El advenimiento (Capítulo 4 y 5)

La vida de una madre modélica se ve truncada por la intromisión de una persona que le enseñará un mundo que no conocía. Todo ello bajo la visión de su único hijo, el cual será testigo de como su madre va cambiando poco a poco.

CAPÍTULO 4

Me adentro en esa casa detrás de mi madre. Siguiéndola y ella a su vez siguiendo al viejo. Al entrar en esa casa vemos todo en penumbra, huele mal, ¿qué es esto que huele? ¿humedad? ¿cerrado? La sensación de suciedad es abrumadora. Todo lo que entra por nuestros ojos son cosas deterioradas, como si fuera un piso abandonado. Como si el conjunto de esa casa de alguna manera nos dijera como es realmente Don Fernando y como es su persona.

—Mamá, pero que sitio es este… —mientras me mira, arruga su nariz, sin que él lo vea. Sin dejar de seguirle y yo sin dejar de seguirla.

Paramos por un largo pasillo. La distribución del piso es idéntica a la nuestra. Lo que realmente choca a la vista es la comparación entre una casa y la otra. Mientras que la nuestra está totalmente iluminada, limpia, con cada objeto y cada mueble escrupulosamente colocado, en esta casa todo está desordenado. Cajas de diferentes tamaños se apilan por el pasillo. Encima de ellas, llegamos a ver revistas de alto contenido sexual. Yo me fijo, pero me salta la duda de si mi madre se ha dado cuenta y de cual es su reacción. Nunca me habría pensado que mi madre podría soportar algo así. Aún así, la voz del viejo me saca de mi pensamiento.

—Es por aquí vecina. —dice andando por el pasillo y parándose en una puerta a mano derecha. Debido a que la distribución es igual a la nuestra, sé que se ha parado en el cuarto de baño.

—Perdone que se lo diga Don Fernando, pero esto está asqueroso. —dice ella llegando a su altura.

—Disculpa vecina, pero no esperaba visitas… —Su tono parece que no le da importancia a su comentario.

—A ver Don Fernando, vayamos rápido que no quiero perder más tiempo.

—Es aquí… —Dice entrando dentro del cuarto de baño. La visión es horrenda. Ese cuarto de baño estaba en concordancia de todo lo visto anteriormente. Lo primero que me llamó la atención al echar un vistazo dentro de allí es la cantidad de humedad que se ven por los azulejos. Diferentes trapos tirados por el suelo, donde se amontonan bolillos de pelo. La cortina de la bañera está amarillenta y aparenta suciedad por la parte de abajo. Varios vasos de cristal se apilan por la pila del váter junto con cuchillas de afeitar usadas y algún cepillo de dientes que parece que no se han usado en muchísimo tiempo. Las esquinas del techo están manchadas, se nota que este cuarto de baño lleva muchísimo tiempo sin cuidar…

—Aquí están las goteras, ¿puedes verlas vecinas? Allí, allí y allí. —dice sin dejar de señalar el techo.

—La verdad es que está tan lleno de humedades que cuesta ver de donde sale, pero bueno esto no indica nada, puede ser un escape de su cañería. —contesta ella intentando hacer un esfuerzo sobrehumano y no mirar las cosas que hay a su alrededor.

Desde el marco de la puerta del cuarto de baño observo la situación. Veo como el viejo con esas pintas, no deja de señalar las posibles goteras, mientras mi madre, totalmente fuera de contexto debido a la chocante imagen que da alrededor de tanta suciedad y dejadez, mantiene sus manos en la cintura mientras intenta mirar hacia el techo siguiendo las indicaciones de Don Fernando. ¿Puede que mi madre se haya empezado a poner algo nerviosa? De ser así, mantiene mucho el aplomo.

Mi madre, harta de encontrarse ante tanta suciedad y mal olor no puede evitar sentirse mal. —Quizás mejor que llame a la aseguradora, debería llamar usted a una mujer de la limpieza. —aún encontrándose en esa situación, a ella no le cuesta absolutamente nada decir lo que piensa. Eso pilla desprevenido al viejo, sin embargo, no hay atisbo de nerviosismo por su parte. Solamente una leve sonrisa.

