El alumno Antonio García - 08

Iniciamos nuestra vida en común con una excursión a un hotel de playa unos días, ya como un matrimonio de tres, pero a la noche ocurre algo que no estaba previsto.

Estábamos  a mitad de las vacaciones cuando a  Antonio se le ocurrió que podíamos acabar el mes con una semana juntos en algún lugar de costa, por variar y pasar unos días en la playa, así que empezamos a mirar donde estaríamos bien, y que fuera un buen hotel, que tuviera de todo.

Encontramos uno en la costa de Málaga que nos gustó, tranquilo y lejos del bullicio, playa al ladito mismo del hotel, y acceso directo, reservamos, y en dos días nos fuimos para allá, por supuesto una habitación para los tres, con cama extra grande.

Me dio un poco de corte cuando hicimos el check in en recepción, al entregar los documentos, a saber qué pensarían al vernos los tres juntos, pero todo fue tan normal que se podía pensar que era habitual que se inscribieran tríos en ese hotel, aunque luego se me ocurrió que a los de recepción, que han visto de todo, les trae sin cuidado la relación que tengan los huéspedes.

Decidimos ir a la playa después de deshacer las maletas, era temprano aun para comer, nos pusimos de baño, una camiseta y a ver si la propaganda del hotel era cierta.

Hacia buenísimo a la orilla, nos tumbamos y me quedé en medio. Estuvimos poco tiempo, nos bañamos para refrescarnos y regresamos a comer al hotel.

Antonio se empeño en que cabíamos los tres y la ducha se convirtió en un juego de enjabonarnos unos a otros, frotarnos para quitarnos la arena y secarnos entre sí, seguido de una sesión para elegir entre los dos qué me tenía que poner para bajar al comedor, aunque en lo único que cedí fue en bajar sin sujetador y con una camiseta de tirantes muy insinuante, que dejaba a la vista la parte superior del pecho.

Para ellos fue un juego, me miraban cuando volvían con algún plato, rozaban aposta contra mí, o me tocaban el culo si alguno me acompañaba, y al final me gustaba verlos felices y unidos, aunque fuera a costa  de mi y de mi medio exhibición.

Nos tomamos un café después en la terraza, y ahí mi marido comentó que tenía que haber alguna playa nudista a continuación de la nuestra, porque se veía a la gente vestirse cuando se acercaban, y sugirió ir a la tarde a ver si era cierto, siempre que Antonio le pareciera bien, porque nosotros lo hacíamos con frecuencia.

Había un problema y es que yo no me había depilado para estar desnuda, no quería ir con todo el pelo sin arreglar, pero enseguida le encontraron solución, porque Antonio tenia cuchillas y jabón.

Fuimos a la habitación, me tuve que desnudar, ya para quedar iguales se desnudaron también, echaron a suertes y le tocó a mi marido efectuar la operación.

Antonio se acercó a mí con la polla enhiesta cuando vio que temblaba al sentir pasar la cuchilla por ahí abajo, y la agarré con la mano mientras Jorge hacia el trabajo. Al final casi ni me enteré, jugando con Antonio, su pene casi en mi cara, gordito y duro mientras mi marido me separaba las piernas y me dejó solamente una tirita vertical, como de adorno, por indicaciones del otro y luego me echó crema, frotó un poco y ya estaba lista.

Y así quedé entre ambos en la nueva playa que efectivamente estaba a continuación de la nuestra, sin nada que ocultar, los labios húmedos de la crema solar que se empeñaron en ponerme entre ambos para que no me quemara la parte tan expuesta y enseñando mi rajita bien visible a todo el que pasara por delante.

Se estaba tan a gusto si no hacías caso de los mirones, que yo creo que cuando hubieron pasado dos o tres veces nos dejaron tranquilos, o se fueron a ver a alguna otra nueva que apareciera por allí.

A veces sentía la mano de uno de ellos sobre mi vientre o el pecho, y yo correspondía buscando su pene que se alegraba cuando alguien le hacía mimos, pero quitando las veces que nos levantábamos a remojarnos, estábamos tan a gusto sintiendo el sol sobre la piel sin estorbos de ropa.

Fue a Antonio a quien se le ocurrió la idea de volver a la noche a bañarnos a la luz de la luna. A mí no me gustaba, pero hicieron causa común porque yo creo que buscaban algo más que un baño, algo que allí, de día y a la vista de todo el mundo no estaba bien que hiciéramos.

