El adivino - 4
La investigación parece avanzar para Carla e Irene, aunque no precisamente en la dirección que ellas desearían, especialmente en el caso de Carla, para quien todo empieza a volverse aún más complicado.
El adivino - 4
Según se marchaban de la redacción las dos juntas, Carla, cuyo corte parecía haber pasado del todo, miraba de modo socarrón a Irene, sin que ésta se diese en un principio por aludida con su amiga y compañera. Pero solo en principio...
¡¡¡Ya vale!!!, que bastante vergüenza estoy pasando después de cómo me has pillado -exclamó Irene.
Jajajajaja, perdona, pero es que no te haces idea de la sorpresa que me he llevado cuando he abierto y os he encontrado en plena faena -dijo riéndose Carla.
Joder Carla, vale, por favor.
De acuerdo, de acuerdo, tranquila, no diré nada, ni te preguntare casi nada -dijo risueña Carla, pensando en el sofocón que se había llevado solo unos minutos antes.
¿Como que casi nada?
Claro, solo casi, me tienes que contar todos los detalles de cómo lo lleváis los dos, si salís juntos en serio o no, todo eso -dijo guiñándola un ojo.
Jajajajaja, vale, te contare toda esa parte inocente, pero nada de cosas picantes -aclaro Irene.
Aguafiestas -dijo sacándole la lengua en plan broma Carla.
Te aguantas, tía cotilla.
Las dos se marcharon riéndose hacia la casa de Carla. Estuvieron las dos hablando de la incipiente relación de Irene, contándose todos los chismes típicos en estos casos. Una vez terminaron con el tema empezaron con el que ambas consideraban serio de verdad, el del vidente. Carla empezó a contarle a Irene todo lo que vio el sábado, así como sus apreciaciones personales sobre ello, incluyendo lo que le pareció observar en las miradas de Isabel hacia el hombre, aunque por supuesto, no dijo nada de lo que ella sintió al ver esas mismas miradas.
¿Pero estas segura de eso? -preguntó Irene.
Sinceramente creo que sí, que no me equivoco, esa mujer le mira de un modo muy especial.
Ya, pero un modo muy especial no significa que le quiera, puede ser una mirada muy especial de amiga muy cercana, ¿o no? –preguntó pensativa Irene.
Podría ser, no te lo negaré, pero vi lo que vi, y te aseguro, que creo sinceramente en lo que te he dicho, esa mujer no le mira solo como a un amigo.
Vale, de acuerdo, vamos a suponer que si, ¿y la niña?
Mas o menos lo mismo, la niña como te he contado fue corriendo a él al verle, y le llamaba "tío". Además estuvo un buen rato subida en sus brazos sin dejar de abrazarle, riéndose los dos, con mucha complicidad -dijo Carla.
Bueno, vale –se paso la mano por la barbilla pensativa-, pero está claro que su padre no es, de ello estamos completamente seguras, lo hemos comprobado cuando investigamos a su madre.
Yo no digo eso Irene, pero esto nos corrobora lo cercana que es la relación entre ese hombre e Isabel Márquez –dijo haciendo un gesto que parecía indicar un romance, o algo muy cercano a eso.
No Carla, puede, pero no como das a entender. Eso solo nos indica que posiblemente los dos sean muy buenos amigos, solo eso, nada más, no especules, pruebas Carla, necesitamos pruebas. Tenemos que empezar a tomárnoslo en serio y pegarnos a él cómo si nos hubiésemos dado loctite. Tu terminaste tu artículo, tardaran unos días en mandarte otro, aprovéchalos para estar encima de él e ir a donde vaya.
Eso hare, aunque me empieza a poner cada vez más nerviosa toda esta historia.
Pues te recuerdo que quien ha querido seguir con ello has sido tú. Yo quería haberlo dejado hace un par de semanas, que esto se está empezando a poner demasiado raro para mi gusto -dijo Irene.
No te preocupes, esta semana yo me encargare de pegarme a él como una lapa -dijo Carla ignorando el comentario de su amiga.
Durante esa semana Carla estuvo haciendo vigilancia sobre el adivino, desde por la mañana hasta altas horas de la tarde, lo dejaba cuando veía claro que él ya no saldría de su casa. Eso hizo que apenas durmiese cinco horas los tres primeros días, por fortuna el jueves y viernes el adivino pareció que se recogía muchísimo mas pronto, permitiéndola recuperar parte del sueño perdido.