—Tranquila vecina, de eso no tenemos que hablar. Quiero que me pagues la reparación, que es lo que me corresponde. Como tenga mi cuarto de baño, no es de tu incumbencia.

Ante tal contestación, mi atención y mirada se centra en mi madre. Sería comprensible una contestación que le ponga en su sitio, como lleva haciendo desde que ha empezado esta situación entre ambos, pero nada más alejado de la realidad.

—Bueno.. lo mejor es que saque unas fotos con el móvil y lo mande a mi aseguradora. Ya que estoy aquí…

¿Qué? ¿por qué esa contestación?¿por qué no lo pone en su sitio?¿Va a permitir que él quede por encima? Sin embargo, él no para de hablar, parece que tiene tablas en este tipo de situaciones.

—Es una lástima que tanto tú como tu marido me odiéis tanto, porque si fuéramos mejores vecinos, no tendría ningún impedimento en llegar a algún tipo de acuerdo. No habría que llamar a ningún seguro.

La cara de mi madre deja de mirar el móvil, mirándolo. No le dice nada en un primer momento. Su semblante parece decir; ¿Y ahora que quiere el hombre este?

Toda esta situación cada vez me da mas mala espina…

—¿Un acuerdo? ¿Qué clase de acuerdo? Mire, hago las fotos y ya es bastante. Esto lo hablaré esta noche con mi marido y lo solucionaremos por las vías oportunas, ¿De acuerdo?

—Prefieres eso antes de que lo arreglemos entre nosotros?

—¿Quiere decir que lo paguemos sin que lo mire un perito ni nada? —responde mi madre extrañada.

—Llegado el momento no me importaría pagarlo yo y todo. Pero sé que me odiáis. Si fuera al revés estoy seguro de que me haríais pagar la reparación, hasta me denunciaríais.

Mi madre lo mira sin decir nada.

—¿Acaso no recuerdas lo que pasó en la última reunión de vecinos? ¿cómo se puso tu marido conmigo?

—Don Fernando, no me haga hablar de ese incidente. Y ni se le ocurra mencionarlo. Usted sabe por qué pasó lo que pasó. Por qué casi llega a las manos con mi marido. Por qué existió ese enfrentamiento.

No me gusta nada como se desenvuelve la situación. Sobre todo después de que Don Fernando saque el enfrentamiento que hubo con mi padre. Recuerdo perfectamente el enfado de mi padre los días posteriores y como llegó a odiarlo.

Sin embargo, solo me atrevo a decir desde la puerta, algo asustado. —Venga mamá, subamos y llamemos al seguro. Se está haciendo un poco tarde, tienes que ir a trabajar y aún tenemos que hacer la comida.

—Es verdad hijo, enseguida subimos. —dice sin mirarme enfrente del viejo, aún con sus manos en la cintura en forma de jarra.

El viejo, aún así, actúa como si no le importara nada las cosas que le dijera mi madre. Su mano se posa sobre su propio vientre. Ese que alcanza proporciones desorbitadas.

—Ufff… Disculpa Alejandra, pero me están entrando unas ganas inminentes de mear. ¿Puedo?

Mi madre, asombrada ante tal frase, se queda algo impresionada. Sin embargo, solo logra decir.—¿Qué? S-Sí claro, ya salimos.. Esperamos fuera.

—¿Fuera? ¿Y eso por qué?

Increíblemente, veo como mi madre aún ante tal frase, mantiene la entereza… —A fuera mientras usted hace lo suyo Don Fernando, venga dese prisa y terminemos ya con esto. —Dice mientras se gira hacia la salida de ese cochambroso cuarto de baño.

—¿Por qué no te quedas aquí conmigo?

Esa frase resuena lentamente en mi cabeza…—¿QUÉ? —digo desde la puerta.

