El alumno Antonio García - 10

Como matrimonio bien avenido, jugamos los tres, tenemos sexo juntos o separados, hasta que una noche de excesiva excitación, ocurre lo inesperado, y follamos los tres unos con otros, sin reparar en con quien.

Realmente todo iba muy bien, éramos un trío perfecto, sin reservas y sin egoísmos, aunque pocas veces hacíamos el amor entre los tres, lo normal era que tuviese sexo con uno, el que estaba esa noche en casa, o el que se levantaba más tarde por la mañana. Supongo que todavía hacía calor y el sexo en grupo era demasiado ardiente y acabábamos sudorosos y cansados.

Otras veces yo no estaba preparada, o no tenía ganas, las pocas, o simplemente queríamos descansar, o ellos decidían de común acuerdo darme un poco de respiro, aunque yo nunca me quejaba de sexo en demasía.

En uno de esos paréntesis, después de unos días de calma, habíamos dormido los tres juntos como casi siempre, pero Jorge se había levantado muy pronto, debía ser casi de noche aun. Yo sentí un poco el baño, las luces tenues, sus andares y luego la puerta de casa, para caer de nuevo en el mejor sueño de la madrugada, cuando estás medio dormida solo, y sabes que estás en la cama y nadie te molesta ni tienes prisa por levantarte.

No sentí apenas su mano sobre mi pierna, y luego muy cerca del vientre, acariciadora y leve, sin ánimo de despertarme, solo de sentirme cerca. La sabana se deslizó a un lado, y noté que se movía sigilosamente hasta los pies de la cama, sus manos poco a poco fueron tirando de mis bragas, única prenda con la que dormía en verano, para seguir deslizándose a tirones por los muslos, mas fácil por las piernas y después levantando un pie y a continuación el otro, desaparecer.

Sentía su aliento ascender por mis piernas hasta que su boca en mi vientre se dedico a tirar de los pelillos despacio, enroscándolo en la lengua, jugando con mi vello y buscando a continuación la abertura donde la lengua se introdujo, buscó y enseguida me di cuenta de que ya conocía mi interior perfectamente porque llegó al punto preciso y comenzó a lamer y sorber y casi sin despertarme sentí un orgasmo suave y largo, continuo, me iba enervando despacio, sintiendo placer como si todo fuera un sueño, para acabar con un gemido tenue de gata satisfecha y volver a entrar en el sopor anterior, pero más tranquila, más calmada.

Sé que no se ha corrido, estaba solo concentrado en mi, en que yo sintiera, pero su mano cubre mi sexo y permanece ahí quieta, sin moverse, esperando que mi espalda arqueada por las convulsiones recupere la posición  y me relaje.

Dejé de sentirle, tal vez unos segundos, más bien serían unos minutos, el tiempo suficiente para que mi mente quedase de nuevo en blanco y mis sueños regresasen donde fueron interrumpidos.

Pero no, él quiere más, eso solo ha sido un prologo, quiere pillarme relajada para volver a empezar y a su gusto, y vuelvo a sentir que se mueve por la cama, otra vez hacia abajo, besa mi sexo y nota que todavía sigue húmedo, restriega su cara contra él, desliza su boca por la piel suave de las ingles, para saborear mis jugos y oler; oigo como aspira, pero sigue por la tripa, su lengua se enrosca en el ombligo y sigue el curso del pecho, hasta que llega al pezón y lo muerde suave, lo besa, se restriega de nuevo contra él, pone su rostro entre los dos pechos y suspira y gime por la sensación que mi cuerpo le trasmite.

Ya está a punto, veo que quiere más, que ya está preparado, su cuerpo se va colocando sobre el mío, su boca abandona mis pechos para besar mis labios, el cuello, que ya está rígido, esperando mas, y respiro con fatiga, mi deseo es evidente y él no lo piensa mas, nuestras lenguas se unen, siento la punta del pene próximo, entre mis muslos y sube despacio, hasta mi sexo abierto y ardiente y de pronto empuja y entra todo de golpe, sin pausas, mi coño empapado lo recibe sin dolor, solo necesita que lo llenen y él lo cumple de sobra.

