El admirador

Un webcamer se cita con uno de sus admiradores

Esto le ocurrió a un amigo cuyo nombre no daré porque prefiere no darse por aludido. Le llamaremos Mario. Mario vivía por entonces en un pueblo a 40 kilómetros de Barcelona. Hacía porno por webcam. Entre la reunión de pajilleros que se excitaban mirándole, destacó uno especialmente devoto. Era el típico espectador que se enamora de la pornostar: elogioso todo el tiempo, atribuyéndote virtudes que no tienes y suspirando por conocerte en persona. Mario, que se sintió halagado, cometió el error de quedar con él. Así que se citaron en un bar del centro de Barcelona, cerca del ayuntamiento. Mario se chupó una hora de viaje en tren y apareció en el bar con retraso. Allí estaba nuestro romeo, al que llamaremos Aníbal.

A Mario el tipo le gustó. Atento, educado, limpio, divertido. Se sintió doblemente halagado por atraer a gente tan recomendable. Así que, cuando Aníbal le propuso ir a su casa, Mario no encontró la manera de decir no. Tomaron el metro y en media hora estaban en un piso del barrio de Sant Andreu. Aníbal le invitó a una copa y antes de acabarla ya estaban en el baño dispuestos a ducharse juntos. Aníbal se excitó enseguida. Mario le agarró el rabo y en poco rato le sacó una corrida que se fue desagüe abajo. Mario, que tiene un pene enorme, apenas tenía media erección, así que Aníbal se bajó al pilón para trabajársela con la boca. Salieron de la ducha, se secaron y pasaron a la cama. Aníbal sacó un bote de lubricante de un cajón y untó bien el miembro ya duro de Mario. Porfa métemela, le dijo. Mario entró por el ojete del admirador mientras este ronroneaba como un gato. Se corrió, tomaron otra copa en pelotas y volvieron a empezar. Se lo tiró 3 veces. El tal Aníbal hubiese dejado que le petara el culo una cuarta vez pero Mario estaba hecho. Pasaron el resto de la tarde mirando videos y a última hora Mario decidió irse para pillar el último tren. Aníbal le dijo que se quedase, que le invitaba a cenar, que si tenía prisa, que lo podían pasar bien, que si no había disfrutado, que esto y que lo otro. Mario fue hacia la puerta de la calle y vio que estaba cerrada con llave. Se empezó a inquietar. Para aplacarlo, le aceptó la invitación a cenar. En la cocina, por si acaso, se hizo con un cuchillo que escondió. Se fueron a la cama a dormir. Mario no pegó ojo en toda la noche. Cuando Aníbal estaba profundamente dormido, se levantó a registrar la casa hasta que encontró unas llaves. Abrió la puerta y salió corriendo. Faltaban 2 horas para que saliese el primer tren. Las pasó caminando y dándole vueltas a la movida. Lo primero que hizo cuando llegó a casa fue bloquear a Aníbal en todas sus redes.