El ahijado de mi esposa (2)

Un caballero narra la continuación de la infidelidad que su esposa le confesó haber cometido con su joven ahijado.

EL AHIJADO DE MI ESPOSA

SEGUNDA PARTE

Por Silvia

En esta segunda entrega describo la infidelidad de mi esposa, tal como ella me la contó mucho después, confesándome cómo, perdiendo todos sus escrúpulos de ejemplar esposa, siendo el objeto del deseo de su joven ahijado, se convirtió en una simple hembra ansiosa de gozar y brindar placer a su reciente amante.

Pasaron varios días desde el primer encuentro de mi esposa con su ahijado, tiempo en el cuál, yo, ingénuo y confiado como siempre en la ejemplar conducta de mi recatada y ejemplar esposa, no noté nada que me permita enterarme de la infidelidad de mi mujer, aún cuando observé que durante nuestras relaciones maritales, en los últimos tiempos, ella mostraba un ardor mayor que el acostumbrado, enterándome solo después, por su propia confesión, que era motivado por el recuerdo de aquel encuentro con Jorge a quién ella no podia alejar de su mente a pesar de su propósito de olvidarlo por lo que sin quererlo, lo evocaba en sus momentos de éxtasis amoroso. En efecto, cuando hacía el amor conmigo, Martha imaginaba estar con él, y eso hacia que su goce sea mas intenso que nunca y alcance los prolongados y repetidos orgasmos que me dejaban sorprendido al no saber qué los causaban.

Al cabo de una semana, Martha fue sorprendida por un mensaje recibido en su celular. Venía como anónimo, pero supo que era de su joven ahijado, pues solo tenía una corta frase: "Te amo, y no te olvidaré nunca". Eso reavivó aún más el recuerdo de aquella apasionada tarde de amor y de lo mucho que habia gozado en su entrega a ese joven, haciéndo que olvidándose de todos sus escrúpulos y principios de esposa ejemplar, desee sentirse amada y acariciada por Jorge, entregarse a él y convertirse en su amante. Sin embargo, por prudencia, y dado su carácter formal, prevalecieron sus principios y no hizo ni intento de llamarlo aún cuando pasaba horas pensando en él.

Finalmente, el joven se atrevió a tomar la iniciativa de llamarla con insistencia a su celular sin que ella acepte responderle. Cuando después de varios intentos, ella, nerviosa y espectante, por fin se animó a contestar, Jorge insistió una y otra vez en verla nuevamente, hasta que finalmente, Martha sucumbió a la tentación y deseo que sentía, aceptando reunirse con él en una discreta cafeteria del centro de la ciudad, pues, no deseaba hacerlo en la casa, donde sabía que muy fácilmente podria ceder a los impulsos de su cuerpo y entregarse a ese fuerte y apuesto joven objeto de sus deseos. Después de hacerlo, mi mujer no podia creer que habia concertado y tenia una cita de amor con su ahijado, pues, aún cuando no estaba segura de lo que podria acontecer después del furtivo encuentro acordado, sabía en su interior que solo deseaba entregarse a él, gozar de su viril cuerpo y brindarle en compensación el mayor placer posible como forma de conquistarlo, retenerlo para su propio goce y demostrarle que era toda una mujer y no solo la remilgada señora que siempre aparentó ser.

Cuando llegó al lugar convenido, ella debió esperarlo unos minutos que le parecieron eternos, pues, nunca antes habia estado sola en un lugar aguardando a su pareja, menos aún si esta era su joven ahijado, ahora convertido en un furtivo amante. Cuando por fín, Jorge apareció, ella, nerviosa, lo saludó fingiendo una tranquilidad que no sentía, aunque con la cordialidad de siempre, en tanto que él, efusivamente, la abrazó y besó en las mejillas, a tiempo de decirle al oido:

