El agricultor y la reportera
Para cumplir una fantasía, entrevisto a un agricultor, y saco a la entrevista mucho jugo.
Hola a todos. Este relato no me ha pasado a mí ni a nadie a quién conozca. Simplemente es una fantasía que se me ha ocurrido en algún momento.
Una de las cosas que me excitan son los hombres que trabajan en profesiones relacionadas con trabajos manuales y duros, no sé: obreros, fontaneros, agricultores, ganaderos. Hoy la que os quiero contar está relacionada con los agricultores.
Un día que me levanté más excitada de lo normal, se me pasó por la cabeza realizar un plan que ya hacía tiempo quería llevar a cabo. Desayuné, y me vestí con medias, braga y sujetador con puntilla, falda larga con botas altas, y camiseta escotada con una blusa abierta. Luego lo rematé con unas gafas de pasta, para que me diera imagen de niña bién, que desde luego es lo que a veces no soy.
Cogí el coche y me fui a unos 40 Km. de mi ciudad, a una zona que hay bastante agricultura de secano, y que conocía un poco porque había tenido un novio de por allí. Una vez por allí me metí por los caminos forestales, a ver si veía mi objetivo. En uno de los campos a lo lejos se veía un tractor y alrededor al que lo conducía. Cogí los prismáticos y eché un vistazo, y parecía ser exactamente lo que yo estaba buscando: unos 55 años, no demasiado atractivo, ni mucho menos y una pinta de paleto de pueblo tremenda. Lo siento por los que seáis de pueblo, pero ya sabéis a lo que me refiero. Paré el coche al lado del campo donde estaba, me coloqué las tetas bien, cogí una carpeta que llevaba y bajé, esperando a que se acercara donde yo estaba. Cuando pasó cerca, me metí en el campo y levanté la mano para que me hiciera caso. Paró el tractor y el hombre se acercó a mí. Cuando lo vi, confirmé lo que había visto por los prismáticos. Era exactamente el tipo de hombre que buscaba para hoy.
Me presenté y le dije que era Patricia, y que trabajaba para un periódico de la provincia, y que estaba haciendo un reportaje sobre el campo y su gente. Estuve preguntando pijadas durante 10 minutos, pero así me enteré que se llamaba Francisco, que tenía 59 años, que estaba soltero, que vivía en una casa solitaria en el campo a unos cinco minutos de allí, que no tenía mucho trato con la gente del pueblo y que en los diez minutos de la entrevista, me había mirado unas doce veces a las tetas.
- Francisco, ¿tiene algún problema en que esté todo el día hoy con usted?
- Claro que no, ya estoy acabando aquí, y ya no tengo nada que hacer en todo el día. Sólo atenderla a usted. Además, hace mucho que no veo a ninguna chica tan guapa como usted por aquí, si me permite el piropo.
- Muchas gracias, Francisco, me gustan mucho los piropos. Se me ocurre una cosa si es posible, ¿puedo ir en el tractor con usted a terminar lo qué este haciendo?
- Claro, pero tendrá que subirse en mis piernas, no hay sitio para otra cosa.
Sin problema, pensé para mí. Subí detrás de él al tractor y me senté encima de sus piernas. Arrancó el tractor y nos metimos para el medio del campo, y con el traqueteo aproveché para pegarme lo más posible a él y entonces le dije:
- Francisco, tengo que confesar que antes no le he dicho toda la verdad sobre mi trabajo. No es exactamente un periódico normal para el que trabajo. La verdad es que es para una revista pornográfica, y me han encargado hacer un reportaje sobre la vida sexual de los agricultores. Si no tiene ningún problema, le iré haciendo alguna preguntar sobre ese tema.
Noté como se ponía nervioso y que se ponía colorado
- Bueno, no hay problema, pero no me saque fotos ni ponga mi nombre, que como alguien se entere, se ríen de mí. ¿y usted es de las que sale en las revistas? Porque está tan buena como ellas.
- Ay, no, Francisco, dije, mientras le ponía la mano en el brazo, pero gracias.
Empecé a preguntarle cosas y ya me fue contando que había tenido pocas novias, que compraba revistas porno cuando iba a la ciudad, que él no era de los que follaban con las vacas o las ovejas que tenía, pero que él había conocido a otros que sí lo hacían.
Por entonces, yo ya estaba chorreando como una fuente y con cada golpe del tractor ya podía notar como su polla estaba ya completamente tiesa, y no parecía que tuviera mal aparato.
- ¿Y es verdad que la gente del campo va tanto a los puticlubs como se dice?
- Hombre, los demás no sé lo que van. Yo normalmente voy dos veces al mes.
- ¿Y a dónde va usted?
- A uno que queda a diez kilómetros de aquí. Hay muchas chicas rusas y rumanas y de por ahí, pero a mí las que me gustan de verdad son las sudamericanas, con esas caderas para agarrar…..
- Ja, ja, ja, tranquilo, Francisco, que se está excitando. ¿Y cuanto paga cada vez que va?
- Entre la cerveza, la chica y alguna bobada más, sobre sesenta o setenta euros.
Entre la conversación, el olor a sudor y a tierra del hombre, yo ya estaba muy excitada.
- ¿Y por una chica como yo cuánto pagaría usted?
