El alumno Antonio García - 04
Empiezo un lento acercamiento con mi antiguo alumno, todo calculado para no ir demasiado aprisa pero muy despacio para él, que quiere más. Acabamos en la cama y justo nos pilla mi marido.
Me debí acostar anoche mas tarde de lo habitual porque cuando sentí esa mano zarandeándome ligeramente estaba como un tronco. Abrí los ojos y me di cuenta de que el sol ya estaba bastante alto, y esa mano estaba sobre mi hombro desnudo, pero ya quieta, al darse cuenta de que empezaba a reaccionar.
hola Antonio, qué hora es?
más de las diez. Dime donde está el café y voy preparando el desayuno.
sí, ahora voy.
no hay un beso de buenos días antes?
Me enderecé para quedar a su altura, sentado en el borde de la cama y pasé mis brazos por su cuello, luego le di un beso en cada mejilla sin soltarle, pero él pegó sus labios a los míos en un largo y deseado beso en la boca, mi torso desnudo pegado contra él, los pezones de punta al rozar con su pecho, y un abrazo con sus manos en la espalda apretándome fuerte.
Sus manos acariciaban mi espalda mientras acababa de despertarme y me daba cuenta de que estaba casi desnuda en sus brazos, había sido una reacción espontanea, sin pensarlo y medio dormida aun, los sueños de la noche influenciada por el deseo de mi marido de que le dejase conquistarme me habían jugado una mala pasada. Bueno, estaba bien, había que ir empezando por algo si quería avanzar sin demasiadas prisas, y este después de todo había sido un buen comienzo.
- espera, que me levanto y te ayudo a buscar las cosas.
Se separó de mí, pero no se movió de su sitio en la cama, por lo que tuve que salir casi pegada a él, ponerme en pie y buscar la camiseta del día anterior para cubrirme, y todo ello a un palmo de distancia, y por supuesto no perdía detalle y cuando metí la camisa por la cabeza quedando ciega, aprovechó para poner sus manos en mis pechos e ir bajándolas por las caderas, hasta que al fin quedé tapada, luego me calcé y salí, dejándole sentado donde estaba.
Cuál es tu plan del día? me preguntó mientras desayunábamos. Bueno, yo solía desayunar tranquila, arreglar la casa un poco, hacer la cama, preparar la comida del día, arreglarme y tumbarme al sol en la piscina.
me parece un plan perfecto, que voy haciendo yo?
pues podías bajar al pueblo y comprar pan y fruta para el fin de semana, esta tarde viene Jorge.
Acabé de hacer todo según le había dicho, y él mientras se estaba afeitando y duchando, de modo que pasé a mi cuarto a buscar el bikini para irme al sol mientras él bajaba al pueblo, me quité la camiseta y justo cuando me bajaba las bragas sonó el teléfono.
Mi marido, que no había podido esperar y me llamaba para saber cómo había ido todo, si había habido progresos y si yo estaba decidida a seguir con el juego. O sea, que para él aquello era un juego? Bueno, se podía considerar así, después de todo, un juego de a tres, este podía ser el principio, y el final estaba por llegar; feliz o no, todo dependía de los jugadores. Oí el motor del coche y seguía al teléfono, busqué las bragas del bikini por lo menos, con una mano pegada a la oreja y la otra intentando meter el pie por la abertura correcta mientras terminaba diciéndome antes de despedirse que vendría el sábado a comer, ese día le habían puesto de guardia o algo así que no entendí muy bien porque Antonio se presentó con las bolsas en la mano para preguntar donde ponía todo y yo apenas había logrado subir las bragas hasta las rodillas. Apagué el teléfono rápido y me las acabé de colocar en su sitio mientras él se retiraba con las bolsas a la cocina al ver mi apuro.
Total, que estaba más tiempo desnuda ante él que vestida como dios manda, y es que eso de vivir con un tercero en la casa no acababa de acostumbrarme a ello, después de unos cuantos años de vivir solos los dos y no tenia preocupación por las puertas abiertas o cerradas, ni siquiera cuando iba al baño.
