El adivino - 7 (final)

Las cartas le señalan a Pedro una encrucijada con dos únicas posibilidades, una decisión de izquierda o derecha, así de simple... todos los demás caminos han desaparecido..

El adivino - 7

Pedro estuvo gran parte de la noche pensando sin poder dormir, se reafirmó en su decisión de ir al día siguiente a buscar a Carla a su trabajo. Las cartas en esta ocasión habían sido muy claras al respecto, señalaban una encrucijada con dos únicas posibilidades, una decisión de izquierda o derecha, así de simple, sin más opciones, algo que solo le ocurría a una persona dos o tres veces en toda su vida. Ahora ante sí tenía únicamente dos posibles caminos, todos los demás habían desaparecido, y solo uno le conducía hacia Carla, el otro le alejaría de ella para siempre, eso fue lo que las cartas del Tarot le mostraron la noche anterior de manos de la propia Carla.

Esperó pacientemente a que las dos saliesen, cuando la vio se dirigió tranquilo hacia ellas. Carla le vio venir y se puso nerviosa, Irene alertada por la intranquilidad repentina de su amiga siguió su mirada hasta encontrarse con la imagen del vidente acercándose sonriente a ellas, de inmediato se puso en guardia.

  • Hola, buenos días... aún, ¿les apetecería a ambas comer conmigo? -dijo Pedro sonriendo.

  • ¿Y eso a que viene ahora? -preguntó Irene mirándole fijamente por el “aún” que le escucho.

  • Irene, ayer por la noche estuve en su casa para hablar en serio con él, me dijo que lo tenía que pensar, que me vería hoy para comer -dijo Carla-, y veo que ha cumplido.

  • Si, tal y como te dije he venido para comer contigo

  • Si bueno, es una pena, porque esta tarde estamos las dos ocupadas con un reportaje -dijo Irene.

  • Bien, ¿qué os parece entonces cenar en mi casa y así hablamos? -dijo Pedro risueño.

  • ¿Y eso a que viene? -pregunto extrañada Irene.

  • ¿Vas a contarnos la verdad por fin, Pedro?

  • Carla, créeme que me gustas mucho y me gustaría intentar tener algo serio contigo, pero para eso debo de sincerarme por completo, de modo que, si, así es.

  • ¿E Irene? -preguntó Carla muy juiciosamente.

  • No me importa, es tu mejor amiga y no tengo duda alguna de que se las apañaría para aparecer por mi casa esta noche, como por otra parte, tú se lo contarías luego, y sé que ella haría cualquier cosa para protegerte como intentaría hacer cualquier buena amiga.

  • Vaya, gracias -dijo una Irene francamente sorprendida.

  • ¿Os parece bien sobre las 21:30 en mi casa?

  • Perfecto, allí estaremos -dijo Carla tras mirar a Irene y que esta asintiese.

Las dos mujeres se quedaron donde estaban, mirando como el hombre se dirigía tranquilamente hacia una calle lateral. Las dos permanecían pensativas, sin hablarse, perdidas en sus pensamientos pero con la imagen del adivino aún en sus retinas.

  • ¿Por qué fuiste anoche sola a verle? -preguntó Irene.

  • Porque quería saber más cosas de él, fui dispuesta a todo -admitió Carla para sorpresa de Irene.

  • ¿Te has enamorado de él?

  • No lo sé Irene, te juro que no lo sé, pero te garantizo que me gusta mucho y que si anoche él hubiese querido, nos habríamos acostado, es más, es lo que deseaba cuando fui.

  • ¿Y qué pasó? ¿Perdiste tu gancho? -preguntó medio irónica, medio enfadada Irene.

  • No lo sé, se que estaba dispuesta a todo como te he dicho, le pregunte por un montón de cosas y le presione para que me contase... Creo que realmente, aparte de querer saber, de lo que memoria de ganas en esos momentos era de tenerle en mis brazos. Pero entonces le saqué una baraja de Tarot, ya sabes, esa que tenia de cuando el reportaje. Se la saqué para que consultase lo que quisiese, para que me contase, ya sabes, para presionarle... y después de eso, de repente, todo cambio... -dijo pensativa.

  • ¿Como que todo cambio? -dijo Irene alarmada.

  • Si, se puso pálido y no parecía poder dejar de mirar la baraja esparcida sobre la mesa. Cuando intenté preguntarle si le pasaba algo, me rogó que por favor me marchase de allí. Créeme Irene si te digo que antes de eso creo que estaba tan dispuesto como yo a terminar los dos en la cama esa misma noche.