Mi suspiro de satisfacción se confunde con el suyo, no queda ya espacio dentro ni fuera, nuestros cuerpos están pegados, fundidos, y el beso se trasforma en una caricia suave de sus labios contra los míos, contra mi cuello, por debajo de la oreja, trasmitiendo cariño y pasión, delicadeza; y entonces, sin prisas empuja para intentar llegar lo más hondo posible y se retira despacio.

Y yo me arqueo un poco para que no se separe, pero enseguida regresa y más hondo, y empuja hasta que casi me duele, pero él sigue entrando y saliendo despacio, a un ritmo delicado, pausado, pero contundente. Abro las piernas todo lo que puedo y al final las subo para aferrarlo por la cintura y quedar más expuesta y más libre a sus movimientos.

Me gusta estar así, lo disfruto, estaría sintiendo esto toda la vida y gozando igual, pero él acelera un poco el ritmo, nos puede la excitación, es ya imparable, un relámpago atraviesa mi cuerpo, me derrito y él acelera mas al sentir mis vibraciones; abro la boca, necesito aire, mis ayes no paran, siento el orgasmo que me recorre todo el cuerpo y la mente vuelve a deshacerse ante ese estado físico sin igual, y él acelera  más aun para llegar conmigo, y grito y sollozo, y me vuelvo sensible de pronto, mi cuerpo se deshace, y quedo inerme bajo el suyo.

Le pido que no se mueva, cada ligero cambio de posición, me produce un latigazo en el sistema nervioso, es como si estuviera en carne viva. Cuando me estoy lavando en el baño, apenas me puedo rozar sin sentir dolor nervioso, algo superior a mis fuerzas, de modo que regreso al lecho, mientras él se levanta para entrar a su vez a ducharse y vuelve a mi lado sin tocarme, solo me toma la mano permanece quieto, sin decir nada, dándome tiempo  y acompañándome solo.

Escenas parecidas, tal vez más tranquilas, sucedían cuando era Jorge quien ocupaba mi cuerpo y me satisfacía al despertar, por lo que no podía quejarme en absoluto de mi vida sexual, la frecuencia era lo suficientemente buena como para que no me aburriera en absoluto.

Me había olvidado por completo del vecino, aunque alguna vez dejábamos la ventana abierta, pero exceptuando las primeras ocasiones en que lo hicimos a propósito, las sucesivas eran sin pensar y desde luego sin fijarnos si estaba o no, el juego de exhibirnos había acabado y no prestamos más atención a la casa de enfrente.

Un día coincidí con él en el supermercado, me sonrió, le correspondí y seguí a lo mío, y al salir y dirigirme hacia casa con el carrito, le vi un poco delante con dos bolsas y caminando despacio por el peso. Por supuesto le ofrecí ponerlas en mi carrito, yo apenas llevaba cosas y siempre es más fácil trasportar un peso si va apoyado en el suelo sobre dos ruedas.

Aprovechó al aceptar para iniciar una conversación, a la que yo apenas correspondí, aunque siempre fui cortes y educada, después de todo él se había limitado a mirar, nunca forzó ni hizo nada desagradable, la culpa era más bien nuestra, aparte de las veces que lo habíamos hecho a propósito.

  • sabe… me alegro de tenerles como vecinos, son siempre muy educados y nunca hacen ruidos ni molestan, no como los del otro lado de la casa.

  • sí, siempre hemos intentado respetar a los demás

  • de todas maneras, me va a perdonar que me inmiscuya en su vida, pero… mire… yo creo que debería casarse y dejar esa vida, parecen buenos chicos los dos, debería usted elegir a uno y sentar la cabeza. Es usted todavía muy joven y guapa además.

  • sí, tiene usted razón, tendré que pensarlo, sí.

Lo que pensé realmente es que aunque no me importase en absoluto la opinión de los demás, el vecino fisgón me acababa de dar un aviso sin querer. Mis dos hombres tenían buenos trabajos, estaban bien considerados en ellos, vivían bien, y todo podía estropearse por chismes y convencionalismos.

Decidí pues hacerle un poco de caso, en el sentido de que no me viese con los dos siempre que pudiera evitarlo; era fácil porque solían madrugar bastante y regresar a deshora, y sobre todo, no volver a dejar la ventana o la cortina del dormitorio abierta mientras estuviera uno de ellos en casa.

