El Admirador
Ya te puedes imaginar lo que deseaba, pero lo que no sospecharías es la imaginación que...
Si te perdiste la parte anterior: https://www.todorelatos.com/relato/176787/
Querida amiga Marta:
Ciertamente me gustó tu carta, porque de alguna manera sentí que no era yo la única que se había visto en situaciones embarazosas. Créeme, te comprendo igual que tú me comprendes a mi. En el fondo el contarnos estas experiencias nos ayuda a sobrellevarlo mucho mejor, al menos en mi caso.
No te preocupes por lo que te pasó con tu hija y su amiga. Piensa que fue algo que compartisteis tres buenas amigas, además, pienso que entre mujeres es distinto, menos embarazoso, tal vez si...
En fin, querida amiga, te escribo porque aún hay más; aún me han ocurrido algunas peripecias más que quiero compartir contigo, mi mejor amiga.
La noche siguiente a cuando nos fuimos a cenar y pasó lo que te conté en mi última confesión, nos fuimos tarde a la cama, pues estuvimos hablando mucho sobre nosotros y sobre lo que había pasado. José Manuel me confesó que como mujer me encontraba muy atractiva y que se excitaba mucho pensando en mi desnuda; me confesó también que esto le provocaba mucho cargo de conciencia porque sentía un rechazo natural ante la idea de: ¡verse atraído por su propia madre!
Yo le mostré mi comprensión y le di mi apoyo, animándolo a olvidar lo pasado y a cambiar su actitud ante nuestro problema, le dije que si, tal vez, pensaba en mí como mujer y aceptaba esa atracción como algo natural, poco a poco lo iría asumiendo y leberándose del tabú que tanto rechazaba y que a la vez le atraía hacia mi.
Quedamos en intentar controlarnos y no dejarnos llevar por los instintos. Aunque él seguía preocupado, pues pensaba que podía fallar y caer en la tentación de meterme mano o algo así. Yo lo animé, y le prometí que si pasaba, haría lo posible por no convertirlo en un drama mayor, pues también yo, en cierta medida, fui débil ante la tentación de la carne.
Pero claro, las cosas en la práctica no salen exactamente como se planean. A la mañana siguiente, desperté al alba y me sorprendí con José Manuel durmiendo en mi cama, eso sí, tan separado de mí que temí que se fuese a caer por el extremo de la cama, así que lo abracé y lo acerqué al centro, arropándolo junto a mí. ¿Qué iba ha hacer sino? Después de todo era mi único hijo y lo quería mucho, especialmente desde que estábamos solos.
Él se despertó al moverlo y me preguntó si quería que se marchase a su cama, que estaba allí porque no podía dormir y se había cansado de dar vueltas por la casa y al verme en un sueño tan plácido pensó que, tal vez, observándome se quedaría él dormido. Realmente me conmovió y no vi inconveniente en que lo hiciese cuando lo necesitara. Aunque al final en los siguientes días también terminó en mi cama.
Al principio venía de madrugada pero una noche de tormenta le pedí que se viniera nada más acostarnos pues me daban miedo truenos y relámpagos, y a partir de esa noche ya siempre lo invitaba a venirse conmigo a la cama. En cierto modo me hacía sentir menos sola. Eso si, te confieso que alguna noche me despertaba sintiendo su polla dura presionándome entre cachete y cachete, y lo cierto es que a veces me cogía un buen calentón por esto. Incluso me masturbaba en silencio sin que él se despertase. Por suerte es y tiene el sueño muy profundo. Eso si, nunca me atrevía a acariciarlo pues temía mucho que se diese cuenta. Así hemos estado unos dos meses desde aquella noche hasta que una mañana tuve un problemilla...
Verás, tenía la regla y como dormía con José Manuel me daba mucha vergüenza que viese o notase la compresa, así que compré tampones y me puse uno al acostarme. De modo que por la mañana en el baño, al tirar del hijo aquello no salía del sitio, y claro, como no estoy acostumbrada a usarlos, ¡me puse nerviosa y rompí el maldito hilo de algodón! Y aunque intenté sacarlo con los dedos, como estaba ya tan acelerada, creo que lo empujé aún más adentro.
Para colmo de males llegaba tarde al trabajo así que decidí irme y dejarlo metido hasta la tarde, después de todo me hacía de "tapón".
Total que al volver me metí en el baño y para mi horror en una hora no conseguí sacarlo, lo tenía tan adentro que sólo llegaba con la punta de los dedos y no tenía fuerza para sacarlo. Así que bastante histérica por el asunto, me fui para el salón y se lo expliqué a José Manuel. Él curiosamente no se alteró y me recomendó ir al médico, pero me daba mucha vergüenza que me hurgase ahí dentro y le propuse que si no le parecía mal lo intentase él primero y, si no había mas remedio, iríamos al médico.