  • Bien, antes de ir, nos pasaremos por nuestras casa para ponernos guapas, especialmente tú si quieres cazarle -dijo Irene sonriente.

  • Vaya, lo apruebas -respondió muy sorprendida Carla.

  • No, no lo hago, pero me guste a mi o no, está claro que tu seguirás adelante, así que al menos podre estar controlando que no te dejes llevar por tu buen corazón -dijo Irene en tono contundente.

Cuando Pedro llegó a casa, ya iba pensando en cómo y que preparar de cena para los tres. Nada más ponerse a sacar las cosas de frigorífico, poner las sartenes en el fuego, etc... Fue entonces cuando Anubis hizo su entrada más estelar, llevaba en la boca un par de naipes, que soltó justo junto a la mano de Pedro..., luego se sentó mirándole fijamente.

  • ¿Quieres que vea las cartas ahora? -preguntó con sorpresa a Anubis.

Como toda respuesta Anubis le lanzo un maullido que Pedro entendió como un sí. Hizo lo que el gato quería, se fue a por un mazo completo, miro las cartas, y se llevo una sorpresa mayúscula con lo que vio reflejado en ellas... Miró de nuevo fijamente a Anubis...

  • ¿Así que va a ser esa noche, no?... también tengo que aclarar eso de una vez por todas esta misma noche… pues que alegría me acabas de dar... -dijo.

Vio como Anubis sin hacerle ya ni caso, se dirigía hacia el sofá, donde se volvió a tumbar todo lo largo que era y se dispuso a dormir tan pancho. Pedro siguió con lo que estaba haciendo, solo tuvo que variar levemente el menú para lo que se avecinaba. Cuando se aproximaba la hora dispuso la mesa de la cena, no pudo evitar sonreír con tristeza al poner el cuarto cubierto, no pensaba que esa noche llegase nunca, había tenido la vana ilusión de ello, de que no tuviese que hacerlo de ese modo... Cuando a las nueve y media en punto llegaron las dos mujeres, Pedro las hizo pasar, y de inmediato se dieron cuenta de que había un cubierto de más en la mesa...

  • ¿Y eso? -preguntó Irene nada más sentarse.

  • ¿Has invitado a alguien más? -preguntó a su vez Carla un poco mustia.

  • No, no he invitado a nadie, pero se van a auto invitar dentro de poco.

Solo quince minutos después, mientras los tres hablaban intentando generar buen ambiente, sonó el timbre de la puerta y después el ruido de una llaves en la cerradura, para seguir con el leve crujido de la puerta al abrirse. Para sorpresa de ambas mujeres en la puerta del salón apareció Isabel, y para sorpresa de esta, de inmediato Pedro la invitó a tomar asiento, encontrándose con que en la mesa ya había un plato dispuesto. Se sentó sin decir nada, visiblemente descolocada por el recibimiento, estaba claro que esperaba la presencia de ambas mujeres, pero no que ya se contase con ella.

Pedro se levantó, y en un momento sirvió la comida para todos, aunque parecía que la cosa marchaba sobre ruedas, solo hacía falta verlas para saber que estaban tensas, mirándose, evaluándose entre ellas. Cuando Pedro se sentó, empezó la fiesta...

  • ¿Se puede saber a qué viene esta cena? -preguntó Isabel.

  • Quería hablar con Carla, me gusta, quiero intentar algo con ella, pero antes debíamos de aclarar algunas cosas -dijo Pedro muy tranquilo.

  • Es decir, que es ella, ¿no? -preguntó Isabel apretándolo los dientes.

  • Si, es ella -contestó Pedro mirando fijamente a Isabel.

  • ¿Y yo, porque no? Es porque te dejé y rompí nuestro compromiso, ¿nunca me lo vas a perdonar? -dijo Isabel con lagrimas en los ojos.

  • Isabel -Pedro le cogió las manos, acariciándoselas, ante la mirada desaprobadora de Carla-, sabes que te he querido más que a nada, también eres consciente del grandísimo daño que me hiciste, y que pese a todo nunca te dije nada.

  • Ya pero... -Pedro le apretó las manos con fuerza silenciándola con el gesto.

  • Pero tuviste una hija, Isabel, una hija que no era mia... Por ella, por esa niña, es por lo que tú y yo, no podemos, no debemos estar juntos -dijo con vehemencia.

  • No lo entiendo, tú la adoras, tú adoras a mi niña... -dijo con la voz estrangulada.

