El adivino - 1

Carla es periodista, y está realizando un reportaje sobre el fraude de los falsos videntes… pero algunas veces, surge una sorpresa

El adivino - 1

La habitación era oscura, con una luz tenue que caía sobre la mesa, cubierta por un mantel de tela negra, en cuya superficie se veían grabados los signos zodiacales junto a su correspondiente constelación de estrellas. Sentados en sendas sillas tapizadas en negro, dos personas, una frente a la otra, un hombre y una mujer.

  • ¿Y que deseaba saber? –preguntó el hombre

  • Un poco de todo, no sé, quizá algo sobre mi trabajo y si me irá bien con mi pareja..., lo que mejor vea -dijo la chica con una bonita sonrisa

  • Esta bien, le mirare lo que quiere... -dijo él, empezando a poner cartas sobre la mesa

El hombre estuvo mirando detenidamente las diez cartas que había puesto en línea boca arriba, fijamente, como si estuviese estudiándolas con profunda concentración. Una sonrisita irónica escapó de la boca de la chica al verle de esa guisa.

  • Está todo bastante claro sobre lo que desea saber. Por su trabajo no se preocupe señorita, tiene en marcha un proyecto importante para usted, aun le falta algún pequeño fleco por cubrir, pero por lo que aquí veo conseguirá sacarlo adelante tal y cómo usted tenía previsto. Su pareja no la veo nada clara, en ese aspecto su futuro esta algo turbio… aún, quizá más adelante se aclare algo, pero de momento no puedo decirle nada más.

  • ¿Ve usted alguna otra cosa en las cartas? –pregunto amable.

  • Poca cosa y sin la menor importancia para usted. De todos modos veamos si quizá así… -dijo él, poniendo dos nuevas cartas sobre la mesa, en diagonal con las otras-, no, nada serio -sonrió. Pero espere un momento por favor… vuelvo enseguida.

  • Claro, no hay problema –vio como desaparecía por una puerta a su espalda para volver un poco después.

  • Disculpe la tardanza, tome guárdese esto aquí –dijo metiéndole un paquetito en un pequeño bolsillo del abrigo sin preguntar siquiera si lo quería, bolsillo por cierto, que ella casi nunca usaba-. No lo saque de ahí durante quince días contando a partir de hoy mismo –sonrió de forma afectuosa-, le traerá buena suerte, créame.

  • ¿Quince días dice? –Preguntó ella amablemente, pero maldiciendo para sí al imbécil ese por ponerle nada en el bolsillo, pensando que a saber que mierda podía haberle metido allí y deseando irse para quitarlo.

  • Si, eso es, quince días, luego si quiere lo tira, pero manténgalo ahí esos quince días pase lo que pase y no se arrepentirá –dijo muy seguro

  • De acuerdo, eso hare –dijo sonriente-. Y dígame, ¿cuánto es? –decidió dejar el tema, pues empezaba a sulfurarse con lo del paquetito.

  • Nada, no se preocupe que no ha sido nada, poco es lo que le he ofrecido, de modo que márchese tranquila y disfrute de la vida.

La chica salió de la casa con dirección a su coche. Sacó el mando del mismo de su bolso, cuando abrió la puerta dirigió su mano de inmediato al pequeño bolsillo del abrigo para quitar el estúpido paquetito que el tipo le había metido allí, pero, en ese instante le llamaron por teléfono. Contestó, olvidándose de él por completo, quedando olvidado en el bolsillo. Se trataba de una amiga y compañera de trabajo para interesarse por como lo llevaba. Se montó en el coche diciéndola que la vería en la redacción, que en ese momento se ponía en marcha con en el coche para dirigirse hacia allí.

El hombre estaba mirando el coche de la chica y a esta mientras se montaba en el. Un gato apareció a su lado y se restregó con su pierna para llamar su atención. El se agachó recogiéndole, poniéndoselo sobre el antebrazo, donde se acurruco mientras también miraba hacia la chica. El hombre entonces hablo en voz alta con el gato...

