El alemán
Tardé mucho en acabar esta vez, lo suficiente como para que él acabara con mi pija metida hasta los huevos, y yo me quedé quieto mientras él acababa con espasmos y contracciones que podía sentir en su dilatado ojete.
Todos tenemos un amigo con el que nos conocemos desde la infancia, y yo tenía ese amigo que era un año menor que yo con el que pasábamos mucho tiempo juntos, y esa amistad siguió hasta después de la adolescencia.
Yo tenía 19 años, él 18 recién cumplidos. Mi amigo era rubio, de ojos claros y ascendencia alemana. Teníamos mucha confianza, y como varones yo no tenía problema en ponerme a mear delante de él cuando andábamos por ahí de noche, igual que él, que muchas veces bromeaba acerca de mi pija diciéndome cosas como "linda morocha" (yo soy morocho, así que obviamente mi pija es morocha) o "bruta herramienta tenés"… Honestamente, me lo tomaba a broma y nunca pensé nada raro, pues teníamos mucha confianza con él.
Trabajaba como sereno en una obra cerca de mi casa, y un sábado a la noche le tocó trabajar, así que fuimos varios amigos a acompañarlo. Llevamos cerveza -bastante cerveza, por cierto- y nos quedamos charlando hasta que se hizo bien tarde. Los otros se fueron porque iban a salir a bailar, pero yo me quedé con él.
Estabamos tomando cerveza sentados en el techo de lo que iba a ser un quinto piso. La vista era genial desde ahí: podíamos ver todo el barrio de casas bajas desde otra perspectiva.
Entonados por el exceso de cerveza, empezamos a hablar de sexo. Mi amigo me confesó que todavía era virgen, que nunca había estado con una mujer. Me sorprendió, porque era un muchacho simpático y fachero. Yo habia cortado hacía poco con una novia con la que había debutado, y él empezó a preguntarme cómo era coger, ahí me di cuenta que quería saber detalles… Y aunque no tenía yo demasiada experiencia, empecé a describirle con detalles lo que quería saber. Entre el sopor liviano de las cervezas y los dos meses que yo llevaba sin coger, la charla se me hacía bastante "excitante" y se lo dije; que si seguíamos con esa charla me iba a tener que hacer una paja.
Me miró con una sonrisa traviesa y me dijo: -“Bueno, pues nos hacemos una paja los dos entonces”…
Me lo tomé en broma, pero lo vi muy decidido. Ahí me dice “vamos a un cuartito de abajo” y yo le repuse "¿por qué no?" Bajé con él las escaleras hasta la planta baja, donde había una pieza en la que guardaban las bolsas de cemento y las herramientas. La luz era una pequeña bombilla que apenas alumbraba, y en esa habitación sin revocar se sentía el olor a humedad y a cemento típicos de una obra en construcción.
Me senté sobre una pila de bolsas de cemento y él se puso al lado, empezó a sobarse el paquete y con la mano izquierda me manoteó el mío, que estaba bastante crecido por la conversación y la situación impensada. Me sorprendí un poco por el gesto, pero no dije nada.
Me empezó a sobar por encima del pantalón vaquero, suave pero firmemente, lo que hizo que mi pija se pusiera dura al instante. Me miró con un aire entre vergonzoso y decidido, y me dijo: -“¿Te hago una paja?” -“Bueno” le dije yo, excitado por la novedad. Ya que estábamos en el baile, bailemos, pensé. Me desabrochó el pantalón, bajó el cierre, y metiendo la mano liberó mi pija ya dura, muy dura.
Y empezó a hacerme la mejor paja de mi vida, tengo que reconocerlo, la verdad es que tenía una mano espectacular para eso… La pija me dolía de lo hinchada que la tenía, entonces lo miré, y sin decir nada le puse la mano en la nuca y lo hice bajar. No fue necesario demasiado esfuerzo, él se puso de rodillas ante mí y empezó a chupármela con desesperación, a lamerla desde la base hasta la cabeza, metiéndosela todo lo que podía -porque no voy a mentir, tengo un buen pedazo-
-“Te quiero coger”- le dije. Él me miró y me dijo que ni en pedo, que él era virgen del culo también y que con la pija que yo tengo le iba a romper el orto. Pero eso no me frustró, al contrario, me calentó todavía más.