El día fue trascurriendo muy normal a pesar de este comienzo, nos fuimos a la piscina, dejé que me pusiese crema solar por la espalda, le regañé por echarme demasiada y por detenerse tanto, no me dejaba tomar el sol, nos bañamos sin más complicaciones, él se fue por la tarde a estar un rato por la estación, yo creo que por salir un poco y ver como andaba todo, y volvió a la noche con algo para cenar y una botella de champan.
Nos la bebimos toda, y pienso que me sirvió más bebida a mí que a él, o tal vez le afectara menos, pero acabamos viendo una película en la tele sentados en el diván del salón y con mi cabeza en su hombro.
Apagó la tele cuando me vio dar cabezadas y me dijo de ir a acostarnos. Yo no estaba tan dormida, ni tan bebida como aparentaba, pero pensaba que eso que me contó mi marido de que hoy no vendría sonaba como a una encerrona, darle alas a Antonio para que se aprovechara, o a mí, para que me lanzase en sus brazos, y aunque no estaba muy convencida, seguí aparentando y dejé que me sujetase para llevarme al dormitorio, y me sentase en la cama donde con un poco de torpeza real me saqué la falda e intente desabrocharme la blusa.
La verdad es que si no llega a estar allí ayudando, me hubiera acostado vestida como estaba, pero me ayudó a quitar la ropa con cuidado y me tumbó en la cama, donde quedé boca arriba, con las tetas al aire, no me había puesto sujetador, y para mi sorpresa, porque no lo tenía previsto en el guion que me acababa de hacer, pasó sus manos por mis caderas, agarró el elástico de las bragas y procedió a retirarlas enrollándolas por mis piernas, hasta que consiguió sacarlas por los pies, y después de estirarlas cuidadosamente, las colocó con el resto de la ropa sobre la silla.
No sé en qué momento de todo eso se había desnudado él, porque entreabrí un poquito los ojos y le vi completamente desnudo a mis píes, mientras me quitaba las bragas, y siguió un rato así después, observándome desnuda ante él. No me moví, mientras él se acoplaba sobre mi cuerpo, sin apoyarse del todo para no pesarme demasiado, pero si lo suficiente para sentir su piel desnuda sobre la mía, su pene erecto y rígido sobre mi vientre, palpitante y húmedo, duro y nervioso moviéndose entre mis muslos, mientras su boca besaba mi cara y mis senos, y bajaba por todo mi cuerpo, hasta llegar al raso pelo que tapaba ligeramente mi entrepierna y detenerse allí, besando y chupando.
Tal vez se lo pensó un poco, o le remordiera la conciencia por aprovecharse de mi estado, que el suponía de inconsciencia, porque se tumbo a un lado algo separado de mi, subió la sábana y poniendo su mano sobre mi vientre, un dedo casi a la puerta de mi coñito, se quedó quieto y el sueño nos pilló en esta posición hasta que amaneció casi, porque yo seguí sintiendo su mano sin moverse de ese sitio hasta que la primera luz entró por la ventana y anunció el siguiente día.
Agarré la mano para separarla con cuidado, intentando no despertarle, y se quedó quieto con la mano a un costado rozándome ligeramente. Iba pensando mientras acababa de despertarme del todo, que había sido bastante desconsiderado por acostarse desnudo en mi cama de matrimonio, a mi lado, aunque por otro lado no había intentado nada, había aguantado sin más avances que su mano toda la noche sobre mi vientre. En ese momento, se giró de lado y puso medio cuerpo sobre el mío, su pierna sobre mis muslos, y el brazo sobre mi pecho, la mano en mi costado y su cara en mi cuello.
- buenos días, estas mejor?
O sea, que no estaba dormido, y yo pensaba que todo eso había sido un acto reflejo, sin darse cuenta.
buenos días. Por qué no te fuiste a tu cama a dormir? qué haces aquí?
uyyy, que pregunta más tonta, que qué hago aquí. Pues disfrutando del momento, que voy a hacer…
anda, suéltame, que tengo que ir al baño
Regresé y seguía aproximadamente en la misma postura, la sabana bajada hasta la cadera y ocupando casi mi lado. Pensé si vestirme y dejarle durmiendo, pero enseguida se me ocurrió que seguiría con el plan de mi marido, ya que así lo quería y me tumbé a su lado en la misma postura que estaba antes.