Zanjé la cuestión diciendo que ya veríamos a la noche, todavía quedaba mucho, pero al final ellos se cansaron de tanto sol y empezaron a molestar demasiado, se acercaban, tocaban sin parar, se pegaban a mí, se levantaban a pasear… y no me quedó más remedio que proponerles acercarnos al pueblo a tomar algo y dar unas vueltas por allí un poco.

Todavía siguieron molestando en la habitación, cuando después de ducharnos y en pelotas los tres empezaron a fiscalizar la ropa que querían que me pusiera para salir, rebuscando entre mis perchas lo que querían, revolviendo todo y diciendo al unísono que casi nada era lo suficiente atrevido para que me exhibiera un poco con los dos a cada lado por las calles o los bares del pueblo.

Bueno, al final, no quedó tan mal la decisión, una falda recta blanca, cortita pero no demasiado, que se pegaba al culito y moldeaba muy bien, y lógicamente con un tanga para que no se marcara y quedara mejor, que por supuesto eligieron ellos también.

Y luego una blusa en blanco crudo, de encaje preciosa, no era nada trasparente como me temía porque por supuesto no me dejaron ponerme sujetador, y al mirarme al espejo, aunque no me dejaron abrocharme hasta casi arriba como yo quería, no era escandalosa, y lo único es que era más bien fina y se marcaba demasiado el pezón, pero al soltarla un poco y desabrochar un par de botones, quedaba más holgada y resaltaba menos.

En fin, que como yo me estaba temiendo que querían que fuese casi desnuda por ahí, al verme reflejada me pareció bien y acepté ir así, con ella un poco abierta y sin sujetador y nos dispusimos a recorrer bares y a buscar un sitio para cenar, que desde luego no faltaban.

No contaba yo que al sentarme y moverme un poco, la blusa en cuestión subiera un poco, se abriera otro poco, y enseñara teta otro poco, y no me di cuenta hasta que según esperábamos al camarero con uno de los platos, les vi a los dos mirándome el pecho sin pestañear y con cara de alelados.

Siempre he sido un poco exhibicionista así que ni siquiera se me ocurrió taparme ni hacer como que me había dado cuenta, seguí tan tranquila, las miradas de la mitad de los hombres del local sobre mis pechos, una teta morenita y bien puesta enmarcada entre la blusa de encaje, como un regalo a punto de ser empaquetado, la mitad de las veces casi fuera de la tela, y la otra mitad dejando a la vista todo el pecho redondito y un pelín oculto el pezón siempre de punta.

Y regresamos andando, alejándonos del pueblo hacia el hotel, uno a cada lado, sus manos en mi cintura entrelazadas por detrás de mí, y tirando sin darse cuenta del borde de la blusa que ya no ocultaba nada prácticamente de los dos pechos, bailando sueltos a cada movimiento de caderas, o saltando cuando caminábamos un poco más aprisa.

Y así entramos en el hotel, pasamos por delante de recepción, poca gente y pocas miradas a dios gracias, y caminamos hasta la terraza a tomar algo, antes de irnos a dormir.

Fui al baño mientras ellos pedían. En el enorme y limpísimo espejo me vi con el pecho fuera, realmente estaba prácticamente desnuda por arriba, la blusa se había ido abriendo y alguno de los botones de abajo también estaba suelto. Cuando me los iba a abrochar pensé en seguir dándoles gusto, y lo dejé así, solo me acerqué los bordes lo mas que pude, a sabiendas que en cuanto me sentara se volvería a abrir.

Pero ellos ya tenían pensado su siguiente juego, en cuanto acabáramos la copa iríamos a la playa, ya estaba casi anochecido y nos bañaríamos en pelotas. Me resigné, pensaba que se les olvidaría con todo el juego de por la tarde y que estarían deseando acostarse para seguir allí, pero estaba claro que no, además me aseguraron que esa noche sería bastante oscura y que no nos alejaríamos más que unos metros de la orilla.

Nos fuimos a la habitación a cambiarnos de ropa, algo más cómoda y fácil de quitar y poner, de hecho ni me puse bragas, no se me fueran a perder en el agua y otra cosa menos que buscar en la oscuridad, y en realidad era por no salir y cruzar el hotel desnudos del todo, porque en cuanto saliéramos fuera, nos lo íbamos a quitar.

Y así fue por su parte, en cuanto cerramos la puerta del jardín a la playa, sin esperar a llegar a la orilla, se desnudaron, lo pusieron debajo del brazo y uno a cada lado para que no tropezase en la oscuridad fuimos andando hacia donde se oían las olas, buscaron una piedra para colocar la ropa y encontrarla luego más fácil y esperaron un poco a que yo me despojase del short y la camiseta y agarrados de la manos nos metimos en el agua.

