El adivino - 3
A medida que la investigación de Carla e Irene sobre el vidente avanza, van aumentando las sorpresas aunque parece que no ocurre igual con las respuestas.
El adivino - 3
Carla fue la encargada de investigar a la mujer que se vio con el adivino en el centro el día en que se tropezaron con él, con la matrícula del coche y un par de llamadas no le fue nada difícil poder localizarla. Se trataba de la señora Isabel Marquez, ejecutiva de la filial española de una importante empresa norteamericana especializada en todo tipo de aparatos electrónicos. De hecho, se aprovechó de eso para poder entrevistarse con ella en su despacho.
La empresa en cuestión tenía un importante stand en una feria internacional de electrónica que en esos instantes se celebraba en Madrid. Aprovechándose de ello llamó para concertar una entrevista en base a un supuesto reportaje que su periódico tenía pensado realizar sobre esa feria. Como es evidente, resultó todo un éxito, no pusieron la mas mínima pega a dicha entrevista, quedando con ella para unos días después.
Carla hizo una investigación detallada sobre esa mujer, descubrió que tenía algo más de 30 años, dos carreras con nota media de 9, hablaba tres idiomas, asidua a un gimnasio cercano a su casa, no se le conocían líos con hombres, tampoco con mujeres, divorciada, aunque su ex marido ya había fallecido, y con una hija de seis años, muy considerada en su trabajo, además de ser una de las ejecutivas más jóvenes de la filial. Carla, visto su expediente y sus datos, no entendía como una mujer tan capaz y culta como sin duda debía de ser ella, estaba relacionada con una adivino de tres al cuarto, aunque nada mas pensar eso se arrepintió. Se dijo a si misma que más le valía encerrar bajo llave ese prejuicio suyo hacia esa “profesión” hasta haber terminado con todo esto, especialmente con el tipo este que tantos quebraderos de cabeza les estaba dando a Irene y a ella.
La Sra. Isabel la recibió en persona a la entrada de su despacho, indicándole donde sentarse mientras su secretaria les ponía sendos cafés para crear una atmosfera distendida durante la entrevista. Empezó con las preguntas que llevaba preparadas en función del supuesto reportaje. Carla era una mujer previsora y solo por si acaso sacaba algo jugoso también en ese aspecto, no había descartado la oportunidad de escribirlo de verdad si algo así sucedía. El primer paso de Carla en la entrevista fue el más obvio, poniendo una grabadora digital encima de la mesa le preguntó a su interlocutora si tenía algún problema en que la conversación fuese grabada. Las tablas de la Sra. Isabel se vieron enseguida cuando, sacando una segunda grabadora digital, le respondió que no, pero que ella también deseaba grabar la conversación para evitar futuras malinterpretaciones en los términos de la entrevista.
Carla eso no se lo había esperado, pero no le quedó otra opción que aceptar lo que la Sra. Isabel le propuso, no hacerlo así no habría hablado nada bien de ella. Tras quedar ambas en que lo ideal sería llamarse por los nombres de pila con el fin de crear un ambiente más ameno, empezó con las preguntas preparadas, a las que su interlocutora contesto con la habilidad de un diplomático de carrera, dejando por las nubes a su empresa, machacando levemente a la competencia y lanzando alguna que otra flor sobre el periódico que supuestamente iba a publicar posteriormente el reportaje, nada que no se pudiese esperar. El asunto se torció cuando Carla empezó a señalar hacia su verdadero objetivo. Ya con la primera pregunta la Sra. Isabel cambio de cara, esta abandonó su habitual, hasta ese momento, cordial sonrisa para poner una perfecta, seria e inexpresiva cara de póker.
Y dígame Isabel, ¿qué me dice de algún rumor que ha llegado a mis oídos sobre que usted consulta a un adivino sus decisiones? -preguntó Carla sonriendo.
Pues que no sé de donde habrá salido eso, pero le aseguro que es totalmente infundado -Respondió Isabel, aunque dejo notar que la pregunta le había sorprendido.
Vera, he recibido cierta información, de que usted se vio con una persona que se denomina así mismo como vidente en una cafetería del centro de Madrid el fin de semana pasado. ¿Es cierto? –vio como la cara de Isabel se ponía seria.
No, lo cierto es que no, para nada. El fin de semana pasado estuve en el centro, si, pero estuve con un amigo personal de hace muchísimo tiempo.
