguiente ni me acordaba del tema y no volvimos a retomar la conversación. Había venido Paula, la hermana de Irene y las dos se fueron a ver a Yolanda para preparar un almuerzo todos juntos. Estando solo en casa me acordé de un detalle, tanto Yolanda como Bea llevaban una cadena en el pie, y también me pareció ver alguna más, pero de eso no estaba seguro. Recordé lo que había dicho alguien del trabajo sobre que las mujeres que las llevaban estaban abiertas al sexo con otros hombres. Me metí en Internet para enterarme mejor del asunto.

Según iba buscando, mis sospechas se fueron haciendo realidad. En algunas páginas las llamaban hotwife y cuando las llevaban querían decir que estaban disponibles para liarse con otros que no fuera su marido. Había discrepancia sobre el significado de llevarla en un pie o en otro, pero un significado claro era ese. ¿Qué quería decir?, ¿qué estaban dispuesta todo?, ¿por eso lo juegos?, ¿por eso Yolanda y Jaime estaban en medio del pasillo tan tranquilos?, ¿sus parejas lo sabían? Entonces pensé en Irene, ¿acaso lo sabía?, ¿participaba? Con esto nuevo cada vez me comía más la cabeza. Estaba muy caliente y con la polla tiesa mientras me imaginaba cosas, pero necesitaba respuestas y no podría preguntárselo directamente a Irene y no tenía la suficiente confianza como para habar con ellos de estos temas.

Durante el lunes se me ocurrió la idea. Cámaras. Colocaría cámaras en casa y vería que es lo que pasa. Irene se pasa la mayor parte del día sola y hay podía pasar de todo. Ese mismo día por la tarde fui a comprar algunas cámaras. Compré dos, una para el salón, desde la que se veía quién entraba del chalet, y otra para el dormitorio; también compré varias tarjetas de memoria. Las coloqué aprovechando alguna salida de Irene. La del salón la colocaba por las mañanas antes de irme al trabajo y la del dormitorio la ponía al levantarme cuando Irene estaba dormida (esta no la ponía siempre porque había días en los Irene estaba de tal manera que miraba hacía mi y no quería levantar sospechas).

Durante los primeros días no vi nada extraño. Irene estaba por casa o salía. Venía alguien, hablaban, algunas cosas más fuertes que otra y poco más. Lo mejor, y con lo me pajeo muchas veces, fue un día en el que Irene se desnudo en la cama y cogió el consolador y se corrió de lo lindo. También noté como Irene andaba desnuda por casa, cosa que yo no sabía que hiciera. Con el paso de los días me di cuenta de que mis celos eran exagerados e incluso me sentía mal por estar espiándola. Era cierto que ahora estaba más sueltecita que antes, pero tampoco era tanto. Hasta que todo cambió una mañana.

Normalmente suelo ver las cintas en el piso que teníamos antes (no lo habíamos vendido y en esos momentos no lo conseguíamos alquilar). Irene sabía que yo iba bastante por allí, porque aprovechando que el piso estaba cerca de mi trabajo y que no había nadie, tenía cosas del trabajo y había tardes que cuando salía me iba allí para trabajar un rato. Esa tarde puse las cintas y empecé a mirarlas, no vi nada interesante, más que los paseos desnuda por la casa de Irene.

Todo era normal, Irene se levantó, hizo las cosas de la casas (limpió y fregó). Al terminar se duchó y cuando salió pues ya no se vistió. Todo normal hasta las 11:30. A esa hora llamaron al timbre. Irene se acercó a la puerta para abrir (suele tener una especie de albornoz al lado de la puerta y se lo pone para abrir). Entonces entraron Bea, Yolanda y María.

María:¡Mira la zorra como nos abre!

Yolanda:Lista para quitárselo y pasar a la acción.

Irene:Por lo menos no abro en bolas – mirando a Yolanda como alguna que yo sé.

Yolanda:Vale, vale. Déjanos pasar, ponnos algo de beber y quítate ese estúpido albornoz.

Bea:Tranquila que no vas a ser la única.

Mi mujer se quitó el albornoz y se quedó desnuda delante de las tres amigas. Estas comenzaron a quietarse la ropa y se quedaron también desnudas. ¡Joder, menudas zorras! Todas con su coñito depilados y con un cuerpazo de escándalo.  Irene trajo unas cervezas y se sentaron en el salón.

Bea:Un parajito me ha dicho que ayer alguien que está aquí ahora estuvo con cierto hombre follando. Con un hombre que no era su marido.

Yolanda:¡Como que era mi marido!

María:Sí. Según parece alguien fue a casa de Yolanda y como no estaba ella decidió conocer en mayor “profundidad” a Juan. ¿No habrás sido tú, Bea?

