El adivino - 2
Carla e Irene intentan avanzar en su investigación sobre el vidente, únicamente para descubrir, que las cosas aún pueden volverse más extrañas
El adivino - 2
Tanto Carla como Irene tuvieron un mes muy ocupado con sus respectivos cometidos, por lo que todo lo relacionado con el vidente lo tuvieron que dejar aparcado a un lado hasta más adelante. Irene estaba decidida a saber qué era lo que ocurría, y cuál era el truco que este empleaba para su supuesta capacidad aparente según lo que había pasado en los casos de ambas. Carla por su parte, no lo tenía tan claro, y aunque pensaba que posiblemente Irene tuviese razón, estaba intranquila, en este mes repasando una y otra vez la conversación con el vidente, también se dio cuenta de que le dijo que para su proyecto había encontrado lo que buscaba, que era otro fraude más... No podía dejar de sentirse nerviosa solo de pensar en ello, eran excesivas coincidencias para pasarlo por alto, podían como dijo Irene solo ser sugestión de sus mentes encontrando puntos en común, pero... no estaba nada tranquila.
Por fin ambas terminaron sus respectivos trabajos por lo que sabían que disponían de unos pocos días hasta que su jefe les encargara algo si ninguna de las dos había encontrado que hacer. Decidieron aprovechar para volver a visitar al vidente, esta vez las dos a la vez, una hablaría y la otra se encargaría de observarle detenidamente y grabar todo lo que allí se dijese. Se cambiaron el peinado y se pusieron lentillas para alterar un poco el color de los ojos, esperaban que con estos pequeños cambios no reconociese a ninguna de ambas, aunque ese temor debido al tiempo pasado casi no existía. Las dos llegaron a la puerta de entrada de la consulta, tocaron la aldaba y como las otras veces, esta se abrió con un lúgubre chirrido.
Como en las ocasiones anteriores apareció el vidente, con su túnica negra y su ridículo gorrito del mismo color, solo que esta vez a ninguna de las dos les pareció un payaso, recordar los casos anteriores no les ayudaba a estar tranquilas precisamente. El primero en hablar como era costumbre fue el vidente...
Bien, ustedes dirán que es lo que desean consultarme
Bueno, queríamos saber algo que nos pueda afectar, el amor o algo así mismamente -dijo Irene
Por ejemplo eso mismo, el amor -aventuro rápida Carla, pensando que no tenían nada que temer en ese sentido y era algo seguro
Bien, de acuerdo, se lo mirare... -levantó la vista clavándola fijamente en Irene-. Espero que esta vez sea usted consciente de que esto no es ninguna enciclopedia y colabore un poco...
¡Eh!, si claro -se sobresaltó al verse descubierta- no se preocupe, no pasara otra vez, perdone lo de la vez anterior...
No se preocupe por eso, aquello pasó... -empezó a extender las cartas, esta vez en cuatro columnas de cuatro cartas
La otra vez no las extendió así... -dijo Irene.
Ni usted lee siempre el periódico del mismo día, cada día las noticias cambian, igual que el diseño de las columnas en las paginas.
Entiendo -dijo Irene mirando a Carla sin entender realmente nada.
Bien, en el caso de ambas el amor está bastante nebuloso, no se ve con facilidad. Usted -mirando a Irene- sigue escondiéndose para que no le vuelvan a hacer daño, aunque eso pronto terminara, -paró para mirar ahora a Carla-, sin embargo a corto plazo usted si tendrá novedades. Veo un hombre al que ahora mismo no conoce que le hará descubrir situaciones que no se espera y difícilmente podría imaginarse...
Y que más... -repuso Carla un poco ansiosa.
No, ya no hay más. Ahora por favor, váyanse ya, no puedo ver nada más en las cartas.
¿Y ya está?, ¿solo eso?, un nuevo hombre. Podía extenderse un poquito más en la explicación, no hemos entendido nada -repusó Carla.
Le he dicho todo lo que se puede decir, no veo nada más que eso, de modo que por favor -señalo hacia la puerta-, si no les importa.
Le pensamos pagar, no se preocupe por el precio que nos diga -dijo Irene.
No se trata de dinero señorita, simplemente es que no veo nada más. De todos modos con esto que les he dicho en conciencia no le puedo cobrar nada, así que por eso tampoco se preocupen ustedes.
Escuche, por favor, no podría... -Carla pegó un respingo saltando hacia atrás.