Despúlpeme, pero creo que eso no es del todo exacto -dijo regresando de repente al usted seco, abandonado el nombre de pila en el trato, algo que no paso desapercibido para Isabel –el leguaje corporal de Isabel cambio, toda afabilidad había desaparecido como por ensalmo.
¿A qué se refiere con eso? –pregunto Isabel con voz seca.
Me refiero, a que a cierta hora, estuvo usted en una cafetería cercana a la Puerta del Sol con una persona que es un conocido vidente, de hecho, esa persona apareció hace poco en un reportaje de mi mismo periódico. Es más, yo misma le vi con él, de modo que lo que me ha dicho usted es incierto -dijo con los ojos brillantes Carla, pensando que tenia pillada a su interlocutora.
Carla Solís -repuso Isabel como toda contestación, con una tensa sonrisa en su cara.
¿Cómo dice? -preguntó Carla perpleja al oír también su apellido.
Digo, que usted es Carla Solís, la periodista que escribió este artículo sobre los videntes -dijo sacando de uno de sus cajones una copia del dominical donde fue publicado su artículo, dejándolo caer sobre la mesa en su dirección por donde se iniciaba el articulo.
¿Y que si lo fuese? –preguntó, viendo para su asombro como Isabel se inclinaba sobre la mesa y apagaba ambas grabadoras.
Ahora escúcheme usted bien, no sé qué pretenderá, pero está claro que no tiene nada que ver con la feria de electrónica, que es para lo que supuestamente esta aquí. Bastante mierda vertió con eso -dijo señalando la publicación-, de modo que hágame el favor de dejar en paz a Pedro, es una gran persona y no se merece que alguien como usted vaya tras de él molestándolo -repuso.
Perdone pero no estoy haciendo nada malo, solo me intereso por la relación que hay entre una mujer importante de negocios como usted, con un fraude de vidente como él, nada más que eso.
Le he dicho que le deje en paz, por favor, él no se mete con nadie, de modo que no veo porque se tenga que meter usted con él -dijo con voz calmada, mirándola fijamente.
Porque engaña a la pobre gente con sus falsas chácharas cobrando un dinero por ello. No veo donde está el hombre ese tan bueno que parece ver usted -repuso Carla empezando a molestarse.
Le reto a usted a que me presente una sola persona a la que le cobrase dinero por algo de eso que usted dice –sus ojos se volvieron acerados-. Cuando lo haga, viene y me lo cuenta, entonces rectificare mi opinión si quiere, pero mientras tanto, hágame el favor de dejarle en paz.
Mire Sra. Isabel... -la cortó en seco, interrumpiéndola.
No, mire usted Srta. Carla, si sigue molestando a Pedro me voy a tomar esto bastante mal, y entonces, más le va a valer encontrar alguna prueba de lo que está sugiriendo sobre él, porque como no lo haga, me pienso encargar de usted personalmente -dijo Isabel con voz seca y dura.
¿Es una amenaza? -dijo Carla levantándose muy seria.
No, ni mucho menos, solo es una advertencia. Pero siga usted por ese camino, y al final tendrá que terminar por irse de España si quiere volver a trabajar de periodista -dijo una muy seria Isabel-, yo misma me encargaría de ello, advertida esta. Creo que usted y yo ya no tenemos nada más de que hablar -dijo Isabel.
Cierto, no tenemos nada más que hablar, pero le advierto señora, que no me gusta en lo más mínimo que me amenace nadie -dijo una Carla muy seria justo en la puerta.
Ni a mí que acosen a mis amigos vertiendo falsedades contra ellos, y menos aún, personas a las que han ayudado -dijo señalando la revista-. ¿Si se pregunta usted en qué?, quizá deba de repasar el motivo por el que está aquí ahora, y el porqué escribió ese artículo con él como el ultimo fraude –repuso Isabel- y ahora, por favor, márchese, aquí ya no tiene nada que hacer.
Carla se fue del despacho con una sensación nada agradable en el cuerpo. No le preocupaba en absoluto la amenaza de esa mujer, estaba más que acostumbrada a ellas cuando la persona investigada se veía descubierta. Sin embargo lo de este vidente era distinto, a medida que profundizaba en toda esta historia se encontraba mas intranquila, la indirecta de esa mujer era muy clara. Si lo que insinuó era cierto, ese hombre, ese tal Pedro, había aceptado pasar por un impostor porque eso era justo lo que ella necesitaba para terminar su tan ansiado artículo en esos momentos.
