El advenimiento (Capítulo 37)

La vida de una madre modélica se ve truncada por la intromisión de una persona que le enseñará un mundo que no conocía. Todo ello bajo la visión de su único hijo, el cual será testigo de como su madre va cambiando poco a poco.

CAPITULO 37

—¿Qué es lo que te pasa Verónica?

—No sé como decírtelo… El otro día… Me encontré… con…

Mi madre la mira fijamente sin decir nada.

—Bueno… Me encontré con quien ya sabes…

—¿Con quién?

—Con Don Fernando, Alejandra, con quien va a ser sino… En el portal… Iba con la pequeña en brazos… Y me lo encontré ahí delante… —prosigue. —Me asusté un poco… Y me… me pidió algo… Me pidió por favor, tú número de teléfono… Me vino con la excusa de que tenéis un arreglo pendiente o algo así, de unas tuberías o algo así…

—Sigue, te escucho…

—Es que iba… Es que iba con la pequeña… Y estaba él… enfrente mío… Y se lo tuve que dar… Le di tu número de teléfono… Lo-lo siento Alejandra… Luego cuando llegué a casa me arrepentí… —dice poniendo sus manos en su cara sin atreverse a mirar a su amiga.

—¿Entonces fuiste tú quién se lo dio? —dice en tono seco, casi impasible.

—¿Eh? —se sorprende y levanta la mirada.

—No tenías que haberlo hecho Verónica. Me manda mensajes, sin parar…

—Dios, lo siento Alejandra… Es que… estaba asustada… estaba con la pequeña en brazos… quería que se fuera… —dice viniéndose abajo. —Pero me dijo que era porque tenía que hablar contigo, ¡de una reparación!

—Dijimos que no hablaríamos más de este cerdo, pero veo que lo tenemos que volver a hacer… —prosigue. —no quería hablar de él bajo ninguna circunstancia, pero otra vez lo sacas a la conversación.

Verónica no se atreve a levantar la mirada, su mirada está fija hacia la mesa.

—Lo-lo siento Alejandra… —solamente le sale decir esas palabras.

—Incluso me ha pedido fotos tuyas. —dice mi madre directamente.

—¿Qué? ¿Fo-fotos mías? —dice sorprendida.

—Sí.

—¿Cómo que fotos mías?

—Pues eso, ya te dije que te alejases de él… y vas y le das mi teléfono… Verónica… por Dios… —dice con una cara visiblemente afectada. Con enfado.

—Dios… Lo siento Alejandra, tenía miedo… iba con la pequeña en brazos… estaba con él a solas en el portal… No supe qué hacer… Quería salir de esa situación como fuera… Y más con la pequeña…

—Pues pasa de él, no se iría a quedar con la niña, digo yo.

—La miraba Alejandra, la miraba y sonreía…

—A quién debería estar mirando es a ti.. —dice ella en tono serio, mientras piensa «aquí hay algo más… algo que no me dice…».

—Me fije como la miraba, ¡te lo prometo! —Verónica está roja de la vergüenza, como una niña pequeña que sabe que ha hecho algo mal. —Y… Y no supe qué hacer… De verdad…

—Tendré que soportarlo… O cambiar de teléfono… —dice Alejandra queriendo hacer culpable a Verónica por lo que ha hecho.

Ella se mantiene callada, sin saber qué decir.

—¿Seguro que no me tienes que contar nada más? —se le nota molesta, muy enfadada.

—Ha-hagamos una cosa si quieres… Co-como sé que la he cagado… —dice nerviosa casi tartamudeando. —co-como sé.. como se que la he cagado.. —vuelve a repetir, como si tuviera algo en mente que no se atreve a decir. —Pu-puedes… puedes… puedes enviarle una foto mí. —dice sin mirarla, sin saber donde se mete.

—¿Qué? La verdad Verónica, si no hubiese borrado sus mensajes te los enseñaría. ¿Sabes para qué las quiere?

Verónica traga saliva.

—¿No te lo imaginas?

—Me-me… me lo puedo imaginar… –dice vergonzosa…

—Pues eso, de verdad Verónica que te quiero mucho, pero eres una inconsciente.

Ella no se atreve a mirarla, se le nota mucho que está muy enfadada y ella lo sabe.