El volvió también a ocupar su posición un poco sobre mí, y me dio un beso en el cuello. Su mano se dirigió al pecho, acariciándolo y bordeando la redondez con las yemas de los dedos, sutilmente, rozando los rígidos pezones, arrugados y duros a su contacto, mientras su boca mordisqueaba mi oreja y su pene se iba poniendo mas duro pegado contra mi muslo.
por qué haces esto? Sabes muy bien que no deberías…
quería sentir por lo menos una vez despertarme a tu lado, tocarte aun dormida, apreciar tu cuerpo caliente al despertar, ver tus ojos casi cerrados, y ser el primero en verte y tocarte este día.
Me enderecé un poco para mirarle a la cara, quería ver su expresión, sus ideas viéndole los ojos, intentar adivinar que ocultaba su mente.
y te da igual lo que piense mi marido. O yo. No crees que es abusar de nuestra amistad, de la hospitalidad y aprecio con que te hemos aceptado?
si, por supuesto, y por eso me ha costado tanto dar este paso, pero no podía evitarlo, era algo que vengo pensando desde hace veinte años. Le pediré perdón a tu marido, pero le diré que te quiero, que lo sepa, y luego me iré.
Nuestras miradas seguían fijas el uno en el otro, hasta que bajó la suya para tocarme de nuevo el pecho y acariciarlo con cariño, y mis pezones se volvieron a encoger a su contacto, y entonces yo también retiré la vista, y mi mano se deslizó también por su pecho, y bajó hasta encontrar su pelo revuelto y su hermosa herramienta, caliente y suave, y esta vez fui yo quien se recostó sobre él, y besé su rostro y recibía sus caricias por la espalda y sus besos en mi cara, buscando mis labios.
no, estate quieto, no quiero seguir, esto solo ha sido un arrebato.
o sea, que tu también me quieres, por lo menos un poquito.
sí, un poquito. Pero también quiero a mi marido, con toda mi alma, y sé que no le podemos hacer esto.
Me recosté sobre su pecho, sintiendo el aliento sobre mi pelo, y su calor, la dureza de su pene no decrecía, pero ya no se movía, solo disfrutábamos del momento de estar así pegados, de sentir el uno al otro, su piel contra mi piel, sus brazos rodeándome y juntándome a él. Ya no fingía ni me esforzaba por seguir el plan, se había disuelto por completo al confesarle que también le quería, porque pensaba que yo siempre había sentido también algo por él desde aquellos tiempos del colegio, algo que en aquellos momentos era imposible, pero que ahora en la distancia comprobaba que era real, y que todo lo que hice por él, era por algo más que la ayuda a un alumno estudioso.
Y con esta realidad me fui adormeciendo de nuevo, hasta que al abrir los ojos me di cuenta de que habíamos estado casi una hora sin movernos, pegados el uno al otro y abrazados tiernamente, como dos enamorados. Y con un beso en la boca me separé de él, y con voz alegre, feliz por el descubrimiento, le dije que nos teníamos que levantar y desayunar y salir a tomar el sol, y esperar a mi marido y pensar cómo íbamos a solucionar todo esto.
Pasé de nuevo al baño, mientras él se afeitaba, con esos gestos de matrimonio, sin nada que ocultar y sin esperar a que saliera, hice lo que hacía siempre con mi marido, me metí en la ducha y me limpié bien, de cuerpo y de mente, recogí la toalla que me tendió al salir, y le dejé sitio, mientras me secaba y regresaba al dormitorio a vestirme.
Solo me puse una camiseta larga, ya estaba decidida a tomar el sol sin nada, después de todo lo que había pasado hace solo un ratito, era tontería hacer remilgos por estar desnuda a su lado.
Y en la piscina le dejé que me pusiera la crema solar y de nuevo le tuve que regañar otra vez por echarme demasiada, y por detenerse más tiempo del que correspondía en algunos sitios. Pero en general se portó bien, no intentó nada sexual, aparte de esas caricias al extender la crema, no habló para nada de lo sucedido al despertarnos y aunque su pene se veía en todo momento algo morcillón, no fue demasiado evidente, o lo disimuló convenientemente tirándose al agua de vez en cuando.