Bea:No. Yo ayer estaba haciendo otras cosas. ¿Y tú, Yolanda?

Yolanda:No. Yo estaba follando con Marcos.

Irene:¡Pero mira que eres zorra!

Yolanda:¿Y tú María?, ¿sabes algo?

María:No. Yo estaba fuera.

Bea:Entonces solo nos queda una – mirando a Irene y muy despacio - ¿Tú no sabrás nada, Irene?

Irene se quedó callada unos segundo y miró al techó con cara distraída. Luego las miró y empezó a sonreír.

Irene:Dejaos de tonterías – mirando a Yolanda – si te lo conté yo.

En esos momentos el corazón me dio un vuelco. Mi esposa, a la que yo creía una buena mujer y que empezaba a sentir mal por espiarla, se dedica a ir en bolas por mi casa y por casa de las amigas y a follarse a cualquiera. En esos momentos el calentón que tenía era increíble. Me quité los pantalones y toda la ropa, me quede desnudo delante del ordenador con la polla tiesa y, sin saber porque comencé a pajearme. Le volví a dar al play y el video siguió.

Yolanda:¡Ya lo sé, zorrita!

María:Veis cómo tenía razón. Os dije que esta era igual de zorra que nosotras y que solo era cuestión de tiempo.

Bea:La verdad es que has evolucionado rápido. En menos de 3 meses ha pasado de darle vergüenza hacer topless delante de nosotras a ir en bolas y follarse a otros tíos.

Yolanda:¡Y encima no ha puesto marido!

María:¡Para lo que sirve él picha corta de Pedro! ¿Alguna ha pensado en tirárselo?

Bea:¡No!

Yolanda:¡Ni de coña!

Irene:Tampoco os paséis.

María:Bueno. Dejémonos de rodeos. Hemos venido a darte una cosa.

Bea se levantó y se dirigió al mueble en el que estaban todas las cosas. Sacó algo envuelto en papel de regalo.

Bea:Toma zorra.

Irene:¿Qué es?

Yolanda:Ábrelo.

Irene le quitó el papel del envoltorio y dejo ver un estuche. Parecía el típico estuche de collar o algo así. Al abrirlo sacó algo que parecía un colgante (no se veía bien), lo cogió en la mano y se echo a reír.

Irene:Pero, ¿cómo se os ocurre?

Yolanda:Trae que te la pongo.

Irene se sentó y Yolanda cogió la especie de colgante. Pero en vez de ponérselo al cuello se arrodilló y se lo puso en el tobillo. ¡Las muy zorras le habían comprado a mi mujer uno de esas cadenas para el tobillo!

María:¡Bienvenida al grupo, zorra!

Bea, María y Yolanda:¡Zorra, zorra, zorra!

Irene:Muchas gracias.

Irene se acercó a Yolanda y se abrazaron. Después Irene buscó su boca y se dieron un beso con lengua impresionante. Tras Yolanda, mi esposa beso a María y a Bea igual y las tres comenzaron a dar salto. María sacó una cámara de fotos, la programó y la puso encima de una mesa. Las cuatro se pusieron juntas con la pierna con la tobillera en alto como enseñándola a la cámara. Las cuatro gritaron ¡zorras! y se hizo la foto. En ese momento no pude más, comencé a pajearme más fuerte y me corrí de una forma brutal.

Tras esto quité el video. Ya había visto suficiente, además de que me estaba dando un bajonazo tremendo después de la excitación y la paja que me había hecho. Guarde la cinta en un lugar seguro y limpié todo aquello. Recogí y me volví a casa. Cuando llegué era tarde e Irene estaba haciendo la cena. Al llegar me acerqué a ella y le di un beso. Miré a sus pies y vi que tenía la tobillera puesta. Mi querida esposa se había convertido en una zorra. Es esos momentos no sabía qué hacer. Hablar con ella y ver su respuesta, dejarla y marcharme. Me duche y me acosté pronto con la escusa de que me dolía la cabeza.

Al día siguiente en el trabajo no podía concentrarme pensando en que seguro que la puta de mi esposa estaría con alguien, pensamientos que me cabreaban pero que a la vez me ponía mucho. Cuando regresé en y estando cenado le pregunte por el “regalo” de sus amigas.

Yo:¿Y esa cadenita? Llevo un par de días viéndola, ¿es nueva?

Irene:Sí.

Yo:¿Cuánto te ha costado?

Irene:Nada. Es un regalo de Yolanda y las chicas.

Yo:¿Un regalo? Que yo sepa no es tu cumpleaños ni nada parecido.

