El adivino - 6

La situación entre Carla e Irene se pone algo tensa cuando esta última averigua el nuevo interés que siente su amiga por el adivino

El adivino - 6

Estuvo preparando la cena para cuando Irene llegase, aún no tenía nada claro todo lo que había sucedido en esa entrevista, pero menos todavía en esa parte final de la despedida en que se besaron, solo con pensar en eso hacía que sus labios ardiesen y que sus mejillas tomasen un poco de color. Cuando sonó el telefonillo de la calle, contestó, y efectivamente vio que era Irene, abrió la puerta, preparándose mentalmente para hacerla frente, sin saber tampoco hasta donde explicarla. Estaba hecha un completo lio.

Cuando Irene entró, le plantó un beso en la mejilla, dijo que llegaba hambrienta, y tras dejar el abrigo se dispuso a ayudarla. Fue una especie de tregua para Carla, estaba deseando que no cesase nunca, que siguiesen así por mucho tiempo, sin preguntas incomodas. Desgraciadamente su tranquilidad solo duro hasta el inicio de la cena, luego de eso se termino en cuanto Irene empezó a hablar.

  • Mientras tú estabas vigilándole, como tenía algo de tiempo libre, he estado haciendo nuevas averiguaciones. He encontrado algunas cosas más sobre él, y todas ellas son bastante peculiares -dijo.

  • Dime, ¿qué has averiguado? -dijo rápida Carla, viendo la oportunidad con ello de conseguir tiempo para pensar que decir cuando le tocase a ella.

  • Averigüe algunas cosas bastante extrañas. ¿Recuerdas aquella familia amiga suya que se mató en un accidente de coche? -preguntó seria Irene.

  • Sí, claro que lo recuerdo -afirmó Carla, recordando lo que él dijo, que se sentía culpable.

  • Bueno, pues el padre era un bróker bastante normalito, hasta un determinado momento, en que empezó a subir como la espuma y a ganar muchísimo dinero -explico Irene.

  • ¿Y eso que tiene que ver con el vidente?

  • A eso voy -replicó Irene-, empezó a ganar dinero justo después de una mala racha, tan mala que estaba casi en la ruina. Desde siempre fue amigo del vidente, el también iba en aquel avión, viajaban los dos juntos y fue justo tras aquello, cuando su porcentaje de aciertos mejoro, y mejoro muchísimo -dijo Irene poniendo un gesto especial en la cara.

  • ¿Como de mucho? -preguntó Carla tragando saliva.

  • Como del 100% de sus operaciones, no falló ni una sola vez, aún más que eso, ni en una sola ocasión se quedó sin ganar un importante porcentaje como beneficios. Fue incluso investigado por si contaba con información ilegal para sus operaciones, dada su sospechosa y radical mejoría.

  • Sigue, ¿que mas averiguaste? -dijo Carla un poco pálida.

  • En varias ocasiones se salvó de la quema solo horas antes de que algo negativo pasara y afectase a sus inversiones. Algo tan variado como pudiese ser un desastre natural "impredecible", por ejemplo y sin ir más lejos, un terremoto -dijo Irene muy seria.

  • ¿Pero puede ser solo casualidad, verdad? -preguntó Carla.

  • Toma Carla, lee esto -dijo tendiéndole unos folios grapados-, es un resumen de las principales operaciones "milagrosas" de ese tipo.

Carla estuvo leyendo detenidamente las hojas que Irene le había pasado, era todo un dossier de decisiones imposibles. Por ejemplo: la venta de acciones de una constructora, solo diez horas antes de que un terremoto le tirase varios edificios provocando un grave hundimiento de sus valores en los mercados. Ventas o compras de divisas, únicamente horas antes de que sus bancos centrales tomasen decisiones impredecibles para los expertos sobre sus tipos de interés, haciéndolas subir o depreciarse. Venta también anticipada de acciones de una multinacional que había lanzado un producto muy innovador, que había provocado un alza espectacular de sus acciones, justo antes de que se destapase un catastrófico fallo en dicho producto que provoco su batacazo en la bolsa... Y la lista continuaba, una detrás de otra, incluso, como en el caso del terremoto, varias acciones en respuesta a sucesos que nadie podría haber supuesto siquiera.

