El adivino

El arte de leer la suerte en las líneas de la mano... o el ardid para disfrutar de una excelente follada.

El adivino

" ¿Le digo la buenaventura señor? ".

" ¿Perdón? "

" Si le digo la buenaventura ".

La pregunta, disparada por un muchacho de ojos negrísimos con un pañuelo atado a la cabeza, me tomó de sorpresa. Aunque en realidad, el momento y el lugar eran apropiados para escuchar algo así. Era una tarde soleada de domingo, y yo estaba deambulando tranquilamente en una plaza en la que los artesanos exponían sus trabajos y los adivinos ofrecían sus dones.

" No, gracias " respondí, maravillado por la belleza del chico. No tendría más de dieciséis años, y sin ser muy alto su figura era grácil y esbelta. Su atuendo se completaba con una camisa de seda muy amplia y un pantalón ajustado con faja que remarcaba un trasero pequeño y duro.

" Vamos, señor! Déjeme que le diga la suerte! Seguramente debe ser buena para un tío guapo como usted! ".

El discurso me causó gracia, y el pertinaz muchachito aprovechó mi involuntaria sonrisa para insistir otra vez.

" Ande, vamos! Dedíqueme unos minutos de su tiempo y le juro que no lo lamentará! ".

Vencido, accedí. La verdad es que mi interés no radicaba en oír mi futuro, sino en quien iba a ser mi oráculo. El jovencito tenía una extraña hermosura, que mezclaba los rasgos de un niño y un hombre. El pañuelo en su cabeza destacaba aún más las bellas y angulosas líneas de su rostro, y el color tostado de su piel resaltaba sus oscuros ojos enmarcados por largas pestañas. Cuando sonrió ante mi aceptación sus labios carnosos dibujaron una sonrisa pícara, descubriendo sendas hileras de dientes perfectos y blanquísimos.

" Venga, siéntese por aquí! " dijo entusiasmado, señalándome una pequeña mesa cubierta por un mantel rojo y dos banquetas colocadas al reparo de un trailer.

" Deme su mano derecha ".

Obedecí, dispuesto a disfrutar de tan bonito ejemplar aunque más no fuese con los ojos.

" ¿Y eres bueno en esto? " pregunté con tono insidioso, como para picarlo y ver su reacción.

" El mejo’ sin duda " respondió como para enfatizar su personaje de gitano adivino. " Sólo déjeme hacer y no se arrepentirá, se lo prometo " me dijo mirándome intensamente mientras me sonría.

Por alguna razón que no pude explicarme sentí que sus palabras encerraban un significado que yo no llegaba a comprender, y una sensación extraña me cosquilleó en el estómago.

El jovencito sostenía mi mano con su mano izquierda, y con su índice derecho comenzó a recorrer las líneas de mi palma.

" Bueno, y qué ves ".

" Ah! Es usted muy afortunado! Tendrá una larga vida, y muy exitosa! ".

" Mmm, ya veo. Y que más ".

" Bueno, es usted un tío con mucha suerte en el amor. Siempre hay alguien dispuesto a consolar sus penas, y nunca le falta compañía cuando la desea ".

" Mmm . . ."

" Es un hombre ardiente, que disfruta mucho del sexo, y también sabe como hacer disfrutar a los demás ".

Cuando dijo esto me clavó los negrísimos ojos, y su dedo acarició el hueco de mi palma. El suave roce y la encendida mirada fueron como una descarga eléctrica que se inició en mi mano, corrió por mi brazo y se detuvo en mi entrepierna, haciendo latir la cabeza de mi verga.

" Además, es usted muy codiciado ".

" ¿Y eso que significa? ".

" Bueno, que siempre hay alguien que desea follar con usted ".

Lo miré, algo desconcertado por la declaración, sin saber que interpretar. ¿Este mocoso me estaba tirando los tejos o se estaba burlando de mí?.

" Es más, en este mismo momento alguien que está muy cerca suyo lo desea ardientemente ".

Apenas terminó de hablar sentí como por debajo de la mesa, el pie desnudo del muchachito se apoyaba en mi entrepierna. Me sobresalté, pero él retuvo con fuerza mi mano, y mientras sonría comenzó a masajear mi paquete con increíble habilidad. Sus dedos se movían con una gran destreza, y en segundos desabotonaron mi bragueta y se introdujeron en mi boxer. El contacto de su piel con mi verga fue como un latigazo, y sin poder evitarlo gemí muy despacio. Los suaves dedos iniciaron un toqueteo tan preciso que en instantes mi tranca se agarrotó por completo, dejándome al borde de la corrida. Pero justo antes que esto ocurriese el muchachito retiró su pie, y mientras yo sudaba terriblemente agitado volvió a clavarme sus ojos azabache.

" Señor, también veo que está usted muy cargado, y si lo desea yo puedo aliviarlo " dijo con un tono de voz y una expresión por demás significativos mientras su dedo rozaba una y otra vez mi palma.