—¿Pero usted qué se ha creído?

—Si el chaval quiere esperar fuera, que espere. Pero tú podrías quedarte, ¿no? ¿no querrías mejorar las relaciones entre vecinos? Venga solo será un momento…— mientras articula esas asombrosas frases, solamente puedo observar como su sonrisa no desaparece en ningún momento de su cara.

—¿Pero qué se ha creído? ¿quién se piensa que soy? —Mi intención es sacar de allí a mi madre sea como sea. Le cojo del brazo y estiro de ella para que salga.

—Venga mamá, no le hagas caso, seguro que está bromeando, salgamos y vayámonos, por favor.

—Sí, mejor nos vamos ya. Esto es repugnante, no sé que se piensa de mi. —dice mientras se deja arrastrar por mi.

—Venga Alejandra, solo será un momento, ¿No quieres que me haga cargo de todo?—sigue sonriendo.

—Venga mamá, ¡Vámonos! —Le digo estirando del brazo.

—Tendría que firmarlo y aún así… No lo hago a cambio de según qué cosas. —Oigo como le responde, a mi lado, de espaldas a él, mirando la puerta de cuarto de baño.

—¿Tanto te estoy pidiendo? Es un momento…

—Lo siento Don Fernando, no quiero decirle lo qué pienso.

A mi lo que me impresiona es que le siga contestando, después de la proposición que le ha hecho.

—Venga mama, pero ¿nos vamos?—Sigo estirándole del brazo, aun no he conseguido sacarla de allí. Eso hace que cada vez esté mas nervioso. Además esa sensación hace que se incremente, cuando miro un momento hacia mi madre. Ella me mira. Su expresión es extraña, como si me dijera; ¿Y si lo hago? ¿Y si lo hago y así me quito todo este marrón de encima? Pero a la vez se le nota avergonzada, solamente de pensar eso mismo.

—¿Qué pasa mamá? Venga, salgamos ya por favor.

El viejo detrás de nosotros se mantiene en silencio. Sin embargo, su sonrisa cada vez es mas pronunciada. Salen a la vista sus dientes, feos y amarillentos. Ante mi sorpresa, mi madre a mi izquierda oigo lo que no quería oír bajo ningún concepto…

—Hijo, déjanos un momento, quiero decirle unas cuantas cosas a solas a Don Fernando.—

—¡¿Qué?!¡¿Pero qué dices mamá?!—

Su entereza y aplomo me sorprende.—ya sabes que soy abogada, le voy a explicar alguna cosa que él no sabe.

—Mamá no digas eso ni en broma—sigo estirándole del brazo.—Venga, salgamos ya.

Detrás de nosotros oímos como dice.—Venga cierra la puerta vecinita.

¿Vecinita? Desde cuando vecinita? ¿Pero este hombre que se ha creído? Sin embargo, ella con la misma entereza, como si no escuchara nada de lo que dice.—Venga Juan, déjanos, ya verás como lo pongo en su sitio.

Me asusto, no puede ser, ¿Cómo es posible que estemos llegando a esto?—¡¡No!! ¡¡No pienso dejarte sola!!

—Venga Alejandra, cierra la puerta de una vez, no voy a poder aguantar mucho más…

Sin ni siquiera mirarme, separa su antebrazo que le tenía cogido y posa sus manos en mi espalda, como haciéndome salir de ese lugar… —Solo es un momento Juan, enseguida salgo, déjame explicarle las cosas a este hombre.

—¡¡Mamá!! ¡No, por favor!— sin embargo, veo que cuando cierras la puerta y me dejas fuera ni me llegas a mirar..

Se oye pasar el pestillo..

—Bueno Don Fernando, que no se lo haga encima… —por la cabeza de mi madre solamente se visualiza la asquerosidad que le produce ese hombre.

