El alumno Antonio García - 03

Antonio continúa con sus halagos y acercamientos. Decido contárselo a mi marido, para que ponga freno a esto, pero me sorprende contándome que le gustaría que me entregase a él, que tuviese sexo si me apetecía. Pero yo no sabía si me gustaba como para eso, ni si estaría bien hacerlo.

No volvió en toda la semana, pero sí se presentó el domingo, estando mi marido allí, lo cual me tranquilizó un poco y me dio tiempo para pensar en todo el asunto.

El sábado habíamos hablado los dos de la historia de Antonio, de cómo me involucré un poco en sus estudios al verle tan brillante, de la satisfacción de ir enterándome de sus éxitos y de cómo no había vuelto a saber de él hasta que la casualidad nos reunió en el supermercado del pueblo el otro día. Y como me parecía que eso era un argumento un poco flojo que explicara nuestra amistad tan próxima le relaté un poco mis tácticas para atraer la atención de los alumnos y el último encuentro en el aula.

Bueno… él ya sabía que no me importaba enseñar más de lo que una mujer casada y decente debería, y de hecho no le dije que no la primera vez que me llevó a una playa nudista y sin apenas vergüenza me despojé de toda la ropa igual que él. También le hacía caso sin problemas cuando me sugería que me desabrochase algún botón de la camisa, o que me subiera un poco la falda al sentarme. Él lo hacía para verme y para disfrutar de mi exhibición delante de otros y yo acabé descubriendo que me gustaba seguirle la corriente, por él, que se complacía con la vista y la mente al saberme observada por otra gente y por mí, que gozaba al sentir las miradas más o menos disimuladas de los hombres.

No entendía mi apuro pues cuando le conté lo que pasó la otra tarde en la piscina de casa, y yo no le quise confesar que el problema es que Antonio estaba enamorado de mí desde que nos conocimos y yo me acababa de enterar y me parecía imprudente seguir y animarle más de lo que ya estaba.

Por eso mismo, le extrañó que cuando llegó Antonio el domingo con un ramo de flores y una botella de Vega Sicilia, yo no me mostrase tan entusiasmada como se suponía debía de estar, ni cuando fuimos a la piscina, tuviera siempre puesto el bikini o una camiseta larga, en contra de mi costumbre de hacer topless siempre, lo que supuso sería por timidez hasta que volviera a coger confianza con él.

Ese día Antonio estuvo encantador con mi marido, hablando de casi todo lo que les unía, y para mi sorpresa le hizo prometer cuando se despidió a la tarde que se acercaría por allí siempre que tuviera un rato, que yo me pasaba mucho tiempo sola y así nos haríamos compañía.

  • estas tonto, porque le has dicho eso? No te das cuenta que ahora vendrá y seguirá intentado algo conmigo?

  • pues porque me gustaría ver si de verdad lo hace.

  • el qué? Venir o conquistarme?

  • conquistarte. No te gustaría rematar lo que empezaste hace tanto tiempo con él? Yo creo que aun le quieres un poco, o tal vez algo más de lo que crees.

  • me estás diciendo que te gustaría que lo consiguiera? Que te gustaría que me acostase con él?

  • pues si te he de decir la verdad, alguna vez hemos hablado de hacer algo con otra gente. Por qué no puede ser con Antonio? A ti te cae bien, y sigo opinando que aun sientes algo.

Preferí callar, esas cosas que me decía así de pronto siempre necesitaba rumiarlas yo solita, si respondía de pronto no estaría segura de ser sincera de verdad conmigo misma, me parece que soy bastante complicada y él bastante retorcido.

Pero cuando a la noche hicimos el amor, le notaba mas excitado, supongo que me veía en brazos de él, y yo entrando en el juego creo que colaboré diciéndole cosas como… eres Antonio, mi amor de juventud? Y entonces arremetía con más fuerza, me besaba y sujetaba, resoplando sin contestar. Quedamos exhaustos los dos después del combate, y me abrazó con la luz apagada, diciendo: te ha gustado hacerlo con él?

Y cuando se fue por la mañana temprano, me hizo prometer que lo intentaría o por lo menos que aceptaría sus cortejos y que intentaría dejarle avanzar, siempre que fuera correcto y que ya me llamaría por las noches para ver cómo había ido el día.