  • Hola mi amor, gracias por venir. Estás preciosa -

Ante eso, mi mujer se sonrojó intensamente pensando que todo el mundo escuchó esas palabras, salidas de la boca de un joven que bien podría ser su hijo. Sin embargo, al momento se tranquilizó recobrando su compostura, aún cuando sentia que su cuerpo ardia de deseo con solo mirar al joven, notando como su intimidad se humedecia y sus pezones se ponian muy sensibles. Mientras aguardaban el pedido que encargaron, Jorge, con un aplomo hasta entonces desconocido para mi mujer, en voz baja, le dijo cuánto la habia extrañado y cuán grande era la alegria de verla de nuevo. También alabó la figura elegante de mi mujer y le dijo que la veía atractiva y deseable, lo que terminó por vencer la resistencia con que Martha se proponia enfrentar a los avances de su otrora ahijado, ahora convertido en un joven galan que la cortejaba abiertamente pretendiendo nuevamente hacerla suya, pues, esa fue la intensión de Jorge, que finalmente dijo a mi mujer que queria estar con ella en un lugar apartado donde pudiera besarla y acariciarla sin temor a la mirada de la gente. Lo dijo en un tono tan apasionado y convincente que mi esposa terminó por acceder a la descarada propuesta de Jorge, respondiendo afirmativamente, aunque con voz apagada, a su proposición de ir juntos a un sitio reservado y discreto donde pudieran hacer el amor. Después de dar su aceptación, me contó mi esposa posteriormente, se sintió sucia y culpable, a pesar de lo cuál no pudo volverse atrás, pues, era demasido grande la tentación de gozar nuevamente el intenso placer que el joven le habia proporcionado en su primer encuentro, y sentia que su cuerpo ardia presa de una incontenible excitación que debia satisfacer, por lo que, algo sonrojada y sofocada por el goce anticipado de su relación prohibida, aceptó la mano que le ofrecia su joven galán para sacarla del lugar donde se encontraban, y conducirla a tomar un taxi que los llevaría a un motel.

A pesar de la vergüenza que sentía Martha al abordar el vehículo y observar la sonrisa irónica del chofer cuando escuchó que Jorge le indicaba el lugar donde debia conducirlos, no pudo menos de sentirse contenta sabiendo que pronto estaría en los brazos de ese joven y guapo muchacho, entregándose a él para gozar de su cuerpo y al mismo tiempo prometiéndose a sí misma que le brindaria el maximo placer que pudiera para así dejarlo satisfecho, pues, no solo queria gozar, satisfaciendo cuanto su cuerpo le pedía y demostrarle de esa forma que era una verdadera mujer, sino que además pretendía retenerlo poniendo su mayor empeño en su entrega para que el joven, convencido del placer que podía brindarle, la desee más y únicamente a ella. Transcurrido ya bastante tiempo desde que mi mujer me contó su infidelidad, pienso ahora que mi antes recatada y ejemplar esposa, al opinar y actuar de esa manera no solo lo hacia por el simple deseo de hacer el amor con él, sino que además inconcientemente se estaba enamorando de su ahijado.

Cuando finalmente estuvieron solos en la habitación del motel elegido, Jorge, sin preámbulo alguno la abrazó y comenzó a besarla apasionadamente, correspondiendo de igual forma mi esposa con besos cada vez mas ardientes, fusionándose ambos con las lenguas enredadas y las manos cada vez mas inquietas recorriendo y palpando sus cuerpos. El, osado como nunca antes lo habia visto mi mujer, acariciaba sus senos con una mano, mientras que con la otra bajaba desde su espalda hasta sus nalgas que no dejaba de palpar, para descender despues hacia sus piernas y luego ir hacia delante en busca de su sexo, al mismo tiempo que con voz ronca repetía una y otra vez:

  • Te amo y te deseo, Martha – dejando así establecido que habia dejado para siempre de llamarla madrina y tratarla de usted.