Irene:Ya, es que dicen que soy muy buena y que me aprecian mucho. Es su forma de darme la bienvenida oficial al grupo.

Yo:¿Sabes lo que significa esa cadena en el tobillo?

Irene: -mirándome fijamente y muy seria- ¿Qué crees que significa?

Yo:Que eres una mujer que no le importaría acostarse con otras personas.

Irene:El significado de las cosas se la dan las personas. Para mí es un regalo de unas buenas amigas y ya está.

Yo:Pero ese significado existe y está ahí y mucha gente podría pensar así y creer que te gusta ese rollo.

Irene:Que cada uno piense lo que quiera. Yo sé muy bien lo que quiero.

Esa última frase la pronunció muy despacio, como queriendo dejar algo claro y para terminar la conversación. Yo decidí dejarlo porque notaba como Irene se estaba empezando a enfadar y se había dado cuenta de que, de manera sutil, la había llamado puta.

Ese fin de semana se había vuelto a organizar un almuerzo con los vecinos. El sábado por la mañana Irene estuvo preparando algo de comida, y a eso de la 1 fuimos con varias bandejas al pequeño. Allí había mucha gente, unos 40 más o menos. Saludamos a unos pocos y me quedé con Jaime, Juan y Luis que me habían llamado para que fuera con ellos. Mira que había gente y tuve que ponerme con el que sabía que se había tirado a Irene, aunque seguro que los otros también la habrían probado. El almuerzo fue un auténtico coñazo para mí, ya que me sentía algo incómodo. No así para Irene que se lo pasaba muy bien con las zorras de sus amigas, todas con la dichosa cadenita de las narices.

Terminamos sobre las cuatro de la tarde. Yo había bebido bastante tenía ganas de volver, pero a Yolanda se le ocurrió la idea de seguir la fiesta en su casa. Yo dije que no quería, pero Irene sí. Entonces pensé en lo que podría pasar allí y cambié de idea. Cuando llegamos sacaron unas copas y tocaba beber más. Yo estaba harto, pero los muy cabrones no me dejaban tranquilos y como todos bebían yo también.

Estaba sentado en una silla, con Bea a un lado y con Luis al otro. Había más silla y un par de sofás. En uno de los sofás estaban Yolanda a la izquierda, Irene en el centro y Jaime a la derecha. Se fueron formando diferentes conversaciones. Yo hablaba con Luis, Bea y otros que me preguntaban por mi trabajo y que no solía venir mucho. Yo trataba de contestar de la mejor manera, aunque estaba bastante perjudicado.

De vez en cuando miraba a Irene y veía como estaba tonteando con Jaime. Pero cuando les miraba, Bea me decía cualquier cosa o me giraba la cara para decirle cualquier tontería. Aún así pude ver como Jaime tenía una mano por la espalda de Irene y la otra sobre sus muslos (Irene llevaba una faldita vaquera corta y un top amarillo) y que le decía cosas al oído que, según parecía, a Irene le gustaba y le hacía gracia. Seguimos así y yo cada vez estaba peor y más borracho, incluso me sentaron en uno de los sofás. Yo estaba muy mal y ya nadie me hablaba, pero veía como la gente se levantaba, se movía y escuchaba algo.

En un momento miré a Irene y a Jaime y pude ver como el señalaba hacía mí y le decía algo a Irene, al lo que esta se rió. Entonces Jaime le giro la cara y le dio un beso en la boca. Pensé en levantarme y decirle algo, pero lo que me pasó fue que me calenté y se me empezó a levantar la polla. Nadie se escandalizo ni dijo nada y yo me hice el dormido y trataba de ver lo que podía.

Jaime cambió la mano de su muslo y le empezó a coger una teta. Ella pareció disfrutar y extendió su mano y le empezó a tocar la polla por encima de su pantalón. Entonces se pararon y Jaime le dijo algo al oído. Se levantó y se fue. Irene esperó unos segundos y me miró. Se levantó y se acercó a ver como estaba. Yo me hice el dormido y vi como se iba por el mismo sitio que Jaime. Estaba claro a qué iban.

Yo ya por el cansancio y todo lo que me había tomado me deje dormir y cuando me desperté ya apenas quedaba nadie y eran casi las 9. Entre Irene, Luis y Jaime me ayudaron a volver a casa y me tumbaron en la cama y me dormí.

El domingo por la mañana me levanté con una buena resaca. Irene estaba arreglando algunas cosas y al poco me dijo que iba a ver a María por algo de unas cortinas y mueble. Me quedé solo en casa y comencé a pensar en la noche anterior, pero no dio tiempo a pensar mucho, porque a los 10 minutos sonó el timbre. Abrí la puerta y apareció Yolanda.