En ese momento cuando Carla extendió la mano sujetando con fuerza la del vidente impidiendo que se retirara, un gato negro de buen tamaño salto sobre la mesa, tirándola un zarpazo que le alcanzo en el dorso de la mano haciéndole dos pequeños rasguños. A continuación se situó ante el vidente bufándolas con los pelos de punta y enseñando las uñas, les dio a ambas la impresión de que era como si estuviese advirtiéndolas con ello que no toleraría que volviesen a acercarse a su amo. Entonces el vidente le llamo por su nombre, Anubis, y el salto sobre sus brazos tumbándose en ellos, aunque sin dejar de míralas ni por un instante, ni ocultar tampoco las uñas, que permanecían únicamente a medio esconder, como una clara advertencia.
Discúlpele por favor, si me acompaña a la casa le curare esa mano en un momento -dijo el vidente visiblemente preocupado
No se preocupe, ya nos vamos, yo misma me lo curare en casa -dijo Carla.
Debería usted de mantener a esa fiera lejos de su consulta, es un peligro que actué así -repuso Irene.
Les pido de nuevo que por favor le disculpen, es muy protector conmigo y supongo que debo de pensar que me querían hacer algo -repuso
No se preocupe mas, la culpa fue mia por sujetarle como lo hice, le presento mis disculpas por ello. Gracias por haberlo intentado al menos -dijo Carla despidiéndose.
No tiene importancia, buena suerte –se despidió.
Cuando ambas salieron el vidente entro en la casa, fue directo a una de las ventanas del salón desde donde podía ver como ambas mujeres montaban en un coche. Acariciando al gato que movía la cabeza con pinta de estar disfrutando de la atención de su amo.
- No hacía falta que hicieses eso Anubis, antes o después hubiese pasado igual que sucederá ahora -Anubis maulló como respuesta-. Lo sé, lo sé, de la otra manera seria todo muy lento, de este modo es mucho más rápido y quizá incluso mejor para ella, aunque no creo que sea algo que nos vaya a agradecer precisamente.
Cuando el coche desapareció de la vista regreso de nuevo al consultorio donde ya tenía a una señora esperándole. Ese día solo atendió a las dos jóvenes y a un par de personas más. De estas únicamente a una le había pronosticado algo, y tuvo la sensación de que no le haría ningún caso en lo que le dijo, algo que no le preocupaba ya que el intentaba ayudar como buenamente podía, pero sí que le hacía entristecerse por estos casos en que fracasaba.
Carla e Irene se encaminaron hacia el piso de Carla que era el que más cerca les quedaba para que esta se curara los rasguños del zarpazo, al principio no parecían nada serio pero según pasaba el tiempo escocían cada vez mas. Por eso decidieron ir a curarlas, más valía prevenir que luego lamentar, y las zarpas de los animales normalmente eran un más que probable foco de infecciones. Fueron hablando de lo poco que el vidente les dijo junto con el hecho de que había reconocido a ambas a la primera pese a los cambios, al tiempo transcurrido y a que debía de haber tenido un montón de pacientes mas antes de ellas.
Cuando llegaron a casa de Carla esta abrió la puerta entrando seguida de Irene, ambas se quedaron al instante paralizadas. Se escuchaban ruidos en el interior de la casa, algo que no debería de ser así ya que el novio de Carla supuestamente no estaría en casa hasta por la tarde, según le dijo a esta tenía una entrevista de trabajo. Muy despacio ambas cogieron lo primero que pillaron a mano y se movieron hacia donde procedían los ruidos. Estos cada vez eran más claros y Carla empezó a ponerse pálida al ir identificándolos cada vez con mayor claridad, eran lo más que reconocibles ruidos que hacían dos personas que estaban manteniendo relaciones sexuales.
Cuando abrió la puerta de su dormitorio, reconoció a su novio encima de alguien que estaba bocabajo. Tuvo que ver como el culo de su chico subía y bajaba con fuerza, estaba follando como un animal, metiendo unas embestidas que hacía que su pelvis chocase contra el culo de la chica. Esos golpes fuertes hacían un sonido que parecía que estuviese recibiendo cachetes en las nalgas, la chica emitía sonidos ahogados de lo que debían de ser auténticos alaridos cada vez que la polla de él entraba hasta el fondo. Vieron como el muy cabròn tenía la cabeza de la chica sujeta con fuerza contra la almohada, ahogando de esa forma cualquier sonido que emitiese. Lo que tuvieron que escuchar tampoco fue agradable…
Así, te gusta cómo te rompo el culo, ¿eh?, te lo voy a romper siempre que me dé la gana de ahora en adelante…
Uhmmmmmm… uhmmmmmmm… mmmmmmmmm –por el ruido debía de estar gritando como una posesa por el dolor
Grita, grita, que nadie te va a oír como lo haces… Ostias que culito más estrechito tienes… Como me lo voy a pasar contigo cada vez que mi novia no esté…
Mmmmmmmmmmm… -los ruidos cada vez eran más fuertes, igual que las embestidas.