Carla sintió que se mareaba, todo parecía apuntar en una sola dirección... aún así, todavía intentó encontrar algo que la sacase de esa situación todavía más incómoda en que ahora se encontraba tras lo sucedido con Pedro. Esa era otra cosa que se recordó, llevaba solo unas horas desde que había pasado aquello, y tenía que tener muchísimo cuidado al hablar, porque constantemente se encontraba evitando llamarle por su nombre de pila en el último segundo. Por eso en un postrer intento de negar lo cada vez más evidente, le preguntó a Irene...

  • ¿Pero esto que tiene que ver con... el vidente?

  • Debajo de cada una de esas decisiones te he puesto la hora en que el vidente y ese tío hablaron por teléfono antes de tomarlas. Carla, hablaron entre dos y ocho horas antes en todas ellas, absolutamente en todas y cada una de ellas. Antes de todo esto habían estado en muchas ocasiones más de diez días sin llamarse, tras lo del avión, nuca más de un día, como mucho dos. Si te fijas, el 90% de esas llamadas son de ese hombre al vidente, hay muy pocas al revés.

  • Aún así, todo esto puede ser solo coincidencia, ¿no? -preguntó Carla nerviosa.

  • ¡¡Joder Carla!!, -se cruzo de brazos frunciendo el ceño, mirando fijamente a su amiga- ¿se pude saber qué demonios te pasa?. ¡¡Venga ya coño!!, hemos estado seguras de que con ese tío pasaba algo raro con algo mucho menos "incriminatorio" que eso -respondió Irene visiblemente enfadada señalando las hojas que había en las manos de Carla.

  • No, si tienes razón, esto es increíble, pero no sé..., yo... -se aturulló.

  • Ya vale Carla. Nos conocemos de sobra como para no darme cuenta de que pasa algo. A ti, concretamente que te pasa algo a ti, así que venga, habla de una puñetera vez, ¿qué pasó en esa entrevista para que estés así? -replico Irene muy, muy seria.

  • Bueno, realmente tampoco fue nada del otro mundo, veras... -Irene la cortó.

  • Se terminó, deja de dar vueltas y cuéntame todo lo que pasó, todo. No te molestes en intentar ver cómo me pues evadir, porque no pienso dejarlo -la voz de Irene se endureció-, así que ya estas soltándolo todo.

Carla empezó a contarle como había ido todo durante la visita. Estuvo explicándola todo lo que habló con él, también el hecho de encontrarse allí a Isabel, junto con parte de lo que habló con ella y de lo que después Pedro le explicó. Irene la estuvo escuchando con gran atención sin interrumpirla ni una sola vez, dejándola ir desgranando poco a poco lo sucedido, al terminar, Irene la interpeló...

  • Muy bien Carla, ahora por favor, continua con lo que no me has contado. No –alzo una mano, señalándola luego con el dedo-, no vayas a decir nada, te conozco de sobra, y sé que no me lo has contado todo -añadió al ver las intenciones de Carla de negar que le ocultase nada.

  • Realmente no fue nada Irene, pude que me haya pasado algo de la conversación, pero nada importante...

  • ¡¡¡¡Carlaaaa!!!! -Explotó Irene con un tono de voz que indicaba que se estaba empezando a enfadar en serio con su amiga.

  • Bueno, solo es que nos besamos al despedirnos... -explicó Carla con un hilo de voz.

  • ¡¡¡¿Que, que, qué?!!! –explotó nuevamente Irene, levantándose de golpe de donde estaba sentada.

  • Que nos besamos -repitió Carla, aún con un hilillo de voz.

  • ¿Como que os besasteis?, ¡¡¡¡será que "él" te besó!!!!, ¡¡¿no?!! -pregunto una Irene exaltada y algo exasperada.

  • Bueno si, luego el también me besó, pero creo que fui yo la primera en besarle a él -replicó Carla mirando como su amiga la miraba, de pie ante ella, con los brazos cruzados y cara muy seria.

  • Es una broma, ¿no? –replicó- te estás riendo de mi, y esto es una broma.

  • No, yo le bese primero, es más, me moría de ganas de hacerlo… -dijo colorada.

  • Pero como vas a ser tú la que le besó primero, es imposible que tuvieses ganas de hacerlo. Carla, ese tío no es tu tipo, no se parece a nadie que te haya gustado alguna vez, es imposible que quisieses besarle, ¿es que no lo entiendes? ¡¡¡Que no puede ser coño!!! –dijo Irene muy alterada.