El viejo al verte cerrar la puerta, sin decirle nada más, se desabrocha el pantalón. Se lo deja caer hasta los tobillos mientras la mira. Aparecen unos calzoncillos blancos, casi amarillentos debido a la suciedad. Mi madre, evita mirarlo, girándose de espaldas a él. Se dirige hacia el retrete y una vez enfrente del váter, se baja poco a poco el calzoncillo…

«¿De verdad este cerdo va a mear delante mío?» Piensa mi madre al verle. Sus ojos se apartan constantemente de él. «Dios, esto es asqueroso»

Cuando está frente al váter, de espaldas a ella, al bajarse el calzoncillo, aparece una tira marrón por la parte de atrás.

«No voy a mirar, sé que si me giro montará el número» Sin embargo no puede evitar ver sus calzoncillos manchadas. Le entran ganas de salir corriendo de allí.

«Joder, nunca me he sentido tan humillada, espero que con esto esté satisfecho»

—Ya verás como solo será un momento vecinita. —a don Fernando no le importa volverle a llamar vecinita. Sin embargo, mi madre mira hacia el suelo, esperando a que empiece a sonar el chorro de pis, pero no sucede, ¿Por qué? Ella al levantar la vista lo ve cara al retrete pero con las manos en la cintura..

—Me llamo Alejandra…

—Alejandra, se me ha ocurrido una cosa. —dice sin mirarla.—¿por qué no me ayudas?

«Pero qué está diciendo? Hasta aquí he aguantado» Ella piensa mientras se dirige hacia la puerta.

—¿No quieres que todo quede en una anécdota y de la reparación me encargue yo? Esto quedará entre tu y yo…

Ella sin mirarlo, con la mano ya en el pomo de la puerta le responde.—Me da asco Don Fernando, lo siento.— Abre el pestillo.

Yo oigo como se mueve el pomo.—¿Mamá? ¿Ya… ya has terminado?

El viejo ni se gira a mirarla. —Vamos, solo será un momento —su mano derecha se mueve de su cintura y le hace un movimiento con la mano, como diciendo que se acerque a él. —Solo un momento vecinita.

—No me llames vecinita.

—Está bien, Alejandra, pero ¿Vienes y me ayudas?— el viejo ha conseguido proponerle semejante barbaridad a mi madre y que no salga corriendo…

Cierra el pestillo de nuevo. Tras unos instantes de indecisión, mi madre se da la vuelta, acercándose poco a poco a él. Sus ojos húmedos, pero ella no quiere que lo vea, no quiere que lo vea así. Ella se mueve insegura, pero quiere mostrarse lo más segura posible.

—Venga, solo es un momento, ya verás… —el viejo le habla para rebajar un poco la tensión, al oír como se aproxima.

Se acerca a él, intentando que no se le note el asco y la humillación. Al ponerse a su derecha, casi es imposible no poder mirar su polla..

CAPÍTULO 5

Alejandra le ha costado mucho sacrificio llegar a su puesto de trabajo dentro del bufete de abogado donde pertenece. Muchas horas delante del ordenador, muchas horas dedicadas a leer sentencias, quitadas de dormir, sacrificios delante del juez para defender su causa. Todas y cada una de ellas han servido para que ella poco a poco ascienda. Hasta llegar a un punto en el que es sobradamente respetable. Ella lo sabe, sabe el sacrificio que ha tenido que hacer para llegar donde está y es consciente de ello. Por eso trata a la gente sin distinción de clases, pero sabiendo que la gente la respeta. Lo nota. Cuando va paseando por la calle y algún conocido la saluda, cuando va a comprar al supermercado de la zona y la conocen o cuando va a hablar con los profesores de Juan cuando iba al instituto. Todo el mundo sabe quién es y ella le gusta ser respetada y admirada. Sin embargo, se encuentra en una situación que jamás pensaría que sucediera, ¿cómo puede ser posible que se encuentre en ese desastroso cuarto de baño a punto de ayudar a ese indeseable a que pueda orinar?