Era fabuloso, el agua estaba calentita y calma, la arena fina y la poca profundidad te permitían meterte bastante adentro sin que te llegase siquiera a la cintura, y empezamos a jugar en el agua, entrando y saliendo. Al poco vimos que no éramos los únicos en haber tenido tan buena idea, aparecieron un par de parejas jóvenes, y dos o tres hombres, todos por nuestra zona, aunque sin mezclarnos entre nosotros.

Me encontré sola de repente, si que veía a dos o tres sombras más, pero no se podía distinguir quién era, y no quería andar llamándoles. Estaba todo muy silencioso, solo los chapoteos, algunas risas y las olas lentas llegando a la orilla.

Me tumbé cerca del agua, sintiendo como en el ir y venir el agua me llegaba a las rodillas y bajaba, estiré los brazos y me relajé gozando de la tranquilad y el frescor del ambiente.

Al fin apareció alguien, por su figura mas esbelta tenía que ser Antonio, se acostó a mi lado y me dio un beso en el pecho, colocando su mano entre mis piernas, buscando algo entre los muslos hasta que encontró mi conchita recién rasurada, suave y con su tirita de vello vertical, como apuntando o dirigiendo al objetivo.

Ohhh, como me gustaba sentir su mano moviéndose por el abultado vientre, curioseando entre mis muslos, buscando por donde entrar, acariciando suave de arriba abajo, hasta que por puro reflejo mi sexo se iba humedeciendo y abriendo, pidiéndole que siguiera, que entrase mas, que le estaba esperando.

Y la mano obediente entraba un poco, buscaba, se empapaba de mis jugos y del agua salada que salía de mi interior, y mis piernas se abrían y separaban para que no tuviera obstáculos y un dedo acertaba y yo sentía el primer atisbo de calambre y me quedaba quieta esperando que siguiera por ahí, no queriendo distraerle.

Y la mano seguía imparable, luego un dedo se centró en el ya abultado clítoris, y lo rodeaba curioso, otro dedo entraba más adentro y luego otro y yo empecé a gemir, sujetando la mano contra mi vientre, para que no se moviera tan rápido, para que fuera más suave y la mano obedeció y se dedicó a excitar con delicadeza mi botoncito ya duro y saliente, centro de todo mi cuerpo en ese instante.

Sus labios besaban mis pechos mientras el suave masaje continuaba en mi interior, y yo me movía inquieta y gemía y me agarraba a él intentando apretarle contra mí, casi pidiéndole que no siguiera, pero ya deseando mas, deseando sentirle dentro.

  • ya, métela ya, no puedo esperar mas.

El cuerpo se separó un poco y la mano desertó y una ráfaga de aire fresco recorrió el espacio recién abandonado, pero que fue incapaz de atenuar el ardor que sentía dentro.

El cuerpo se fue aproximando, la polla sujeta por la mano que antes estaba dentro de mí, intentaba guiarla hasta la entrada que la oscuridad no permitía ver con claridad y al tacto no acertaba, intentando entrar por cualquier sitio en su urgencia por obedecerme y culminar el acto.

Solté mis manos de la arena que apretaba con fuerza y las dirigí hacia su pene ardiente hasta que conseguí que la punta del capullo quedase justo  a la entrada, solo quedaba empujar un poco, yo estaba lubricada y lista y lo necesitaba ya.

Empujaba un poquito, lo suficiente para no salirse, pero retrocedía despacio, como no atreviéndose a entrar definitivamente, con timidez, mientras yo ardía al sentirlo tan cerca y no quería volver a pedírselo, no quería rogar, solo quería que él lo desease igual que yo y que al fin calmase mi ardor.

Mis manos se posaron en su espalda y las fui bajando, su cuerpo suave y sin vello me rebelo que no era Antonio, sino mi marido, que estaba haciéndose de rogar, o tal vez intentando que durase mas, que durase toda la noche, que no fuera un simple desahogo, sino un acto de amor completo.

Llegué hasta sus cadera, le sujeté por el culo con ambas manos y le fui atrayendo contra mi, apretando, obligándole a penetrarme al fin, a que entrase toda, hasta el final. Y ahí, un leve respiro y se fue animando sin que ya tuviese que intervenir mas, entrando y saliendo en un movimiento pausado, acelerando según aumentaba el sonido de sus jadeos y el corazón bombeaba más sangre y el pene se ponía más duro, mas rígido y me llegaba hasta lo más profundo de mi ser.

