El alumno Antonio García - 06

Tengo que solucionar una extraña circunstancia de celos entre ambos, celoso el uno del otro por mí. Se recupera la normalidad y Antonio vuelve, casi empujado por mi marido, para tener sexo conmigo a solas.

Me desperté por la mañana un rato después, ya muy avanzada la hora, sintiendo la mano de mi marido en mi cadera, moverse despacio por la curva, y un silencio total en la casa. El otro lado de la cama estaba vacío, y creo que le pregunté aún medio dormida, donde estaba Antonio. Se ha ido, le oí contestar.

No entendía, no razonaba todavía muy bien, así que le pregunté de nuevo cuando estábamos desayunando.

  • pues regresó del baño un poco después de que lo hiciera yo, estuvo unos segundos viendo como follábamos, y recogió sus cosas y se fue. Luego oí su coche partir. Pero no dijo nada.

  • y no le preguntaste si volvería?

  • bueno… repasa un poco, no estaba yo en esos momentos muy preocupado por lo que hiciera o dejara de hacer tu amigo Antonio. Estaba en otras cosas mejores.

No me pareció un tono muy correcto, lo había dicho con algo de intención, seguro, llevábamos viviendo juntos muchos años y esos giros en su entonación no me cogían desprevenida. Claro, que también era cierto que si alguien se retira cuando estás haciendo el amor con tu mujer, no es algo que te preocupe demasiado, o por lo menos yo no conozco ningún caso.

  • si estabas en otras cosas mejores, y anoche lo estuvo él. Cuál es el problema ahora?

Se colocó más cerca y me besó la cara mimosamente.

  • no, ninguno, perdona; supongo que es que la noche ha sido un tanto extraña, han sucedido muchas cosas.

  • bueno, esto es lo que tú querías, no? que me acostase con otro.

  • sí, lo sé. Pero ahora lo estoy asimilando todavía.

La verdad es que yo también tendría que pensar un poco en todo lo sucedido, esa noche me había acostado con los dos, habíamos hecho el amor, y supongo que yo lo deseaba también, pero nunca lo hubiera hecho si no hubiera sido por su… insistencia.

  • bien, entonces me tendrás que aclarar si quieres que sigamos con esto, o recuperamos nuestra vida normal.

  • sí, cuando yo también lo tenga claro tendremos que hablarlo, pero prefiero que los dos lo pensemos bien antes de seguir. Sea lo que sea, debemos estar conformes los dos y decidir si es bueno o malo en nuestra relación, que al fin es lo más importante: tú y yo.

Sí, no volvimos a hablarlo ese día ni apareció Antonio ni dio señales de vida. Nosotros seguimos haciendo nuestra rutina cuando él estaba allí, nos bañamos, vimos la tele, fue cariñoso todo el día, pero apenas hablamos de nada importante, los dos deseábamos dejar un tiempo y saber muy bien como queríamos continuar esta relación, si a dos o a tres, si todos juntos o como amigos sin mas, y la verdad es que yo no lo tenía muy claro y desde luego, él tampoco.

Se fue el domingo por la noche, y yo seguí el lunes con mis baños en la piscina, tomando el sol y leyendo, como siempre, pero el libro apenas avanzaba y mi cabeza daba mil vueltas. Se había ido y no me había aclarado nada de sus pensamientos ni de que debería hacer.

Antonio regresó el jueves por la mañana, con comida preparada y la consabida botella de champan. Su comportamiento fue del todo normal y correcto, me dio un beso al llegar, casto en la mejilla, y nos fuimos a la piscina a tomar el sol y bañarnos.

Y esa noche durmió en casa, en su cuarto. Y al día siguiente nos vimos a la hora del desayuno, y allí, ya, decidí explorar un poco la situación respecto a él. Nos fuimos a la piscina, y para provocar un poco y ver su reacción, me quité el sujetador antes de tumbarme.

  • creo que estáis un poco raros los dos… que pasa?

  • no, no pasa nada.

  • ahhh, perdona, creí que algo había cambiado. A ver si voy a ser ya la culpable de todo, y he de pagar los platos rotos.

  • no, por supuesto que no eres culpable de nada, yo no he dicho eso.

  • creo que voy a tener que castigarte de cara a la pared, y que escribas cien veces: nunca diré mentiras.

Largo silencio. Embarazoso silencio. Al fin, sin mirarme a los ojos me dijo algo de lo que yo presentía: estaba celoso. No lo dijo con estas palabras, pero me dio a entender que le molestó verme follando con mi marido. Bueno, casi me caigo de la risa. O sea, que era él el ofendido, me había pillado follando con otro. Pero en cambio estaba bien que mi marido le aceptara en nuestra cama, que casi le hizo de celestina para que se acostase conmigo, y que no solo no hubiese interferido en nuestra extraña relación, antes bien, que consintiera en introducirlo en nuestra intimidad matrimonial.