  • ¿Tú qué crees Anubis?, ¿estará contenta de haber conseguido el último elemento del artículo que deseaba escribir? De todos modos, esta no será la última vez que la veamos -suspiró al escuchar el maullido del gato-. Entiendo, lo que tú quieres es que te ponga de comer, ¿no? -se escucho un nuevo maullido- ¡¡Tragón!! –exclamo riéndose al ver al gato saltar corriendo hacia su platillo.

La joven llegó por fin a su destino, uno de los principales periódicos de la ciudad. Entró en el edificio, tomando el ascensor para subir hasta la tercera planta, luego entró en la redacción y se dejo caer sobre su silla mientras se quitaba los zapatos con más que evidente alivio. Otra joven se acercó al verla sentada, nada más llegar hasta ella...

  • Bueno Carla, ¿qué tal? ¿Alguna novedad con este ultimo?

  • Jajajajajajaja, nada, como los otros, un fantasmón, este tenía incluso ropa típica de mago de película de aventuras, de película mala de serie B además...

  • ¡¡¡No jodas!!!

  • Como te lo estoy contando Irene, algo realmente ridículo y estrafalario de verdad. Imagínate, habitación negra, sillas negras, luz muy mate, una túnica negra también con puntitos fosforescentes como si fuesen estrellas, jajajajajajajajajajaja -se rio palmeándose las piernas.

  • Menudo fantoche de tío –dijo riéndose también Irene mientras movía la cabeza

  • Fíjate que casi me dio pena y todo, además no me cobró nada, porque según él no había podido decirme gran cosa –dijo imitando la voz del adivino entre las carcajadas de su amiga-. Por lo menos no intento sablearme como los otros.

  • Bueno, ¿entonces ya tienes tu artículo o vas a seguir buscando más...?

  • No, ya tengo lo que necesitaba, son doce fraudes completos con lo que tengo ya un reportaje casi perfecto. Lo terminaré y se lo llevaré al jefe, con un poco de suerte incluso podrían publicarlo en el dominical en una doble página.

  • Bueno chica, que tengas suerte...

  • Eso espero, a ver si después de este me mandan cosas serias de verdad...

Mientras Carla estaba terminando de pulir y dar forma a su artículo, Pedro se encontraba en casa con Anubis, preparándose algo de comer. Se había puesto ya un pantalón de chándal y un jersey. Odiaba hacer el payaso con la túnica y el numerito de la sala mística, pero sabía que una buena presentación era tan vital para su actividad como el comer para poder sobrevivir, era parte del show que la gente medio se esperaba. Él en realidad, ahora se dedicaba a traducir textos que era de lo que realmente vivía, pero lo otro le gustaba, lo necesitaba, e incluso en cierto modo, le hacía sentirse bien el poder ayudar a la gente... aunque muchas veces estos ni siquiera lo supiesen.

El artículo de Carla salió publicado en el dominical, consiguió un éxito absoluto con él. Pensó que le darían como mucho dos páginas, pero consiguió ocho completas, también que se incluyesen un buen número de fotos sobre el tema de los presuntos videntes o adivinos, y la estafa que representaban para la gente crédula que iba a verles. Estaba contentísima ya que tras él, le fue encargado un reportaje de los que ella consideraba de verdad, un verdadero reportaje de investigación.