  • Irene, esta no era la primera vez que lo deseaba. El día que le compró al hombre aquel los cupones que le tocaron, bueno, hubo un momento en que también sentí la tentación de besarle, me moría de ganas por hacerlo –tragó saliva-, solo que estaba enfadada, me asuste de ello y no me atreví. Esta vez no sé que me pasó, creo que no pensé… solo actué… y… y… -se puso como un tomate- me encantó –termino con un susurro.

  • Joder, joder, joder... -dijo Irene, sentándose lentamente y pasándose las manos por el pelo-, menudo embolado en que te estás metiendo. A ver Carla, recapacita, no sabemos nada realmente de ese tío, lo único que tenemos claro, es que todo lo relacionado con él es muy raro, pero que muy raro, todo, absolutamente todo. Venga Carla, no jodas, no puedes haberte pillado con él -habló calmada, intentando hacer entrar en razón a su amiga, intentando que recapacitase.

  • No es eso lo que opinaba Isabel, toda la discusión que te conté vino porque insistía en que estaba tras de Pedro, y no tras un reportaje sobre lo que hace o como lo hace -dijo Carla, por fin tranquila tras haberlo soltado todo.

  • ¿Y que la dijiste? -preguntó perpleja Irene, intentando unir esa información con lo que le había contado Carla anteriormente.

  • Que no, por supuesto, se lo negué todo y prácticamente le insinué que debía de estar loca para pensar eso... incluso me reí de que pensase que andaba detrás de Pedro…

  • Vale, ves... –dijo, entrecerrando los ojos, mirando detenidamente a su amiga-, eso ya es normal, tú misma lo reconociste, no te interesa de ese modo... no es tu tipo Carla.

  • No Irene, para serte sincera, no lo sé. Después de lo del beso y lo que sentí, sinceramente no lo sé. Pero créeme si te digo que tengo ganas de volver a verle de nuevo, muchas ganas de hecho, aunque también me da algo de miedo.

  • Vale Carla, a ver, hagamos una cosa. Vuelve a contarme de nuevo todo lo que pasó, pero esta vez no te dejes nada fuera -dijo mirándola muy seria.

  • De acuerdo, intentare ser lo más precisa posible -aceptó Carla más tranquila, al ver que Irene pareció relajarse un poco, pese al ceño fruncido con el que la miraba.

Irene se recostó en la silla, cruzando las piernas y haciendo también lo mismo con los brazos, escuchando atentamente a Carla, mientras iba recordando paso por paso todo lo ocurrido desde que entró en casa de Pedro. Esta vez, se lo contó absolutamente todo a Irene, sin dejarse nada en el tintero, como la vez anterior.

  • Bien, ahora tiene todo más sentido, dejando lo del beso aparte. Aquí hay mucho que digerir e intentar comprender. De todos modos es interesante lo que te conto sobre él e Isabel, también te dio una pista con lo de sus amigos, está claro que algo ocurrió entre ellos. Tendríamos que mirar de desentrañar un poco la madeja por ese lado..., ver porque se sentía culpable por lo del accidente y la razón real de no querer nada con su antigua prometida, cuando hasta el momento estaba claro que se llevaban muy bien, y aún se llevan.

  • Mira Irene, no creo que pueda seguir con esto, yo... -Irene la cortó tajante.

  • Carla, que te quede clara una cosa. Precisamente ahora es cuando yo si quiero saberlo todo sobre ese tipo, te conozco, y sé que si te has encoñado con él no pararas, de modo que quiero saber que si vas a intentar ligártelo, al menos no es un hijo de puta…, y se terminó la conversación sobre ello -sentenció.

  • Pero si yo no he dicho que vaya a hacer nada, no tengo intención de ir a por él, Pedro no significa nada, de verdad -repuso Carla.

  • Claro que no Carla, esta clarísimo que no, por eso mismo, desde que me confesaste lo del beso, no has parado de llamarle Pedro, porque no significa nada para ti -apuntó Irene irónica.

Carla se quedó callada, sin argumentos, dándose cuenta entonces de que era cierto, desde que le había confesado lo del beso a Irene, no había vuelto a llamarle adivino, sino que todas las veces, había terminado llamándole por su nombre. Se empezó a dar cuenta de que todo esto iba muy enserio, que iba muy rápido para ella, fue consciente de que si le volvía a ver, todo irá a peor, o a mejor, según como lo mirase.