Me descuidaba a veces cuando estaba sola, y no me fijaba si estaba abierta o cerrada cuando entraba o salía del baño, o me acostaba o vestía por las mañanas, pero eso no era importante, y además daba la imagen de que vivía mas solitaria, a ellos apenas les veía ya, y en cambio a mi sola casi siempre, pero normalmente permanecía siempre cerrada por la noche.

Por lo demás seguíamos saliendo siempre que podíamos, a cenar, al cine o simplemente a pasear por Madrid, los tres juntos o con el que estuviera de los dos, pero también como precaución entrabamos a casa desde el garaje, y estuvimos mucho tiempo, gozando de tranquilidad y de nuestro amor.

Hasta aquel día en que volvió a ocurrir, ya fuera por el calor o que yo me descuidase en mis rutinas, o que volvíamos de cenar algo alegres, el caso es que nos fuimos a dormir los tres sin darnos cuenta de que la ventana había quedado abierta.

Veníamos todos un pelin chispas, y además ellos habían estado calentando el ambiente toda la noche, tocando por debajo de la mesa, Jorge me soltó un par de botones del vestido, Antonio vino metiendo mano todo el camino de regreso, Jorge al parar el coche en el garaje se abalanzó sobre mí y me dio un beso eterno y casi hasta la garganta, sobando por debajo del escote hasta que casi me rompe el resto de botones.

En fin, que fue llegar a casa y sin ducharnos ni nada nos fuimos a dormir, y mientras ellos iban al baño yo me desnudé y me tumbé en la cama, sobre la sabana con solo la luz de la mesita encendida.

Entraron uno por cada lado, reptando hacia mí, empezando desde la pierna, sus manos y su boca me acariciaron y besaron, subiendo poco a poco hasta que ambos juntaron sus caras al principio de mis muslos. Antonio se quedó ahí, dedicándose a explorar bien todos los rincones y Jorge siguió el camino ascendente hasta llegar al pecho y se aplicó meticulosamente a chupar y besar, cada curva o punta que encontró en su camino.

Dos bocas y cuatro manos sobre mi cuerpo ejercieron prontamente un efecto demoledor, me costó excitarme un poco al principio porque estaba algo cansada de la noche, pero enseguida intenté concentrarme en lo que me estaban haciendo para no defraudarles y ya lo creo que lo conseguí.

Yo ya estaba casi a punto, pero parece que esta vez tardaban algo más. Tenían más o menos repartidos los turnos, para que no fuera uno el que más lo hacía, por lo menos cuando estábamos todos juntos y esta vez debía de tocarle a Jorge, pero estaba solo morcillón, el alcohol y que era algo mayor que Antonio se notaba.

Le hizo una seña a éste, que se acercó a mi trasero y trató de introducírmela desde atrás, yo ya estaba de rodillas para ofrecer mejor blanco y que él hiciera todo el trabajo y Jorge intentaba ponerla en condiciones para no perder su turno, masajeándola casi de pie en la cama intentando no perder el equilibrio.

Antonio pudo meterla un poco, tampoco estaba él demasiado boyante y jugaba entrando y saliendo solo con la punta, agarrándose a mis caderas para que no se saliera y tener que volver a apuntar pero al ver que Jorge intentaba poner dura la polla casi a su lado, sin soltarme con las manos y frenando un poco sus movimientos, en un acto solidario y sorprendente para mi, acercó su rostro al vientre de Jorge y se la metió en la boca.

Me pareció una imagen súper erótica, uno follándome por atrás y al mismo tiempo comiéndose la polla de su compañero para excitarle, lamiendo y chupando, como un equipo perfectamente organizado, hasta que consiguió verla crecer, supongo porque a ambos les pareció lo que a mí, un trío bien avenido y generoso, en el que cada uno intentaba dar placer al otro sin reservas.