Desde ahora, cada vez que te llame, vendrás… con braguitas… para que te rompa… este culito… tan… estrechito… que… tienes… arhgrrrrrrr ¡¡¡Putitaaaaaaaaaa!!! ¡¡¡Diossssss!!! –dio los últimos empéñones antes de correrse
Irene sujeto a Carla cuando vio las intenciones de su amiga de tirarse a por los dos amantes, que aun no se habían dado cuenta de su presencia. Al final Carla se liberó y se tiró a por su novio. No pensaba, Carla solo quería hacer daño, darle de guantazos, se lanzó a por él, solo para llevarse una sorpresa aun más desagradable todavía, cuando este al sentir los golpes se levanto de encima de su amante lo que vio la dejo con la boca abierta y con muchísimas más ganas aún de hacerle daño.
Cuando su novio se quitó ante los golpes de una Carla enfurecida, que no paraba de gritarle perlas como cabròn, hijo de puta y todo lo que le pasaba por la mente, esta e Irene pudieron ver por fin a quien se estaba follando con tantas ganas. Para sorpresa y total incredulidad de ambas no se trataba de una chica, sino de un chico de unos diecinueve años, de aspecto algo afeminado al que había estado sodomizando de esa forma tan brutal. El rubito pegó un chillido agudo y como pudo se tapó, intentando ponerse lo más lejos de las dos que pudo. Ambas observaron como la leche del novio de Carla caía por sus piernas, procedente de su ano, abierto como si de un hoyo de golf se tratase.
Carla después de recuperarse de la sorpresa, de nuevo la emprendió a golpes, esta vez con los dos, metiendo también en el reparto al rubito, aunque en esta ocasión ayudada por Irene, que tras ver eso se unió a ella, poniéndoles al final a ambos completamente desnudos en la calle. Luego de eso, tras cerrarles la puerta de la casa, entre las dos les tiraron todas sus cosas por el balcón. Cuando terminaron, cuando se paso el subidon de la adrenalina, Carla se sentó en el sofá echándose a llorar, rompiendo por fin con el estado de nervios e histeria que era lo que le había sostenido hasta el momento. Irene se sentó a su lado apresurándose a abrazarla e intentar consolarla, tratando de que se calmase un poco.
Durante varios días Irene se quedó con ella, más que porque estuviese muy mal, por si acaso le daba por volver a aparecer por allí al imbécil de su ahora ex novio. Jamás le había tragado, y eso había sido motivo de muchas fricciones entre ambas, jamás le gustó, pero también era cierto que nunca se hubiese podido imaginar que le descubrirían en algo como eso, en la cama con otro hombre, si alguien se lo hubiese contado le habría asegurado que se equivocaba. Casi todas la peleas entre él y Carla habían sido siempre por mirar a otras mujeres cayéndosele la baba como un salido, esto que habían descubierto ahora a ninguna de las dos se le paso jamás por la cabeza. Carla los dos primeros días había estado en shock, el que la pudiese engañar con otra mujer que fuese más guapa o tuviese un cuerpo espectacular, en definitiva que estuviese mas buena que ella entraba dentro de su lógica, pero el que lo hiciese con otro hombre... Eso era algo que no podía razonar en esos primeros días.
Cuando unos diez días después de encontrarse con la desagradable situación, las dos por fin estuvieron más tranquilas y calmadas se centraron en el otro marrón que ahora tenían entre manos, el adivino. Y si lo del novio de Carla no había tenido ninguna gracia, lo del adivino la tenía aun menos.
No nos dijo prácticamente nada de nada, tampoco nos hizo preguntas como para sacarnos información de nada –dijo Carla
Y si hubiese preguntado ¿qué?, tampoco hubiésemos podido decir nada sobre lo de tu novio, a mi sabes que nunca me gustó, pero de eso a pensar en lo que nos encontramos… imposible, era inimaginable en el… -meneo la cabeza- ¡¡Joder que no!! –repuso Irene.
A ver, dijo que un hombre influiría en mi vida... -dijo Carla.
No, si escuchas la grabación de nuevo, veras que dice textualmente: "Un hombre al que ahora mismo no conoce que le hará descubrir situaciones que no se espera y difícilmente podría imaginarse". –recitó Irene de memoria.
Eso es casi como una predicción en toda regla, solo que sin decirlo a las claras, ¿no crees?