Sabía que era tal y como le dijo Irene al principio, era un tío en el que nunca se hubiese fijado, no era su tipo, no era tampoco especialmente guapo, tampoco un portento físico, sin embargo debía de reconocerle un magnetismo difícil de ignorar cuando se estaba cerca de él, no sabía qué efecto causaría en las demás, pero estaba claro que en ella era como la llama que atrae a la mariposa sin que esta pueda evitarlo, y ella además sentía que deseaba quemarse. De inmediato pensó, que la comparación, desde luego no podía ser más desafortunada, especialmente en la situación que había con él, y el misterio que le rodeaba, algo que por cierto, también se vio obligada a admitir, era tremendamente atractivo y sugerente en él, por mucho que al principio se hubiese podido reír.

Irene miraba fijamente a su amiga mientras esta permanecía perdida en sus pensamientos, cavilando seguramente en algo relacionado con el adivino. Ella conocía bien a Carla, sabía que si le gustaba de verdad sería incapaz de dejar de verle, a ella personalmente y hasta el momento, no le parecía un mal tío, más bien quizá todo lo contrario. El problema era el misterio que le envolvía, y temía que su amiga pudiese terminar haciéndose daño de seguir por el camino que estaba empezando a emprender, aunque quizá aún no fuese consciente de ello.

Pedro por su parte estaba preocupado, esa chica, esa periodista, Carla, le gustaba muchísimo, es más, las cartas se la habían señalado de forma constante. Se moría de ganas de consultarlas sobre ella, pero no se atrevía. Sabía que tenía un gran don, pero como todo, junto con su lado positivo, también tenía su lado negativo, junto con sus limitaciones, sabia de primera mano y por experiencia, que no era nada bueno hacer un uso abusivo de él, eso podía a llevar al desastre. Sabía que ella volvería, no cuando, ni donde, ni como, pero volvería a verla sin la menor duda. Miró a Anubis, y el gato al segundo escaso, levanto la cabeza devolviéndole la mirada, clavando sus felinos ojos en los suyos, segundos después maulló, para de seguido empezar a limpiarse las patas, ignorándole.

El jueves salió de casa por la mañana para hacer la compra, llevaba conduciendo cinco minutos cuando se dio cuenta de que le estaban siguiendo. Al entrar en el aparcamiento del centro comercial, procuro fijarse en el lugar donde aparcaría el coche que le seguía, sin duda desde su casa, aunque eso desde luego no podía asegurarlo, ya que solo se dio cuenta bastante más tarde. Con cuidado y sin que se le notase, se fijó en quien podía ser la persona que le seguía, cuando por fin la localizó, no pudo evitar sonreírse a mí mismo con cierta alegría por ello. No era una sola persona, sino dos, mujeres para más señas, le agradó saber que Carla seguía interesada en él aún tras lo del beso aquel que ambos se dieron.

Decidió que era hora de echarle morro al asunto, dar un paso adelante y dar la cara. Dejar que las dos lo siguiesen no les llevaría a nada, lo mejor sería ir los tres juntos, aunque ciertamente, él hubiese preferido que solo hubiese estado allí, siguiéndole, Carla, y no su amiga también, pero era lo que había. Cuando fue a entrar al hipermercado, se fijó en que las dos se lanzaron raudas para coger un carrito y entrar detrás. Fue entonces cuando se aproximo rápido, aprovechó el instante en que las dos le perdieron de vista para centrase en buscar una moneda para retirar el carrito, pillándolas completamente a contra pie cuando habló.

  • Y si me acompañáis las dos, seguro que lo poco que vayáis a coger entra en mi carro, así os ahorráis el tener que llevarlo para solo dos cosas -dijo Pedro a la espalda de ambas mujeres.

  • Sí, claro, no sería mala idea -dijo Carla nerviosa.

  • Me parece bien, así de este modo podremos hablar tranquilamente mientras compramos -contestó Irene, con voz dura y sin amilanarse por la sorpresa.

  • Me parece bien, entonces que os parece si nos ponemos en marcha -dijo Pedro con una gran sonrisa.