Ella poco a poco y con algún pensamiento de dejarlo ahí y salir corriendo, se pone a su altura. Al posicionarse a su derecha, por fuerza, tiene que mirar su polla. Don Fernando, le comenta sacándola del ensimismamiento.

—¿Lo ves? ¿Lo ves como no pasa nada? —El viejo mira de soslayo a Alejandra. Sabe que para ella esto es nuevo, e intenta suavizar la situación.—Ya verás como será un momento y habremos terminado.

La cara de mi madre, cabizbaja, algo sonrojada choca con la cara que ha tenido durante todo el transcurso de la situación, altiva, segura de si misma. Por su cabeza resuena la frase «No me queda otra, que termine ya por favor…».

Poco a poco su cabeza gira hacia la izquierda, buscando esa polla a la que tiene que ayudar a mear. Al girar hacia él se encuentra una gran barriga, con muchos pelos, sobretodo grises y blancos. Su polla asoma entre tanta mata de pelo, no es muy grande pero lo es más de lo que ella se imaginaba, está algo flácida, lo cual es un alivio para ella. Intenta cuadrar todo esto de alguna manera que sea permisiva para ella «Es.. como si fuera una enfermera y un paciente.. es un viejo.. Venga Alejandra.. Termina enseguida y ya estás fuera.».

Mientras el viejo no pierde detalle de cada acción de Alejandra. La ve como le mira la polla, indecisa, sabiendo que no está bien lo que está haciendo. —Cógela… —dice en voz algo baja, intentando crear algo de complicidad. Ella sin embargo parece no reaccionar a lo que le ha dicho, aún así no ha dejado de mirar su polla.

«Joder, ¿qué estoy haciendo? Es un viejo obeso y sucio, esto es asqueroso…»

—Vamos, ¿no me vas a ayudar?, tienes que apuntar bien, ¿eh? Si cae algo fuera no habrá trato, vecinita.

Ella inmersa en la situación ya no tiene fuerza para decirle que deje de llamarle así. Un leve movimiento empieza a hacer que su mano izquierda se mueva. ¿Acaso al final ha accedido a ayudarle?

«Joder, me da repugnancia cogerla…» Su mano empieza a moverse y va hacia su polla, algo morcillona, con bastante venas. Es bastante diferente a la de su marido. Intenta tocar lo menos posible, pero con ese pedazo de barriga le cuesta no rozarle. La coge con apenas dos dedos, su polla está algo pegajosa y empuja un poco hacia delante para que se arrime al retrete.

Se queda esperando, a que empiece a orinar, girando la cara, no quiere verlo. Su cara está roja, producido por la vergüenza y la humillación. Él se da cuenta de no le dice nada cuando le llama vecinita, sabe que está ganando la batalla y una sonrisa se dibuja en su cara mientras ve como gira su cara.

Poco a poco, Alejandra nota como empieza salir un chorro amarillento de la punta de la polla. —Ahhh… —sale de la boca de Don Fernando, mientras que el chorro se hace más pronunciado, haciendo el ruido típico de una meada en el retrete. Ella nota como palpita su polla en su mano.

Mientras lo hace, a Alejandra le vienen las revistas a la mente, pensando en la situación en la que está. «Dios.. ¿cómo he permitido esto?». Mientras un par de escalofríos recorren su espalda.

—Ah… apunta bien... que no salpique nada fuera…

Ella, callada, vuelve a mirársela. Ve como sale ese meado de la punta de la polla… Como cae contra el retrete… Jamás se había visto en una situación parecida.. Roja de la vergüenza.—Don Fernando, por favor, acabe ya.

—Si, si, tranquila... Ya termino...— Ella intenta apuntar bien, sabe que ya está a punto de terminar. Para ello, se inclina un poco hacia delante, para que no salga nada fuera del inodoro. Eso hace que Don Fernando tenga una mejor visión de su culito… Esos pantalones vaqueros le hacen particularmente una buena forma...

Y un sonido abruma todo el cuarto de baño: ¡¡¡¡PLASSS!!!!!