El sábado empezaron las sorpresas para Carla, y no precisamente agradables, al menos, en un primer momento. El adivino había ido a comprar a una gran superficie, por lo que Carla le siguió, para disimular se cogió otro carrito en el que echo un par de cosas para no desentonar con el ambiente. Estuvo tras de el por todo el hipermercado, procurando no perderle de vista ni un solo instante, incluso fijándose en lo que compraba o dejaba de comprar, lo que miraba para echarlo al carro, o para luego volver a colocarlo en su sitio.
En un momento dado él se volvió repentinamente, y Carla, al sentir sus ojos clavados sobre ella se aturullo, para disimular se puso a mirar determinados productos que quedaban a su altura en ese instante, rápidamente cogió uno sin mirarlo, echándolo al carro. Entonces ocurrió algo que Carla jamás hubiese querido que pasase, el adivino se situó a su lado.
Es mejor la de la estantería de abajo -dijo el adivino.
¿Cómo dice? -se aturulló Carla intentando dejar de nuevo el producto en su sitio.
Digo, que es mejor espuma de afeitar la marca del estante inferior -repuso divertido el adivino.
¡¡Oh!! -se quedo sin saber que decir al darse cuenta de lo que había cogido por no mirar.
Venga, le invito a tomar algo en alguna de las cafeterías cercanas a la puerta de entrada. Dejamos todo esto en los coches, ya que no veo que ninguno llevemos nada perecedero y tomamos algo, ¿le parece bien? -preguntó sonriente.
Claro, si, me parece bien -respondió Carla aún confundida y deseando tomar distancia para calmarse.
Estupendo, pues vamos a las cajas, pagamos y nos vemos en la de la izquierda según entramos en..., uhmmmmm, diez minutos, ¿le parece bien?
Sí, sí, claro, perfecto, si –aceptó rápidamente, deseando separarse de él.
Carla tras esto se puso en la cola de una de las cajas maldiciendo su torpeza al ser descubierta, y pensando en que narices iba a hacer ahora, tomando encima un café con ese individuo. Pensó en llamar a Irene para que fuese en su rescate, pero sabía que era inútil, en diez minutos estaría frente a él en una cafetería, Irene tardaría desde su casa más de media hora y el dejarle colgado e irse tampoco era una opción, solo empeoraría las cosas con él en el futuro. No dejaba de preguntarse en que lio se habría metido ahora por idiota y descuidada. Casi quince minutos después entraba en la cafetería que él le había dicho, nada más entrar le vio sentado en una mesa, junto a las lunas del local, un sitio desde donde se les vería perfectamente y ellos podían ver a la gente que pasase por delante. Pensó que por lo menos no era un sitio aislado en plan conversación tensa y seria.
¿Quiere un café? -preguntó él.
Si gracias, mire señor... -la interrumpió.
Pedro por favor, llámeme Pedro simplemente, y nada de señor, me hace parecer mucho mas mayor de lo que soy en realidad -le dijo con una gran sonrisa.
Bien, Pedro entonces. Mire... -nuevamente la cortó.
Tutéeme, por favor -le pidió manteniendo en todo momento la sonrisa.
De acuerdo. Mira Pedro, no se para que quieres que nos sentemos aquí los dos como si fuésemos buenos amigos, sabes de sobra que soy periodista, que escribí ese artículo sobre los fraudes de los adivinos, y que tú mismo eras el último protagonista del mismo.
Si, lo sé, lo leí. Me pareció una gran artículo, decías una gran cantidad de verdades, aunque otras cosas siento decir que estoy en franco desacuerdo contigo -repuso.
Entiendo, quieres que me disculpe por lo que escribí de ti, ¿no es así? -dijo Carla visiblemente aliviada de que fuese eso de lo que quería hablar.
Pues no, la verdad es que no. Dijiste que lo que yo digo no le sirve de nada la gente y tenias razón, gran parte de las veces no soy de ninguna ayuda. Aunque también es cierto que dijiste que cobraba importantes sumas, y eso si que es erróneo, yo no cobro dinero por lo que hago, pero bueno, supongo que es algo que le daba credibilidad al reportaje.
¿Me estás diciendo que no le cobras a nadie?
No entiendo esta pregunta, tu amiga y tú me habéis estado investigando, supongo que a estas alturas ya sabréis lo que cobro o dejo de cobrar, en que trabajo, mis movimientos de dinero y todas esas cosas –dijo sonriendo.
¿Que te hace su poner que nosotros pudiésemos saber esas cosas? -dijo Carla con cara de parecer estar sorprendida por lo dicho por el adivino.