Carla iba nerviosa, recordando lo del beso entre ambos, también viendo la cara de pocos amigos que llevaba Irene y como miraba a Pedro, se estaba temiendo que dijese alguna impertinencia o algo inapropiado. Por su parte Pedro fue consciente desde el principio que Irene seria un hueso duro de roer, pero también que estaba en ese plan porque más que posiblemente Carla le hubiese contado lo del beso, ya que desde que el principio estaba poniéndose constantemente entre Carla y él, situándose justo en medio de ambos. Tras cinco minutos andando por el hipermercado sin intercambiar ninguna palabra ajena a las compras, fue Pedro quien decidió romper con la situación.

  • Carla, siento mi comportamiento del otro día, no debí de besarte -se disculpó.

  • Vaya, me alegro, reconoce usted que fue un error -dijo Irene, mientras Carla sintió frio por las palabras de él.

  • No, yo no he dicho eso, dije que me disculpaba por haberlo hecho, no que no hubiese tenido, y aclaro que aún tengo ganas, de hacerlo. Carla me gusta muchísimo -dijo Pedro mirando fijamente a las dos mujeres.

  • Gra... gracias, de verdad -dijo Carla nerviosa pero muy contenta, aunque mirando a Irene tuvo mucho cuidado en demostrar lo mas mínimo.

  • Muy bien, el numerito ha sido precioso, ha logrado que se ponga nerviosa. Ahora dígame, ¿qué es lo que pretende con todo esto? -dijo una Irene muy seria.

  • Realmente nada, no pretendo nada de nada. Me gustaría conocer mejor a Carla, como ya he dicho me gusta mucho, pero ni pretendo avasallarla, ni molestarla en lo más mínimo si ella así me lo pidiese. De hecho aún sabiendo donde trabajáis las dos desde el principio, veréis que no os he molestado ni una sola vez.

  • Pues lo disimulas muy bien, ¡¡sabes!! -dijo Irene.

  • ¡¡¡¡Irene!!!, -saltó Carla al escuchar a su amiga, un poco temerosa de que pudiese joder su oportunidad.

  • No –dijo él, sonriéndola-, tu amiga en cierto modo tiene razón. No os he molestado, pero tampoco he hecho nada para evitar vuestra curiosidad sobre mí, reconozco que he estado haciendo todo lo contrario, potenciándola... -dije.

  • ¿Y eso para qué? -preguntó Carla sorprendida.

  • Pues para poder volver a verte más veces y que te interesases por mí, ¿es obvio, no? -contesto Pedro sonriendo, guiñándole un ojo, algo que la hizo sonreírse para si.

  • Vaya -dijo Carla sonrojándose-, no lo imaginaba –contesto con un deje de coquetería.

  • Muy buen ataque -repuso Irene le respondió, mientras miraba seria a su amiga, con ganas de llamarla la atención para que dejase de hacer el tonto-, directo al blanco, no hay ninguna duda de que es usted un experto en la seducción -terminó.

  • Jajajajajajaja, puede ser, no digo que no, puede ser, pero también es cierto que hasta el momento no he mentido en lo que he dicho. Es verdad que he intentado todo lo que he podido por ver de nuevo a Carla -dijo Pedro mirándole a los ojos a Irene.

  • Pero no por ello tiene que gustarme la situación, ¿no? –dijo Irene seca.

  • Ya vale Irene, por favor, ya soy mayorcita para saber lo que hago, o al menos, si no para saberlo siempre, si para aguantar lo que me caiga encima como consecuencia de mis propios errores.

  • Creo que tu amiga solo trata de protegerte de mí, algo que no me parece mal que haga, eso solo demuestra lo que se preocupa por ti. Quizá sería mejor quedar en otro sitio más tranquilo para poder hablar de nosotros tres, y sobre todo, creo que se va empezando a imponer daros algunas explicaciones a las dos.

Al final quedaron los tres para el sábado por la mañana en casa de Pedro. Irene, durante el camino de regreso a casa de Carla, fue recriminándola lo abierta que había sido con él, junto con el coqueteo que tuvo durante todo el rato. Una vez allí las dos, estuvieron hablando largo y tendido de la situación, por primera vez Carla le dejo muy claro a Irene, que Pedro le gustaba, que cierto que tenía algo de reparo por lo que él hacía y lo poco que ellas sabían, pero que aún así, no tenia reparo en admitir que le gustaba muchísimo.