Total, que me pasé todo el día dándole vueltas. Agarré un libro y me fui a leer a la piscina, mientras tomaba el sol, pero no pasé de una página. Dejé el libro a un lado y pensé que haría hoy de comida, y como lo haría, pero tampoco funcionó. Volví a coger el libro, y esta vez ni llegué a una. Y según estaba desnuda boca arriba, mirando las nubes se me ocurrió imaginar que haría si se presentaba ahora: seguiría así desnuda? Me cubriría? Le dejaría mirar, tocarme como el otro día? Y me di cuenta que me estaba excitando pensándolo, y que también me excitaba imaginar cómo se lo contaría a mi marido por la noche, como le describiría lo que habíamos hecho, como me tocaba, o besaba, y le veía a él escuchando y tocándose también, tal vez masturbándose mientras le narraba todos los detalles del encuentro.

Pero no vino, y me tranquilicé, y al día siguiente tampoco, y al tercero, cuando me encontraba ya tranquila, desnudita y casi dormida al sol, me pareció oír el ruido del motor de un coche y el portazo de una puerta al cerrarse.

Empecé a despertarme sobresaltada por si venía alguien y rápidamente me empecé a vestir, lo tenía todo al lado por si acaso, me coloqué el short sin bragas ni nada debajo y cuando apareció ante mí, de nuevo con un ramo de flores y una bolsa, justo me estaba abrochando el sujetador por detrás y todavía me dio tiempo a levantarme para saludarle.

Puse una gran sonrisa de bienvenida y era sincera, me alegraba de que hubiera venido al fin y me di cuenta de que deseaba verle, hablar con él, y sentir de nuevo su mirada de amor o tal vez de deseo sobre mí, me halagaba verle enamorado de una mujer mayor en comparación con él, que me viese bella y apetecible. Y tenía razón mi marido, yo también sentía algo por él, no estaba muy claro si era cariño o algo más fuerte, pero me gustaba sentir su mirada y sus avances en esa especie de cortejo que se traía.

Puse el ramo de flores en un florero y le indiqué una habitación para cambiarse, gritándole que le esperaba en la piscina. Llegó enseguida y se tumbó a mi lado sobre la toalla que le había proporcionado.

  • podías llamar por lo menos cuando tengas pensado venir… me coges siempre desprevenida

  • lo hice, pero no me lo cogías.

Pufff, es verdad, se me había olvidado dentro de casa y no lo había oído.

  • bueno, pues tocar la bocina al llegar para avisarme.

  • no quería asustarte.

Vale, tenia respuesta para todo, de modo que no dije más y empecé a tranquilizarme, y relajarme un poco.

  • he traído champagne para comer, y un poco de embutido de aperitivo, me pillaba de paso entrar en el supermercado.

  • pues me alegro porque no tenía pensado qué poner hoy, cuando estoy sola con una ensalada me vale.

  • sabes que cada vez que te veo te encuentro más guapa y que estas increíblemente bien?

  • anda… si soy una vieja ya.

  • jajajaja, de eso nada, eres una mujer impresionante, y estas para comerte, de modo que si me quedo con hambre por la ensalada, ya sabes.

Por supuesto que yo veía como me miraba mientras hablábamos de cosas sin importancia, de los viejos tiempos, de su trabajo… pero en ningún momento me sentí molesta, así que llegue a la conclusión que era posible que le gustase aun, o incluso que todavía fuera deseable a sus ojos.

Cuando llegó mi marido al día siguiente, se lo conté todo, en ese espacio intimo y propicio a las confidencias que es la cama por la noche, con la luz apagada antes de dormirnos, y para mi sorpresa me dijo que por que no le daba oportunidad, a ver qué pasaba, si se lanzaba o solo eran palabras de cortesía.

  • que no, que te digo que va en serio, que según yo lo veo lo que quiere es acostarse conmigo, que yo creo que sigue enamorado desde entonces...

  • y?

  • pues no lo entiendes? Qué quieres, que me acueste con él?

  • y por qué no?

Ahí me dejó sin habla, confundida y sin saber que contestar. Me estaba diciendo que quería que me acostase con otro. Sí que lo habíamos hablado alguna vez, pero como una fantasía, pero esta vez yo veía que iba en serio.

  • no te importa que me acueste con otro hombre?

  • que quieres que te diga… me excita pensarlo, me excita imaginarte en brazos de otro hombre, saber que te está tocando donde solo lo he hecho yo, que está haciendo el amor contigo, follándote en una palabra, y me gustaría verlo y participar, y

  • pero eso es una barbaridad.