Le dije que se dejara de tonterías, que no me creía que alguien que chupara tan bien la pija fuese virgen, y me juró que sí, que él solo imitaba lo que veía en los videos porno que miraba en internet.
Me daba igual. Le dije que sí o sí yo quería cogerlo, que no podía dejarme así de caliente. Me contestó “bueno, entonces te la mamo hasta que acabes”. Le dije que no, que yo quería cogérmelo. Eso fue lo último que dije: me puse de pie, lo hice levantar y no ofreció resistencia, ya estaba entregado o tal vez tan caliente como yo. Lo hice apoyar contra la pila de bolsas de cemento, le bajé los pantalones y los calzoncillos, desesperado por ensartarlo y bastante torpemente porque era, nunca se lo dije, la primera vez que penetraba un culo.
Le hice separar las piernas y que se doblara totalmente apoyando la panza contra las bolsas, ambos éramos casi de la misma estatura, así que juzgué que esta era la mejor posición. Escupí la cabeza de mi pija, ya morada de tan hinchada, le dije que se abriera los cachetes del culo, y con toda la desesperación del mundo me puse detrás para con la mano mover mi pija hasta que sentí su agujero caliente.
Empujé con la fuerza de los torpes primerizos, pero no entró, tuve la certeza de que no me habia mentido: era virgen. Me aparté un poco, le ensalivé el culo y noté que lo tenía bien cerrado por naturaleza y por el miedo. Me puse de nuevo detrás y empecé a apretar la cabeza de la pija contra su culo hasta que sentí como empezaba a entrar mientras mi amigo chillaba de dolor. Le dije que por favor aguantara, que una vez pasado el solor la iba a sentir rico. Al menos eso es lo que yo suponía en mi inexperiencia acerca de las relaciones anales.
Yo estaba muy caliente y no podía parar, ni siquiera pensé que tal vez fuese necesaria una buena estimulación previa del esfínter. Empecé a hundir mi pija en ese culo estrechísimo sin piedad, sentía alivio y más calentura a la vez, y con un último empujón se la hundí hasta los huevos. Mi pobre amigo gimió, seguramente más de dolor que de placer, y en ese momento no me importó.
Empecé a bombear despacio, como dándole tiempo a que su culo se acostumbrara a mi pija, pero mi ansiedad se lo hacía muy difícil. Con apenas un hilo de voz mi amigo me empezó a decir –“Tenés la pija muy gorda, me estás haciendo sufrir, por favor terminá rápido…”
No me importó, al contrario, me calentó mucho más, así que empecé a cogérmelo con prisa y sin pausa, bombeando profundo. Me puse encima de él, pasé mis brazos por debajo de sus axilas, agarré sus hombros y lo trabé apretándolo hacia mí, poseyéndolo como una bestia. Mi pija latía dentro de su culo, recuerdo que no había ni un milímetro de espacio entre mi pubis y su culo, la tenía toda adentro. Y mientras yo bombeaba desesperadamente él empezó a gemir y llorar. En medio de mi calentura furiosa le pregunté si le gustaba; él me contestó llorando que me callara y que siguiera cogiéndolo, y presionaba su culo contra mí, como buscando que entrara todavía más y terminara su suplicio. Estuve así unos minutos, agarrado a él, cogiéndolo, apretándolo contra mí tanto que podía sentir su respiración y su gemido de dolor a centímetros de mi cara.
Mi pija empezó a latir, así que me aparté sin salirme y empecé a bombear mucho más rápido, sacándola y volviendo a metérsela de un solo golpe. Ahora sé que su culo estaba dilatado, abierto por mi pija que entraba y salía con toda facilidad, con total naturalidad. Saqué la pija para ponerle más saliva, porque la fricción me molestaba un poco, mi amigo me pidió –“No, no le pongas saliva, cogeme así que me gusta, y terminá de una bendita vez”.