A Irene no le quedó otra que tragar con lo que ella quería, igual que le paso a Carla cuando ella empezó a salir con Roberto a espaldas de Pablo con el que al final rompió. En esos días, Carla se convirtió en su coartada y salvaguarda constante, pese a estar en desacuerdo con lo que hacía. Ahora seria a ella a quien le tocaría intentar protegerla, en un intento para imponerla cordura, también le recordó a Isabel Márquez, y que no sabían tampoco como era su relación, intento hacerla entender, que tenía que ir con cuidado.

Carla estuvo hablando tranquilamente con Irene, intentando calmarla al aceptar todo lo que a esta se le ocurrió pedirle. Por fin sucedió lo que Carla había anhelado durante todo este rato, que Irene se marchase a dormir a su casa, dejándola por fin sola. Al día siguiente trabajaba, pero no le importó, había tomado una decisión tras lo sucedido esa tarde. Lo que había hablado ahora con Irene sobre él, incluida esa poca oportuna mención por su parte sobre Isabel, hizo que solo se reforzase en su primera intención, por lo que en cuanto Irene salió por la puerta, se ciñó a ella, completamente decidida a tomar las riendas desde ese mismo momento.

Se arregló con mucho esmero, maquillándose con mucho cuidado, aunque evitando que fuese muy obvio. Antes de salir, cogió una cosa que recordó que tenía guardada y que pensó que quizá le pudiese hacer falta, la metió en su bolso para después salir de su casa. Se había esmerado, iba perfectamente arreglada, con un vestidito liviano que dejaba ver su silueta y la convertía en una mujer muy apetecible, solo media hora después, Carla llamaba a la puerta de Pedro, que puso cara de no creérselo cuando abrió y se la encontró frente a él...

  • ¡¡Pero Carla!!... Si es tardísimo, pasa algo, todo está b... uhmmmmmm... -no pudo seguir hablando, sus brazos se cerraron sobre la cintura de la mujer.

Carla se lanzo a su cuello por sorpresa, Pedro por puro reflejo paso sus brazos por su cintura cuando se encontró con su cuerpo chocando contra él por el impulso que tomo para besarle. No se hizo de rogar, aunque sorprendido colaboro plenamente con ella en el beso. Estuvieron como cinco minutos sin parar de comerse, aunque en ese plazo habían conseguido, entrar en la casa, cerrar la puerta y moverse hasta el salón mientras continuaban besándose sin parar. Por fin se separaron en el salón... Pedro intento tomar las riendas y averiguar qué era lo que pasaba...

  • A ver Carla, todo esto... -se vio interrumpido.

  • Tú me gustas, yo se que también te gusto. Toda mi vida he intentado ir a lo seguro, siempre he dejado que la otra persona diese el primer paso y no me ha funcionado. Cuando nos separamos esta tarde, y luego hablando con Irene, he comprendido que podía venir yo misma a verte, o esperar, quizá meses, a que tú fueses a por mí, por eso he preferido ser yo quien lo hiciera, no quiero perder el tiempo -le miró resuelta.

  • Carla por favor, mira, yo te agradezco mucho tu valentía, pero no es tan simple como llegar y decir, "te quiero, estemos juntos".

  • ¿Por qué no? -preguntó Carla muy seria.

  • Pues porque no Carla, hay muchas cosas que desconoces de mi, solo sabes lo que has visto en la superficie, se necesitaría mas tiempo para que me conocieses, esto así, no me parece muy normal.

  • Ósea, que según tu, se muy poco sobre ti, y eso es un problema, o puede llegar a serlo por lo menos, ¿no?

  • Si, exacto, eso mismo... -se alegró Pedro, al ver que parecía entrar en razón.

  • Perfecto, pues entonces, empieza a hablar, no tengo prisa hasta mañana a la hora de irme a trabajar -dijo calmada, sentándose.

Pedro perplejo vio como Carla se sentaba tranquilamente en el sofá, cruzaba las piernas, mostrando hasta más arriba de medio muslo, con toda la pinta de estar dispuesta a esperar a que se decidiese a contarla todo lo que el creyese que debería de saber... Decir que esta reacción de Carla, tras lo sucedido por la tarde con ella y su amiga, lo había descolocado por completo, seria quedarse muy, muy, muy corto.

  • Oye Carla, te lo digo enserio, es bastante más complicado de lo que parece –dijo Pedro muy serio, sin rastro ya de su bonachonería en su cara-, me estas pidiendo una decisión que no es nada fácil.

