El alumno Antonio García - 05

Mi marido incita a Antonio a acercarse más a mí, incluso a acostarse conmigo si le gustaba. Todo a ello casi a mis espaldas, como una trama entre los dos, y esa noche acabamos los tres en la misma cama y Antonio me folla por primera vez.

Me cubrí hasta el cuello con la sábana y cerré los ojos. Estaba desconcertada y sobrecogida, era seguro que había entrado en casa antes de guardar el coche y nos había descubierto, pillados in fraganti, los dos desnudos en nuestra cama. Pasó un minuto sin escucharse el más mínimo ruido,  nada que no fueran los pájaros y las chicharras, luego el ruido chillón de la puerta del garaje cerrándose y  unos pasos entrando hacia el dormitorio.

Abrí los ojos, media sonrisa en su rostro, acercándose a mí, un beso en los labios todavía húmedos, y un abrazo recostándose en la cama. Ya estoy aquí, dijo solamente, que tal ha ido todo?

  • uhmmm, bien, y tu trabajo?

  • acabé pronto y me vine corriendo.

La puerta del cuarto de Antonio, se abrió, y apareció tímidamente en el quicio de la puerta, sin pasar del umbral, saludó y se le quedo mirando unos segundos, pero al no ver señales de alarma, se mostró cordial como siempre, alegrándose de su llegada.

  • venga, levántate, vamos a darnos un chapuzón.

Y sin hacer caso de Antonio, me retiró de golpe la sábana, dejándome desnuda ante los dos. Junté mis piernas, para ocultar no se qué que no hubieran visto ya ambos y conociesen con detalle, alargué el brazo para agarrar el bikini y me lo puse mientras Antonio discretamente desaparecía, y él se quitaba la ropa sin comprobar siquiera si Antonio seguía allí y se colocaba un short de baño.

  • os espero en el agua ¡¡- nos gritó Antonio al salir.

Aprovechó entonces para interrógame:

  • si llego un poco más tarde os encuentro en plena faena.

  • es lo que querías, no?

  • puffff, me ha excitado como no te puedes imaginar, mira toca

Si, tenía el pene rígido y duro, abultando el pantalón. Hablamos en susurros, aunque Antonio ya se había ido lejos, y me confesó que había llegado antes precisamente para ver si la hora de la   siesta había sido propicia. Le pregunté entonces si estaba decidido a seguir y ver cómo me entregaba a otro, a estar presente mientras follaba con Antonio. Sí, me contestó, quiero verlo, pero también participar, quiero que los dos te acariciemos y besemos, quiero ver cómo te toca, y quiero hacer el amor contigo antes o después que él.

Bueno, la primera parte ya estaba conseguida, ahora el asunto era ponernos de acuerdo entre los tres, porque por separado, la cosa ya estaba arreglada.

Aparecimos en la piscina y yo me quité la camiseta y me quedé solamente con la braga del bikini, mi marido se fue al agua con Antonio, y yo empecé a colocar la tumbona y la toalla, rebusqué hasta encontrar el tubo de crema, me di un poco por delante tumbándome a continuación para tomar el sol.

Cuando salieron del agua estaban desnudos los dos, debían haberse quitado el bañador dentro del agua. Ya empezaban a ponerse de acuerdo, la cosa iba más rápida de lo que yo me pensaba. Tumbados uno a cada lado, mi marido le indicó que se acercase y agarrando cada uno un lado de las bragas, me la fueron bajando, hasta quedar los tres iguales. Me dio un instante de vergüenza, los dos tan cerca de mí, y me di la vuelta rápidamente, pero esto fue casi peor, porque agarrando el tubo de crema, mi marido se echó un poco en la mano, se lo pasó a Antonio y procedió a explicarle como debía de hacerlo, alegando que yo no podía hacerlo en la espalda.

Primero, y predicando con el ejemplo, le fue explicando que tenía que aplicar poquita cantidad, y sin apenas insistir, extenderla lentamente de arriba abajo, que no quedase nada sin cubrir, y sin pegotes, por los lados también, incluso la parte del pecho que quedaba fuera al estar aplastado contra el suelo, en el culito algo mas y con especial dedicación porque la piel es más sensible y no suele estar expuesta al aire normalmente, incluso abrir un poco los cachetes para que la rajita también tuviese su ración, luego los muslos, hasta arriba, sí, que por ahí también pega el sol

Y yo iba sintiendo sus manos a dúo, recorrer mi cuerpo y entretenerse en las zonas más sensibles, suaves, apenas rozando, excitando mis sentidos y adormeciéndome al tiempo, mientras la voz apenas susurrante de mi marido le explicaba a Antonio como debía proceder.

Y comprendí que mi marido ya estaba introduciendo a Antonio en su papel, le estaba dando confianza y alas para demostrarle que por él no había inconveniente en introducirle en nuestras vidas y en nuestra cama, que le parecía bien que me viese desnuda, que me tocase, y a partir de ahí lo que fuera sucediendo sería con su consentimiento y era de suponer que con el mío también.

  • os estáis quietos o me levanto y me voy.