—No quería decirte nada, pero hace unos días pasando con el coche te vi paseando por las afueras e ibas de una manera…

—¿Qué?

—No me digas que también te lo pidió él, que te mato.

—No.. no… no sé… no sé a qué te refieres.. I… iba… iba a casa.. de mis padres…

—Esa camiseta blanca de tirante que llevabas… Dejabas entrever muchas cosas…

—¿pero qué dices? Yo… Yo… ¡iba a casa de mis padres!

—Todos te miraba… Pero claro tú ni te enteras…

—¡Ese viejo jamás me pediría algo así! —responde algo nerviosa.

—Eso te crees tú. Además, si le mando una foto tuya cuando te vea te lo comentará. Ya verás. Ese viejo es un cerdo. Y te puede pedir cualquier cosa. Otra es que tú no le hagas caso.

—¡Deja de recriminarme cosas! ¿Y tú? Cuando bajaste a mi casa con el escote abierto y sin sujetador que? ¿Si lo haces tú no pasa nada?

—¿Quieres avergonzarme? ¿Acaso quieres ser como yo? Yo cedí… y ahora…

—¡Pero no paras de sermonearme como si fuera tu hija! Cuando tú haces cosas peores. —dice poniéndose claramente a la defensiva.

—¿Pero no lo entiendes Verónica? Yo no las quiero para ti… —rebaja su tono para calmarla un poco.

—Soy mayorcita para decidir las cosas, ¿no? —dice cada vez más encerrada en si misma. —Sé lo que es bueno y malo.

—Mira Verónica, quedamos que no hablaríamos de él. Mejor dejemos este tema. Si me dices que le mande una foto tuya se la mando y ya está. Yo ya he dicho lo que tenia que decir. Me mandas una foto escogida por ti, se la mando y aquí paz y después gloria.

Ella la con cara seria, jamás le había mirado de esa manera.

Mi madre también la mira con cara dura. «la mosquita muerta…» piensa mientras la tensión crece por momentos.

—Y si ya eres mayorcita, eres tú quien debe decidir. Ya me has dejado claro que tú eres capaz de decidir por ti misma. Haz lo que creas o quieras hacer. Yo te seguiré queriendo igual.

Ese último comentario le duele, esa condescendencia le molesta.

—¿Si? —coge el bolso y saca su móvil, volviéndose más chula por momentos.

—Esto tenlo por seguro. —le contesta mi madre mientras ella rebusca en la galería de fotos de su móvil.

Y de repente, mi madre oye como su móvil suena. Ha recibido un mensaje.

—Toma, ahí la tienes, envíasela si quieres. —dice desafiante.

—Verónica, solo lo haría si tu me lo dices… —le contesta en un tono más suave.

—Te he dicho que se la envíes que me da igual.

—De acuerdo, muy valiente me has salido. —dice mientras busca el contacto de Don Fernando. «La voy a mandar. ¿Qué se ha pensado?». Piensa hasta que encuentra su contacto y le da a enviar. —Ya está.

Verónica no la mira a los ojos, desafiante pero sin estar cien por cien segura de lo que está haciendo. Cuando oye decir eso por parte de mi madre, levanta la cabeza y le pregunta. —¿lo has hecho?

—Sí.

—¿De verdad?

—¿Zanjamos el tema por favor?

—¡¡NO!!—dice alzando la voz. Dos mujeres que hay cerca se giran y las miran. —¿Cómo has podido? No… No te creo que lo hayas hecho…

—¿Ahora me lo vas a echar en cara? ¿Enserio? —le dice mi madre sin entender muy bien la actitud de Verónica.

Pero justo en ese momento mi madre recibe un mensaje.

Lee el mensaje pero no se lo muestra a Verónica.

—¿Cómo… Cómo has podido enviarle una foto a ese viejo? Pen… pensaba que éramos amigas… Pensaba que no se la ibas a enviar…

—Dios… Pero… Pero si yo… si yo te quiero Verónica… —dice sintiéndose culpable. —mientras alarga la mano para tocar la de Verónica.

Pero ella aparta la mano cuando nota el contacto.

—¡Déjame!

—Dejemos esto por favor… Me vas a hundir…

—¿Si? —dice enfadándose por momentos. —Pues… Pues… que sepas que sé lo que pasó cuando fuiste a la frutería. —lo dice sin atreverse del todo a decirlo.