La cosa funcionaba, Jorge estaba ya con la polla bien tiesa sin necesidad de que nadie le ayudase, yo estaba caliente por los preparativos que Antonio llevaba a cabo jugando en la entrada de mi chochito, pero esperando con toda la curiosidad del mundo a ver en que acababa aquello, y entonces ocurrió la segunda sorpresa del día: Antonio se retiró a un lado, yo me tumbé boca arriba para esperar a ver quién iba a follar conmigo y Jorge se aproximó y al fin consiguió ir metiéndola sin mi ayuda, con la mano de Antonio abriendo mis labios para facilitarle el trabajo.

Bueno, al fin tenía algo dentro en condiciones y pude concentrarme en lo mío, y el movimiento de aquella polla empezó a calentarme; iba despacio, intentando sacarla lo más posible sin que se saliera, y entrando poco a poco hasta que llegaba al fondo, luego se detenía unos instantes a la entrada y con la mano la movía hacia arriba intentando encontrar y excitar mi sobresaliente botoncito y Antonio jugaba con mis pechos y me daba besitos en la cara y el cuello, besaba mi oreja y chupaba los pezones que se encogían y endurecían a su contacto.

Yo empecé a respirar fuerte, sabían cómo calentarme y darme gusto, y aunque ninguno de los tres estaba en perfectas condiciones, lo estábamos consiguiendo. La polla de Jorge no perdía tamaño, su grosor, al revés, aumentaba, Antonio no me dejaba por arriba y se oyeron los primeros suspiros lentos y roncos de que estaba casi a punto y anunciaban la proximidad de mi goce.

Jorge bajaba su cuerpo hacia mí, para aumentar más la penetración, y Antonio para facilitarlo, en uno de mis movimientos hacia arriba para pegarme a mas a él, me puso un almohadón debajo del culo, que quedó más levantado y expuesto, mientras el cuerpo de Jorge descendía hacia mí, en parte por el cansancio y en parte para sentirme mejor y entrar más a fondo.

Antonio se quedó sin su juguete, no había espacio ya entre nuestros dos cuerpos, que apenas se movían, muy juntitos y entrando y saliendo despacio sin aumentar el ritmo, siguiendo la frecuencia e intensidad de mis gemidos. Intenté agarrar la polla huérfana para que se corriera con nosotros, pero no acertaba, apenas veía.

Y entonces ocurrió la tercera de mis sorpresas de esa noche tan rara, y tan especial: Antonio estaba ya con la polla a reventar viendo y oyendo todo, él había entrado primero y se estaba quedando fuera de todo el jaleo, y supongo que eso y el alcohol, le incitaron a hacer la siguiente jugada inesperada: se acercó a Jorge por detrás y como éste estaba inclinado, casi acostado sobre mí, apenas le costó apuntar con una mano en ese culo expuesto ante él e ir introduciéndosela poco a poco, echando saliva hasta que la metió prácticamente toda.

Jorge pegó un respingo y aumento la velocidad sobre y dentro de mí, y según la sacaba de mi cuevita, la polla de Antonio se introducía más en su culo.

Para mí, ver desde mi posición a los dos hombres, uno detrás de otro, se podía decir que follando los tres, fue lo máximo que pude aguantar y empecé a gritar y gemir en un orgasmo tremendo, que continuó con el orgasmo de Jorge descargándose en mi interior y el de Antonio en el culo de mi marido.

Apenas sentía su peso, estaba derrengada, pero era una postura muy incómoda y los dos fueron cayendo a un lado, con las pollas aun dentro de su agujero correspondiente, reponiéndonos y procurando respirar pausado, hasta que se oyó un plof y vi como uno se retiraba un poco más lejos, y poco después la que yo tenía dentro también me abandonó, mucho mas chiquita que cuando entró y quedamos los tres tendidos boca arriba.

La tenue luz de la mesita apenas nos iluminaba, la semipenumbra me permitía verlos a mi lado, con los ojos cerrados y respirando aun con cierta fatiga, y luego la quietud, y el sueño los fue venciendo y percibí que estaban quedándose dormidos.

Pero también me permitió ver la ventana abierta de par en par, y una luz tenue en la casa de enfrente. Me parece que mi reputación con el vecino había caído de nuevo a su estado más bajo, pero que le iba a hacer, no podía elegir a uno para casarme y dejar al otro: ya estaba casada y no quería renunciar al otro.

FIN