Pues y el otro? Marcando su territorio la otra mañana, a sabiendas de que Antonio lo vería todo en poco segundos, como queriendo decir… es mía, anoche solo te la presté. Iba a tener que ponerme seria.

  • Mira, yo no he interferido en tu vida en 20 años. Me he acordado muchas veces de ti, pero cuando nos conocimos y durante ese corto tiempo que fui tu maestra, tal vez hice algo inapropiado, y mas siendo tu más joven, pero era una forma de incentivaros a todos, y luego, tal vez me gustó el juego contigo, parecía que a ti también te gustaba y motivaba, pero después de que te fueras, volví a mis clases, me casé, al igual que tu, y aquello pasó a ser una aventurilla inocente. Y yo no te debo nada, pero creo que tu a mí, sí.

Se levantó de su hamaca acercándose a mí, su mano en mi espalda y acercó su cara a la mía.

  • creo que he vuelto a la infancia, cuando no quería que nadie más te mirase en clase más que yo. No he sabido afrontar esta relación como un adulto, me gustaría empezar de nuevo. Si tú quieres

Abrí los labios invitándole a sellar el pacto, me besó con cariño, no con pasión, como un enamorado, y pensé que por esta parte estaba solucionado el tema por el momento.

  • me gustaría que me explicases también cuál es tu idea de todo esto, para no volver a confundirme.

A partir de ahí, fue todo normal, nos bañamos juntos, se dedicó a jugar conmigo en la piscina, intentó quitarme el bikini, y nos lo pasamos muy bien. Pero el problema sería cuando volviésemos a estar juntos los tres, por lo que le pedí que después de comer se fuera casa para dejarme a solas con Jorge y regresase el sábado por la tarde, y ahí ya veríamos como había ido todo.

Cuando vino mi marido, todo parecía normal. Me preguntó que tal la semana y solo al final se interesó por si tenía noticias de Antonio.

  • Si, vino ayer, y se fue esta mañana

  • y…?

  • y qué?

  • lo hicisteis anoche?

  • de verdad te interesa?

  • si, por supuesto.

  • bien, pues dime tu primero  si quieres seguir con el “juego”, o te has arrepentido.

  • yo te quiero

  • sí y yo a ti también, pero me dejaste bien claro, incluso me insististe, que querías verme follar con él. Eres tú quien debe decidir, seguir o dejarlo todo como antes.

  • te gusta Antonio?

  • Si, y me gustas tú, y además tú eres mi marido.

Total, que sí, que no: que sí quería pero que le dio un ataque de celos tremendo al oírme la otra noche gemir y gozar debajo de él. Que disfrutaba, se excitaba sabiéndome en manos de otro hombre, pero que el otro día cuando lo presenció, era algo muy raro y difícil de explicar.

Desnudos al borde de la piscina me di cuenta de que tenía el miembro al borde del colapso, grande y rojo, y lo agarré con la mano, me gustaba jugar con él cuando lo veía así, y luego acabábamos con un sexo glorioso siempre.

Y esta vez no fue menos. Ardía, y en mi interior se convirtió en hierro candente que me abrasaba y arremetía sin piedad, lo sentía como nunca, y no bajaba de volumen, dentro y fuera, dentro y fuera, se corrió casi enseguida y seguía aun duro, lo suficiente para llevarme a mí al orgasmo también.

Nos quedamos mirándonos a la cara, con su mano acariciando mi vientre, y aun sudorosos y cansados del juego del amor. Y yo estaba segura de que ese estado de fogosidad tan fuerte había sido de pensar en la otra noche, de oírme de nuevo gemir y gozar, de saber que otro me estaba poseyendo y de imaginarme de nuevo  en esa situación.

  • te gustaría que estuviera ahora Antonio aquí? Que me follara ahora, después de ti?

  • si

  • y no te daría celos otra vez.

  • me temo que sí, pero deseo verte follar con otro, siempre que tu lo desees también.

  • cuando viene le recibes así, desnuda?

  • no, si sé que viene me pongo el bikini, y si le oigo llegar, también.

  • te gusta que te vea desnuda?

  • sí, me gusta estar desnuda delante de él, ver cómo me mira, verle excitarse cuando estoy así y saber que me desea.

Él sabe que no es que sea una exhibicionista, pero sí que no me importa estar desnuda en la playa, y aquí, en la soledad de nuestra casa estaba claro que era más cómodo normalmente, pero nunca me había desnudado ni hecho topless cuando había algún invitado, fuese quien fuese. Pero le aclaré que Antonio ya me había visto desnuda hace muchos antes, cuando era mi alumno, y ahora incluso estando él presente, y que también fue él quien me desnudó allí mismo y animó a Antonio a ayudarle. Me preguntó qué haría cuando volviese, si volvía de nuevo. Lo que tú quieras, le contesté, puedo decirle que no vuelva más.

  • tu deseas eso?