Lo peor es que tenía un mal presentimiento con eso, no solo era la insinuación de Isabel Márquez, sino ella que era algo que la intranquilizaba por ella misma también. Cuando ya anteriormente se detuvo a analizar su primera entrevista, recurriendo a su memoria de aquella primera sesión, para analizarlo con lógica, ordenando y repasando detalladamente los hechos, su presentimiento fue tomando forma, volvía de nuevo siempre a la misma conclusión a la que ya había llegado anteriormente. Ese adivino no le dijo nada de nada sobre lo que le pregunto, quedando como un fraude más en ese mundo, dándole de ese modo la ultima parte que necesitaba para su artículo. Sin embargo, sin meter ruido, le puso aquel paquete en el bolsillo, el mismo que hizo que un perro la derribase salvándole la vida y junto con lo sucedido con Irene, principal motivo de toda esta investigación.
Carla sentía que cada vez que daban un paso adelante en la historia del adivino, esta se complicaba aún más, tomando un cariz que le provocaba escalofríos solo con pensar en que, sus en principio ridículas sospechas, pudiesen ser verdad, e Irene, hasta cierto punto, parecía compartir también esas sensaciones con ella. Cuando por fin se reunieron las dos de nuevo, en casa de Carla, para volver a intercambiar datos sobre sus respectivas investigaciones, ninguna de las dos iba muy contenta. Carla por todo lo sucedido con Isabel Márquez, e Irene por el resultado de sus investigaciones sobre el adivino.
Y bien, dime, ¿qué has averiguado? -preguntó Irene cuando decidieron por fin entrar en materia.
Pues muy poco, estuve viendo a la mujer con la que se reunió, una importante ejecutiva de una importante empresa americana. Al final termine siendo amenazada por ella y todo -dijo sarcástica.
¿Amenazada? ¿Cómo que amenazada? -preguntó preocupada Irene.
Concerté una entrevista con ella aprovechando que su empresa tenía un stand en la feria de la electrónica que se está celebrando en el recinto ferial del Parque de las Naciones...
Y cuando se dio cuenta de que no era verdad te amenazo, ¿no? -le corto Irene, asintiendo con la cabeza - entiendo.
No, no fue así. Lo hizo cuando se dio cuenta de que mi interés real en la entrevista era el adivino. Me dio la impresión de que eran amigos, en un momento determinado le llamó Pedro, además con cierta familiaridad en su tono.
Pon la grabación -dijo Irene.
No puedo, apagó la grabadora cuando se dio cuenta de por dónde iba la entrevista y quién era yo, tenía en su mesa el dominical donde salió publicado mi artículo -repuso Carla mientras Irene meneaba la cabeza.
No me gusta todo esto, enserio, no me gusta nada -dijo Irene-. Todo en ese tío es muy raro Carla, excesivamente raro incluso para mí. Sigue anda –animó.
Me dijo algo que me hizo pensar, bueno, lo cierto es que no era tampoco la primera vez que lo he hecho. ¿Recuerdas que te conté mi primera entrevista con él cuando hablamos de mis sospechas?
Sí, claro, pero no veo... -la cortó Carla.
Me dijo que obtendría lo que necesitaba para mi proyecto, y eso era justo un nuevo fraude como vidente. Sin embargo sin decirme nada más que necesitaba conservarlo allí quince días, me metió el paquetito con lo del perro, sin explicaciones y como de tapadillo, sin hacer ruido -dijo muy seria Carla.
Y tú crees que... -inspiro con fuerza-, no, es imposible… aunque no negare que pueda parecerlo –dijo pensativa mordiéndose el labio-. Nadie haría eso, la publicidad de tú articulo ha tenido que ser muy malo para su negocio. No, imposible –negó con la cabeza-, es imposible del todo lo que insinúas, le ha debido de dañar mucho el negocio. No, es imposible del todo -dijo Irene negándolo con firmeza.
¿Que negocio Irene? –Carla abrió los brazos en un gesto de impotencia-, ¿Has encontrado algo como eso en tú investigación? -preguntó Carla-, ese tío no tiene ni un solo céntimo procedente de su supuesto negocio por ningún sitio.
No, lo cierto es que no, nada que indique que tiene montado un negocio con todo esto. Es... -se paso las manos por la cabeza- frustrante… ¡¡¡joder!!!. Este tío es frustrante del todo. ¿Pero qué fue lo que te dijo esa tal Isabel?.
Me dijo que le dejase en paz, que él no se merecía un trato así de alguien a quien había ayudado y señalo a nuestro dominical. Luego me dijo que quizá debiera de repasar lo que me había llevado hasta ella y porque motivo pude terminar mi artículo.