  • por qué? Te gusta, a mi me gusta que lo hagas, le conocemos, sabemos que te adora, que no te hará daño, y tu disfrutaras del sexo con otro hombre. Por qué no probarlo? Si no te gusta y no quieres volver a hacerlo, se lo dices y en paz.

Quedamos los dos callados y en silencio. No sé cuando me dormí al fin, pensando en esa proposición, en hacerle caso y probar. Estaba claro que a él no es que le importase la idea, es que le gustaba; posiblemente era algo más que un capricho, ni tampoco lo veía como una perversión, parecía simplemente que era algo que tenía ya pensado de hace tiempo, que nunca me lo había dicho abiertamente hasta que vio que podía ocurrir y que teníamos al candidato perfecto.

No volvimos a hablar del asunto durante todo el fin de semana, Antonio no apareció, gracias a dios, así no me tuve que enfrentar a los dos, pero al despedirse el domingo, me dio un beso y me lo volvió a soltar:

  • qué? Lo intentamos?

Y se fue, dejándome sola y sin poder pegar ojo en toda la noche. Tuve aun tres días para pensarlo y darle vueltas, y cuando mi marido llamaba por las noches, no mencionaba el asunto, quería que lo madurase yo solita. Y entonces se me ocurrió: y por qué no, efectivamente? Me gustaban los dos, no creía que fuese un sacrificio terrible acostarme con Antonio, nunca había hecho nada con un hombre diferente de mi marido, ni se me ocurriría hacerlo, pero parecía que a mi marido le gustaba y hasta lo deseaba, y la idea de conquistarle, de ver si era capaz de acostarme con él, de follar con otro hombre, me dio vueltas todo ese tiempo, hasta que llegué a la conclusión de que iba a ver hasta donde era capaz de llegar y si era verdad que Antonio, mi antiguo alumno, me deseaba y sería capaz de tener sexo con él.

Cuando llegó el jueves, después de hacerme la llamada como le había pedido el otro día, yo ya estaba decidida a dejarle avanzar hasta ver donde llegaba, o casi mas bien, donde llegaba yo, pero quise ser prudente y como llegó después de comer, le esperé sentada en la terraza a la sombra y con el café preparado.

Yo estaba vestida discreta, con un vestido amplio y ligero, nada escotado ni trasparente ni cosas así, tampoco quería que se abalanzase sobre mí al llegar, y lo logré porque llegó, me dio un par de besos y se sentó enfrente mientras tomábamos el café.

Me dijo que estaba libre hasta el lunes, que no sabía si regresar a Madrid esa noche o quedarse por allí, y venir de vez en cuando a vernos, y lógicamente yo le ofrecí quedarse en nuestra casa, estaban libres los cuartos de los chicos, había sitio de sobra y estaríamos encantados de que nos acompañara unos días, pero que se lo comentaría a mi marido cuando llamase a la noche.

Un rato después decidimos ir a la piscina a refrescarnos y tomar el sol, le dije cual sería su habitación, para que dejase sus cosas y se cambiase y yo me fui a buscar mi bikini a la mía. Preparé la crema solar, me quité las zapatillas y busque un bikini bonito para ponerme y cuando me estoy sacando el vestido por arriba me pareció verle mirando desde el recibidor. Nunca solemos cerrar las puertas de los dormitorios, estamos casi siempre solos y no me percaté de que él podía acabar antes que yo.

Si, allí estaba quieto mirándome desnuda, y cuando se dio cuenta de que le había visto, se volvió indicándome que me esperaba en la piscina. Bueno, si lo que tramaba era que se fijase en mi y ver su reacción, no podía haber empezado mejor, sobre todo porque fue tan espontaneo que dudo que pudiera siquiera sospechar que pudiera haber sido aposta.

  • quieres que te eche la crema solar?

  • no, que tú no sabes y eres capaz de embadurnarme toda

  • bueno, pues me indicas como

  • mejor te fijas y aprendes para otro día.

No me quitó ojo durante toda la operación, meticulosa como siempre y sonreía cuando me volvía para mirarle, hasta que empezó a darme corte viéndole tan fijo en mí, acabé rápido y me tumbé en la hamaca.

Bueno, la verdad es que estuvo muy correcto toda la tarde, sin conversaciones con doble intención, sin recordar viejos tiempos y sucesos, y sin intentar nada especial, nadando cada uno por su lado, tomando el sol cada uno en su sitio, y sin esas miradas fijas que tanto violentan porque no sabes cómo reaccionar ni que decir para que no lo haga.

