El aire acondicionado

No estaba casado pero ella si. supongo que eso podría enmarcar lo que sucedió dentro de la infidelidad, ya sea por activa o por pasiva.

EL AIRE ACONDICIONADO

Yo no estaba casado pero ella si. Supongo que eso podría enmarcar lo que sucedió dentro de la infidelidad, ya sea por activa o por pasiva. Desconozco si ella quería que sucediese pero yo había fantaseado varias veces con aquella mujer. Constantemente estamos rodeados de personas con las que nunca hubiésemos imaginado en tener una relación sexual. Nos hemos acostumbrado a tener a esas personas a nuestro alrededor y nuestra relación con ellas es completamente diferente a cuando nos cruzamos con alguien atractivo (y desconocido) en la calle y giramos la cabeza para verle mejor.

Ella era una compañera de trabajo y la conocía desde hacia mas de veinte años, cuando yo había entrado a trabajar en la oficina. Ahora yo tenia cuarenta años y ella creo que cincuenta y dos pero pese a su edad, continuaba siendo una mujer espectacular. O al menos a mi me lo parecía. Tendríais que haberla conocido veinte años atrás, era una mujer normal, de aquellas que ni giras la cabeza en la calle pero con el paso de los años la madurez le había conferido un atractivo que podríamos definir como inhabitual. Quizás porque muchas mujeres con el paso de los años creen perder atractivo pero ella a cada año que pasaba parecía mas joven y deseable.

Media metro setenta y pesaría alrededor de sesenta kilos, era rubia (teñida, aunque rubia...), sus ojos eran verdes y su piel de color canela. Sus facciones eran bastante atractivas, con unas finas gafitas de metal que le otorgaban un aire de administrativa pizpireta. Su cuerpo con el paso de los años se había convertido en algo digno de admirar. En los últimos años el gimnasio había convertido su cintura, sus piernas y sus hombros en el paradigma de la perfección si bien la piel delataba su edad, aunque bien vestida pasaba por una mujer de cuarenta años, o menos. Sus brazos eran largos y finos, sin apenas vello. Sus hombros eran nervudos y perfectos, los huesos donde debían estar y la carne donde debía estar. Como la ilustración de un libro de anatomía. Algunas veces se ponía vestidos de tirantes y eso a mi últimamente me volvía loco. Sus pechos no eran demasiado grandes pero parecían firmes. Su cintura era estrecha y aunque sus caderas y su trasero eran algo anchos, su estómago era perfecto lo que la convertía en la típica madura con cuerpo de diosa. Luchando contra el paso del tiempo y casi ganando la batalla. Respecto a sus piernas... bueno, eso a mi particularmente me sacaba de quicio. Unas piernas delgadas y torneadas, unos muslos perfectos, musculosos y bruñidos. Unas rodillas perfectas, sin demasiado hueso, sin demasiada carne. Si sus hombros eran perfectos... no digo ya sus piernas.

Ella vestía siempre con trajes en invierno, pocas veces se ponía falda, siempre pantalones de ejecutiva de cintura alta y blusas a juego, en verano algún que otro vestidito liviano pero siempre con la falda apenas unos centímetros por encima de las rodillas. Cuando llevaba esos vestidos yo siempre iba a pedirla algún material de oficina que ella guardaba en el cajón inferior de su mesa, así ella se inclinaba y yo podía verle el escote con los sostenes y parte de sus pechos. Después dejaba el material en mi mesa e iba corriendo a los lavabos a masturbarme.

La situación era cada vez mas insostenible, me estaba obsesionando con ella. Habíamos estado trabajando un montón de años como dos colegas que toman el café y sonríen y ahora necesitaba follarme a aquella mujer sin importarme las consecuencias. ¿Debia hacerlo? Me daba igual. Como si perdía el trabajo en ello. Ahora ya no era un deseo, ahora era una necesidad que superaba cualquier adjetivo.

¿Pero cómo?

Muchas veces pierdes el tiempo planeando cientos de argucias que no llevan a ningún lugar y de repente la solución a cualquier problema llega por si sola, como si el destino estuviese esperando y te dijese "vale, ya lo has intentado suficientes veces, ahora me toca a mi". Gracias destino, te amo por lo que hiciste.