Eso me lo hace suponer el hecho de que las dos sois periodistas, y muy buenas. También que estuviste hablando de mi -sonrió- o al menos lo intentaste con una amiga mia. Sé que estuviste investigándome, igual que tú amiga. Estuve también mirando lo que habíais hecho las dos, y me parecisteis muy concienzudas, de forma que supongo que es algo que es lo mínimo que habréis intentado averiguar de mí, y os considero con los suficientes recursos como para hacerlo, ¿o me equivoco? –preguntó risueño.
No creo que esperes que te conteste a eso, ¿verdad? -dijo irónica.
Jajajajaja, vale, entiendo, de acuerdo, no diré nada más sobre eso. Y dime, a que viene este repentino interés por mí, no lo entiendo, sinceramente. Cuando viniste la primera vez conseguiste lo que deseabas, el decimosegundo fraude para tú artículo. Como te digo, no entiendo todo esto -dijo sin perder su sonrisa.
Carla se puso en guardia según le escucho hablar. Ella misma había tenido dudas sobre aquello, incluso había llegado a pensar en serio que él le permitió apropósito considerarlo como un fraude sin intentar nada, solo porque eso era lo que ella deseaba. Pero una cosa era pensarlo ella y otra muy distinta que fuese él mismo quien se lo insinuase. Pensó que ya que él mismo había sacado el tema bien podía hacerle una entrevista en toda regla y ver si podía sacarle algo en claro. Inconscientemente, cambio el tratamiento al hablar con él.
Y que me dice de la galleta que puso en mi bolsillo, ¿por qué lo hizo?
Bueno, realmente me pareció necesario en ese momento, solo por eso, además, era una buena broma, después de todo usted me engaño con su petición en la consulta, ¿no? –respondió, imitando el cambio en el tratamiento.
Esa galleta provocó que me atacase un perro -dijo muy seria.
Bueno, pero seguro que no fue nada grave o que le hiciese ningún mal, ¿verdad? -dijo con la sonrisita en sus labios.
¿Y lo de mi amiga?, cuando le dijo que si quería ver a alguien importante para ella debía de ir al centro, a las grandes superficies comerciales de allí, ¿qué? -preguntó Carla.
Perdón, yo no dije nada de eso, ante su petición, lo que yo dije fue lo contrario, que debía de evitarlos a toda costa, porque vería algo que le haría daño, según creo recordar –aclaró.
Y cuando me dijo que un hombre me descubriría nuevas cosas que ni siquiera me imaginaria, además de arañarme su gato para que fuese a mi casa, ¿que con eso, eh?, dígame -dijo agresiva Carla.
No entiendo lo que quiere decirme, ¿de veras cree que yo hice algo para que mi gato le atacase?, por favor, seamos serios. Fue usted quien me cogió por la mano cuando Anubis le arañó, lo único que sucedió es que él es muy protector, y usted con su gesto, pareció agresiva, nada más -dijo con una gran sonrisa.
Bueno, pero contésteme a lo que le pregunté, ¿qué hay de todas esas cosas que dijo y que aparentemente acertó, dígame? –insistió dejando de lado el tema del gato.
¿Y qué quiere que diga?
Llámeme Carla, por favor, y tutéeme también, igual que antes -dijo sonriendo, cambiando aparentemente 180º de humor.
Y bien Carla, ¿qué quiere que le diga?, si dice usted que lo hice, entonces supongo que será cierto, mi memoria no es muy buena algunas veces, sabe usted -dijo sonriendo, sin cambiar aún el tratamiento de este.
Por favor Pedro, tutéame, o tendré que volver a tratarte también de usted.
Si claro, perdona…, Carla –sonrió.
Carla estaba que se subía por las paredes. El único motivo para su conducta tan agresiva con sus preguntas a lo loco, había sido intentar que perdiese los estribos aunque fuese mínimamente para poder pinchar por ahí. Pero increíblemente, parecía que ni se hubiese inmutado para nada, seguía con la misma sonrisita bonachona del principio, y para colmo era él quien le estaba sacando de quicio a ella. No había creído ni una sola palabra de lo que le había dicho, pero tampoco había querido atacarle con parte de lo otro que habían averiguado, como lo del avión o lo del accidente de su amigo, creía que por el momento no era conveniente que supiese hasta donde conocían sobre él, el maldito tipo era escurridizo como una anguila.
Durante poco menos de una hora siguió allí sentada con él, hablando tranquilamente de todo un poco, intentando tirarle constantemente de la lengua, cambiando todo el tiempo de un tema a otro, intentando que dijese algo que les pudiese resultar útil para investigar, pero sin el menor éxito. Parecía que estuviese divirtiéndose a su costa, hablando pero sin decirla nada, con esa perenne sonrisita en la cara, esa sonrisita que le estaban dando ganas de quitársela de un guantazo, y luego darle otro par más incluso, la estaba poniendo de los nervios.