Te puedes imaginar la escena, yo desnuda de cintura para abajo en el baño y él arrodillado delante de mi vagina intentando meter los dedos para sacarlo. Para colmo con la tensión, los músculos estaban tensos y las paredes secas, y aunque me eché un poco de saliva, la cosa no iba bien:
—Bueno mamá, ya sé que es un poco asqueroso, pero si no te importa escupo en mi mano más saliva y te la unto ahí para lubricarlo y que pueda meter dos dedos —me propuso él muy prudentemente.
Yo asentí con la cabeza pues estaba muy asustada. De modo que él procedió a escupir varias veces y a echármelo con la mano, masajeándome los labios de la vagina y ciertamente me relajó un poco las cosquillas que me hizo.
—Ves mamá, yo creo que si consigues relajarte lo podré coger y al lubricar más resbalará y saldrá sólo. Incluso por qué no te masturbas un poco, así lo conseguirás tu sola —me propuso él generosamente.
La verdad es que me entró mucha vergüenza al pensar en hacerlo delante suyo así que sólo acerté a decir que lo hiciese él, que yo no podía. Así que hizo un gesto como armándose de paciencia y yo decidí cerrar los ojos para sentirme menos violenta por la situación. Yo lo cierto es que tras cinco o diez minutos de masajearme los labios vaginales y el clítoris con mucha delicadeza el tema mejoró muchísimo, pero él propuso algo más para ayudarme:
—Si te acaricio los pechos y los pezoncillos con la otra mano lubricarás un poco más y ya podré meter los dedos y sacártelo.
A estas alturas pensé que eso no importaba así que me desabroché el sujetador y me subí la camiseta que llevaba puesta dejándole libres mis pechos.
Él los tomó con la mano que tenía libre y me los fue acariciando al tiempo que comenzó a meterme un dedo por la vagina poco a poco palpando donde estaba el fastidioso tampón. Y te confieso que con los ojos cerrados, con las cosquillas que me hacía llegó un momento que me "aflojé", dejándome llevar por sus caricias y olvidando, en la medida de lo posible, el problema que había provocado esta situación.
Así, ni me enteré cuando José Manuel suavemente metió dos dedos de su mano en forma de pinza y profundizó sacando el tampón muy despacito. Entonces abrí los ojos, como despertando del trance en que me encontraba y lo vi con él en la mano, indicándole que lo tirase en la papelera.
—Pues ya está mami, en cuanto te has relajado me has dejado meter los dedos y sacártelo —afirmó él satisfecho por la tarea finalizada.
—No ha salido mucha sangre, ¿no? —pregunté un poco avergonzada y temiendo que el "tampón" hubiese sido como el corcho de una "botella de sangre".
—No mucha, ¿no? ¿Es normal así? —me preguntó extrañado, pues, obviamente él no entiende mucho de estos temas nuestros aún. Como era el primer día de regla aún no sangraba mucho.
Entonces José Manuel hizo ademán por levantarse y te lo juro, fue como un gesto automático, cogí su mano y lo detuve allí sentado.
—José Manuel, es horrible esto, pero creo que me volveré loca si no sigues un poco más con los "masajes" y me acabas. Sólo será un poquito y te compensaré con lo que me pidas.
—¡Por supuesto mamá! —afirmó al instante—. Se que te ha gustado mucho, lo vi en tu cara mientras lo hacía, lo haré encantado.
¡Es horrible Marta, la carne es débil y estando tan a punto de correrme caí en el pecado y le pedí que continuase metiéndome los dedos y acariciándome las tetillas. Incluso me chupó los pezones y efectivamente en pocos minutos me corrí de una forma brutal, aflorando jugos por doquier a mi coño que era estrujado por las delicadas manos de mi hijo apurándome las convulsiones de placer que me hacían tiritar de gusto.
Al terminar me invitó a ducharme y después lo haría él, eso sí me recordó que le debía un favor, pero que lo dejaría para después de la cena. Claro, tuve que asentir, pues una promesa es una promesa.
Ya te puedes imaginar lo que deseaba, pero lo que no sospecharías es la imaginación que le echó al asunto. Durante la cena fue muy cortés y cariñoso conmigo, pero para mi sorpresa me hizo desnudarme y él también me acompañó, continuando el resto de la comida ambos "de nudistas". Me dijo que ya que le excitaba verme desnuda, qué mejor forma de cenar. Al terminar insistió en que quitásemos la mesa y hasta me obligó a ponerme un delantal y fregar los platos, igualmente desnuda claro. Él se puso otro y me ayudó enjuagando los platos. Después volvimos al salón y se limitó a sentarse en el sofá y encender la tele, entonces le pregunté qué quería que hiciera para devolverle el favor, un poco exasperada pro su actitud, tan extraña, la verdad.