  • Pues para ti debería de serlo, toma –dijo sacando una baraja que guardo en su bolso, tirándola encima de la mesa-, consúltalas, es a lo que te dedicas, ¿o no?, que ellas te digan que soy la indicada –dijo con voz firme, mirándole fijamente, intentando que viese su decisión en sus ojos.

Pedro miro hipnotizado la baraja que Carla acababa de tirar encima de la mesa, desparramándose por ella, una baraja de Tarot. Inspiró con fuerza un par de veces, apretando los dientes, Carla observó como su rostro cambió al ver la baraja, hubiese podido decir que había palidecido un poco y sus ojos parecían haberse nublado. Enseguida dejó de pensar en ello, vio aparecer sobre la mesa de repente al gato negro, a Anubis, que se detuvo en el centro de la misma, miro a Pedro, para solo un segundo después mirarla a ella fijamente… Carla hubiese jurado que la estaba taladrando con esos ojos amarillos… sintió escalofríos y algo de miedo…

  • Carla… vete a tu casa, ahora mismo, ¡¡ya!! –dijo Pedro con voz seca y glacial…

  • Te he… -se calló levantándose bruscamente al ver la cara de Pedro.

  • Por favor Carla, vete… yo te llamare… por favor –le pidió mirándola fijamente, con la cara completamente lívida.

Carla vio como Anubis se ponía en marcha hacia ella, soltando un maullido que la produjo un escalofrió que paso a lo largo de toda su columna. Escuchó perfectamente las uñas del felino sobre la madera de la mesa al avanzar hacia ella. Se levantó de un salto sujetando su bolso, tragando saliva, sintiendo miedo sin saber o entender muy bien de que, o porque… No espero más, con cuidado, vigilando en todo momento a Anubis que se había detenido en el borde al verla levantarse, se acercó a Pedro y se despidió de él con un suave beso en los labios, beso que para tranquilidad suya, él respondió tímidamente.

Se montó en el coche y arrancó, marchándose a su casa, dándole vueltas por el camino a lo que había sucedido. No sabía que pasaba, pero viendo la reacción de él supo que había debido de hacer algo malo, pero no sabía exactamente el qué. Era consciente que todo había empezado con la baraja de Tarot que tiró encima de la mesa, la tenia de cuando empezó el reportaje sobre los adivinos, la compró para saber cómo era, ya que muchos de ellos las usaban y nunca había visto al completo. No entendía que podía haber pasado, Pedro por lo que ellas habían averiguado siempre usaba la baraja española sin ochos, nueves, dieces  o comodines, para su trabajo, no usaba las cartas del Tarot… pero seguían siendo las cartas predilectas para los adivinos, por eso la cogió, para poder frenarle con ellas si veía que empezaba a dar rodeos, ahora no sabía que pensar.

Cuando Carla se marchó, toda la atención de Pedro quedó concentrada en la baraja que había sobre la mesa… Habían quedado situadas en una situación muy particular, temblándole la mano las recogió, barajándolas lentamente, con la mirada perdida en la de Anubis que le miraba fijamente. Lentamente fue poniendo las cartas sobre la mesa, tras la séptima carta, la distribución de las demás varió, empezó a disponerlas en dos columnas, una a la izquierda y otra a la derecha. Cuando termino de poner la última miró a Anubis…

  • Se termino el tiempo Anubis… así que debo de decidirme ya… -dijo con voz triste.

  • Miauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu –maulló saltando sobre los brazos de Pedro, lamiéndole la cara suavemente.

  • Lo sé, lo sé, pero es lo que hay… las cartas no mienten, y las de Tarot aún menos… lo que dicen es lo que sucederá y de su propia mano… Vamos a dormir Anubis, mañana la llamare para que venga…

  • Miauuuuuuuuuuuuuu –volvió a maullar, revolviéndose bruscamente en sus brazos.

  • Lo siento, pero es mi decisión Anubis, la quiero –dijo Pedro dejándole marchar.

Tras recoger las cartas lentamente, las colocó en el centro de la mesa. Se marchó a dormir con su decisión tomada. Al día siguiente llamaría a Carla para hablar con ella, sonrió entre irónico y triste, pensando en que quizá fuese mejor ir a buscarla al trabajo, así también estaría delante su amiga, antes o después tendría que hablar con ella, y en esos momentos prefería que estuviesen las dos juntas… Podría controlar mejor sus respuestas estando Irene, que si solo estuviese con Carla…

CONTINUARA