Esa noche salió con su novio a celebrarlo por ahí, quería divertirse y sobre todo, despendolarse con su chico para festejar su éxito. Estuvieron bailando sin parar, incluso el chico se puso caliente con ella, con el sensual baile que le hizo, pegando su culito a su cada vez más duro paquete. Termino no aguantando más, metiendo la mano hasta su sexo, acariciándola mientras bailaban. Carla estaba muy caliente con su novio y el baile, el éxito de su artículo la ponía mucho mas cariñosa que de costumbre, la felicidad le hacía lanzarse más de lo habitual. Al final simulo ceder a las pretensiones de su novio, aunque llevaba un buen rato deseando que se lo ofreciese, le acompañó a los servicios, completamente excitada, deseando tenerle por fin para ella. Entraron en los de chicas, que en esos momentos estaban más o menos vacios e infinitamente más limpios que los de chicos. Su novio la apoyo con la espalda contra la pared de un cubículo del servicio, le levantó la mini, se sacó la polla, le hizo subir una pierna sobre la taza, hizo a un lado la tela de su tanga, y después se la clavó de un solo empeñon hasta el mango, escapando de los labios de Carla un profundo gemido al sentir entrar la polla de su chico. Estuvieron follando sin parar hasta que ambos alcanzaron el orgasmo, corriéndose los dos entre jadeos. Tan solo un poco después del polvo, y cuando parecía que todo iba mejor que nunca, llego la bronca entre ambos por lo mismo de siempre.

Carla era una chica atractiva, con buena figura y estaba muy bien proporcionada. Una cosa que siempre le traía frita de su novio y principal motivo de muchas de sus discusiones, como la de esa misma noche, era la forma en que este miraba a otras. Carla no solía ser celosa en absoluto, sin embargo tonta tampoco era, y se daba perfecta cuenta de cómo su novio babeaba delante de sus morros, sin cortarse ni un pelo, cuando veía alguna chica que estuviese muy buena, aunque como en este caso acabasen de follar los dos solo unos instantes antes. No era de las que le molestase que mirara a otras, pero siempre dentro de ciertos límites. Lo que desde luego sí que le molestaba muchísimo, es que lo hiciese tan descaradamente como lo hacía, mas aun como en esos instantes hacia ante sus morros comiéndose con los ojos a una rubia, eso pasaba de mirar a ser una falta total de respeto hacia ella como su pareja. Al final pasó lo que llevaba pasando los últimos tres o cuatro meses, que ambos tuvieron una bronca monumental y regresaron a casa enfadados por el poco tacto de él.

Solo unos días después de esto, yendo Carla caminando  distraída, whassapeando con el móvil por la calle, a una chica se le escapó un perro grande que saltó sobre ella, derribándola al suelo, haciendo que su teléfono golpeara el suelo con rudeza. Lo cierto es que si en un principio se pilló un cabreo de espanto, este se le pasó a los pocos segundos. Justo en el sitio donde hubiese estado en esos instantes de haber seguido andando, acababa de caer una enorme jardinera de hormigón procedente del balcón de una casa. Un sudor frio le corrió la frente al darse cuenta que de no haberle saltado el perro, derribándola como lo hizo, en esos instantes estaría muerta. El perro aún seguía forcejeando con ella, parecía buscar algo con ansia en su abrigo.

Cuando su dueña entre disculpas se lo consiguió quitar de encima miró que era lo que atraía de ese modo al perro. Metió la mano y sacó lo que tenía en el, al verlo se puso pálida, allí estaba el paquetito que el ultimo adivino que vio le insto a llevar encima, indicándola además un tiempo concreto para hacerlo... No pudo evitar contar las fechas, y ese era el decimocuarto día desde que él se lo metió en ese bolsillo. Recordó que le había dicho con cierta insistencia que no se lo quitase de allí en quince días exactos, pero que después lo tirara si quería porque ya no le sería necesario, como en una nube volvió a colocarlo donde había estado todo este tiempo sin ni siquiera mirar su interior, sintió un escalofrió.

Cuando llegó al trabajo estaba completamente nerviosa, al punto que algún compañero, y por supuesto Irene, su mejor amiga, le preguntaron si le sucedía algo. Les contó lo de la jardinera y el miedo que había pasado al pensar, que de no haber sido por el perro, en esos instantes estaría muerta. Explicó todo lo sucedido excepto una cosa, no le dijo a nadie sobre el paquetito, por supuesto aún menos, que este se lo dio uno de los videntes de su reportaje sobre el fraude que suponían ese tipo de cosas. Le costó tranquilizarse. Carla no hubiese podido decir que era lo que le tenía más nerviosa, si el accidente con la jardinera y que casi le cuesta la vida, o el hecho de que el perro se la salvara al intentar hacerse con algo que un vidente le pidió que no se quitara de allí.