Comimos en la terraza, y tomamos el café allí, eso sí, vestidos los dos, yo seguía con mi camiseta de antes, lo suficientemente larga y holgada para no provocar y cómoda y fresca. Lo malo fue cuando le dije que hacía mucho calor para volver ahora a la piscina y que me echaría antes un rato, para dejar pasar esa hora de mediodía, porque me siguió al dormitorio, esperando a ver si me desnudaba o me acostaba vestida.
Me tumbé tal cual, no le quise dar ese gusto y me reí al ver su cara de decepción, pero no le importó ni le duró mucho: se tumbó a mi lado y se me quedó mirando mientras cerraba los ojos e intentaba descansar un ratito.
No podía dormir, casi nunca lo hago, solo cierro los ojos y me relajo, pero ahora no pude ni eso, porque hizo lo mismo que anoche: metió la mano por debajo de la falda y subió por mis muslos hasta encontrar el monte suave y sobresaliente, colocó allí su mano abarcándolo bien, y dejó el dedo corazón justo en la entrada. Aunque no se moviera, era demasiado sensual su contacto tan cerca y tan íntimo de mi vagina, y la verdad es que no necesitaba moverlo ni introducirlo más, para hacer que me fuera calentando y excitando lentamente.
por favor, no sigas, quita de ahí tu mano. Deja que me relaje un ratito.
quito la mano y no la pongo mas si me permites que te dé besitos, muchos besos por todos lados, que me empape de ti, de tu cuerpo.
Callé y dejé que subiera el vestido hasta la barbilla, quedando desnuda ante sus ojos, y apenas sentí las yemas de los dedos recorrer la redondez de mi seno y luego su boca en mi cuello, un roce ligero y sus labios recorrer luego el hombro, bajar por los brazos, besar mi mano abierta, subir de nuevo, regresando hacia arriba, repetir todo el proceso con el otro brazo y al llegar arriba de nuevo, comenzar su descenso por todo el torso, desde el canalillo hasta el ombligo, mientras sus dedos se deslizaban desde los pezones al base del seno, apenas sin sentirlos, un roce ligero, suave, como una pluma que me encendía y excitaba, y seguía sintiendo su boca, ahora por un pecho ahora por el otro, y bajar de nuevo por la tripa.
Sentí la barbilla rozar los pelitos cortos del vientre, y su boca bajando al mismo tiempo, y le oí suspirar y oler profundamente cuando se acerco al coñito abierto y húmedo. Sus labios bordearon el pubis para saborear la ingle mientras sentía su cara restregarse contra mí, bajar por los muslos y subir de nuevo, y mi respiración se agitó y empecé a temblar y a suspirar de placer, los ojos cerrados, concentrando todos mis sentidos en esas sensaciones tan fuertes que me recorrían de arriba abajo.
Cuando regresó al pubis y sus labios besaron y chuparon todo él, abrí los ojos para poder ver mejor su expresión, su cara afanosa y traspirada, toda la barbilla mojada por mis jugos y su saliva, y allí, a la puerta de la habitación, sin perder detalle de todo lo que estaba ocurriendo en nuestra cama de matrimonio, vi de golpe la cara trasfigurada de mi marido, la boca y los ojos abiertos totalmente. Los cerré y abrí de nuevo, era como una visión fugaz, ya no estaba allí, pero hace un momento era real. Me quedé rígida, aterrorizada…
Entonces oí chirriar la puerta del garaje al abrirse, el portazo de un coche y el ruido del motor que se perdió gradualmente al introducirse en él, otro portazo lejano, y nada.
Antonio también escuchó todo, cuando oyó el primer ruido, se separó un poco de mi, y me miró alarmado, rígido por la culpabilidad y la posibilidad de ser pillado in fraganti. Reaccionó rápidamente poniéndose en pie y colocándose el pantalón, agarró el resto de su ropa, me cubrió con la sábana un poco y salió a toda prisa hacía su habitación.