  • Por eso que adoro a esa niña, y que quiero a la madre como a mi mejor amiga e incluso como a una hermana, es por lo que tú y yo no debemos, jamás... -dijo Pedro mirándola fijamente, muy serio, con dureza, de un modo muy especial y con una mirada penetrante.

En ese momento, Pedro hizo un gesto con la cabeza a Isabel, que al seguir la dirección que pareció indicarle que mirase, se topó con la mirada de Anubis, que permanecía fija completamente en ella, en ese momento Anubis le bufó amenazador, enseñándola los colmillos. Fue entonces cuando Carla e Irene, que no había osado abrir la boca en toda la conversación, se levantaron corriendo al ver como Isabel, pese a estar sentada, se ponía lívida y se tambaleaba... Las dos llegaron a tiempo de poder sostenerla y que no se cállese cuando tuvo el desvanecimiento.

  • ¿Que ha pasado? -preguntó Irene.

  • Que por fin se ha dado cuenta de por qué lo nuestro es imposible -dijo Pedro con cara muy seria.

  • Si os juntarais la niña moriría, ¿no? -preguntó Carla sobresaltando a Irene.

  • No necesariamente, pero gran parte de las posibilidades van por ese camino... de hecho, casi todas las más probables de que sucedan -admitió Pedro, mirando fijamente a los ojos a Isabel, que se había recuperado a tiempo para escuchar su respuesta a Carla.

  • Así que es por eso -dijo Isabel en un susurro-, gracias por no ceder Pedro, y por soportarme todo este tiempo... –trago saliva ostensiblemente-. Debí de haberme dado cuenta por mi misma -dijo levantando la cabeza, fijando sus ojos en los de Pedro-. Quizá sea mejor que me marche.

  • ¿Puedes quedarte, por favor?, quiero hablar con Carla, y tu puedes verificar para ella lo que le diga -Isabel asintió, con el rostro pálido.

Pedro entonces se volvió hacia las dos mujeres, que habían permanecido todo el tiempo en silencio, sin decir ni media palabra. Las caras de ambas reflejaban un ligero estupor por lo que habíamos hablado delante de ellas, pero también algo de miedo por la reacción de una mujer como Isabel ante lo que yo había dicho.

  • Bien, en primer lugar quiero deciros que efectivamente tengo un... ¡ehhh!, llamémoslo, don... -dije.

  • ...o maldición, según se mire -susurro Isabel, haciendo que Carla e Irene se estremecieran por el tono en que lo dijo.

  • Isa, por favor -dijo Pedro con voz dulce.

  • Perdona, sigue Pedro...

  • Bueno, como digo tengo un don. Tengo algo parecido a percepciones. En realidad solo uso las cartas para intentar afinarlas, pero no es algo exacto, o que me diga lo que sucederá concretamente.

  • Pero con lo de la galleta que me pusiste, cuando el perro me tiró... -a un gesto de Pedro, Carla se calló.

  • No sabía que ocurriría, lo único es que... -Pedro se pasó la mano por cara con gesto cansado-. Mira, es muy complejo Carla, no es nada simple, digamos que la mayor parte de las posibilidades que vislumbraba conducían a que esa galleta podría salvarte... y déjalo ahí hasta que termine, por favor -dijo serio, asintiendo Carla a su petición.

  • Voy a preparar más café mientras que habláis -dijo Isabel levantándose, obteniendo un gesto afirmativo y de agradecimiento de Pedro por ello.

  • Mirad, mi don..., os intentare poner un ejemplo, ¿de acuerdo?

  • Si, vale, como a ti te sea más fácil -repuso Irene intrigada por lo que les pudiese decir.

  • Muy buen. Imaginad que la gente fuese en un tren con una sola ventana en el lateral por la que ver, mientras que yo voy en la maquina, desde allí tengo mejor vista, y más importante aún, veo antes lo que se avecina. Pero en mi caso, mi vista no es tampoco completa, igual que vosotras de ir en el vagón no podríais ver qué ocurre por el otro lateral, yo solo vería el paisaje por una mirilla... Pero eso es solo una pequeña imagen por anticipado del conjunto total que vosotras veréis después..., con mi mirilla me es imposible abarcarlo todo, ¿Entendéis lo que pretendo deciros? -preguntó Pedro muy serio.

  • Sí, creo que si lo entiendo, solo ves una pequeña fracción de lo que ocurrirá, ¿es eso no? –dijo pensativa Irene.