Lo que hizo el destino fue que una tarde de veranos nos quedásemos los dos solos en la oficina cuadrando un informe que no cuadraba por ningún lado. La oficina era un cubículo de unos cuatrocientos metros cuadrados con varias mesas repartidas sin orden. Nuestras mesas estaban relativamente cerca pero yo cogí mi silla y me puse junto a ella. Era pleno mes de Julio y ella vestía uno de esos vestiditos de tirantes que tanto me ponen solamente que se había puesto una rebeca de lana pues el aire acondicionado estaba a tope y la oficina vacía. No obstante al cabo de un rato comenzó a hacer mas calor del normal. El sol de Julio caía sobre las ventanas sin piedad recalentando toda la estancia y el aire acondicionado había dejado de funcionar. Llame a mantenimiento y me dijeron que estaban trabajando en los conductos del aire, una intervención planificada para la tarde porque teóricamente no debía haber nadie en todo el edificio. No contaban con que estaríamos nosotros. Por lo visto iba a estar el aire acondicionado parado toda la tarde.

Mi compañera se encogió de hombros y se quitó la rebeca.

-Bueno -dijo sonriéndome- no pasa nada, pronto acabaremos.

Si las películas porno tienen guión aquello parecía uno. Dos personas que se quedan solas en la oficina, el aire acondicionado estropeado... solo faltaba que apareciese el mecánico de la fotocopiadora con su herramienta entre las manos. No pude evitar sonreírme.

-¿De que te ríes? -preguntó ella.

-De nada.

-Dímelo, venga.

-No, es una tontería...

-Venga hombre... no seas crío... dímelo.

El destino a veces es de lo mas eficiente. Le conté que aquello parecía el argumento de una película porno y ella sonrió. Parecía algo avergonzada.

-Anda, vamos a trabajar -comenzó ella- que si no nos achicharraremos aquí... y como nos tengamos que quitar la ropa si que parecerá una película porno.

-Ojalá -dije yo sin poder evitarlo.

Ella dejó los papeles encima de la mesa y me miró.

-Anda, no digas tonterías, que podría ser tu madre.

-Eres demasiado joven para ser mi madre...

-Venga trabajemos. no digas tonterías.

Había llegado el momento de atacar. No iba a tener otra oportunidad como esa. Me sentia como un kamikaze en su diminuto avion lanzandose contra contra un portaviones

-Me caes muy bien -le dije.

-Y tu a mi. Pero tenemos trabajo.

-No me refiero a eso... me refiero a que me gustas, hace tiempo que te miro y cada vez que eso sucede siento algo extraño.

-¿A que te refieres? ¿Te has enamorado de mi?

-No se lo que es... es deseo.

Ella se levantó de la silla y dio unos pasos hacia detrás, como protegiéndose de mis palabras.

-No deberíamos hablar de esto ahora -dijo- tenemos trabajo y a mi me esperan en casa.

-Te deseo.

-No digas tonterías, soy mucho mayor que tu, estoy casada y con hijos... hace años que me conoces. No me puedes desear del día a la mañana. La gente como tu no desea a la gente como yo.

-Pues se ha roto la norma. Me encantaría hacerte el amor ahora mismo.

-No.

-¿Por que no?

-Por muchos motivos.

-Dime uno.

-Somos compañeros de trabajo, estamos en el trabajo ahora mismo, yo soy mayor que tu, nos conocemos hace tiempo... ¿quieres mas motivos?

-No has dicho que estas casada. ¿Ese no es un motivo?

-Claro que lo es.

-Pero no lo has dicho.

-¿Que quieres en realidad?

-Arrancarte el vestido y follarte aquí mismo, encima de la mesa.

-Pues no va a ser posible, necesito el vestido para volver a casa y tenemos que acabar el informe -dijo ella medio sonriendo.

-Pues entonces te quitaré el vestido poco a poco, lo doblare con cuidado, lo dejare encima de una silla, follaremos, después te iras a casa y yo acabare el informe.

-Me estas tomando el pelo. ¿Es eso?

Me acerqué a ella y puse mis manos en sus hombros. Creo que era la primera vez que tocaba sus hombros desnudos. Era una piel suave, caliente, invitaba a la locura.