Yo:Irene no está. Ha ido a casa de María para ver unas cortinas.

Yolanda:Ya lo sé. Me la he encontrado. Venía a verte a ti.

Yo:¿A mí? ¿En qué puedo ayudarte?

Yolanda:Quería hablar contigo. ¿Puedo pasar?

Yo:Bueno, pasa.

Yolanda se sentó en el sofá y yo en el de al lado.

Yo:¿De qué quieres hablar?

Yolanda:De lo que pasó ayer.

Yo:¿Qué pasó ayer?

Yolanda:Del polvo entre tu esposa y Jaime.

Me quedé helado y sin reaccionar. Ella me miró y se empezó a reír.

Yolanda:Tranquilo. No pasa nada. Solo es que ayer me pareció ver algo y vengo a confirmar mis sospechas.

Yo:¿Qué quieres decir?

Yolanda:Por tu cara, lo primero que me has confirmado es que sabías lo del polvo de Irene y Jaime, con lo que eso quiere decir que no estabas tan mal y tan borracho como aparentabas.

Yo:Estaba borracho.

Yolanda:¡Ya, claro! ¿Te crees que me chupo el dedo? Tú habías bebido bastante, pero no tanto. Sabías lo que pasaba y no hiciste nada. Es más, se te puso la polla dura de ver como tu mujer estaba con otro tío dándose el lote.

Yo:¡Y tú que sabrás!

Yolanda:Se lo que vi. ¿Es que me vas a negar que no te empalmaste viendo a Irene?

Yo:No, pero…

Yolanda:¡Lo sabía! Pero tranquilo, no pasa nada. No eres el único que se pone viendo a su mujer con otro.

Yo:¿Para esto has venido? ¿Para decirme que me gusta ver a Irene con otro? ¿O es que quieres algo?

Yolanda:No solo por eso. He venido porque quiero que hables con ella y se lo digas. Irene es una buena chica, pero siempre está con la tontería de que tú vienes, de que en mi casa no y esas cosas que solo ponen más difícil las cosas.

Yo:Espera. ¿Quieres que le de permiso para hacer lo que quiera?

Yolanda:Mira, deja ya de hacerte el hombre fuerte y duro. Tú no eres tonto y estoy seguro que sabes desde hace algún tiempo los juegos de tu mujer.

Yo:Los de mi mujer y los vuestros. Que sois vosotras las que la habéis metido en esto.

Yolanda:¡De eso nada! Nadie le ha puesto una pistola en la cabeza a Irene para que se metiera en nuestro juego. Ella lo ha hecho porque ha querido. Yo solo le he abierto las puertas y le enseñando que había otras posibilidades y ella ha decidido cogerlas. Punto. Y a lo que voy es que tú lo sabes desde hace tiempo y no has hecho nada. Podías haberla dejado, podías haberte divorciado, podías haber hablado con ella y preguntarle el porqué. Pero en vez de eso, no has hecho nada, y eso demuestra que te gusta que tu esposa sea una zorra, ¿me equivoco?

Me quedé callado sin decir nada mientras Yolanda me miraba fijamente. Tras unos segundos en lo que ella esperaba mi respuesta y viendo que no decía nada…

Yolanda:Veo que no me equivoco. Bien, pues va a hacer lo siguiente. Dentro de dos semanas es el cumpleaños de Irene y hay algo que puedes hacer. Hay un tío en el gimnasio que a ella le gusta. Es un negro que trabaja de monitor en el gimnasio y cada vez que vamos he notado las miraditas entre ambos. Pero todavía no ha pasado nada. Me parece que sería un buen regalo para ella si le invitas a venir y ver qué es lo que puede pasar.

A medida que Yolanda iba hablando se me iba poniendo cada vez más y más dura. Ella lo debió notar ya que me dijo que parecía que me gustaba la idea.

Yo:Yo no voy a ir a decirle nada a ese tío.

Yolanda:Me lo imaginaba. Pero por eso no te preocupes, yo se lo diré. Lo único que tienes que hacer es, precisamente, no hacer nada.

Yolanda siguió hablando sobre ciertas cosas que ya no prestaba atención hasta que decidió irse. Me quedé pensando y dubitativo con lo que me había dicho. Me fui al ordenador y puse de nuevo el video en el que las tres venían a ver a Irene y le daban la bienvenida al grupo (me había hecho una copia y la llevaba en un pen drive). Me imaginaba a Irene con ese negro que decía Yolanda y otra vez me corrí como el primer día que vi el video. Lo limpié y esperé a que volviera Irene para hacer la comida.