  • Exacto, en el caso de Carla, si llevaba esa galleta sabia que un perro haría algo, y ella tendría un futuro, pero sin la galleta... no todos los caminos, pero si la inmensa mayoría no tenían futuro, o al menos, no uno bueno.

  • Pero pudiste decírmelo -apuntó Carla.

  • No, esa es otra de las cosas que tengo que intentar que entendáis... Al destino se le puede esquivar, pero no engañar, jamás, intentar hacerlo creedme que solo conduce al desastre. Pensar en el destino como en caminos, todos tenemos un gran camino marcado, antes o después surgen grandes ramificaciones, que son nuestras decisiones importantes, y así durante toda nuestra vida... Cada decisión que tomamos crea caminos nuevos y destruye caminos anteriormente posibles. No todos los caminos son igual de fuertes o de grandes, porque no todas las decisiones son igual de fáciles de tomar, contra mas fácil o probable sea que la tomemos por nuestra forma de ser, de pensar, educación, etc, mas fuerte resulta ese posible camino -dijo Pedro, aceptando el café que Isabel le sirvió en ese momento-, gracias Isabel.

  • De nada -dijo, sirviendo también a las otras dos mujeres presentes.

  • En tu caso Carla, los caminos más fuertes para que tuvieses un futuro, pasaban porque no tuvieses idea de que había dentro, y que se te olvidase el paquete en el bolsillo, por eso intente dártelo en un momento determinado y de un modo determinado, no por capricho. Prácticamente todos los caminos posibles de habértelo dicho, al intentar esquivarlo, o simplemente al no hacerme caso, te llevaban al desastre, de un modo u otro.

  • Es decir, ¿que tú hiciste que engañase a mi destino con aquella galletita? -preguntó una Carla pensativa.

  • No -dijo repentinamente Isabel-, el simplemente provocó que al no ser consciente de ello, pudieses esquivarlo. Escúchame, aunque te resulte difícil de creer lo que te cuente, hazlo, no intentes rebatirlo, simplemente acéptalo, no te va a mentir, le gustas de verdad, y si dice que eres la indicada como su pareja, es que seréis felices los dos. Yo -los ojos se le llenaron de lágrimas- destroce mi oportunidad cuando me contó esto mismo, le rebatí, no le creí y le tome por un lunático, reaccione dejándole... -dijo Isabel con la voz quebrada.

  • Isa, por favor, no... -dijo Pedro con preocupación en la voz, obteniendo un gesto de que no pasaba nada por parte de Isabel.

  • No te preocupes, que por algún motivo que no podría explicar, le creo -dijo Carla, asintiendo también Irene ante la afirmación de su amiga.

  • Cuando uso las cartas, especialmente las del Tarot, estas me ayudan a afinar mucho más las percepciones, pero siempre hasta un límite, y creedme si os digo que es malo intentar burlarlo o abusar de ello.

  • No lo entiendo, pero cuando lo del hombre al que le diste los cupones de la once no usaste cartas y sin embargo... -dijo Carla con un gesto de las manos.

  • Los caminos de la gente se entrecruzan constantemente, en este caso lo vi atraves de tu propio camino. Es complicado de entender y tampoco nada fácil para explicar, pero digamos que atraves de ti, vi algunos caminos posibles de ese hombre, solo intente escoger uno en que le fuese mejor de lo que le iba en ese momento, afortunadamente escogí uno muy, muy bueno... –permaneció pensativo unos segundos-. Pero créeme que no sabía que tan bueno seria, solo que su principal problema con su familia, se solucionaría, pero únicamente eso.

  • Entonces, ¿en esto también hay un punto de suerte? -preguntó Irene.

  • La casualidad influye en todo..., un hecho totalmente fortuito en un momento dado, en alguien que se cruce con nosotros, puede hacer que tomemos un camino que jamás habríamos tomado de otro modo, y que por tanto no tenia opciones realistas.

  • Entonces no hay forma de lograr saber que pasara con precisión, ¿no? -preguntó Irene.

-Existen formas de afinarlo hasta el extremo de ser casi, casi, casi imposible de fallar en la predicción, pero nada es gratuito, todo tiene un precio, y a veces, es exorbitantemente alto -dijo Pedro muy serio, con los ojos fijos en su café, como perdido lejos de allí.

  • Entiendo, te refieres a tus amigos, los del accidente, ¿no? -preguntó Carla, obteniendo el asentimiento de cabeza de Pedro.