Ya, lo cierto es que sí, realmente parece referirse al amante de ese imbécil... -admitió Irene.
Y no te olvides de lo del gato, al arañarme nos obligo a venir aquí a curarme, por eso les pillamos en plena faena -puntualizó Carla.
¡¡Joder Carla!!. Todo es circunstancial, lo que nos dijo se puede interpretar de mil formas, como quiera hacerlo cualquiera que lo escuche, no hay nada claro en ello, y de lo del gato mejor ni ya ni hablemos -estalló Irene.
¿Pero tú qué opinas? -le pregunto Carla.
Pues lo que tú, que todo son casualidades, pero siempre casualidades que terminan haciendo referencia o apuntando directamente a lo que él hace o te dice. El asunto aquí es que eso son muchas casualidades juntas para ser normal –concluyo Irene.
¿Entonces qué hacemos? –pregunto Carla.
Pues seguir, vamos a ver si podemos sacar algo en claro sobre él, yo mirare de investigar cómo y de que vive, aunque esto último supongo que no nos sorprenderá si resulta que lo hace de sus “habilidades” –dijo Irene con ironía.
Vale, entonces yo mientras me acercare por su consulta y hare algunas discretas preguntas a sus clientes –dijo Carla.
Tras esto las dos continuaron hablando sobre cómo proceder con esta investigación y cómo enfocar el reportaje en caso de que obtuviesen algo lo suficientemente jugoso como para merecerlo. Un problema que les surgió a ambas fue que les encargaron un nuevo trabajo, con lo que la investigación sobre el adivino tuvieron que hacerla únicamente en su tiempo libre puesto que no se atrevieron a decir nada aun a su jefe. Durante toda la semana cada una de ella estuvo usando todo el tiempo disponible para intentar averiguar algo del vidente, decidieron quedar en casa de Carla para cambiar impresiones mientras comían juntas. Nada más terminar de comer y ponerse a tomar el café Carla entro directa en el tema.
Y bien, ¿averiguaste algo? –pregunto ansiosa Carla.
Nada que nos sirva realmente. Por no tener no tiene ni una mala multa de tráfico. Según parece trabaja de traductor, haciendo pequeños trabajos, traduciendo manuales de instrucciones, documentos privados, cosas así. He hablado con un par de contactos en su banco y me han dicho que sus movimientos son normales, por lo que vi, sus gastos e ingresos parecen remitirse solo a lo que gana con su trabajo de traductor. ¿Y tú? –preguntó Irene.
Mas o menos igual. Hable con un total de catorce personas, otras tres se negaron en redondo. Todos ellos me dijeron lo mismo cuando les pregunte lo que les cobraba, nada, según todos no les cobraba nada. Eso sí, excepto dos, el resto tal y como ya me esperaba no me quiso decir lo que hablaron con el –repuso Carla.
¿Y esos dos de que hablaron? –preguntó ansiosa Irene.
De nada que nos sirva. Un hombre que solo fue por charlar con él un rato y tomar un té por estarle agradecido y considerarlo su amigo, aunque no quiso decirme agradecido de que, y una mujer que según ella fue para agradecerle también el haberle dado ánimos de cambiar de trabajo, según me contó en el que estaba ahora le iba mucho mejor que en el antiguo. Pero como veras no nos aclara nada ni nos sirve para nada.
Deberíamos de seguir un par de semanas más investigándolo, solo hemos mirado por encima, hay que escarbar más profundo –dijo Irene decidida.
Opino igual, ahora mismo tenemos poco tiempo para dedicarle, necesitamos más tiempo para buscar –coincidió Carla.
Ese tío tiene toda la parafernalia de adivino montada en su casa, algo tiene que estar sacando de ello, en algún lugar tiene que tener escondidos esos ingresos. Tenemos que ponernos las pilas y hurgar mas afondo.
¿Quince días entonces?
Si, es un buen margen, dentro de quince días cambiamos datos de nuevo y vemos donde nos lleva esto, ¿conforme? –preguntó Irene.
Por completo. Y ahora qué tal si nos vestimos y nos damos una vuelta por el centro.
Si, genial, que yo me tengo que comprar un vestido para el próximo viernes por la noche. ¡Tengo una cita!... con Luis –dijo Irene riéndose y guiñándole un ojo.
¿Por fin te invitó o es que te lanzaste tú? –repuso Carla contenta.
Por fin logre que me invitase a cenar, me lancé y se lo puse en bandeja de plata, aún así ya creía que iba a tener que ser yo quien lo hiciese al final, jajajajaja –se rio Irene.