Los días fueron pasando y cada vez se acercaba más el día. Me costaba concentrarme el trabajo y no podía dejar de imaginarme la posible situación. Finalmente llegó el día. Su cumpleaños caía en jueves, así que se decidió pasar al sábado. Entre las inseparables zorras/amigas, lo organizaron y yo no me enteré de nada. Habían preparado comida y bebidas. Fue en mi casa y éramos 15 personas. La gente comenzó a llegar sobre las dos. Todos traían un regalo para Irene, alguno más picante que otro, y comían y bebían. Fue llegando la gente, pero no veía a nadie con la descripción de Yolanda. Pasados unos minutos y mientras estaba hablando con Irene. La cara de Irene cambió de expresión y paso a una de sorpresa. Me giré y vi al tipo. Era un tío alto y fuerte, se notaba que debía estar todo el día en el gimnasio. Irene todavía seguía sorprendida mientras él se acercaba con un paquete en la mano.

Irene:¡Pascal! ¿Qué haces tú por aquí?

Pascal:Pues he venido a tu cumpleaños.

En ese momento apareció Yolanda.

Yolanda:Perdona Irene que no te dijera nada. Pero pensé en invitarlo. Espero que no te moleste.

Irene:¡No! Claro que no. Bienvenido. Menuda sorpresa me has dado. Mira este es Pedro, mi marido.

Pascal:Encantado.

Yo:Igualmente.

Pascal:Bueno, toma tu regalo.

Irene:¿Qué es?

Pascal:Ábrelo.

Irene lo abrió lentamente. Era una videocámara de esas pequeñas. Parecía buena.

Irene:Muchas gracias. La verdad es me hacía falta una. La mía se me había estropeado.

Pascal:Ya lo sabía. Yolanda me lo dijo y pensé en comprarte una.

Irene la sacó y la encendió. Empezó a grabar a Pascal.

Irene:Di algo.

Pascal:Espero que hoy pases en gran día.

Pascal se fue a saludar a otros que estaban por allí. Conocía a la mayoría de los que estaban allí, porque muchos iban a ese gimnasio. Según me enteré, sus padres son de Costa de Marfil y el vino a España con un año, con lo que hablaba español perfectamente. Poco a poco la comida se fue terminando y comenzamos con las bebidas. A eso de las 8 de la tarde la gente se comenzó a marchar. Solo nos quedamos Irene y yo, Yolanda, María, Luis, Marcos, Nuria y Pascal. Nos pusimos en el salón a seguir bebiendo y hablando. Irene se puso en el sofá con Pascal a un lado y María al otro. Llevábamos así como una hora cuando Yolanda se levantó.

Yolanda:Voy a poner algo de música, tía, que me voy a dormir.

Encendió el equipo de música y puso un disco de un estilo que yo diría que es reggae (no entiendo mucho de estilos de música).

Yolanda:Pascal, ¿por qué no nos demuestras lo que sabes?

Pascal:Vale, pero necesito a alguien.

María:Pues coge a la del cumpleaños.

Irene:Venga, a ver que sabes hacer.

Comenzaron a bailar muy suave, pero al poco comenzaron a acercarse más hasta que ella se puso de espalda y tocaba con el pecho de él. Pascal por su parte aprovecho y le paso las manos por la cintura, mientras la acercaba aún más hacía él. Por la postura que estaban tomando, estaba seguro de que el culo de Irene estaba tocando el paquete de Pascal. Este se inclinó hacia delante y le dijo algo al oído a Irene, a lo que esta respondió con unas risas mientras él seguía agarrándola por la cintura y moviendo lentamente sus manos. Estaba claramente acariciándola. Pascal volvió a decirle algo al oído e Irene giro para verme. Al sentir sus ojos mirándome, no pude evitar apartar los ojos de ella y mirar a otro lado. Mire a Yolanda y la vi sonreír mientras le decía hacía gestos a María de marcharse.

La canción terminó e Irene dijo que se iba al baño un momento. Pascal se sentó otra vez y cogió la copa medio vacía que tenía. En ese momento Yolanda se levantó.

Yolanda:Bueno. Nosotros nos vamos que estamos cansados.

Todos empezaron a levantarse y a despedirse. Alguna como María fue al baño y se despidió de Irene. Entonces nos quedamos Pascal y yo solos en el salón.

Pascal:¿Puedo hacerte una pregunta?

Yo:Dime

Pascal:Yolanda me ha dicho ciertas cosas de ti y de Irene. Que te gusta verla con otros y que yo soy una especie de regalo. ¿Es verdad? Si no es así me voy y punto, yo no quiero problemas. De hecho tu mujer está tremenda y si no he intentado nada con ella era porque está casada.