  • Tenían problemas económicos, graves, muy graves, estaban a punto de perderlo todo. José sabia de mi don, al principio todo fue bien, como contigo, iba dándole pistas, conduciéndole por caminos generales sin que se diese cuenta, y aunque no consiguió hacer nada importante, logro remontar de nuevo... Luego..., pasó lo del avión... todo se descontroló, me creí dios y fueron él con su familia quienes pagaron mi locura -dijo con la voz cargada de dolor.

  • Sabes que no es cierto Pedro, sabes que te presionó, te apretó las tuercas todo lo que pudo para que accedieses -le dijo Isabel apretándole una mano con cariño.

  • Ya, puede ser... pero no debí de ceder, conocía los riesgos -susurró Pedro mirando a Anubis, que le devolvió la mirada con fijeza.

Recordó el día que accedió a las demandas de José de ayudarle con su futuro. Solo tres días después de lo del avión se encontró a un gato negro arañando la puerta de su casa, no sabía bien como, pero le abrió la puerta y le permitió entrar y todavía continuaba con él. Miró a Anubis que maulló devolviéndole la mirada con la misma fijeza. A los dos días, en plan de broma le preguntó con qué nombre quería que le llamase… se dejó de reír cuando el gato araño el periódico que estaba leyendo, haciendo dos líneas paralelas en él, entre ambas, en la hoja que en ese momento estaba leyendo quedo un nombre, Anubis. Este era el antiguo dios de la Duat, Anubis estaba relacionado no sólo con la muerte, también con la resurrección después de ella.

Anubis en muchas ocasiones parecía advertirle cuando traspasaba las líneas de la prudencia con su poder. Cuando cedió ante José para ayudarle, Anubis estuvo durante bastante tiempo reacio a que él le tocase, durante los tres días anteriores al accidente, incluso se volvió agresivo con él. Todo este comportamiento extraño en Anubis termino el mismo día de la muerte de José y su familia, desde aquel momento procuro permanecer atento a las señales que el gato parecía mandarle con su comportamiento, y funcionó, le evito algún sufrimiento más por pretender sobrepasarse bien intencionadamente. Sabía que Anubis permanecería con el hasta su muerte… Sonrió con tristeza, se recompuso y volvió a concentrarse en la conversación, justo cuando  Isabel explicaba lo de José a Carla e Irene.

  • José estaba con Pedro el día del avión, vio como logró averiguar por anticipado cosas muy concretas, y desde ese momento le presionó para que lo hiciese también para él. Pedro no quiso al principio, -le apretó la mano con cariño de nuevo en ese instante- pero cedió, y lo hizo para él, le ayudo a alcanzar el cenit de su profesión con sus predicciones, pero por eso mismo Pedro no vio el accidente y todos murieron en él.

  • Pero no entiendo, con su don, ¿no debió de verlo? -preguntó Irene perpleja.

  • Si, lo debería de haber visto, por supuesto que debería de haberlo visto, pero no buscaba generalidades, sino algo extremadamente concreto, contra más concreto se busca, mas cosas se pasan por alto, mas caminos permanecen invisibles ante mí, una vez me centro en algo concreto, no puedo dar marcha atrás para hacerlo de otro modo. Y lo sabía, era consciente que así ocurriría, nunca debí de haber aceptado aquello -dijo Pedro muy serio.

  • Tú no podías hacer nada, por lo que ha contado Isabel, él te presionó, no deberías de culparte. Lo que no entiendo, es porque, sabiendo todo esto, le abandonaste... -dijo Carla dirigiéndose a Isabel con cara de pocos amigos.

  • Porque esto solo lo supe después, cuando ya era muy tarde, tras los primeros problemas en mi matrimonio él me fue guiando para que pudiese salir de aquel infierno, viendo aquello y como se anticipaba siempre a los acontecimientos, no me quedó otra que aceptar, que todo lo que me había contado era verdad –Isabel se quedó pensativa casi un minuto, dándole vueltas al café con la cucharilla, perdida en su propio mundo.

  • Cuando me lo contó la primera vez, pensé que estaba loco, incluso cuando José le presionaba yo me reía pensando que todo eran estupideces de ellos, alguna vez ayude a José con ello pensando que no era real. Quise incluso que se recluyese en un sanatorio tras lo de José, al negarse a tratarse, aunque solo fuese ambulatoriamente, fue cuando le di el ultimátum, y al no hacer caso hui de él, dejándole cuando más me necesitaba -la voz de Isabel estaba cargada de dolor.

  • Entonces por eso montaste el consultorio, ¿por lo de tu amigo? -preguntó Carla.