Debí de parecerles enfadada, porque realmente lo estaba con tanto manoseo, cuatro manos son muchas, y se quedaron quietecitos cada uno a un lado, aunque no aguantaban mucho tiempo quietos al sol, se bañaban, salían y al final optaron por levantarse, dejarme sola y retirarse hasta la terraza, para sentarse a tomar algo y charlar.

Me dejaron tranquila un buen rato, y conseguí relajarme y olvidarme de ellos, hasta que en una de las veces que me di la vuelta les vi charlando animadamente en la terraza, y eso que debería dejarme tranquila porque se suponía que era buena señal, de que se llevaban bien, empezó a preocuparme por que tal vez se llevasen demasiado bien, y a costa mía.

Antonio se levantó en un momento dado, se vistió y se fue con el coche camino abajo, y mi marido se acercó a la piscina, se quitó el bañador y se tumbó a mi lado.

  • de que habéis estado hablando tanto tiempo? Donde ha ido Antonio?

  • ha ido un rato a dar una vuelta por la estación y a comprar algo para esta noche, se ha empeñado.

  • y de que hablabais tan amigables?

  • ja ja ja, pues de que va a ser? De ti.

  • no le habrás propuesto

  • sí, más o menos.

  • qué quiere decir más o menos?

  • bueno, le he preguntado en una de esas, que si le gustabas, y me ha confesado que estaba loco por ti desde hace veinte años.

  • así, sin más, por las buenas?

  • no, ha sido todo más lento, mas ir tirándole de la lengua, pero en resumen eso ha dicho. Y que tú lo sabías.

  • y qué piensas hacer?

  • esta noche le pienso meter en nuestra cama, tú solo tienes que seguirme.

Estaba claro que lo tenía decidido y al no ver una gran oposición por mi parte no quería perder tiempo en hacerlo realidad. Yo, la verdad, no es que lo desease ardientemente, pero si quería hacerlo, terminar de alguna manera aquello que insinuamos hace tanto tiempo, cuando ambos éramos jóvenes, y que yo no quise concluir por el hecho de ser él un alumno y más joven que yo.

Después de decir eso, se colocó a mi lado acariciándome y besándome por todo el cuerpo, excitándome y calentándome, la idea le debía estar provocando una gran exaltación, tenía el pene enorme y duro cuando lo sentí entre mis piernas y ardiendo cuando lo introdujo en mi interior mientras bombeaba y me miraba el rostro enrojecido y sudoroso.

Abrí mis piernas todo lo que pude, deseaba sentirlo más dentro, quería que me llegase hasta el fondo, follar y gozar de aquel placer único, y noté enseguida los primeros espasmos de placer, me venía el orgasmo lentamente, intenso y suave al tiempo, y la mente se me nubló dispuesta al trance final, cuando de pronto él se salió rápidamente dejándome allí tirada y tiritando, presa de los nervios y frustrada totalmente, al borde de echarme a llorar.

  • noooo, qué haces ¡¡¡

  • chist, se oye subir el coche, ya está de vuelta.

Ya era la segunda vez que me quedaba a medias ese día, parecía que lo estuvieran haciendo aposta para tenerme caliente y deseosa esa noche, pero la verdad es que me hubiera entrado un apuro enorme si nos encuentra Antonio follando como colegiales justo cuando él se iba. Y efectivamente, me acababa de tirar al agua para enfriarme un poco el cuerpo y las ideas, cuando hizo su aparición por el borde del césped que bordea la piscina.

Cuando se hizo de noche cenamos y después salimos a la terraza a reposar y ver la noche, magnifica en ese lugar tan tranquilo de la sierra, con unas bebidas a la espera de que nos fuera llegando el sueño. Se estaba a gusto y Antonio tenía mil aventuras que contar, pero cuando empezaron casi un dialogo de sus cosas y asuntos mutuos, pensé que iba siendo hora de retirarse y me despedí con un beso a ambos, que siguieron casi como si yo no estuviera.

Era tanta la quietud y el silencio de la noche que desde el dormitorio se les oía hablar con toda claridad, hasta que en un momento dado, bajaron el volumen y solo escuchaba palabras sueltas entres susurros, tales como: “te gustaría hacerlo? No, los dos…, yo creo que sí, que ella quiere…” y cosas parecidas que me dieron la sensación de que estaban poniéndose de acuerdo, y que esa iba a ser la noche.

Estaba nerviosa pero dispuesta, quería a los dos, lo deseaba a pesar de mi reparo y timidez inicial, y quería que llegase el momento, toda alterada por revelar que habían planeado al fin y como iba a reaccionar y al tiempo descubrir si mi marido de verdad disfrutaba al verme en brazos de Antonio, ver cómo me penetraba y follaba sin sentir celos ni rabia.

Seguía despierta cuando entraron a la habitación, desnudos los dos y se colocaron uno a cada lado de la cama, sin encender la luz, y solo entrevistos por la tenue claridad de la luna que entraba por la ventana abierta y a la que me había habituado en ese rato de espera.