Yo:Bueno… La verdad es… nunca la he visto con otro… Sé que ha estado con otro, pero nunca lo he visto… y…

Pascal:¡Ahh! Entiendo. Es la primera vez. La voy a tratar muy bien.

Irene volvió.

Irene:¿Ya se ha ido todo el mundo?

Pascal:Bueno, quedo yo. Qué te parece si volvemos a bailar.

Irene:Perfecto.

Pascal puso otra canción y los dos volvieron a bailar. Pero esta vez Irene se puso directamente de espaldas y le se empezó a rozar. Pascal le puso otra vez las manos en la cintura. Pero esta vez las caricias sobre la camiseta de Irene duraron poco y Pascal metió las manos y comenzó a acariciarla debajo de la camiseta. Entonces, ella echó la cabeza hacia atrás y le dio un beso a Pascal. ¡Joder! Ese beso me puso muy cachondo y provocó que se pusiera durísima. Cuando terminaron de besarse me miraron. Yo agaché levemente la cabeza y miré a otro lado. Volvieron a besarse, esta vez con más intensidad y más fuerza, mientras que Pascal bajo su mano izquierda y la metió en el coñito de Irene. Ella dio un leve gemido. Su otra mano subió y comenzó a masajearle su teta derecha. Así estuvieron un poco. De vez en cuando se decían cosas al oído a lo que ambos respondían con risas.

La canción terminó. Irene se separó y, llevándolo de la mano, lo sentó en el sofá. Ella se quedó de pie delante de él y puso una cara de zorra increíble. Se inclinó y besó a Pascal para ponerse otra vez de pie. Y mirando a Pascal…

Irene:Gracias.

Pascal:¿Por qué? Todavía no hemos nada. Ya me las darás luego.

Irene:No es a ti, tonto. - Girándose y mirándome – Es a tí.

Yo:Bueno… yo…

Irene:No digas nada. Sé que sabes lo que hago desde hace tiempo. He visto las cámaras y estoy segura que tienes la conversación de las chicas cuando entraron y me regalaron – señalándose el tobillo - esta cadena. Lo sabías y no dijiste nada. Eso me hizo pensar que te gustaba que me comportara así. Pero aún sabiéndolo y con la confirmación de los que paso con Jaime, tú seguías sin decir nada y yo no me atrevía a hablarlo contigo.

Irene se acercó a mí y se puso delante de mí.

Irene:Pero por fin todo sale a luz.

Se inclinó y me dio un beso muy dulce y cariñoso. Sentí su lengua entra en mi boca y un calor indescriptible.

Irene:Ahora quiero que disfrutes del espectáculo. Me voy a follar a Pascal y espero que te guste. Eres libre de desnudarte, de hacerte una paja, de mirar o, si lo prefieres, de irte. Solo te pido que no participes, esto es entre Pascal y yo.

Irene volvió a su lado y se sentó encima. Comenzaron a besarse y Pascal le empezó a dar besos por su cuerpo. Le levantó las manos y le quitó la camiseta, dejando ver un sujetador semitransparente blanco.

Pascal:Me gusta lo que veo.

Irene:Pues yo también quiero ver algo. Ponte de pie y quítatelo todo.

Pascal obedeció y se puso de pie mientras Irene se sentó en el sofá. Comenzó a quietarse la camiseta, para después seguir por los zapatos y los pantalones, hasta que quedo con unos bóxers.

Irene:Espera. Ven aquí que eso te lo quito yo.

Se acercó al sofá. Irene puso sus manos en su cintura y cogió el filo superior. Lentamente comenzó a bajarlo, mientras se mordía el labio inferior. Cuando empezó a asomar el tronco paró. Se acercó y le dio varios besos. Volvió a bajar lentamente, hasta que, de pronto, su polla salió dispara como si fuera un resorte. De ahí emergió una polla que pasaba de los 20 seguro, y que golpeo en la cara a Irene. Todavía no estaba a tope de tamaño, pero ya se veía que ahí había material.

Pascal:Creo que vas a tener que trabarla un poco.

Irene:Por eso no te preocupes.

Irene se levantó y él se sentó. Le quitó los bóxers y los arrojó detrás del sofá. Se arrodilló y acercó su boca a su enorme aparato. Lo agarró con las dos manos y comenzó a subir y bajar mientras le daba pequeños besitos en la punta. Pascal reclinó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos en clara señal de aprobación ante lo que mi esposa le estaba haciendo. Por mi parte, al ver eso, no puede evitar bajarme la cremallera de mis pantalones y comenzar a pajearme. Irene me miró y me sonrió. Poco a poco Irene fue metiéndose más y más en la boca mientras que el recorrido de sus manos en la polla de Pascal era menor. Primero quitó una mano, mientras que su boca cada vez se metía más cantidad de carne, para después quitar la otra y hacerlo solo con su boca. La polla de Pascal estaba ya dura ante el buen hacer de mi esposa. A mí, el roce de la cremallera me estaba molestando y me levanté. Entonces Irene paró, saco su boca y me miró, al igual que Pascal. Yo me paré un momento y me baje los pantalones y los calzoncillos para volver a sentarme otra vez.