Dos días después, con los nervios aún a flor de piel, por fin reunió el valor para abrir el paquetito, encontrándose dos galletitas para perro untadas con lo que parecía algún tipo de jalea. Lo curioso, o lo peor según se mirase, es que había estado junto a otros perros en los días anteriores al accidente, pero sin embargo ninguno de ellos reacciono con el paquete de su bolsillo hasta el momento en que aquel, la derribo. No quiso, o quizá más bien, no se atrevió a hacer conjeturas al respecto, ya que bien podría haberse tratado de una casualidad, pero tanta concreción en los datos que le dieron y lo que luego pasó, era algo que le resultaba tremendamente intrigante para su alma de periodista a la par que, en cierto modo, aterrador. Ese día en la redacción, sentada en su lugar habitual de trabajo, estuvo pensando tranquila y detenidamente en qué hacer. El reportaje lo había terminado, siendo un éxito, tenía poco tiempo libre porque estaba con cosas nuevas y mucho más importantes que lo que antes hacía, pero no podía dejar de reconocer para sí misma que sentía una enorme curiosidad.

Se mordió el labio pensativa, llevaba así como cinco minutos cuando su amiga pasó ante ella con rumbo al despacho de director, fue en ese momento cuando tuvo la idea. Ella no podía ir, primero porque estaba escribiendo un reportaje muy importante y segundo porque posiblemente la reconociese como la autora del reportaje sobre las falsedades de su gremio que tanta polvareda había levantado. Pero sin embargo, sí que podía pedirle ese favor a Irene, quería que fuese a la consulta de ese adivino para ver qué era lo que le decía, y si lo suyo solo había sido una mera casualidad. Después de esto se calmo bastante, habló con su amiga para pedirle que lo visitase y esta riéndose aceptó, le dijo que si pagaba ella no se lo perdería por nada del mundo. Carla, muy seria, le indicó que por favor no fuese a hacer nada tonto, que simplemente le siguiese la corriente y le permitiese que le adivinase algo, lo que fuese.

Irene pese a lo que le dijo cuando le pidió el favor, pensaba que Carla le había pedido que fuese a ver al adivino para que pudiese ver lo que le describió y de lo que las dos se rieron tanto. Cuando llegó al domicilio del adivino, no quedó nada impresionada por la casa, le pareció de lo más corriente y sin nada especial. En la puerta había un pequeño cartelito que indicaba donde estaba el consultorio. Cuando entró en la sala que Carla le había descrito casi se ríe, era tan estrafalaria, y la decoración tan ridícula… Pensó riéndose para sí que era cierto lo que le contó Carla, el tío payaso tenía creado allí un entorno que le pareció como sacado de una mala película de serie "B" o peor. El acabose fue cuando entro el "vidente" con su túnica negra con puntitos fluorescentes y su gorrito, también negro, sobre la cabeza, tuvo que morderse el labio hasta casi hacerse sangre para no partirse de la risa en su cara.

El hombre la saludó con exquisita amabilidad para luego sentarse cómodamente frente a ella, después sacando de una de sus mangas un mazo de cartas le preguntó mientras barajaba...

  • Bueno, usted dirá lo que desea que le averigüe. Amor, trabajo, familia, problemas personales... ¿y bien?

  • Vera, lo cierto es que es la primera vez que vengo a un sitio de estos, así que supongo que un poco de todo estaría bien para empezar...

  • Entonces básicamente lo que desea es que mire en general y si descubro algo importante que se lo diga, ¿no?