—¿Qué?

—Lo… lo que… lo que oyes… —dice recogiendo sus cosas y sacando el monedero.

—¿Cómo sabes esto? —dice mi madre descolocada.

—Lo sé y punto.

—¿Te lo ha contado él?

—Y que sepas que no me lo creía. Pero ahora ya me creo cualquier cosa. Después de lo que acabas de hacer.

—Lo… Lo siento de verdad Verónica… Te he visto tan segura… Tan desafiante…

Verónica se queda callada mientras intenta sacar una monedas para pagar su café.

Pero la mano de mi madre se posa sobre el monedero. —Perdóname…

—Po-porque… ¿por qué lo has hecho? —Ella deja que la mano de mi madre esté en su monedero, evitando que se abra.

—Porque… por esto… te vi tan segura… No… No lo sé… No te vayas… —dice mi madre sintiéndolo de verdad… —No te preguntaré como lo sabes…

Ella vuelve a sentarse.

—Verónica por favor… Yo te quiero…

—Joder Alejandra…

—Quiero que seamos amigas…

Verónica pone las manos en su cara. —No sé qué hacer… No sé como actuar… Dios… Como se entere Raúl… Joder… —dice viniéndose cada vez más abajo.

—No se enterará, de verdad. Y lo que nunca haré es decir que tú misma me la mandaste en estas circunstancias… Si se enterase, que no pasará, asumiré toda la culpa…

—Pero Alejandra, aunque asumas la culpa… No creo que le gustase…

—Una foto que tu me mandaste un día como amigas y yo se la mandé al viejo porque soy una…

—¿Una que?

—Una… Una fresca… O que tú quieras…

—Se enfadaría…

—Conmigo.

Pero ella no le dice nada… No intenta ayudarle y decirle que no es una fresca. No dice nada.

—Alejandra…

—Dime…

—Te-te… ¿Te ha contestado?

—¿De verdad quieres saberlo? —dice sorprendida.

—Sí…

—No puedo mentirte. Sí… Me ha contestado.

—¿De verdad?

—Sí… —dice ella sin mentirle. «No quiero que nos peleemos más… Pero, ¿Cómo sabe lo de la frutería?»

—¿Qu-qué… qué te ha dicho?

—Míralo tú misma… —le dice mientras le da el móvil y se lo lleva cerca de la cara, para que pueda leerlo claramente.

Mensaje +346XXXXXXXX:

Joder… esto si que no me lo esperaba…

Esto esta muy bien

De donde la has sacado?

Parece de alguna cena o algo así…

Joder que canalillo tiene… Me vuelve loco…

—¿Canalillo? —dice en voz baja.

—Sí…

Ella coge el móvil y abre la foto para volverla a ver

—Un.. un poco sí que se ve el canalillo… Dios… —dice mientras hace zoom a sus propios pechos.

—Venga… Dejemos esto… —y le coge el móvil de las manos para bloquearlo. Se da cuenta de que su cara está algo roja.

—Alejandra… ¿Qué… Qué crees… Qué crees que hará con la foto?

—Excitarse…

—¿Excitarse? Te… Te refieres que… se… masturbará?

—Te lo dije antes, ¿no me escuchabas?

Sus manos vuelven a su cara, avergonzada —No.. Ahora no me puedo quitar la imagen de la cabeza… Mierda…

Ella aprovecha y le acaricia la mano. —No te hace nada a ti… Es solo una imagen…

—Ya pero… Ahora… Tiene una foto mía…

—Déjalo… De verdad… Tenemos que vernos más y dejar este tema…

—Y se va a masturbar con ella… Con mi canalillo… Con mis tetas…

—Es una imagen… Hay hombres así… Eres una mujer deseable y deseada… No puedes hacer nada contra ello…

—¿Me estás diciendo que no me importe que Don Fernando se masturbe con una foto mía?

—Yo… Yo solo quería estar un rato contigo y proponerte una salida… No dejemos que lo estropee…

Verónica la mira, no es la misma de siempre. —Dime una cosa Alejandra, tú… ¿Tú le has enviado alguna foto?