- Por usted, lo que fuera.
- Pare el tractor, Francisco, hoy es su día de suerte. Hoy lo hago gratis, dije mientras le pasaba la mano por el bulto del pantalón.
Le bajé los pantalones y el calzoncillo hasta los tobillos. Me agaché como pude y empecé a meter en la boca aquella verga dura y erecta que tenía delante de mí. Como la posición era muy incómoda, le pegué unos salivazos en la polla, me levanté la falda, aparté un poco las bragas y me ensarté aquel pedazo de carne en mi vagina. Entró del tirón debido a mi estado de excitación, que hacía que tuviera la entrepierna ya encharcada. Empecé a subir y bajar despacio para que penetrara en lo más profundo, cosa que hizo sin dificultad. El agricultor colaboró agarrándome el culo y subiéndome y bajándome con sus fuertes brazos sin dificultad, aunque pronto empezó a sudar. De mi coño salían oleadas de placer, corriéndome dos veces prácticamente seguidas, porque en la postura en la que estábamos y con mi vagina completamente mojada, su polla, que no era especialmente larga, pero si con una cabezota gorda, llegaba prácticamente hasta el fondo de mi coño. Noté como su gordo capullo se empezaba a hinchar, como pasa siempre que se corren los tíos, y al momento noté unos chorretones de líquido caliente en mi coño, y empezando a caer por las piernas, mientras el hombre lanzaba berridos de placer.
- Qué bien me lo he pasado, Francisco. Pero me quedo con ganas de más y además quiero hacerle una buena mamada a su polla. ¿Vamos a su casa?
- Claro, señorita. Yo también tengo ganas de pegarle un buen repaso a sus tetas.
Nos metimos cada uno en su vehículo y nos fuimos para la casa del agricultor.
- Voy a lavarme un poco, señorita. Vuelvo ahora.
- No, Francisco. No se lave que me gusta más así, con esa suciedad y con ese olor.
- Pero que puta eres, me dijo empezando a sobarme las tetas desde atrás. Me quedé sorprendida, porque hasta entonces había sido muy educado y no había dicho nada guarro. Pero reconozco que me gustó.
- Sólo con los que quiero, Francisco, le dije dándome la vuelta y metiéndole la lengua en su boca. Mientras le morreaba, le desabroché el pantalón y dejándolo caer, empecé a masturbarle suavemente. Cuándo ya noté la verga dura, le llevé al sofá y allí me quité la ropa mientras él se masajeaba los huevos como diciendo, mira lo que tengo para ti.
- No se quite las botas, que una vez me follé a una puta que llevaba las botas puestas y me gustó mucho.
Como quieras, ahora seré tu puta.
Me agaché delante de él y me metí su miembro en la boca, y jugué con la lengua con su capullo, metiéndome solo su cabezota en la boca y dándole pequeños golpes con la lengua, luego le pasé la lengua por todo el tronco, notando sus venas y le comí los huevos, jugando con ellos e intentando meterlos en mi boca. Notaba como sus piernas se ponían tensas cuando algo de lo que le hacía le gustaba, y emitía gemidos roncos de placer. Metí su capullo en mi boca, y empecé a mover mi mano arriba y abajo del tronco de la polla, y ya noté como, al igual que cuando se corrió en el tractor, se hinchaba su cabeza y se llenaba mi boca de leche espesa y caliente. De la boca pasó a mi mano, y ahí lo dejé mientras oía su respiración agitada diciendo que nunca se la habían chupado así.
Estuvimos unos minutos casi sin hablar, porque él estaba recuperándose de la segunda corrida. Entonces se me ocurrió una cosa con la leche que había guardado en mi mano. Cogí una silla, me senté delante de él, eché saliva en la mano para que la leche no estuviera tan espesa y me empecé a masajear el cuerpo, dedicándome sobre todo a mis pechos. Rápidamente pude ver como daba resultado en el tamaño de su polla, que pasaba de flaccidez a estar otra vez tiesa. Se levantó del sofá y se agachó delante de mí, y empezó a comerme el coño con avidez. No lo hacía muy bien, aunque me gustaba su lengua rasposa, pensé que tendría que enseñarle a comer bien el coñito de una chica. De ahí pasó a chuparme los pechos, mientras me los estrujaba. Me excitaba que me tratara con fuerza.
- ¿Te gusta chuparme las tetas, no, cerdo?
- Si, si.
- ¿Y te gusta chuparte tu leche también?
- Si está en tus tetas, sí.
- Que cerdo eres, cabrón.
Sin decir nada, me cogió, me puso en uno de los reposabrazos del sofá, me hizo inclinar y sin decir una palabra, me penetró el coño desde atrás, dándome fuerte con las caderas en cada golpe, con el que me metía la polla más adentro. Así consiguió que nos corriéramos los dos otra vez más. Parece ser que lo de que le provocaran, le ponía más bestia cada vez.
Había hecho un descubrimiento fabuloso en el campo y no iba a dejarlo escapar. Cuando me fui para mi casa, le dije que ya le llamaría la próxima vez que fuera a ir a visitarle y que iba a tener alguna sorpresa que no esperaba. Poco a poco iré escribiendo mis siguientes encuentros. Besos para todos/as.