Supongo que no te acordaras de lo que te dijo a ti cuando le preguntamos por el amor, ¿verdad? –repuso irónica Carla- otra coincidencia más… supongo.
Mira, casi que mejor lo dejamos, bastante tenemos ya con lo obvio como para entrar también es esta nueva “casualidad” –le contestó Irene suspirando.
Si, será lo mejor, venga, vamos a prepararnos –concluyó Carla.
Ambas siguieron hablando de la cena de Irene con Luis, uno de sus compañeros de trabajo tras el que llevaba más de dos meses sin terminar de decidirse, mientras se preparaban y luego durante todo el camino. Cuando llegaron al centro de la ciudad empezaron a recorrer las tiendas de ropa en busca de algo del gusto de Irene. Llevaban ya más de doce tiendas recorridas cuando vieron entrar al vidente en unos grandes almacenes específicamente dedicados al ocio. Las dos se miraron, ambas asintieron con la cabeza a sus mudas preguntas y se dispusieron a seguirlo.
Primero le estuvieron siguiendo por el centro comercial, concretamente por las plantas dedicadas a librería. Estuvo ojeando libros de un buen número diferente de temas, incluyendo el ocultismo, lo que no dejo de hacerle cierta gracia a las dos. Incluso en plan de broma Irene le dijo a Carla que lo único que les faltaría para terminar de desquiciarlas es que se comprara algún libro para principiantes, provocando las risas de ambas, lo que hizo que varias personas miraran hacia ellas, incluido él. Rápido se escondieron entre las estanterías, llevándose un pequeño susto cuando se giro para mirar quienes se reirán.
Al final vieron que se llevaba un libro, por el dibujo de la portada lograron identificar cual era, y no les resulto nada sorprendente, ya que era un éxito de ventas, un betseller que había salido a la venta solo un par de semanas antes. Desde allí se fue hacia una plaza donde se detuvo, se situó junto a una farola ojeando el libro que acababa de comprar. Las dos pensaron en el acto que debía de estar esperando a alguien, tal y como así sucedió. Vieron que se trataba de una mujer muy elegante, alta, esbelta y muy atractiva, ambas pensaron lo mismo en el acto, que desentonaban los dos de mala manera. Les siguieron hasta una conocida cafería, en ella ambos se sentaron en un sitio discreto y apartado, un sitio perfecto para hablar sin que nadie te escuchase. Una hora después ambos se despidieron con un par de besos en las mejillas, y cada uno se marchó por su lado.
La sensación que ambas tuvieron con esa cita que presenciaron, fue que él parecía un pagafantas en toda regla sentado junto a una mujer preciosa que quizá se estuviese aprovechando. En todo momento contrastaba la elegancia de ella con el desastrado aspecto de él. De mutuo acuerdo cada una de ellas siguió a uno, Irene le siguió a él para ver qué era lo que hacía, y Carla a ella para intentar averiguar quién podía ser. La mujer entro en un parking donde se monto en un coche de gama alta, marchándose después de allí. Carla consiguió la matrícula del coche de la mujer, más que suficiente para poder encontrarla luego, solo necesitaría hacer un par de llamadas para conseguir los datos que quería. Llamo por teléfono a Irene para preguntarle donde estaba, después de hablar durante unos segundos se puso en marcha para reunirse con su amiga.
Durante casi tres horas más estuvieron siguiéndole por el centro, incluso entraron tras el al cine para no perderle de vista ni un solo instante. Para su sorpresa fue a ver una película romántica y no como se podría esperar de un hombre solo una de acción. En cierto modo el hombre les desconcertaba, durante sus andanzas viendo tiendas, había estado viendo de todo, y muchas cosas de gustos completamente opuestos. Por ejemplo había comprado dos CD, uno de Boleros y otro de Rock Duro, dos corrientes musicales completamente opuestas. Como eso había sido todo, el seguirle les había resultado particularmente frustrante ya que habían sido incapaces de anticiparse en ningún momento a su siguiente paso, no habían acertado ni una sola vez en sus suposiciones.
Dejaron el seguimiento cuando a última hora de la tarde él se montó en su coche en uno de los parking del centro marchándose. Las dos estaban bastante frustradas, habían desperdiciado toda la tarde siguiéndole y no habían logrado sacar nada en claro o averiguar lo más mínimo, con excepción de la matrícula del coche de la mujer con la que quedó. Ambas se despidieron, citándose para quince días después, con el fin de intercambiar nuevamente sus averiguaciones, ya que por razones de sus nuevos artículos, sabían que les sería difícil coincidir en la redacción e incluso de poder disponer de tiempo antes de esa fecha.
CONTINUARA