Mi mujer respondió:

También yo te deseo, Jorge. Quiero ser tuya –

Entonces él, comenzó a desnudarla, facilitándole el trabajo mi esposa al desabrochar el corpiño que contenia sus senos cuyos sensibles y duros pezones pedían ser acariciados. Cuando Jorge terminó de quitarle sus bragas, palpando su femineidad, sonriendo le dijo:

Estoy feliz de verte tan mojada, eso demuestra que me deseas igual que yo a ti, verdad?

Mi mujer no dijo nada, simplemente sonrió mientras tomaba el ergido miembro de Jorge en sus delicadas manos y lo acariciaba febrilmente, a tiempo que le ayudaba a despojarse de toda su ropa. Cuando lo hizo, sin más preámbulo, se inclinó llevando a su boca aquel rígido miembro objeto de sus sueños y fantasias. Lo besó y acarició largamente. usando para ello su lengua y sus labios con una destreza producto del placer que sentia teniendolo en su boca y sabiendo que así brindaba a Jorge un gran placer, manifiesto en los gemidos que dejaba escuchar para deleite de los oidos de mi esposa.

Al rato, Jorge, que aún no deseaba terminar, la sacó de su posición y retribuyo sus caricias de la misma forma, recorriendo primero todo su cuerpo con su lengua y sus labios, besándola en la boca y en todo su rostro, y luego descendiendo hacia su cuello, sus hombros, sus senos, su estómago y después a su intimidad cuyos labios abrió con delicadeza hasta ubicar su excitado clítoris que acarició con su lengua mientras mi mujer se retorcía y gemia de placer, hasta que muy rápidamente alcanzó un intenso y prolongado orgasmo, derramando sus flujos en la cara de Jorge que inmediatamente, mientras Martha aún gozaba, subió hacia su rostro para besarla transmitiéndole su propio sabor, a tiempo que le decía:

Mira, Martha, cómo has puesto mi cara. Prueba tu propio sabor, tu sabor a sexo de la hembra ardiente que eres y no de la remilgada señora que aparentas y pretendes ser.

Al oir, aquello, desconociéndose a sí misma, incontrolable, mi mujer cogió con sus manos el miembro de Jorge y llena de lujuria y pasión, con voz ronca de la excitación que aún sentía, sin dejar de besar la boca del joven, sorbiendo lo que en ella quedaba de sus propios jugos, entre gemidos le dijo:

Soy tuya, penétrame, mete tu verga dentro mio hasta el fondo, lléname de tu leche.

Cuando Jorge ingresó en su abierta y húmeda cueva, sintió que mi esposa lo aprisionaba con sus piernas comenzando al mismo tiempo un rápido movimiento de sus caderas y de toda su pelvis, como pretendiendo que el miembro de su pareja penetre aún más y más. Eso hizo que el joven alcance muy pronto su primer orgasmo, eyaculando copiosamente dentro de Martha e inundandola con un abundante y caliente torrente de semen que hizo que mi mujer, llena de lujuria y placer, llegue a un nuevo orgasmo que gozó entre gemidos y estertores de su sudoroso cuerpo entregado únicamente al placer que en ese momento le brindaba su amante.