Pascal:Bueno preciosa. Es cierto que sabes hacerlo muy bien. Pero yo también quiero ver algo y todavía no he visto nada. Levántate y enséñame lo que tienes.

Irene se levantó y dejó a Pascal sentado con la polla mirando al techo. Mirándolo fijamente comenzó a bajarse la falda que tenía para quedarse solo en ropa interior. Se giró y se quitó el sujetador, igual de despacio. Yo la veía de perfil y veía sus preciosos pechos, pero Pascal no. Cogió el sujetador y me lo tiró, cayendo encima de mi polla. Se giró y le dejo ver a su cuerpo. Entonces cogió las tiras del tanga para empezar a bajárselo, pero Pascal le dijo que no. Irene se aceró a Pascal.

Pascal:De eso me encargo yo.

Al igual que antes había hecho ella, ahora era él el encargado de quitárselo a Irene. Le cogió el tanga por las tiras y se lo bajó lentamente. Cuando iba a mitad se inclinó y metió su cara en el coño de mi esposa, a la cual se le escapó un pequeño suspiro. Irene separó a Pascal y se bajo lo bajo de golpe y me lo tiró. Al cogerlo pude comprobar que estaba muy mojado. Irene se quedo delante de él y puso una pierna en el sofá. De modo que su coñito quedaba perfectamente expuesto para su amante. Él se levantó y la tumbó en el sofá. Le abrió sus piernas y comenzó a comerle el coño. Al igual que Pascal, Irene también dejaba caer la cabeza y cerraba los ojos, junto con varios gemidos, en señal de aprobación ante lo que Pascal estaba haciendo. Al ver a mi esposa así, me levanté y me quité toda la ropa que tenía para volverme a sentar y poder machácamela a gusto. Tras unos minutos Irene comenzó a suspirar más y más fuerte. Se empezó a moverse más rápido. Yo comencé a pajearme más rápido. Y, de pronto, Irene comenzó a gemir más y más, y yo a pajearme más y más. Hasta que Irene dio varios gritos y yo no pude evitar correrme. Había tenido un orgasmo.

Irene:¡Buff! ¡Ha sido la leche! ¡Joder! ¡Qué lengua tienes!

Pascal:Te has corrido bien.

Irene:¡Ya te digo! Pensé que ibas a parar.

Pascal:¿Parar? Eso hubiera sido una putada para ti. Además, ya verás como consigo que te corras más veces. Oye, una pregunta, ¿podemos ir a tu cama? Estaremos más cómodos que en el sofá.

Irene:Sí, claro. Vamos al dormitorio. – mirándome - ¿vienes?

Yo:Sí, voy.

Irene y Pascal se levantaron del sofá y fueron caminando hasta el dormitorio agarrados y dándose besos. Yo les seguía detrás, con resto de semen de la corrida anterior. Irene se giró.

Irene:Vete a limpiar si quieres.

Yo asentí y me fui al cuarto de baño. Entré y me senté en el wáter. Me quedé pensando en lo que estaba pasando. Me limpié y me refresqué un poco la cara. Estuve como unos diez o quince minutos. Cuando salí me dirigí al dormitorio, conforme iba andando iba escuchando el sonido de las embestidas de Pascal y los gritos de Irene.

Irene:¡Eso es! ¡Dame más fuerte! ¡Sigue, sigue! ¡Ahh! ¡Ahh!

Cuando entré vi a Irene en el borde de la cama, a perrito, y a Pascal de pie dándole unas embestidas tremendas. Me senté en una silla. Al verme Pascal paro las embestidas.

Pascal:Dile lo que me has dicho.

Irene:¡Tiene una polla increíble! ¡Joder!

Pascal:¿Y qué más?

Irene:¡Que tú nunca me has follado igual! ¡Ni nadie! ¡Es el mejor polvo de mi vida! ¡Gracias por este regalo!

Pascal volvió a las embestidas mientras Irene no paraba de gemir como una auténtica perra en celo. Luego Pascal se paró, se tumbó en la cama.

Pascal:Te toca, cielo. A ver que sabes hacer.

Irene:¡Ahora veras! ¡A zorra no me gana nadie!