Sin embargo hubo una cosa, bueno, realmente fueron dos, en ese tiempo que le dio que pensar, y seriamente. La primera fue en un momento en que casi perdió los nervios con él por sus respuestas, no decían nada, solo generaban más preguntas, parecía que se estuviese cachondeando de ella. Se medio había incorporado, quedando su cara muy cerca de la de él y por un momento, para su sorpresa, se vio dividida entre el deseo de partirle la cara, y el más asombroso de besarlo, de morder sus labios, me introducir su lengua en su boca, de acariciarle la cara, se ruborizo al darse cuenta de lo que estaba pensando, se retiró sobresaltada en cuanto se dio cuenta de ello.
Lo segundo fue cuando se levantaron y salieron de allí. Él se empeñó en acompañarla hasta el coche, de camino, junto a las puertas de acceso al centro comercial, un hombre les pidió algo de dinero, según les dijo estaba en paro y necesitaba algo de dinero para poder dar de comer a su familia, se veía claramente que le costaba estar pidiendo, se veía claramente su vergüenza. Para sorpresa de Carla, el vidente lo que hizo fue acercarse a una señora mayor que estaba vendiendo unos cupones de la Once, le compro uno para el sorteo del lunes, para después entregárselo al hombre que les había pedido algo de dinero para alimentar a su familia. Según se lo daba, le dijo:
- Toma, guárdatelo y tranquilo, que todo se solucionara, pero ten más confianza en ti mismo.
Tras esto y ante la mirada perpleja del hombre tras la entrega del cupon, se puso de nuevo a su lado, haciendo que siguiese andando en dirección a su coche, entonces la pregunto si tenía algún otro artículo en mente, que el ultimo le había salido estupendamente bien, y le parecía una muy buena periodista. Decir que Carla no entendía de que podía ir ese hombre era quedarse corto, a medida que había ido hablando con él, le había ido entendiendo cada vez menos, como se suele decir, no sabía muy bien por donde cogerle, le resultaba poco menos que incomprensible.
Pedro por su parte se quedo mirando pensativo como el coche de Carla salía del aparcamiento del centro comercial, después de ello se marcho andando despacio hasta su propio coche, no estaba nada seguro de lo que había hecho. Nada más llegar a casa y dejar en la cocina la compra apareció Anubis, saltándole de inmediato a los brazos. Pedro cogiéndole hizo lo que siempre acostumbraba, le habló como si este fuese capaz de entenderle, y no es que pudiese jurar en algunas ocasiones que no fuese así.
Lo he hecho Anubis, lo he acelerado lo que he podido, ¿crees que abre hecho bien? -preguntó al gato.
Miauuuuuuuu -sonó un maullido lastimero.
No te pongas triste Anubis, es lo que yo prefiero, aunque algunas veces dude de si es lo más conveniente para mí o no. Venga vamos, que te pongo de comer -dijo dándole un beso en el cuello al gato.
El lunes según se encontró con Irene le contó con pelos y señales todo lo que le había pasado con el adivino, todo con una única excepción, las ganas de besarle, de comerle la boca, de sentir su lengua contra la suya, que había sentido al estar tan cerca suyo, no se había atrevido a decirle nada, más aún, cuando ella misma estaba realmente sorprendida y desconcertada por ello. Decidió que eso de momento, sería mejor que se lo reservase para sí misma y no decirle nada a nadie, no quería ni pensar en lo que diría Irene si se lo contaba.
El martes estaba en la redacción, trabajando en terminar de pulir un pequeño artículo que le habían encargado cuando recibió una llamada de la puerta, de seguridad, para informarla que un hombre preguntaba por ella. El nombre no le sonaba de nada, pero aún así decidió que le recibiría, más que nada porque dijo que la conocía de haberla visto el sábado con un hombre al que quería localizar. Eso despertó por completo su curiosidad, llamó también a Irene para explicarle lo de la visita por si quería estar también delante, ésta le dijo que iría en cuanto pudiese.
Cuando el hombre se presentó ante ella su cara le resulto vagamente familiar, sabía que le había visto antes alguna vez, pero no lograba ubicar donde había sido, si en el centro comercial como él dijo o en otro sitio distinto. De todos modos nada más llegar le invitó a sentarse. Evidentemente le pregunto como había conseguido localizarla, según le dijo, había sido gracias a la pequeña foto con su cara que el periódico publicaba con alguno de sus artículos.