  • Si, algo así estaría perfecto, gracias -dijo divertida

  • Bien, entonces empezare a colocar las cartas -dijo comenzando a situarlas sobre la mesa.

Irene miraba divertida como el adivino colocaba las cartas en una hilera, pasando después de la octava, a continuar colocándolas en una segunda hilera debajo de la anterior. Una vez situadas, guardo de nuevo el mazo con las restantes cartas en una de sus mangas, después se cruzo de brazos, metiendo sus manos por la manga contraria, concentrándose aparentemente con los ojos clavados en las cartas que tenia encima de la mesa. Poco después los levantó, fijándolos en Irene...

  • Bien, veo que hace algún tiempo usted discutió con alguien muy cercano y ahora no se hablan...

  • Si, pero es un poco general, ¿no? –dijo irónica.

  • Claro que es un poco general, esto no es la guía telefónica señorita –dijo paciente-. Esa persona era alguien importante en su vida y según veo aquí, usted no está satisfecha con como terminó la situación... ¿Algún pariente, amigo, alguien cercano que le recuerde algo de esto?

  • El adivino es usted, dígamelo... -dijo con algo de sorna

  • Me tiene que ayudar un poquito, como le digo esto no es la guía de teléfonos...

  • Pero si le digo yo, ¿entonces de que me sirve como adivino?

  • Muy bien -suspiró-, ya veo, es usted una escéptica. De acuerdo, intentare ver algo mas, esto me dice que es alguien importante o más bien, que fue alguien importante para usted. Veo más cosas que no entiendo porque no se suficientes datos..., pero si se algo...

  • ¿El qué? -dijo irónica-. ¿Que no me ha dicho nada de nada? -apuntilló.

  • No, no es eso señorita -dijo con calma y con una sonrisa afable en la cara-. ¿Usted desearía ver a esa persona sea quien sea para hacer las paces?

  • Si es como usted dice no, para nada -dijo segura de sí.

  • Bien, entonces esto es bastante sencillo, aunque creo que lo lamentara si no lo hace..., pero bueno, eso ya no es asunto mío. Señorita, el fin de semana que viene no vaya usted por el centro, y si por alguna circunstancia tuviese que ir, no entre a ninguno de los grandes almacenes que allí hay.

  • ¿Eso es todo?

  • Si, eso es todo lo que puedo hacer por usted.

  • Pues que poquito, ¿no?, ¿solo que el fin de semana no vaya al centro y ya está?. Pero claro, ahora pretenderá que le pagué y todo, ¿a que si? –dijo sarcástica.

  • No, para nada, después de todo no he podido serle de ninguna ayuda... Ahora si me disculpa, ya sabe dónde está la puerta, por favor... -le indicó esta con un gesto de la mano.

Cuando Irene salió de allí se iba riendo del adivino, pensó que Carla tenía razón, menudo fantoche más estrafalario... Y menudo timo de adivino, pensó que al menos podía intentar hacerlo mejor. Cuando al día siguiente se lo contó todo a Carla, para su sorpresa esta no se rio, es más, en un principio se mostró enfadada por habérselo tomado a broma, luego le hizo una pregunta que le descoloco por completo por no esperársela de ningún modo...

  • ¿Y piensas ir este fin de semana al centro a dar una vuelta por los grandes almacenes o no?

  • Por supuesto que no, ¿qué tripa crees que se me ha roto para hacer algo así? –la miró sorprendida.

  • Pues mira Irene..., -se mordió el labio dubitativa pensando que decir- creo que deberías ir a ver, lo mismo te encuentras a alguien conocido...

  • Si claro, jajajajajajajajajaja, seguro que sí, fin de semana en el centro, que raro sería eso, ¿no?, hasta lo mismo me encuentro al fantasma de John Lenon y todo, jajajajajaja -se marcho de allí partiéndose de la risa.