¿Qué piensas?
No lo sé Irene, sinceramente no lo sé. Sabes cómo planteé mi artículo, me puse un total de doce fraudes consecutivos como muestra, si en lugar de meterme el paquetito de ese modo me hubiese dicho algo y hubiese pasado igual que pasó..., bueno..., mi carrera no habría avanzado como lo ha hecho.
Entiendo, de ese modo no habrías terminado tú artículo. Lo de la jardinera podría haber sido una coincidencia, pero de todos modos no hubieses dudado también en mandarme a mí a... -se dio una palmadita en la frente-, ¡¡¡Oh, joder!!!, estaríamos en la misma situación que ahora, ¿no? -dijo Irene.
Posiblemente, solo que no hubiese escrito mi artículo, ni conseguido mi objetivo como él me dijo, mi carrera seguiría estancada. ¡¡¡Joder Irene!!!, esto cada vez se pone más raro.
No lo sabes tú bien. Sigue, que más te dijo esa mujer.
Carla estuvo durante un buen rato hablando sin que Irene le interrumpiese ni un solo instante mientras se mordía, pensativa, el labio inferior. Cuando Carla terminó de contarle todo lo sucedido durante su parte de la investigación fue su turno.
De todas formas, dijiste que parecía su amiga, y ella misma te lo admitió al final, de modo que tampoco me extraña que le defendiese -dijo Irene, restando importancia a esa parte.
No me refería exactamente a eso. Quizá sería mejor decir que parecía que sintiese algo por él, pero es algo que tampoco puedo asegurar. No se Irene, te sigo repitiendo lo mismo, todo es muy raro.
Pues prepárate porque se va a poner aún peor -dijo Irene muy seria.
¿Porque lo dices?
¿Recuerdas, fue hace como unos ocho años, el avión de pasajeros que tuvo que hacer una aterrizaje de emergencia en una base militar Italiana? -preguntó Irene.
Me suena, pero no recuerdo mucho sobre ello. ¿Todo salió bien, no?.
Si, nadie murió. Fue uno de los aterrizajes mas milagrosos que existen, de hecho lo han intentado repetir en simuladores, con distintos pilotos, en multitud de ocasiones y nunca, nunca, ninguno ha podido salvar el avión, todos de forma sistemática han terminado estrellándose con él y muriendo todo el pasaje en el accidente.
No comprendo que tiene eso que ver -dijo perpleja Carla.
Lo he investigado, en el simulador únicamente lograron aterrizar el avión cuando el piloto supo todos los condicionantes del aterrizaje, vientos racheados sorpresivos, problemas con los neumáticos del tren de aterrizaje, problema con la reversa en uno de los motores... Solo cuando los pilotos tenían todos esos datos pudieron aterrizar el avión a salvo, igual que paso en la realidad -dijo Irene muy seria.
Sigo sin entender que tiene que ver eso con nuestro... -se interrumpió poniéndose muy pálida al ver la mirada de Irene.
Exacto, él iba en ese vuelo. Logré localizar al capitán que pilotó ese avión y estuve hablando con él.
¿Y? -preguntó Carla ansiosa.
Nada, no logré sacarle nada de nada. Le di recuerdos de su parte como si yo también fuese su amiga, me estuvo preguntando por él muy emocionado. Las cosas típicas, que tal andaba y eso, todo muy cordial hasta que empecé a preguntarle sobre sus "capacidades". Después de ello su voz se puso muy seria y simplemente me dijo que si le preguntaba por eso estaba claro que ni tan siquiera le conocía, después me colgó el teléfono. No he podido hablar más con él.
¿Miraste el resto de la tripulación?
Por supuesto, pero no hubo forma tampoco, nadie quiso hablar después de que hablé con el capitán, sospecho que los llamó a todos ellos tras hablar conmigo. Ni uno solo de ellos quiso hacer declaración ninguna sobre ese tipo, es más, la mayoría me colgaron directamente según dije quien era y empecé a preguntarles por él. Al igual que esa tal Isabel, todos ellos le llamaron por su nombre de pila en plan amigos, Pedro. Todos Carla, y además parecían estar con él la mar de agradecidos por algo, me dio esa sensación.
¿Algo más? -preguntó Carla inclinada sobre sí misma, mientras se frotaba las sienes con los dedos.
A ese respecto no, no he logrado sacar nada más en claro sobre ese hecho en concreto, aunque ese tío lee las cartas, aún estando en ese avión no entiendo muy bien que fue lo que pudo hacer, si es que hizo algo, claro.