Bueno, me han dicho que deseaba usted hablar conmigo, ¿en qué puedo ayudarle? -dijo amablemente Carla.
Vera, no se ofenda, pero realmente no es con usted con quien quiero hablar, en realidad es con el hombre con el que estaba el sábado. Me gustaría saber si podría darme su dirección, número de teléfono, o ayudarme a ponerme en contacto con él de algún modo.
Lo cierto es que si que podría hacerlo -dijo mirando como Irene se situaba a su lado-, pero entenderá usted que sin saber para qué, hacer algo así con la primera persona que se presente... -dijo dejando la frase colgada, dando por sobreentendido lo que pretendía decir.
Lo comprendo perfectamente señorita, es de lo más normal. Lo cierto es que quería verle para darle las gracias por lo que hizo por mí -dijo con voz entrecortada, se estaba emocionando de forma visible mientras hablaba.
¿Y qué es lo que hizo? -pregunto Irene.
Su amiga lo vio, me dio un cupón para el sorteo de ayer, y quería agradecérselo -dijo emocionado por completo.
¿No me dirá que le ha tocado, verdad? -pregunto Carla con la boca repentinamente seca.
Si, el número completo, es mucho más que suficiente para salir del pozo y poder ponerme a empezar de nuevo con mi familia, por eso por favor, le rogaría que me ayudase a ponerme en contacto con él, me gustaría agradecérselo.
Claro, sin problema, no se preocupe, le facilitare su dirección ahora mismo. Espero que también encuentre trabajo pronto -dijo Carla intentando recuperarse de la sorpresa.
Ya lo tengo, hoy mismo me han llamado de un sitio en el que deje mi curriculum, un contrato de seis meses, con el premio no me es ya tan apremiante, pero bueno, lo acepté porque es un comienzo. Gracias -dijo cuando Carla le tendió un papel con la dirección del vidente.
Carla e Irene se quedaron mirándose con los ojos abiertos, tragando saliva con dificultad. Ese hombre les había pedido ayuda, y por toda reacción él había comprado un cupón que le había dado, junto con unas palabras que le pedían tener fe en que pronto se empezarían a solucionar sus problemas. Primero el cupón había sido premiado con el primer premio, y segundo ese oportuno contrato de trabajo en esa misma mañana. Según lo veían en esos momentos las dos, este asunto empezaba a parecer una pesadilla más que una cadena de milagros o de simple fortuna.
¿Y ahora qué? ¿También es esto una casualidad más? -dijo Irene.
No sé qué pensar, de verdad, está claro que aquí pasa algo raro con ese tío, esto ya son muchas casualidades. Además estoy segura de que esto lo hizo a posta, sabiendo que de un modo u otro me enteraría -dijo Carla.
¿De verdad piensas eso? -pregunto Irene.
Del todo, estoy casi convencida del todo. Esto ha sido aposta y en mis mismísimas narices. Además, estoy segura de que si miramos, él no ha comprado ni un solo cupón para si mismo.
Vale, admitamos que es cierto lo que dices, y entonces todo esto, ¿para qué? ¿Qué es lo que quiere ese tipo de ti? -dijo Irene en tono preocupado.
No tengo ni idea, pero créeme que pienso averiguarlo mañana mismo -dijo Carla con todo decidido.
¿Que tontería piensas hacer?
Ninguna, simplemente presentarme mañana en su casa y hablar muy clarito con él de todo lo que sabemos. Pero esta vez no pienso dejar que se me escape de entre las manos pienso clavarlo como a un mariposa hasta que conteste a lo que quiero -dijo convencida.
Vale, pero voy contigo, no vas a ir sola -aseguro Irene.
No, prefiero ir sola, con las dos puede ponerse en guardia, después de lo del sábado conmigo seguro que está más confiado, y eso es algo que puedo aprovechar contra él.
Vale, es razonable como lo planteas, pero no me gusta que vayas sola -dijo Irene muy seria.
Lo sé, pero es necesario, de otro modo seguro que no lograríamos tampoco nada.
Carla se puso de nuevo con el artículo, principalmente para evitar que Irene pudiese convencerla de acompañarle. Realmente no estaba nada convencida de la idoneidad de ir ella sola a entrevistarse con ese hombre. Trago saliva, aun recordaba la cercanía de sus labios, y como parecían llamarla para que los besase..., notó como tenia la boca completamente seca y se le aceleraba el corazón.
CONTINUARA