  • Si, por eso, para intentar ayudar a los demás como forma de espiar mis pecados, intento encauzarlos hacia el camino que les sea propicio que más probabilidades tenga de ser elegido, pero no les obligo o guio, les permito que sean ellos mismos quienes decidan. Os juro, que nunca, nunca, nunca, jamás, le he cobrado a alguien, y cuando se han empeñado en que coja su dinero, siempre lo he donado... No me aprovecho de mi don en mi propio beneficio, bueno, digamos que salvo en este caso de estar contigo, eso evidentemente, si es en mi beneficio.

  • Entonces, según eso, tú has visto en las cartas, que los dos seremos felices si estamos juntos, ¿no?, lo has visto en tu futuro -preguntó Carla un poco ansiosa.

  • No Carla lo he visto en el tuyo, el mío, para mí, permanece en la oscuridad.

  • Es decir, que lo has visto por que al mirar mi futuro nos viste a los dos, eso quiere decir... -se quedo un instante pensativa-, que podrías ver tu propio futuro hasta cierto punto, pero siempre atraves del futuro de los que estén a tu alrededor, ¿no?, por eso sabes lo nuestro.

  • Algo parecido, se que tu serias feliz conmigo, y también que yo seré muy feliz contigo. Pero no puedo conocer lo que yo haré, esa es otra de las limitaciones de mi Don..., en este caso se que seremos felices por ti y por Irene, lo vi cuando vinisteis a verme la ultima vez y os eché las cartas... también cuando tiraste ese tarot sobre la mesa. Lo vi en ti como mi pareja, y en ella por ser tu mejor amiga...

Tras esto los cuatro quedaron en silencio, cada uno aparentemente perdidos en su mundo, sin saber bien como actuar en el caso de Carla e Irene tras aquella especie de confesión por parte de Pedro. Mientras Pedro e Isabel no podían evitar pensar en sus amigos fallecidos. La primera en romper el silencio fue Carla.

  • Bien, entonces si lo he entendido bien, y créeme que te creo en todo lo que me has contado, porque no mostrármelo la primera vez que nos vimos? -preguntó Carla.

  • Porque necesitabas ese reportaje para lanzar tu carrera, y si no pasaba nada al final entre nosotros, al menos en mi tendrías a tu final perfecto. Sabía que esa no sería la única vez que nos viéramos.

  • Entonces lo hiciste apropósito, ¿por qué? -preguntó Irene.

  • Creo que ahora es más que obvio, ¿no?. En principio porque sabía que Carla y yo estábamos ligados..., pero aparte de eso, lo cierto es que me gusto desde el primer momento... hace ya dos años –dijo sonriendo.

  • ¿Hace dos años? ¿Cuándo nos hemos visto antes? -preguntó Carla completamente sorprendida.

Pedro estuvo relatándoles una boda a la que estuvo invitado dos años antes por una pareja a la que ayudo en ciertos asuntos. Casualmente justo en el salón de al lado se celebro al mismo tiempo el banquete de boda de un compañero de las dos, Irene no pudo asistir por circunstancias, pero Carla sí que lo hizo. Pedro se rio cuando vio a Carla abrir los ojos como platos al recordar de pronto la ocasión, al darse cuenta de que era completamente cierto, se acordaba del hombre con el que estuvo charlando más de una hora y media en la puerta de los salones mientras echaba un cigarrillo. Como casi siempre sucedía, había terminado discutiendo con su ahora ex novio por lo de siempre, por babear con otras delante de sus morros, y por eso mismo se vio en la necesidad de salir a fumar para calmarse un poco

Carla se ruborizó levemente al recordar esa noche. Había salido a fumar cuando se aproximo un hombre, también procedente de los salones de bodas, que se situó a su lado, aspirando el fresco aire de la noche. Recordó como iniciaron una inocente conversación, en esa época estaba de becaria y sin saber bien porque, tras solo unos pocos minutos de conversación insulsa, le estuvo hablando de sus aspiraciones.

Rememorando esos ecos, Carla se dio cuenta de que ya en ese momento, Pedro le atrajo, y mucho. Se sintió enormemente atraída por él, por su forma de expresarse, por su forma de decir las cosas, por una especie de halo de misterio que le pareció que le envolvía. Incluso en aquella época, tuvo que reconocerse, que el único motivo de no haber sucumbido ante él, había sido el hecho de que no era una chica que se fuese con el primero que se cruzase, y mucho menos estando con pareja estable, pero sabía que ya aquella vez se vio tentada por él... fue entonces cuando se dio cuenta...