Sentí los labios de mi marido contra los míos, y otra boca que besaba mi pecho, pasando de uno a otro, mientras cuatro manos se apoderaban de mi cuerpo acariciándolo sin parar, hasta que una de ellas llegó hasta mi sexo y ahí empezó a entrar con cuidado, separando los labios hasta que no hizo mas falta porque mi organismo respondió rápidamente a la caricia y se abrió de par en par al invasor que buscaba el punto preciso para darme más placer.

La mano cedió paso a una boca que lamia y chupaba, y sentí que estaba en la gloria, y mi cuerpo sudoroso comenzó a agitarse y de pronto todo quedó en calma, uno de los dos me incorporó un poco, levantando mi espalda, y mis manos rozaron un cuerpo tumbado y y busqué hasta encontrar su vientre y un pene vertical, que apreté con furia, algo liquido resbaló por mi mano y decidí que ya no podía mas, y me senté sobre él, buscando a tientas ese precioso pene que necesitaba ya dentro de mí.

Era una postura incomoda, a pesar de que se veía lo suficiente para poder ubicarme, pero las manos sobre mi pecho me izaron y me fueron colocando justo sobre el otro cuerpo y sentí la punta acercarse a mi cuando fui bajando despacio para situarme encima. Una mano soltó mi pecho y sujetó el pene del otro para que me pudiera entrar sin resbalar, y así, fue entrando hasta que lo sentí todo dentro.

Esta vez tenía claro quién besaba mi boca y mi rostro, el olor de mi marido y su tacto era inconfundible, sus manos acariciando mis pechos y sujetándome para que no cayera significaban que al fin había conseguido su propósito y era Antonio quien estaba dentro de mí, y me follaba con furia sujetando mis caderas contra su vientre.

Muy pronto me vino el orgasmo, uno y otro, encadenados, mi vagina era fuego puro, estaba sudando y en la habitación solo se oían mis gemidos incontrolados y la respiración agitada de los dos hombres. Un grito escapó de mi garganta cuando sentí como se descargaba en mi interior y sus manos apretaron más fuerte, sentí su cuerpo tenso debajo de mí y los besos suaves de mi marido en la frente, la boca, sobre mis pechos hasta que caí sobre él y me abracé a su cuerpo agotada y rendida.

El sol empezó a alumbrar tímidamente aclarando la habitación, y mis ojos medio cerrados vislumbraron a medias el cuadro, y el recuerdo de la noche volvió a mi mente. Un ronroneo de placer me vino al recordarlo, mi marido estaba a un lado, dándome la espalda, y me pegué a él, mis manos en sus hombros y mi cara en su cuello.

Algo se movió al otro lado de la cama y un brazo cayó sobre mi cintura, la mano acertó en la curva de la cadera, y recorrió la suave línea, más pronunciada por mi postura lateral. Luego se fue acercando, pegando también su cuerpo al mío, contra mi espalda, y un bulto pesado y suave chocó contra mi culo expuesto, apretándose contra él, y ahí se quedó quieto roncando ligeramente sobre mi nuca.

De pronto su respiración se calmó, casi silenciosa, y la mano que estaba quieta empezó de nuevo su recorrido por mi cuerpo, siguiendo la cadera y bajando hasta encontrar mi vientre, se puso a jugar con el pelillo, enroscándolo y peinándolo con los dedos y uno de ellos encontró donde se abría la gruta húmeda todavía y entró ligeramente rozando las paredes suaves y buscando el botón oculto en medio.

Mi marido se levanto pesadamente, dejando libre el sitio en la cama donde casi caí boca abajo, sujeta por la mano que seguía hurgando en mi interior. Noté como mi respiración se aceleraba, mi boca abierta pedía aire, y el pene duro como nunca se colaba entre mis muslos, buscando sin acertar donde cobijarse. Lo busqué con la mano, pero se separó y también se levantó de la cama, dejándome medio dormida y medio excitada, deseosa de algo más, pero sin ánimo ni voz apenas para pedirlo.

Volvió del baño y se colocó de nuevo a mi espalda, su polla más floja volvió a crecer al sentir próximo mi cuerpo caliente y la mano curiosa regresó a mi vientre y se introdujo de nuevo entre mis labios y esta vez acertó a la primera y ahí se quedó, apenas rozando, lo justo para sentir su tacto, para notar con cada movimiento un calambrazo recorrer mi cuerpo, y de nuevo una polla dura y ardiente se acercó por detrás y empezó a empujar entre mis muslos.

La ayudé a apuntar en mi entrada, hasta que quedó toda la punta dentro y empujé el culo hacia atrás para ayudarla, para invitarla a seguir su camino, y así lo hizo, entrando despacio, a pequeñas embestidas, hasta que la sentí totalmente encerrada en mi interior, gruesa y dura, quietecita, como disfrutando de la posición y del calor de mi intimidad. Unos labios besaron mi cuello, mi nuca, y me di cuenta de que esta vez era mi marido, que había regresado antes y me encontró dispuesta.

Creo que todo se había consumado, ya era su mujer, de los dos, no les importaba que el otro estuviera delante o no, y la verdad es que a mí me gustaban los dos, que me lo pasaba bien con ambos y que el sexo, con cualquiera de ellos era formidable.