—¿Mía? No… Ni nunca me la ha pedido…

—Y, ¿por qué nunca le has enviado ninguna y yo sí? —dice caprichosamente.

—A él le gustas tú… —se atreve a decir.

—Dios… —dice apoyando sus manos en la cara —y ahora tiene una foto mía… —dice sintiéndose culpable. —qué estoy haciendo… —mientras mi madre presenta entereza y saber estar, Verónica es una noria, se nota que es inexperta y sobre todo en estos temas.

—Por Dios Verónica… No llores… Todo ha sido culpa mía… —dice intentando apoyarla. —Debo asumir mis culpas… Ya está…

—Perdóname… —dice Verónica.

—Nos perdonamos todo las dos, ¿vale? —dice mi madre sonriéndole, mientras le sube la cara un par de dedos en la barbilla…

—Sí… Sí…

—Venga cariño…

—Sí… Por favor.. Perdonémonos… por favor…

Mi madre coge su mano y se la besa, Verónica la mira, no dice nada.

—Parece que nuestros encuentros siempre terminan siendo intensos… —le contesta sonriendo. —¿Saber por qué quería verte?

—¿Por qué? —le contesta Verónica sacándole una pequeña sonrisa, dulce como las que siempre tiene ella.

—Iván me dijo que Raúl se iba unos días por trabajo, ¿Es así?

—¿Eh? Sí… La semana que viene… A San Sebastián, ¿por?

—Quería proponerte que dejases un día a tu hija con tu madre y fuésemos Isabel, tú y yo al Karma. Le tengo prometido a Isabel de ir con ella y pensaba que sería divertido y bonito ir las tres…

—¿Isabel?

—Sí, sois mis mejores amigas… Me encantaría que os conocierais… ¿Nunca te he hablado de ella? Pensaba que sí…

—¡Ah! ¿Te refieres a la mujer que es comisario?

—Sí, sí.

—No la conozco en persona, pero alguna vez me has hablado de ella…

—Antes íbamos alguna vez ella y yo…

—¿Al karma? —dice Verónica pensando unos segundos.

—Sí, ¿lo conoces?

—Vale… Está bien…

—¿De verdad?

—Sí… No puedo decirte que no…

—Claro que puedes… pero me gusta que digas que sí. —dice sonriendo mi madre en tono bromista. —Ya te vigilaré que no bebas más de la cuenta…

Verónica sonríe dulcemente al ver a mi madre sonreír. —No, no, esta vez quiero controlarme…

Pero la vibración del móvil vuelve a interrumpir su conversación, pero no lo saca para no volver al mismo tema de antes.

—Bueno… Ya te dije que a Isabel le gustan las mujeres, más que los hombres. En realidad los hombres no le gustan sino es para trabajar o charlar. Pero no temas, es de fiar y se portará bien. Bueno contigo y conmigo al menos… —dice sonriendo.

—¿Ah si? Eso espero, bueno tú y yo estamos casadas, eso nos salva…—dice más contenta —pero no me importa como sea Isabel, es amiga tuya, asique también es amiga mía.

—Bueno, a Isabel eso le tiene sin cuidado… Pero sabe respetar la amistad. Nunca ha intentado lo más mínimo conmigo, aparte de bromas tontas alguna vez. Pero en plan bien. —dice de manera más distendida. —Así es como me gusta verte Verónica…

—¿Eh? —y se da cuenta a lo que se refiere mientras sonríe.

—Puede decirme cosas como, “ya te daría un buen repaso a ti ya…” tonterías así. Pero ya te digo, en plan tonto. —Y se ríe, con unas risas limpias y ya esta.

—¿Eso te lo dice ella a ti?

—Alguna vez.. Pero nos reímos las dos…

—Jajaja no me lo imagino… Con lo recta que eres tú… ¿Y tú que le respondes?

—Qué le voy a responder. Un “anda ya” o lo que sea y solo nos reímos. Con Isabel, cuando no es por trabajo, nos reímos mucho.

—Parece un poco peligrosa…

—Contigo igual va más directa, hasta que te conozca al menos…

—Ya sabiéndolo no me importa tanto.. —dice sonriendo. —Seremos buenas amigas.

—Seguro que sí…

—¿La has visto ligar mucho? —pregunta curiosa.

—Sí, por eso no tiene pareja, dice.