  • ¿Me has estado vigilando desde entonces? -preguntó una Carla sorprendida, tan sorprendida como se mostraron Isabel e Irene.

  • No, lo que he hecho ha sido seguir tus pasos a nivel profesional para saber más de ti -dijo Pedro sonriendo.

  • ¿Tu sabias que ocurriría todo esto, ¿verdad? -preguntó con los ojos abiertos como platos.

  • No, ya te he explicado que con cada decisión se abren nuevos caminos y se cierran los antiguos. En esa época vi algunos que nos volvían a reunir, pero no eran caminos nada claros... Si estuve siguiéndote, fue porque me gustas te desde entonces, no me atrevía a acercarme tras mis anteriores experiencias. No vi hasta poco antes de tu reaparición que nuestros caminos se entrelazaban de forma constante... y muy fuertemente además.

  • ¿Qué es eso de entrelazados? -preguntó Irene.

  • Eso significa que los caminos de dos personas se cruzan de forma muy continua, separándose y volviéndose a entrelazar sin parar, algo normal en familia y parejas.

  • ¡¡Pero entones ya sabias que era ella cuando te pregunte!! -exclamó Isabel.

  • No Isa, en muchos puntos eran más fuertes o posibles de escoger, caminos que nos separasen, que no cualquiera de los que nos unían. Un mes antes de que llamase a mi puerta, esos caminos que nos unían se fortalecieron, quedando muchas veces casi como la única oportunidad de elección, peor aún quedaban unos pocos extremadamente fuertes que nos podían separar, hasta hace poco, y por eso es por lo que ahora estamos aquí -terminó Pedro.

Tras ese descubrimiento la conversación a partir de ahí, se centró prácticamente en exclusiva en esa época en que ambos coincidieron. Parecía que de pronto todos tenían muchas cosas en que pensar. Tras más de una hora y media de conversación entre los cuatro, dieron por terminada la cena y la visita, poniéndose todos en pie para marcharse. Cuando Irene e Isabel estaban recogiendo sus respectivos abrigos...

  • ¿A qué esperas?, venga Carla, que se nos hace tarde, espabila un poquito -dijo divertida Irene.

  • No me voy contigo, me voy a quedar a pasar la noche con Pedro... -dijo Carla muy seria, mientras veía como Isabel se limitaba a mirarla e irse sin abrir la boca.

  • ¿Estás segura? -pregunto seria Irene.

  • No del todo, me gusta, y estoy bastante segura de que le quiero. Esto va muy enserio Irene... -dijo.

  • Suerte -dijo Irene dándola dos besos en las mejillas.

Tras despedirse de Irene y cerrar la puerta, volvió de nuevo al salón, donde Pedro estaba terminando de recoger todo lo de la mesa, no se dio cuenta que estaba allí hasta que no la tuvo a su lado, cuando le quito las cosas de las manos, y ante su atónita mirada, le paso los brazos por el cuello y le ofreció el beso que había estado anhelando desde que entrase en su "consulta" para investigarle.

Pedro intento protestar, pero por toda respuesta o reacción, Carla se limitó a ponerle un dedo en los labios para que no dijese nada, mientras se ocupaba de desabrocharle la camisa. Solo unos minutos después ambos se encontraban en la habitación de Pedro, tumbados sobre la cama únicamente con su ropa interior...

Durante toda la noche, cada uno de ellos pudo sentir sobre toda su piel los labios de su amante, pudo disfrutar de las caricias del otro, saborearon sus cuerpos con calma, hicieron el amor durante gran parte de la noche. La habitación se lleno de jadeos, gemidos y frases de cariño Alcanzaron el clímax en varias ocasiones cada uno. A la mañana siguiente, Carla se llevó una sorpresa, entre ambos, a la altura de sus cabezas se encontraba tumbado Anubis, mirándolos a ambos alternativamente... Cuando Carla abrió los ojos y le vio allí se sobresaltó, sin embargo, Anubis, dejándola perpleja, acerco su cabeza a la cara de Carla, lamiéndola la mejilla, para después maullar bajito hacia ella, y saltar de la cama al suelo para después marcharse en dirección al salón, dejándola allí perpleja.

Durante los siguientes seis meses, Carla y Pedro estuvieron saliendo como una pareja normal, entre los constantes gruñidos de Isabel e Irene, que no es que estuviesen muy allá viendo a la feliz pareja, cada una por sus propios motivos. Poco a poco y aunque parezca mentira Irene fue aceptando a Pedro como compañero ideal para su amiga, viendo a Carla lo feliz que era con el no le quedo más remedio que dar su brazo a torcer. Pedro no quiso tampoco alejarse de Isabel y de su hija, procuro por todos los medios que ella y Carla se hiciesen buenas amigas, o como mínimo, que empezasen a tolerarse mutuamente, incluso para ello, logró que la propia Irene limara asperezas en Carla contra Isabel.