" ¿¿Aquí afuera?? " pregunté alarmado, tratando de imaginar de lo que era capaz ese mocoso.

" No, aquí afuera no " dijo riendo. " En el carromato " agregó señalando con un movimiento de cabeza el trailer ubicado a su espalda.

Dude. ¿Y si todo era una trampa? ¿Y si sólo buscaba robarme, o peor, acusarme luego de intentar abusar de él?. Pero como si hubiese leído mi mente, el muchachito dijo:

" Confíe en mí, señor. ¿Acaso no ha sido verdad todo lo que dije hasta ahora? ".

Por segunda vez me dejé convencer, creo que más que nada por la ansiedad de saborear ese imberbe descarado que me había excitado sobremanera.

Como pude me acomodé la verga que aún seguía dura, y después de comprobar que nadie nos prestaba atención lo seguí al interior del trailer.

Después que entramos el chico cerró la puerta por dentro y me dijo:

" No tenemos mucho tiempo. Mi abuela y mis tías están dando vueltas por la plaza, pero pueden venir en cualquier momento ".

" Y si vienen ¿Qué excusa pondrás por haber trabado la puerta? "

" Pues que le estaba haciendo una cura para aliviarlo de su carga. Y créame señor, que esto último será totalmente cierto ".

Entonces se arrodilló, abrió nuevamente mi bragueta (pero esta vez con los dedos de sus manos), sacó mi hinchada verga y sepultándola en su boca comenzó a darme una de las mejores mamadas que recuerdo. A pesar de su corta edad, se veía que era un experto. Su lengua succionaba mi capullo y se deslizaba por todo el tronco, haciéndome gemir de placer. Cada tanto variaba el ritmo de la felación, intercalando chupadas lentas con otras a toda velocidad. Como fuere, en pocos segundos toda la carne de mi pinga estuvo lubricada con su saliva, dándole un aspecto brillante y resbaladizo.

Mientras me mamaba me miraba a los ojos, y yo le acariciaba tiernamente el hermoso rostro. El espectáculo de mi picha entrando y saliendo de esa húmeda cavidad mientras la apretaban esos labios carnosos y me observaban esos ojos tan expresivos era fascinante, y me di cuenta que iba a acabar de un momento a otro.

" Si sigues haciendo eso voy a correrme " advertí con la voz entrecortada.

" No! Aún no! " suplicó el chico, luego de sacar mi carajo de sus fauces. Entonces se puso de pie, y mientras me daba un beso de lengua impresionante comenzó a desnudarse dejando al descubierto un cuerpo fibroso y un culo redondo y muy firme. Luego se recostó sobre una mesa, y flexionando las piernas abiertas me ofreció el apretado orificio que latía entre sus nalguitas mientras su verga apuntaba enhiesta hacia el techo.

¡Por Dios! ¡Qué maravilla se exponía ante mis ojos! Hubiese querido disfrutar con toda calma de ese palpitante hoyito, dilatándolo lentamente con mi lengua hasta dejarlo a punto para que mi verga entrase suavemente por ese estrecho canal. Pero desafortunadamente no había tiempo para eso, de manera que luego de unas rústicas ensalivadas acomodé la cabeza de mi pija y con toda la suavidad que la premura me permitía, empecé a clavarlo.

El muchachito gemía pero me alentaba a seguir, y cuando mis huevos rozaron sus tersas nalgas respiró aliviado. Entonces lo tomé de las caderas, y sujetándolo con firmeza inicié un rítmico bombeo metiendo y sacando mi durísima tranca de esa cueva deliciosa.

Con cada movimiento ambos jadeábamos, y el bello hombrecito se retorcía de gusto mientras en su rostro se pintaba una expresión de puro placer. Sonreía, y los oscuros ojos me miraban intensamente mientras yo continuaba taladrando ese culo divino.

" Sí! Así señor, así! ".

" ¿Te gusta así, chiquito? ".

" Sí señor! Usted se me antojó desde que lo vi, y aquí está follándome riquísimo! ".

El trato de usted me enloquecía, y otra vez llegué al borde de la corrida. Pero esta vez no iba a poder contenerme.

" ¡Voy a acabar! " anuncié con la polla a punto de explotar.

" ¡Sí, hágalo, por favor, lléneme con su leche! ".

Fue demasiado. Me descargué dando gritos entrecortados, y mientras mi verga inundaba con guasca ardiente las entrañas del apetitoso chicuelo él también se corrió, regando su lefa por todo su tierno pecho.

Todavía jadeando, me sonrió otra vez y me dijo:

" Ha visto señor. Le dije que me si me dedicaba unos minutos de su tiempo, no lo lamentaría ".

Y tenía toda la razón.

Lo que nunca supe es si mi precioso adivino realmente sabía leer la palma de la mano, o sólo fue un ardid que usó para llamar mi atención.

Pero creo que es un detalle sin la menor importancia.