De todos modos, es interesante, ¿algo más? –preguntó Carla pensativa.
Si, aún queda una cosa. Unos meses después del avión, dejo su trabajo de bróker en la bolsa, estaba teniendo muchísimo éxito y ganando bastante dinero, nada espectacular o que hiciese saltar las alarmas, pero le iba muy bien, pero que muy bien. Por esas fechas, uno de sus mejores amigos y socio, se mató junto con toda su familia, mujer y dos hijos, en un violentísimo accidente de tráfico. Se los llevo por delante un camión que perdió los frenos, solo unas semanas después dejo su trabajo y se convirtió en lo que quiera que sea ahora.
Supongo que si te digo, que todo esto me da escalofríos no te sorprenderé, ¿verdad? -dijo muy seria Carla.
Para nada, según profundizamos en su vida más y más… -se interrumpió como si no se atreviese a seguir-. Me pasa lo mismo Carla, todo esto me está empezando a poner muy nerviosa. No sé si deberíamos de seguir, o quizá lo mejor sea dejarlo todo como está y olvidarnos de ello -repuso muy seria.
¿Entonces ya no quieres saber la verdad sobre ese hombre? -preguntó Carla.
Joder Carla, claro que quiero, por supuesto que quiero. Pero aquí la cuestión, es si merece la pena saber algo así. Supón que nuestras sospechas sobre él no son como pensamos, que sus supuestos dones, son reales, ¿y luego qué?. Piénsalo, ¿qué hacemos después?, ¿quién nos creería?. Además, solo aumentamos nuestras sospechas, encima lo hacemos concretamente, en dirección contraria a lo que esperaríamos encontrar, pero no conseguimos la menor prueba en ningún sentido contra él. Me da escalofríos Carla, sinceramente, todo esto no me gusta nada, y cada vez menos… empiezo a no saber si quiero descubrir la verdad -dijo Irene cruzando los brazos sobre su estomago.
Quiero seguir Irene, ahora soy yo quien quiere seguir, quiero llegar hasta el fondo de todo esto con este tío, quiero saber que hay de verdad sobre él -exclamó decidida, aunque sin saber bien porque, ya que también a ella todo esto la ponía muy nerviosa.
Te ayudare, no te diré que este entusiasmada como antes, porque no lo estoy para nada, pero de todos modos te seguiré ayudando -dijo Irene suspirando-, pero hay que ir con cuidado Carla, con mucho cuidado.
Gracias -dijo simplemente Carla.
Eso mejor me lo dices cuando terminemos -repuso Irene.
Ambas habían terminado de nuevo los reportajes que les habían encargado, por lo que durante unos días estaría de nuevo libres de trabajo. Decidieron pegarse a él como lapas, se turnarían para no perderle de vista ni un solo instante. Solo cuatro días después de esta reunión, un sábado concretamente, le tocaba a Carla seguirle cuando le vio salir de su casa y montarse en su coche. Según se puso en marcha ella le siguió. Se detuvo en una gran superficie comercial con hipermercado, zonas de ocio, copas y esparcimiento. Aunque por su atuendo y la hora que era Carla estaba segura que iba simplemente a comprar pese a ser casi mediodía.
Para su sorpresa de repente apareció una niña pequeña, le calculó unos seis o siete años, corriendo, que al grito de "tío" se lanzo sobre el adivino. Cuando segundos después apareció la sonriente madre, le dio un vuelco el corazón, de no haberse entrevistado con ella cara a cara y haberla podido observar a tan poca distancia, nunca hubiese podido decir que esa mujer era Isabel Márquez. Iba más o menos como él, pantalón vaquero, un largo jersey, chaqueta abierta, zapatillas deportivas, el pelo recogido en una coleta y muy poco maquillaje. En ella apenas quedaba nada de la sofisticada mujer a la que vio el primer día con él y a la que después entrevisto en su mismo despacho.
Él cogió a la niña en brazos, que se quedó abrazada a su cuello con un brazo, separándose y hablándole animadamente mientras se reía. Cuando se reunió con la mujer vio como se saludaban con dos besos, él parecía muy feliz de verla, aunque quizá le hubiese parecido mucho más feliz de ver a la niña. Enseguida pensó en que quizá él fuese el padre, pero entonces recordó lo que había investigado sobre Isabel Márquez, el nombre de su ex marido y padre de esa niña no se parecía en nada al del vidente.