Carla los primeros meses de la relación no los pasó nada bien en el trabajo, se convirtió en "la novia del vidente", para recochineo de sus compañeros, y sufrió un buen número de bromas crueles. Pero como con todo, el tiempo hizo que todo pasase y la gente se fuese habituando a ello, recuperando su antiguo ritmo. Poco a poco su carrera profesional fue estabilizándose y consiguió ir haciéndose un nombre en el mundillo, consiguiendo junto con Irene, una buena colección de reportajes de investigación.

Pedro no había sido nunca totalmente sincero con nadie sobre su don, había una cosa sobre él que nunca le había contado a nadie, y consistía en lo único que había logrado ver sobre su propio futuro. Siendo joven, cuando empezó a darse cuenta del poder que poseía, intento hacer algo que paradójicamente, jugando con esas fuerzas que desconocía. Consiguió saber de si mismo lo único que de verdad hubiese querido ignorar, el momento de su muerte, día y año, incluso había logrado ver dentro de un reducido abanico de horas. Estas solían modificarse, ese abanico de horas para su muerte solía oscilar hacia arriba o hacia abajo, dependiendo de sus acciones, pero aun así, tras tantos años, nunca había logrado que el día y año de su muerte sufriese alteración alguna, esto era algo que le atormentaba desde esa época.

Cuando esa última noche, por fin tuvo que decir sobre qué hacer, ante el se abrían dos caminos, uno con Carla, y otro sin ella, el tarot le marco claramente que tenía que elegir entre ambos en un plazo determinado, era o blanco, o negro. Al principio, cuando se vieron por primera vez en su consulta, para Carla el camino con él sería feliz para ambos, sin embargo, el camino sin él, no seria ningún camino de Rosas para ella, lo había visto salpicado de espinas a lo largo de toda su vida. Sin embargo, cuando se vio obligado a elegir definitivamente, esa noche en que Carla tiro sobre su mesa las cartas del Tarot, los caminos de ella habían cambiado bruscamente, de repente, la situación ya no era tan blanco o negro como antes.

En las cartas vio dos caminos que se abrían ante ambos, pero dos caminos que debían de ser tomados esa misma noche con una decisión, en uno u otro sentido. En ambos Carla sería feliz, con más o menos matices, pero feliz, en uno estaría él, y en el otro, habría quedado olvidado en su pasado. En el camino con él, pudo vislumbrar con mucha claridad el dolor que le produciría su muerte, puesto que en ninguno de ambos caminos, ese hecho tenía variación tampoco, la fecha de su muerte continuaba inamovible.

Con Carla junto a él, ambos serian felices, sin ella, Pedro era consciente que su vida no sería nunca más igual, siempre le quedaría aquello de “y si…”, pero el dolor de perderla pasaría... Sin embargo, si elegía su vida con ella, veía claramente el agónico sufrimiento de sus últimos años, sabiendo exactamente cuándo moriría, sin poder evitarlo, sabiendo el dolor que la causaría a ella y a sus hijos... Veía con claridad que a medida que el día se acercase, cada vez su angustia y dolor seria mucho peor. Lo que le ayudó a decidirse por la opción de Carla, fue el hecho principal de que estaba perdidamente enamorado de ella y sabía que también ella de él, que la felicidad de ambos, de algún modo supondría arrastrar también por ese camino a medio plazo, a Irene, a Isabel y por supuesto, a esa niña a la que quería como si fuese suya, aún infringiéndoles a todos en el futuro el dolor de su perdida.

Desde el mismo momento en que tomo su decisión, Pedro fue poco a poco y de modo paulatino, planeando el momento de su muerte, intentando que todos ellos tomasen los caminos más seguros en la senda de la vida. Procuraría, que Carla y sus hijos quedaran bien cubiertos económicamente tras su marcha, intentaría aliviar en lo posible su dolor cuando llegase el momento, dejándoles cartas y videos para cada uno de ellos. Pero sobre todo se conjuró a no permitir nunca, que ninguno de ellos compartiese la agonía de su gran secreto como adivino, el saber a ciencia cierta y sin poder evitarlo, sin poder modificar de ninguna manera, el día exacto de su muerte.

FIN