  • no

  • mira, soy tu marido, no tu dueño. Me gustaría que hicieras lo que desees en todo momento, y me gustaría que siguieras viéndole cuando gustes, y si quieres follar con él, que lo hagas, y si me lo quieres contar, que lo hagas también, y cuando esté yo más preparado, hacerlo de nuevo los tres.

Me pareció bien, no era mi intención echarme en sus brazos en cuanto le viera, pero era indudable que nos gustábamos, que él me deseaba y que a mí me agradaba sentirle cerca, notar su cuerpo junto al mío y después… lo que viniera.

Antonio apareció algo tarde, cuando ya estábamos en la terraza leyendo y disfrutando el fresco del atardecer. Entró un poco vacilante, y algo serio, pero cuando mi marido le dio un abrazo y yo un casto beso en la mejilla, empezó a ser el mismo de siempre.

Como siempre también, se pusieron a hablar de sus cosas mientras yo leía, pero noté varias veces su mirada en mis piernas que la falda cortita dejaba al aire.

Decidí ser mala y las crucé para enseñar mas, luego levantaba una para rascarme y estaba claro que desde su posición me veía los muslos al completo y las braguitas blancas mientras yo disimulaba absorta en mi libro.

Se fue después de cenar, imagino que no quería intentarlo de nuevo, a pesar de que mi marido le insistió para que se quedase, y le pidió que se acercase siempre que quisiera, que siempre habría un lugar en casa para él.

Cuando se fue mi marido el domingo por la noche no había vuelto a dar señales de vida, por eso cuando sentí el coche subir por la cuesta el lunes por la mañana me asomé rápidamente a la ventana del dormitorio, no esperaba a nadie y podía ser cualquier extraño. Era Antonio, así que me puse una camiseta y salí a abrirle. Dejó sus cosas en su cuarto mientras yo iba al baño y al volver le vi acostado en nuestro dormitorio, debajo de las sabanas.

Se había pegado un buen madrugón para estar allí conmigo cuando me despertase, y me gustó el detalle aparte de que era menos violento que venir el domingo por la noche, cuando aun estaba mi marido o estuviese a punto de salir, cosa que después de los días anteriores me pareció además menos provocativo para ambos.

Me quité la bata y me acosté a su lado. Muy lentamente se acercó y empezó a olerme todo el cuerpo, diciéndome que no existía un olor más embriagador que el aroma de una mujer recién despertada. Se deslizó a los pies de la cama, para besar mis pies mis piernas y subir lentamente con la boca y las manos por mis muslos, introdujo ambas manos por el bajo de las braguitas blancas de dormir, sentí su aliento introduciéndose por la tela, y el aire fresco de su respiración muy cerca de mí, siento los vellos de punta cuando roza mi sexo y luego saca las manos y las va deslizando por mis caderas, hasta llegar al elástico de las bragas y con dos dedos, va deslizándolas hacia abajo, sin prisas, su cara muy cerca de mi piel, su aliento me quema ahora y siento un escalofrío por todo el cuerpo.

Tira de las bragas hacia abajo, hasta sacarlas por los pies, mientras yo permanezco inmóvil, dejándome hacer. Sube entonces hasta las rodillas, y separa mis piernas a ambos lados, mi sexo queda al descubierto, húmedo ya y abriéndose para él, que se acerca lentamente, siento su calor, la suavidad de los labios cuando su cara se pega a mi vientre, con besos suaves pero intensos, sin prisa, oliendo y saboreando el momento, su lengua se introduce, la siento rozar mis labios y moverse por las paredes de mi sexo, que se abre aun mas, ansiando que llegue lo más profundo que pueda.

El clítoris se endurece y aumenta, se pone rígido al sentir esa lengua invasora rozarlo y luego rodearlo y lamerlo, y después es absorbido por la boca ávida, siento como el vacio tira de él hacia fuera, hinchándolo aun mas si es posible y el primer aviso de placer me invade, recorre mi cuerpo y me deja entregada y expectante ante sus hábiles manejos.

Chupa ahí dentro, me absorbe como si me comiera, introduce las manos por debajo del culo para acercarme más a él, para pegarme con fuerza a su cara y en esa posición siento su lengua entrar más aun y recorrerme toda entera, como si pudiera llegar hasta mi garganta desde dentro de mí.

Lame con furia, muerde mi pubis, su lengua entra frenética y yo me voy derritiendo mientras la cabeza me da vueltas y una sacudida de todo el cuerpo me deja casi sin sentido; el primer orgasmo corto, intenso, me recorre, me invade sin poder evitarlo, su lengua sigue, su boca me absorbe, y viene otro espasmo y un largo orgasmo, inacabable, eterno, y otro y muchos más, o uno solo que no para, y no me entero que grito y gimo y me retuerzo de goce hasta que él, casi ahogado, se separa y pone su cara sobre el vello húmedo, casi empapado por su saliva y mis jugos y presiento que él también se ha corrido ahí abajo, sintiendo mi placer, solo con eso.