Irene se sentó encima y se metió todo la polla de Pascal. Mientras que iba entrando, ella iba dando gritos y gemidos. Cuando se la metió casi entera comenzó a cabalgarle sin parar. Irene no paraba y parecía disfrutar mucho. Pascal también comenzó a gritar.

Irene:¡¿Te vas a correr?! ¡Ehh! ¡Dime! ¡¿Te vas a correr!?

Pascal:¡Si sigues así, sí!

Irene:¡Pues córrete de una vez!

Pascal:¡¿Puedo correrme dentro?!

Irene:¡Claro que puedes!

Pascal:¡A ti no te pregunto!

Irene:¡Dije que esto es entre tú y yo! ¡Él no pinta nada! ¡Así que córrete de una vez!

Ante esa contestación, Pascal se agarró fuertemente a Irene y comenzó a descargar en el interior de mi esposa. Ella también se agarró fuertemente y no se separó hasta que empezó a notar que la polla de Pascal estaba bajando de tamaño. Cuando se separaron los dos se quedaron tumbados baca arriba en mi cama de matrimonio. Se miraron y se reían, además de darse besos. El coño de mi esposa estaba completamente abierto del tamaño del aparato de Pascal y salía semen de él.

Irene:¡Ha sido increíble!

Pascal:Eres un mujer impresionante Irene.

Irene:Gracias. Tú también eres una maquina.

Pascal:Si me das un momento, enseguida seguimos.

Irene:Eso ni lo dudaba. Tengo ganas de más marcha.

Pascal: - mirándome - ¿Qué te ha parecido? ¿Te ha gustado?

Yo:La verdad es que sí.

Irene:Te dije que le iba a gustar. Gracias por dejarme hacer esto.

Irene se acurrucó y comenzó a limpiarle la polla a Pascal.

Irene:Pedro, ¿puedo pedirte una cosa?

Yo:Dime.

Irene:Pascal va a pasar la noche aquí. Sigo caliente y tengo ganas de seguir follando. ¿Te importa quedarte en el sofá? Quiero un poco de intimidad con Pascal. No estoy acostumbrada a verte mientras estoy follando. ¿Me harías este favor?

Yo:Bueno.

IreneGracias, cariño.

Irene saltó de la cama y me dio un beso. Sentí la saliva y también un cierto regusto a… ¡semen! Habia estado limpiándole la polla a Pascal y ahora me daba un beso con el regusto a semen de su amante en la boca. Me dirigí al salón y me tumbé en el sofá donde antes habían estado ellos. Volvía a tener la polla dura. Cerré los ojos y volvía a recordar todos los momentos que acababan de ocurrir. Entonces los gritos de Irene y de Pascal me sacaron de mis pensamientos. Estaban otra vez dándose. Volví a aumentar el ritmo y corrí abundantemente. Esta vez cerré los ojos y me dejé dormir.

Dormí toda la noche del tirón. A eso de las 9 me desperté con los rayos de sol que daban directamente en mi cara. Era domingo. Me levanté medio zombi y me dirigí al cuarto de baño. Al pasar por el dormitorio no los vi en el dormitorio. Escuché el agua de la ducha y pensé que estarían duchándose. No quise molestarles y fui al cuarto de baño de arriba. Me duché y vestí. Cuando baje, ellos estaban en la cocina desayunando. Los dos seguían desnudo.

Irene:Hola, ¿cómo has dormido?

Yo:Bien, del tirón cuando me fui. ¿Y tú?

Irene:Nosotros apenas hemos dormido.

Pascal:Tu mujer es un volcán. No hay quien le baje la calentura.

Irene:Gracias. Pedro, esta mañana hemos estado hablando.

Pascal:¿Sobre qué?

Irene:Sobre lo de anoche. Nunca antes nadie me había follado como Pascal. He disfrutado muchísimo.

Yo:¿Y?

Irene:Quiero pedirte una cosa. Quiero repetirlo más veces. Y no una ni dos, sino muchas. Quiero que sea mi amante. ¿Qué dices?

Yo:No sé…

Pascal:Venga Pedro. Tenemos una gran complicidad y es una pena estropear eso.

Irene:Pedro. Te lo estoy pidiendo por favor. Sabes que voy a ese gimnasio y que seguiré viéndolo. Solo quiero que lo sepas.

Yo:Lo harás, te diga lo que te diga.

Irene:Sí, pero quiero que lo sepas.

Yo:Bueno. Si eso es lo que quieres.

Con el paso del tiempo Pascal se ha convertido en el amante habitual de mi esposa. Incluso se ha venido a vivir a nuestra casa, ya que, según Irene, Pascal no ganaba mucho en el gimnasio y tenía que pagar mucho de alquiler. Ahora, muchas noches duermo en el sofá porque mi dulce esposa está follando con su amante.