-No, no te estoy tomando el pelo.

Y diciendo esto moví las manos bajando por los hombros y bajando al tiempo los tirantes de su vestido. Ella no hizo nada por impedirlo. Sus tirantes cayeron pero el vestido continuo inmóvil. Quizás el destino no me permitía desnudarla o quizás había una cremallera en la parte posterior así que pase mis manos por detrás de ella quedando nuestros rostros a escasos centímetros. Mientras yo bajaba su cremallera ella metió su lengua en mi faringe. Ya no había vuelta atrás. Le quité toda la ropa y la observe con detenimiento. Ella parecía avergonzada aunque no tenia motivos. Sus pechos, aunque caídos, eran espléndidos, con un gran pezón marrón oscuro. Su cintura era estrecha, su estómago plano y musculado, sus caderas mas anchas de lo que parecía pero sin un gramo de grasa. La edad no perdona. Su sexo estaba completamente depilado. Me arrodille, la hice sentarse en la mesa, abrí sus piernas y comencé a pasear mi lengua por su sexo. Estaba húmedo y tenia un sabor agrio. El manjar mas exquisito. Valía la pena haber esperado tantos años. Ella comenzó a gemir, entonces me levanté y me quité los pantalones. Ella se arrodilló y metió mi pene en su boca. Dios mío. Aquello era increíble, chupaba como si llevase varias semanas en ayuno, con auténtico ahínco, incluso me hacia daño. Con una mano masajeba mis testículos con la otra me paleaba al tiempo que metía la polla en su boca todo lo que podía y giraba la lengua dentro. La mosquita muerta era una experta comepollas. Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas. Noté que iba a correrme así que la aparte y le di la vuelta, al cabo de unos segundos mi polla estaba bombeando con fuerza dentro de su coño. Era genial, una sensación maravillosa con mis manos asidas a sus maduras caderas y tirando de ella adelante y atrás. Rítmicamente. Ella no dejaba de gemir. Sentía que de un momento a otro iba a correrme y entonces me di cuenta de que no habíamos pensado en el condon. De acuerdo, ella tenia mas de cincuenta años pero yo era tan listo para saber que ella ya no podia quedarse embarazada. Y no estaba dispuesto a correr ese riesgo.

-Voy a correrme... -dije entre gemidos también- ¿Que hago?

-Correte en mi culo.

Aquello me dejo sin palabras. Pero tampoco iba a analizar nada mas, aquella mujer era una caja de sorpresas. Saque mi polla de su coño y se la clavé en el culo sin demasiados miramientos, entró suavemente, como un guante, ella bajo la cabeza y apretó los dientes. Ambos estábamos disfrutando como nunca. Ella apretaba el culo y lo movía en círculos, era toda una experta en el sexo anal. Cuando yo la metía ella tiraba el culo hacia detrás tragándosela hasta los mismísimos intestinos y entonces comenzaba a mover el culo en círculos. Yo la cogí de los pechos y se los aprete con fuerza mientras descargaba litros de semen en su trasero y ella gritaba, no se si de dolor, de placer o de ambos.

Nos quedamos acoplados sin decir nada, completamente perlados de sudor mientras mi pene se hacia cada vez mas pequeño dentro de su culo.

De improviso se abrió una puerta y por ella aparecieron dos técnicos del aire acondicionado con sus monos azules. Uno era joven y alto, el otro era bajito, regordete y con bigote. Los hermanos Mario, definitvamente. Ambos se quedaron quietos (yo diría que helados), mirándonos sin decir nada. Nosotros tampoco dijimos nada. No hicimos ningún movimiento. Seguiamos acoplados como una nave espacial esperando ordenes.

-Veníamos... -dijo el técnico de mayor edad- a ver la temperatura... si pueden trabajar con este calor...

-No podemos trabajar -dijo ella rapidamente entre resoplidos de cansancio- así que quitaos esos monos y venid de una vez...

Yo no supe que decir. Simplemente saque mi pene de su culo y miré como aquellos dos hombres se desnudaban mientras mi compañera me limpiaba la polla con su boca. Al cabo de cinco minutos ella ya tenia tres pollas, una en cada agujero. Sorpresas te da la vida... para que luego digan que los aires acondicionados son malos...

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