Muy bien, pues volvió a hacerme confirmar mi promesa antes de seguir y obviamente volvía a confirmárselo. Ya empezaba a estar muy intrigada. ¡Por lo visto este era su plan, hacerme perder la paciencia y que empezase a exasperarme!
—Quiero que me la chupes, pero no aquí, en el ascensor y así desnudos —me soltó así, sin más.
—¡Tú estás loco niño! —respondí yo indignada.
—No pasará nada, le daremos al bajo y a la mitad de nuestro piso lo pararé. La gente pensará que está averiado como tantas veces —repuso él para intentar convencerme.
Y chica, estuvo una hora explicándome el plan, pues yo me estuve negando en redondo todo el tiempo, pero insistió tanto en lo "excitante que sería", y lo tenía tan pensado: "Que si alguien llamaba al ascensor lo volvería a parar para que pensase que estaba averiado y cosas así". Total, que acepté con la condición eso sí, de ponernos sólo un albornoz por si nos veía alguien desde el pasillo.
Y así, me vi arrodillada en el suelo del ascensor, sobre mi albornoz, entre dos plantas y practicándole una felación a mi imaginativo "niño".
Al principio estaba muerta de miedo, de vergüenza, super colorada y hasta me temblaban las piernas, pero chica, qué raras debemos ser las mujeres porque a los 5 minutos, que me parecieron 5 horas, mientras José Manuel me acariciaba el pelo y me susurraba frases tan obscenas, por cierto, como: "chupa mami, chupa; trágatela toda; sácame toda la leche y bébetela", empecé a ponerme muy cachonda de nuevo ante la rara situación.
Incluso llegó a cogerme la cabeza y violentamente hacer que me tragase su polla hasta el fondo, lo que lejos de desagradarme me dio aún más morbo al sentirme obligada por él. Ciertamente a veces parece que se nos hace un cortocircuito en alguna parte y lo que en un principio rechazaríamos de plano, acaba no sólo gustándonos sino volviéndonos locas.
Claro, pero aún faltaba lo mejor y es que de repente, ¡el ascensor se puso en marcha! Di tal respingo que me caí de culo en el suelo del ascensor, pero él estuvo atento y rápidamente lo volvió a parar con el botón de stop.
Nos quedamos en silencio, de nuevo volvieron a llamarlo, 2, 3, 4 veces más sin que José Manuel soltara el Stop. Hasta que oímos pasos por las escaleras que indicaban que habían desistido y habían optado por subir por ellas. Para mi asombro mi hijo me cogió la cabeza y me obligó a levantarme del suelo, metiéndome su polla por la boca a la fuerza mientras seguíamos oyendo los pasos subir por las escaleras. De modo que no dejó de empujarme, cogiéndome por la nuca para que fuese más y más rápido. ¡Marta, me llegaba hasta la campanilla!
En esto que el primer chorro de leche caliente me inundaba la boca y va él y la saca, comenzando a salpicarme toda la cara y los pechos mientras se la meneaba justo delante de mí. Acabé perdida con su leche, pero aunque te cueste creerlo me encantó.
Volvimos al piso y me duché de nuevo, estaba tan cachonda que entré en su cuarto hecha una tigresa dispuesta a follármelo, pero claro, él estaba tan cansado que se quedó frito, desnudo, encima de la cama. Así que me resigné y acurrucándome junto a él me di la vuelta para dormir.
Eso si, mi chico se acordó a eso de las siete de la mañana de mi y aunque me caía de sueño, al sentirlo encima mío, chupándome las tetas y restregándome su polla dura por mi chocho no tardé en despertar y follarlo yo a él, poniéndome encima y no dejando de moverme hasta que se corrió sobre las sábanas en el último segundo en que la saqué, pues esta vez estuve atenta. Por supuesto que me corrí antes de su descarga.
Lo que me resultó difícil fue explicar en el trabajo que... "me había quedado dormida ese día".
Chao Marta, un beso.
Laura.
¿Sabéis que El Admirador fue la primera obra que publiqué en todorelatos.com? Luego vendría Náufragos una novela completa que ha sido revisada por mi en años sucesivos hasta convertirse en la obra que es hoy. Por si os interesa os dejo la sinopsis:
Una madre se ve abandonada a su suerte en una isla desierta con sus dos hijos, en un tiempo en el que se está llevando a cabo lo que hemos llamado: "La conquista del nuevo mundo". Sin esperanza de ser rescatados, se resignan a vivir en la isla, aunque algún golpe de suerte les trae algo de distracción, que les ayuda a salir de la monotonía de la supervivencia.