Un poco antes de tener que levantarnos para ducharnos y asearnos un poco, llamó mi marido, me levanté para hablar más con mas intimidad en la terraza de casa, y algo lejos para que no oyese la conversación.

Le conté la visita, le dije que se iba a quedar hasta el lunes, y que me había visto desnuda sin querer yo, en un descuido. Se enardeció según se lo narraba, y me dijo que siguiera así, que lo intentase esa noche, los dos solos, que era muy fácil, que se le notaba enseguida que me deseaba, que solo le permitiese hacer y nada más, etc. etc.

Sería muy fácil para él, pero a mí me parecía violento, y no sabía cómo podía reaccionar si Antonio intentaba algo. En fin, consiguió que le prometiese que solo me comportaría con naturalidad, y que no le pusiese muchas pegas si él intentaba algo.

Hicimos una cena ligera, de verano, en la terraza y después nos quedamos viendo la puesta de sol y el atardecer rojo cuando el sol se puso entre las montañas, su mano se posó sobre la mía, mientras el sol se ocultaba, y después la acercó a su boca y la besó.

  • te gustaría bailar así, a la luz de la luna?

  • no será demasiado romántico?

  • venga… nunca lo has hecho? Pon la música tú que sabes dónde está y yo preparo unas bebidas.

Bueno, me levanté y busqué una emisora de música suave mientras él manipulaba vasos, botellas, y cubitos de hielo, y apagaba casi todas las luces para dejar únicamente una medio en sombra en un rincón de la terraza.

Me rodeó con sus brazos y bailamos lentamente, era romántico y agradable, torpe pero cuidadoso, y me relajé entre sus brazos. Sentí el primer cosquilleo cuando acercó sus labios a mi oreja y comenzó una serie de besos cortos y suaves, y fue bajando por el cuello lentamente, sin romper el contacto, y el efecto fue inmediato, demoledor, y mi conciencia adormeciéndose con sus caricias.

  • no, Antonio, no me hagas esto, por favor.

  • no te gusta? No me quieres ni un poquito.

  • no tiene nada que ver, te estás aprovechando que estoy sola y débil, que no está mi marido, eso no es noble

  • yo te deseo, te deseo de verdad, sigo enamorado de ti, desde aquel día hace veinte años.

  • y qué quieres? Qué me acueste contigo ahora? Follar conmigo? Es eso?

  • bueno, dicho así es un poco duro

  • es lo que es, de qué otra forma lo puedes describir?

  • si te prometo portarme bien, me dejaras que te admire por lo menos? qué esté a tu lado? Esperaré lo que sea por si algún día decides cambiar de opinión.

Su rostro compungido, retirándose un poco de mí me recordó a aquel chiquillo tímido y aquel primer baile en su casa, y como disfrutaba con su cuerpo pegado al mío, y mis exhibiciones, y al tiempo, las palabras de mi marido empujándome a incitarle, a tener algo con él.

  • perdona, he sido muy brusca, pero no quiero que pienses que soy una mujer fácil, o que no quiero a mi marido. Sigamos

Bailamos y volví a notar su dureza contra mi vientre, pero los besos sensuales y con intención no aparecieron de nuevo, y me sentí mejor así, tal vez porque deseaba ser yo quien llevase la iniciativa. Cuando nos sentamos para acabar las bebidas, me pidió si podía subirme un poco la falda, que me prometía solo mirar, como antaño.

Y me la subí despacio. Y luego me desabroché unos botones de la blusa, hasta que apareció la piel morena del pecho, mientras el observaba sin moverse del sitio.

Me dijo que se me veía morena, que si tomaba el sol desnuda. Si, normalmente suelo estar sola, para que me voy a vestir? Podía verlo? … luego, cuando nos vayamos a dormir.

Entramos en la casa, cerré la puerta de la calle y nos fuimos a asear antes de acostarnos, le dejé en el cuarto de baño mientras yo iba a mi dormitorio, pero no cerré la puerta y esperé a verle aparecer para bajarme la falda mientras me miraba desde fuera, luego la blusa, enseñando las tetas morenitas y por último las bragas. No sabía en qué postura estar, era… extraño, como hacer striptease ante un desconocido o peor, ante un amigo, me di la vuelta para que me viera por detrás un poco, y me puse el pantaloncillo de dormir, me acerque a él, le di un beso en la boca y cerré la puerta.

Estaba pues decidida, iría dejándole poco a poco, les daría gusto a los dos, y… a mí, porque negarlo.