Algo rendido por la descarga que experimentó, Jorge se retiró de encima de mi mujer, recostándose a su costado, mientras la besaba y acariciaba su cuerpo, tocando sus senos y pellizcando sus pezones. Martha, también algo rendida, pero no totalmente satisfecha, disfrutó con los ojos cerrados las caricias de su joven amante, sin dejar de sentirse excitada y con ganas de seguir gozando el placer que habia sentido, por lo que casi inconcientemente, bajó sus manos hacia su propio sexo, tocándolo y comprobando que tenia la vulva llena del semen que el joven habia depositado en su interior y que brotaba mojando sus muslos y deslizándose hacia su pequeño orificio posterior. Tocándose así con una mano entre sus labios, llegó hacia su clitoris comenzando a acariciarlo con un dedo, como lo habia hecho en sus momentos de fantasia, mientras con la otra mano, palpó su humedecido ano, sintiendo al hacerlo que nuevamente el placer llegaba a ella, entregándose a él, disfrutando al mismo tiempo el enorme goce de sentir los besos de Jorge en su boca y en sus senos que no solo eran palpados, sino apretados y casi estrujados, y al mismo tiempo sintiendo sus propias caricias en su clítoris, hasta que plena de lujuria, logró un nuevo orgasmo, siempre en medio de incontenibles jadeos que brotaban de su garganta y estertores de su incontrolable cuerpo, entregada así al intenso goce con que deseaba calmar su extremo estado de excitación. Gozó no solo una vez más, sino varias, en múltiples orgasmos continuos cada cual mas intenso que el anterior, ante la mirada incrédula de Jorge que no terminaba de sorprenderse al ver la intensa pasión con que mi mujer se entregaba a su propio placer con solo la ayuda de sus manos. Finalmente, cuando Martha terminó de gozar, casi exhausta, con su figura toda descompuesta y sudorosa, quiso descansar un poco, pero no le fue posible, pues, el soberbio espectáculo brindado al joven lo habia enardecido demasiado y él quiso entonces poseerla de nuevo, haciéndolo esta vez con poca delicadeza, pues, había visto que su otrora respetable y recatada madrina, no era mas que una hembra dispuesta a gozar del sexo que él, su joven amante, podria proporcionale.

Fue así que con muy poca consideración, la penetró con dureza, embistiéndola y sacudiéndola sin miramiento alguno en su propósito de poseerla, ante los sorprendidos ojos de mi esposa que apenas atinó a reaccionar facilitándole la entrada a su sexo y después procurando moverse acompasadamente para complacer el ímpetu del joven y procurar proporcionarle el placer que buscaba. Aún cuando su clítoris estaba irritado por el intenso roce y gozo que con sus dedos se había proporcionado, la rigidez del viril miembro de su joven amante la exitó nuevamente por lo que creyó podria lograr un nuevo orgasmo al ser poseida de esa forma. Sin embargo las intensiones de Jorge eran diferentes. Ya la habia gozado de esa forma, y ahora queria otra cosa, por lo que sacando su herramienta del húmedo estuche en que se encontraba, toda brillante y huntada de la mezcla del semen de su anterior eyaculación con los flujos de mi mujer, lo llevó directamente a la boca de ella obligándola a abrirla y a dejar que se introdujera en ella, al mismo tiempo quje le decía:

Querias mi leche, Martha, pues, tómala, mámame hasta que salga toda para que te la tomes sin dejar caer ni una gota –

Escuchando eso, mi mujer volvió a perder el poco control que todavía tenía de sí misma, por lo que cogiendo con las manos esa dura verga que tenía en su boca, empezó a chuparla y lamerla con verdadera lujuria, usando su lengua y sus labios en su empeño de darle a Jorge todo el placer que buscaba, sabiendo que con ese acto de sumisión y entrega, plena de excitación y deseo terminaba de ser suya, convertida de recatada señora en una simple hembra ansiosa de gozar de su sexo y brindar el suyo entregándose a su propio placer y deseando que su hombre goce del que ella podia darle, poniendo en ello todo su empeño. De esa manera, al poco rato, sintió que Jorge alcanzaba un intenso orgasmo, comprobado mediante la abundante cantidad de semen que brotó de su miembro en la boca de mi mujer, quién, sin remilgos ni escrúpulos de ninguna clase, tragó todo lo que pudo saboreandolo e introduciendo luego a su boca con su lengua y con sus dedos la parte que se derramó en su cara. Finalmente concluyó su labor untando sus senos con el semen que habia quedado en sus manos, lamiéndoselas después, mientras miraba a los ojos de Jorge como preguntándole si estaba satisfecho de su forma de entregarse a él.

Entonces el joven, recobrando su compostura, eufórico y plenamente satisfecho, abrazó a mi mujer, besándola con adoración y diciéndole que la amaba y que ya no era su madrina, sino la mejor amante que jamás habia imaginado.