El lunes siguiente cuando llegó al trabajo, Carla se encontró con que Irene estaba esperándola en la puerta fumando de forma compulsiva un cigarrillo. Antes de que pudiese entrar en la redacción, Irene la sujetó por un brazo arrastrándola tras ella al servicio de señoras de la planta. Nada más entrar Carla vio asombrada como Irene comprobaba que en el no hubiese nadie, una Irene alterada fue abriendo una por una todas las puertas de los distintos retretes para comprobar que no hubiese nadie. Cuando terminó...

  • Bien, ahora dime Carla, ¿qué coño pasa con ese tío?

  • ¿Con que tío?

  • Con el adivino, ¿qué coño ocurre con él?

  • Que yo sepa nada y sinceramente no entiendo a que viene todo esto... ¿se puede saber qué te pasa Irene?

  • ¿Que que me pasa? Nada Carla, no me pasa nada. Solo que el fin de semana estuve en el centro, paseando por los centros comerciales de la zona... Después de que me preguntases me pico la curiosidad… así que fui…

  • ¿Y? -preguntó Carla, que de repente parecía muy ansiosa

  • Pues que me encontré el domingo con mi ex, con Pablo... ¿Te acuerdas de Pablo verdad?

  • Si claro, el que siempre dices que tienes que ver de localizar para pedirle perdón... -Irene la cortó tajante, aunque sus ojos empezaron a brillar y mojarse.

  • El mismo, mi amigo, ese al que me empeñé en tener como fuese porque era el amor de mi vida, ese al que conquisté, al que hice que dejarse a su novia para estar conmigo, y al que luego le pegué la patada cuando Roberto se cruzó por medio…

  • ¿Y hablaste con él?

  • Si, hable con él Carla, y no le reconocí ni cuando me paró para saludarme, ni siquiera cuando me dijo quien era -dijo con la voz quebrada-... Se está muriendo Carla, tiene Leucemia. Anoche se fue para su pueblo, a morir allí, no quiere que nadie le vea así, quiere que le recuerden como eran y no agonizando. Me dijo que apenas le queda un mes de vida -explicó con las lágrimas corriendo libremente por sus mejillas

Irene tardo unos diez minutos en dejar de llorar abrazada a Carla y poder volver a articular palabra. En ese lapsus de tiempo habían entrado varias mujeres al servicio. Cuando Irene se recupero le dijo a Carla que cuando terminasen de trabajar tenían que quedar las dos, porque quería saber que era lo que sucedía exactamente con ese adivino al que le pidió que fuese. Carla comprendió que no podría evitar hablar con su amiga, Irene se marcho a su puesto visiblemente afectada aún por el recuerdo de su ex novio y antaño gran amigo.

Carla conocía la historia, Irene se había liado con Roberto dos meses antes de terminar con Pablo, además le dejó de muy mala manera, el chico quedó hecho polvo, y gracias que no descubrió que ella le engañaba, lo último que supo de él fue que se había marchado a Barcelona para intentar empezar de nuevo. Solo un par de meses después de eso, Irene que estaba muy enganchada con él, descubrió que Roberto era un mentiroso patológico, estaba casado, con hijos y nada de lo que le había contado resulto ser cierto, además se estaba tirando también a otra chica más, para Irene fue demoledor, acrecentado además por las circunstancias que rodearon el inicio de la relación.  Lo que le había hecho a Pablo sabía que no tenia nombre, luego en una especie de castigo divino lo tuvo que soportar en sus carnes, desde ese momento Irene cambió, no había logrado volver a engancharse otra vez con ningún hombre, era como si no se atreviese a arriesgarse. Carla esperaba que este reencuentro le sirviese de catarsis para que se volviera a lanzar, y ella sabía que allí mismo había un hombre que a Irene le gustaba muchísimo, pero que por eso mismo, por aquel recuerdo, no se lanzaba pese a las veces que ella le había intentado presionar para que lo hiciese.