Eso me calentó más todavía, y eso que estaba muy pero muy caliente. Empecé a bombear sin importar nada más; comencé a jadear y eso parecía que me permitía aguantar mucho más todavía mientras mi amigo acompañaba mis jadeos con gemidos roncos.
No tardé mucho en acabar: lo apreté con todas mi fuerzas contra las bolsas de cemento y le llené el culo con mi leche caliente, que en cada espasmo salía a chorros, inundándolo. Me quedé quieto hasta que no me palpitó más la verga. Se la dejé dentro esperando que se me bajara, pero seguía dura.
-“No me la saques -me dijo- quiero que se duerma adentro”.
¡Cómo me calentó! Y yo seguía ahí con la chota dura dentro de él, pero estaba muy sensible asi que me moví muy despacio, como probando. Pensé que me iba a doler porque había acabado hacia un minuto y lo normal es que la pija quede sensible, pero no, yo seguía al palo como si nada así que empecé a bombear de nuevo con mi propia leche como lubricante.
Ahora sí se sentía mucho más rico, porque mi leche hacía que mi pija resbalara dentro del orto de mi amigo, asi que empecé a cogerlo con más fuerza. Mi amigo me dijo que quería ponerse en cuatro, de modo que nos subimos los dos a la pila de bolsas de cemento y se puso como perrito para ofrecerme su culo blanco, ya totalmente sumiso. Le hundí la pija de un solo empujón, ya parecía una concha de lo dilatado que estaba, y encima con toda la leche que le habia dejado estaba bien lubricado.
Él pasó una mano por entre sus piernas y me acarició los huevos, agarró la base de mi verga y me dijo en broma: -“¿Tiene más juguito mi morocha?” A lo que yo le contesté embistiéndolo como un salvaje.
El pobre empezó a pajearse como pudo mientras yo entraba y salía de su culo con más fuerza cada vez, y sus nalgas sonaban contra mi pelvis. Parecía que estábamos aplaudiendo por la violencia de mis embestidas.
Tardé mucho en acabar esta vez, lo suficiente como para que él acabara con mi pija metida hasta los huevos, y yo me quedé quieto mientras él acababa con espasmos y contracciones que podía sentir en su dilatado ojete.
No lo dejé descansar: empecé a bombear fuerte y tuvo que sacar su mano para poder mantenerse firme, mis embestidas lo sacudían, ahora gemía de gusto y yo jadeaba más y más, hasta que acabé soltando unos chorros tremendos de leche a pesar de ser el segundo polvo: le eché una cantidad considerable de esperma caliente dentro de su culo. Me quedé quieto, y esta vez mi pija se bajó rápidamente y se salió con un ruidito sordo. Mi amigo se quedó en cuatro patas con el culo expuesto dilatado y chorreando leche, mi leche espesa y blanca. Me iba a limpiar la pija con el pañuelo, pero él, apurado, me dijo que lo dejara limpiármela y me la chupó con delicadeza lamiéndola toda sin dejar siquiera rastros de mi leche o del contenido de su recto.
A partir de ese día mi amigo se convirtió en mi amante: cada noche que podía yo iba a visitarlo y le hacía el culo entre las bolsas de cemento. Creo que se metió bastante conmigo, porque me chupaba la pija ni bien estábamos a solas, cogíamos donde podíamos, ya fuera en su trabajo, en el parque, en los zaguanes de la calle o en su casa, cuando no había nadie.
Así estuvimos durante casi cuatro años aunque yo me ennovié y me casé dos años después de esta primera vez, pero seguí cogiéndolo a gusto hasta que él se puso de novio con una mujer mayor y decidió no entregar más el culo. Hace unos días lo encontré –hoy es pastor evangelista- y tomamos un café, pero aunque lo invité con insistencia a recordar los viejos tiempos no aceptó, y nos despedimos con un abrazo.