—Vaya..

—Pero bueno, es feliz. Es buena y es mi amiga.

—¿Lo sabe Iván?

—Sí claro. Son buenos amigos. A veces hemos salido los 3.

—¿Iván también la ha visto ligar? Dicen que a los chicos les pone ver a dos mujeres juntas…

—Pero a mi con Isabel, Iván no me va a ver. Esto seguro. —dice tranquila —además, hace años que ya no salimos los 3. Eso fue en nuestra juventud.

—Jajaja Iván ya tiene suficiente contigo.

—Espero que sí.

—Si alguna vez Raúl me pidiera un trio con otro chica, directamente lo mato. —dice Verónica saliéndole del alma esa frase.

—La verdad es que a mi no me molesta ver a Isabel ligando, diría que más bien me gusta. Pienso; mira mi amiga que éxito tiene y qué bien sabe montárselo…

—Luego puedes decirle a Isabel que te parecen sus ligues, ¿no?

—Sabe escoger. —sonríe mi madre. —Nunca la he visto con una mujer fea ni hombruna.

—¿No? Pues mira que eso es difícil, ¿eh?

—Sí, la verdad es que entre las lesbianas hay muchas que son hombrunas.

—Claro…

—Pero si no le gustan a los hombres como le van a gustar las hombrunas, o al menos eso dice ella…

—Le gustan las femeninas, ¿no?

—Sí. O bi o que se dejen seducir… No creo que se lo pregunte… la verdad… Pero nunca fuerza, eso no. No es una acosadora ni nada de eso.

—Es que no se nada de ese mundillo, perdona si pregunta mucho…

—Bueno, yo que sé… Alguna que otra será su primera vez, pero yo nunca le he preguntado, solo intuyo…

—Entiendo.

—Igual tienes suerte y la ves en acción.

—No sabía que se llevara a todas de calle. Ahora me ha entrado hasta curiosidad de verla en acción ajajaja —dice Verónica risueña.

—Alejandra, ¿puedo decirte una cosa?

—Sí, claro.

—Se nota que es amiga tuya. —dice sonriendo dulcemente. —Por como hablas de ella, de lo bien que hablas, se nota que es tu amiga.

—Tú también lo eres Verónica, tanto o más que ella.

—Gracias…. — y ambas se dan la mano.

—A ti por soportarme… —dice mi madre.

—Discúlpame por como me he comportado antes, por ser una egoísta, por como me he puesto.

—Olvídalo, el próximo jueves si a ella le va bien, quedamos, ¿Si?

—¡Trato hecho!

—Paguemos esto y vamos para casa que nuestros queridos esposos se enfadarán con nosotras…

—De acuerdo. —dice Verónica levantándose y dirigiéndose a la barra. Saca el monedero y paga.

Ambas van hacia casa hablando distendidamente, después de la conversación tensa, parece que todo ha acabado bien.

—Bueno, te llamaré para concretar, ¿vale? —dice mi madre una vez en el ascensor.

—Vale Alejandra. Muchas gracias por todo y discúlpame de nuevo…

—Las dos lo hemos hecho mal… No quiero que nada ni nadie se interponga…

—Vale…

Pero ella no se le quita de la cabeza el por qué sabe lo de la frutería, prefiere no pensar más en eso, pero sabe que un día se lo preguntará y como fue que le dio su teléfono, que ocurrió de verdad.

A ella se le quedan algunos interrogantes, sin saber muy bien si realmente le oculta algo. Ella sabe porque fue así a la frutería, y la realidad de cómo le dio su teléfono, pero oculta la verdad. Eso es algo que le enfada internamente, pero quiere que sea ella quien se lo cuente, por si sola, no quiere volver a pelearse con ella.

—Bueno, me bajo aquí…. Muchas gracias por todo… —dice abriéndose la puerta del ascensor en el rellano de la casa de Verónica.

—¿Me das un beso?

—Claro… —y Verónica le da un beso en la mejilla y un pequeño abrazo…

Una vez se cierra la puerta, mi madre empieza a pensar en la nueva actitud de ella. En como ha accedido a pasarle una foto al viejo, algo que hasta hace nada sería una cosa impensable, ahora se ha hecho realidad. Pero, ¿dónde está el límite?