Se limitó a considerarlos como amigos nada mas, aunque no tardó mucho en tener que volver a replantearse de nuevo la situación que veía, al observar cómo le miraba ella cuando este le daba la espalda por estar ocupado jugueteando con la niña. Como mujer supo que la mirada que Isabel le dirigió cuando estaba de espaldas, no era la mirada de una amiga, era la mirada de alguien a quien sin duda le gustaría ser bastante más que eso, y para su sorpresa, no le gustó en absoluto ver a esa mujer mirarle así. Se dijo a si misma que esa sensación de cierta animadversión que repentinamente sentía, era porque un tío como él no se merecía una mujer como esa.
Durante toda la tarde estuvo siguiéndolos, y sacó varias cosas en claro. La primera es que a él esa niña parecía gustarle, que la niña le adoraba y que la madre estaba claro que sentía algo por él. Fueron al cine, estuvieron cenando y luego despidió a las dos en el aparcamiento del centro comercial, marchándose a continuación directo para su casa. Luego le tocó su turno de irse a casa a dormir sin haber logrado averiguar nada más sobre él.
EL lunes estuvo terminando de completar el reportaje que le habían encargado, por lo que llegó tardísimo a la redacción, casi a la hora en que la mayoría se marchaba. Dejo una serie de papeles sobre su mesa, terminó un par de cosas que le quedaban, para terminar mando su artículo a su jefe para que le diese el visto bueno y mándese a publicarlo si así lo estimaba oportuno. Después de todo esto, se dirigió hacia el sitio de trabajo de Irene, viendo allí sus cosas decidió esperar a que regresase a su mesa para irse juntas y ver cómo le había ido a ella.
Casi diez minutos después se empezó a impacientar. Dejó entonces su bolso sobre la mesa y se levantó dispuesta a buscarla. Al final decidió dirigirse a la planta superior, donde estaban las oficinas de algunos directivos, pensando que quizá estuviese en alguna reunión debido a su artículo. Al poco de entrar en la planta avanzando hacia la sala de reuniones, según se acercaba a donde estaba el servicio de mujeres, le pareció escuchar ruidos apagados, identificando la voz de Irene. Pensó que quizá estuviesen varias mujeres hablando en el, de modo que ni se lo pensó, abrió la puerta. Se quedo quieta, con la boca abierta, a la vez que su cara se empezaba a tornar del color de las amapolas. Delante de ella estaban Irene y su compañero Luis, el hombre tras el que Irene llevaba algunos meses sin decidirse a atacarle, y… estaban follando.
Según abrió se fue a encontrar de frente con Irene sentada sobre la encimera de los lavabos, con Luis entre sus piernas, ambos abrazados, y él moviendo sus caderas en un clarísimo gesto de estar introduciendo y sacando su pene del interior de Irene. La cara de esta era un poema, parecía estar disfrutando como una enana, por sus gestos, por cómo estaban sus manos engarfiadas sobre su espalda mientras le rodeaba el cuello, dedujo que no la quedaría mucho más para correrse. Lo mas surrealista de todo fue que se vio incapaz del todo de moverse de allí, estaba como pegada al suelo, completamente alucinada con la situación.
En un momento dado Irene abrió los ojos viéndola allí, colorada como un tomate y con la boca abierta por la sorpresa. Los ojos de ambas se encontraron, e Irene en esos instantes por toda reacción se pasó la lengua por los labios, soltando a continuación un profundo gemido, abrazándose con más fuerza aún al hombre, alcanzando un orgasmo en ese preciso instante. Él por su parte solo dio un par de caderazos mas, entonces Irene le sujeto la cabeza sobre su hombro, y con cuidado le hizo señas a Carla de que saliese por donde había entrado. Carla prácticamente se marcho del piso a la carrera, completamente sofocada.
Cuando Carla llegó a la mesa de su amiga no sabía muy bien si irse a casa o no, sentía muchísima vergüenza. No solo es que la hubiese pillado echando un polvo en la oficina con el tío que le gustaba, sino que había sido incapaz de moverse al verlos, quedándose paralizada hasta que la misma Irene le indico que se marchase. Lo peor es que desde que rompió con el imbécil de su novio no había estado con nadie, y el ver ese polvo le había resultado… excitante. Incluso tenia las braguitas algo mojadas por el morbo de ver como su amiga se había corrido de aquel modo. Solo cinco minutos después llego Irene, recogió las cosas y con total naturalidad le dijo que era hora de irse, sin referirse ni un solo instante a lo sucedido en el servicio del piso de arriba. Carla en silencio la siguió hasta los ascensores.
CONTINUARA