Al salir se fueron las dos a casa de Irene, ya que vivía sola, y nadie las interrumpiría cuando estuviesen hablando. Carla en primer lugar quiso saber lo que había pasado con el ex de Irene. Esta le estuvo explicando todo, según parece le entro curiosidad por saber que pasaría si desobedecía al adivino, algo picada también por el extraño comportamiento de Carla al pedirle que lo hiciese, así que hizo justamente todo lo que este le pidió que evitase a toda costa. El domingo, cuando ya pensaba que tal y como hablaron las dos cuando Carla escribía el reportaje, todo eso de los adivinos eran meras tonterías, se encontró con Pablo, o más bien, él la encontró a ella. Según le dijo a Carla, le costó reconocerle incluso cuando le dijo que era él por lo desmejorado que estaba, según sus propias palabras, parecía una cadáver andante, del guapo y atlético chico que fue, no quedaba ni lo más mínimo, ni una sombra siquiera. El era canario, y allí se volvía para morir, hablando entre ellos, resultó que ese era el único día en el que los dos podrían haber coincidido antes de su marcha, había perdido el avión directo desde Barcelona y volaba haciendo escala, por eso estaba allí, para hacer tiempo hasta que su vuelo saliese ya que aún le quedaban varias horas para ello. Irene de nuevo con lágrimas en los ojos le dijo a Carla que le pidió perdón, y viendo las circunstancias se sincero con él. Este la perdonó de corazón, aunque a Irene esto ya no le sirviese de ningún consuelo al ver como estaba, pero por lo menos había podido hablar con él por última vez. Limpiándose las lagrimas que nuevamente cayeron por sus mejillas...

  • Y ahora dime Carla, ¿qué pasa con ese tío, como podía saber esto?

  • No lo sé Irene, te aseguro que no lo se... Veras... -dudaba si contarlo o no, al final se decidió-, pero prométeme que no dirás nada a nadie de esto que voy a contarte.

  • Esa bien, pero venga, explícame que pasa

  • ¿Te acuerdas lo que te conté de su consulta?

  • Si, perfectamente...

  • Lo que no te dije, porque no me acordé, me olvide de ello por completo, es que me metió en uno de los bolsillos pequeños del abrigo un paquetito que me hizo prometer llevar durante quince días exactos...

  • ¿Y qué? ¿Que con eso? –puso cara de no entender

  • No me acorde de sacarlo de allí Irene, ni me acordaba de que lo llevaba encima. El perro que me derribó en la calle salvándome, lo hizo por intentar alcanzar el paquetito de mi bolsillo -Irene se puso pálida por completo

  • Me estas intentando decir... -Carla la interrumpió.

  • Nada, solo te cuento un hecho. Pensé que había sido solo una casualidad, con muchas coincidencias, pero solo una casualidad... pero ahora... -Irene continúo la frase

  • ...tras esto mío ya no estás tan segura de eso, ¿no? -dijo Irene

  • No, ahora ya no estoy segura de nada Irene, de nada en absoluto... Antes sentía curiosidad por saber si podría ser verdad que fuese un vidente y yo estuviese equivocada... Ahora me da miedo que pueda ser verdad...

  • Investiguémoslo... -dijo Irene resuelta

  • ¿Cómo? -pregunto Carla perpleja

  • Vamos a investigarlo... Todo esto es muy extraño para que solo sea casualidad, investiguemos un poco, a ver donde nos lleva todo esto... Tanto si es verdad como si es mentira, sería un gran artículo -intento sonar convincente Irene

Carla se mostraba un poco reacia con el asunto, todo lo pasado no le gustaba en absoluto. Todo podría ser solo un truco muy bien elaborado, aunque no veía como podía ser eso posible, pero precisamente de eso se trataba, si todo era un truco de aquí podría salir un artículo sobre el fraude de los videntes aún mucho mejor y más importante que el anterior... Pero no las tenía todas consigo... ¿Y si resultaba ser verdad y no un engaño, entonces qué?

CONTINUARA