A partir de ahí nos movimos al unísono, como siempre, él aguantaba para correrse hasta que vio que estaba a punto, aceleró, le aferré con fuerza y me sobrevino un orgasmo intenso y fuerte, mientras sentía como se descargaba en mi interior entre empujones más fuertes, acercándose a mi en cada envite, hasta que su pecho se pegó al mío, el fresco de su piel contra mis pezones me ofreció otro instante de placer y mi sensibilidad nerviosa estaba al límite de su aguante.

No se tumbó sobre mí, aguantó un poco a pulso, los brazos flexionados para no cargarme con su peso, y el pene empezó a menguar, dejó de llenarme y fue resbalando despacito hasta que hizo, chop, y se salió de golpe. Permanecí en el mismo sitio, tumbada, cuando se levantó dirigiéndose al agua más profunda para lavarse.

Justo cuando entraba en el agua e iba desapareciendo de mi vista apareció Antonio, que debió de haber visto todo, porque sin decir nada se tumbó a mi lado mientras me decía palabras cariñosas, besaba mi frente y me tocaba con cuidado, suponiendo que mi cuerpo estaría aun bastante sensible.

Luego se recostó a mi lado tomándome de la mano, mientras veíamos un poco más allá la sombra de Jorge chapoteando y echándose agua para lavarse y después volverse a mirarme y alejarse de nosotros.

Y justo en ese momento una voz conocida, desde unos metros a la derecha que nos llamaba y que habló un poco más quedo cuando llegó a nuestro lado.

  • no os encontraba, pensé que os habíais vuelto al hotel sin mí.

Y se tumbó al otro lado, los tres, uno pegado al otro, dándonos la mano y disfrutando del frescor del agua y de la noche.

Nadie decía una palabra. Yo pensaba a toda velocidad y la conclusión era siempre la misma: Antonio apareció a mi lado cuando el que yo suponía mi marido estaba en el agua lavándose, Jorge acababa de llegar sorprendiéndose porque no nos encontraba, y ese tercero con el que había tenido una gratificante sesión de sexo, y que desde luego no era quien yo pensaba que me estaba follando.

O sea, que alguien me vio desnuda allí tendida, se acercó a acariciarme un poco y yo, pensando que era mi marido le empujé casi a hacerme el amor, porque había sido yo al fin quien acercó su pene a mi sexo, y quien le atrajo contra mí cuando estaba indeciso si seguir o no.

Miré hacia donde estaba Antonio, su rostro estaba ligeramente iluminado, no se le veía muy claro, pero sus rasgos eran indudables. Y me di cuenta de que estaba pensando lo mismo que yo: quién era ese tercero?

Se llevó un dedo a los labios, en un gesto claro de silencio, y muy cerquita de mi cara me susurró:

  • Que corte, tú también pensabas que era…?

Asentí con la cabeza. Déjalo, me aconsejó, ya no tiene remedio y ese chico dormirá feliz esta noche, mejor no digas nada, aquí no ha pasado nada.

No, si ya lo sabía yo, eso era por ir por la noche a hacer tonterías, cuando no se veía nada, y que necesidad teníamos de bañarnos de noche y además a oscuras del todo, ni un poco de luna había. Estaba claro que era una tontería y hasta peligrosa.

Pero el caso es que había estado… bueno, había gozado de una manera increíble, para que negarlo, fue un polvo maravilloso y aun me temblaban las piernas, pero mejor le haría caso y no lo mencionaría a nadie, era muy difícil de expresar y además dar explicaciones a alguien que ignoraba lo sucedido podía ser peor.

De mi vagina salía poco a poco un líquido espeso que ahora me dio asco, así que me fui corriendo al agua y me lavé bien por dentro, metiendo los dedos, y el agua fría donde antes había estado ese hombre.

Ellos seguían tumbados donde les dejé, vi por casualidad la piedra donde habíamos dejado la ropa, busqué mi short entre todas las prendas apelotonadas y me lo coloqué para intentar ocultar el cuerpo del delito, y nunca mejor dicho.

Se levantaron cuando vieron que me vestía aunque no me coloqué la camiseta, agradecía el frescor del aire en mi pecho aun inquieto y ardiente, y como era ya costumbre, agarrados de la mano, yo en medio, nos dirigimos hacia las luces cercanas que para mi eran la seguridad y el descanso.

No les dejé que me tocasen esa noche en la cama, yo ya había tenido mi buena ración, que se las apañasen como pudieran, y si no, que no inventasen cosas raras como ir a bañarse desnudos a un sitio desconocido. Y lo ocurrido…, pues como decía mi madre: eso te pasa por andar descalza.